El crepitar del fuego en la cabaña parecía ser el único sonido que se atrevía a romper el silencio sepulcral que había dejado la declaración de Sesshomaru. Toda la cabaña era sumida en silencio, los planes de Naraku nuevamente ponían en juego la vida de alguien en el grupo. Kagome sentía cómo su corazón palpitaba con fuerza, cada latido resonando en sus oídos mientras intentaba procesar lo que estaba sucediendo. La presencia del Daiyokai era abrumadora, como un manto de energía que la envolvía y la dejaba sin aliento.
El demonio de cabello plateado permanecía erguido, su figura imponente proyectando sombras alargadas en las paredes de la cabaña. Sus ojos dorados, fríos como el invierno más cruel pero ardientes en su intensidad, estaban clavados en ella, y Kagome sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Era como si él pudiera ver a través de ella, como si no hubiera rincón de su alma que pudiera ocultarle.
Kagome alzó una mano temblorosa hacia su cuello, donde un leve resplandor comenzaba a emanar. La piel ardía como si estuviera siendo marcada por fuego, y el dolor era tan extraño como familiar. Sus ojos se encontraron con los de Sesshomaru por un instante, y en ese breve momento, algo indescriptible pasó entre ellos: una conexión que no podía explicar, ella quería pelear con las sensaciones que estaba sintiendo, pero sentía la imperiosa necesidad de acercarse al Demonio, de tocarlo y tenerlo cerca.
–– Sesshomaru –– murmuró Kagome, intentando reunir fuerzas para hablar. –– Esto… esto no tiene sentido. Yo no soy… — No sabía que decir, quería decirle que ella no era un objeto; sin embargo, una parte de ella estallaba de felicidad al verlo. No lo comprendía.
Sesshomaru inclinó ligeramente la cabeza, logrando que los cabellos de la chica se erizaran. El dio un paso hacia ella y sin quitarle los ojos en ningún momento; la tensión era latente. Todos estaban atónicos con la presencia de Sesshomaru.
—No necesitas entenderlo —respondió con frialdad—. Lo único que importa es que mi bestia te ha elegido. Y lo que perteneces a este Sesshomaru, nadie más puede tocarlo.
El tono posesivo de sus palabras hizo que un nuevo escalofrío atravesara la espalda de Kagome, al mismo tiempo que un calor intenso la atrapo al momento. Había algo profundamente perturbador en esa declaración, algo que encendía una mezcla de miedo y deseo en su interior. Pero antes de que pudiera responder, un rugido furioso rompió la tensión.
—¡Basta ya! —gritó Inuyasha, abalanzándose hacia Sesshomaru con Tessaiga desenvainada. Sin embargo, antes de que pudiera siquiera acercarse, una barrera de energía surgió alrededor de ellos, deteniéndolo en seco. Era Kagome, inconsciente o conscientemente, estaba protegiendo el vínculo.
Inuyasha gruñó con frustración, golpeando la barrera una y otra vez mientras sus ojos se llenaban de ira.
—¡No voy a permitir que hables de Kagome como si fuera tuya! ¡Ella no te pertenece!
Sesshomaru ni siquiera se molestó en mirarlo. Su atención permanecía completamente centrada en Kagome, como si Inuyasha no fuera más que un ruido molesto en el fondo.
—Hanyō —dijo con desprecio—. Tu incapacidad para protegerla es lo que nos ha traído hasta aquí. Naraku ya ha puesto sus ojos en ella, y tú no eres más que un obstáculo insignificante en su camino.
Las palabras de Sesshomaru cayeron como un golpe seco en la cabaña, haciendo que todos los presentes contuvieran la respiración. Inuyasha gruñó con más fuerza, su energía demoníaca comenzando a emanar mientras seguía golpeando la barrera sin éxito.
Miroku dio un paso adelante entonces, levantando una mano en un gesto conciliador.
— Sesshomaru — intervino con calma, aunque su mirada estaba cargada de tensión—. Entendemos la gravedad de la situación, pero no podemos resolver esto enfrentándonos entre nosotros. Si realmente deseas proteger a Kagome, debemos unir fuerzas contra Naraku.
Sesshomaru giró ligeramente la cabeza hacia él, evaluándolo con una mirada fría y calculadora.
—No confundas mi decisión con cooperación, monje —respondió finalmente—. Lo único que me interesa es asegurarme de que Naraku no obtenga lo que desea… y eso incluye a esta humana.
Antes de que alguien pudiera responder, Kagome intentó levantarse del suelo, pero sus piernas temblaban demasiado para sostenerla. Sesshomaru lo notó y, sin previo aviso, se inclinó hacia ella y deslizó un brazo alrededor de su cintura, levantándola con una facilidad alarmante.
—¡Suéltala! —gritó Inuyasha, sus ojos llenos de desesperación al ver cómo Sesshomaru sostenía a Kagome tan cerca de él.
— No tienes derecho a darme órdenes —respondió Sesshomaru con frialdad—. Ella está bajo mi protección ahora.
Al momento que sus manos la tocaron, Kagome sintió como una oleada de energía la impregnaba, se sentía terriblemente increíble, tuvo que reprimir un gemido en frente de sus amigos, ya estaba suficiente apenaba con toda la situación. Miro al demonio a los ojos, una nueva oleada de sensaciones la atravesó.
—¿Por qué haces esto? —preguntó con voz temblorosa—. ¿Por qué yo?
—Porque eres mía —declaró con firmeza—. No permitiré que nadie te arrebate de mi lado… ni siquiera tú misma.
Las palabras resonaron en la mente de Kagome como un eco interminable. Había algo tan absoluto en su tono, tan inquebrantable, que no pudo evitar sentirse atrapada por él. Era como si una parte de ella quisiera resistirse con todas sus fuerzas… pero otra parte se sentía extrañamente segura bajo su mirada protectora y posesiva.
—¡Kagome no necesita tu protección! — gritó Inuyasha desde el otro lado de la barrera —. ¡Nos tiene a nosotros! ¡Tiene a sus amigos!
Sesshomaru finalmente giró su mirada hacia él, y la intensidad en sus ojos hizo que incluso Inuyasha vacilara por un instante.
—Tus "amigos" no serán suficientes contra Naraku —dijo con desdén—. Él es más astuto y cruel de lo que puedes imaginar. Y Kagome… ella es más valiosa de lo que cualquiera de ustedes comprende.
Con esas palabras, Sesshomaru giró sobre sus talones y comenzó a caminar hacia la salida de la cabaña, llevando a Kagome consigo como si fuera lo más natural del mundo.
—¡Espera! — exclamó Kagome, intentando liberarse de su agarre una vez más—. ¿A dónde me llevas?
Sesshomaru no respondió inmediatamente. Siguió caminando hasta salir al aire libre, donde la luna llena brillaba intensamente sobre ellos. Solo entonces se detuvo y bajó la mirada hacia ella.
—A donde sea necesario para mantenerte a salvo —dijo finalmente, su voz baja pero cargada de determinación—. No importa quién intente detenerme.
Kagome abrió la boca para protestar, pero las palabras murieron en su garganta al ver la intensidad en su mirada. Había algo tan absoluto en él, tan inquebrantable, que supo en ese momento que nada de lo que dijera cambiaría su decisión.
Desde el interior de la cabaña, Inuyasha rugió con frustración al ver cómo Sesshomaru se alejaba con Kagome en brazos. Golpeó la barrera una última vez antes de caer de rodillas, sus manos temblando por la impotencia.
Miroku colocó una mano sobre el hombro del hanyō, intentando consolarlo.
— Debemos confiar en que Kagome estará bien por ahora –– dijo con calma, aunque sus propios ojos reflejaban preocupación.
Sango asintió lentamente mientras abrazaba a Shippō, quien seguía temblando detrás de ella.
— Tenemos que encontrar una forma de ayudarla… sin importar lo que cueste.
— Tenemos que ir a la aldea donde me entrene como monje — Miroku se encontraba pensativo.
— ¿Crees que hay alguien que nos pueda ayudar? — El pequeño Shippo por fin podía articular palabra — Tenemos que rescatar a Kagome.
— La anciana Kaede tiene razón, hace muchos años no se escucha de un demonio marcando un humano.
Los planes para rescatar a Kagome de las garras de Naraku y probablemente de Sesshomaru se pusieron en marcha. Inuyasha no iba a permitir que Kagome le fuera arrebatada.
Mientras tanto, Kagome miraba hacia el bosque oscuro frente a ellos mientras Sesshomaru avanzaba sin detenerse ni una vez. Su corazón estaba dividido entre el miedo y una extraña sensación de seguridad bajo su protección.
La fría brisa de la noche acariciaba el rostro de Kagome mientras Sesshomaru la llevaba en sus brazos a través del bosque. La luna llena iluminaba el camino, pero las sombras danzaban entre los árboles, creando figuras inquietantes que parecían susurrar secretos prohibidos. Kagome intentó calmar su respiración, pero su corazón seguía latiendo con fuerza, como si presintiera que algo terrible estaba a punto de suceder.
––– ¿Qué planeas hacer conmigo? ––– preguntó finalmente, rompiendo el silencio que se había vuelto insoportable. Su voz era apenas un hilo, temblorosa y cargada de incertidumbre.
Sesshomaru no respondió de inmediato. Sus ojos dorados seguían fijos en el camino, su expresión tan fría e impenetrable como siempre. Pero finalmente, después de un largo momento, habló, su tono bajo y grave resonando como un eco en la oscuridad.
––– Liberarte ––– dijo simplemente.
Kagome frunció el ceño, confundida. Sus palabras eran tan enigmáticas como él mismo.
––– ¿Liberarme? ¿De qué hablas?
Sesshomaru se detuvo de repente, sus pasos cesando en un claro donde la luz de la luna caía directamente sobre ellos. Bajó a Kagome con cuidado, permitiéndole ponerse de pie, aunque sus piernas aún temblaban. Cuando sus ojos se encontraron, Kagome sintió un escalofrío recorrer su espalda. Había algo en su mirada… algo oscuro y antiguo que parecía contener siglos de secretos.
––– El hechizo que nubla tus recuerdos ––– explicó finalmente. ––– Esa marca en tu piel yo la puse ahí.
— ¿Por qué me marcaste?
— Porque eres mía.
Kagome llevó una mano a su cuello instintivamente, donde sabía que la marca estaba grabada en su piel. Eso en realidad no le respondió su duda principal. Pero Sesshomaru nunca ha sido un demonio de muchas palabras.
––– ¿Cómo piensas romper el hechizo? ––– preguntó con cautela
Sesshomaru no respondió de inmediato. En lugar de eso, giró ligeramente la cabeza hacia el bosque, como si estuviera escuchando algo que ella no podía oír. Después de un momento, volvió a mirarla.
––– Hay una bruja en mi castillo ––– dijo con calma. ––– Ella posee el conocimiento necesario para deshacer el hechizo. Pero el proceso no será fácil… ni será indoloro.
El corazón de Kagome se hundió al escuchar esas palabras. Había algo en su tono que le decía que estaba hablando muy en serio.
––– ¿Qué quieres decir con "indoloro"? ––– preguntó con voz temblorosa.
Sesshomaru se inclinó ligeramente hacia ella, su rostro tan cerca del suyo que pudo sentir su aliento frío contra su piel.
––– Significa ––– dijo lentamente ––– que tendrás que enfrentarte a las partes más oscuras de ti misma… y sobrevivir a ellas.
Antes de que Kagome pudiera responder, Sesshomaru se enderezó y comenzó a caminar nuevamente. Ella lo siguió a regañadientes, sintiendo que no tenía otra opción. El bosque parecía volverse más denso a medida que avanzaban, las sombras más profundas y los sonidos más inquietantes.
Finalmente, llegaron a la cascada que marcaba el inicio del territorio del Daiyokai, la estructura imponente se aprecia de lejos. Kagome suspiro. Tenía una sensación terriblemente familiar que no la dejaba sola.
