KOTODAMA
"El alma que reside en las palabras"
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Capítulo XXVIII
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Registro bibliográfico
Pergamino Nº 35
Descubrimiento 8828, Sengoku
Esta tarde, mientras ayudaba a Kagome con el baño, ha recordado un momento de nuestro tiempo juntos, uno que estaba muy atrás en la memoria.
'Hoy recordé nuestra primera vez' —dijo, y eso me hizo sonreír.
'Yo también lo recuerdo' —le dije, y ella tomó mi mano y la besó.
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InuYasha permanecía de pie mirando por la ventana de la pequeña habitación de Kagome. Tenía la mano y el antebrazo apoyado sobre el marco de madera, descansando ligeramente el peso en ese punto. Ella se mantenía sentada en la silla del escritorio, adoptando una postura casual que la ayudaba a sostener el bloc de dibujo mientras trazaba líneas. InuYasha ya conocía el método de trabajo que ella usaba en el que tomaba detalles de las poses que le pedía hacer, para matizar estos con imágenes que se encontraban en su cabeza. Se mantuvo observándola en silencio, le gustaba la forma en que Kagome acomodaba su pelo tras la oreja, dejando una zona del cuello expuesto. Se sintió conmovido por la concentración y el empeño que ponía en su labor y un pensamiento llegó a su mente, tan cálido como la mañana que estaban compartiendo; ella era así para cada cosa que se proponía. Le costó poner en su lugar aquel pensamiento, que más parecía la afirmación de un recuerdo en su corazón.
—No cambies de posición —le pidió, justo después de alzar la mirada y buscar nuevamente a su modelo.
InuYasha giró la cara otra vez, dejando expuesto su perfil, tal y como se lo había pedido al inicio de esta sesión de dibujo.
—No tan alto —la escuchó pedir.
Bajó el mentón, intentando conseguir el ángulo que ella había solicitado desde el inicio.
—No tan bajo —su voz era suave, aunque congruente, y eso lo llevó a intentar ejecutar su petición una vez más.
Volvió a alzar la barbilla algo menos que antes, creyendo que así lograría lo que Kagome le mandaba, no obstante ella emitió un suave chasquido con la lengua que consiguió contrariarlo.
—¿Mal? ¿Otra vez? —preguntó, mirándola directamente. Aún estaba en su memoria parte de los mensajes que intercambiaron esta misma madrugada:
¿Estás molesta?
Sí lo estoy, un poco. Aun así te espero mañana.
InuYasha debía reconocer que a pesar de esos mensajes, ella lo había recibido con amabilidad. Le preguntó si había desayunado y sólo cuando él le aseguró que sí lo había hecho, cosa que no era cierta, Kagome se había tranquilizado al respecto y pasó a mirarlo seriamente. En ese momento InuYasha pensó en explicarse. Sin embargo, no encontraba palabras adecuadas y creía que al mencionar todo lo que se relacionaba con el Kyomu, además de Naraku, Kagome decidiría que era momento de alejarse. Comprendió que este era el momento al que tanto temor tenía. Desde que la conoció le fue mostrando los espacios amables y algunos de los menos apropiados que rondaban su vida, no obstante, se abstrajo de poner de manifiesto lo turbio que había en su vida. Después de todo ¿Qué persona, con las características de Kagome, querría verse implicada con él tipo de delincuencia encubierta en la que él se movía?
Lo siento —fue lo único que consiguió decir. Lo expresó con toda la fuerza del contenido de sus pensamientos y ella pareció entenderlo.
La vio suspirar y a continuación pasó por su lado y le tomó la mano para guiarlo hasta la habitación.
Ahora modelaras en compensación —le había dicho.
Él sonrió de forma muy leve, fue casi una sonrisa para sí mismo. Se sentía animado por complacerla, después de todo, y aunque le costase aceptarlo, se había enamorado de Kagome.
Era por eso que estaban en esta situación.
Luego de la queja por su mal desempeño como modelo, ella se puso en pie manifestando parte de esa decisión característica de cuando parecía que el mundo dependía de su entereza. Se le acercó y sin dudar le tomó el mentón entre los dedos. InuYasha pudo sentir la delicada presión de las yemas a un lado y al otro de la mandíbula.
Desde aquel toque robado a sus labios, hace ya unas semanas, ninguno dio un nuevo paso que no estuviese destinado a la amistad y al trato artístico que tenían. No obstante, ahora mismo se generó un primer silencio entre ambos que pareció despertar otras sensaciones, y la sujeción de los dedos de Kagome se alivió sin llegar a terminar el gesto. InuYasha contuvo el aliento en una especie de espera a la que no conseguía dar un destino. A continuación ella habló con una suavidad diferente a la anterior, en ésta había vacilación.
—Creo que así está bien —los dedos dejaron la sujeción para arrastrar una caricia sutil mientras lo liberaban.
A InuYasha se le agolparon los recuerdos de lo mucho que la había extrañado. No deliberó en si estaba rompiendo el buen hacer de ella, sólo fue capaz de pensar en que ya no quería prescindir de su contacto más, no después de la angustia que experimentaba al sentirla metida en sus asuntos con Naraku. Fue por esa emoción que reaccionó y la sostuvo por la muñeca con la misma mano que un momento antes estuviese apoyada hacia el marco de la ventana. Miró a Kagome a los ojos y se encontró con aquel valle de color castaño que siempre le hablaba de ideas, de mundos, de posibilidades. Luego dejó que su mirada descansara en los labios rosáceos que ella mantenía entre abiertos en un intento por atrapar el aire a cortos respiros.
—Kagome —la nombró.
En ocasiones no hacía falta más, una sola palabra, un nombre era capaz de abrir de par en par el mundo.
InuYasha le tocó la cintura con la mano libre, ejerciendo una dócil presión con los dedos. Luego de eso se inclinó hacia ella, no podía esconder su deseo por besarla, llevaba conteniendo el ansia por demasiado tiempo. Pudo notar la necesidad de recordar y volver a sentir la suave y tibia piel de sus labios. Le miró la boca mientras se acercaba y se detuvo a menos de un palmo del contacto para volver a enfocarse en sus ojos. Ese iba a ser el primer beso real que le diera, no uno robado y cándido. Esta sería una caricia que abarcaría toda su pasión.
Kagome se sentía sumergida en una extraña nebulosa que la apartaba del mundo y del lugar en que se encontraba; de pronto dejó de existir todo y sólo era consciente de la cercanía que mantenía con InuYasha. Relegó lo adyacente; el dibujo en que había estado trabajando, el lugar físico que ocupaban, el tiempo sin él. Pudo percibir en detalle cada espacio en que InuYasha la estaba tocando, la presión de sus dedos, y el aliento a poca distancia de su boca. Pudo notar que el cuerpo le temblaba de ansia, y entonces supo que se encontraba a un movimiento de una decisión trascendente.
Había conocido a InuYasha de un modo que podía considerar fortuito, no obstante, desde que lo vio supo que la casualidad era imposible. No cuestionó si se estaba enamorando de él o era su parecido con el personaje en su cabeza el que veía. Para ella uno era la extensión del otro. Quizás fue por eso que confío sin restricciones, más allá de las leyes racionales de este mundo. Esa idea, como una conclusión llana, la inundó de una emoción que le era incuestionable; quería estar con él.
Fue por eso que se alzó para terminar con la poca distancia que los separaba. Posó sus labios sobre los de InuYasha y lo escuchó liberar un corto y asombrado suspiro que consiguió tensarla durante un pensamiento ¿A él gustaría su beso?
Después de aquel primer toque de su boca, hace ya tantos días, todo se mantuvo sin cambio entre ellos, sin embargo Kagome sabía que algo era diferente. Lo sentía bajo la piel y en las palabras que no se decían. Esto se vio reafirmado en la respuesta categórica que recibió por parte de InuYasha que la asió y acercó a él, hasta que pudo notar el contacto de su pecho. Kagome se tomó de los brazos que la sostenían y cerró los ojos para dedicarse simplemente a sentir. Le costó discernir que estaba embelesada por el modo en que InuYasha reclamaba su boca en un punto justo entre la delicadeza y la decisión, sencillamente concluyó que quería más. Ante esa idea alzó los brazos y le rodeó el cuello, permitiéndose un beso mucho más profundo y un contacto del cuerpo mucho más amplio. InuYasha retrocedió medio paso, como si intentara equilibrarse, sin dejar de sostenerla. Se le escapó un suspiro en medio del beso y el sonido, mezcla de angustia y de gozo, consiguió que a Kagome se le erizara la piel hasta que tembló sin contención.
—Kagome —nuevamente una palabra. Nuevamente su nombre emitido con un timbre de voz tan profundo que volvió a temblar casi sin darse cuenta.
—InuYasha —murmuró ella. Arrastró cada sílaba, deseando que sus palabras fuesen semejantes a una caricia. En ese momento fue él quien tembló.
InuYasha notaba que su corazón latía con tanta fuerza que le dolía el pecho. El beso que se daban se mantenía en toques de labios húmedos que se acariciaban en busca de reconocerse, y en suspiros y respiraciones entrecortadas. El calor comenzó a hacerse cada vez más evidente para él y notó que Kagome lo guiaba a ir hacia atrás. Se preguntó dónde estaba su voluntad y fuerza, cuando un cuerpo así de pequeño maniobraba con tal destreza el propio. Notó tras las rodillas el borde de la cama, y no hizo ningún amago por detenerla. Se dejó caer sentado sobre la orilla blanda y entonces Kagome lo tuvo a una altura mucho más cómoda para besarlo. InuYasha percibió la decisión que ella manifestaba en la intensidad de la caricia y en el modo en que los dedos finos se hundían en su pelo y le acariciaban la nuca. Quiso suspirar su nombre otra vez, no obstante el beso lo tenía extasiado y sometido.
No era su primer beso y, aun así, le parecía que no había probado otros labios en su vida. InuYasha se supo prisionero en una emoción extraña, profunda, y completamente nueva. Estaba obnubilado por la cercanía de Kagome, el calor de su cuerpo, el ansia con que respondía a sus besos, todo aquello lo tenía entregado. Oprimió un poco más los dedos en la cintura que había bajo lo que él consideraba demasiadas capas de tela. La escuchó perder el aliento, aunque no el ritmo de la caricia que daban los labios, y entonces quiso hurgar en ella con la lengua. Su mente, enfebrecida por la pasión, elucubró una pregunta que lo incendió por dentro ¿Cómo sería el sabor del sexo de Kagome?
Sintió que el corazón se le aceleraba un poco más si eso era posible, su propio sexo presionó hacia el pantalón y quiso atraer a Kagome para aliviar esa tensión. Se escuchó a sí mismo soltar el aire en medio del beso, sonando claramente un lamento que no pasó desapercibido para ella.
—¿Pasa algo? —moduló la pequeña frase sobre sus labios.
InuYasha resopló y, sin pensar demasiado sobre lo correcto o no de aquello, la acercó y oprimió hacia la erección que manifestaba.
Kagome se sintió sorprendida de forma extraña, el deseo era algo que comprendía y sin embargo jamás lo había experimentado como ahora. Intentaba no dar pasos apresurados en esta relación que aún no tenía nombre. No obstante, el impulso de sentirlo más cerca fue mucho mayor que su cordura, Posicionó una rodilla sobre la cama, junto a la cadera de InuYasha, creando la tentativa de sentarse a horcajadas sobre él. Se detuvo, antes de continuar, notando la incertidumbre enmarañándole las emociones. InuYasha no dejaba de mirarla a los ojos y pudo leer en ellos un fervor que parecía iluminar aún más el dorado en sus pupilas. Eso la motivó para acomodarse, guiada y ayudada por el toque de la mano de él. Ese movimiento distendió los bordes de la falda verde que llevaba.
Mierda, esa diminuta falda —pensó InuYasha, la había notado desde el mismo instante en que ella le abrió la puerta. Ya no podía contener el deseo de tocar las piernas desnudas de Kagome.
La escuchó suspirar con ansiedad en el momento en que posó la mano justo en el borde de las medias altas que llevaba ceñidas al muslo. Otro pensamiento cargado del ansia fugaz del deseo lo cruzó; quería tocarla más. Así que buscó abrirse paso bajo la falda. No consiguió hacerlo con cautela, a pesar de mantener la advertencia en su mente. Tanteó primero la piel con las yemas de los dedos para no mostrarse sórdido, sin embargo fracasó al llenarse ambas manos con la parte alta del muslo, hasta llegar al borde de la braga. Le costó detenerse a considerar en si debía parar, no obstante pudo percibir las manos de Kagome que buscaban bajo el bordillo de la camisa hasta tocarle el abdomen con el dorso de los dedos. El beso que se daban se detuvo y se mantuvieron quietos, respirándose, a la espera de algo que se pudiera considerar una señal, nada de esto había sido consensuado por medio de palabras. Necesitaban saber si el sendero de la pasión los estaba llevando a ambos en la misma dirección. Entonces Kagome le rozó los labios con delicada timidez y se retrajo de inmediato, dejando un suspiro que a InuYasha se le coló en la boca y consideró que aquel gesto era una muestra de la débil contención que estaban compartiendo. Aquella idea resultó ser para él como una reafirmación y suspiró sobre su boca, deseando besarla otra vez. Le resultó tan dulce y tan maravillosamente excitante verla deshacerse en sus brazos. Si le preguntaran por si la amaba, no sabría responder, simplemente sabía que el ansia de tenerla para él toda la vida era algo que burbujeaba en su vientre, y lo hacía con una veracidad tal que no había forma posible de desmentirla.
La sostuvo por la cadera con codicia y la meció por encima de su regazo, obedeciendo a una emoción primitiva de unión. Ambos cuerpos se frotaron con la ropa como barrera y el beso que hasta ahora sólo involucraba sus labios, y el roce de la lengua sobre éstos, se abrió. InuYasha sintió el cálido interior de la boca y tuvo la sensación de estar embriagado de placer. Podía notar el modo en que las caricias, los sonidos contenidos y ansiosos que ella liberaba sin dejar de besarlo, lo estaban enajenando, necesitaba más de lo que Kagome le estaba dando. Oprimió los dedos sobre la piel que tocaba, y alzó la cadera para aliviar la dureza de su sexo. Kagome gimió en una mezcla de alivio y ansia que representaba la emoción que ambos compartían. Luego de eso lo tocó con las manos abiertas, primero en el torso y luego en las costillas. Notó la caricia inquieta de esas manos que estaban acostumbradas a delinear formas en el papel. La escuchó suspirar y afianzó la idea de que aquel sonido era anhelo puro.
Kagome —murmuró su nombre sobre los labios que estaba besando.
Ella comenzó a temblar, temblaba sin parar de hacerlo. InuYasha se inquietó y se alejó un poco para poder mirarla a los ojos. Sin embargo, ella mantenía la mirada en su boca y aunque temblaba, no dejó de acariciarlo y buscar un modo para seguir con los besos.
—¿Estás bien? —la voz de InuYasha sonaba destemplada, oscura, y aun así sus palabras eran dulces.
Kagome comenzó asintiendo y descansó su frente sobre el hombro de él.
—Sí —la escuchó decir, en medio de los temblores que eran algo más pausados, aunque no se detenían del todo—. Es sólo que —ella misma se interrumpió y él esperó a que encontrase nuevamente su voz—… Sé lo que se hace, aunque no sé si puedo hacerlo de un modo en que a ti te guste…
InuYasha comprendió las sensaciones que ella experimentaba, veía las propias reflejadas en ella. Kagome notó el modo en que las manos de él, que aún permanecían sobre su cadera, la acariciaron con una inigualable ternura.
—Puedes hacer lo que quieras hacer —le murmuró sobre el pelo que le escondía la cara.
—¿Aunque esté temblando? —la pregunta de Kagome resultó entrecortada por una nueva sacudida.
InuYasha pensó en que quizás era momento de intentar apagar la pasión. Incluso se cuestionó el arrebato que había tenido al iniciar el beso que los había puesto aquí. No obstante era ella quien estaba sobre él y no al revés.
—Claro —InuYasha quiso ser dulce. Luego intentó retirar las manos de la cadera de ella, no obstante Kagome lo detuvo poniendo una de las propias sobre la de él.
—No —pidió y cerró los ojos al intentar contener un nuevo estremecimiento. Se rio y pensó en que si seguía así lo iba a asustar.
—Kagome, lo siento, no debí apresurar…
—Shhh… —lo acalló, sin abandonar el refugio que había encontrado hacia su hombro. Ella también se debatía entre lo que debía y quería hacer.
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Continuará.
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N/A
Finalmente estoy en esta parte de la historia. He escrito este lemon más veces de las que recuerdo porque necesitaba que en el confluyeran muchas cosas de la historia. Aún queda, será un lemon de más de un capítulo. Espero que les haya gustado y que me cuenten en los comentarios.
Besos
Anyara
