FRAGMENTOS
¡Hola! Alerta de actualización.
- Kayla Lynnet: ¡Vaya, qué comentario tan lleno de emoción! Jaja. Claro que sabías que algo no estaba bien con Kikyo, y lo que pasó en la gasolinera fue solo un anticipo de lo que estaba por venir. Sobre lo de Kikyo matando a su propio padre… sí, lo que está haciendo es más oscuro de lo que parece. Y con Kagome… ¡Sí, de verdad! Las cosas se complican muchísimo más de lo que pensaban. Es un giro grande, pero les aseguro que todo tiene su razón. Lo de Koga… siento mucho que haya tenido que mentir, pero es un personaje muy complejo. No es fácil para él hacer lo que hizo, y su relación con Inuyasha siempre fue complicada. Ver cómo se siente ahora, sabiendo todo lo que causó, es bastante doloroso :( Y sí, Kagura está a punto de entrar en acción, pero no sé si estarán listos para lo que está por pasar. En cuanto a la pregunta de si Kagome es una Hirano… eso es algo que se aclarará más adelante. Hay más sorpresas guardadas, así que no te preocupes, todo tiene su momento. ¡Gracias por comentar de esa manera tan entusiasta! Me da mucha energía para seguir escribiendo. No sé qué esperar para el próximo capítulo, pero te prometo que la trama va a seguir tomando giros inesperados.
- Rosa. Taisho: ¡Hola, linda! Qué emoción leer tu comentario, ¡me haces sonreír! :) ¡Sí, Kikyo es la villana de todo esto! Aunque adivinaste la mitad, realmente Koga es inocente, y sí, ella está más desquiciada que nunca. Todo lo que está pasando es culpa de ella. Y sobre el bebé, ¡sí, la verdad es que esa es una gran preocupación! Pero, por ahora, no te preocupes, ¡no todo está perdido! Aunque sí, la tensión sigue alta. Lo de Yura... ¡buena pregunta! Eso aún está por descubrirse, pero no descarto que haya algo más detrás de eso. ¡Ya lo veremos! Jeje. Lo de las dos grandes preguntas que planteas, ¡ajá! El bebé tiene un camino incierto, y la relación entre InuYasha y Kikyo (o Yura) definitivamente está lejos de ser sencilla. ¡Esto está lejos de terminar! Gracias a ti por tus palabras tan bonitas. ¡Me alegra mucho que el capítulo te haya gustado! Nos vemos en el próximo, ¡besos!
- Karii Taisho: ¡Hola, hola! Me encanta ver cómo te metes tanto en la historia y todo lo que estás pensando. Me tienes completamente atrapada con tus teorías y me emociona saber que te está gustando todo lo que está pasando. ¡Vamos por partes! ¡Tienes razón! Kagome está siendo forzada, y la amenaza es real. Sobre la gasolinera, claro, todo tiene sentido ahora, ¿verdad? Kagome es una mujer de gran corazón y sacrificio, y verla hacer lo que hizo por proteger a su familia es desgarrador. Y sí, lo de la droga… ¡es una locura! La mente detrás de todo esto es realmente retorcida. La frase de "ojos bonitos" fue muy significativa, y es tan difícil para ella dejar todo. El dolor que siente es real, pero su promesa de regresar está en el aire. Confío en que todo se solucionará para que no pierdan ese momento tan importante, aunque repito... todo puede pasar. Lo que mencionas de Koga, ¡wow! Es una teoría interesante. A veces pienso que puede estar involucrado, pero otras veces me hace dudar. Lo que es cierto es que hay muchas piezas en este rompecabezas, y algunos tienen más influencia de lo que parece. Sobre Kikyo… ¡sí! La verdad es que su plan está bien armado, y es muy sabia al manipular a los personajes según sus emociones. Lo de la venganza hacia los Taisho, ¡sí! Kikyo tiene mucho en mente, y la prensa y la imagen pública pueden ser piezas clave en todo esto. ¡Está jugando con todos y no tiene escrúpulos! Tu esperanza en Kagura es válida, y aunque el camino está lleno de incertidumbres, es posible que su papel en todo esto sea crucial para cambiar el rumbo. En fin, me alegra muchísimo que este capítulo haya traído algo de claridad. ¡Nunca dejaré que Kagome se convierta en una villana! Estoy agradecida por tu apoyo y tus teorías tan bien pensadas jeje. Nos vemos en el próximo capítulo. ¡Gracias por seguir tan de cerca la historia!
- Annie Perez: ¡Ay, entiendo perfectamente cómo te sientes! Kikyo es una de esas villanas que siempre logra meterse bajo la piel y hacer que todos la odien (al menos en mis historias jeje). Es increíble cómo puede hacer que todo se complique. Me alegra que te haya dejado tan impactada. Sobre si son hermanas… no te preocupes, las respuestas llegarán. Todo se irá desvelando poco a poco. Hay muchas piezas por encajar en este rompecabezas, pero ya verás que todo tiene su razón de ser. No te preocupes, que las respuestas que tanto quieres están al caer. Gracias por compartir tus emociones conmigo, ¡es genial ver cómo te engancha la historia! Nos vemos en el siguiente capítulo, ¡ya falta poco para más revelaciones!
- Lin Lu Lo Li: ¡No te preocupes! Es completamente normal tener dudas, especialmente cuando todo está tan enredado jaja. ¡Espero que sigas disfrutando de todo lo que se viene!
Estoy empezando a replantearme muchas cosas en mi cabeza sobre cómo terminará todo, incluyendo las parejas que parecen formarse en la historia. Quizás nada sea como lo imaginan y el final resulte completamente diferente, jeje.
Espero que la historia siga avanzando como debe y que la disfruten tanto como yo al escribirla. ¡Nos seguimos leyendo!
Atte. XideVill
Disclaimer: Los personajes de esta historia son de Rumiko Takahashi.
CAPÍTULO 32.
KAGOME
Cuando Kikyo se fue, después de unos días, Koga y yo nos quedamos solos en esa casa. Habíamos dejado el país hacía mucho tiempo, y aunque estábamos en otro lugar, no era muy diferente a estar secuestrados. Había hombres en cada rincón de la casa, una vigilancia estricta que Kikyo había organizado al detalle. Koga se encargaba de sus empresas desde la distancia, guiando a Kikyo en todo lo que necesitaba, y no era sorpresa que ella no supiera cómo manejar todo ese poder.
No teníamos idea de dónde estaban Sango o Kagura, y estábamos completamente aislados del mundo exterior. La única conexión que manteníamos con la vida fuera de estas paredes era la señora de la limpieza, que venía todos los domingos. A pesar de la situación, ella era nuestra única esperanza. Pero teníamos que fingir que todo estaba bien, que éramos un matrimonio feliz, aunque a veces no lo soportábamos. Esta noche, había planeado algo con Koga, una jugada para conseguir un teléfono y poder comunicarnos con alguien fuera de este lugar.
–¿Lo tienes? –cuestioné al verlo entrar a la habitación.
Koga cerró la puerta con seguro al entrar y, con una sonrisa cómplice, me mostró el celular que había logrado conseguir.
–No tenemos mucho tiempo –advirtió acercándose a la cama–. No tiene mucha batería.
–¿Se habrá dado cuenta?
El negó.
–Está completamente entretenida organizando el armario del bebé.
Me sentí algo culpable por lo que le estábamos haciendo a la señora de limpieza, pero sabía que esta era nuestra única salida. Habíamos perdido demasiado tiempo en ese lugar. A veces, me costaba recordar cuántos días habían pasado. El encierro se había vuelto tan rutinario que el tiempo se desvanecía. Si no fuera por el avanzado embarazo que llevaba, probablemente ni me daría cuenta de que los meses habían transcurrido sin cesar. Cada día, era lo mismo: la vigilancia, la tensión constante, la sensación de estar atrapada. Todo era igual.
–¿A quién llamará? –pregunté cuando se sentó a mi lado–. Yo no me acuerdo del número de nadie…
–Tranquila, sé cómo hacer esto –Koga marcó y esperó en silencio–. Buenos días, deseo hacer una llamada a Boston… –Él me miró–. Por cobrar… Sí, a Beacon Hill por favor, 198… Ok, espero.
–¿Qué…? –dije ansiosa.
Koga solo me sonrió.
–Tranquila, me están comunicando con… Hola ¿Kagura?
–Ponla en altavoz –pedí.
–Sí, soy Koga…
–¡Pero qué te pasa por la cabeza! ¡¿Cómo fuiste capaz de hacer algo así?! –soltó Kagura algo alterada–. Tú y Kagome, definitivamente quieren que los mate. Mira que casarse y desaparecer ¡Creí que amabas a Inuyasha y tú… tú…!
–Hola, Kagura.
–¡¿Kagome?!
–Sí, soy yo…
–¿Te has vuelto loca?
Miré a Koga con una sonrisa, pero no pude evitar derramar unas cuantas lágrimas. Era una mezcla de alivio y frustración, como si el peso de todos estos meses finalmente estuviera comenzando a desbordarse.
–Extrañé mucho escuchar tu voz… –solté algo rota.
–Pero ¿Qué dices? Kagome, ¿te sientes bien?
–Ella está bien, es solo… –Koga tomó el control de la situación–. Hay mucho que tienes que saber y… no queda mucho tiempo.
–¿Qué pasó?
Koga soltó todo en cuestión de minutos, no teníamos mucho tiempo, así que no ahondó en detalles innecesarios, solo lo importante. Sus palabras fueron rápidas y directas, como un plan que ya había estado dando vueltas en su mente desde hace tiempo.
–Tienes que ir a casa de los Taisho –Fue la frase con lo que cerró todo.
Hubo un silencio del otro lado, por un momento creímos que la llamada había finalizado, pero no.
–¿Kagura…?
–Puedo intentar contactar a tu hermana Sango, o a la policía, a la élite si lo desean, pero… no me pueden pedir eso.
–Eres lo único que nos queda, Kagura –Sentencié–. No estás segura allá, Kikyo no tardará en encontrarte. Sabes bien que los Taisho son los únicos…
–¿Qué…? –soltó con dolor–. ¿Me van a proteger? No hay forma… yo, dejé todo atrás, estoy tranquila estando aquí… yo no… no puedes pedirme que regrese… eso no…
–Kagura…
–No quiero que me quiten a mi hija –dijo severa–. Estoy a casi nada de conocerla, no quiero que… no quiero que él sepa de ella.
Koga y yo nos miramos, conscientes de lo difícil que era para ella. Sabíamos que estaba atravesando una tormenta interna en estos momentos.
–Para ellos yo estoy muerta, Kagome. Y para mi hija Sesshomaru está muerto. Nada me hará cambiar de parecer. Lo siento… en verdad lo siento mucho, yo solo…
–Kagura… ¿Hola? ¡Kagura! –me desesperé.
–No fue ella –dijo Koga–. La batería murió.
–¿Qué vamos a hacer ahora, Koga? Ella era nuestra única esperanza y ya la oíste…
–Tranquila, encontraremos otra forma de salir de esto.
–¿Por qué estás tan tranquilo?
Koga pasó sus manos sobre mis hombros y suspiró.
–Porque la conozco –repitió, más para sí mismo que para mí–. Estoy seguro de que en estos momentos Kagura está pensando en muchas cosas… ya la oíste, pronto nacerá su hija. Su instinto la hará protegerla a costa de todo… incluso a través de Sesshomaru.
INUYASHA
–¿Dejarán de atender?
–¿Es cierto que la clínica va a serrar?
–Qué tienen que decir al respecto…
–Señor Taisho… Por aquí…
–Necesitamos respuestas…
Antes de subir al auto, miré a la increíble cantidad de periodistas abarrotados en la entrada de la clínica. Las cámaras parpadeaban, los micrófonos se extendían, y las voces se mezclaban en un ruido ensordecedor. Sabía que todo lo que sucedió tras la muerte de Naraku, convertiría a mi familia en el centro de atención.
–Las declaraciones oficiales las dará mi padre –afirmé–. Esperen sus palabras.
–¡Señor Taisho…!
–Espere por favor… una pregunta más…
–Señor Taisho…
Me alejé del lugar sin decir nada más. En estos últimos meses, solo había buscado una distracción para ya no pensar más en el tema de Kagome. Me había cansado, había agotado todos mis recursos para dar con ella, pero… simplemente era como si no quisiera que la encontrara. Las palabras de Koga resonaron en mí, y aunque en un principio no las creí… con el tiempo se tornaron pesadas y mi mente las reconoció como verdaderas. Una verdad dolorosa y amarga. Kagome nos había dejado para irse con alguien más… esas eran las palabras que me recordaba cada vez que abría los ojos al despertar.
Era como si cada rincón de mi vida hubiera quedado marcado por su ausencia. Todos los esfuerzos, todas las búsquedas, se desmoronaban al instante en que me enfrentaba a esa cruel realidad. Los momentos que compartimos, la felicidad que una vez sentimos, ahora se veían borrosos, desvanecidos por la sombra de una traición que no podía comprender.
Koga siempre había sido claro con sus palabras, aunque las odiara. La verdad nunca fue fácil de aceptar, pero tarde o temprano la vida siempre se encargaba de imponérnosla. Ya no sabía qué hacer con todo esto, cómo seguir adelante cuando mi mente seguía atrapada en su recuerdo.
Lo que más dolía era la sensación de que no había nada que pudiera hacer para cambiarlo. Todo lo que había sido, todo lo que habíamos sido, ya no existía. Solo quedaba un vacío, un espacio silencioso donde una vez estuvo su amor.
–¡Es mi papi!
Levanté la cabeza al escuchar la voz de Moroha al llegar a casa.
–¡Papi, papi! El tío Sesshi dijo que Kuma sería muy rico si Kaede lo cocina.
–¿Eso dijo?
Moroha extendió las manos para que la cargara.
–Sí. Y la tía Rin solo se rio –Besé su mejilla al entrar con ella a la casa–. ¿Verdad que Kuma no se come, papi?
Sonreí y asentí, acariciando su cabello.
–No, amor, Kuma no se come.
–Se lo dije, pero el tío Sesshi…
–Ya vas a quejarte, pequeña ratona –soltó Sesshomaru cuando entramos al comedor.
Rin y él compartieron una sonrisa cómplice.
–Les dejo a mi hija para que la cuiden, y ¿qué encuentro aquí? ¿Una especie de bullying infantil? ¿En serio, chicos?
–Solo respóndeme algo, Inuyasha –pidió Sesshomaru–. Pero no lo pienses mucho. ¿Los patos se comen?
–Sí…
–¡Papi!
Abrí la boca al darme cuenta que había caído en la trampa de mi hermano.
–Quiero decir… no todos los patos…
Escuché un par de risas a la distancia, mientras que Moroha me miraba con aquellos ojos juzgadores.
–No vamos a comernos a Kuma, fin de la discusión –decreté ante su atenta mirada.
Ella no dejaba de mirarme, hasta que la vi hacer un puchero y aquello me derribó. La atraje hacia mí en un abrazo antes de que todo explotara. Miré a los responsables con odio, esto no se iba a quedar así.
–Ustedes son de lo peor… –susurré negando con la cabeza y llevándome a mi hija lejos de ese par.
Desde que Rin había regresado a la mansión, todo parecía encajar bien con Sesshomaru. Su relación se formalizó en medio de tanto caos, como si hubieran encontrado su propio refugio. Supongo que su felicidad no dependía de la infelicidad de otros, lo cual me hacía admirar aún más la tranquilidad que lograron construir entre ellos.
–¿Por qué llora mi nieta? –preguntó mi madre al encontrarnos en las escaleras.
–Tu hijo –Fue todo lo que dije antes de subir a mi habitación.
Senté a Moroha en la cama, acariciando su cabello mientras secaba con suavidad sus mejillas.
–¿Mejor? –pregunté mirándola.
Ella se abalanzó hacia mí, abrazándome con fuerza, como si temiera que la soltara y la dejara sola.
–Papi, ¿dónde está mami?
Contuve la respiración. Esta era una conversación que teníamos casi a diario, pero aún no lograba acostumbrarme a su sola mención.
–Mami está bien, princesa –Esa siempre era mi respuesta.
.
–Hablé con Miroku esta mañana –comenté mientras me sentaba con los demás.
Habíamos decidido venir con toda la familia a uno de los parques cercanos a la casa. Mi madre había insistido incansablemente en que sacáramos a Moroha de ese innecesario aislamiento al que, sin querer, la habíamos sometido. Ahora jugaba alegremente con su abuelo a pocos metros de nosotros.
–¿Así? ¿Y qué te dijo? –preguntó Izayoi..
–Que todo sigue igual en la clínica, aunque ya no hay tantos periodistas dando vueltas por ahí.
–Ni lo menciones –soltó Sesshomaru mientras abraza a Rin–. Te aseguro que, si este parque fuera público, estaríamos rodeados de curiosos y cámaras en un instante.
Asentí. De alguna forma tenía razón.
Sentí la mirada intensa de mi madre clavada en mí, y en ese instante supe lo que se venía.
–Hijo, sé que no te gusta hablar de esto, pero…
–Mamá, si vas a mencionar a Kagome…
–Es necesario –dijo manteniendo la calma–. Lo digo porque, al parecer, nadie más se interesa en este tema.
–Porque yo se los pedí, mamá. Y también te lo pedí a ti. No quiero hablar de Kagome, no quiero escuchar nada sobre ella –sentencié moderando la voz para que mi hija no nos escuchara–. Hoy, por primera vez, Moroha no ha preguntado por ella al despertar. He hecho todo lo que estaba en mis manos, madre. Busqué en cada rincón, fui a la cabaña esperando encontrar alguna pista... y lo único que logré fue lastimarme aún más. Ella se fue. Tomó su decisión, y lo único que pido es que este tema no se mencione más. Por favor.
–Pero mi nieta…
–Tu nieta me tiene a mí. Y yo no la dejé sola, puedes estar tranquila.
Izayoi no parecía satisfecha con mi respuesta.
–Mi madre también la está buscando –dijo Rin–. Ella no cree que mi hermana…
–¿Ha encontrado algo? –cuestioné.
–No, aún no.
–Ven, a eso me refiero –dije con un suspiro–. Es inútil, ¿por qué no dejamos que la feliz pareja sea feliz y ya?
–Inuyasha…
–Madre, basta por favor. Solo quiero dejar este tema cerrado y continuar con mi vida.
Todos en la mesa guardamos silencio. Era mejor eso que seguir dándole vueltas a un tema que no nos llevaría a ningún lado.
–Señor Taisho.
–¿Sí? –Sesshomaru y yo dijimos al unísono.
La señorita nos observó por un momento, y luego sonrió.
–¿Inuyasha Taisho?
–Soy yo –dije de inmediato.
–Alguien pregunta por usted.
–¿Quien?
–No quiso darnos su nombre, solo dijo que era urgente.
–Hijo, tal vez sea…
–Madre, por favor –solté mirando a Izayoi–. Dígale que pase –pedí a la joven muchacha.
–En seguida.
–¿Alguien está preguntando por ti? –cuestionó Sesshomaru con una sonrisa–. ¿Tenemos que preocuparnos?
–Por favor no empieces con tus estupideces.
Rin y mi hermano parecían disfrutar viéndome disgustado, como si fuera una especie de espectáculo privado para ellos.
–¡Papi! Mira, el abuelo me hizo esta corona de flores.
Alcé a Moroha y la senté sobre mis piernas.
–Es para la princesa de la familia –dijo mi padre.
–¿Te gusta?
–Te ves hermosa, mi amor –le dije con una sonrisa.
–Puedo hacerte una.
–¿Qué tal si mejor le haces una a tu tío? Sé que le encantará, ¿no es así, hermano?
Le sonreí sabiendo que no se negaría, y él me miró con una expresión que claramente decía que quería matarme.
–Sí… –dijo entre dientes–. Me encantaría, pequeña ratona.
Moroha le sonrió y, aprovechando el momento, la atraje hacia mí para abrazarla con fuerza. Me era muy fácil hacerlo, ella era tan pequeña y tierna que simplemente me derretía.
–Inuyasha.
Volteé para ver quien me llamaba. No estaba preparado para lo que mis ojos encontraron.
–No puede ser… –La voz de mi madre resonó en mis oídos.
Rápidamente regresé mi mirada a Sesshomaru. Él ya estaba de pie, su rostro se encontraba tan desconcertado y confundido como el mío. No había palabras, solo una mirada vacía, como si estuviera procesando lo mismo que yo, pero sin encontrar la forma de encajarlo.
–¿Kagura…? –soltó en un hilo de voz.
–Inuyasha, solo quiero hablar contigo.
–¿Estás viva…? –Sesshomaru seguía inmóvil, sin poder procesarlo como todos nosotros.
Entonces vi cómo su mirada se clavaba en una parte de su cuerpo. Era un gesto sutil, pero imposible de ignorar.
Rin, que estaba a su lado, tampoco fue ajena a lo que estaba pasando.
–Seré breve, lo prometo… ¡No! No te me acerques –soltó cuando mi hermano intentó dar un paso hacia ella–. No quiero causarles problemas y lamento mucho haberme presentado de esta forma, pero no tenía otra opción.
–Hijo… –susurró mi madre mientras tomaba a Moroha en brazos–. Tu padre y yo llevaremos a Moroha al estanque.
Solo asentí con la cabeza. Moroha me miró desde el hombro de mi madre, y aunque sus ojos brillaban con curiosidad, sería mejor que no estuviera presente.
–Kagura tú… –no fui capaz de formular las palabras.
–No te centres en mí, lo que importa es…
–¿Que no se centre? –soltó Sesshomaru–. Finges tu muerte, y luego apareces como si nada, ¡¿y pides que no nos centremos en ti?!
–Sesshomaru… –Rin parecía preocupada.
–¡¿Y qué si lo hice?! –soltó Kagura–. A ti qué más te importa. Solo te importas tú mismo y tu grandísimo egoísmo
Tuve que interponerme entre mi hermano y Kagura, al verla consumida por los nervios.
–No te atrevas a acercarte, Sesshomaru, o si no… –murmuró.
–Ese bebé…
Kagura lo miró fijamente.
–No tiene que ver contigo –Se apresuró a responder–. Nada de esto tiene que ver contigo, yo solo vine a hablar con Inuyasha y ah…
–Kagura… –solté al notar su dolor.
–Solo unos minutos… –pidió, casi suplicante–. Inuyasha, solo eso, luego te juro que desapareceré. Pero necesito que me escuches, es sobre Kagome y…
–No sigas por favor –La corté antes de que terminara–. ¿Qué me dirás? ¿Que ella no se fue porque quiso…? ¿Qué necesita mi ayuda y…?
–Sí, de hecho, sí. Ella y Koga…
–Ella y Koga se casaron, y se fueron a un rincón del mundo.
–No es como te lo estás imaginando. En realidad, Kikyo está detrás de todo esto.
–¿Kikyo? –solté.
–Sí…
–¿Kikyo? –volví a preguntar más crudo–. No he sabido de ella desde que firmé los papeles del divorcio. ¿En verdad esperas que crea que fue ella?
–Estás dejando que el odio te ciegue.
–No. Estoy siendo racional. ¿Esperas que te crea? ¿A ti que fingiste tu propia muerte?
–Eso es cierto –soltó Sesshomaru–. ¿Quién nos asegura que no eres tú detrás de todo esto?
Kagura se llevó una mano al vientre antes de mirarnos.
–Son un par de idiotas… definitivamente lo son…
–Llamaré a una ambulancia –dijo Rin.
–No te molestes… Yo puedo sola…
–Inuyasha, has algo –Rin parecía realmente preocupada–. Creo que entró en labor.
–No, aún falta para eso… ahg… esto se me pasará…
Busqué mi celular en la mesa.
–¿Qué haces? –cuestionó Sesshomaru deteniendo mi acción.
–Este no es el momento de actuar como idiotas, por si no te diste cuenta, ella está a punto de tener a tu hijo… –susurré–. Así que, apártate.
Aquellas palabras parecieron resonar en él, porque se quedó inmóvil.
El pasillo de la clínica estaba lleno de nosotros; por un lado, mi madre distraía a Moroha mientras mi padre la seguía de cerca como un guardaespaldas, y por el otro, Sesshomaru no dejaba de mirar la puerta por donde habían ingresado a Kagura. La tensión se sentía en el aire, y Rin no era ajena a ello. Me miró desde la distancia antes de acercarse.
–Iré por un poco de café, creo que esta noche será larga –dijo con una sonrisa–. ¿Quieres que te traiga algo?
–No, así estoy bien, pero gracias.
–Nosotros iremos contigo, cariño –dijo mi madre–. Vamos a ver qué ofrecen para que esta princesa pueda cenar.
Rin asintió con la cabeza antes de mirar por última vez a Sesshomaru, quien parecía completamente absorbido en sus propios pensamientos.
Y fue así cómo nos quedamos solos dos en el pasillo. Contemplando el silencio y las mil y un preguntas que rondaban en nuestra cabeza.
Al cabo de unos minutos vimos salir a Miroku.
–Lamento hacerte venir en tu día de descanso –Me disculpe.
–No te preocupes, supongo que soy tu pediatra de confianza.
Le sonreí mientras asentía.
–¿Y bien…?
Él soltó un suspiro antes de sonreír.
–Todo salió bien. Tanto ella como la bebé están bien.
–¿Es una niña? –pregunté con asombro y miré a mi hermano–. ¿Escuchaste? Es una niña…
–¿Se puede hacer una prueba de ADN en recién nacidos?
La sonrisa de Miroku se apagó y sus ojos se ensombrecieron.
–Kanna tiene el cabello plateado y sus ojos… bueno, espero que se parezcan al de su madre.
Sesshomaru enmudeció. ¿Qué otra prueba necesitaba? Solo los Taisho compartíamos rasgos tan característicos como el cabello plateado o los ojos dorados.
–¿Kanna…? –balbuceó.
–Sí, ese fue el nombre que ella escogió.
De pronto, miré hacia un lado y me pareció ver a Rin escondiéndose tras una puerta.
–¿Puedo verla?
–Me temo que no. Kagura no quiere…
–Es mi hija.
–Y también me dijo que te dijera que dejaste de ser su padre el día que le exigiste que se realizara la prueba de ADN.
–Tengo el derecho….
–Sesshomaru –advertí severo–. Ya detente. Miroku, ¿dijo algo de mí?
–Sí, que podías pasar a verla mañana, una vez que se sienta más tranquila.
–Claro…
–¿Todo salió bien? –La voz de Rin rompió con todo–. Me alegro…
–¿Y Moroha?
Ella me sonrió.
–Tranquilo, tu madre se la llevó a casa; la pobrecita luchaba contra el sueño.
Asentí con la cabeza. Y de un momento a otro, el silencio se volvió incómodo.
Me crucé de brazos y dejé escapar un suspiro bajo, intentando encontrar algo, cualquier cosa, que rompiera aquella tensión. Rin se movió ligeramente, inquieta, con la mirada fija en un punto indefinido de la pared. El reloj del pasillo marcaba cada segundo con un eco que parecía acentuar el vacío entre nosotros.
Finalmente, me aclaré la garganta y di un paso hacia la ventana, tratando de aliviar la presión en mi pecho. Afuera, las luces de la ciudad parpadeaban con indiferencia, completamente ajenas a todo lo que ocurría en estos momentos.
–¿Irás a casa? –Escuché la voz de Rin a mis espaldas.
–No… yo… creo que tengo que quedarme un poco más –fue la respuesta de Sesshomaru.
"Tengo" sonaba más a obligación que a decisión, como si lo estuviera haciendo porque no había otra opción. Si en lugar de eso hubiera dicho "quiero", todo habría sonado diferente, más real, más sincero.
No tenía dudas de que Sesshomaru amara a Rin; lo había demostrado de formas que solo él podía hacerlo, con acciones silenciosas y miradas que hablaban más de lo que las palabras jamás podrían. Pero esa frialdad que siempre lo acompañaba hacía que todo pareciera... incompleto. Como si su amor estuviera ahí, pero no supiera cómo mostrarlo del todo.
Suspiré. No era mi problema, pero no podía evitar pensar si Rin también lo sentía. ¿Había aprendido a conformarse con lo que él podía ofrecerle o, en el fondo, deseaba algo más?
–Entiendo, sí… está bien –asintió.
–¿Cómo salió todo?
Agradecí la intervención oportuna de nuestro padre. La tensión en el ambiente era asfixiante, y no estaba seguro de cuánto más podría soportar.
–Bien, todo salió bien –comentó Miroku–. Justo se los mencioné. Kagura y la bebé están perfectamente bien.
–Otra niña –dijo mi padre, mirando a mi hermano con asombro–. ¿Qué pasó con los varones en esta familia? Nos estamos quedando atrás –bromeó con una sonrisa.
–Fueron dos generaciones de puros varones –comenté–. Ya era hora de romper la genética.
–Y te doy toda la razón.
A pesar de todo, mi padre se mostraba contento.
–A Izayoi le encantará saber que tendremos otra niña en la familia, otra princesa Taisho…
–De eso nada, padre –sentenció Sesshomaru–. Kagura no quiere saber nada de nuestra familia. Por eso dudo mucho que acepte que la niña lleve nuestro apellido.
–Los Taisho no abandonamos a la familia, y si esa niña es una de nosotros, entonces más te vale encargarte de solucionarlo.
–Kagura no…
–¿Por qué no empiezas por pedir perdón? —soltó Toga con autoridad—. A veces, hasta las situaciones más complicadas tienden a ablandarse con un simple mea culpa. Y con esto no te pido que regreses con ella, no, solo que seas maduro y empieces a hacerte cargo de las decisiones que tomaste en el pasado. —Miró hacia la puerta—. Esa niña no tiene la culpa de nada.
.
–¿Puedo pasar? –dije después de tocar suavemente la puerta.
Kagura me miró desde la camilla y asintió con la cabeza. Entré a la habitación y me acerqué a ella, sus ojos reflejaban una mezcla de cansancio y calma. Sobre sus brazos, descansaba un pequeño bulto envuelto en mantas, tan frágil y tan perfecto.
–Ahora que pareces más tranquilo –soltó de inmediato–. ¿Crees que puedes escucharme?
Asentí con la cabeza, pasando de mirar a su hija a ella. No pude evitar notar la suavidad en su expresión, algo que no había visto antes.
–Kagome no se fue porque quiso, todo fue culpa de Kikyo. Y es tal cual como te dije ayer, Kikyo está detrás de todo esto. Es con ella con quien tienes que estar molesto, no conmigo, ni con Kagome, y mucho menos con Koga. Porque si me preguntas, él está haciendo un muy buen trabajo cuidando de ella.
–¿Cómo lo sabes?
–Sé que aún no crees todo lo que digo y tal vez nunca lo hagas, por eso búscala, busca a Kagome y escúchala. Hace varias semanas me llamaron a través de un número desconocido, no entendí muy bien cómo lo consiguieron, porque Kikyo los tiene incomunicados –declaró–. Pero te daré el número, y por ahí puedes empezar.
–¿Por qué te llamaron a ti y no a mí?
–Bueno… fue gracias a Koga, él llamó a la casa en donde me estaba quedando. Su casa en realidad.
–Espera –pedí–. ¿Todo este tiempo Koga sabía que estabas viva?
Ella asintió mirándome.
–Sí, Koga y Kagome lo sabían.
–No puedo creerlo –solté paseando por el lugar–. Me estás diciendo que Kagome siempre lo supo y nunca me lo dijo.
–Sí, porque yo se lo pedí…
–Es que esto no se trata solo de eso. Se trata de la confianza que supuestamente creí que teníamos. ¿Qué otras cosas más me estuvo ocultando? ¿Qué otras cosas tengo que saber?
–No tenía otra opción, lo hizo para protegerme.
–¿A costa de qué? Sus mentiras, mira hasta dónde nos han llevado. Ya no sé lo que es cierto o no, ni siquiera sé si todo lo que acabas de decir es verdad. Mi mente ya había asimilado la idea de que ella nos había dejado por irse con alguien más.
–Esa es una estupidez…
–Sí, pero si lo ves como yo lo veo, empezarás a cuestionarte.
–¿Y qué se supone que debo cuestionar?
–Todo. Cada cosa que creíste saber. Las razones detrás de sus decisiones, por qué desapareció sin dejar rastro. Tal vez no fue por lo que pensabas.
–Inuyasha…
–No te estoy pidiendo que te esfuerces demasiado –continué, con tono serio–, solo que mires las cosas desde otro ángulo. ¿No te parece raro? Que después de todo lo que pasó, ella simplemente desapareciera sin más, sin explicaciones, sin una palabra. Naraku está muerto y hace mucho que no hemos sabido nada de Kikyo. ¿Bajo qué excusa supuestamente la manipularon? –pregunté, cruzándome de brazos–. Todos estamos bien, Moroha está con nosotros, Sango está perfectamente bien con Miroku y tú… –mi voz bajó un poco al notar su expresión, casi como si estuviera pensándolo–. ¿Te hicieron algo?
Parpadeó confundida y luego me miró.
–No… pero ellos me dijeron que Kikyo me estaba buscando.
–¿O eso solo fue una excusa para que les perdieras el rastro? –repliqué, sintiendo cómo la frustración crecía en mi interior.
–¿De verdad crees que Kagome sería capaz de usar algo así como excusa? –respondió, su tono más desafiante ahora–. ¿Que ella, con todo lo que ha hecho por ustedes, simplemente los dejaría así, sin más? Inuyasha, no entiendes lo que Kikyo es capaz de hacer. No se trataba de que algo estuviera mal con ustedes, sino de manipular su percepción, de hacerle creer que estaba protegiéndolos al alejarse.
Solté un suspiro lleno de frustración.
–¿...ya no sé qué es verdad o mentira?
Kagura respiró hondo, bajando la mirada por un momento antes de volver a hablar.
–Entonces busca la verdad, Inuyasha. Pero hazlo de frente, no desde tus suposiciones. Te di un punto de partida, el resto depende de ti.
El silencio nos acompañó, pesado pero necesario. Ambos lo sabíamos. Mis pensamientos eran un caos, pero el miedo sobresalía por encima de todo. ¿Qué pasaría si volvía a abrir esa puerta sólo para encontrarme con un vacío aún más profundo?
Miré a Kagura de reojo; parecía tan seguro de sus palabras, tan convencida de que estaba dándome una verdad. Pero yo... yo no podía evitar dudar. ¿Y si volvía a tener esperanzas, solo para que el resultado fuera el mismo? Nada. Solo la confirmación de que estaba solo.
–No me imaginé que sería así –murmuró Kagura, con la mirada fija en su hija–. Tenía tanto miedo de que se pareciera a tu hermano, de que heredara todo lo que no quería ver en él, que... olvidé por completo el por qué me había enamorado de Sesshomaru en primer lugar.
Me acerqué sigilosamente, con pasos ligeros para no interrumpir el momento. Kagura parecía tan absorta en su pequeña hija que no notó mi presencia hasta que estuve a su lado. Eché un rápido vistazo, intentando no ser demasiado obvio, pero la curiosidad me ganó.
–¿Puedo?
Ella asintió dándome a la bebé.
–Pero, ahora que la miro –continuó, acariciando con ternura el rostro diminuto de la niña–, entiendo que no era el miedo lo que importaba. Era mi amor por ella, por lo que ella podría ser, por lo que significa. Aunque todo esté roto, aunque él y yo estemos rotos… ella no tiene por qué cargar con eso.
El rostro de la niña era pequeño y delicado, con un mechón de cabello plateado escapando de las mantas. Tenía los ojos cerrados y una expresión de paz que contrastaba completamente con la tensión que aún flotaba en la habitación. De alguna forma vi algunos rasgos de Sesshomaru en ella.
–Permítenos formar parte de su vida.
–No…
–Sabes que cuidaremos de ustedes. Mis padres estarán más tranquilos si aceptas... –dije con cuidado, buscando las palabras correctas.
Kagura levantó la mirada, sus ojos brillaban con una mezcla de incredulidad y desafío.
–¿Qué? –respondió, su tono cortante–. ¿Que acepte vivir bajo el mismo techo en donde su hijo vive con su nueva pareja?
Su respuesta me tomó por sorpresa, aunque no debería haberlo hecho. La tensión en sus palabras era innegable, y no podía culparla. Me quedé en silencio un momento, buscando cómo suavizar la situación sin invalidar lo que sentía.
–No es eso –contesté con calma–. Sé que no es lo ideal, pero solo estoy diciendo que habrá más seguridad y estabilidad. Es... complicado, lo sé, pero quiero que estén bien, que no tengan que pasar por esto solas.
–Nada es sencillo con ustedes, ¿verdad? –murmuró, casi para sí misma, con un dejo de amargura en su voz–. Hasta hace tan solo unas horas, nosotras no hubiéramos existido en sus vidas. Si no fuera por el cariño y el agradecimiento que le tengo a Kagome, ustedes jamás habrían sabido nada de nosotras.
–Tal vez tengas razón, pero de alguna forma decidiste llamarla Kanna. Y ese nombre…
–Ese nombre es lo único que mi hija tendrá de él. No quiero su apellido, no quiero su ayuda y mucho menos quiero escuchar sus disculpas… ya es tarde para eso.
–¿Qué tan tarde?
Ambos nos quedamos en silencio al ver a Sesshomaru parado en la puerta.
Continuará...
