Capitulo 4 - Contragolpe en Tairon

Volumen 1 - La caída del Mugen Tenshin

Acto 2

En la amplia plaza que enlazaba con los jardines del monasterio, el día se abría con una claridad deslumbrante, las brumas de la noche se retiraban ante la luz del sol, revelando cada detalle del paisaje urbano. El aroma fresco de la mañana se entremezclaba con el tentador perfume del pan recién horneado que emanaba de las tiendas cercanas. Las calles empedradas y clásicas de la ciudad cobraban vida con la prisa de la gente que corría hacia sus quehaceres diarios.

El sonido de los tacones resonaba en las calles, mezclándose con el bullicio de los vendedores ambulantes que anunciaban sus productos con entusiasmo. El crujir de las bolsas de pan y el dulce aroma a levadura se sumaban a la vibrante sinfonía matutina.

El sol, en su ascenso, pintaba con tonos cálidos las fachadas de los edificios, dibujando las siluetas de los habitantes sobre las aceras de adoquín. Allí, la residencia de Bael se confundía entre las estructuras similares que perfilaban la redondeada plaza.

En las cercanías, los grandes muros del monasterio se alzaban como guardianes silenciosos. Las puertas que conectaban con la plaza permanecían cerradas, creando una barrera visual que ocultaba los jardines monásticos.

En su modesto hogar, Noah permanecía inquieto, sus ojos se fijaban en la luz del alba que se filtraba por la ventana. Desde su encuentro el día anterior con sus camaradas, no había recibido respuestas; ni mensajes ni llamadas eran contestados. Observaba la figura de su maestro Bael, sumido en sueños apacibles. Desesperado y ansioso, su rostro reflejaba la incertidumbre cuando su celular notificó un mensaje de uno de sus hombres de confianza:

— Mi señor Noah, ha vuelto a ocurrir. Otros tres miembros del culto han sido encontrados sin vida, decapitados y colgados del alumbrado público en las afueras de la capital —.

Consternado, con un peso de incertidumbre, dirigió su mirada nuevamente hacia el gran monasterio antes de responder: — Estamos bajo ataque, sean discretos y esperen mis órdenes. Cuando el jefe despierte, informaré las instrucciones para nuestro próximo movimiento —.

Entretanto, Bael permanecía en sus sueños guiado a través del espacio por aquella horrorosa criatura con la que había pactado en el bosque. Tras un largo viaje, finalmente, encontró una angelical figura que se comunicaba con él. La criatura de tentáculos se inclinó y postro sus apéndices ante la luz. Bael, maravillado observaba al ser dentro de un aro ardiente que, extendiendo varias colas de serpiente de un centro luminiscente apenas observable, le hablo:

— Bael, líder del clan de los demonios y líder del culto a la deidad antigua, nuevamente después de milenios he vuelto a comunicarme con tigo, mi más fiel sirvo —. La voz resonaba en el espacio profundo, abrazando la inmensidad del infinito a la vista. Su luz iluminaba los ecos del universo y llenaba de energía la esencia de Bael. Colmado y espantado por su magnificencia, Bael se arrodilló, inmerso en la oscuridad del vacío, y contestó:

— Mi señor Orochi, he destruido el velo que separaba ambos mundos. Tu gente y yo, tu más fiel sirviente esperamos con ansias que nos guíes al camino de la revelación absoluta —. La figura de Bael, se postraba de rodillas, con el rostro inclinado y en reverencia a Orochi, quien, extendiendo una de sus colas, acarició a Bael y respondió con miles de voces provenientes de todos los rincones del universo:

— Bael, tus memorias de antiguos pasajes han sido bloqueadas por los seres que habitan más allá de estas dimensiones. Sin embargo, yo, con mi inmaculado poder, he conservado las memorias de cada instante de tu pasado. Ahora, mi más fiel siervo, recuperarás tus memorias y también el antiguo anhelo por el cual has luchado en mi nombre desde la antigüedad —.

En ese instante, una sucesión de eventos se dibujó en la oscuridad del interminable universo. Bael observaba fugazmente un espejo a sus vidas anteriores. Por un momento, se veía adorando un pilar negro con la estatua de Orochi en la cima, realizando sacrificios humanos en su nombre en el antiguo Egipto. Luego observó cómo realizaba rituales en una antigua ciudad en nombre de la deidad antes de que esta se destruyera por las aguas tras un desafortunado cataclismo. Después, se visualizaba a sí mismo a lo largo de miles, millones y eones de años en el pasado, muriendo y renaciendo para cumplir su objetivo: llevar el mensaje de su señor a cada rincón de la tierra. Lanzaba críticas al creador y a sus legiones de guerreros, desafiaba la autoridad en nombre de su maestro y era asesinado incontables veces en la búsqueda de la culminación de su misión: la libertad de la deidad.

La figura de Bael se maravillaba. Recordaba sus pasajes pasados en fugaces momentos y un instante después, todo se apagó. Finalmente, recordaba cada momento, cada detalle, cada vivencia y cada ocasión.

El vacío infinito del éter se transformaba en oscuridad absoluta, mientras la figura de su amo perdía lentamente la luz hasta quedar en una silueta vacía mezclada con la oscuridad del abismo cósmico. La presencia y los pensamientos de Orochi se manifestaron en su alma, mostrando imágenes de objetos e indicaciones de las acciones a tomar.

En sus memorias, se reflejaban los crueles asesinatos del Mugen Tenshin a sus hijos y los incansables esfuerzos de Noah por contrarrestar la situación. También, por un instante, se filtraron imágenes del pasado cercano, donde antiguos demonios de la era Vigooriana caían en batalla, su sangre y sus vidas se apagaban por culpa de una brutal sombra con ojos verdes que portaba una espada luminiscente. Culminando su mensaje, Orochi se comunicó con el alma de su siervo diciendo:

— Las imágenes que has visto serán las sendas que tomaras, y mi guía será la brújula que te guiará hacia la victoria. Sin embargo, debes ser precavido Bael. Los herederos de un linaje maldito han sido responsables de extinguir tu vida en numerosas ocasiones en el pasado —. Levantando la mirada hacia la silueta oculta de su señor, Bael le pregunto:

— ¿Linaje maldito? Mi señor, ¿Te refieres al Mugen Tenshin?. Según tus visiones los destruiríamos usando a los demonios y a sus criaturas —.

En ese instante, Orochi envió una señal a su cabeza en una letra antigua: — El linaje del dragón —. Entretanto, el cascabeleo de su forma resonaba haciendo que las estrellas ocultaran su brillo, y en un momento arrebato a Bael arrastrándolo en un viaje por el cosmos hasta la tierra.

Introduciéndose en la boca de un volcán se sumergió en las entrañas de la corteza mientras toda luz y toda vida desaparecían a su alrededor. En su entorno, criaturas grotescas se alimentaban de despojos humanos y animales. Mientras, a lo lejos observaba como millones de almas caían por una gran oquedad a las profundidades del averno.

También, observaba como criaturas aladas con espadas de carne perforaban a las almas humanas para su deleite. La visión del infierno le lleno de curiosidad al observar una figura familiar mientras que esta libraba una lucha encarnizada contra los demonios.

En las profundidades, aquella figura cubierta por las sombras del abismo era apenas perceptible a la distancia y solo pudo reconocer de su ser una larga melena marrón y unos penetrantes ojos verdes que lo observaban con odio desde las lejanas penumbras del infierno al detectar su presencia.

Los demonios se abalanzaban sin piedad, pero la silueta humanoide les respondía con la misma violencia. Las tinieblas de las criaturas se desvanecían ante su fuerza, desmembrando y decapitando las fauces de las bestias a su alrededor. Sus pies, con cada impacto hacían explotar por los aires a cada demonio que se acercaba a desafiarlo y su rostro permanecía oculto con brumas que solo dejaban apreciar su vibrante mirada verdosa. Su cuerpo, permanecía cubierto por las interminables sombras que permitían apreciar en momentos fugaces parte de su figura mientras continuaba su encarnizada lucha contra las fuerzas demoníacas del abismo.

Mas un así, una sonrisa escapo de su boca cuando le arrancaba los brazos a una criatura y logro cruzar miradas una vez más con Bael, antes de que este siguiera en su descenso junto a la serpiente.

Oculto en su caverna, Orochi se dirigió nuevamente a Bael: — Despierta ahora, el joven Noah espera tu regreso y la culminación de nuestro objetivo aún está lejos.
Guía a mis hijos a el poder y crearemos el paraíso eterno —.

Envolviéndolo en un torbellino de luz lo transporto a su cuerpo obligándolo a despertar. La vibrante sinfonía de los pájaros sobre los tejados y las decenas de pasos en frente de su hogar acompañaron su despertar, frente a él, Noah permanecía inquieto moviéndose de un lado a otro escribiendo mensajes en su celular.

Al despertar Bael en su modesto hogar, tenía la certeza de que el tiempo corría rápido y los designios de Orochi aguardaban. La habitación estaba sumida en la calma matutina, y los rayos de sol delineaban la figura de Noah, quien se afanaba con su celular, evidenciando la inquietud que lo acosaba.

— Buenos días, Noah —. Dijo Bael con serenidad, mientras se erguía de su lecho. Los ojos de su discípulo buscaron los suyos, ansiosos de respuestas que aún no estaba dispuesto a entregar.

— Se que has trabajado duro, pero hay asuntos de los que tenemos que hablar —. Continuo Bael mientras ponía la mano sombre su hombro intentando calmar su angustia.

Noah asintió, atento a las palabras de su maestro, pero Bael optó por no revelar los detalles del encuentro con Orochi en ese momento. En su lugar, enfatizó la necesidad de prepararse para la lucha contra el Mugen Tenshin.

— La unidad en el culto es esencial en estos tiempos. Pronto, el auxilio de nuestro señor ha de emerger de las profundidades, debemos prepararnos para lo que está por venir —. agregó, infundiendo seriedad en sus palabras.

Mientras Noah asimilaba las ordenes de Bael, los dictámenes de Orochi empezaban a moverse como los engranajes de un reloj. Su orden se reflejaba como una imagen en la cabeza de Bael: Otorgar el permiso de entrada a los demonios y sus criaturas para custodiar la estatua de Orochi.

En la ventana de la habitación, Noah volvía a observar las afueras de la ciudad, su semblante había cambiado nuevamente a la esperanza mientras el olor de la mezcla de panes, flores y café de los vendedores llegaban al cuarto.

Entretanto, en el abismo más profundo del infierno, Orochi observaba con risa la frenética lucha desencadenada en su territorio, contemplando su última creación en combate. Los demonios morían y renacían incontables veces al lanzarse al ataque, solo para ser aniquilados repetitivamente. Aquel hombre, herido y azotado, intentaba despedazar las hordas de criaturas que se abalanzaban sobre él. Sus instintos lo empujaban al límite y su corazón latía con frenesí por el odio y la adrenalina, marcando un compás desbocado como un tambor en la oscura sinfonía de la lucha.

Sus ojos resplandecían en la penumbra, reflejando sus deseos de venganza en cada movimiento. Su cuerpo desnudo apenas era perceptible entre la sangre negra y las vísceras de sus atacantes, alzándose sobre una montaña de demonios abatidos demostrando su poder.

El eco de su grito resonó en todas las direcciones, opacando la sinfonía de caos de los millones de almas que sufrían y desafiando a los demonios para que cayeran a sus pies. Su mirada se dirigía al trono de Orochi y al portal al mundo de los vivos. Su tenacidad y desprecio por las criaturas infernales se reflejaban en las profundidades de sus negras pupilas, que contenían el éter de cientos de almas comprimidas que conformaban su esencia.

Orochi tras soltar una risa frenética que resonó en cada rincón de los infiernos dijo para sí mismo — Veamos como enfrentan esto, miembros del Mugen Tenshin. Intenten detenerme ahora, maldito linaje del dragón —