Niño

(One-shot Mai-Trunks). De Siddharta Creed

El canto de los pájaros la despertó antes que a su recién esposo, giró el rostro a su derecha, no pudo evitar pensar en lo atractivo que se veía, lejos quedaba el muchachito de mejillas redondeadas que la hostigaba para que aceptara ser su novia.

En un inicio, fue el interés lo que motivó a la longeva mujer a seguirle el juego, aunado a la insistencia de Pilaf, quien siempre lograba convencerla de hacer cosas que ella consideraba estúpidas, aprovechándose del juramento que le hizo cuando era joven, así como también, chantajeándola con exponer sus delitos, los cuales realizó bajo sus órdenes.

La respiración apacible del joven le indicaba que tardaría en despertar.

«Te abrazaré toda la noche», dijo Trunks, después de la enérgica sesión de sexo. Luego la acurrucó entre sus brazos, como niño aferrado a un peluche nuevo y, apenas se quedó dormido, se movió hacia el otro lado, extendiendo sus piernas y brazos, como tal vez acostumbraba dormir, desde siempre.

Mai se preguntó si acaso su versión del futuro también había terminado en la cama con él, muy probable sí, unidos por las leyes de alguna región del planeta, no tenía idea de cómo era el mundo en el futuro, ya que hasta donde sabía, los androides destruyeron ejércitos y el gobierno central, dejando ruinas por donde pasaron.

«¿Cómo habrán sido sus sueños?» Se preguntó, imaginando al Trunks del futuro alerta en todo momento, sin poder darse el gusto de sucumbir al cansancio, como lo hacía el joven a su lado, tan parecido en lo físico, y tan distinto en el trato, como si fuesen hermanos gemelos separados al nacer.

Mai suspiró con discreción, recordando la mirada triste y profunda del otro Trunks. Siempre supo que el muchachito que jugaba a ser su novio, jamás llegaría a tener la personalidad del otro.

«Al menos tengo su cuerpo», se consoló, admirando el pecho desnudo de su esposo, adornado con tres pequeñas cicatrices, que muy probable, eran pocas comparadas con las que debía tener el cuerpo de su versión del futuro. Se mordió el labio inferior, fantaseando por un momento que era el otro, quien dormía a su lado.

«¿Qué habrá sido de ellos? ¿Sabrá mi verdadera edad?»

Las dudas la asaltaban de vez en cuando, y siempre se respondía: «Es probable que no. Ella misma me dijo que decidió comenzar desde cero, cuando Pilaf y Shu murieron». No podía culparla, tampoco la juzgaba, ya que, de haber intentado salvarlos, ella también hubiese perecido en manos de los androides.

—No me atrevo a decirle la verdad al amo Pilaf, es mejor que crea que murió haciendo un acto heroico, y no porque nos arrastró hacia esa trampa, encaprichado por querer robar un tanque que parecía abandonado —le confesó su versión del futuro, apenada en cierta parte por su cobardía, sin la cual, no estaría viva. Después de todo, fue culpa del mismo Pilaf que terminaran emboscados.

Recordaba a la perfección el sentimiento de envidia al verse a sí misma con cuerpo adulto, pues odiaba su aspecto de niña, ya que los adultos no la tomaban en serio, a parte de que la limitaba en muchos aspectos. En ese momento se le hizo agonizante el tiempo que tendría que pasar para recuperar su cuerpo de mujer, y más, cuando ya comenzaba a pesarle no tener pareja. Al menos su versión del futuro había logrado llamar la atención de un atractivo hombre, que, a pesar de las circunstancias, no dejaba de ser un manjar a la vista. Pero, sin duda, lo que más le impactó de él, fue esa mirada cálida y triste. A kilómetros se podía ver que esos ojos habían sido testigos de escenas que los marcaron de por vida, brindándole ese aspecto triste que lo diferenciaba tanto de su versión alegre del presente.

Varias veces se sorprendió llegando a la conclusión, de que; con gusto pasaría hambre y peligro, si la vida le ponía a ese Trunks en su camino, una manera muy retorcida de pensar, pero no podía evitarlo.

Suspiró pensativa, sabía por Bulma, que los saiyajines envejecían con mayor lentitud, incluyendo a los mestizos, lo que hizo que comenzara a pensar de nuevo en su aspecto. Tarde o temprano volvería a tener cuarenta, al menos en apariencia, y si bien, fue poco después de los cuarenta, que el dragón rejuveneció su cuerpo, ella recordaba a la perfección, que a esa edad, su piel y mirada ya se encontraban marchitas, tal vez por herencia familiar, tal vez por la vida tan agitada como secuas del amo Pilaf. Una cosa era verdad; cuando llegase a esa edad de nuevo, Trunks continuaría tan lozano y fresco como hasta ahora, tal como el del futuro, que, a pesar de llevar una vida llena de sufrimiento y carencias, lucía menor a la edad que ostentaba, muy contrario a ella.

«Es muy probable que me deje, o finja desearme mientras duerma con otras más jóvenes y divertidas. Tal vez podría volver a utilizar las esferas del dragón, estoy segura que él me las conseguiría sin cuestionarme, por el momento lo tengo comiendo de mi mano», acarició el dorso de la mano que se estiraba hacia su lado de la cama, viró la vista hacia el tórax, admirando un rato sus músculos y el bronceado tentador.

Levantó las sábanas lo suficiente, como para poder apreciar la parte íntima de su ahora esposo, que reposaba después de horas inquieto. Se preguntó cómo le hacía Bulma para contener ese tipo de energía en la cama con su esposo, pues a diferencia de un hombre terrícola normal, el híbrido no se cansó tan rápido, de hecho, tenía ganas de continuar, pero al verla somnolienta y adolorida, prefirió dejarlo para después.

«¿En qué me he metido?» En cierta parte le asustaba tener que cargar con la intensidad del muchacho, razón principal por la que tardó mucho en aceptarlo, pues le inquietaba que fuese tan empalagoso, con esa manía de hablar demasiado y no quedarse quieto por mucho tiempo.

—No quiero que lo perdamos, Mai… sabes bien lo mucho que lo necesitamos —le reclamó Pilaf en una ocasión, cuando el joven llegó de la mano de una linda compañera de clases, demostrando que mujeres bellas le sobraban, incluso llego a pasearlas frente a sus ojos, en un espectáculo bastante infantil, dejando al descubierto sus intenciones, que eran llamar su atención, despertar celos en ella.

—Con él de nuestro lado, tendremos a un guardia poderoso. Nadie cuestionará mi autoridad cuando sea el emperador del planeta, ni siquiera el señor Vegeta ni Goku. A ellos no les interesa el poder, y Trunks hará lo que sea, siempre y cuando lo mantengas enamorado.

—¿Y si llega a enterarse que no soy una adolescente, que le hemos mentido por años? El señor Vegeta me da miedo—, alegó Mai con justa razón. Sabía que Trunks podía llegar a perdonarla, siempre y cuando lo mantuviera entretenido, pero su padre era otra cosa, él no se podía manipular con tanta facilidad, y ella no tenía el poder que Bulma ejercía sobre el saiyajin de sangre pura.

—No te preocupes, el niño tiene años deseando tu atención, prácticamente lo tenemos comiendo de la mano—, respondió Pilaf petulante.

—¿Lo tenemos? —miró de soslayo al hombrecillo azul, quien se encogió de hombros levantando una ceja.

—Lo tenemos. Fue mi idea utilizarlo, gracias a eso, estamos cerca de volver a reunir las esferas.

Mai sonrió con nerviosismo en respuesta, en el fondo ya había perdido la esperanza, no creía posible que Pilaf llegara a cumplir su deseo, y por ende, el suyo como mano derecha del gobernante mundial, puesto que por años la motivó a seguirle el juego, pero ya no estaba tan segura de querer continuar.

Poco tiempo después de aquella conversación con Pilaf, Bulma le pidió a Vegeta que consiguiera las esferas del dragón, pues necesitaba un material del planeta Namek, para unas máquinas que diseñaba junto a su padre, las cuales servirían para ayudar a personas con ciertas discapacidades; utilidad que el mismo Kamisama aprobó, ya que no se trataba de un deseo egoísta. Fue entonces que las cinco esferas que Pilaf escondía celosamente en una cueva fueron encontradas y sustraídas, quedándose de nuevo con las manos vacías.

La obstinación de su amo comenzó a cansarle a Mai, sin embargo, renunciar al sueño de Pilaf, significaba reconocer que sus mejores años, su primera juventud, habían sido desperdiciados en nada. Fue cuando admitió para sí misma, que, a ese paso, terminarían pidiendo el deseo cuando volviesen a verse viejos.

–Hum… —lo escuchó dar un pequeño gemido, mientras se giraba con el rostro hacia ella. Continuaba profundamente dormido.

«Si me aceptas, tendrás todo lo que desees», le dijo la primera vez que le robó un beso, creyendo que el sonrojo en sus mejillas se debía a su inexperiencia, cuando en realidad, era porque ella se imaginó ser besada por aquel que vivía en el trágico futuro.

«¿Por qué no?», pensó Mai después de ese primer beso, aceptando una cita más, y otra, y otra. Para darse cuenta en poco tiempo, que no volvería a tener esa oportunidad.

Dejó que el joven le tomara de la mano y le enseñara a besar.

«Niño», pensaba ella cada que Trunks hacía alarde de su vasta experiencia en la materia amatoria. Ya estaba convencida de que jamás lograrían cumplir el sueño de Pilaf.

Sonrió con nostalgia, perdida en las hebras azules del lacio cabello de su esposo, tan finas y suaves, y a la vez tan distintas a las que llegó a observar en el Trunks del futuro, despeinado y con el cabello grasiento, muy probable con días sin darse una ducha decente. Sin embargo, con todo y la mugre de su ropa, las cicatrices y el cabello sucio, fue capaz de robarle el aliento y hacerla maldecir verse tan joven para él, porque la única mirada que encontró para ella, fue de ternura paternal, muy diferente a la mirada que le dedicaba a su yo del futuro, a quien envidió en ese entonces, y envidiaba aún. El Trunks dormido en su cama, jamás llegaría a tener la misma fiereza en su mirada, de eso estaba segura. Sabía que era retorcido, pero ya no estaba en edad de prejuicios. Tomaría lo que se le ofrecía y tendría la vida que por más de seis décadas deseó. En cuanto a su amo, fingiría ayudarle, después de todo, él le había enseñado a ser experta en fingir y manipular.

«Es irónico. Envidio a mi yo del futuro, y muy probable sea que, ella misma envidie el mundo pacífico en el que vivo». Se recostó boca arriba, con la vista perdida en el techo.

«¿Cuánto tiempo le durará el capricho?», se preguntó cerrando los ojos por unos minutos, disfrutando del toque de las sábanas de fina seda acariciando su desnudez.

Conocía a niños como él, impetuosos y testarudos, tercos cuando algo llama su atención, y distantes cuando se aburren, botando en el olvido a su viejo juguete, porque así se sentía ella, un juguete que el niño codició desde la pubertad.

—Te ve como quien mira a un pastelito detrás de una vitrina —le había dicho Pilaf, y no se equivocaba en eso. A Mai le incomodaba esa forma de mirar que tenía solo para ella.

—Es un niño, le respondía ella con asco en las palabras—, ¿qué puede ofrecer un mocoso a una mujer?

—Todo lo que siempre quisimos tener. Además, cuando crezca será idéntico al otro, al que te gusta —susurró, sonriendo al muchachito de catorce años que caminaba hacia ellos.

—Podré ser una bandida, pero jamás seré ese tipo de mujer que se vende —alcanzó a murmurar de mala gana, justo antes de que Trunks diera un largo salto hacia ellos, asustándolos porque creyeron que les caería encima.

«Tsk… otra en la que me trago mis palabras», abrió los ojos para admirar el enorme diamante que adornaba su dedo. Pudo haberlo robado, robó muchas cosas valiosas en el pasado, que no logró disfrutar por el ritmo de vida tan acelerada te llevaba, siempre huyendo, siempre en la búsqueda de las malditas, o benditas esferas, que sin ellas, muy probablemente estaría muerta en ese preciso momento, o marchita, vagando por unas monedas.

Al fin tenía un futuro seguro, uno que muchas mujeres envidiarían. Se tragaría mil veces sus palabras de nuevo, prefería eso a continuar vagando por una causa que ni siquiera le pertenecía. Se giró de nuevo hacia él, arrastrando su cuerpo hasta quedar con la cabeza recargada entre la axila y el tórax del híbrido, acariciándole el pecho, para descubrir con su rodilla, que en ese momento tenía una erección.

Se arrimó más al cuerpo trabajado del joven, moviéndose seductora, esperando despertarlo para jugar un poco más, para imaginar que el otro Trunks era quien la tomaba y dejaba con el cabello revuelto y los músculos adoloridos.

«Temo que terminaremos divorciados tarde o temprano», pensó aspirando el aroma masculino de Trunks. El muchacho se había esforzado mucho en adaptarse al carácter de ella, estaba segura de que no soportaría mucho tiempo llevar dicha farsa. No se puede forzar la química, en el fondo él lo sabía, por mucho que cambiara sus hábitos para amoldarse a ella, ignorando por completo que existía un abismo generacional entre ellos. Al final, el sueño que Trunks construyó en su cabeza, no era otra cosa más que un castillo de naipes, que terminaría derrumbado ante cualquier vientecillo.

Las caricias de Mai hicieron efecto en el cuerpo del joven, lo supo al notar el bulto emerger bajo las sábanas. Mai elevó una ceja, esperando verlo abrir los ojos, pero solo lo escuchó murmurar algo; seguía profundamente dormido.

—Niño —susurró Mai, divertida con la expresión inocente del joven que dormía ajeno a sus pensamientos. Le faltaba madurar para parecerse un poco al otro Trunks, al del futuro, tal vez algo de dolor, pérdida, soledad. Mai no supo cómo sentirse al respecto, aquello que le gustaba del otro, aquello que lo envolvía en un aura de misterio sensual, era precisamente la causa de su infelicidad. Podía asegurar que ese Trunks hubiese dado la mitad de su vida por tener la del actual, y ella, de manera muy egoísta deseaba que el que dormía a su lado, hubiese tenido al menos la mitad de vivencias del otro, para así tener un poco de su amor imposible. Era retorcido, ella lo sabía bien, por eso sería su secreto, otro más que ocultar a esposo.

Cerró los ojos, disfrutando de la proximidad del cuerpo caliente que le robó el sueño años atrás, cuando el actual le causaba desagrado.

—No quiero seguirle el juego. Amo Pilaf, lo he visto sacarse los mocos, es asqueroso —le había dicho cuando recién llegaron a vivir a la corporación cápsula.

—Será solo mientras conseguimos de nuevo las esferas. Es un niño, no será difícil manejarlo a nuestro antojo. ¿O prefieres utilizar al padre? —le respondió Pilaf.

—¡Usted se ha vuelto loco! Ese hombre da miedo. Además, él cree que soy una niña —espetó escandalizada.

—El pervertido al que le robamos hace medio año también lo creía, gracias a ello tuvimos para comer por semanas —alegó Pilaf despreocupado.

—No me recuerde eso —le respondió con cara de asco—. Estoy cansada de este cuerpo tan inútil.

—No te preocupes, una vez que tengamos las esferas, pienso pedir nuestros cuerpos de adulto joven de manera permanente. Así podré disfrutar de mi reinado por mucho tiempo.

Pasaron los años, y el sueño de Pilaf se fue esfumando con cada metida de pata que daban, hasta que Mai terminó sucumbiendo a la realidad, cansada de ese juego, en el que ya no le apetecía ni siquiera la idea de una aventura en el desierto, como en su juventud, cuando llena de adrenalina disfrutaba de robar a incautos viajeros, para después festejar con su amigo Shu, en alguna fonda de pueblo, apartando un poco del botín para ellos, antes de reportarlo con el amo.

Una sonrisa instantánea se dibujó en su rostro. Hasta el momento, recordaba esa etapa como la mejor de su vida, y sabía bien que ni todo el dinero de los Briefs le regresarían aquel marchito sentimiento.

—Deberías viajar fuera de este planeta, hay mucho por ver —le había aconsejado aquel atractivo alienígena de cabello verde, cuando Goku lo trajo para entrenar juntos. Pocas veces lo vio, en las que apenas hablaron, pues Trunks impidió la convivencia con sus niñerías; sus celos eran tan obvios. Tal vez Trunks también lo notó, ese varonil hombre tenía un aire que le recordaba al Trunks del futuro.

«¿Algún día lo volveré a ver?», se preguntó.

Ya no importaba, tenía un plan de vida después de vagar por décadas, sin la certeza de lograr cumplir el sueño de su amo, al que ya no sabía por qué continuaba llamándolo de esa manera, pues el respeto que alguna vez le tuvo, se esfumó de pronto. Ahora lo veía más como un amigo, que, a pesar de su apariencia, se comportaba como el viejo cascarrabias que era, al que a veces dejaba con la palabra en boca, refunfuñando y lanzando chillidos al aire.

—Llévame al desierto —dijo a Trunks en una de sus primeras citas, ocasión en la que despertó melancólica, tal vez por causa de las malditas hormonas de su segunda adolescencia. Odiaba tener que aceptar esa cita, odiaba la manera en la que era hostigada por el adolescente, tratando de llamar su atención, casi rogando por una simple mirada. Pero ese día en particular decidió acompañarlo, porque deseaba dar un paseo en el lugar donde fue feliz por una temporada, donde fue ella misma, sin caretas, sin engaños.

—Quédate aquí —le ordenó a Trunks cuando llegaron frente al castillo derrumbando que perteneció a Pilaf.

—Puede ser peligroso, la estructura se ve muy dañada y… —levantó con orgullo su brazo derecho, señalando sus músculos debajo de la fina camisa de vestir—, no eres tan fuerte como yo.

—No me pasará nada, además, ensuciarías tu ropa —respondió con fastidio.

—Me vestí para la ocasión —sonrió coqueto, omitiendo que Goten le comentó haber escuchado a Mai decir que le gustaban los hombres maduros, por lo que el muchacho desempolvó su mejor traje de vestir, para así parecer un joven empresario, después de todo, era su destino, como heredero de la corporación de su abuelo.

Mai blanqueó los ojos. —Bien, pero no quiero que me sigas de cerca, no me gusta sentirme tan inútil —se adentró a lo que quedaba de la propiedad derrumbada.

—Nunca he dicho que lo seas —la siguió cuidando la distancia, mirando gracioso cómo la muchacha sorteaba las ramas con espinas que habían crecido entre la maleza. Trunks levitó acostado y pasó cerca de ella, presumiendo su técnica de levitación.

—Puedo ayudarte —lo vio como un pretexto perfecto para abrazarla y elevarla con él. Tragó saliva con discreción, tratando de ocultar sus verdaderas intenciones, solo esperaba no tener una erección en su tan esperada cita, ya que se habían vuelto demasiado frecuentes en los últimos meses.

—No necesito tu ayuda para pasar —refunfuñó Mai, tragándose el aullido cuando se le clavó una espina en la muñeca derecha. En silencio retiró la rama culpable, sin mencionar nada, no estaba dispuesta a recibir más atenciones del adolescente.

Unos cuantos metros más y lograron llegar hasta lo que fue la base principal. Ya no se parecía a lo que antes fue, la mitad se encontraba bajo los escombros, y la otra mitad había sido vandalizada, ya no estaban las computadoras y mecanismos robóticos con los que en el pasado sujetaron a una Bulma adolescente, con el fin de sacarle las esferas del dragón.

—Cómo ha pasado el tiempo —murmuró Mai en un tenue sonido que solo ella escuchó.

Hasta el momento, Bulma nunca llegó a contarle de aquella noche, tal vez no lo recordaba, porque de lo contrario, ya la hubiese bombardeado con decenas de preguntas. No supo cómo sentirse, pues ahora vivía y comía bien, como una invitada de aquella mujer a la que estuvo dispuesta a dejar morir junto a un Goku infante.

«¿Qué pasaría si llega a enterarse?».

Miró de soslayo al joven, que no entendía nada de lo que pasaba dentro de ella. Cuando Trunks se dio cuenta que tenía su atención, el despistado joven soltó la manivela rota que se encontró tirada, luego sonrió a Mai, sacudiendo ambas manos.

—¿Qué pasó aquí? ¿Era una base militar? —trató de parecer un hombre interesante, buscando entre el polvo y partes de máquinas algo que le ayudara a comenzar una plática decente, pero tenía un defecto; no entendía nada de tecnología, y sabía que a Mai no le interesaba hablar de peleas, tampoco de su vida. Apenas la conocía y eso le causaba más curiosidad, y deseo.

—No lo sé —mintió.

—¿Por qué quisiste venir aquí? —levantó una ceja coqueteando—. Es un excelente lugar para estar a solas —dijo esperanzado, sin notar que ella blanqueaba los ojos mientras le daba la espalda.

—Me pareció que podría ser interesante —se encogió de hombros, echando un último vistazo al lugar. Suspiró hondo y fingió una sonrisa amable que le llenó de ánimos al joven—. Vámonos, ya no queda nada en este lugar —no pudo evitar sentirse nostálgica.

Tenía muchos años que no volvía a ese lugar, específicamente, desde la vez que se derrumbó, cuando les robaron aquel primer intento de obtener el deseo, oportunidad desperdiciada en unas estúpidas bragas. Aquella misma noche recogieron lo poco que quedó y se marcharon, Pilaf ya no tenía recursos para reconstruir la herencia de su familia, pues gastó gran parte de su fortuna en la búsqueda de las esferas del dragón, en especial, comprando tecnología robótica que le fue de gran utilidad, hasta que terminó como chatarra, gracias a que nunca les dio el debido mantenimiento.

No sabía bien por qué tuvo esa necesidad de regresar, pero le sirvió para darse cuenta que desde aquella noche, el plan de su amo quedaría maldito, por mucho que se esforzaran y mintieran, jamás lograría hacer realidad ese sueño.

—Te invito a tomar un helado —dijo Trunks sonriente, con doble intención, pues tenía un extraño gusto por verla lamer del helado de cono. Se giró para adelantarse hacia la nave, con el pretexto de abrirle la puertecita, solo esperaba no tener una erección como la última vez que la vio comer helado, que, para su fortuna, la observó desde el balcón, que le cubría de las caderas hacia abajo, mientras fantaseaba con esa lengua pasando por sus músculos, creyendo que Mai era ajena a sus fantasías, al parecerle tan inocente y tímida, como aparentaba.

Mai subió sin decir nada más, sumida en sus recuerdos, decidida a dejar en el pasado todo aquello por lo que lucharon en equipo ella, Shu y Pilaf. Giró la vista hacia Trunks, asintió aceptando la propuesta y se dejó llevar, reconociendo que con el paso del tiempo, el muchachito se parecía cada vez más al Trunks del futuro, al menos en lo físico. Y en el fondo admiraba que él tuviese deseos de proteger a los suyos con ese juego de súper héroe, que, conociendo a lo que se habían enfrentado en el pasado, no tenía mucho de juego. Esa noche le permitió besarla por primera vez, fue la manera en la que ella se abrió a nuevas aventuras, aunque continuaba incomodándole la manera tan intensa en la que el joven se expresaba, le faltaba mucha madurez, mucha, para tener una química real con ella, pero se le veía tan comprometido o encaprichado, que estaba segura que no le costaría trabajo manejarlo a su gusto. Y no se equivocó, solo le bastó hacerse del rogar un poco más para ser su novia, dejándole darse uno que otro gusto con sus labios de vez en cuando, permitiéndole tomar su mano, mientras ella imaginaba que tomaba la mano del otro Trunks, el hombre, el maduro.

Con el tiempo, llegó a tomarle estima, incluso le enternecía lo mucho que se esforzaba por ser un héroe para ella, un adulto interesante, cualquier cosa con tal de tener un poco de su atención, hasta que ella misma se sorprendió al darse cuenta que también lo deseaba, no de la misma manera que él esperaba, pero lo deseaba. Deseaba su cuerpo poderoso, igual al del otro Trunks, sus labios tentadores por su cuerpo, que ya había olvidado el deleite de una caricia. Tenía décadas sin sentirse realmente femenina y deseada, tenía que aprovecharlo, sería una estúpida si no lo tomaba.

La piel cálida bajo sus manos la tentó a besarlo. Y así, con los ojos cerrados y la boca entreabierta se lo imaginó a él, al que se convirtió en el objeto de su deseo desde la primera vez que lo vio.

—Trunks —susurró arrastrando su cuerpo hasta los labios del joven, despertándolo con un beso robado. Sabía que la magia se acabaría apenas él comenzara a hablar, haciendo notable la diferencia entre él y su versión del futuro. Debía acostumbrarse, tal vez con el tiempo obtendría algunas pinceladas de madurez que el otro poseía, por el momento, a pesar de tener poco más de veintidós años, solo era un niño para ella.

FIN

¿Qué les pareció? Este es mi primer Trumai, y no, no es uno realmente feliz y rosa, pues en este describo cómo realmente percibo la relación que tendrían si Toyotaro tomara en cuenta la psicología de los personajes, en vez de forzarlo y romantizarlo. Es el primer Trunks que escribo de cabello azul, pues en el mismo "canon", el Trunks que se siente atraído hacia Mai es ese, nunca el adulto de cabello lila. Mi favorito por cierto.

Pronto subiré otro Trumai, pero más enfocado a la comedia, muero por subir ese porque el final es muy gracioso, tipo comedia Arale.

La bella imagen de la portada es creación mía para este fanfic, hecha en IA, en pixia, ya que el tiempo no me da para dibujar a mano. Si lees este oneshot en una plataforma que no deja ver imágenes, puedes pasar a verla en mi Face o en Wattpadd, que esta de rechupete Trunks desnudo bajo las sábanas.

Muchas gracias por leer, espero sus comentarios.