Este capítulo es sombrío.

La noche se extendía tranquila y silenciosa en aquel amplio y lujoso dormitorio. Goku dormía plácidamente, su cuerpo relajado sobre la cama inmensa, hundido en la suavidad de las sábanas. A su lado, aquella hermosa mujer de cabello azul descansaba igual de apacible, ambos sumidos en un sueño profundo.

El ambiente era de una calma absoluta, el único sonido perceptible era el leve susurro del viento colándose por la ventana entreabierta. Pero de pronto, en medio de esa serenidad, algo rompió el equilibrio.

Los ojos de Goku se abrieron de golpe.

No fue un despertar común. Fue como si una alerta hubiese explotado en su interior, como si un llamado ineludible le arrancara de su descanso. Su respiración se entrecortó por un instante, y su mirada se oscureció en un parpadeo de confusión y alerta.

Se incorporó lentamente, sentándose sobre la cama, con el ceño fruncido. Había sentido algo... una fluctuación de energía poderosa, intensa, y lo que más le perturbaba era que no era una energía cualquiera.

Era la de Vegeta, pero siendo Goku el que por obvias razones cualquier indicador inusual de su rival lo ponia más atento de lo normal, de lo que cualquier guerrero podría enfocar, es así donde sintió algo que nadie más podría darse cuenta, él no estaba solo...

Goku respiró hondo, tratando de calmar la sensación de extrañeza en su pecho. Aún estaba oscuro, la madrugada seguía envolviendo todo en penumbras, y sin embargo, lo que acababa de percibir lo mantenía despierto, con una tensión inexplicable recorriéndole el cuerpo.

Cerró los ojos por un segundo, enfocándose en aquella energía que le había sacado abruptamente del sueño. Y entonces, la comprensión lo golpeó como un rayo.

No estaba equivocado había otra energía junto a la de Vegeta y era una que jamás podría confundir.

El pulso de Goku se aceleró. Sus pupilas se dilataron con incredulidad.

Era la de Milk.

El aire pareció volverse denso de repente. Un escalofrío le recorrió la espalda mientras su mente intentaba encontrar una explicación lógica. Pero no la había. No podía haberla, su subconsciente empezó a concentrarte como aquel vehemente en búsqueda de una explicación, pero más se mentía en el hoyo y más confundido quedaba...

¿Por qué...?

¿Por qué Milk estaba con Vegeta?

El corazón de Goku latía con fuerza. Sus manos se cerraron en puños involuntariamente. Que tenía que ver ella con ese psicopata de Vegeta... acaso se estaba equivocando, imposible, el nunca se equivocaría al sentir un ki y menos el de Milk.

¿Y si ella estaba luchando por defenderse? ¿Y si Vegeta estaba atacándola?

Ese pensamiento le heló la sangre. Su respiración se agitó. No, no podía perder tiempo.

De inmediato, Goku se levantó de la cama de un solo movimiento, sin importarle su desnudez, con el cuerpo aún tenso por la mezcla de confusión y miedo. Se dirigió apresurado hacia su ropa, tomándola con manos temblorosas, vistiéndose con una prisa inusual en él. Al agacharse para ponerse las botas, su mirada se deslizó de manera involuntaria hacia la cama, donde Bulma yacía dormida.

Su cuerpo, cubierto por las sábanas de seda, parecía tan frágil, tan sereno... Su respiración era tranquila, acompasada, ajena a la tormenta que se desataba en la mente de Goku. La observó por un segundo más del que hubiera querido, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda.

¿Y si todo esto es una venganza? El pensamiento se clavó en su mente como un cuchillo helado. ¿Y si Vegeta...?

Goku tragó saliva con dificultad, sintiendo que su garganta se cerraba. Lo que había sucedido entre él y Bulma... ¿había sido el motivo para que Vegeta se atreviera?

¿Y si, por su culpa, Milk estaba sufriendo?

Ese pensamiento lo descompuso por dentro. Sintió una presión en el pecho, un peso insoportable. No podía permitirse divagar más...

Apretó los puños y cerró los ojos con fuerza, concentrándose en la energía de Milk. La sintió con claridad, demasiado cerca de Vegeta. Demasiado... intensa.

Su cuerpo se tensó. Sintiendo como la ira lo llenaba, colocó dos dedos sobre su frente y se preparó para la teletransportación.

Goku emergió en la penumbra de un lugar desconocido. Una casa. Un pasillo largo y elegante se extendía frente a él, apenas iluminado por una tenue luz amarillenta que emergía de las paredes..

Su respiración era contenida, su pecho subía y bajaba con fuerza, pero sus pasos eran sigilosos. La energía que buscaba... estaba aquí. Muy cerca.

Giró la cabeza con cautela, analizando cada rincón de ese pasillo. Había varias puertas alineadas, todas cerradas. Excepto una.

Un leve resquicio dejaba escapar una luz apenas perceptible, y fue entonces cuando algo helado le recorrió la espalda. Ya no sentía la energía de Milk.

Su ki había fluctuado por un instante, lo suficiente para que él la localizara. Pero ahora... había desaparecido. Como si nunca hubiera estado ahí.

Lo único que seguía presente, fuerte, latente, era la energía de Vegeta.

Goku frunció el ceño. Algo no estaba bien. Se obligó a avanzar, silencioso, controlando su respiración, pero entonces...

Un sonido.

Un sonido que lo detuvo en seco.

Un gemido.

Un escalofrío se deslizó por su espalda. No quería pensar en lo que su mente le insinuaba. No quería creer que...

Otro gemido.

Esta vez más nítido. Más profundo.

Su garganta se secó.

Dio un paso. Luego otro. Su mente se negaba a conectar los puntos, pero su cuerpo reaccionaba solo. Él conocía esos sonidos. Eran sonidos íntimos. Eran sonidos de placer.

La imagen de Bulma apareció fugaz en su cabeza. Recordó sus propios momentos con ella. Su piel. Su aliento entrecortado. El calor de sus cuerpos.

No.

Sacudió la cabeza, tratando de despejar sus pensamientos. Él no tenía por qué estar aquí. Si Vegeta estaba con alguien, debía marcharse, torpemente ocultó su ki.

Pero su instinto... ese instinto Saiyajin que lo empujaba a enfrentar lo desconocido, le decía que no se fuera. Que mirara.

Que confirmara.

Su corazón latía con fuerza. Se acercó, casi sin darse cuenta. Su rostro quedó a pocos centímetros del borde de la puerta semiabierta.

Respiró hondo.

Y miró.

...

Su mente se apagó.

Su cuerpo quedó rígido.

Vegeta estaba ahí. Vegeta estaba con una mujer.

Pero no cualquier mujer.

Cabello negro. Piel blanca, sujetándola firmemente de las caderas mientras era obvio que la estaba penetrando por atrás, ella gemía y le dolía, era evidente.

Algo bailó en la piel de Goku, como si su sangre se helara y ardiera al mismo tiempo. Sus pupilas se dilataron. Su mandíbula se tensó.

Goku quedó paralizado.

Su cuerpo no reaccionaba.

El aire no entraba en sus pulmones.

Frente a él, Vegeta sostenía con firmeza las caderas de una mujer. Su cabello negro caía como un velo, ocultando su rostro mientras su cuerpo se arqueaba ante cada embestida.

Entonces, la escuchó gemir.

Un gemido ahogado, entre el dolor y el placer.

Goku sintió un nudo en la garganta.

Su mente se negó a aceptar lo que estaba viendo.

—No... no puede ser... —se dijo en silencio, con el pulso golpeándole los oídos.

No era ella.

No podía ser ella.

Pero la duda lo estaba matando.

Y entonces, lo vio. La mujer, después de ese gemido sofocado, llevó una de sus manos temblorosas hacia su rostro.

Con un movimiento sutil y casi hipnótico, apartó su propio cabello y su piel blanca quedó al descubierto.

Goku quedó petrificado.

Y en ese instante, el mundo se detuvo.

Porque reconoció sus facciones.

Por qué lo supo desde el primer momento.

Era Milk.

El impacto fue inmediato. Goku sintió el golpe en el pecho como si lo hubieran atravesado con un puño invisible, dejándolo sin aire, sin fuerzas, sin pensamiento. Era Milk.

No había margen de duda, no había posibilidad de negación. Era ella. La mujer que conocía mejor que nadie, la madre de sus hijos, la esposa que había sido suya durante tantos años. Pero ahora estaba ahí, en manos de Vegeta.

Y no era solo que estuviera con él. Era la forma en que estaba con él.

Los gemidos de Milk, entrecortados, mezclados con jadeos de placer, retumbaban en la habitación como cuchillos clavándose en su conciencia. Su piel blanca brillaba bajo las luces mortecinas, su cuerpo se arqueaba con cada movimiento de Vegeta. No había resistencia en ella. No había súplica, ni lucha, ni rastro de la mujer que él siempre había creído conocer.

Goku sintió el vértigo, un vacío profundo en el estómago.

No era que aún la amara. No era que la extrañara como mujer.

Era que ella jamás habría hecho algo así.

Jamás.

Milk había sido una mujer de hogar, una mujer que vivía para su familia, para su esposo, para su casa. Había sido pura. Fiel. Inquebrantable. Y ahora, ahí estaba, completamente rendida bajo el dominio de Vegeta.

Y Goku entendió.

Todo esto... era su culpa.

Ella no lo hacía por amor. No lo hacía porque quisiera a Vegeta.

Lo hacía porque quería romperse a sí misma.

Porque su resentimiento había llegado a un punto en el que la única manera de hacerle daño a él... era destruyéndose ella misma, rebajándose a eso.

Y él lo sabía.

Lo sabía porque la conocía mejor que nadie. Sabía que Milk no habría llegado a esto por voluntad propia si no fuera porque algo dentro de ella se había quebrado de forma irreparable.

Y ese algo era él.

Él había sido el culpable de todo esto.

Él fue quien la llevó hasta este punto.

Él fue quien la empujó a tomar esta decisión.

No estaría usando su propio cuerpo como un castigo, como un arma de venganza.

Goku sintió las piernas fallarle, como si de pronto su cuerpo se volviera demasiado pesado para sostenerlo. Su respiración se hizo errática, cortada, casi inexistente. No podía respirar, no podía moverse, no podía hablar.

Y en medio de su colapso, Vegeta lo miró.

Goku levantó la vista, atónito, perdido, hundido en su propia culpa.

Los ojos oscuros de Vegeta se clavaron en los suyos con una intensidad asesina. Y sonrió.

No fue una sonrisa cualquiera. No fue burla.

Fue victoria.

Un gesto cínico, cruel, que lo desgarró más que cualquier palabra.

Sin apartar la mirada de él, Vegeta llevó una de sus manos al cabello de Milk y lo enredó entre sus dedos, tirando de él con fuerza, como si ella estuviera a su merced, capaz de aceptar ese trato.

Milk soltó un gemido desgarrador, un sonido que estremeció a Goku hasta los huesos.

Ella gemía, mientras sus mejillas coloradas ardían y su lengua solo lamia los dedos de Vegeta. Ella gemía y se sentía el dolor, era evidente, el la estaba lastimando pero también la estaba excitando, ya que ella no dejaba de decir su nombre...

De placer.

El sonido de aquellas embestidas fue lo último que su mente pudo procesar antes de que su cuerpo cediera completamente.

Goku retrocedió tambaleante, sintiendo el mundo desmoronarse a su alrededor. Sus entrañas se revolvieron de golpe, un calor sofocante subió por su garganta. La náusea lo consumió.

Se llevó una mano al estómago, pero fue inútil.

Cayó de rodillas y vomitó.

Una, dos, tres veces. Vomitó con desesperación, con angustia, con culpa.

Con violencia.

Con desesperación.

Como si su cuerpo intentara expulsar el horror.

Pero el horror seguía dentro de él.

Lo había visto.

Lo había sentido.

Y ahora, ya no había vuelta atrás.

El daño ya estaba hecho, su venganza lo había destruido.

Continuará...

Este adelanto necesitaba publicarlo así, exclusivamente con este contenido, la historia es más mórbida de lo que se imaginan, por eso dije no se ilusionen, nada es lo que parece, pero bueno díganme que les parece hasta aquí, les gusta la narrativa? Los niños acontecimientos? Como piensan que terminará esta historia? Recuerden que para mí como escritora me mantendré fiel a la trama y a los personajes principales, sobre todo a la pasión prohibida que aún existe.

Nos vemos!

Los quiero a todos y gracias por seguirme!

AMAPOL