En el norte, el castillo de Naraku se levantaba imponente en el frio y desolado paisaje. Sus muros de piedra oscura parecen absorber la luz del sol, creando una atmósfera sombría y opresiva. La fortaleza está rodeada de un denso bosque, donde la niebla se desliza entre los árboles, dando la impresión de que el castillo está oculto en un mundo aparte, lejos de la civilización. Con protecciones para evitar la visita de curiosos.

En el salón principal del tenebroso castillo, era un espacio oscuro y opresivo, que emanaba poder y mucha maldad. Las paredes de piedras eran adornadas con símbolos demoniacos y tapices que narran historias de traición y conquista.

En el centro, un imponente trono de madera negra se eleva sobre un estrado, decorado con intrincadas tallas de criaturas oscuras y gemas brillantes que reflejan la poca luz del lugar. Candelabros de hierro forjado cuelgan del techo alto, proyectando sombras inquietantes que danzan a lo largo de las paredes.

Kanna se encontraban a la expectativa, un aire pesado de tensión y misterio llena el salón, como si el mismo espacio estuviera impregnado de los oscuros pensamientos de Naraku. Este salón es el epicentro de sus planes, un lugar donde la ambición y la oscuridad se encuentran en su máxima expresión.

Con los puños apretados y los dientes rechinando, Naraku caminaba de un lado a otro, su mente en un torbellino. La frustración lo consumía; había creído que podía manipular a Sesshomaru como lo hacía con los demás, pero se había equivocado. Su rostro, revelando una expresión de furia y frustración. Había planeado meticulosamente que Sesshomaru matara a Kagome, esa miko que siempre era un obstáculo en sus ambiciones. Sin embargo, lo que no había anticipado era que el poderoso Daiyokai la marcaría en lugar de acabar con su vida.

El plan era simple, gracias a una bruja muy poderosa, habían logrado enviar un conjuro a Kagome de 14 años, casi un año antes que ella en realidad conociera el Sengoku. Una Kagome más vulnerable, pensó el demonio de cabellos negros. La chica fue puesta en trance, dejada a Mercer del Daiyokai para que este la matase. Pero debido a que sus planes no salieron como quería. Ya que la conexión entre ellos no puede borrarse, lo único que la bruja logro, fue hacer que ellos se olvidaran, como si nunca se hubieran conocido.

La marca que Sesshomaru había dejado en Kagome no solo la protegía, sino que también la vinculaba a él de una manera que Naraku no podía deshacer. Esto significaba que ahora tenía que lidiar con una nueva dinámica, una que no había previsto.

––– Kanna, el plan ha fracasado. Sesshomaru ha marcado a Kagome, y eso podría ser desastroso para mis intenciones. ¿Qué tan probable es que recuerden algo? ––– Con una mirada oscura y frustrada.

––– Es difícil de decir. Si el conjuro que usaste es lo suficientemente potente, podrían no recordar nada. Pero siempre existe el riesgo de que fragmentos de la verdad resurjan ––– Con calma, observando a Naraku.

––– Mate a la bruja que lanzó el hechizo. Su magia era fuerte, pero no puedo confiar completamente en que haya sellado sus recuerdos para siempre

––– La bruja tenía sus propios secretos. Aunque su hechizo fue poderoso, hay fuerzas en juego que podrían permitir que Kagome o Sesshomaru recuperen su memoria –––

––– Si Sesshomaru recuerda, no dudaría en matarme. Su furia sería implacable, especialmente si siente que he manipulado a Kagome ––– Con un gesto impaciente.

––– Necesitamos asegurarnos de que el hechizo se mantenga firme. Si ellos llegan a unirse y descubren la verdad, estarías en una posición muy vulnerable ––– Con una leve sonrisa, pero con un aire de preocupación.

––– Debemos actuar con cautela. Si puedo crear más confusión y mantenerlos ocupados, tal vez pueda evitar que se den cuenta de lo que he hecho ––– Con determinación en sus ojos.

––– Podrías usar ilusiones y distracciones para desviar su atención. Pero ¿será suficiente para mantenerlos alejados de la verdad?

––– Lo haré. Mientras más tiempo pase, más difícil será que recuerden. Pero debo ser astuto. No puedo permitir que sus instintos los lleven a descubrir mis manipulaciones ––– Con una risa baja y calculadora.

Kagome se encontraba en su habitación, la luz suave del atardecer filtrándose a través de la ventana. Se acercó al espejo, sintiendo una mezcla de curiosidad y ansiedad. Al mirarse, sus ojos se centraron en el área de su cuello, donde una marca que había creído era una anomalía de nacimiento ahora se hacía más evidente.

Después del encuentro con Sesshomaru, se había sentido un poco abrumada y escapo en kirara a su época. De eso ya hace una semana. Con un movimiento delicado, se inclinó hacia el espejo, acercándose para observar mejor. La marca, justo donde Sesshomaru había mordido, parecía brillar con una intensidad inesperada. Una luna creciente, de un tono plateado etéreo, elegantemente estilizada. Sus bordes eran suaves y curvos, creando una sensación de fluidez. La forma lunar no solo era hermosa, sino que también evocaba la conexión entre la noche y lo celestial, sugiriendo un lazo eterno y mágico. Se estremeció al pensamiento.

Kagome tocó suavemente la marca con la yema de sus dedos, sintiendo una calidez que parecía emanar de ella. ¿Qué significa esto? pensó, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. La herida, que antes había considerado como una simple peculiaridad, ahora parecía un vínculo tangible con el Daiyokai.

Mientras la observaba en el espejo, recordó el momento en que Sesshomaru la había mordido. El deseo que tenia de ser poseída por él, la fuerza de su presencia, la humedad que había sentido fue inexplicable. No comprendía nada de lo que estaba pasando, no dejaba de soñar con el Daiyokai, besándola – ¿Cómo rayos he tenido la marca de Sesshomaru conmigo siempre? – pensaba la azabache. Se preguntó si Sesshomaru también sentía esta conexión o si solo eran imaginaciones de ella.

Con un suspiro profundo, se apartó un poco del espejo, aun observando la marca con atención. Sabía que debía entender su significado y lo que implicaba para su relación con Sesshomaru. La marca era más que un simple detalle físico; era un símbolo de algo más grande, un hilo que unía sus destinos de maneras que aún no podía comprender.

Mientras la contemplaba su resplandeciente marca, una oleada de preocupaciones la invadió ––– ¿Se notará demasiado? ––– pensó, moviendo ligeramente su cabello para ocultarla. Aunque sabía que la marca era hermosa y significativa, temía que Inuyasha la viera y malinterpretara su significado. La idea de que pudiera descubrirlo la llenaba de ansiedad.

Imaginó la escena: Inuyasha entrando en su casa, sus ojos encontrando la marca y, de inmediato, un torbellino de emociones surgiendo en él. ¿Se enojaría? ¿Sentiría celos? La idea de que su amado pudiera sentirse traicionado le rompía el corazón.

Kagome se sentía atrapada entre sus sentimientos por Inuyasha y la conexión inesperada con Sesshomaru. ¿Cómo podría explicar que la marca no significaba que lo eligiera a él sobre Inuyasha? La complejidad de sus emociones la abrumaba.

Nunca había sido necesario esconder tal marca, pero desde el encuentro con el Daiyokai esta era mas presente, mas brillante. Mas imponente. Decidió ponerse una de sus clásicas faldas en color azul, con un suéter con capucha negro. Cuando estaba terminando de vestirse pudo escuchar a su abuelo y la voz inconfundible de su amigo mitad demonio. Se asomo por su puerta escaleras abajo podía ver la divertida escena.

––– ¿Qué estás haciendo, viejo? ¿Preparando un ritual para invocar a los espíritus o algo así? ––– mirando los pergaminos.

––– ¡No es un ritual! Estoy tratando de purificarte, joven demonio. Estos pergaminos son muy poderosos.

–––¿Purificarme? ¿Por qué? ¡Soy un medio demonio, no un espíritu maligno! ––– cruzando los brazos.

–––¡Eso es exactamente lo que un espíritu maligno diría! ¡Prepárate! ––– Levantando el pergamino a la cara de Inuyasha.

––– ¡Espera! No tengo tiempo para tus locuras ¡Kagome, vámonos! ––– Tratando de escapar.

––– Abuelo, deja a Inuyasha en paz ––– Dijo la chica terminando de bajar las escaleras.

El Mitad demonio la observo parecía un poco nerviosa, pero al oler el ambiente no noto nada extraño, y como iba a notarlo. Desde que el conoce a Kagome ella tiene ese particular aroma, Vainilla con almizcle.

Kagome bajó las escaleras, sintiendo el peso de la marca en su cuello como un recordatorio constante de sus dilemas internos. La risa de Inuyasha y la insistencia de su abuelo parecían distantes, como si estuviera atrapada en un sueño del que no podía despertar.

––– ¿Listo? ––– preguntó Inuyasha, sus ojos brillando con emoción, pero Kagome notó una sombra de preocupación en su mirada.

––– Sí, pero… ––– comenzó ella, dudando. La verdad sobre la marca estaba en sus labios, pero el miedo a desatar una tormenta emocional la detuvo.

El abuelo, aun sosteniendo el pergamino, interrumpió.

––– ¡No olvides tu amuleto, Kagome! Es esencial para protegerte en el Sengoku.

Kagome asintió, tomando el amuleto que su abuelo le había dado. Era un pequeño colgante que brillaba con un tono azul, un recordatorio de su conexión con el pasado y sus ancestros. Lo colocó alrededor de su cuello, justo al lado de la marca de Sesshomaru, sintiendo una extraña dualidad.

Con un salto, Inuyasha se colocó en la puerta, listo para atravesar el pozo.

––– ¡Vamos! No tenemos tiempo que perder.

Kagome lo siguió, sintiendo cómo la ansiedad se convertía en emoción. El pozo era un portal a otro mundo, un lugar donde sus problemas parecían desvanecerse, aunque sabía que la realidad siempre los alcanzaría.

Al caer en el pozo, la sensación de ingravidez la envolvió. Los colores se mezclaban y giraban a su alrededor hasta que, de repente, aterrizó en el Sengoku. Aunque en su época estaba anocheciendo, la luz del sol brillaba intensamente en el Sengoku, y el aire estaba impregnado de los aromas de la naturaleza.

Inuyasha se estiró y miró a su alrededor, su instinto de mitad demonio alertado.

––– ¿Ves algo raro? ––– preguntó, su voz grave resonando en el silencio del bosque.

Kagome miró a su alrededor, pero no vio nada fuera de lo común. Sin embargo, la marca en su cuello comenzó a calentar, como si respondiera a algo en el ambiente.

––– No, todo parece normal… ––– dijo, tratando de ocultar su inquietud.

Pero en su interior, sentía una creciente conexión con el mundo que la rodeaba. La marca parecía vibrar con energía, y una parte de ella sabía que estaba destinada a descubrir su significado en este lugar.

Mientras caminaban, Kagome se detuvo al escuchar un susurro en el viento, una voz familiar que parecía llamarla.

––– Kagome…

Su corazón se aceleró. Era la voz de Sesshomaru. Se volvió hacia Inuyasha, su mirada llena de confusión.

––– ¿Escuchaste eso? ––– preguntó, tratando de mantener la calma.

––– ¿Qué? No hay nadie aquí ––– Frunciendo el ceño.

La azabache giró la vista hacia el denso bosque que se extendía ante ella, sintiendo cómo la brisa suave acariciaba su rostro y susurraba secretos antiguos. Los árboles, altos y majestuosos, parecían contemplarla con sabiduría, como si conocieran el peso de su destino. sacudió la cabeza y le dedico una sonrisa a Inuyasha, quien ajeno a la situación tomo la mochila como si de una pequeña bolsa se tratara, mientras ambos caminan en dirección a la cabaña de la anciana Kaede.