Disclaimers: Harry Potter, los personajes, los nombres y los signos relacionados son marcas comerciales de Warner Bros. Entertainment Inc., los derechos de autor de la historia "Harry Potter", pertenecen a J.K. Rowling; por lo tanto, son usados sin intención de lucro alguno, la historia paralela, al igual que los personajes originales, me pertenece en su totalidad, y no pueden usarse sin mi autorización, cualquier tipo de adaptación de esta historia está prohibida.

Hola, esperando que disfruten el capítulo ;)


La mirada de Ginevra se elevó inspeccionando el enorme edificio que se encontraba cruzando la calle, simplemente aquella idea estaba comenzando a parecerle descabellada, sus manos sudaban un poco, así que las secó en su pantalón de vestir, tragó saliva e ignoró por completo aquella sensación moviéndose en su interior, que gritaba con bastante fuerza, que aquello era una muy mala idea.

Sus amigas la siguieron una vez que el semáforo dio paso a los peatones, las dos jóvenes se sonrieron agradecidas de la reciente e inesperada punzada de decisión que se había apoderado de su amiga.

Lavander fue la encargada de dar los datos para que les dejaran pasar, sin duda había conocido a alguien influyente, porque en cuanto dijo su nombre, la recepcionista la dejó pasar, con un leve temblor en las manos.

El ascenso en el elevador fue tan tormentoso en la mente de la pelirroja, mientras sus amigas charlaban de lo genial que sería esa experiencia de vida, simplemente Ginny no podía encontrarle algo bueno a eso, ni podría llamarla experiencia de vida, ya que no era algo que pudiese anexarse a un currículum.

El ascensor se detuvo en el piso indicado, era completamente exclusivo, ya que solo podía acceder con llave, la joven se hizo a un lado y les indicó la forma de llegar hasta la persona que Lavander había nombrado.

El pasillo era largo y bastante amplio, las paredes de un pulcro blanco perla, con cuadros de pintores famosos que las tres supusieron imitaciones, era imposible tener algo tan caro colgando en las paredes de aquel lugar, conforme avanzaban, una extraña sensación se extendía por ellas, el aire se volvía más pesado, y una impresión de pesadez amenazaba con hacer que sus pulmones colapsaran.

Se detuvieron delante de la puerta señalada como «Administración», Lavander tocó de forma suave, dejándole ver a Ginny que también había perdido la confianza sobre lo bueno que era ir a ese lugar.

No obtuvieron respuesta, solo se escuchó un simple movimiento y un golpe, para que la puerta frente a ellas se abriera bruscamente, una mujer de cabellos negros, de risos rebeldes y esponjosos se asomó, tenía un semblante sombrío y aterrador, que les hizo contener la respiración por más de un par de segundos.

Aquella atmósfera se perdió en cuanto ubicó a Lavander, sonrió encantada, soltó un grito de emoción y extendió los brazos para la castaña, que se relajó visiblemente y respondió el abrazo aun con poca seguridad.

La mirada de Ginny se enfocó en la oficina, estaba a oscuras, pero aun así, creyó ver a alguien escabulléndose de forma muy silenciosa.

—Me alegra que decidieras venir, Lav –sonrió la mujer –y con amigas, nada menos.

—Les hablé de ti y tu lugar, creyeron lo mismo, que era bastante interesante –sonrió, soltando una risa un poco más segura.

—Claro, y a mí, me alegra que vinieran, vamos al cuarto de arreglos, no puedo llevarlas a dar un recorrido luciendo así.

—No encuentro nada de malo a nuestro atuendo –habló Luna, en un tono ofendido.

—Ya lo sé, querida, es solo que hay reglas, solo pasearán, las verán conmigo, así que no se les acercarán, pero no podemos darnos el lujo que puedan encontrarlas en su ambiente social común.

Aquello le pareció de gran alivio a Ginny, era una gran medida de seguridad, ese tipo de sitios y lo que hacían las chicas, claro que podía imaginar a algún tipo obsesionándose con alguna de ellas, y eso era peligroso para la identidad de la mujer.

La habitación era bastante amplia y había bastantes cubículos para que arreglaran a las chicas que pertenecían a ese negocio, la mujer les hizo sentarse y chasqueó los dedos, tres maquillistas se acercaron temerosas.

—Solo vienen a un simple recorrido, por favor, no tan extravagante, pero tampoco que puedan relacionarlas con ellas mismas.

A Ginny le hicieron ponerse una peluca de color rosa palo, le pusieron un antifaz bastante diferente al que había en cada cubículo, supuso que era para diferenciar a las chicas que trabajaban ahí, de las «aspirantes» a obtener un empleo ahí.

Sin duda, si no supiera que había ido con Luna y Lavander, jamás las hubiese reconocido, Luna llevaba una peluca de cabellos negros azabaches y Lavander era rubia.

La ropa era bastante ajustada, pero no mostraba demasiado, aun podía dejar algunas cosas a la imaginación, avanzaron hasta la puerta que la mujer les indicó, ingresando a un amplio lugar, con largos sillones de terciopelo color verde oscuro, grises y blancos, pesadas cortinas abiertas que permitían el paso de la luz del sol, la barra abarcaba gran parte del fondo de la habitación, algunas de las chicas ya estaban charlando con algunos hombres.

El ambiente era bastante tranquilo, y contrario de lo que pensó Ginny, no sentía ninguna vibra a burdel costoso, más bien, era algo relajado, se quedó observando la decoración elegante, las macetas con plantas que desconocía.

—Ah, no, parece que no conocen las reglas, lo siento chicas, permítanme un momento –murmuró la mujer y se alejó de ellas.

—Sin duda que se consigan un hotel –bromeó Lavander.

Aquellas palabras hicieron que Ginny dirigiera su atención al espectáculo montando por una pareja que estaba en la barra, el tipo estaba metiendo mano dentro de su falda mientras parecía que quería meterle la lengua hasta el estómago.

—Qué repulsivo –soltó con asco.

Fue lo único que dijo antes de que la mujer separara a la pareja, el rostro agradecido de la joven pudo notarse a kilómetros, incluso con la máscara puesta.

—Ginny –la nombró Luna.

La pelirroja tuvo que sostenerse de lo más cercano que encontró ya que sintió que el mundo se derrumbaba a sus pies, el tipo repulsivo al que se había referido hacía un segundo atrás, no era otro más que Michael Corner.

Saber a tientas que la engañaba era muy diferente verlo con otra, sí, no eran nada, y aunque ya no guardaba esperanzas de volver con él, le dolió en lo más profundo de su ser ver como era de apasionado con otra mujer, de una forma en que jamás, jamás, jamás, ni siquiera al inicio de su noviazgo, había sido con ella.

—Tranquila –musitó Lavander, completamente apenada.

—Si quieres, nos vamos –la mano de Luna se colocó en el hombro delgaducho de Ginny, y le acarició la mejilla de forma afectuosa.

No pudo emitir ni una sola palabra, se tragó el nudo que se le hizo en la garganta, pero aun así no se sentía capaz de hablar, sentía que de cualquier forma, no saldría ni una pequeña nota aguda, así que simplemente negó con la cabeza.

—Es un infeliz, que bueno que te libraste de él a tiempo –sentenció Lavander.

Las tres mujeres se quedaron calladas cuando la mujer se acercó de nuevo a ellas, la pareja se había separado, pero aun así, Michael seguía acariciando la pierna de forma poco sutil a la joven.

—Por cierto, no nos hemos presentado, mi nombre es Bellatrix Lestrange –se señaló –y no me digan sus nombres aquí, alguien podría escucharlo.

—De acuerdo –aceptó Luna, echando una mirada a Ginny, que seguía atenta a su ex prometido.

—Al fin –dijo Bellatrix al ver a Michael y a la chica alejarse a otro lado –este chico parece querer pasarse mis reglas por el orto –bramó –no en mi presencia.

— ¿A dónde van? –Preguntó Ginny.

—Bueno, supongo que a tener sexo –se encogió de hombros –van a las habitaciones, las reglas lo dicen, si aceptas estar con un cliente, está bien, pero no se permiten acercamientos de ese tipo en el área común, no es un burdel –le sonrió –la mayoría vienen por compañía más que por sexo, pero hay de todo, para serte honesta, vamos a mi oficina.

Las tres chicas siguieron a Bellatrix hasta una oficina, algo alejada del lugar donde las chicas y los clientes solían reunirse a "charlar", la última mirada de Ginny fue hasta la barra, pero Michael no estaba ahí otra vez, así que fue hasta la puerta donde un par de hombres acababa de entrar, la piel oscura y figura atlética, el otro hombre no lo alcanzó a ver del todo, pero tampoco le interesó, así que siguió a su guía hasta su oficina.

Lo primero que hizo fue quitarse el antifaz y la peluca que le había provocado un calor infernal, el estómago se le revolvió por completo, se llevó la mano al vientre y la otra a la boca, y no aguantó más, simplemente se desmoronó frente a todas, y ni siquiera iba a disculparse por ello.

—Bueno, comprendo que no sea de tu agrado el lugar, pero ¿tanto te desagradó como para ponerte a llorar? –Cuestionó Bellatrix.

—No es por eso –comentó Lavander en un tono neutral, para no tener que dar explicaciones.

—Bueno, si puedo ayudarte en algo, no dudes en decirlo –se ofreció la mujer.

—En realidad, puedes.

Las sensaciones de opresión habían quedado atrás, ahora estaba completamente fuera de sí, la ira se había apoderado de ella, ya estaba cansada de parecer una niña estúpida y asustada, aferrándose a un hombre como si la vida se le fuese a terminar si no estaba con él.

—Dime entonces, ¿en qué puedo ayudarte?

—Voy a vengarme de él –sentenció decidida –necesito que me ayudes, quiero entrar a trabajar aquí, dices que no hay forma de obligarnos a tener relaciones sexuales con los clientes si no lo queremos, ¿cierto?

—Así es, pero tengo que decirte que necesitas un muy alto perfil académico para entrar a trabajar aquí, y que si bien no vamos a forzarte a acostarte con nadie que tú no quieras, tendrás que firmar un contrato de confidencialidad –informó Bellatrix –te explico cómo funcionamos, el contrato es para que no divulgues información sobre los miembros del club que somos, hay gente muy poderosa viniendo a este sitio, tú no podrás decir ni una sola inicial de ellos, yo protejo la identidad de mis chicas con muchos filtros, hasta el momento, ninguno de ellos ha podido localizar a nadie fuera de este lugar de tan bien que hago mi trabajo, pero no porque firmes ese contrato, significa que estarás sola, si alguien, se atreve a ponerte un dedo encima sin tu consentimiento, este lugar va a apoyarte.

Ginny no sabía si podía confiar completamente y a ciegas en esa mujer, había algo en ella que realmente no le agradaba mucho, pero aquella información la hizo sentirse aún más segura que antes.

—Estoy de acuerdo –aceptó –voy a hacer que Michael Corner se arrastre a mis pies y me suplique que vuelva con él, van a verlo, voy a hacerle sentir todo el rechazo y dolor que me provocó con su actitud.

—Iré por los papeles para que los leas, y te daré mi dirección de correo, para que adjuntes los papeles que se piden en los contratos, ¿te parece?

—Me parece –aceptó.

—M—

Por alguna extraña razón, esa sensación de molestia y tonta valentía no se alejaron de ella, llegó al apartamento de su hermano un poco más tarde de lo normal, pero él no dijo nada, solo la saludo y preguntó si cenaría, cuando dio una respuesta afirmativa, él se puso a preparar la cena.

El reglamento contenía más de doscientos artículos, pero el principal era que tenían prohibido mostrar su cara a algún miembro del club, cuando se solicitara un servicio de acompañantes fuera, las chicas serían sorteadas, no podían pedir a alguien en específico, aun así, sus rasgos eran alterados por prótesis profesionales.

Sus nombres eran cambiados al momento de comenzar a trabajar, no importaba lo mucho que pudieras sentirte bien con algún cliente, el contrato con el club te prohibía divulgar tu información personal.

Ella no había estudiado leyes, pero se notaba que alguien experto en la materia los había elaborado, no podía encontrarle un agujero legal por ningún lado, claro, no es que supiera mucho al respecto, por mera curiosidad había leído algunos libros, no solo de leyes, sino de algunas especialidades como medicina, física y arte, le gustaba la cultura general, la historia y el conocimiento en general, quizás por eso había tenido la mejor de las notas en su generación.

Escaneó su documentación y la envió por correo electrónico a Bellatrix, según las especificaciones, les tomaba de una a dos semanas el proceso de contratación, pero como era un favor para Lavander, y solo quería vengarse de su ex, hicieron una excepción con ella.

La tonta sonrisa no abandonó su rostro durante toda la cena, Charlie parecía haber perdido el semblante preocupado al verla tan animada, así que la charla fue divertida y amena, como siempre solía ser, al menos antes de que la Nación Michael Corner, atacara.

—Yo lavo los trastos, tú ya preparaste la cena –sonrió Ginny –ve a descansar.

—Gracias, me alegra verte un poco más repuesta –le acarició el hombro y se dirigió a su habitación.

Al menos algo positivo había salido de aquella visita, y quién iba a decir que al inicio le pareció la peor de las ideas, quería reírse a carcajadas, pero no quería que su hermano pensara que se había vuelto completamente loca.

Ahora sí, las cosas habían cambiado por completo, iba a demostrarle a Corner de lo mucho que se había perdido por ser un hijito de mami.

El correo de aceptación le llegó tan solo dos días después, emocionándola más de lo que debería, así que su horario escolar se fue demasiado rápido, ni siquiera se dio cuenta de cuando habían terminado las clases, se fue a duchar y de ahí se dirigió a su «nuevo sitio de trabajo temporal», la entrada era por un lugar completamente diferente por el que habían accedido el otro día, el ascensor era exclusivo para las chica que trabajaban ahí.

El proceso de transformación fue sencillo con ella, la máscara victoriana le incomodaba más de lo que pensó que lo haría, y la pesada peluca de color azabache le hacía parecer un muerto fresco, nadie iba a relacionarla con ella, en serio que no.

Y, eso era un gran problema, ¿cómo iba a vengarse de Corner si este no sabía que ella estaba ahí? Bueno, no diría nada, inspeccionaría primero el terreno, para saber cómo y dónde atacar mejor.

Ginny avanzó de un lado a otro, para su fortuna nadie se le había acercado, aunque uno que otro le dedicaba miradas que ella ignoraba por completo, hasta que observó al chico rubio sentado en el único sofá de piel del lugar, con los brazos extendidos sobre el respaldo, pero la mirada agachada, como si quisiera estar en cualquier otro lugar que no fuera ese.

Desvió la vista sin darle más importancia cuando un chico de piel oscura y bastante guapo se sentó junto a él, ahora que lo pensaba, no había visto a Michael Corner en todo el rato que llevaba ahí, y según algunas de las chicas, normalmente llegaba temprano, a eso de las diez de la mañana.

Que no estuviera ahí, era extraño, si eran las nueve y media de la noche.

No sabía cómo iba a aguantar este ritmo de vida, el trabajo por las mañanas, y esa nueva actividad por las noches, tenía que encontrar el mejor equilibrio para ello, le sonrió a una de sus compañeras cuando se encogió de hombros por su notoria mala suerte.

Sin duda esa «mala suerte» la agradecía más que nada, solo estaba ahí por Michael Corner, no pensaba involucrarse con ninguna otra persona en ese sitio, no estaba loca, bueno, si lo único que pedían era charlar, eso sí podía hacerlo, pero dejar que un perfecto desconocido le metiera mano o quisiera meterle la lengua hasta la garganta, eso jamás iba a pasar.

Suspiró desconsolada, ni con el atuendo que tenía, Michael se acercó a ella cuando llegó al lugar, todo sonrisas, todo divertido, en serio ¿quién era ese chico y que había hecho con su ex prometido? Lo desconocía por completo, era como ver a otra persona con el mismo rostro de alguien a quien creíste conocer por unos cuantos años, con alguien con quien estuviste a punto de casarte, pero bien lo había dicho Lavander, que bueno que se había librado, y había abierto los ojos, pero eso no hacía que dejara atrás su venganza, él iba a pagarlo.