Momentos atrás.

El viento y la cargada esencia a magia ancestral le hicieron estremecer y voltear a tiempo para ver un borrón oscuro irrumpiendo en la escuela. Seguido por uno rubio que comenzó casi a su lado, en un parpadeo Rebekah se había desvanecido y su esposo que parecía ignorante solo miraba su teléfono sin moverse.

Lizzie y ella se miraron con desconcierto que condujeron hacia Davina en busca de respuestas pero esta solo negó con una sonrisa cortes. No parecía estar tensa o preocupada aunque era obvio que Kol había pasado a su lado sin detenerse a besar su mejilla o coronilla como siempre lo hacía.

En lo profundo de su ser una calidez le golpeo por un segundo. Esa sacudida electrizante le era bien conocida pero en lugar de darle calma hizo todo lo contrario. Sentir la magia de Hope no era malo pero el no tenerle frente a sus ojos, saber que estaba en su forma lobuna, y que estaba lanzando un hechizo era algo que no se sentía bien.

La ansiedad comenzó a trepar desde su estómago hasta presionar lentamente su garganta mientras sus ojos caobas comenzaban a recorrer los terrenos. Desesperándose al no ver nada fuera de lo normal de una tranquila noche de invierno con gotas de agua nieve cayendo a paso lento.

Rebekah volvió en ese instante, deteniéndose junto a su esposo como si jamás se hubiera ido. Sonriéndole con pícara inocencia a la vez que se aferraba a su mano y se recargaba un poco contra su hombro.

-Te amo.

-Si, aja. Te creo –. Respondió Marcel haciendo rodar sus ojos con juguetona molestia pero no paso más de un segundo antes de que depositara un beso en la mejilla de su esposa. Borrando su puchero para que una sonrisa brillante ocupara su lugar.

-Pero que... –. Alaric salió de su oficina, dando un salto al encontrar al grupo en las afueras de las puertas principales que personalmente cerro –Niñas ¿Por qué no me avisaron que habían vuelto?

Se acercó y les abrazo. Una en cada brazo mientras su mirada llena de sospecha se fijaba en los adultos que solo le encararon con pequeñas sonrisas arrogantes.

Sin duda le hubieran robado una propia al ver la parecidos que eran con las de Hope pero en ese momento su mente no estaba ahí. Su mirar iba de un lado a otro, esperando verle para calmar su nervioso corazón pero eso no paso.

-¿Y Hope? –. Pregunto su padre mirando a su alrededor –Pensé que volvía con ustedes...

-Lo hacía pero fue a buscar un árbol. Creímos que la encontraríamos aquí –. El tono de Lizzie era burlón y lleno de juguetona aversión pero por lo bajo se notaba su preocupación. La que solo mostro aferrándose a su mano a la que le sonrió con fingida confianza –Debe habérsele atravesado una ardilla.

Apenas logro darle una sonrisa, o el intento, cuando un grito desgarrador atravesó los pasillos.

-¿Qué diablos...? –. Soltó el director apresurándose de vuelta al interior.

En un parpadeo. Marcel se interpuso en su camino, deteniéndole solo con su mano que se posó en su pecho. El director trato de apartarla y dar un nuevo paso pero le fue imposible, y el vampiro solo negó mirándole con frialdad.

Rebekah se acercó a ellas y con dulzura acaricio sus mejillas. Intentando desvanecer el miedo en sus rostros.

-Queridas, no olviden que el viernes deben ir temprano a la mansión –. Dijo llamando su atención –Tomaremos medidas y elegiremos colores. Comamos juntas ¿Bien?

Lizzie frunció su ceño y con terror casi grito –¿El viernes? ¡Pero el baile es el sábado!

La mujer le sonrió con ternura –Oh, cariño. Nunca más volverás a comprar como mortal.

La mirada de la rubia centelleo al ver la sonrisa segura de la mayor.

Alaric volteo a verles –No le enseñes cosas malas a mi hija... ¡¿Y qué demonios está pasando?!

Rebekah dio un bufido despectivo y rodo los ojos –No son malas... –. Su atención fue hacia el pasillo y la fiereza en su mirar casi sorprendió –Llámalo... servicio comunitario.

Nuevos gritos. Más fuertes. Más dolorosos les hicieron saltar en su sitio. El miedo burbujeando. Explotando al escuchar el potente ladrido y profundo gruñido.

-¡Hope...!

De un salto dejo la mano de su hermana y se lanzó hacia adelante. Corriendo hacia las puertas por las que no pudo pasar.

Choco directamente contra una pared invisible y casi cae de espaldas pero Davina le atrapo.

-Está bien. No la absorbas, por favor.

-Pero... –. Exclamo mirando hacia el interior.

Ignorando como su padre básicamente era cargado al hombro por Marcel que lucía aburrido. O el tamborileo ansioso del pie de su hermana que seguía escuchando a Rebekah aunque claramente su atención estaba en otro lado. La tranquila voz de Davina le decía que no pasaba nada pero ante los gritos y golpes lo suficientemente fuertes para ser escuchados con claridad no pudo evitar el miedo que le hizo morder su labio inferior hasta sangrar.

Y entonces, el silencio.

Su sangre se helo ante los segundos bajo su dominio.

Dejando ir un suspiro tembloroso cuando pasos calmados comenzaron a romperlo a la vez que el hechizo era desvanecido por Davina con un simple movimiento de su mano, y Marcel tiraba a su padre en el césped húmedo con poca amabilidad.

Davina le dio una sonrisa y le dejo ir, y aunque quiso correr, apenas dio un par de pasos cuando se detuvo de golpe.

Las tenues luces separadas por metros apenas iluminaban el pasillo central de la escuela pero en cambio ofrecían largos pedazos de oscuridad. Desde el más lejano una sombra avanzo con ritmo holgado y sin preocupaciones pero el sonido de arrastre que le acompañaba discordaba con la imagen.

Pronto la incertidumbre, no real, se desvaneció para mostrar a Kol que sonreía levemente con picares y una malicia que hizo estremecer a las mellizas pero no temer. La intensidad en sus facciones, la ferocidad implícita fue lo que les desconcertó y estremeció su ser por alguna razón pero su atención fue más hacia atrás.

De entre la oscuridad dos orbes llenos de ferocidad centellaban. Acechando entre las sombras hasta que su mirada se cruzó con la caoba que enseguida le reconoció aunque notando que había algo mal. Una frialdad implícita que le hizo erizar la piel.

Un odio que le entristeció.

Sabía quién era pero ahora estaba segura de quien estaba en control.

El lobo de manto blanquizco avanzo con paso firme y semblante orgulloso. Imponente a cada paso. Sus patas golpeaban los suelos de madera resonando a cada golpe mientras el blanco se iba perdiendo conforme la distancia se acortaba mostrando con claridad el rojo oscuro que le manchaba, en especial sus patas y hocico que goteaban manchando el suelo.

Al fijarse en ello, se hizo visible el camino rojo que seguía al vampiro. Le miraron detenidamente y entonces notaron el cuerpo que era arrastrado con desinterés solo aferrado por su muñeca. Soltando pequeños quejidos cuando su respiración acuosa no era más sonora. Su camisa estaba desecha y apenas eran jirones que funcionaban como brochas aunque su propia piel desgarrada ya manchaba lo suficiente, los arañones eran amplios y grueso y los huecos de colmillos eran visibles hasta su profundidad en los músculos desgarrados.

Josie estaba estática mirando hacia el lobo que se negaba a retornarle la atención pero la de Lizzie estaba en el cuerpo que por alguna razón le hizo temblar conforme se iba acercando. El miedo vibro en su pecho haciéndole a aferrarse a la mano de su hermana, que en combinación con su propio sentir, termino mordiendo de nuevo su labio haciéndolo sangrar.

El aroma de ello viajo hasta la loba en un segundo, a metros del grupo, haciéndole acelerar su paso y pisar el pecho del caído. Aplastándole con su pata justo en el centro de su pecho sin importar el crujir de sus huesos. Enterrando sus garras tan profundo como pudo haciendo que la sangre saltara humedeciendo sus almohadillas.

Deteniendo de golpe el avance de Kol que dejo ir el brazo ante la sorpresa del tirón. Desconcertado volteo para encontrar al lobo presionando el cuerpo hasta arrancarle un poco de la inconciencia y hacerle rogar por su vida.

Recibiendo como única respuesta un gruñido profundo, el cálido aliento que golpeo su rostro hasta que la saliva le salpico y los colmillos rozaron su nariz.

-Hope. Déjale ir –. Dijo Kol con firmeza luego de volver a tomar el brazo y dar un tirón sin que se moviera el cuerpo de sitio.

El lobo volvió a gruñir con evidente negación.

Amenazando al que ni siquiera trato de moverse. Desconcertando a su familia sin entender pero Rebekah noto la herida en Josie que se mantenía silenciosa apretando la mano de hermana. Intentando consolarle aunque Lizzie miraba el cuerpo esperando que en cualquier momento se levantara.

La rubia acaricio el labio de la bruja. Notando como la mirada del lobo le seguía mientras su dedo pasaba por el labio ensangrentado. Le sonrió dulcemente y giro a verle, interponiendo un poco su cuerpo entre el paso que habían abierto y las mellizas.

-Está bien, cariño. No dejare que les haga daño… no volverá a tocarlas –. Dijo mirándole a los ojos.

El lobo bajo su cabeza y le miro con intensidad pero no retrocedió o volvió a gruñir. Con su atención fija en la morocha que le sonrió forzadamente, asintiendo para convencerle de que estaba bien aunque el pánico de su hermana le estaba asfixiando. Este dudo con visible ceño enfurecido pero luego de unos segundos elevo su pata, solo lo suficiente para que el cuerpo fuera libre aunque sus garras expuestas dejaron una profunda y larga herida cuando el arrastre volvió.

Un quejido de dolor escapo del cuerpo casi frente a las mellizas junto a un chorro de sangre que no alcanzo a mancharles.

Al escuchar sus respingos, el lobo que se había mantenido atrás, se apresuró a interponerse siendo manchado por la sangre fresca y con un respingo despectivo le golpeo para alejarle con un zarpazo tan potente que lo hizo volar hasta golpear el costado del auto que tenía la cajuela abierta esperándole.

-Hey. Deja de jugar con la pelota ponchada –. Se quejó Kol.

El lobo bufo pero no hizo más.

Imponente se mantuvo interponiéndose entre el cuerpo y las mellizas. Justo como un guardián.

Kol no miro a su esposa aunque paso a su lado. Se concentró en levantar el cuerpo sin cuidado y lanzarlo en la cajuela, empujándole con fuerza para obligarle a encajar hasta que lo logro.

Los Saltzman sabían quién era casi desde el inicio pero al verlo en la cajuela, Lizzie dejo ir un suspiro tembloroso junto a un susurro –Sebastián…

Davina se acercó a la vez que su esposo retrocedía dándole el paso y se alejaba algunos pasos. Un hechizo en un susurro y la cajuela dio un pequeño resplandor. Sebastián miro a la bruja que le dio una sonrisa cruel y le rompió el cuello con un movimiento de su mano.

Ese crujir simple pero atronador rompió el hechizo en todos.

Kol se permitió cerrar sus parpados con fuerza y también sus puños llenos de sangre a la vez que un respingo tembloroso le abandonaba sonoramente. La arrogancia en el mirar de Rebekah se desvaneció y vio el temblar en las manos de su hermano al que se acercó para darle una pequeña caricia en su nuca alborotando sus cabellos mientras le miraba con entendimiento y pesar.

La fuerza en Hope se desvaneció al momento en que Davina cerro de golpe la cajuela. Su cuerpo imponente pareció encogerse a la vez que su cabeza caía, rehuyendo de la mirada de todos, y torpemente retrocediendo sacudiendo un poco la cabeza.

Desesperada por alejarse, de que Josie no le viera y a la que casi rehuyó mientras esta estaba aturdida mirando la cajuela. Reaccionando cuando su cola choco contra Marcel al que le gruño por mero instinto pero pronto volvió a sacudir su cabeza para luego darle una mirada triste y un quejido doloroso que el hombre respondió arrodillándose frente a ella.

Sujetándole de las mejillas para mirarle a los ojos y unir sus frentes.

-Está bien… Eres mi hermanita. Siempre –. Susurro Marcel encogiéndose con lágrimas humedeciendo sus ojos al sentir como la loba se avergonzaba y solo deseaba alejarse. No se lo permitió y en su lugar le abrazo con dulce firmeza.

Rebekah dejo a su hermano en el momento en que su esposa paso a su lado.

Davina tomo entre sus manos el rostro de Kol y le planto un beso firme. Seguro y lleno de amor que fue desvaneciendo la tensión en su cuerpo.

-No te merezco… –. Susurro este con sus ojos firmemente cerrados.

-Quizás. Pero te amo por quien eres y siempre he sabido quien eres, Kol Mikaelson –. Dijo Davina con una pequeña sonrisa sin alejar sus labios mientras sus manos se deslizaban desde las mejillas, por sus hombros, siguiendo sus brazos hasta sus manos ensangrentadas que tomo sin titubear.

En ese momento Kol vio la sangre en ellas y la miro perdiéndose entre sus pensamientos pero en solo un susurro estas volvieron a estar tan limpias como si acabara de lavarlas. Vio el agarre y sonrió levemente casi a la fuerza, siguiendo el agarre hasta el rostro de su esposa que se aferró a él y volvió a besarle.

Josie vio todo ello.

Sin sorprenderse vio el dolor y el desagrado que el vampiro mostraba. La clara culpa que sin duda debía estar desconcertando a su padre y entonces comprendió que no eran malos. No eran los villanos por naturaleza como la historia les había hecho creer.

No lo disfrutaban o ansiaban, era lo que tenían que hacer.

Se preguntó porque tenían que hacerlo esta ocasión pero eso dejo de importar al escuchar el lloriqueo de Hope. Volteo a verle, encontrándola entre los brazos de su hermano y se acercó enseguida. Pasando su mano por su lomo lleno de sangre que mancho sus dedos pero no lo noto, en su lugar se acuclillo junto a Marcel que le miro con ferocidad protectora a la que respondió con una mirada decidida que solo duro por un momento ya que su atención volvió a la loba.

Su hermano le dejo ir.

Sus manos se deslizaron por su pelaje con cierta duda retrocediendo pero en el momento en que se disponía a salir corriendo, nuevos brazos le rodearon. Más delgados y suaves, cargados de un aroma que le hizo estremecer y a la vez le congelo en el sitio.

-No corras –. Susurro Josie contra el pelaje de su cuello –No… está bien. No te tengo miedo… eres la persona con la que más segura me siento así que ni creas que esto me va a asustar. Sé quién eres, Hope. Estoy segura contigo.

Rebekah sonrió a la pareja con ternura mientras acariciaba el lomo de su sobrina dándole algo más de confort aunque dudaba ser notada ahora. Miro a su esposo que serio estaba concentrado en la morocha y beso su mejilla para llamar su atención, dándole un asentimiento firme cuando sus ojos se cruzaron a lo que Marcel dio un respingo y ladeo levemente la cabeza a la vez que rodaba los ojos ante la sonrisa orgullosa de su esposa.

Lizzie miraba la cajuela sin parpadear.

El color en sus mejillas se había perdido mientras los recuerdos de aquel día se arremolinaban en su interior, repitiéndose con demasiada vivires. Iniciando un temblor en sus manos y una agitación en su pecho pero pronto la línea de su mirada fue rota.

Kol se interpuso con su usual sonrisa juguetona y mirada brillante llena de picares aunque ahora mostraba más ternura que malicia. Sin dudar acaricio su mejilla con dulzura mientras su esposa deshacía el puño que era la mano de la rubia y le aferraba con firmeza.

-Nadie. Nunca. Volverá a lastimarte, pequeña –. Afirmo Kol mirándole a los ojos –Eres nuestra ahora. Y nosotros siempre estaremos para ti como sea que nos necesites… Somos familia. Tu familia.

Los parpados de Lizzie se llenaron de lágrimas que no pudo detener aunque tampoco lo intento y enseguida se ocultó en el hombro de uno de los villanos más grandes de la historia que le abrazo con seguridad. Protectoramente como no lo sentía hace mucho. A su espalda, Davina le abrazo casi como una muestra silenciosa de lo que sus palabras significaban.

Alaric vio el intercambio con ceño fruncido y malestar en su pecho pero no se atrevió a decir ni una palabra. No creía tenerlas.

Al sentir todo el malestar en su hermana, Josie volvió su mirada sin dejar de abrazar el cuello de la loba. Sonriendo con ojos húmedos ante las palabras del hombre que le miro significativamente. Incluyéndole en silencio como lo más natural del mundo. Segura de ello cuando Hope se restregó contra su mentón y mejilla y Rebekah acaricio sus cabellos con ternura.

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Una sonrisa adornaba el rostro de Josie mientras iba por el pasillo cargando un plato de galletas recién hechas y con extra chispas de chocolate. Casi dando saltitos por el camino mientras imaginaba una noche tranquila que no debía durar demasiado, mañana tenían clases, aunque no importaba porque era imposible evitar quedarse dormida.

La calidez. El confort. Aroma. Voz...

Todo volvía a Hope la mejor cama/compañera de sueño del mundo.

Ni sus pesadillas lograban a hacer mucho en su contra, y en cada una de ellas, ella le aferraba entre sus brazos y le susurraba al oído que todo estaría bien. Prometiéndole que nada podría tocarle nunca más.

Sabía que eso era imposible por más que la loba lo intentara. Ella no le dejaría volverse su guardaespaldas ni querría depender tanto de ella, no debía, pero en ocasiones no podía evitar perderse en su presencia y hasta en la promesa.

De saber que no le dejaría sin importar lo difícil que se volviera la situación. La seguridad de ser apoyada incluso cuando no se sintiera segura, o capaz en lo mínimo pero había una fe implícita y segura en Hope que solo le hacía sentir capaz. Sorprendiéndole ante la simpleza de la cobriza para llenarle de esta fuerza con palabras o su simple presencia a su lado.

DemasiadoBella-Aullaras esta noche?

Joss-Realmente no me gusta tu codigo para decir que me quedare con Hope.

DemasiadoBella-Ok...

-Lamera tu hueso...?

-Tus croquetas en su cama...?

-Te cubrira de pelaje...?

-No sé. Escoge. Tengo mas.

Joss-Iu. No. Olvidalo.

-Aullar es genial.

DemasiadoBella-Lo sabia.

-Y la respuesta es...

-Olvidalo. Ni siquiera se para que pregunto.

-Obvio que tus croquetas estaran en su cama.

Joss-Te odio.

DemasiadoBella-Me amas.

-Duerme bien.

-Que no te muerdan

-Demasido kinky, hermanita.

Joss-Grrr. Basta.

DemasiadoBella-No. No.

-Yo Lizzie.

-Idioma gruñido solo con Felpudo.

Los ojos de Josie rodaron y un resoplido se hizo oír pero el afecto fue evidente en su sonrisa.

Joss-Buenas noches, Elizabeth.

DemasiadoBella-Sayonara, Josette.

Al llegar frente a la puerta, un bufido salió de sus labios seguido por una risilla. Guardo su teléfono en el bolsillo de su sudadera y entro en la habitación.

El vapor de la reciente ducha impregnaba el aire con un dominante aroma a limpio y una calidez reconfortante aun cuando la ventana estaba completamente abierta pero esta pronto se encargaría de limpiar el sitio.

La tenue iluminación en el sitio era solo otorgada por la lámpara de noche situada en la mesilla junto a la cama de la loba que estaba de espaldas vistiendo unos pijamas flojos que apenas se sostenían a sus caderas y una camiseta de tirantes que quizás robo demasiado de la atención de la recién llegada pero pronto noto el movimiento de las manos de la cobriza que se detuvo al escucharle. Volteando a verle sorprendida y algo aturdida hasta que sus movimientos se detuvieron por completo.

-Te traje galletas… –. Susurro casi sin voz y rostro herido. Lentamente Hope dejo la ropa en el interior de su bolso de viaje –Y estas empacando… yo… No te molesto. Me voy…

-Jo…

No le escucho. Dejo con cierta fuerza el plato sobre una cómoda y retrocedió maldiciéndose a si misma por sentirse traicionada. Engañada. Ignorada. Abandonada. Se dio la vuelta y se apresuró a salir.

-Josie espera –. La cobriza se apresuró a seguirle. Alcanzando a tomarle de la mano a pasos de su habitación, sin tirar solo le detuvo lo suficiente para rodearle con sus brazos –Jo, déjame explicarte.

-No tienes que explicarme nada. No… –. Negó con firmeza y trato de apartar los brazos que le rodeaban mientras su puchero se pronunciaba cada vez más conforme se repetía una y otra vez que no tenía ningún derecho. Un susurro se le escapo –No soy especial ni nada…

Fue escuchada con claridad y en respuesta el agarre a su alrededor se tensó.

-No hagas eso –. Dijo con voz profunda en un susurro que hizo estremecer a la morocha que seguía intentando que su agarre se soltara pero no conseguía nada.

-¿Hacer qué? –. Gruño a la vez que jalaba con todas sus fuerzas la muñeca de la loba que en respuesta alejo uno de sus brazos y le cargo como princesa –Ey. No. Déjame ir…

Se quejó pero la loba poco le escucho y sin problemas volvió a su habitación. Cerrando la puerta con una firme patada en la que no pensó y siguió su camino hasta sentarse en su cama dejando a la morocha atrapada entre sus brazos y piernas.

-Menospreciarte.

-No lo hago. Ahora, déjame ir –. Se quejó Josie sin mirarle a la cara.

-Lo haces todo el tiempo. Como ahora cuando dices que no eres especial pero lo eres –. Reafirmo subiendo un poco su voz –De las más especiales que conozco –. Su mirar se suavizo y se quedó en silencio por un momento pero pronto agrego –Y no soy la única que lo piensa.

-Yo no…

Escapo de los labios de la morocha sin fuerza pero su voz desapareció conforme su piel se fue erizando ante la mirada de la loba. Intensa y llena de una calidez que simplemente le arrebato el aliento antes de que siquiera entendiera que estaba pasando y porque.

-Quizás soy demasiado mala para mostrarlo con acciones –. Susurro Hope –Pero tratare de ser mejor con mis palabras… Josette, eres especial. Muy especial para mí –. La mano de la morocha que descansaba aun en el hombro de la cobriza, se apretó temblando levemente. Sintiendo la necesidad de acortar la distancia que ya era de solo unos cuantos centímetros pero no logro decidir cuando esta carraspeo un poco –Y para tu hermana y muchas más personas.

Josie solo pudo sonreir con vergüenza, sabiendo bien lo que había estado a punto de hacer –¿Por qué?

-Por ser tú. Tan simple como eso –. Soltó con honestidad a la vez que se encogía y le sonreía con ternura –Dulce. Inteligente. Amable. Fuerte y mucho más. Eres mágica, Josie Saltzman.

Sin pensar, Josie tiro un poco de su agarre acercándole lo suficiente para que sus alientos se mezclaran como sus miradas y el latir en sus pechos que se aceleraba a la esperaba, con la necesidad estremeciendo sus núcleos arrancándoles silenciosos suspiros.

-Te voy a explicar. Empaco porque voy a estar pasando algunas noches en la mansión con tía Rebekah para que no note cuando Marcel se escape por su regalo de navidad el viernes… estaré en clases y el resto del día, solo dormiré allá –. Sus ojos se cerraron y sus frentes se encontraron con suavidad. Restregándose un poco en roce –No voy a desaparecer…

El agarre de ambas se amplió, la cintura y cuellos fueron firmemente envueltos sin que sus rostros se alejaran pero solo se acomodaron sin usar ni un poco de fuerza. Mirándose a los ojos sin atreverse a mover algo más en ellas, en acortar la distancia aunque cada pocos parpadeos no podían evitar encontrar más apetitosos los labios de la otra.

-Te quedaras… –. Susurro la morocha.

-Lo hare.

-Hasta que la navidad llegue.

Hablo al mismo tiempo. Sobreponiéndose con claridad a la afirmación de la cobriza pero no le molesto ni dejo de sonreir.

-Y seguiré aquí –. Afirmo. Disfrutando de ver como la mirada de la bruja saltaba y en un instante volvía a brillar a pesar de la poca iluminación del lugar –Mi familia vendrá y tu mamá ¿No?

Se encogió de hombros –Eso dice.

El ceño de la loba se frunció un poco –¿Eso dice?

-Hace mucho que ya aprendí a no hacerme ilusiones –. Soltó con un ápice de amargura en su voz y sonrisa.

Hope le dio un empujón en la punta de la nariz con la propia, haciendo que le mirada –Quiero que te ilusiones –. Llevo su mano hacia su mejilla y con lentitud tomo un mechón de cabellos que estorbaba pero casi lo acaricio entre sus dedos disfrutando, aprendiendo su textura hasta que deposito un beso en ellos aun cuando su mirar estaba en la morocha –Te daré la navidad más magnifica del mundo con el show integrado que mi familia acarrea. Tendremos una gran fiesta llena de ruido, comida y uno que otro apuñalamiento.

Rieron imaginando con claridad como esto iba a ser. Casi haciendo apuestas en su cabeza sobre quien atraparía a quien.

Josie negó sonriendo pero poco a poco la alegría se fue desvaneciendo hasta que volvió a mirar a la cobriza –Suena estupendo pero no quiero amarrarte a ti, o a tu familia, a este sitio.

De inmediato negó con firmeza –No lo haces… quiero estar aquí. Eres mi familia y la manada también –. Deposito un beso en su frente –Quiero pasar una dulce navidad a tu lado, así que no, love. No me detienes… Me inspiras a hacer más, a desear más y querer apreciarlo todo. Me bendices con tu compañía y eso vuelve todo más mágico.

-La navidad ya es mágica –. Susurro perdida en el azul resplandeciente de sus ojos.

-Y lo será aún más contigo a mi lado…

Se agacho lentamente pero cuando solo faltaba un centímetro, se detuvo. Dudando por unos segundos pero al no encontrar renuencia en su mirar se atrevió a cortar la distancia. Depositando un delicado beso en sus labios que enseguida le fue devuelto a la vez que el agarre alrededor de su cuello se apretaba para acercarle un poco más. Solo un poco aunque no fuera necesario. No se alejaría, no se creía capaz de poder hacerlo o siquiera intentarlo.