Shiho sintió los nervios florecer cuando las puertas se abrieron y la música empezó a sonar indicándole que tenía que reanudar el paso para dirigirse a él. Como científica de una organización criminal a la que pertenecía desde que tenía conciencia, nunca se había parado a pensar ni imaginar el día de su boda, no deseaba todas esas cosas tan típicas de la vida común y realidad del momento casi la hacía reír y rodar los ojos. Sintió como su pulso se aceleraba a cada paso que daba, rodeada de decenas de miradas de extraños que no había visto nunca a la vez que se encaminaba a una persona que ni siquiera la quería. Desde luego que la realidad era toda una comedia de las buenas.

Mantuvo la mirada baja hasta que llegó a él y levantó lentamente la mirada intentando ignorar todo su alrededor. Él parecía igual de nervioso que ella, podía incluso parecer dulce frente a las cámaras, pero ellos sabían que sus nervios no estaban relacionados con la oxitocina ni con la química del amor. Parecía haber una mirada cómplice en sus ojos y sabía que tenía las mismas ganas que ella de salir corriendo de ahí, aún y así notó como su mano apretaba la suya para indicarle que no iba a hacerlo. Que el pacto seguía.

Ni siquiera estuvieron pendientes de las palabras que decía el concejal. Ella sintió su mano temblar bajo la suya y Shinichi abrió los ojos por sorpresa al percatarse que tenía que besarla por primera vez.

"Puedes besar a la novia."

Ella sabía que aunque no lo admitiera, él tenía miedo, pero ella había pasado demasiadas cosas como para no ser capaz de superar eso, así que volvió al papel que tanto había convencido a su querido público y tomó la iniciativa para besarle, intentando transmitir un amor que no tenían. Los labios de Shinichi se quedaron quietos a primer momento, pero finalmente le devolvió el beso mientras todos los invitados aplaudieron la union disfrutando del momento.

Recibir todas las felicitaciones fue lo más agobiante, era difícil poner una sonrisa en la cara cargando esos nervios y dudas, pero Shinichi tampoco hizo un mal trabajo, sin embargo fue complicado cuando Ran se acercó. Tenía ganas de abrazarla, pero no podía hacer más que sonreírle...y ella se veía tan triste.

Sintió que recuperaba algo de aire cuando se sentaron en la mesa a comer. No tenía a Ran cerca, pero sabía que estaba ahí, entre la multitud, y eso le agobiaba. Apartó la mirada de las mesas para mirar a la que se había convertido en su mujer desde hacía tan solo media hora y la observó detenidamente por primera vez. No le sorprendía que no hubiese escogido un vestido blanco, el significado de pureza e inocencia de ese color no encajaba situación ni con ella, a pesar de eso, el color champán parecía un color más acertado y le seguía sentando de maravilla.

"Hagamos un brindis" Habló Yukiko alzando la copa, incitando al resto de invitados a que hiciesen lo mismo. "Por el amor y la unión de esta bonita pareja."

Shinichi chocó la copa con la de su mujer, pero sus oídos no acababan de acostumbrarse a esas palabras.

Yukiko le acarició la corbata a su hijo después de dejar la copa. "Shinichi estás guapísimo, aunque no entiendo por qué has querido cambiar de traje a último momento, el que habías escogido era clásico y perfecto."

"No me convencía." Se excusó girándose para volver a mirar a la pelirroja, que casi no había abierto la boca desde que se habían sentado a comer.

Ya estaba hecho, definitivamente estaban casados. Pensaba que se sentiría diferente, pero ni siquiera sabía como sentirse. Ella se giró para mirarle de vuelta y él no apartó la mirada. "Tú también estás muy guapa."

"Vaya, ¿me estás alagando?" Preguntó exagerando la sorpresa antes de sonreír con una pequeña sonrisa que parecía incluso sincera, acercando la mano a su americana para poner bien una de sus solapas. "Gracias por no ponerte un traje negro." Declaró con cierto alivio mientras acariciaba el traje con suavidad. "El azul oscuro no te queda nada mal."

"Me alegra ver que también sabes esbozar sonrisas, parece ser que hoy no van a haber discusiones." Comentó Shinichi al ver lo pacíficos que ambos estaban.

"Hoy tenemos tregua." Sonrió ella.

"Suena bien." Contestó devolviendo la sonrisa. Por primera vez en muchos días, no se sentía incómodo. Estaban en un punto intermedio entre el afecto y el desprecio, como cuando llevas toda la vida desando irte del barrio en el que vives, pero cuando lo haces te das cuenta de que hay cosas y sensaciones que solo encuentras ahí.

Shinichi se inclinó para besarla como si el momento lo hubiese exigido y los silbidos de la gente a su alrededor le recordaron que siempre había alguien pendiente de ellos.

La ceremonia acabó siendo más amena de lo que ambos esperaban, charlaron con algunos invitados, sonrieron a las cámaras y se dieron algún que otro beso para demostrar su amor frente a todos los desconocidos que habían invitado los Kudo.

"Que alivio." Suspiró Shinichi cuando las puertas del ascensor se cerraron. "Tenía ganas de quitarme esto." Comentó aflojando la corbata de su cuello con la repentina urgencia de necesitar más aire.

Ella rodó los ojos al ver como sus dedos se enredaban con la corbata y se inclinó hacia él para ayudarle a quitársela, desabotonando también el primer botón de su camisa, provocando que suspirara aliviado.

"Ahora puedo volver a respirar." Comentó con una media sonrisa a la vez que se peinaba el pelo hacia atrás.

El pitido les indicó que habían llegado a su planta y ambos se dirigieron en silencio hasta el final del pasillo, donde les esperaba la gran suite presidencial que había reservado su familia. Shinichi sintió los nervios volver a su cuerpo al ver el escenario romántico que habían preparado para ellos: Los pétalos de rosas, las velas, los chocolates...Pero ella se paseó como si no hubiese visto nada, dirigiéndose directamente a la mesita para apartar los pétalos que la molestaban y abrir la botella de champán.

"¿Quieres un poco?"

Shinichi aun sentía las mejillas sonrojadas de las copas que había bebido, pero igualmente tampoco dijo que no.

Miyano se acercó con las dos copas y él cogió una de ellas antes de que se dirigiesen a la terraza. Ya no se escuchaba el ruido de la fiesta, ni la música, ni tenía la presión de fingir, así que se apoyó en la barandilla y se quedó pensando mientras le daba vueltas a la copa y observaba las burbujas del interior.

Ella se acercó a su lado y chocó ligeramente su copa con la suya antes de beber con más decisión que él. "¿Estás bien?" Le preguntó al ver que no había dicho palabra desde que habían entrado.

"Solo estoy cansado." Mintió dándole el primer sorbo a su copa después de ver que ella ya había acabado el contenido de la suya. "Ha sido una buena fiesta."

Ella asintió cerrando los ojos a la vez que respiraba hondo.

Shinichi se acabó la copa con tranquilidad y volvió a entrar cuando acabó. "Creo que voy a darme una ducha." Dijo bostezando sin poder esconder el cansancio que acababa de golpearle.

"Espera un momento, ayúdame a quitarme esto." Le frenó ella acercándose a él para girarse frente a él mostrándole la espalda.

Shinichi se sorprendió al ver la cantidad de botones pequeñitos que tenía y se sonrojó al entender que era lo que le estaba pidiendo. Al principio dudó en acercarse o no a ella, pero al final movió sus dedos y se acercó a su vestido para entretenerse un rato deshaciendo cada uno de los botones. Le llegaban hasta la parte baja de su espalda y sus mejillas se sonrojaron un poco más al ver su espalda desnuda y la lencería que escondía, pero se fundieron en rojo cuando ella suspiró aliviada y dejó caer el vestido al suelo como si nada. "¡Oye! ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué no vas al baño a cambiarte?" Preguntó desviando la mirada para no mirarla.

Ella rió despreocupada. "Venga ya, se supone que nos acabamos de casar, ¿recuerdas?" Dijo rodando los ojos a la vez que se dirigía al armario en lencería para buscar que ponerse. "Eres un adulto, no soy la primera mujer que ves y tú no eres el primer hombre que veo." Explicó asomándose para mirarle, sonriendo al ver que seguía igual de sonrojado. Cerró el armario después de agarrar una camisa ancha y se acercó a él. "Mírame." Le pidió.

Shinichi, que miraba a sus pies para no sentir más vergüenza, fue levantando la mirada lentamente para obedecerla. Tenía un cuerpo muy bonito, unas curvas bien puestas y la lencería le quedaba mejor que el vestido. Cuando sus ojos se clavaron en los de ella no podía esconder el pudor que sentía.

Sin embargo, ella no parecía tener la misma vergüenza que él, o al menos no la mostraba.

"Sé que nos hemos casado, pero no estamos obligados a acostarnos. Vamos a vivir cinco años juntos, así que deja la vergüenza a un lado, porque eso solo hará las cosas más incómodas ente nosotros." Dijo antes de ponerse la camiseta y dejarse caer en la cama. "Y no gastes toda el agua caliente."

Él rodó los ojos y se fue más tranquilo al baño, no creía que en un hotel como ese hubiese límite de agua caliente, pero empezaba a darse cuenta lo mucho que disfrutaba metiéndose con él.

Ella se metió en el baño nada más salir él y Shinichi se dejó caer en la cama sintiéndose más cansado y relajado después de la ducha. Había sobrevivido al primer día y eso le aliviaba, significaba que la cuenta atrás había empezado a correr y que cada día sería uno menos para llegar a su libertad. Podía tomárselo como un trabajo. Ella no era su pareja perfecta, pero tampoco era tan desagradable como imaginaba, así que por un momento se permitió ver las cosas con más optimismo.

Encendió el televisor mientras la esperaba y recordó ese último momento que había tenido con ella. Ese día, la había besado y la había visto en ropa interior, y su parte más convencional se sentía aliviada por que no hubiesen saltado los fuegos artificiales. Reconocía que era una mujer atractiva, pero todavía no sabía con certeza si llegarían las ganas de querer pasar ninguna barrera con ella

Apareció de nuevo a los cinco minutos quitándose la humedad del pelo. Se había dejado la camisa ancha como pijama, dejando sus piernas desnudas y se acercó a la cama dejándose caer a su lado. "¿Está bien para ti que durmamos en la misma cama?" Preguntó girándose para mirarle.

"Idiota, sería raro si no lo hiciésemos, ¿no?" Digo él saliendo de la cama para abrir la ventana. "¿Qué lado prefieres?" Preguntó viéndola sonreír con su gesto a la vez que se lanzaba al lado izquierdo de la cama antes de que él volviese a meterse. "Parece ser que ya has escogido." Comentó dirigiéndose al lado vacío antes de apagar las luces. "Buenas noches."

Estaba realmente agotado y aún y así se quedó mirando al techo sin poder conciliar el sueño. Estaban en la misma cama y ahora eran oficialmente marido y mujer ¿A quien no iba a ponerle nervioso eso? Apenas era capaz de moverse ni unos milímetros.

Se giró con mucho cuidado cambiando de sentido para intentar conciliar sueño, pero encontrársela plácidamente dormida tampoco ayudó. Sintió envidia de que ya estuviese dormida y seguidamente se acordó de sus pesadillas, no sabía si iba a pasar más noches como aquella, pero esa noche se veía tranquila.

No había estado con muchas mujeres, pero había estado con las suficientes como para saber que cada una era como un libro distinto, había veces que eran como leer una novela romántica y otras en las que la historia de misterio se transforma en una de terror, pero cada una seguía siendo única en su existencia. Podía parecer que muchas cosas pareciesen similares entre ellas o incluso había veces en que la portada no nos llama nada la atención, sin embargo, nada de eso parece importar cuando llega el momento en que no podemos despegar la mirada de sus páginas, enganchados a sus palabras y las emociones que nos acaban transmitiendo.

Ella fue la primera en despertarse esa primera mañana, la habitación estaba fría por la brisa que entraba del ventanal y sonrió rodando los ojos al ver como su acompañante se había refugiado tapándose con el edredón hasta la nariz.

Bostezó tapándose la boca y salió de la cama para lavarse la cara y preparar un café de cápsulas con la máquina que había. No había mirado la hora, pero suponía que aún era pronto para despertar al detective, la fiesta había acabado algo tarde y él parecía muy cansado cuando llegaron. Observó el vestido tirado en el suelo y no pudo evitar volver a rodar los ojos al notar lo irreal que parecía todo eso.

Shinichi se movió entre las sábanas y ella decidió salir a la terraza para no despertarlo. El invierno estaba prácticamente ahí, el frío le erizaba la piel, pero la primera nevada se resistía a caer.

Bebió del café notando como su cuerpo se calentaba y sus sentidos se despertaban poco a poco.

Esa noche no había soñado con nada, había sido una noche tranquila y sin ningún tipo de sueño. No echaba de menos a sus pesadillas, porque aún así las recordaba incluso los días que no las sufría. Bueno, mejor dicho, lo recordaba a él.

¿Cómo reaccionaría Gin si supiese que su querida Sherry se había casado con el detective que tanto odiaba? Sus pesadillas le daban una leve idea de como podían suceder las cosas si Gin siguiese vivo.

Miró el cielo nublado antes de seguir bebiéndose el café. La ciudad todavía estaba despertando, se respiraba la calma y la resaca golpeaba ligeramente su cabeza. Suspiró lentamente con los ojos cerrados y giró la cabeza para observar al detective dormir, no entendía como podía estar cómodo con las piernas enredadas y la almohada ladeada. Apeas se había movido ni se habían tocado mientras dormían juntos, pero ahora que solo tenía la cama para él, ocupaba casi los dos metros y tenía el edredón enrollado como si fuese un rollito de primavera.

"Venga ya, Sherry. Tu vida es más patética ahora de lo que nunca ha sido antes."

Podía imaginarse a Gin burlándose de ella a ras de su oreja, acompañado de esa sonrisa que tanto odiaba.

Apretó los dedos en la taza mientras su bello se erizaba, y por un momento, volvió bajo aquellas sábanas de las que tanto había sido esclava. Había sido una ingenua al pensar que una persona como Gin podía sentir algún tipo de cariño por ella, pero su yo de dieciséis años, se había metido en esa relación turbia con la esperanza de encontrar un poco de claridad en toda esa oscuridad, pesando que podía cambiar a una persona que solo se movía por la maldad y el instinto de supervivencia. Sus actos de inmadurez la hizo madurar mucho más rápido y no tardó mucho tiempo en llenarse de decepciones y darse cuenta de que no eran más que un juego de cama para ambos, que el amor no estaba al final de esa desesperación que sentía, que nunca lo había estado, pero al menos había encontrado alivio.

Se sentía sucia por todas esas noches en las que había acudido a él, no sabía siquiera que cable se había cruzado en su mente para tirar su vida por el vacío como había estado haciendo tanto tiempo. Su hermana la había avisado tantas veces, tantas…y aun ni así no había sido capaz de parar, se había perdido en su laberinto personal del que la mayoría de las noches seguía sintiendo cautiva.

"Solo será una parada rápida." Comentó Shinichi haciendo parar al chófer. "No tardaré más de cinco minutos."

Ella rodó los ojos. "Haz lo que quieras, pero el avión sale en una hora y hay que facturar las maletas. No tardes."

Él sonrió y salió del coche a paso apresurado, miró los edificios de su alrededor antes de entrar a uno de los portales y subir hasta la novena planta. Sabía que tenía que coger un avión y que tiempo no tenía, pero habían pasado dos días desde la ceremonia y no se podía sacar la imagen de Ran de la cabeza. No había hablado con ella desde entonces, y el mismo día de la boda, tampoco había podido hacer nada más que contemplarla de reojo.

Se escabulló entre la gente cuando llegó a la planta y miró una a una las puertas que pasaba hasta encontrar la suya. No sabía si ella estaría de humor para hablar con él, pero Shinichi tenía la necesidad de encontrarse con ella antes de coger ese avión.

"¿Qué haces aquí?" Preguntó Ran dejando de teclear al verlo entrar en su oficina.

Shinichi entró y cerró el pestillo detrás de él nada más comprobar que se encontraba sola. "Necesitaba hablar contigo."

"No deberías estar aquí, no creo que sea el mejor momento para tener una conversación." Dijo frunciendo el ceño y apartando la mirada. "Deberías irte si no quieres perderte tu luna de miel."

Shinichi resopló. "Eso no me importa, necesitaba hablar contigo." Respondió acercándose a ella para abrazarla y acercarla como si necesitase sentir su calor, y Ran...ella no pudo evitar devolverle el abrazo. "¿Cómo estás?"

Ran le miró llena de emoción con los ojos vidriosos y se acurrucó en su cuello mientras le acariciaba la mejilla. "Quiero decirte que estoy bien, sin embargo, todavía no quiero creérmelo." Admitió.

Él la miró apartando un mechón de su cara y ella no pudo aguantarse las ganas de besarle.

Shinichi sonrió y agarró su cintura para acercarla a él. "Joder, te he echado de menos." Confesó suspirando aliviado antes de que Ran cortase el beso para poner una sonrisa amarga en su cara. Él agarró su barbilla con sus dedos para levantar su rostro. "Oye, ¿qué pasa?"

"No es nada." Negó sin querer darle vueltas.

"Venga ya, suéltalo."

"Es que...tengo miedo de que esto haga que te pierda, que ya no haya un futuro con una oportunidad para un nosotros." Confesó con tristeza.

Habían pasado tanto tiempo sin atreverse a formalizar una relación, que ahora que estaba prácticamente perdida, solo sentían que querían estar juntos. Los humanos somos idiotas, con esa falta capacidad de valorar todas esas cosas que no apreciamos en el momento que debemos hacerlo. Y luego siempre vienen los sentimientos de culpa y la desesperación.

Él sonrió antes de volver a besarla. "Eso no va a pasar, solo tenemos que tener paciencia y confiar."

"Confiar..." Repitió ella sabiendo que esos años iban a ser mucho. "Es una locura."

"¿Señorita Mouri?" Preguntaron desde el otro lado de la puerta.

"Tienes que irte." Comentó Ran señalando la puerta de al lado mientras se ponía bien la ropa y se peinaba el pelo antes de disponerse a abrir.

"Espera, ¿podemos vernos cuando vuelva?" Preguntó apurando los últimos segundos.

"Shinichi, no puedes quedarte." Contestó sin contestar a su pregunta ni volver a mirarle directamente a los ojos.

Él gruñó, pero se marchó antes de empezar a meterla en problemas, había tardado algo más de quince minutos y Miyano seguía esperando en la calle con poca paciencia, debía correr si quería pillar ese avión.

Shiho no era tonta, sin embargo, tampoco preguntó cuando volvió a subir al coche, el olor a perfume de mujer y sus labios algo enrojecidos hablaban por si solos. Mantuvo la boca cerrada, pero no pudo evitar rodar los ojos. No le creaba celos esa situación, Kudo era algo inmaduro e impulsivo y sabía de sobras que perdía el culo por su novia, sin embargo, le preocupaba los problemas que no necesitaban y que podían tener si no era capaz de responsabilizarse con el pacto. Solo esperaba que no se comportase como un estúpido adolescente y acabase a los dos días con su cara de portada en una revista de chismes.

La gente tenía razón cuando decía que Grecia tenía de los atardeceres más bonitos, apenas aterrizaba el avión, pero lo poco que había visto Shiho por la ventana, ya había empezado a enamorarla. Era la mejor distracción que podía encontrar en ese momento.

Shinichi bostezó mientras se despertaba de la siesta que se había tomado gran parte del vuelo, todavía tenía el run run en la cabeza de ese último y corto encuentro con Ran, pero tenía que disponerse a dejar ciertas cosas a un lado si no quería acabar amargado nada más empezar el viaje. Giró la cabeza para mirar a su compañera, que estaba sentada en el lado de la ventana con el rostro tranquilo y aparentemente algo más ilusionada que él. A diferencia de él, no parecía haber pegado ojo, y si se fijaba un poco más, incluso podía captar la curiosidad en su rostro. Sonrió al ver que debajo de toda esa coraza todavía parecía haber momentos en los que actuaba como una joven de su edad, emocionada e incluso puede que también aventurera.

"¿Por qué me miras así?" Preguntó al notar su mirada sobre ella.

"¿Has estado alguna vez en Grecia?" Contestó con otra pregunta a la vez que notaba como la velocidad disminuía y la inclinación del avión se pronunciaba más.

"Estuve en Estados Unidos durante bastantes años, pero en realidad, no he podido viajar mucho por mi cuenta." Contestó recordando sus años académicos en el país al que la gente se empeñaba a llamar el país de la libertad.

"Yo he estado por Europa varias veces, sin embargo, no recuerdo haber visitado Grecia. Supongo que será un destino nuevo para ambos." Comentó empezando a sentir como se le pegaba su curiosidad.

Pararon un taxi nada más salir del aeropuerto y tardaron unos cuarenta minutos en llegar al hotel. Decidieron asearse y vaciar las maletas antes de disponerse a salir a dar una vuelta, el jetlag no era buena compañía, pero tenían más ganas de ver la zona a quedarse solos en esa habitación. Empezaban a encontrar un punto entre las discusiones y la indiferencia donde podían encontrarse relativamente cómodos por momentos.

Su luna de miel no iba a ser desenfrenada o apasionada como debería ser una luna de miel de una pareja tan joven como ellos, pero al menos, sí podía ser un viaje que los hiciese conocerse más el uno al otro. Reconocía que una semana era demasiado poco para poder ver las seiscientas islas que este país poseía, pero iba a hacer un esfuerzo para que, como mínimo, se volviese un buen viaje que pudiesen recordar sin amargura.

Europa era tan diferente a Japón, que no le fue difícil imaginar que había cambiado de mundo. Su mente desconectó de cada una de las responsabilidades y problemas que le esperaban en Tokio, apagó el teléfono del trabajo y se permitió relajarse como hacía mucho que no hacía.

"Toma." Dijo ella ofreciéndole uno de los cafés que acababa de comprar.

Shinichi agradeció con una media sonrisa.

El invierno en Grecia era mucho más cálido que en Japón y no estaba cargado de la masificación de turismo que todavía arrastraba el verano. Podían pasear tranquilamente acompañados de un buen tiempo y una brisa que no calaba en los huesos. La arquitectura dórica era equilibrada y sencilla, pero muy bella e impactante, no se parecía en nada a los templos japoneses pero transmitía emociones de la misma manera.

Habían podido dejar las peleas a un lado esos dos días que llevaban casados, pero tampoco habían avanzado en nada. Caminaban en silencio, comían en silencio y dormían intentando no invadir el espacio del otro y mucho menos rozar ni sus pies. Para Shinichi, seguía siendo difícil verla como sus padres querían que la viese, pero había aprendido a tolerarla, aunque su carácter era muy molesto y seguía considerándola una mujer demasiado fría. Le hacía reír darse cuenta de que era como el opuesto de todo lo que conocía en Ran, pero a la vez, era divertido ver lo directa e imponente que llegaba a ser. Sabía que lo más probable era que fuese un rasgo generado por todos esos años que había pasado en aquel laboratorio rodeada de tanta ave rapaz, pero era algo que le gustaba. No tenía que maquillar lo que quería decir, porque ella sería directa y sincera al contestar.

Le dio un sorbo a su café y la vio apoyarse en un muro para observar la noche desde ahí. Se veían las estrellas a la perfección y las luces de la ciudad parecían crear otro cielo en la tierra.

Ella no decía nada, pero su rostro se veía relajado. Shinichi se puso a su lado y le dio otro sorbo al café sabiendo que no era la mejor idea beber cafeína a esas horas, aunque era una ventaja para él desvelarse cuando sabía que al llegar a su habitación tenía que acabar reunidos en la misma cama. Esos dos días no había podido dormir con la tranquilidad de siempre, la escuchaba respirar a su lado mientras dormía y, a veces, su somnolencia se desvelaba cuando rozaba sin querer su mano o su pie bajo la sábana. La incomodidad ya no estaba tan presente, pero los nervios siempre estaban ahí. Le iba a costar más que unas semanas acostumbrarse a eso.

"Deberíamos volver." Comentó ella con algo de cansancio.

Si fuese por él, alargaría ese paseo todo lo que pudiese, pero eran las doce de la noche y ella bostezaba de cansancio pese a la cantidad de café que había bebido.

"Claro." Asintió acercándose a la calle para parar uno de los taxis.

El hotel estaba a unos diez minutos, pero ella estaba tan cansada, que se quedó dormida en su hombro a los dos minutos. Ella hacía que las cosas pareciesen más naturales entre ellos, hasta el punto de ver a otros turistas mirarlos, sonriéndoles como si contemplasen a una pareja de enamorados. El taxista paró frente el hotel diez minutos después e intentó cobrarle de más como si él no conociese la moneda, pero Shinichi pagó sin protestar y despertó a su compañera con cuidado antes de salir del coche.

"¿No hay mucha gente para la hora que es?" Preguntó Miyano a la vez que entraban al interior, contemplando el círculo de gente que se estaba formado muy cerca de la recepción.

Shinichi frunció el ceño y se alejó de ella cuando su instinto de detective hizo a sus pies moverse por voluntad propia. Uno de los recepcionistas parecía estar efectuando una RCP, pero por el color del rostro de la otra persona, no creía que tuviese una oportunidad para salvarlo.

"Llamad a la ambulancia y a la policía." Ordenó inclinándose hacia ellos para comprobar el pulso. "Déjalo estar, no hay nada que hacer." Comentó apartando las manos del hombre para que dejase de intentar reanimarle.

"¿Un infarto?" Escuchó preguntar a su compañera a pocos pies.

"No lo creo." Contestó negando con la cabeza. "Tiene los labios morados e incluso puedo percibir el olor a almendras..."

"Muerte por cianuro entonces." Contestó ella robándole la respuesta de la boca.

Shinichi alzó la cabeza para mirar al guardia de seguridad y así hacerle señales para controlar la zona antes de que apareciese la policía.

"Es inútil, no sabes con seguridad si el asesino sigue aquí." Comentó ella rodando los ojos al ver como intentaba captar todos los detalles de la escena del crimen.

"Sí que lo sé." Contestó sonriéndole con suficiencia a la vez que ponía las manos dentro de los bolsillos de su traje. "Todavía no puedo decírtelo, cortaría toda la emoción."

"Déjalo, no quiero saberlo." Rodó los ojos. "Eres todo un friki de los misterios." Comentó frunciendo el ceño extrañada de que le emocionasen tanto esos acontecimientos. Era como si hubiese vuelto a convertirse en un niño, le brillaban los ojos y su rostro concentrado ponía el foco en todo lo que oía y veía.

"¡Esto es una tontería!" Intervino uno de los trabajadores. "¿Estás intuyendo que lo hemos matado uno de nosotros?" Preguntó desafiando a Shinichi con la mirada a la vez que apretaba lo dientes.

"¿Se puede saber que pasa aquí?"

Shinichi se giró para observar a uno de los policías que acababan de llegar, el hombre, de nacionalidad griega, lucía una cazadora negra y pantalones oscuros, tenía el pelo rizado y una barba de unos cuantos días. Vio su rostro ponerse serio cuando el guardia de seguridad le comentó que él era el joven que había alborotado el personal, ni más ni menos que un reconocido detective japonés y estudió cada uno de sus pasos mientras se acercaba. Kudo sabía que no tenía autoridad ni derecho encontrándose tan lejos de su jurisdicción, pero no podía quedarse de brazos cruzados sin hacer nada cuando esas desgracias sucedían.

"Shinichi kudo." Se presentó estrechando su mano. "Soy huésped del hotel. El trabajador parece haber sido envenenado con cianuro, el fallecimiento se ha producido a las doce y diez, se puede ver claramente si se revisan las cintas de seguridad, al igual que puede verse que solo se han acercado a la víctima cuatro personas diferentes durante las dos últimas horas."

"Eso es mentira, también ha atendido a varios huéspedes." Comentó otra de las sospechosas.

"Desde el otro lado de la recepción es imposible ver que la víctima tenía un vaso y un termo en su mesa, al igual que es difícil acceder a ella sin colarse por encima, cosa que no se ha visto en ningún momento en el video que me ha enseñado el agente de seguridad. Vosotros, como compañeros, podríais saber perfectamente que esa persona tenía la costumbre de llevar ese termo, y si no, podías acercaros con mucha más facilidad ofreciéndole un té o café por debajo de la barra de recepción. Todos vosotros conocéis a la perfección las posiciones de las cámaras al igual que he escuchado que los cuatro lleváis toda la temporada trabajando juntos." Explicó Shinichi por encima.

"Está bien, a partir de ahora dejemos trabajar a la policía, ¿Queda claro?" Comentó el hombre sin apagar la mirada desafiante, dando una señal a sus compañeros para que acordonasen la zona y expulsasen a los curiosos. "Primero tenemos que comprobar si la bebida está envenenada, si de verdad ha sido envenenado, nos lo confirmarán los de la científica."

Reunieron en una sala más pequeña a la veintena de personas que se encontraban en la recepción en ese momento para empezar con los interrogatorios, incluyendo a Shinichi y a Miyano como sospechosos.

"Parece ser que esta vez te encuentras en el otro lado." Se burló ella al ver la mala cara que traía por no dejarle colaborar. Ahí no era más que un extraño, un desconocido y un forastero que no tenía ni voz ni voto y que podían considerar tan culpable como los demás.

"No tiene ninguna gracia." Protestó. "Están perdiendo el tiempo mirándonos como a culpables."

"No te lo tomes tan mal." Contestó ella más acostumbrada que él. "Es protocolo, ¿no? Te dejarán en paz cuando descubran que no tenemos nada que ver con esto, aunque no creo que esta vez te dejen jugar a los detectives."

Kudo rodó los ojos a la vez que uno de los agentes abría la puerta para llamar su nombre. Shinichi sabía que se tenía que mantener al margen, pero, aunque le interrogasen, no iba a dejar que jugasen con él.