Capitulo 6: La verdad y Cumpleaños.

Hola lectores! Aquí les traigo el capitulo 6 de esta historia, es un capitulo mas corto que el anterior y mas relajado, pero me esforcé en darle la suficiente calidad para que les guste.

Disfruten!

La noche cayó sobre el bosque, envolviendo a los viajeros en un manto de sombras y silencio. Las estrellas titilaban en lo alto, y el crepitar de la fogata era el único sonido que rompía la quietud del entorno. Naruto, Frieren, Stark y Fern habían decidido acampar en un claro, lejos del camino principal, para evitar cualquier encuentro indeseado con demonios o bandidos nocturnos.

Mientras Fern y Stark preparaban la cena con los ingredientes que habían comprado en el pueblo anterior, Naruto observaba con curiosidad cómo Frieren, con un simple movimiento de su mano, avivaba el fuego con su magia. La escena le recordaba a las noches que pasaba con su equipo en misiones largas, aunque esta vez, en un mundo completamente diferente.

Después de una cena sencilla pero reconfortante, el grupo se relajó alrededor del fuego. Stark fue el primero en romper el silencio. —Oye, Naruto, todavía no nos has contado mucho sobre tu hogar. Dices que eres un ninja, pero… ¿cómo es tu aldea? ¿Qué tipo de lugar es?—.

Naruto sonrió con nostalgia y se recostó contra un tronco. —Mi aldea se llama Konoha. Es un lugar hermoso, lleno de árboles y casas con techos rojos. Está rodeada de montañas y bosques, tiene un gran monumento con los rostros de nuestros líderes tallados en piedra. Es un lugar lleno de vida, con niños corriendo por las calles, la mejor tienda de ramen y ninjas entrenando desde pequeños para proteger a la aldea.

Fern frunció el ceño, interesada pese a sí misma. —Dijiste que usas chakra para pelear… ¿todos en tu aldea pueden hacerlo?—,

—No todos—. respondió Naruto, girándose hacia ella—. Solo aquellos que entrenan como ninjas. Pero el chakra no solo sirve para pelear, también se usa para curar, mejorar habilidades físicas o incluso crear ilusiones.

Stark silbó, impresionado—. Vaya, eso suena increíble. Pero dime, ¿alguna vez peleaste contra demonios como los de aquí?—.

Naruto se cruzó de brazos y meditó la pregunta por un momento antes de asentir—. Si… una vez pelee contra uno hecho de arena aunque en mi mundo no los llamamos "demonios" exactamente. Son más como bestias de chakra, poderosas entidades con habilidades sobrenaturales—.

Frieren, quien hasta ese momento había permanecido en silencio, miró a Naruto con una expresión seria. —Naruto, quiero hablar contigo en privado—.

Naruto parpadeó sorprendido por la petición, pero asintió. Se puso de pie y siguió a Frieren hasta un lugar apartado del campamento, donde solo el murmullo del viento y el lejano ulular de un búho rompían el silencio.

La elfa lo miró fijamente, con una intensidad que hizo que Naruto se sintiera incómodo. —Dime la verdad, Naruto. ¿Qué es lo que llevas dentro de ti?—.

Naruto sintió un escalofrío recorrer su espalda. No esperaba que Frieren fuera tan directa. —¿De qué hablas? —. preguntó, fingiendo ignorancia.

Frieren entrecerró los ojos. —No mientas. Ya te lo había dicho, Aura sintió algo dentro de ti igual que yo… algo oscuro, latente. Lo ocultaste bien, pero no de mí. ¿Qué es esa presencia dentro de ti?—.

Naruto apretó los puños. No quería revelar su secreto, pero sabía que Frieren no se conformaría con evasivas. —Es… el Kyūbi—admitió con voz baja—. El Zorro de Nueve Colas.

Los ojos dorados de Frieren brillaron con comprensión. —Una bestia dentro de ti… ¿es un demonio como los de este mundo?—.

—No exactamente —. respondió Naruto—. Kyūbi… bueno, él es una criatura de chakra de las que les conté. Fue sellado dentro de mí cuando era un bebé. Es poderoso, pero también peligroso. Durante mucho tiempo, todos me vieron como una amenaza por llevarlo dentro.

Frieren lo analizó en silencio por un momento. —Entonces… ¿por qué lo ocultaste de nosotros?—.

Naruto desvió la mirada. —Porque no quiero que me vean como un monstruo. No quiero que me teman—.

Frieren suspiró y se cruzó de brazos. —Eres fuerte, Naruto, pero ingenuo. No todos los secretos pueden mantenerse ocultos. Si en algún momento pierdes el control, podrías ponernos en peligro a todos—.

Naruto sintió un peso en el pecho. La elfa tenía razón, pero la idea de ser juzgado nuevamente le resultaba insoportable. —Desde que tengo memoria, la gente me miraba con desprecio —. murmuró Naruto—. No entendía por qué me rechazaban, por qué me trataban como si no existiera. Los adultos me ignoraban, algunos me miraban con odio. Los niños… aprendían de ellos. Estaba solo—.

Frieren lo escuchó en silencio, sin interrumpirlo. —Un día, cuando tenía suficiente edad para entenderlo, supe la verdad. La noche en que nací, el 10 de octubre, el Kyūbi atacó Konoha. Destruyó casas, mató a muchas personas… y mi padre, el Cuarto Hokage, dio su vida para sellarlo dentro de mí. Me convirtieron en el recipiente de un monstruo y, por eso, todos me odiaban—.

Naruto respiró hondo, tratando de calmarse. —No fue hasta que crecí y empecé a hacer amigos que las cosas cambiaron. Pero aún recuerdo lo que es estar solo, lo que es ser visto como una amenaza. Por eso tengo miedo de contarles a Stark y Fern. No quiero perder lo que tengo aquí—.

Frieren lo miró con una expresión que casi parecía melancólica. —Naruto, el miedo al rechazo es natural, pero esconderte solo te traerá más problemas. Stark y Fern no son como la gente de tu aldea. Aquí, en este mundo, los demonios son verdaderas amenazas. Tú no eres un demonio, Naruto. Eres alguien que lucha por proteger a los demás—.

Naruto bajó la mirada, dudoso.

Frieren suspiró y continuó con calma: —Si quieres que ellos confíen en ti, primero debes confiar en ellos. Stark y Fern no te rechazarán, Naruto. Han peleado a tu lado, han compartido el viaje contigo y han visto quién eres realmente. No son como las personas que te juzgaron en el pasado. Si les das la oportunidad, te demostrarán que no estás solo—.

Naruto tragó saliva y asintió lentamente. —Está bien… pero no sé por dónde empezar—.

Frieren le puso una mano en el hombro, dándole una leve sonrisa. —Empieza por el principio. Cuéntales sobre lo que ocurrió aquella noche… la noche en que el Kyūbi atacó tu aldea—.

Con el corazón latiendo con fuerza, Naruto regresó al campamento, donde Stark y Fern lo miraban con curiosidad. Respiró hondo y se sentó junto al fuego, decidido a contarles su historia.

Naruto tomó aire y empezó su relato, detallando la noche en que el Kyūbi atacó, la desesperación de la aldea y el sacrificio de su padre. Su voz temblaba por momentos, pero continuó, describiendo su infancia, el rechazo de la gente y la lucha por encontrar su propio lugar en el mundo. Stark y Fern escuchaban atentamente, sin interrumpir. Finalmente, cuando terminó, hubo un largo silencio.

Stark fue el primero en romperlo, levantándose y acercándose a Naruto. Le puso una mano en el hombro con una sonrisa genuina. —Vaya… eso es mucho que procesar, Naruto. Pero, ¿sabes qué? No me importa. Has estado luchando a nuestro lado, siempre dispuesto a ayudar. Lo que lleves dentro… no cambia quién eres para nosotros—.

Fern asintió, cruzándose de brazos pero con una expresión más suave de lo habitual. —Sí, lo que dice el Señor Stark. Tu eres tu, no eres esa bestia, a pesar de ser ruidoso y a veces impulsivo. Si esa cosa estuviera controlándote, creo que ya lo habríamos notado—.

Naruto los miró a ambos, con los ojos llenos de sorpresa y gratitud. —¿De verdad? ¿No… no están asustados?—.

Stark soltó una carcajada. —¿Asustado? Hemos enfrentado demonios y bestias juntos que escupen fuego y magos temibles. Un zorro gigante dentro no hará que nos apartemos de ti. Además, si alguna vez se te sale de control, ¡para eso estamos nosotros! Lo detendremos juntos—.

Fern añadió, aunque con su tono habitual: —Y no creas que te dejaremos hacer lo que quieras si esa cosa toma el control. Te golpearemos hasta que vuelvas a tus cabales—.

Naruto sintió una oleada de alivio y calidez inundar su pecho. No se había dado cuenta de cuánto miedo tenía de su reacción. —Gracias… de verdad, gracias—. Decía mientras que sus ojos amenazan con dejar salir algunas lagrimas.

Stark le dio una palmada en la espalda. —No tienes nada que agradecer, Naruto. Somos un equipo, ¿recuerdas? Los equipos se apoyan, sin importar qué. Y hemos visto de lo que eres capaz. No creo que ese zorro sea lo único que te hace fuerte—.

Fern asintió levemente. —Además, has estado ocultándolo todo este tiempo y no has causado ningún problema. Eso demuestra que tienes control sobre la situación. Y si Frieren confía en ti… bueno, eso dice mucho—.

Frieren, que había permanecido observando en silencio, asintió. —Así es, Naruto. He visto tu corazón. Sé que no eres una amenaza. Eres alguien que ha sufrido mucho y que lucha por proteger a los demás. Lo que llevas dentro es parte de ti, pero no te define—.

Naruto sonrió ampliamente, sintiendo las lágrimas picarle en los ojos. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió completamente aceptado. —Gracias… a todos. No sé qué decir—.

Stark se encogió de hombros. —No tienes que decir nada. Solo sé tú mismo, Naruto, el mismo de siempre, nuestro compañero… y amigo.

Fern rodó los ojos, pero una pequeña sonrisa se asomaba en sus labios. —Sí, no te vuelvas sentimental ahora. Sería aún más molesto—.

Naruto soltó una risa entre dientes, sintiendo un enorme alivio. Finalmente, no estaba solo. Había encontrado un nuevo equipo, nuevos amigos que lo aceptaban tal como era, con todo y su bestia interior. La noche continuó con conversaciones más ligeras, chistes y la sensación reconfortante de la confianza recién depositada. Para Naruto, este claro en el bosque se había convertido en un lugar seguro, un lugar donde finalmente podía ser él mismo.
La mañana siguiente amaneció clara y brillante. Los rayos del sol se filtraban entre las hojas de los árboles, iluminando el campamento con una luz dorada. El ambiente era relajado y jovial. Naruto se sentía más ligero que nunca, y la conversación durante el desayuno fue animada y llena de risas.

Mientras recogían el campamento, Stark no pudo resistirse a preguntar más sobre el Kyūbi. —Oye, Naruto, ¿y cómo es eso de que está sellado dentro de ti? ¿Puedes hablar con él?—.

Naruto asintió mientras enrollaba su saco de dormir. —Sí, a veces. No siempre quiere hablar, pero… está ahí. Es como tener una voz en mi cabeza, gruñona, solo que mucho más poderosa y… bueno, ya lo saben—.

Fern, que estaba limpiando sus cosas, intervino con su habitual sarcasmo. —Espero que esa voz no te dé demasiadas ideas tontas. Ya tienes suficientes por tu cuenta—.

Naruto le sacó su sonrisa amigable. —¡Oye! Mis ideas no siempre son tontas. A veces son… creativas—.

Frieren observaba la interacción con una leve sonrisa. La tensión que había sentido en Naruto la noche anterior se había disipado por completo, reemplazada por una despreocupación que no había visto antes.

Una vez que todo estuvo recogido, el grupo se puso en marcha. El bosque comenzó a clarear gradualmente, y después de unas horas de caminata, Stark señaló hacia adelante. —¡Miren! Creo que veo algo—.

Entre los árboles, se vislumbraba un pequeño grupo de edificios. A medida que se acercaban, pudieron distinguir que se trataba de una aldea modesta, con casas de madera y techos de paja. Unos pocos aldeanos se movían por las calles, realizando sus tareas diarias.

—Parece un lugar tranquilo—. comentó Frieren, observando el asentamiento.

—Quizás podamos encontrar algo de provisiones aquí—. sugirió Stark, con el estómago rugiendo ligeramente.

—Y tal vez información sobre nuestro camino—. añadió Fern, siempre práctica.

Naruto asintió, sintiéndose curioso por conocer a la gente de este nuevo mundo. —Vamos a echar un vistazo—.

Al entrar en la aldea, fueron recibidos con miradas curiosas pero no hostiles. Los aldeanos parecían acostumbrados a ver viajeros, aunque la apariencia peculiar de Naruto, con su cabello rubio y marcas en las mejillas, seguramente llamaba la atención.

Se acercaron a una pequeña posada que parecía ser el edificio más grande de la aldea. Un letrero de madera desgastado colgaba sobre la puerta, mostrando una jarra de cerveza.

—¿Qué les parece si preguntamos aquí?—. dijo Stark, dirigiéndose hacia la entrada.

Entraron en la posada, que estaba tenuemente iluminada y olía a madera y sopa caliente. Un puñado de aldeanos estaban sentados a las mesas, bebiendo y conversando en voz baja. Detrás de la barra, un hombre corpulento con un delantal grasiento los miró con una expresión inquisitiva.

—Bienvenidos, viajeros—. dijo el posadero con una voz áspera pero amigable—. ¿En qué puedo ayudarles?—.

Frieren dio un paso adelante. —Estamos de paso y nos gustaría saber si podríamos alquilar unas habitaciones por unos días. Necesitamos descansar y reabastecernos antes de continuar nuestro viaje.

El posadero se rascó la barba pensativo. —Claro, tengo algunas habitaciones libres. La temporada alta ya pasó, así que no hay problema. ¿Por cuánto tiempo planean quedarse?—.

—Quizás una o dos semanas—. respondió Frieren—. Dependerá de cómo nos sintamos—.

El posadero asintió. —Entendido. Síganme, les mostraré las habitaciones.

El grupo siguió al posadero escaleras arriba, a unas habitaciones sencillas pero limpias. Decidieron tomar dos habitaciones, una para Frieren y Fern, y otra para Naruto y Stark. Después de dejar sus pertenencias, bajaron de nuevo al salón principal de la posada.

Durante la semana siguiente, la aldea se convirtió en un respiro bienvenido de su viaje. Stark aprovechó para disfrutar de la comida y la bebida local, entablando conversación con los aldeanos y contándoles historias exageradas de sus "heroicas" hazañas. Fern, aunque más reservada, pasaba tiempo observando a la gente y aprendiendo sobre sus costumbres. Frieren se dedicó a leer algunos libros antiguos que encontró en la biblioteca de la posada, buscando información sobre la magia de este mundo.

Naruto, por su parte, se dedicó a explorar la aldea, jugando con los niños y ayudando en algunas tareas sencillas. A pesar de la barrera del idioma, su energía y amabilidad eran contagiosas, y pronto se ganó el cariño de muchos de los aldeanos.

Varias noches, después de cenar, el grupo se reunía alrededor de una pequeña fogata que encendían en el patio trasero de la posada. Una de esas noches, mientras contemplaban las estrellas, Stark volvió a sacar el tema del pasado de Naruto.

—Oye, Naruto, antes mencionaste que el Kyūbi atacó tu aldea el día que naciste, ¿verdad?—.

Naruto asintió, mirando las llamas danzantes. —Sí, fue el diez de octubre—.

Fern frunció el ceño, pensativa. —¿Diez de octubre? ¿No es… dentro de unos días?—.

Naruto parpadeó, sorprendido. Nunca había pensado en su cumpleaños desde que había llegado a este mundo. En Konoha, era un día complicado, lleno de sentimientos encontrados. —Supongo que sí… nunca lo había pensado aquí—.

Stark se incorporó, con los ojos brillantes. —¡Eso significa que tu cumpleaños está a la vuelta de la esquina! ¡Tenemos que celebrarlo!—.

Naruto se sonrojó ligeramente, sintiéndose incómodo con la atención. —No es necesario, de verdad. Nunca ha sido gran cosa para mí—.

Frieren lo miró con una expresión suave. —Naruto, todos merecen celebrar su cumpleaños. Es un día para recordar que estás aquí, que has superado muchas cosas—.

Fern, sorprendentemente, asintió. —Sí, incluso tú mereces un día especial, por molesto que seas a veces—.

Naruto se sintió conmovido por sus palabras. Nunca había tenido una celebración de cumpleaños real. En Konoha, la gente lo evitaba o lo miraba con desconfianza en ese día. —No sé qué decir…—.

Naruto sonrió, sintiendo una calidez en el pecho que nunca antes había experimentado en su cumpleaños. Por primera vez, realmente tenía ganas de que llegara el diez de octubre. Tenía amigos que querían celebrarlo con él.
Los días siguientes en la aldea transcurrieron con una tranquilidad inusual para Naruto. Se había acostumbrado a la rutina del viaje, a los peligros y a la constante necesidad de estar alerta. Esta semana en la aldea le permitió bajar la guardia y disfrutar de la sencillez de la vida cotidiana. Tal como había hecho en Konoha cuando era niño y buscaba reconocimiento, Naruto se dedicó a ayudar a los aldeanos en diversas tareas. Arregló cercas, ayudó a cosechar, cargó mercancías e incluso jugó con los niños, enseñándoles algunos juegos de su mundo. Su energía inagotable y su disposición a ayudar lo convirtieron en una figura querida en la pequeña comunidad.

Finalmente, llegó el diez de octubre. Naruto se despertó con una sensación extraña, una mezcla de nostalgia y anticipación. Nunca había celebrado su cumpleaños de esta manera. Después de desayunar, se despidió de sus compañeros, diciéndoles que pasaría el día ayudando en la aldea. Quería mantener su rutina y no hacer un día especial, aunque en el fondo, la idea de la celebración que Stark había planeado lo emocionaba.

Pasó el día trabajando arduamente, sintiéndose útil y conectado con la gente de la aldea. Ayudó al panadero a hornear pan, al granjero a alimentar a los animales y a una anciana a reparar el tejado de su casa. El sol comenzó a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rojizos, cuando Naruto decidió que era hora de regresar a la posada. Estaba cansado pero satisfecho.

Al abrir la puerta de la posada, el bullicio habitual del salón principal se había silenciado. Todo estaba oscuro, excepto por una tenue luz que provenía del patio trasero. Naruto avanzó con cautela, preguntándose qué estaría pasando.

Al llegar al patio, se detuvo en seco, con los ojos muy abiertos por la sorpresa. Stark, Fern y Frieren estaban allí, alrededor de una pequeña mesa iluminada por velas. En el centro de la mesa, había un pastel de chocolate que, aunque no perfecto en su forma, lucía delicioso. A su lado, humeaban tres tazones llenos de un caldo dorado con fideos, carne y algas.

—¡Sorpresa!—. gritaron Stark y Fern al unísono, con grandes sonrisas en sus rostros. Frieren, a su lado, asintió levemente, aunque una pequeña sonrisa se asomaba en sus labios.

Naruto se quedó sin palabras por un momento, sintiendo una punzada de emoción en el pecho. —Chicos… ¿qué… qué es esto?—.

—¡Es tu cumpleaños!—. exclamó Stark, acercándose para darle un fuerte abrazo—. ¡Dijimos que lo celebraríamos! Y como sabíamos cuánto extrañas esa cosa rara que llamas ramen, Frieren y yo intentamos prepararte un poco. Nos basamos en tus descripciones, así que esperamos que se parezca en algo—.

Naruto miró los tazones humeantes con incredulidad. ¡Ramen! No lo había probado desde que había llegado a este mundo, y la idea de volver a sentir ese sabor reconfortante lo llenó de una alegría inmensa. —¿Ramen…? ¿De verdad hicieron ramen para mí? ¡Chicos, son los mejores!—.

Frieren asintió, señalando los tazones con una leve sonrisa. —No estábamos seguros de tener todos los ingredientes, pero hicimos nuestro mejor esfuerzo. Esperamos que sea de tu agrado—.

Fern se acercó, sosteniendo un paquete cuidadosamente envuelto. —Yo también tengo algo para ti.

Naruto tomó el paquete con cuidado y lo desenvolvió lentamente. Dentro, encontró su vieja chaqueta naranja, la que le había regalado Jiraiya. Estaba limpia y los numerosos desgarros y quemaduras que había sufrido en la batalla contra Pain habían sido cuidadosamente reparados. Las costuras eran un poco irregulares, pero el cariño con el que se había hecho el trabajo era innegable.

Naruto sintió las lágrimas picarle en los ojos. Esa chaqueta significaba mucho para él, era un recuerdo de su maestro y de todo lo que había pasado. —Fern… yo… no sé qué decir. Esto es… es el mejor regalo que podría haber recibido. Gracias—.

Fern se encogió de hombros, apartando la mirada con un ligero rubor en las mejillas. —No te pongas sentimental. Solo estaba… harta de ver esa cosa hecha jirones—.

Se sentaron alrededor de la mesa, y Naruto tomó uno de los tazones de ramen. El aroma lo transportó de vuelta a Konoha, a las noches en Ichiraku con Iruka-sensei y el Equipo 7. Tomó un sorbo del caldo y sus ojos se iluminaron. No era exactamente igual, pero era lo más parecido que había probado en mucho tiempo. —¡Chicos, esto es increíble! ¡Está delicioso! ¡Muchas gracias!—.

Comieron el ramen entre risas y anécdotas, y luego Naruto sopló las velas improvisadas en el pastel de chocolate. El sabor dulce y amargo lo hizo sonreír. No sabía cómo habían logrado encontrar chocolate en esta pequeña aldea, seguro fue uno de esos hechizos raros de Frieren que tanto le gusta coleccionar, pero estaba agradecido por el gesto. Esa noche, bajo el cielo estrellado de un mundo desconocido, Naruto se sintió más feliz y más querido de lo que se había sentido en mucho tiempo. Este cumpleaños, lejos de su hogar, se había convertido en uno de los más especiales de su vida.

Fin del capitulo 6

Bueno, hasta aquí llego el capitulo 6, como dije, este capitulo iba a ser mas corto y mas tranquilo que el anterior, además de que me invente estos acontecimientos ya que sentí necesario desarrollar mejor la confianza del grupo hacia Naruto, además , los que se vieron el anime/manga de Frieren saben que la historia de Frieren no tiene mucha acción y batallas, y se vienen capítulos mas tranquilos en donde no hay mucha acción, si les gustaría que agregara mas acción con acontecimientos inventados por mi en la historia les agradecería que lo comentaran.
Muy bien, nos vemos hasta la próxima!