Katrielle recorrió con los dedos la superficie del escritorio que tenía ante ella. Aquel despacho en la universidad de Gressenheller le traía muchísimos recuerdos. Era la enésima vez que lo pisaba y, sin embargo, cada vez que llegaba allí, aquella sensación sobrecogedora la invadía. Desde que su padre había desaparecido, visitar aquel despacho era como un ritual para ella. Pero era consciente de que aquella probablemente fuese una de las últimas veces que pudiese hacerlo. Su padre había desaparecido hacía dos largos meses. Ella era sólo una niña, no había mucho que pudiera hacer.

O eso es lo que le decían, pero ella no estaba convencida. Cuando Luke tenía su edad ya había resuelto varios casos con su padre. Luke… si tan sólo lograse contactar con él… estaba convencida de que podría ayudarla a resolver ese misterio.

Y Katrielle estaba segura de que su corazón terminaría por hacerse pedazos si las circunstancias continuaban y los meses se convertían en años, porque aquel despacho era todo lo que le quedaba de su padre… como una cápsula del tiempo que le recordaba los buenos momentos que había vivido con él.

Katrielle estaba a punto de abandonar la sala, cerrar la puerta y volver a su casa… pues, después de todo, como la adolescente que era, tenía deberes, cuando se percató de que escuchaba pasos. No supo por qué, pero, instintivamente, se metió en el armario.

Los pasos se detuvieron cuando una mujer entró en la sala. Decididamente, no pasaría desapercibida aunque lo intentase. Era una mujer muy alta, vestida con un traje de ejecutiva blanco, la piel de color chocolate, y el pelo de un vivo rosa. Kat no sabría posicionar correctamente el color debido a los reflejos. Le llamó la atención que llevase un brazalete dorado en la muñeca izquierda.

Pero, cuando trató de alargar la mano al escritorio, la jovencita salió del armario con un grito que hizo que la mujer se sobresaltase. Aunque no tardó en recomponerse. Una sonrisa se pintó en su rostro, mostrando una gran sonrisa en sus dientes perfectamente blancos. Se ajustó las gafas por el lateral derecho usando dos dedos y su vista se enfocó en Katrielle.

— Deduzco que tú eres Katrielle. — Dijo, con una leve sonrisa en los labios. Tenía un acento extranjero que captó su atención. — Tu padre me habló mucho sobre ti.

— ¿Qué sabe usted de mi padre? — Preguntó, tensando los puños en el acto. — ¿Y quién se cree que es para tocar sus cosas?

La mujer pudo darse cuenta fácilmente de que había tocado un tema sensible para Katrielle. No sólo tenía la vista fija en ella, si no que parecía estar queriendo memorizarla. Parecía estar analizando su postura, la forma en la que se movían sus ojos verdes, el ligero movimiento que hacía con la pierna derecha o cómo se sujetaba nerviosamente el brazalete. O incluso su olor, que le recordaba a algo frutal, como una mezcla entre frutos rojos y otra cosa que no atinaba a identificar.

— Solíamos trabajar juntos. — Respondió ella. — Soy Amelia Flamair… ¿Nunca te habló de mí?

— Creo que me acordaría si me hubiera hablado de ti. — Respondió Katrielle.

— Quizá fueras muy joven entonces… — Respondió, negando con la cabeza. — Llevo mucho tiempo fuera… quizá se haya olvidado de mí. Tu padre es una persona ocupada y con muchos conocidos.

— ¿Ha estado fuera? ¿Dónde? — Katrielle había bajado la guardia, más curiosa que tensa.

— Oh, aquí y allá. Me muevo mucho. La última semana estuve en España. Galicia… Barcelona… ya sabes… — Sonrió. — Me mantengo activa… pero cuando me enteré de lo de tu padre… tuve que dejarlo todo para venir.

— Usted… ¿Quiere encontrar a mi padre?

— Si ha desaparecido durante dos meses… Decididamente ha debido ocurrirle algo gordo. Tu padre no es la clase de persona que se mantiene alejada del peligro.

— No, desde luego que no.

— Pero si le conozco, y le conozco un poco… estoy segura de que tendrá algo por aquí que podamos seguir como pista.

— La policía ya lo registró todo… incluso lo hicieron desde Scotland Yard. — Kat bajó la mirada, apesadumbrada.

— Oh, pero nosotros no somos la policía ni Scotland Yard. — Amy le guiñó un ojo. — Tú eres la hija de Layton, y yo, su ayudante…

Katrielle asintió. Tampoco es que tuviera otro hilo del que tirar. Pasar su sábado allí parecía mejor alternativa que hacerlo en casa haciendo los deberes. Mientras revisaban todos los documentos de su padre, a punto estuvo de llorar en varias ocasiones. Pero Amy se mantuvo firme, hasta que, en el último cajón del escritorio, encontró un diario.

— ¿Este es el diario de tu padre? — Preguntó Amy.

— Sí. Ahí anotaba todo lo que le iba sucediendo, sus reuniones, sus planes.

— ¿Y qué sacó la policía de él?

— Nada, no pudieron abrirlo. — Suspiró Katrille, desanimada.

— ¿Cómo que no pudieron abrirlo? Podrían haber roto los cierres.

La muchacha negó con la cabeza.

— Si se abre incorrectamente, toda la tinta se volatilizará.

— Así que… sólo tenemos que abrirlo. — Amy sonrió.

— ¿Podremos?

— Tu padre siempre dice que todo puzle tiene una solución, ¿No?

Katrielle asintió y ambas mujeres se quedaron mirando fijamente la cubierta del diario durante unos minutos.

— Parece haber algunas partes móviles… — Reflexionó Amy. — Seguramente debamos colocarlas en alguna posición concreta…

— Sí… — Respondió Kat. — Pero no se me ocurre nada.

— Debe ser algo importante para él. Algo que siempre tenga en la cabeza…

Kat estuvo probando algunas configuraciones moviendo las distintas piezas. Amy no le quitaba la vista de encima, con genuina curiosidad. Finalmente, Kat posicionó las piezas de color verde para que tomaran el aspecto de algo muy similar a una llave. Y, con un pequeño "click", la agenda se abrió.

— Vaya… decididamente eres hija de Hershel. — Amy sonrió. — Bien, veamos qué tenemos aquí… vayamos a la última anotación.

15 de diciembre

Creo que puedo llegar al fondo de esto. Tengo la sensación de que alguien está jugando conmigo. Detesto no encontrar la solución a este Puzle. Es como si estuvieran un paso por delante de mí. Pero las pistas me han llevado al almacén de la calle Baker. La mercancía robada se encuentra allí, estoy seguro. No puedo permitir que algo tan peligroso caiga en esas manos.

— Creo que ya tenemos una dirección. — Sonrió Amy. — Un almacén en la calle Baker… No es mucho, pero tenemos por dónde empezar.

— Un puzle no se puede resolver sin piezas. — Sonrió Amy. — ¿Vamos al almacén?

— Iría encantada, pero supongo que deberíamos avisar a tu madre. — Katrielle negó con la cabeza.

— Si le contase algo no me dejaría ir. — Admitió. — Aunque seas conocida de Papá, se preocuparía demasiado.

— Yo hablaré con ella más tarde, no te preocupes. — Amy negó con la cabeza. — Vámonos. Encontraremos a tu padre.

Amy condujo a Kat al parking de la universidad, donde parecía estar aparcado su coche. Aunque llamarlo suyo no sería del todo apropiado, ya que era un vehículo de alquiler.

— ¿Qué? — Preguntó al ver la expresión de Kat. — En el resto de Europa se conduce por la derecha… habría tenido que adaptar mi coche.

De hecho, Kat pudo ver que llegó a dudar al hacer amago de subirse al asiento del piloto. Tuvo que rodear el coche antes de, negando con la cabeza, llegar a subirse al asiento y arrancar. El sonido del motor tranquilizó a Kat mientras se encaminaban hacia la calle Baker.

— Supongo que no sabrás sobre qué estaba investigando tu padre…

— Ni idea. Él suele contarme sus historias cuando todo ha acabado. — Kat se encogió de hombros. — Espero que algún día me deje ir con él, cuando sea algo mayor. Odio quedarme en casa y esperarle…

— Es natural. — Dijo Amy, asintiendo con la cabeza. — Mira, ya hemos llegado. ¿Estás lista?

— Lo estoy. — Dijo Kat, asintiendo con la cabeza.

— Escucha… si pasa algo peligroso, quiero que te quedes atrás, ¿De acuerdo?

Mientras Amy observaba el edificio, se preguntaba si encontrarían algo. Habían pasado dos meses y el rastro estaba muy frío. Pero su intuición le decía que merecía la pena mantener la vista en cada pequeño detalle de aquel almacén aparentemente vacío, en el cual ni siquiera encontraron guardias que lo vigilaran.

Tenía un mal presentimiento, y no era sólo porque los registros del almacén no terminaban de encajarle… había algo más. La extraña sensación de que alguien la estaba observando. Le había pedido a Kat que se mantuviera cerca de ella en todo momento, pero hubo un instante en el que la niña se separó, interesada por algo que había visto en el suelo… y entonces… ocurrió.

Amy lo sintió menos de un segundo antes de que ocurriera. Movió la cabeza, justo a tiempo para que alguien no golpease su nuca y la dejara inconsciente con un golpe preciso. Una figura, envueltas en tinieblas, se lanzó hacia ella.

Amy se movió con una soltura que su cuerpo no indicaría, rechazando ese primer golpe y pasando a la ofensiva. Pero… se encontró ampliamente superada. Aquello estaba lo más lejos que se podía uno imaginar de una contienda igualada.

Aquella figura misteriosa no tardó en sobreponerse y empezar a golpear a Amy con fuerza y precisión. Amy tenía bastante más resistencia de lo que aparentaba. Pero aún así, era incapaz de encontrar una abertura en la acometida de puñetazos y patadas de su misterioso adversario.

— ¡Amy! — Kat había cogido una pala que apenas podía sostener, pero parecía dispuesta a ayudar.

— ¡Kat, mantente atrás!

Bajó la guardia. Craso error. Su enemigo no lo dudó y le dio un fuerte puñetazo en el estómago que la hizo doblarse de dolor. La figura emergió de entre las sombras y Amy pudo ver una figura femenina que no conocía. Kat juraba que la había visto antes.

— Muy bien. — Dijo, con un tono firme, apuntando con su dedo a Amy. — Ahora… vas a decirme dónde está el profesor Layton.

— ¿Qué? — Amy la miró con la más absoluta confusión. — No lo sé. Esa es la razón por la que vinimos.

La mujer bajó las manos y se quedó mirando a Amy. Kat se acercó y ayudó la ayudó a mantenerse de pie. La otra mujer le había dado tan fuerte que le costaba hacerlo y tuvo que sostenerse en la pared.

— De modo que no sabéis nada…

— No más que tú, aparentemente… este almacén era nuestra primera pista. — Reconoció Amy. — Vaya, sí que pegas fuerte. Menos mal que no le has dado a Kat.

— No le habría pegado a una niña. — Su interlocutora parecía visiblemente ofendida. — Espera… ¿Kat? De Katrielle. ¿Esa Katrielle?

— Soy Katrielle Layton, la hija del profesor. — Exclamó ella, poniéndose ante Amy con actitud protectora.

— Y yo soy Amelia Flamair. — Respondió con un quejido, sujetando su brazalete con la mano derecha. — ¿Nos iluminas con tu nombre y terminamos con las presentaciones? ¿Qué eres, una campeona de Kick Boxing?

— Mi nombre es Emmy Altava. Soy la antigua ayudante del profesor. — Dijo ella. — Siento haberte pegado… pensaba que eras una secuestradora.

— Bueno, yo también lo pensaba. — Amy se incorporó, visiblemente más repuesta. — Que extraño, Layton nunca me habló de ti.

— ¡A mí sí! — Respondió Katrielle. — Me contó un montón de historias sobre ti.

— Vaya, me alegra saber que me recuerda con cariño. — Murmuró ella. — Deduzco que todas estamos aquí porque queremos encontrar al profesor… Aunque no ha sido muy responsable traer aquí a una niña pequeña, ¿No crees, Amy?

— Eso nunca detuvo al profesor.

— Touché… — Respondió Emmy. — Ya que estamos en ello podríamos llamar a Luke.

— Lo intenté. — Respondió Kat. — Pero está ilocalizable.

— Seguramente estuviera con el profesor. — Emmy pensaba en voz alta. Se volvió hacia Amy. — Supongo que, por el momento, nosotras tres podremos ocuparnos del caso, ¿No crees, Amy?