Notas de autora: ¡Hola a todos! Muchas gracias por sus alertas, favoritos y comentarios. Realmente lo aprecio. Ahora sí, los dejo con el capítulo del día de hoy.
Advertencia: el capítulo contiene algunas descripciones gráficas de violencia física y se encuentra escrito desde el POV (point of view = punto de vista) de Draco.
7 de enero de 2011
Una extraña percepción me recorre por completo mientras siento mi cuerpo moviéndose y girando a una velocidad alarmante. Dicha sensación no se parece a nada que haya experimentado antes, aunque, si tuviera que describirla, podría ser similar a la que se obtendría pasando a través de un tubo de goma muy estrecho. Mi respiración comienza a escasear rápidamente, y por el rabillo del ojo, puedo ver infinitos colores entremezclados en una especie de figura abstracta. El aire que ingresa a mis pulmones parece ser ínfimo y el sentimiento de asfixia al cual estoy siendo sometido está dejándome al borde de la inconciencia. Y justo cuando creo que finalmente podré perderme en la bendita oscuridad, todo se detiene de golpe. Mis pies aterrizan de forma inestable sobre una calle que ha visto mejores días, si las abundantes grietas y hoyos que recubren la acera son indicativo alguno de ello. Aunque no tengo tiempo de siquiera hacer el intento de ubicarme en el lugar en el que me encuentro porque, de inmediato, siento a alguien empujarme con prisa a través de la calle oscura y vacía en la cual nos hallamos.
No tengo la menor idea de quién es la persona que está arrastrándome con fuerza por este barrio desierto y algo lúgubre, pero de lo que estoy completamente seguro es que, sea quien sea mi acompañante, es una mujer. ¿Y cómo es que puedo saber esto? Eso es debido al fuerte agarre que esta mujer tiene sobre mi brazo derecho, el cual está teniendo la potencia suficiente como para apretarme de forma tal de arañar dolorosamente mi piel con sus uñas largas y filosas. Su apriete es tan vicioso, que no puedo evitar pensar en ello como el agarre de una arpía con una de sus presas. Un escalofrío me recorre al pensar en ello y siento unos deseos imperiosos de escapar de ella, pero mi cuerpo se encuentra inexplicablemente débil y al borde de la inconciencia, por lo cual sólo consigo que un escalofrío cargado de terror me recorra por cada rincón de mi ser.
La chica, por el contrario, parece ajena a los pensamientos que me asaltan, y simplemente continúa arrastrándome durante lo que parecen ser horas por estas calles desoladas. Edificios viejos y con pinturas descascaradas debido a la humedad pasan por delante nuestro, mientras que paredones plagados de graffiti se alzan orgullosamente en un despliegue de colores brillantes para expresar sus mensajes. Todo esto, sumado a la iluminación escasa que proviene de las pocas farolas que todavía no han sido vandalizadas, termina de confirmarme que nos encontramos en un barrio de muy bajos recursos, aquellos que todos los tours de recorridos para turistas evaden debido a los peligros que podrían encontrarse en dichos lugares. Otro escalofrío me asalta al pensar que podríamos toparnos con alguna pandilla o algo mucho peor, pero una parte de mi ser que ni siquiera sé de dónde proviene me dice que el único verdadero peligro para mi persona lo representa la chica que todavía continúa arrastrándome como si fuera un muñeco de trapo.
Intento volver a apartarme de su agarre, pero mi cuerpo se siente tan débil que ni siquiera soy capaz de mover mis brazos, aunque no debo preocuparme más por ello, ya que la chica parece haber encontrado el lugar al cual nos dirigimos y, de inmediato, me arroja con fuerza contra un callejón sin salida que se encuentra completamente oscuro. Un fuerte empujón contra mi espalda me hace tropezar hacia adelante y caer a unos pocos pasos de un contenedor de basura de gran tamaño y del que desprende un desagradable aroma a basura acumulada durante varios días. Aunque ese es el último pensamiento coherente que consigo tener, antes de sentir un fuerte golpe contra una de mis costillas. A este golpe le siguen una rápida sucesión de patadas que tienen una saña alarmante, y en mi estado de debilidad, sólo consigo apretarme en una especie de bolita para cubrir las partes más sensibles de mi cuerpo, a la vez que hago un esfuerzo sobrehumano para elevar mis brazos y resguardar como puedo mi rostro y cabeza. Afortunadamente, si es que así puede llamarse a lo que está ocurriendo conmigo, la chica no parece interesada en apuntar a mi cabeza, sino que se contenta con asestar la punta de sus botas contra mis piernas y la parte que no llego a cubrir de mi cadera.
El ataque, que no parece tener motivo alguno para ser realizado, continúa por lo que aparenta ser una eternidad, y como toda mi atención está puesta en buscar la forma de evitar que la paliza que estoy recibiendo dañe algún órgano importante de mi cuerpo, no consigo elevar lo suficiente la cabeza para identificar a mi atacante. Después de un golpe particularmente fuerte contra una de mis piernas, la chica parece detenerse para agacharse junto a mi rostro. El terror que me recorre me impide quitar mis brazos de la forma en la que cubren mi cabeza, pero, a través de un resquicio que queda entre ambos, puedo ver que el rostro de mi atacante se encuentra oculto por las sombras que recorren el callejón y ni siquiera su cabello es visible, ya que este último se halla oculto mediante la capucha que posee el largo abrigo de la chica. Lo único capaz de identificar a esta mujer es el fuerte y desagradable perfume floral que desprende de su cuerpo, el cual me genera arcadas.
Sin posibilidad de conocer la identidad de mi atacante y temiendo que esta última se haya acercado a mí para hacer algo más letal que darme patadas, continúo acurrucado en mi lugar en el suelo y comienzo a rogar a cualquier deidad existente porque alguien pase por este lugar y venga en mi auxilio. Desafortunadamente, a estas horas de la noche nadie parece estar rondando por esta calle en particular y no me queda otra opción más que quedarme indefenso frente a esta peligrosa mujer, mientras la escucho espetarme algo con el mayor rencor posible.
─Este es el lugar donde vas a quedarte para pudrirte. En un sucio callejón muggle, como la basura que siempre has sido.
La chica se pone de pie, y por un segundo, temo que este sea el final para mí, que ella definitivamente ha decidido dar el último golpe y terminará matándome, para luego dejarme al olvido en este barrio que parece estar corriendo el mismo destino que el mío. Afortunadamente, esas no parecen ser sus intenciones, y después de escupir en el suelo junto al lugar donde se encuentra mi rostro, la mujer se aleja en dirección a la calle por la que vinimos. Sus pasos alejándose se oyen durante unos segundos, antes de desaparecer junto al sonido de un fuerte chasquido similar al que haría un arma, aunque algo me dice que este último no fue provocado por algún disparo, sino por la desaparición de la mujer, algo que, sin duda alguna, no tiene ningún sentido ya que nadie podría materializarse en otro lugar sólo con un chasquido.
Me quedo en silencio durante unos segundos, esperando escuchar a la mujer regresar para continuar con esta tortura a la que me expuso, pero ella no regresa. Cuando asumo que ella no volverá a terminar con su trabajo, la adrenalina que estuvo manteniéndome alerta para superar este ataque parece desvanecerse de mi cuerpo, y de inmediato, siento un dolor agudo recorrer cada parte de mi maltrecho cuerpo. Me quedo temblando en el piso debido a la golpiza que recibí y al viento gélido que comienza a colarse a través de la delgada capa de ropa que tengo puesta, mientras comienzo a pensar qué es lo que voy a hacer ahora, especialmente porque mi mente se halla tan confundida que ni siquiera soy capaz de recordar mi propio nombre. No tengo idea de quién era esa mujer ni el motivo por el que parece odiarme tanto, a tal punto de drogarme y lastimarme de esa forma; porque sí, tal vez no tenga pruebas de ello, pero tampoco tengo dudas de que esa perra me drogó de alguna forma para poder manejar mi cuerpo a su voluntad y sin que pueda hacer algo para defenderme ya que, en circunstancias normales, una chica tan delgada como ella no representaría amenaza para alguien tan alto y fuerte como yo. Y aunque lo intento, mi cerebro no puede recordar nada que pueda brindarme un contexto a todo lo ocurrido. No recuerdo absolutamente nada. No sé dónde estoy, no sé a dónde ir ni a quién llamar para pedir ayuda, pero lo peor y más preocupante de todo esto es que no tengo la más mínima idea de quién soy yo.
Mi cuerpo comienza a temblar con algo más que el frío aire invernal, y justo cuando creo que moriré congelado y olvidado en este callejón oscuro y maloliente, escucho unos pasos bastante pesados acercándose hacia mí. Intento hacer el esfuerzo de incorporarme, pero me encuentro tan débil que lo único que consigo hacer es alejarme unos centímetros del escupitajo que mi atacante soltó. De repente, los pasos se detienen junto a mí y escucho una voz ronca y áspera que comienza a espetarme algo con marcada molestia.
─¡Largo de aquí, muchacho! ¡Este no es lugar para que adictos como tú se pongan a echar una siesta!
Mi cerebro no termina de captar del todo el significado de cada una de las palabras que dijo el hombre, pero consigo entender lo suficiente como para saber que no soy bienvenido aquí. De inmediato, fuerzo toda la energía que me queda para ponerme de pie y alejarme de este lugar antes de que el hombre decida sacarme de aquí a patadas, pero los golpes que recibí me dejan gimoteando de dolor y sólo consigo acurrucarme de miedo en el suelo del callejón. Afortunadamente, el hombre parece notar la sangre que corre desde mis lastimaduras, con lo cual comprende que no soy uno de los adictos a los que, por lo visto, suele echar de su lugar. Rápidamente, lo siento agacharse junto a mí y moverme con la mayor delicadeza que sus manos grandes y rechonchas pueden reunir.
─Oye, ¿te encuentras bien, hombre? ¿Necesitas que llame a una ambulancia por ti?
¿Ambulancia? No sé a qué se refiere con ello. Nunca escuché ese término, aunque mis pensamientos no son algo de lo que pueda fiarme en estos momentos y quizás sí lo haya hecho; después de todo, no puedo estar seguro de nada de lo que pasa por mi mente, siendo que ni siquiera puedo ser capaz de recordar mi propio nombre. Por fortuna, el hombre no parece esperar una respuesta de mi parte, y simplemente comienza a palmearme con sus manos grandes y rechonchas en busca de signos vitales. Un gemido adolorido escapa de mis labios lastimados cuando el hombre consigue ponerme boca arriba y, es entonces, cuando lo escucho dar un jadeo ahogado, a la vez que me pregunta algo que me deja completamente confundido.
─¿Draco? ¿Draco, eres tú?
¿Draco? ¿Qué es Draco? ¿Acaso es un nombre? ¿Lo es? Nunca escuché nada igual. ¿Y por qué ese hombre está llamándome de esa forma? ¿Es posible que ese sea mi nombre? Si esto es así, entonces, ¿por qué no puedo recordarlo? Estoy seguro de que recordaría algo como eso. No hay forma de que pueda olvidar un nombre tan peculiar como Draco. Aunque no tengo tiempo de intentar encontrar una explicación a mis preguntas porque, de inmediato, siento una de las manos rechonchas del hombre tomando mi brazo izquierdo y levantándome la manga para revelar mi antebrazo. Y a pesar de que la luminosidad del callejón es escasa, eso no me impide ver que mi piel pálida se encuentra marcada con una especie de tatuaje en el que se observa una calavera que tiene entrelazada una serpiente formando un signo infinito. El tatuaje es bastante preciso y parece bien realizado, pero hay algo en él que me provoca una desagradable sensación de náuseas y terror. No comprendo el motivo de ello, pero tengo la extraña impresión de que ese tatuaje representa algo que me aterra y avergüenza al mismo tiempo; aunque el hombre junto a mí no parece perturbado por él, de hecho, es todo lo contrario, porque su rostro rechoncho se ilumina con algo parecido a la alegría.
─¡Draco! ¡Eres tú! ¡Merlín! ¿Qué diablos te sucedió?
El hombre dice esto con una marcada emoción y algo de preocupación en su tono de voz, a la vez que vuelve a colocar mi manga en su lugar, y sólo cuando dejo de ver la imagen de ese tatuaje, me doy cuenta del alivio que siento. Honestamente, no sé cuál es el motivo por el cual ese dibujo en mi piel puede aterrarme tanto, siendo que sólo es un poco de tinta ubicada estratégicamente para formar una imagen precisa y de mal gusto, pero lo hace. Realmente lo hace. Aunque no tengo tiempo para pensar más profundamente en el significado de ese tatuaje porque, de repente, siento al hombre utilizar sus brazos anchos para levantarme del suelo como si yo no pesara nada, y luego comienza a dirigir sus pasos hacia una puerta ubicada en el lado izquierdo del callejón y que yo no fui capaz de notar debido a la golpiza que estaba recibiendo.
Y a pesar de que debería estar intentando huir de este hombre desconocido o, al menos, desconfiar de sus intenciones, algo dentro de mi ser me dice que puedo confiar en él. No sé qué es, pero el simple hecho de ver la figura de este hombre me inspira un sentimiento de confianza, uno que me dice que él no representa amenaza alguna para mí. Desde la distancia escasa que nos separa puedo ver que el hombre que está llevándome en sus brazos es alguien muy alto, bastante relleno y con la contextura física capaz de moler los huesos de una persona de un sólo golpe. Todo en su aspecto me recuerda a una especie de gran gorila, lo cual habilita a mi mente para comenzar a llamar a este desconocido como el 'señor gorila'.
El señor gorila se detiene frente a la puerta y lo siento luchar con sus manos para mantenerme en sus brazos y, a la vez, sacar algo de uno de sus bolsillos. Finalmente, parece encontrar lo que estaba buscando y saca una especie de palo largo y delgado, el cual agita contra la puerta y murmura una palabra que suena similar a Alohomora, aunque yo no reconozco el significado de ésta última; de hecho, dudo que siquiera sea una palabra real. A pesar de todas mis sospechas, esta palabra parece haber hecho algo, ya que el sonido del click de la cerradura resuena por todo el callejón vacío, y como por arte de magia, la puerta se abre frente a nosotros. Una vez que atravesamos lo que parece ser la trastienda de una panadería, el señor gorila me recuesta sobre un sillón desvencijado ubicado cerca de una chimenea.
Sin volver a decir nada, el señor gorila se encarga de mover el palito en movimientos rebuscados en el aire, lo cual provoca que las puertas de unas alacenas se abran. Inmediatamente, comienzan a volar por el aire gasas, vendas y frascos con líquidos raros. Mis ojos se abren con una aterradora fascinación, mientras observo cómo un cuenco comienza a llenarse con agua por sí solo. Todo este despliegue de magia me deja con la boca ligeramente abierta y sin poder parpadear, mientras me pregunto en qué realidad alterna he aterrizado para que este tipo de cosas sean reales. Estoy tan sorprendido con el aparente descubrimiento de que la magia es real, que ni siquiera me doy cuenta del momento en el que el señor gorila comienza a curar mis heridas, y sólo me percato de ello cuando lo escucho preguntarme algo mientras él se encarga de limpiar con un trapo los cortes que tengo en mis brazos.
─¿Qué diablos te ocurrió, Draco? ¿Quién te dejó como un saco de harina roto? Pero por sobre todas las cosas, ¿qué haces aquí, en el mundo muggle?
Lo observo con confusión durante unos segundos, sin poder evitar hacer una mueca dolorida cuando el señor gorila comienza a curarme el pómulo hinchado con un ungüento de color amarillo que huele terrible, pero que comienza a aliviar mi malestar casi al instante. No teniendo muy en claro qué debería decirle a este hombre, especialmente porque no recuerdo absolutamente nada y él parece conocerme, suelto un suspiro desganado y me decido por ser honesto. Después de todo, esta persona podría ser quien me ilumine y ponga algo de orden en el descontrol absoluto que es mi mente.
─Lo siento, pero no tengo idea de quién eres ni por qué dices conocerme.
El señor gorila no parece contento con mi respuesta y, de inmediato, suelta el trapo con el que estaba limpiando mis heridas y comienza a espetarme unas palabras en un tono cargado de enfado y algo de decepción.
─Eres un maldito desagradecido, Malfoy. ─El hombre arroja el trapo sucio sobre el cuenco de agua y comienza a mover sus brazos con movimientos torpes que lo hacen parecer aún más a un gorila. Luego, vuelve a posar la vista en mí y continúa recriminándome por cosas de las que yo no tengo idea o, al menos, de las que no puedo recordar. ─No puedo creer que finjas no conocerme después de todo lo que hemos pasado juntos. Nos conocemos desde que éramos niños y hemos compartido cientos de cosas, pero ni aun así eso es suficiente para que el perfecto Draco Malfoy reconozca mi presencia, ¿verdad?
El señor gorila parece bastante enfadado y sinceramente herido, y como yo temo que este último pueda enfadarse lo suficiente como para estamparme uno de sus puños rechonchos en mi rostro, me apresuro a tratar de tranquilizarlo. Algo me dice que este hombre no parece tener demasiadas luces en su cerebro y él no se dará cuenta de la verdad a menos que se lo explique detalladamente y con palabras de fácil comprensión.
─¡Espera! ¡No estoy fingiendo! Realmente no sé quién eres. De hecho, ─Hago una pausa con el fin de brindarme fuerzas para decir lo que ha estado atormentando mi mente desde que esa chica me arrastró por esas calles vacías. ─ni siquiera sé quién soy yo.
El señor gorila me observa con la boca abierta y una mirada muy tonta que habría sido capaz de hacerme reír en cualquier otra ocasión, pero estoy tan aterrado de que este hombre gigante me golpee, que sólo me limito a esperar a que la idea se asiente en su cerebro. Afortunadamente, no tengo que esperar demasiado para que el hombre comprenda aquello que salta a la vista porque, rápidamente, lo escucho preguntarme algo con desconcierto.
─¿De verdad no recuerdas nada?
─No, nada.
─¿No recuerdas quién soy yo?
─No, lo siento. No te recuerdo.
Algo de tristeza pasa a través de los ojos oscuros del señor gorila, pero, de inmediato, se reemplazan con algo que está marcado de concentración.
─¿Tampoco recuerdas quién eres tú?
Niego con la cabeza porque las palabras, de alguna forma, se han atorado en mi garganta. El hecho de no recordar quien soy parece afectarme más que cualquier otra cosa, incluso más que el odio con el que esa mujer desconocida me atacó. Mis pensamientos vuelven a la realidad cuando escucho al señor gorila preguntándome algo que me deja desconcertado, confundido y con una extraña sensación en mi pecho, una que está cargada de tristeza y nostalgia.
─¿Ni siquiera recuerdas Hogwarts o lo que ocurrió allí?
─No sé qué es Hogwarts. Y tampoco sé qué fue lo que ocurrió allí.
El señor gorila suelta un silbido cargado de asombro luego de que afirmo esto último, y confirma algo que yo ya había adivinado, sólo que lo dice de forma tal que parece como si fuera algo que alguien podría controlar, lo cual es imposible. Después de todo, la pérdida de memoria no es algo que pueda provocarse adrede, ¿verdad?
─¡Por Salazar Slytherin! ¡Alguien te ha borrado la memoria, no hay ninguna duda de ello!
Le doy una mirada incrédula al gigante que tengo delante, indicándole con ella que no creo una sola palabra de lo que dijo, pero él se apresura a explicarme que eso, de hecho, no sólo es posible, sino que es algo bastante común, al menos, es bastante común para personas como él, capaces de hacer magia.
─¡Es cierto! Los magos podemos borrar la memoria. Existen hechizos, y creo que también hay pociones para ello, aunque no recuerdo cuáles son. Nunca fui muy bueno para retener demasiada información en mi mente. ─El señor gorila se encoge de hombros ante esto último, como si no le avergonzara en lo más mínimo el hecho de admitir que él no fue un alumno destacado de su escuela mágica, y se apresura a reanudar la limpieza de mis heridas. ─En cambio, tú siempre has sido un mago muy talentoso en esas áreas. De hecho, solías ayudarme en la escuela para que yo pudiera aprender a dominar los hechizos.
─¿Puedo…? ¿Puedo hacer magia?
Pregunto esto con incredulidad, pero sin poder evitar reprimir del todo la esperanza y emoción que siento recorrerme al imaginarme agitando uno de esos palitos y levitando los sacos de harina que tengo a unos metros de mí. El señor gorila suelta una risita divertida y me asegura que sí puedo hacer estas cosas, mientras comienza a vendarme una lastimadura sobre mi cadera.
─¡Por supuesto que puedes! Como ya te lo dije, solías ser increíblemente bueno en pociones, encantamientos y transformaciones. De hecho, eras el segundo mejor alumno de nuestra clase.
Escuchar que, al parecer, fui el segundo mejor estudiante de mi clase hace que una sensación de orgullo me recorra por completo. Internamente, me pregunto quién era el mejor o la mejor de la clase, pero rápidamente aparto esos pensamientos cuando descubro que el señor gorila terminó de curar mis heridas y ahora está agitando su varita para guardar todos los elementos que sacó de la alacena.
Después de toda la amabilidad que este hombre me brindó, me siento mal por seguir llamándolo en mi mente 'señor gorila', por lo que me apresuro a preguntarle cuál es su nombre, sin olvidarme, claro está, de agradecerle por haberme curado.
─Gracias por curarme… Emm… ¿Cuál dijiste que era tu nombre?
El hombre parece desconcertado y muy sorprendido por mis palabras, aunque no estoy seguro de que sea por la pregunta que le hice, sino por las palabras de agradecimiento que le di. Extraño. ¿Por qué se sorprendería de que le haya agradecido, siendo que me ha brindado tanta ayuda? Aunque mi pregunta nunca tendrá una respuesta porque el hombre parece salir de su aturdimiento, y comienza a hablar con un tono de voz que tiene un pequeño tinte de vergüenza en él.
─Cierto, sigo olvidando que no recuerdas nada. Lo siento. Mi nombre es Gregory Goyle, pero tú solías llamarme Greg cuando estábamos con el resto de los Slytherins, y Goyle cuando estábamos en presencia del resto de la escuela.
No comprendo la gran mayoría de cosas que dijo, y como no veo el punto en quedarme con la duda, decido encontrar respuestas al preguntarle todo lo que me genera interrogantes.
─Fuimos a la escuela juntos, ¿verdad? ¿Éramos amigos? ¿Y qué son los Slytherins?
Greg suspira al escuchar mis preguntas y se levanta de su asiento para dirigirse hacia una de las mesadas donde hay una tetera. Sin girarse a verme, comienza a llenarla de agua con un pase de ese palito delgado, el cual asumo que debe ser alguna clase de varita mágica, y se encarga de calentarla con otro hechizo.
─Vaya, esto es algo largo y difícil de explicar. Realmente voy a necesitar una taza de té para responder a todas las preguntas que seguramente tienes.
Greg dice todo esto mientras coloca el agua que calentó sobre dos tazas que contienen sendos saquitos de té. Luego de que los deja reposar durante unos minutos para que las hojas desprendan su sabor, lleva ambas tazas hacia donde me encuentro y me da una de ellas. La tomo con un ligero agradecimiento y le doy un sorbo, descubriendo con alegría que el té fue preparado de la forma en la que me gusta tomarlo. Al parecer, esto es un indicativo más de que Greg no me mintió y sí nos conocemos, después de todo, él parece conocer la forma en la que me gusta preparar mi té.
Le doy otro sorbo a la taza y espero impacientemente a que él comience a hablar, sin comprender del todo el motivo por el que me encuentro tan inquieto. Una parte de mi ser está inexplicablemente aterrada por lo que Greg vaya a decir, pero la necesidad de conocer la verdad de todo lo que olvidé elimina por completo cualquier duda que pueda tener al respecto.
─Creo que sería mejor empezar contándote quién eres.
Greg le da otro sorbo a su taza, y con la vista fija en la chimenea apagada, comienza a relatar quién soy.
─Tu nombre es Draco Lucius Malfoy. Naciste un cinco de junio de mil novecientos ochenta. Tus padres eran Lucius Malfoy y Narcisa Malfoy. Ambos fallecieron algunos años atrás.
Saber que mis padres están muertos abre una herida en mi pecho y me llena de tristeza, pero me obligo a dejar de lado mi pesar y reunir el valor suficiente para hacer las preguntas que brindarán claridad a mi mente confusa.
─¿Qué les ocurrió?
─No estoy del todo seguro, hacía varios años que yo había estado viviendo aquí, en el mundo muggle. ─Al ver la mueca de confusión que hago, Greg se apresura a explicar el significado de ese término extraño que también escuché mencionar a la chica que me atacó. ─Así es como los magos británicos llamamos a las personas que no tienen magia.
Asiento para hacerle saber que comprendí, y espero a que él termine de tomar otro sorbo de té, antes de escuchar con atención lo que les ocurrió a mis padres.
─Como te decía, no estoy seguro de qué les ocurrió exactamente, pero, por lo que he oído, alguien intentó vengarse de ellos por lo ocurrido durante la guerra y los asesinó en tu mansión. Tú no te encontrabas allí en ese momento, por lo cual pudiste sobrevivir.
─¿Guerra? ¿Qué guerra? ¿Y por qué querría esta persona vengarse de mi familia?
Greg se remueve con incomodidad en el asiento, y eso me da una idea de lo incómoda y difícil que esta charla es para él. Sin embargo, eso no evita que Greg inspire con fuerza y comience a contarme de la forma más precisa y resumida posible sobre la guerra mágica que azotó a nuestro mundo. Greg me habla sobre este Señor Oscuro, de los planes que tenía para crear un mundo donde sólo existieran aquellos de sangre pura y del inevitable exterminio de los muggles que eso conllevaría; y también me habla sobre el papel que jugaron nuestras familias en esta guerra y cómo habíamos sido parte de los seguidores de este mago que, a cada palabra que sale de la boca de Greg, no puedo evitar encontrar a este Señor Tenebroso como alguien total y absolutamente demente. Honestamente, no comprendo cómo mi familia pudo haber seguido a un hombre tan desquiciado como ese.
Y si creía que los ideales de este mago demente eran suficientes para cuestionar la inteligencia de mis padres, la explicación del significado del tatuaje que tengo en mi antebrazo izquierdo termina de confirmarme que mis padres no debían estar del todo cuerdos para aceptar esclavizarse ante un lunático como él. Sin embargo, me obligo a guardar todos mis pensamientos llenos de desilusión acerca de mi familia cuando escucho a Greg contarme cómo nos conocimos y qué representamos el uno para el otro.
─Nos conocimos antes de ir a Hogwarts. Mi padre solía tener reuniones con el tuyo por ciertos negocios de los que nunca supe bien qué eran, pero asumo que deberían tener algo que ver con el Señor Tenebroso; y cada vez que tenían que reunirse, mi padre me llevaba a tu mansión con él y nos dejaban juntos para que sociabilizáramos con personas de nuestra clase. El hecho de que ambos quedáramos en Slytherin, la cual es una de las casas de Hogwarts, sólo sirvió para que se reforzara nuestra amistad.
Greg suelta una pequeña risa mientras parece estar recordando algo, y al ver que yo lo observo con confusión, él niega con la cabeza y reanuda su explicación.
─Solíamos ser esta especie de 'trío de serpientes'. Tú eras el "jefe", y Vince y yo éramos como una especie de "guardaespaldas" para ti. Solíamos meternos en muchos problemas sólo por intentar molestar a Potter. Recuerdas a Harry Potter, ¿verdad?
Cuando Greg suelta el nombre de Harry Potter siento apoderarse de mi ser una sensación inexplicable de anhelo y tristeza, a la vez que un escalofrío eriza cada vello de mi cuerpo, aunque no puedo estar seguro de que dicho escalofrío sea provocado por algo bueno o algo malo. Mi mente no recuerda nada sobre alguien llamado Harry Potter, aunque eso no debería sorprenderme, siendo que ni siquiera conocía mi propio nombre hasta hace unos minutos atrás, sin embargo, hay algo dentro de mi pecho que se remueve con inquietud y que parece estar diciéndome dentro de mi mente que Harry Potter es alguien sumamente importante en mi vida. No tengo idea de dónde proviene este pensamiento, pero sé con certeza que es cierto.
Creyendo que quizás Greg pueda tener mayor conocimiento al respecto de los que yo tengo, me apresuro a preguntarle.
─No, no lo recuerdo. ¿Él también era uno de nuestros amigos?
Pero nada me prepara para la fuerte carcajada que suelta Greg después de que termino de hacer esta pregunta. Honestamente, no comprendo qué puede haber de gracioso en ello, a tal punto de que él no ha parado de reír durante dos minutos completos. Lo sé, porque los conté. Afortunadamente, no debo esperar mucho más para comprender el motivo de su risa porque, de inmediato, Greg abre los ojos que había cerrado al momento de reír y comienza a explicarme qué le causó tanta gracia de mi comentario.
─¡Merlín bendito! ¡Nunca creí que llegaría el día en el que vería a Draco Malfoy no reconociendo a Harry Potter! ─Greg suelta otra risa y luego exclama algo que me deja sonrojándome automáticamente, aunque mi estado de amnesia no me permite comprender del todo el porqué de esta reacción. ─¡Prácticamente vivías las veinticuatro horas del día hablando de él!
Cuando consigo que mi sonrojo disminuya a un nivel aceptable, bebo otro sorbo de té y frunzo el ceño para tratar de comprender aquello que parece estarme eludiendo. Por fortuna, un pensamiento que podría ser capaz de explicar todo esto acude a mí, y sin perder el tiempo, se lo hago saber a Greg; aunque eso sólo me gana otra carcajada por parte de él.
─¡Ah! Entonces, Harry y yo estábamos saliendo, ¿verdad?
La forma en la que Greg parece encontrar ridícula la idea de que Harry Potter y yo seamos una pareja me provoca una irritación muy profunda y que no tiene fundamento alguno. No comprendo el motivo por el que esto parece molestarme tanto, pero así lo hace y tengo una mueca enfadada postrada en mi rostro para confirmar este hecho. Greg parece notar esto porque, de inmediato, se apresura a explicarme el motivo de su risa.
─¿Saliendo? ¡Ustedes dos se odiaban!
Y con eso dicho, Greg comienza a explicarme cómo surgió la rivalidad entre Harry Potter y yo. Además, me narra con paciencia y algo de resignación la historia de vida de Harry Potter, el chico que pudo derrotar a este supuesto mago invencible de una vez por todas. Greg me cuenta todo lo que ocurrió en ese Halloween en el que Harry Potter perdió a sus padres y él, siendo un simple bebé, pudo derrotar por varios años a este Señor Tenebroso. Y también me habla sobre la forma en la cual Harry Potter pudo vencerlo definitivamente a sus diecisiete años, ocasionando que nuestras familias cayeran en desgracia y fueran juzgadas por nuestro accionar durante la guerra.
Mi pecho se contrae dolorosamente al escuchar la forma en la que Harry parece odiarme, a tal punto de haber sido capaz de lanzarme una maldición cortante que, por lo visto, me dejó el pecho plagado de cicatrices. Y no lo entiendo, realmente no comprendo por qué parece lastimarme tanto el pensamiento de que me odie este chico del que no tengo recuerdos, pero decido no brindarle más importancia a ello y me enfoco en descubrir otra interrogante que no he descubierto todavía; y esta parece ser más importante en este momento, especialmente después de todo lo que Greg ha hecho por mí hasta ahora.
─¿Por qué siempre hablas en tiempo pasado? Es casi como si estuvieras implicando que tú y yo ya no somos amigos.
Greg se remueve en su asiento con marcada incomodidad, y eso sólo termina de confirmarme que di en el blanco. Algo ocurrió en ese pasado que no puedo recordar que nos distanció a Greg y a mí. Afortunadamente, no debo esperar demasiado por una respuesta, ya que Greg suelta un suspiro desganado y comienza a narrar el motivo de nuestro distanciamiento.
─No hemos sido cercanos desde el final de la guerra, más precisamente después de que Vince muriera.
Greg debe haber notado nuevamente mi mirada de confusión, porque dice en un tono resignado: ─No recuerdas a Vince, ¿cierto?
─No, lo siento.
Greg suelta un suspiro y sus ojos se llenan de tristeza, pero, aun así, continúa explicándome todo aquello que no recuerdo.
─Sí, lo supuse. Una parte de mí quisiera estar enfadada contigo por no recordar a Vince, pero sé que no sería justo recriminarte por esto siendo que no fue tu culpa el que perdieras tus recuerdos. Tú no decidiste borrarte la memoria a propósito. ─Greg bebe lo último de su taza, y luego de colocarla sobre la pequeña mesa entre nosotros, empieza a contarme sobre el tercer miembro de nuestro grupo de amigos. ─Vincent Crabbe era otro de tus amigos, y él era mi novio. ¿Recuerdas que te hablé sobre la Batalla de Hogwarts?
Asiento para hacerle saber que lo recuerdo y, es entonces, cuando Greg me cuenta todo lo ocurrido esa fatídica noche. Me habla sobre la necesidad que tenía Vince de demostrarle al Señor Tenebroso que él era un fiel seguidor, sobre cómo se le había ocurrido a su novio que entregarle a Potter, ya sea vivo o muerto, le garantizaría un lugar privilegiado entre las filas de su señor. Greg me relata la forma en la que, inconscientemente, Vince decidió utilizar un fuego maldito para atacar y cómo yo, aparentemente, intenté evitar que él lastimara a Potter y sus amigos. Él me relata con la voz bastante conmovida cómo Vince no fue capaz de controlar ese fuego, a tal punto de ser consumido por las llamas que él mismo había conjurado, y también me explica cómo nosotros dos pudimos escapar de ese fuego maldito gracias a que Harry Potter había instado a sus amigos, Ron Weasley y Hermione Granger, a volver por ellos.
Los sentimientos que tengo al escuchar esta parte olvidada de mi vida son muchos y bastante contradictorios entre sí. Por una parte, lamento la muerte de quien, supuestamente, solía ser uno de mis amigos más cercanos; pero por el otro lado, no puedo evitar sentir algo de resentimiento contra Vincent por habernos puesto a todos en peligro sólo para complacer a un mago tenebroso que, por lo visto, trataba a sus seguidores como simples objetos desechables. Sin embargo, el sentimiento que destaca por sobre el resto es el de la esperanza, esperanza porque Harry Potter no me odie. Después de todo, el chico se había adentrado en un infierno de llamas letales sólo para salvarnos la vida, incluso después de que uno de nosotros intentó matarlo a él y a sus amigos. Si eso no indica que Harry Potter no parece odiarme realmente, entonces no sé qué significa. Todavía sigo sin comprender el motivo por el que parece ser tan importante para mí que Harry no me odie, pero presiento que esto no es algo que Greg vaya a ser capaz de responder por mí. No sé por qué lo sé, sólo sé que así es.
Salgo de mis pensamientos cuando escucho a Greg enmascarar una especie de sollozo con una toz fingida, y vuelvo a concentrarme en aquello que parece atormentar a este hombre corpulento.
─Perder a Vince en ese fuego maldito fue muy duro para mí, ¿sabes? Durante mucho tiempo te culpé, injustamente, por su muerte; pero estaba tan dolido por haber perdido a mi novio, la persona con la que tenía tantos sueños por cumplir y con la que quería pasar el resto de mi vida, que simplemente no pude encontrar consuelo alguno. En ese entonces, era más fácil para mí culparte y resentirme contigo por la muerte de Vince, ya que yo no era capaz de hacer el duelo por haberlo perdido para siempre. Te dije cosas hirientes y muy injustas después de que concluyeron nuestros juicios, y supongo que ese fue el momento en el que nuestra amistad se arruinó. De hecho, sólo después de que pude hacer el duelo por la muerte de Vince, me di cuenta del error que cometí al haberte culpado por ello; porque no fue tu culpa, Draco, realmente no lo fue. Vince eligió usar esa maldición, incluso cuando tú intentaste detenerlo muchas veces. Vince, y sólo Vince, fue quien se condenó a sí mismo.
Greg suelta un suspiro cargado de resignación, a la vez que me da una mirada arrepentida que me hace imposible permanecer enfadado con él, y lo que dice a continuación sólo contribuye a que sea acertada mi decisión de no sostener sobre su cabeza nada de lo ocurrido en el pasado.
─Quise disculparme contigo por todas las cosas hirientes y equivocadas que te dije la última vez que nos vimos, pero nunca pude reunir el valor necesario para hacerlo; y, de todos modos, no creí que tú quisieras saber de mí, no después de cómo me comporté contigo.
Observo a Greg en silencio durante unos cuantos segundos para comprobar a través de sus gestos si sus palabras son honestas y, por fortuna, lo que veo en su rostro apesadumbrado me confirma lo mucho que él parece lamentar la forma en la que actuó conmigo en el pasado, un pasado que sigo sin poder recordar. ¿Y qué sentido tiene mantener la distancia con Greg por algo que no recuerdo? Lo cierto es que no lo tiene, no tiene ningún sentido no brindarle el perdón que tanto parece estar necesitando Greg sólo por unas supuestas palabras hirientes que fueron dirigidas hacia mi persona, palabras que fueron motivadas por emociones de pérdida y desconsuelo.
Habiendo tomado la decisión en mi mente, me aclaro la garganta y dejo la taza de té vacía sobre la mesa a mi derecha. Luego, poso la vista en Greg, y digo: ─Agradezco que me hayas contado todo esto, aunque yo no pueda recordar nada de ello. Si bien no soy capaz de asegurarte cómo hubiera reaccionado contigo de habernos encontrado teniendo mis recuerdos intactos, puedo especular y decirte que me gustaría pensar que habría aceptado tus disculpas y simplemente hubiera intentado comenzar de nuevo nuestra amistad. Después de todo, no tiene ningún sentido seguir guardando rencor, no después de todo lo que parece que hemos sufrido en esta vida.
Cuando termino de decir estas palabras, Greg me sonríe con agradecimiento y se apresura a cambiar de tema para ocultar la clara emoción que siente por mi ofrecimiento de paz.
─Hay algo que todavía me genera curiosidad. ¿Cómo llegaste hasta aquí? Nunca hubiera esperado que un Malfoy fuera capaz de pisar suelo muggle.
─Honestamente, no lo sé. Lo único que recuerdo es haber despertado con una extraña sensación de asfixia, como si estuviera pasando por un tubo de goma muy estrecho.
─Esa es la sensación que da aparecerse.
─Oh, no lo sabía. ─Le digo con un encogimiento de hombros que deja a Greg observándome con asombro y curiosidad, como si este gesto no fuera algo que yo solía hacer en el pasado, pero ignoro este hecho y continúo relatándole todo lo que recuerdo. ─Después de que esa sensación desapareció, aparecí en una calle oscura llena de grafitti y edificios bastante viejos. No aparecí solo, una chica vino conmigo. Ella me arrastró por varias calles hasta que llegamos al lugar donde me encontraste.
Y con eso dicho, comienzo a contarle con el mayor detalle posible cómo la chica me arrojó contra el suelo y comenzó a golpearme. Le cuento a Greg las palabras que ella me dijo antes de desaparecerse, y cómo no pude ser capaz de identificarla debido a la poca luminosidad del callejón y al hecho de que ella llevaba puesta la capucha de su abrigo.
Greg, por su parte, frunce el ceño en concentración y observa la chimenea apagada en silencio, y justo cuando creo que no dirá nada, eleva la vista y comienza a hablar con una seriedad preocupante.
─No creo que debamos escribirle a alguno de los otros Slytherins, no sin conocer la identidad de la chica que te atacó. No digo que alguno de ellos haya sido quien te lastimó, pero no he estado en contacto con casi nadie de nuestro año como para asegurarte que sea seguro contactarlos. Honestamente, no sé con quiénes has mantenido el contacto durante estos años, Draco. Sé que solías ser muy cercano a Pansy y a Blaise, pero no creo que sea seguro escribirles, al menos no hasta que estemos seguros de que ninguno de ellos estuvo involucrado en el ataque.
Asiento para hacerle saber que estoy de acuerdo con él, pero luego se me ocurre una idea que quizás podría ayudarnos a resolver este misterio o, al menos, asegurarnos de que alguien se encargará de buscar a esta chica que me atacó. Sin perder tiempo, me giro hacia Greg, y digo: ─¿No podríamos hacer la denuncia en algún lugar? Estoy seguro de que deben existir magos encargados de mantener el orden en la sociedad mágica, ¿verdad?
Greg me da una mirada incómoda y lo observo removerse en el sofá con gran mortificación, lo cual me genera grandes dudas. ¿Por qué mi pregunta parece haberle incomodado tanto? Afortunadamente, él no parece querer andarse con rodeos, y simplemente me da una respuesta a mis interrogantes.
─Sí, existen, y se llaman Aurores; aunque eso no será una opción para nosotros, Draco. Por lo que he oído, Harry Potter es uno de los Aurores de más alto rango dentro del cuartel, y él nos odia. No hay forma de que él no vaya a enterarse si alguno de nosotros apareciera en el Ministerio para hacer la denuncia. Y créeme cuando te digo que nada positivo saldría de ello, de hecho, es todo lo contrario. Dudo que Potter nos crea y, si te soy completamente honesto, lo más probable es que él tome la denuncia como una simple excusa para culparnos de algo y así poder encerrarnos en Azakaban, la prisión de los magos. Creo que lo mejor que podemos hacer es tratar de encontrar una forma de recuperar tus recuerdos por nuestra cuenta. Quizás, una vez que recuerdes todo, sepas quién es la chica que te atacó y en quién podemos confiar realmente.
Un dolor insoportable se apodera de mi pecho al oír de palabras de Greg la forma en la que Harry Potter parece odiarme, a tal punto de ser capaz de inventar una causa en mi contra con el único propósito de enviarme a esa prisión que suena aterradora. Mi mente sigue sin comprender el motivo por el cual me duele tanto que este Auror que no recuerdo tenga tanto rencor hacia mí, pero me obligo a dejar de lado estos pensamientos que no me ayudarán en nada para resolver los problemas más preocupantes que tengo por el momento, como lo es el hecho de dónde ir ahora. Soltando un suspiro derrotado, me giro hacia Greg y trato de encontrar algún lugar en el cual pueda quedarme en la fuente de recuerdos de mi vida que ha resultado ser Greg.
─Voy a necesitar un lugar en el cual quedarme hasta que pueda recuperar la memoria. ¿Tienes idea de dónde solía vivir?
─Solías vivir en la mansión Malfoy, aunque no estoy seguro de que todavía sigas viviendo allí después de la muerte de tus padres. ─Greg me da una nueva mirada arrepentida, antes de seguir con su explicación. ─Sé dónde queda tu mansión, pero no creo que sea seguro llevarte allí, al menos no hasta que sepamos que la chica que te atacó no tendrá acceso a tu hogar. Recuerda que todavía no sabemos si ella es alguno de nuestros viejos amigos.
─Mierda, tienes razón. No había pensado en eso.
─Quizás… ─Greg se detiene y comienza a juguetear con sus dedos rechonchos en un gesto que clama a los cuatro vientos el nerviosismo que siente por decir aquello en lo que está pensando. Por suerte, no tengo que instarlo a que hable, ya que él suelta un suspiro y reanuda sus palabras en un pequeño susurro que se ve muy extraño en alguien tan fornido como él. ─Quizás lo más seguro sea que te quedes en mi apartamento hasta que podamos encontrar la forma de devolverte los recuerdos. Puedo intentar transfigurar el sofá de mi sala en una cama, aunque nunca he sido demasiado bueno para esa asignatura. Tú podrías hacerlo incluso con los ojos cerrados, pero con tu pérdida de memoria, no creo que recuerdes cómo hacerlo.
─No te preocupes, el sofá será más que suficiente. Gracias, Greg.
Greg me da una sonrisa alegre, y para llenar el silencio en el que hemos caído, doy por primera vez un recorrido completo al lugar en el que nos encontramos. Es entonces, cuando descubro que esta sala es alguna especie de cocina gigante. Casi todas las paredes se hallan recubiertas de alacenas, armarios, hornos, cocinas y un amplio lavabo. Sacos de harina y azúcar se amontonan a un costado, mientras que una larga mesa de madera se encuentra repleta de objetos que no reconozco, pero que supongo que son de gran utilidad para un pastelero. Con gran curiosidad, vuelvo a posar la vista en Greg e intento sonsacarle una explicación a este lugar en el que nos encontramos.
─¿Qué es este lugar?
─'El sueño de Vincent'. Así es como llamé a mi pastelería. ─Greg dice esto con orgullo y un pequeño rastro de tristeza empañando sus ojos, y sólo cuando me cuenta el origen de este lugar, entiendo el porqué de ello. ─Compré este lugar con el poco dinero que me quedó después de cumplir mi libertad condicional. Vince y yo siempre habíamos tenido el sueño de tener una pastelería, así que lo primero que hice, luego de alejarme del mundo mágico, fue levantar este lugar. Supongo que crear esta pastelería significó para mí una forma de honrar a Vince, de homenajearlo y obtener el cierre que tanto estaba necesitando. Así nació 'El sueño de Vincent'.
─Es una forma agradable de recordarlo, Greg.
Greg me regala una sonrisa triste a mis palabras, y se levanta de su asiento con algo de torpeza para dirigirse hacia la gran mesa detrás de él. Por el rabillo del ojo, veo cómo intenta ocultarme la forma en la que limpia una lágrima perdida de uno de sus ojos, así que finjo no haberme percatado de ello y permanezco sentado en el sillón para darle tiempo a poner en orden sus emociones.
─¡Merlín! ¡Mira la hora que es! Será mejor que comience a hornear de inmediato, o no tendré nada listo para el momento de abrir la tienda.
─¿Puedo ayudarte con algo?
─No, gracias, Draco. Estoy bien. Nunca dejo que nadie se involucre en la elaboración de mis productos, aunque… ─Greg hace una pausa para abrir un gran saco de azúcar y llena un enorme tazón con ella, antes de girarse hacia mí y decir algo que me dejará expectante y bastante intrigado. ─es probable que se me haya ocurrido una forma con la que podrías ayudarme más tarde. Por ahora, sólo preocúpate por descansar unas horas mientras yo trabajo. Te despertaré cuando sea la hora de que vengas a ayudarme.
─De acuerdo. Despiértame cuando me necesites.
Después de que lo observo asentirme y volver a concentrarse en su trabajo, me acurruco lo mejor que puedo en este viejo sillón para tratar dormir unas cuantas horas. Mi cuerpo se encuentra tan cansado por todo lo ocurrido esta noche que rápidamente entra en un estado de letargo que me deja al borde de la inconciencia. Mis fosas nasales se llenan de olor a pan recién horneado en cuestión de segundos, y con el ruido constante de los utensilios de cocina trabajando a toda marcha de fondo, caigo en un sueño ligero en el cual pasan por mi mente imágenes de brillantes ojos verdes y el sonido de una voz angelical murmurando mi nombre con tristeza y desesperación.
Draco… Draco…
Notas finales: espero que les haya gustado este reencuentro entre Draco y Greg. Sus opiniones siempre son bienvenidas y apreciadas. Antes de despedirme, quiero desearles un fin de año maravilloso y mis mejores deseos para el 2025. Espero que todos puedan cumplir sus sueños y que el nuevo año nos encuentre con mucho más Drarry para disfrutar. Ahora sí, nos leemos la próxima semana.
