FRAGMENTOS

¡Hola! Llegó la actualización.

- Karii Taisho: Me encanta cómo desglosas cada punto, desde la complejidad del dolor de Kagome hasta la encrucijada de Sesshomaru, y no puedo dejar de sonreír con tus predicciones sobre Koga y Kagura. Tienes razón, esta historia no solo se trata del sufrimiento de los protagonistas, sino del impacto en todos los que los rodean. Y sí, Inuyasha tiene que enfrentarse a muchas cosas, pero esa última escena… ay, ese malentendido duele. Tu teoría sobre Bankotsu, la influencia de Yura y cómo podría afectar la relación de Moroha con Kagome está on point. :) Vamos a ver cómo se resuelve todo porque las piezas se están moviendo, pero el tablero todavía no está completo (y todo puede cambiar en cuestión de segundos). Gracias por tomarte el tiempo de escribir esta pieza de comentario, de verdad lo aprecio un montón. Nos vemos en el siguiente capítulo, que seguro traerá más caos. ;)

- Kayla Lynnet: ¡Se nota cuánto te ha afectado el capítulo! Desde la rabia con Inuyasha hasta la ternura con Hoshi, pasando por los gritos de frustración con Sesshomaru y los Taisho en general. Me encanta cómo defiendes a Kagome y cómo te entregas por completo a la historia, cuestionando cada acción de los personajes y reaccionando como si estuvieras viviéndolo en carne propia jeje. Sin duda sentiste todas las emociones posibles, y sé que lo sufriste tanto como lo disfrutaste, y eso me emociona. Ahora veremos qué pasa, porque nada está del todo dicho. Y muchas gracias por tus palabras, me motivas a seguir escribiendo. Gracias por acompañarme en esta montaña rusa y por estar tan al pendiente. :)

- Cbt1996: No te preocupes por dejar detalles afuera, el hecho de que disfrutes la historia al cien por cien ya es más que suficiente. Sesshomaru, como siempre, es un caso complicado, y su relación con Kagura solo suma más tensión. En cuanto a Koga y Kagura, me alegra que te gusten juntos, aunque su destino aún está en juego ;) Sobre la custodia, es cierto que Kagome necesita actuar con cuidado, porque tomar una decisión apresurada solo empeoraría la relación con su hija. En cuanto a Bankotsu y Kagome, solo diré que todo es posible, aunque entiendo tu amor por el InuKag (no pienso fragmentar esa relación más de lo que ya está… creo jeje). Yura sigue causando estragos, y su impacto en Moroha es innegable, pero aún queda mucho por ver. Lo de Hoshi fue un golpe duro, y la división de la familia sigue doliendo, pero las emociones son complejas, y los personajes están tratando de encontrar su lugar en medio del caos. Finalmente, Kikyo sigue siendo una incógnita, pero su silencio no significa que haya quedado fuera del juego. Gracias por tu apoyo incondicional, por tus bonitas palabras, y por compartir la historia. No sabes cuánto significa para mí.

- joiscar: Así es, aunque el momento estuvo cargado de emociones difíciles, el vínculo entre ellos sigue siendo fuerte, y eso es lo que realmente importa. Aceptar el pasado y sus consecuencias no es fácil, pero poco a poco encontrarán la manera de seguir adelante. ¡Gracias por compartir tu percepción!

- Rosa. Taisho: Hola, bella. Primero que nada, gracias por estar atenta y por compartir el capítulo, de verdad aprecio mucho tu apoyo. Me encanta cómo disfrutas del drama con ese nivel de intensidad, se nota que lo viviste al máximo. La discusión entre Sesshomaru, Rin, Kagura y Koga definitivamente estuvo cargada de tensión, y sí, que sufran un poquito no viene mal jeje. Sobre el papá de Inuyasha… bueno, digamos que meter las narices en lo que no le corresponde parece tener opiniones divididas, ya que, si bien él no tiene nada que ver en el asunto, también podemos comprender el dolor de abuelo que siente al perder a sus nietas. Y sí, la reacción de Hoshi llamando "papá" a Koga fue un momentazo, me alegra saber que te hizo sonreír de oreja a oreja. En cuanto a Moroha, entiendo tu punto, pero también hay que darle su espacio para procesar todo. Lo de Bankotsu… mmm, digamos que aún hay mucho por ver, pero me encanta que estés abierta a nuevas posibilidades. Gracias por tu emoción y por siempre compartir tu entusiasmo. Nos vemos en el próximo capítulo, bella.

- Annie Perez: Entiendo perfectamente cómo te sientes, el capítulo fue especialmente duro. Kagome ha cargado con tanto dolor, y ahora Hoshi también está enfrentando una verdad difícil de asimilar. Es imposible no sentir por ellos, porque al final, son quienes más han sufrido por decisiones que no fueron completamente suyas. Solo espero que, con el tiempo, puedan encontrar la paz que tanto merecen. Gracias por seguir aquí, viviendo cada emoción junto a la historia.

- Samudio Marlenis: ¡Qué gusto leerte de nuevo! No te preocupes por los problemas con la plataforma, lo importante es que lograste llegar al capítulo y compartir tus impresiones. Me encanta cómo analizas cada detalle y sacas conclusiones sobre los personajes y sus decisiones. Tienes una forma muy clara de ver las consecuencias de cada acción, y sí, en este punto todos están enfrentando las repercusiones de sus propios errores. Sobre las relaciones entre los personajes, hay muchas tensiones y emociones encontradas, y es interesante cómo cada uno va lidiando con lo que siente a su manera. Hay quienes intentan avanzar y otros que aún están atrapados en el pasado, pero todo sigue moviéndose. Me gusta leer tus suposiciones y ver qué cosas logras anticipar, ¡tienes un ojo muy agudo para los detalles! ¿Te lo he dicho antes? Creo que no jaja. Gracias por estar aquí una vez más y por compartir tus pensamientos con tanto entusiasmo. ¡Te mando un abrazo y que tengas un lindo día!

- DR: Jaja, entiendo totalmente tu frustración. Inuyasha a veces parece avanzar y luego retroceder con sus impulsos, y este final definitivamente deja con ganas de darle un buen sacudón para que reaccione. No es fácil romper con los patrones del pasado, pero esperemos que logre reflexionar antes de cometer otro error que termine empeorando las cosas. ¡Gracias por compartir tu enojo y emoción con el capítulo! Me encanta leer tus reacciones.

- Lin Lu Lo Li: No tienes que disculparte por la tardanza, siempre es un gusto leer tus comentarios, y sé que el capítulo no era fácil de afrontar. Ese capítulo fue intenso y cargado de emociones, así que entiendo perfectamente que tomaras tu tiempo para procesarlo. Los sentimientos de cada personaje están tan a flor de piel que es inevitable sentir ese vacío, esa tristeza y esa impotencia con cada uno de ellos. Las heridas que cargan son profundas, y aunque hay momentos en los que parece que pueden empezar a sanar, siempre surge algo que los arrastra de nuevo al conflicto. Hay muchas emociones en juego, muchos lazos rotos que buscan reconstruirse y, al mismo tiempo, fuerzas externas que amenazan con hundirlos aún más. Gracias por compartir tus pensamientos y emociones, realmente significa mucho saber lo que el capítulo logró transmitirte.

- MegoKa: ¡Hola, hola! Qué alegría verte por aquí y saber que, a pesar del caos, encontraste un momento para ponerte al día. Este capítulo fue un torbellino de emociones, y lo que dices de Moroha es tan cierto... Ella ha perdido tanto y, cuando parece encontrar estabilidad, todo se desmorona otra vez. Es desgarrador verla en medio de este enredo, intentando aferrarse a lo poco que le queda. Y sí, la frustración con todos es totalmente comprensible, necesitan despertar de una vez y asumir sus errores. Sobre Kagura e Inuyasha, su relación fue algo inesperado, pero al final resultó ser un refugio en la tormenta para ambos. Lo de Sesshomaru es complicado, su manera de lidiar con las cosas es siempre fría, pero… eso no significa que no sufra. E Inuyasha… su dolor es el centro de todo, no es más que un padre herido, y es imposible no amarlo en esa faceta. Kagome, por otro lado, está tomando decisiones difíciles, pero es inevitable sentir rabia con ciertas cosas. Lo de Koga es un tema que da para mucho. Y, por supuesto, Moroha defendiendo a su papá es un momento que golpea fuerte. Tu inquietud sobre Kikyo y Koga es muy válida, hay cosas que todavía quedan en la sombra, pero todo tendrá su momento. Gracias por compartir tus emociones, siempre es un placer leerte. Te mando un abrazo enorme.

¡Hola a todos! (Ya extrañaba decir eso, jeje).

Les voy a ser sincera: he tenido mucho, muuucho miedo de publicar este capítulo. Sé que, para algunos, salirse del ship canon puede ser complicado, y créanme, no quiero incomodarlos en absoluto. Mi intención es que tanto la historia como los personajes tengan su debido desarrollo y no queden atrapados en un estancamiento perpetuo.

Este capítulo no lo escribí de la noche a la mañana. De hecho, llevo mucho tiempo pensándolo, probablemente desde que comencé a escribir este triángulo amoroso (ya sabrán a lo que me refiero). Así que… espero que lo reciban con apertura.

Supe lo que le ocurrió a FraniMoonlight con su historia y no pude evitar preguntarme: ¿Será que realmente los escritores deben escribir solo para complacer a los lectores? ¿O acaso la esencia de contar una historia radica en explorar caminos inesperados, en darles vida a los personajes más allá de lo que se espera de ellos?

Entiendo el apego a ciertas dinámicas y parejas, pero creo que una historia cobra más fuerza cuando se le permite crecer, cuando los personajes evolucionan y toman decisiones que los hacen sentir reales. Y aunque como escritores queremos que disfruten lo que creamos, también necesitamos libertad para contar la historia que llevamos dentro.

Así que aquí está este capítulo, con todo el cariño y dedicación con los que fue escrito. Espero que lo disfruten, o al menos, que les haga sentir algo.

Atte. XideVill


Disclaimer: Los personajes de esta historia son de Rumiko Takahashi.


CAPÍTULO 38.

KAGOME

–¿Pasó algo? –preguntó Koga al acercarse–. ¿Por qué, Inuyasha…?

Lo miré, y claro que lo entendió al instante. Soltó un suspiro y bajó a Hoshi con cuidado.

–¿Quieres que hable con él?

–Oh, no –me apresuré a decir–. No quiero más problemas, es solo que… –me limpié las mejillas–. Olvídalo. Pero dime, ¿qué haces aquí? ¿Cómo supiste dónde estaba? ¿Y dónde te habías metido todo este tiempo?

Koga sonrió antes de responder.

–Tenía algunas cosas que hacer. Ya sabes… volver a nuestras vidas no es nada fácil.

–Dímelo a mí… –murmuré.

–Hablé con Bankotsu, él me dijo dónde estaban.

–Supongo que tú también lo sabías.

–Bonita, tu madre me dijo que te has pasado los días en cama. Era obvio que solo tú no sabías que ya estabas bajo el cuidado de Bankotsu.

Tomé la mano de Hoshi y levanté su osito de peluche. Lo observé por un momento, sintiendo el peso de todo lo que había pasado. A veces, las palabras parecían inútiles, pero el silencio tampoco ayudaba.

–¿Vienes? –pregunté al mirarlo otra vez–. Quiero hablar un rato.

Koga me sostuvo la mirada, como si supiera que había más detrás de esas palabras.

–Sí. También tengo algo que decirte.

Al llegar a casa, dejé que Hoshi anduviera donde quisiera, siempre y cuando no se acercara demasiado a la cocina. Necesitaba un momento para ordenar mis pensamientos.

Koga y yo nos sentamos en el sofá, cerca de la ventana. Afuera, todo parecía seguir su curso, como si nada hubiera pasado. Como si el mundo no se detuviera, aunque el mío estuviera de cabeza.

–¿Es sobre lo de hace rato? –preguntó con cautela, como si no quisiera ser demasiado directo.

–En realidad, es sobre todo lo que ha pasado en estos días –admití sin rodeos–. Hablé con Moroha…

Koga inclinó ligeramente la cabeza, atento.

–¿Y cómo fue? ¿Pudiste…?

–Ella me odia –solté con pesar, sintiendo cómo esas palabras pesaban más en mi pecho de lo que esperaba.

–Eso no es bueno –murmuró Koga, posando una de sus manos sobre las mías con un gesto cálido–. Lo siento, bonita.

Bajé la mirada, atrapada en mis propios pensamientos y sonreí con tristeza.

–Está bien… he estado pensando mucho en eso, ¿sabes? El que sienta rechazo por mí es normal, supongo. En su mundo, yo la abandoné… y sé lo que se siente cuando aquellos a quienes amas te dan la espalda –Volví a mirarlo–. Es un vacío que no se llena con palabras, ni con explicaciones. Es algo que duele, incluso cuando intentas entenderlo.

–¿Qué piensa Inuyasha de todo esto?

–Al final me creyó… o eso creo. Estuvo conmigo cuando Moroha dijo todas esas cosas. Se sintió bien tener, al menos, su apoyo, pero todo se fue al carajo cuando…

Koga esperó con paciencia mientras yo titubeaba, buscando las palabras correctas.

–¿Cuándo? –me animó a continuar–. Vamos, Kagome. Puedes confiar en mí y lo sabes.

Solté un suspiro y miré a mi alrededor, asegurándome de que no hubiera nadie más en la habitación. No quería que nadie más escuchara lo que estaba a punto de decir.

–Inuyasha está saliendo con otra mujer.

–¿Qué? –Su expresión pasó de la sorpresa a la incredulidad en un instante.

–Creo que la conoces… o no sé. Estuvo en tu grado cuando íbamos al colegio. Su nombre es Margaret…

–¿Yura?

Asentí. Era obvio que la conocía. Inuyasha y Koga habían estado en el mismo grado que ella. Supongo que, por más que lo intentemos, es difícil escapar del pasado.

–¿Estás segura? ¿No crees que fue un malentendido?

–No, no fue un malentendido. Esa mujer lo dijo bien claro; es su novia. Y bueno… Inuyasha no lo negó.

–…Idiota –Koga apretó la mandíbula, maldiciendo por lo bajo.

Bajé la mirada, sintiendo el peso de mis propios pensamientos.

–Estos días, mi cabeza no ha hecho más que recordarme lo patética que fui al creer que él aún me buscaba, que vendría por nosotros. Fui una tonta…

–No, Kagome –replicó con firmeza.

–Lo soy –afirmé, con un nudo en la garganta–, porque a pesar de todo, yo aún lo amo, Koga… cómo quisiera que volviéramos a ser la familia que alguna vez fuimos… cómo quisiera recuperar el tiempo junto a él, con nuestros hijos… y no así… no con este resentimiento que me quema cada vez que lo veo.

Koga no dijo nada. Solo me atrajo hacia él con toda su fuerza, como si intentara, de alguna forma, mantenerme en una sola pieza. Un intento inútil, tal vez, pero, aun así, me aferré a su abrazo.

–Perdóname… –murmuró tan bajo que casi no lo escuché.

Sus palabras quedaron suspendidas en el aire, frágiles, como si él mismo dudara de su derecho a decirlas.

En ese momento, el timbre sonó y ambos nos tensamos, un reflejo involuntario, aprendido con el tiempo… tal vez demasiado bien.

–Yo abriré –dijo él, poniéndose de pie.

Lo vi salir, desaparecer de mi vista en cuestión de segundos. Me quedé en mi lugar, con el corazón latiendo en un ritmo que no lograba calmar.

Y entonces, ella apareció en la puerta.

Rin y yo nos miramos durante segundos que se sintieron pesados y eternos. Sus ojos brillaron, tal vez porque intentaba contener el llanto, mientras que yo luchaba por mantener mis manos firmes, aunque el temblor en ellas me traicionaba.

Ninguna de las dos se atrevió a decir nada. Solo me quedé inmóvil, viendo cómo sus ojos se llenaban de lágrimas y sus labios temblaban, incapaces de contener la emoción.

La habitación se sintió de repente más pequeña, el aire más pesado. No sabía si dar un paso hacia ella o si, por el contrario, debía apartarme.

Rin abrió la boca, como si fuera a decir algo, pero la cerró de inmediato. Tragó saliva, respiró hondo y, finalmente, se armó de valor.

–Kagome… –su voz apenas fue un susurro, quebradiza, llena de todo lo que las palabras no podían expresar.

No supe qué responder. Porque, en el fondo, yo también tenía un nudo en la garganta, uno que amenazaba con ahogarme.

–Oh, lo siento tanto, Kagome… –murmuró, acortando la distancia entre nosotras antes de aferrarse a mí en un abrazo.

Retrocedí por el impacto, sorprendida por la intensidad de su gesto. Pero, aun así, no hice nada para apartarla… ni tampoco para corresponderle.

Su abrazo temblaba, como si temiera que la rechazara, como si no estuviera segura de sí tenía derecho a buscar consuelo en mí.

Y, por un instante, yo tampoco supe qué hacer con todo el peso de ese momento.

–Ódiame –soltó entre sollozos–. Tienes todo el derecho de hacerlo… te fallé… te fallé y me odio por eso…

Su voz se quebró en la última palabra, como si el peso de la culpa la estuviera ahogando.

Mis manos dudaron en el aire, incapaces de decidir si debía aferrarme a ella o mantener la distancia. Mis ojos, traidores, se llenaron de lágrimas en un instante. Porque, por mucho que quisiera negarlo… una parte de mí también la había extrañado.

Vi a Koga asomarse por la puerta, observándonos en silencio por un instante antes de darse la vuelta y marcharse, dándonos espacio.

–Kagome… –Rin aflojó su abrazo, lo suficiente para mirarme a los ojos–. Perdóname por favor, hermanita… –susurró, con la voz temblorosa, como si temiera lo que vendría después–. Perdóname… por dejarte… por olvidarme de ti… –cada palabra pesaba como una confesión largamente reprimida.

Rin bajó la mirada, como si no se atreviera a ver el daño que sus acciones habían causado. Sus manos temblaban, aferrándose a su propia culpa.

Yo debería decir algo. Debería responder, pero las palabras se atoraban en mi garganta. No sabía si estaba lista para perdonar, ni siquiera sabía si quería hacerlo.

Lo único que sí sabía era que, a pesar de todo, verla así… dolía.

–Rin…

–Si hubiera sabido que mamá nunca dejó de buscarte, yo…

–¿Qué? ¿Me habrías buscado igual? ¿Hubieras confiado en mí y no habrías creído todas esas mentiras que dijeron de mí? –cuestioné, alejándome de ella.

Mi pecho ardía, no sabía si de rabia, de tristeza o de ambas cosas.

–Lo siento… porque, a pesar de todo, la única persona que creyó en mí fue mamá. Fue ella quien, sin importar lo que dijeran las noticias, sin importar si era verdad o no, nunca me dejó sola…

–Kagome, perdón…

–Se supone que eres mi hermana, Rin. Crecimos juntas, sabes cómo soy… ¿cómo pudiste creer todas esas mentiras?

Su rostro se contrajo de dolor, pero no apartó la mirada.

–Desde aquí… –murmuró–. Desde este lado, tus acciones decían lo contrario.

–Pero soy yo, Rin. ¿Cómo pudiste creer que dejaría a mi hija para casarme con otro hombre?

Rin bajó la mirada, su expresión reflejaba culpa, pero también el peso de la verdad que estaba a punto de decirme.

–Las pruebas que le hicieron a Inuyasha después de tu desaparición indicaron que lo drogaste –confesó–. ¿Qué otra cosa querías que pensáramos? Lo dejaste inconsciente en medio de la nada con Moroha tan pequeña. Y con todos los peligros que había en esa cabaña…

Sentí que el aire me faltaba, que cada palabra suya me atravesaba como una aguja afilada.

–No tenía otra opción –recalqué, harta de repetir una y otra vez las mismas palabras, como si con solo decirlas alguien fuera a creerme por fin–. ¡Pero ustedes sí! Creer en mí, creer en lo que fui…

–¡Por eso lo siento! –soltó dolida, con su voz quebrándose lentamente–. Es por eso que estoy aquí, porque me siento miserable por haberte olvidado, por haberte dejado sola. Sé que debí buscarte, que debí tratar de encontrarte… No tengo excusas, Kagome, lo sé. No las tengo y por eso estoy aquí, porque quiero tu perdón. Y si no soy merecedora nuevamente de tu cariño, entonces déjame conformarme con que sepas lo muy arrepentida que estoy…

Sus manos se deslizaron por mis brazos hasta que sus rodillas tocaron el suelo.

La vi allí, encogida, con el rostro oculto entre sus manos temblorosas. Cada sollozo que escapaba de sus labios me desgarraba el pecho, porque, aunque el resentimiento me había mantenido firme hasta ahora, la verdad era que ver a mi hermanita así… me dolía.

Apreté los puños. Quería decirle tantas cosas, gritarle, reprocharle, preguntarle cómo pudo abandonarme, cómo pudo creer que yo era capaz de algo así. Pero al mismo tiempo, algo en su desesperación me frenaba.

–Rin… –susurré, dudando.

Ella levantó la mirada, con los ojos enrojecidos y llenos de súplica.

–Dime qué puedo hacer para enmendarlo –rogó–. Dime cómo puedo recuperar a mi hermana…

Apreté los labios con fuerza y desvié la mirada hacia el techo, como si eso pudiera contener las lágrimas que amenazaban con escapar. Mi pecho subía y bajaba en un intento desesperado por mantener la compostura, pero el nudo en mi garganta solo se hacía más grande.

–Te quiero mucho, Kag… –su voz tembló, llena de culpa y arrepentimiento–. Perdóname por haberte dejado sola en esto…

Sus palabras me atravesaron como un filo invisible. Un escalofrío recorrió mi espalda mientras mis manos temblaban levemente a los lados de mi cuerpo.

Mi respiración tembló. Sentía un nudo en la garganta, uno que dolía, que ardía. Cerré los ojos con fuerza, intentando contenerlo, intentando aferrarme a ese enojo que me había sostenido hasta ahora. Pero sus palabras… su voz quebrada… todo eso hacía que mis muros se resquebrajaran.

Bajé la mirada hasta encontrarme con sus ojos suplicantes. Rin estaba allí, de rodillas frente a mí, con el corazón en las manos, pidiéndome algo que no sabía si podía darle.

–Rin… –tragué saliva, mi voz era apenas un susurro–. Me dolió tanto…

Ella asintió rápidamente, con lágrimas cayendo por sus mejillas.

–Lo sé –dijo–. Y no espero que me perdones de inmediato… solo quiero que sepas que no voy a volver a dejarte sola. Nunca más.

Mi pecho se contrajo con fuerza. Solté un suspiro tembloroso y, sin pensarlo demasiado, me incliné para abrazarla.

Fue la sensación más hermosa que había sentido en años. Su abrazo, tan familiar, me envolvió con un calor que creía perdido, llenándome de una nostalgia imposible de describir. Era como si, por un instante, el tiempo se doblara sobre sí mismo y nos devolviera a aquellos días en los que nada nos separaba.

Ambas lloramos, ambas nos derrumbamos en ese espacio que nos pertenecía solo a nosotras. No hubo palabras, solo el llanto ahogado de dos niñas que habían sufrido la distancia, el dolor y la pérdida.

Pero a pesar de todo… juntas nos reconstruimos un poco. Aunque las heridas seguían ahí, aunque el pasado aún dolía.

.

–No puede ser… –murmuró Rin al ver a Hoshi en persona.

Sus ojos se agrandaron de incredulidad. Era evidente que no estaba creyendo lo que tenía enfrente. Me miraba, miraba a Hoshi y volvía a mirarme, como si su mente estuviera tratando de encontrar una explicación lógica.

–Es idéntico a… –su voz se apagó de golpe, como si temiera siquiera pronunciar esas palabras.

–Lo sé –dije con calma, anticipando lo que estaba a punto de decir–. Es idéntico a Inuyasha.

Rin negó con la cabeza, todavía atónita.

–No, idéntico no… –susurró con asombro–. Son la misma persona… Por dios, Kagome. Mira esos ojos…

Hoshi le sonrió fugazmente antes de esconderse en mi pecho, como si la intensidad de la situación lo pusiera nervioso.

Sonreí con ternura y lo acomodé sobre mis piernas, acariciando su cabello con suavidad.

–¿Qué pasa, cariño? –pregunté con dulzura–. ¿Te pone nervioso tu tía Rin?

Hoshi asintió despacio, enterrando su carita contra mi pecho otra vez. Rin, aún en shock, se llevó una mano a la boca, sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y culpa.

–Creo que le agradas… –susurré con una sonrisa.

–Ay, Kag… es hermoso –dijo Rin, acariciando con suavidad el cabello de Hoshi–. Lo que daría por…

Entonces, su expresión cambió de pronto, y pude notar un destello de tristeza en sus ojos. La conocía demasiado bien, sabía que algo la preocupaba.

–¿Qué ocurre…? ¿Quieres contarme a qué se debe ese cambio tan repentino?

Rin parpadeó un par de veces, como si estuviera intentando ordenar sus pensamientos. Su mano aún descansaba sobre el cabello de Hoshi, pero su expresión se había oscurecido, y eso me preocupó.

–No es nada… –murmuró con una sonrisa forzada.

Fruncí el ceño.

–Rin, te conozco. Sé que algo pasa.

Ella soltó un suspiro y desvió la mirada, como si debatiera consigo misma si debía o no decirlo.

–Es solo que… verte con Hoshi, verlo a él… –hizo una pausa, mordiéndose el labio con nerviosismo–. Me hace pensar en que tal vez nunca podré vivir esa etapa.

Su voz se quebró en la última palabra, y de inmediato sentí un nudo en la garganta.

–¿Qué quieres decir? –pregunté preocupada, acomodándome en mi lugar–. Rin, ¿acaso tú no puedes…?

–No. No es eso –respondió rápidamente, negando con la cabeza–. Sesshomaru y yo… hemos hablado de eso en varias ocasiones. Él ya tiene a Kanna…

–¿No quiere tener más hijos? ¿Es eso?

Ella volvió a negar, esta vez con más énfasis, mirándome directamente a los ojos.

–No es él… soy yo la que no quiere.

Su respuesta me golpeó como un balde de agua fría.

–Kag… tal vez esté mal, tal vez esté malinterpretando las cosas…

–¿A qué te refieres?

–A que, al parecer, soy la única que se da cuenta de los verdaderos sentimientos de Sesshomaru.

–Rin…

–Él me quiere, lo sé. Pero ese cariño no es amor… –aquella confesión me dejó helada–. Creo que lo que él siente por mí es solo agradecimiento, por haberlo ayudado, por haber estado con él cuando estaba destrozado.

–No, Rin. Creo que te estás confundiendo. Sesshomaru te ama… sé que es así…

–Entonces, ¿por qué ahora parece un muerto en vida? Desde que Kagura se fue con su hija, él no hace más que sumirse en la depresión.

La miré, sorprendida.

–Espera un momento –solté, tratando de procesar sus palabras–. ¿Kagura se fue de la mansión?

–Así es, lo hizo hace una semana. Creí que lo sabrías, ya que se fue con Koga. ¿No te lo dijo?

Volteé hacia la puerta y suspiré profundamente.

–Creo que se le olvidó…

Ella tomó aire y dejó caer los hombros, en un gesto de rendición.

–Hay algo más… algo que no se lo he dicho a nadie.

Me tensé de inmediato.

–Dímelo, Rin. Sea lo que sea, quiero saberlo.

–Desde que Kagura llegó a la mansión… él ha empezado a repetir su nombre cuando duerme, y en una ocasión, cuando… –se detuvo para mirar a Hoshi fugazmente–. Ya sabes…

Yo asentí de inmediato, entendiendo a qué se refería.

–Él dijo el nombre de Kagura al terminar. Creí que había escuchado mal, que era mi cabeza jugándome una mala pasada, pero ahora… –me miró con los ojos llenos de lágrimas–. Creo que era su inconsciente tratando de hacerlo entrar en razón.

Rin bajó la mirada y se frotó los brazos, como si intentara calmarse a sí misma.

–Desde entonces, me he cuidado muy bien para no quedar embarazada. No quiero que un niño venga a complicar aún más las cosas…

La observé en silencio, sintiendo la desesperanza en su voz. Rin siempre había sido fuerte, había enfrentado tantas cosas con una sonrisa, pero ahora… ahora estaba rota.

–Rin… –murmuré con suavidad–. ¿Has hablado con Sesshomaru sobre esto?

Ella soltó una risa amarga y negó con la cabeza.

–¿Para qué? ¿Para que me diga que estoy exagerando? ¿Para que intente convencerle de algo en lo que ni él mismo cree? Hace poco lo puse a elegir entre ella y yo…

Me quedé en silencio, conteniendo la respiración.

–¿Y?

Rin soltó una risa amarga y desvió la mirada.

–Claramente no fue capaz de decir nada. Fue Kagura quien terminó eligiendo por él –susurró con dolor–. Ay, Kag… quiero que me ame… pero creo que nunca lo hará.

Sus palabras eran un susurro lleno de tristeza, y mi corazón se encogió por ella.

Me acerqué y tomé su mano entre las mías.

–Rin… no mereces vivir así –le dije con suavidad–. No mereces estar con alguien que no sabe lo que quiere…

Ella soltó un suspiro tembloroso y miró a Hoshi, que jugaba con los pliegues de mi ropa sin entender la conversación.

–Lo amo, Kagome… lo amo con todo mi corazón, pero… me estoy cansando. Me estoy cansando de esperar algo que tal vez nunca pase. Por eso no avanzamos, por eso estamos igual a como estábamos cuando te fuiste.

–Entonces no esperes… –susurré–. Mereces ser feliz, Rin… mereces un amor que no dude.

Ella apretó los labios y asintió, pero su mirada reflejaba el miedo de quien no sabe cómo soltar.

–No tienes que decidir ahora –continué–, pero sí debes preguntarte qué es lo que realmente quieres… y si esto es suficiente para ti.

Rin asintió lentamente, como si mis palabras hubieran encajado en algún rincón de su mente.

–Las Higurashi somos fuertes –repitió en un murmullo, como si intentara convencerse a sí misma–. Tal vez sea hora de demostrarlo.

Le sonreí, sintiéndome orgullosa de ella.

–Cuando decidas volar… –susurré, acomodando un mechón de su cabello tras su oreja–, estaré aquí para sostenerte si caes.

Rin soltó un suspiro tembloroso y me abrazó con fuerza. En ese momento supe que, aunque la vida nos había alejado, el lazo que nos unía seguía intacto.


INUYASHA

–Dejaré a Kuma en el estanque.

Asentí mientras la veía alejarse, sintiendo el peso de cada uno de mis pasos al irse.

Ni Moroha ni yo dijimos una sola palabra en el auto. Ella parecía tranquila, pero la conocía demasiado bien. Sabía que volver a ver a Kagome le había afectado, tal como a mí. Solo que, esta vez, yo era el más afectado.

Conocer a Hoshiro fue como una daga directa al corazón, una bofetada brutal a mi propia estupidez. Años atrás, negué lo evidente, y ahora la realidad me escupía en la cara con una crudeza implacable. Ese niño tenía todo para ser un Taisho. Era un Taisho. Mi hijo.

Y tenerlo frente a mí, aunque solo fueran unos minutos, se sintió como la gloria misma. Era mío, mi carne y sangre, y verlo respirar, verlo existir, despertó en mí un sentimiento que no supe cómo manejar.

Pero entonces, lo escuché decir: "Papá." Y no me lo decía a mí. La palabra iba dirigida a Koga, con una naturalidad que me atravesó el pecho como una lanza. Papá. Como si siempre hubiera sido él.

Y en ese instante, lo supe. No había palabras para describir lo que sentí. Era patético, me sentí un completo estúpido. Un completo idiota. Había permitido que mi hijo creciera sin mí, había dejado que alguien más ocupara mi lugar. Y no podía culpar a Kagome por eso. Ella era la menos responsable.

Porque Koga… él estuvo ahí. Cuando Kagome no podía más, él lo sostuvo en brazos. Cuando Hoshiro lloraba en las noches, era él quien lo arrullaba. Era él quien lo vio dar sus primeros pasos, quien lo escuchó reír, quien estuvo a su lado cuando se enfermó, quien jugó con él, quien lo protegió.

Koga era más padre para Hoshiro de lo que yo jamás había sido.

Y admitirlo… admitirlo dolía como el infierno.

Por eso me fui, porque no quería arruinarlo más de lo que ya lo había hecho. Claro que pude reaccionar, claro que pude haber intervenido y aclarado la verdad: él era mi hijo. Pero… no tenía derecho. Hace mucho lo había perdido.

Y también me fui por Kagome, por su tranquilidad. Ya le había causado suficiente daño, no quería convertirme en esa piedra molesta en su camino, esa presencia que solo traía problemas y heridas viejas. Ella merecía paz.

Pero a pesar de todo… quiero que vuelva a sonreír. Si no podía salvar el "nosotros", al menos podía darle algo que valiera la pena: la felicidad de tener a su hija de vuelta. Y lo iba a lograr. Iba a hacer que Moroha volviera a quererla.

–¿Estás de regreso?

Miré a mi hermano, quien se preparaba para salir.

–¿Y tú de salida? –cuestioné con el mismo ímpetu.

–Alguien tiene que trabajar –respondió, mirándome de reojo–. Creo que ya he descuidado mis responsabilidades por demasiado tiempo.

–¿Puedo ir contigo?

–Siempre hay algo que hacer en la clínica. Quién sabe, tal vez vuelvas a la acción.

Sonreí mientras salía con él. Pero la verdad era otra. Él era el único que había descuidado su trabajo como doctor; yo, en cambio, estaba fresco como un recién llegado.

–¡Vaya, vaya! –exclamó Miroku, cruzándose de brazos mientras nos observaba con esa sonrisa astuta–. Miren nada más quienes han decidido volver al mundo de los vivos.

Rodé los ojos con fastidio, pero no pude evitar sonreír.

–Tampoco es para tanto –bufé–. Solo estuvimos fuera un tiempo.

–Un tiempo, dice –murmuró él con burla–. Como si no hubieran desaparecido del mapa.

Suspiré y desvié la mirada. Sabía que Miroku no lo decía con mala intención, pero sus palabras me recordaban lo mucho que había dejado atrás. La clínica, mi trabajo… todo por un pasado del que aún no podía escapar.

–Novedades –pidió Sesshomaru con calma.

–Ah, sí. Tu hija está aquí…

–¡¿Kanna?!

–Tranquilo, papá –dijo Miroku con una sonrisa–. Solo fue una pequeña alergia…

–Necesito verla. ¿Dónde está?

–Tópico tres…

Sesshomaru se fue antes de que Miroku terminara de hablar.

–¿Siempre es así?

–No… –solté, viendo cómo mi hermano desaparecía–. Pero Kagura se fue de la mansión, así que…

–¿Se fue?

–Larga historia, pero sí, prácticamente es eso. No ha visto a Kanna desde que se fueron.

–Ahora entiendo su urgencia.

Sonreí mientras recorría los pasillos junto a él.

–¿Y cómo está todo? –pregunté–. ¿Cómo te trata la vida de padre?

–Tú tuviste suerte –soltó–. Moroha llegó a tu vida cuando tenía cinco años, no hubo llantos en la madrugada, desveladas, cambios de pañales… y todo eso, multiplícalo por dos.

Contuve un suspiro. Claro… no hubo nada de eso porque la vida se encargó de arrebatármelo. Lo que ahora daría por vivir esa experiencia, por haberla vivido con Moroha o con Hoshiro…

–Lo siento –dijo él.

–No, está bien. Solo disfruta esta etapa.

–Lo haré. Aunque cada vez que llego a casa Sango solo quiere matarme.

Sonreí.

–No seas un idiota con ella –dije firme–. Cuídala…

Como yo no fui capaz de hacer con Kagome…

–Ya que estamos hablando de Sango…

–¿Qué ocurre? –pregunté, deteniéndome.

–Ella quiere hablar con Kagome. No sé si sea lo correcto. ¿Tú qué opinas?

Solté un suspiro y continué caminando.

–Si quiere hacerlo, no veo que esté mal. Tal vez eso ayude a que Kagome vuelva a sentirse bien.

–¿Sabes algo de ella?

–Hace unas horas nos vimos en el parque. Fue inesperado, nadie dijo nada… Supongo que es lo mejor.

Miroku se detuvo y me miró fijamente.

–¿No piensas tratar de recuperarla?

Lo miré de la misma manera. Aquella pregunta rondaba mi cabeza desde que ella regresó.

–Si lo que en verdad quieres saber es si aún la quiero, la respuesta es sí –confesé, sintiendo un dolor instalarse en mi pecho–. Aún amo a Kagome, ese sentimiento nunca desaparecerá. Su recuerdo siempre ha vivido en mí. Y es por ese mismo amor que yo… solo puedo hacer que Moroha vuelva a ella.

Miroku frunció el ceño.

–¿Y qué hay de ti?

Desvié la mirada y esbocé una sonrisa amarga.

–Quiero que vuelva a ser feliz, Miroku. Y yo solo he sido el responsable de su infelicidad.

Él suspiró con resignación.

–Tal vez deberías dejar que sea ella quien decida eso.

Pero no respondí. En el fondo, sabía que la decisión ya estaba tomada.

–Intenta ser mejor para ella, y si aun así las cosas no terminan con ustedes juntos, al menos lo habrás intentado.

Me quedé quieto, viendo cómo se alejaba. Su consejo resonaba en mi cabeza, pero esa palabra… nosotros… se sentía tan lejana, casi como un eco de algo que alguna vez existió y que ahora solo era un recuerdo doloroso.

Cerré los ojos por un instante, tratando de ahogar la punzada en mi pecho. No podía permitirme pensar en un futuro donde Kagome y yo volviéramos a ser lo que una vez fuimos. Eso era egoísta, ¿no? Yo no merecía ese nosotros… no después de todo lo que le hice pasar.

Pero, aun así, la idea de no intentarlo, de dejarla ir sin luchar, también dolía.

Llamé al elevador y esperé pacientemente, pero mi paciencia tenía un límite. Con un suspiro, opté por tomar las escaleras. Estuve a punto de subir cuando unos murmullos, provenientes de unos metros más abajo, captaron mi atención.

Las voces me resultaban familiares, así que me acerqué con cautela, asomándome lo suficiente para escucharlos sin ser visto.

–...si eso es todo ya me voy…

–Espera –demandó Sesshomaru con autoridad.

–Auch –se quejó Kagura cuando él la tomó del brazo.

Inmediatamente lo vi soltarla.

–Lo siento…

–Ya viste a Kanna, ella está bien, puedes estar tranquilo.

–No puedo estar tranquilo sabiendo que están solas con ese tipo.

–Vamos, tú y yo sabemos que tu preocupación solo es por Kanna.

–Kagura…

–Tranquilo, puedes regresar con tu mujer. Tu hija está bien y yo… bueno, yo espero estar realmente bien en unas horas, entre las sábanas con Koga…

Me quedé sin habla cuando lo vi besarla con ansiedad. Kagura se resistió al principio, intentando alejarlo, pero tras unos segundos de lucha cedió y terminó correspondiendo al beso, rodeándolo por el cuello con sus brazos.

La escena me provocó una punzada de decepción. No solo por mi hermano y lo que le estaba haciendo a Rin, sino también por Kagura… porque realmente había creído que había superado su amor por él.

Ambos, allí frente a mis ojos, no eran más que un par de traidores.

–Mmm… basta… –la escuché murmurar mientras intentaba romper el beso–. ¡He dicho basta!

El sonido de la bofetada retumbó en todo el lugar. Ella se veía furiosa, con el pecho agitado y la mirada encendida de indignación. Mi hermano, en cambio, permanecía inmóvil, analizando lo que acababa de ocurrir.

–¡¿Qué pretendes con esto?! –reclamó Kagura con rabia–. ¡Deja de usarme como si no valiera nada!

–Kagura…

–¡No! –lo interrumpió con firmeza–. Esto es demasiado, no vuelvas a confundirme así. ¿Quién te crees que soy?

Sesshomaru la observó con intensidad, y entonces, con una voz grave y decidida, soltó las palabras que hicieron que el mundo entero pareciera detenerse.

–Te elegiría a ti.

El impacto de aquella confesión cayó sobre mí, y cayó sobre Kagura como una avalancha. Sus labios se entreabrieron en incredulidad, y su respiración se tornó errática.

–Deja de mentir… deja de hacerlo… –pidió, con una voz temblorosa, al borde del colapso–. ¡La elegiste a ella!

–¡No, tú elegiste por mí!

Kagura negó con la cabeza, dando un par de pasos atrás como si necesitara alejarse de él para poder pensar con claridad.

–¿Por qué quieres confundirme? ¿Por qué ahora, cuando…? –se llevó las manos al pecho, como si intentara sostenerse–. ¿Lo haces por venganza? ¿Es eso? ¿Aún me estás haciendo pagar por lo que te hice? ¿Por fingir mi muerte…? ¿Todavía guardas ese resentimiento hacia mí?

Sesshomaru cerró los ojos por un instante antes de responder con solemnidad.

–No.

Dio un paso hacia ella y la sostuvo suavemente por los brazos, impidiéndole escapar de su mirada.

–Estaba confundido…

–¿De qué? –susurró Kagura con la voz quebrada.

–De mis sentimientos hacia ti.

Un silencio tenso se apoderó del lugar.

–No existen tales sentimientos, Sesshomaru… y si los hay, seguramente son odio o desprecio… –susurró ella, sin atreverse a mirarlo a los ojos.

Sesshomaru inspiró hondo y, con una serenidad devastadora, pronunció las palabras que hicieron que todo se derrumbara.

Te quiero.

El tiempo pareció colapsar en ese instante. Kagura se quedó inmóvil, sus labios temblaron y su mirada se llenó de una mezcla de incredulidad y terror. Su sorpresa era tan grande como la mía.

Dos simples palabras… pero con el peso de un cataclismo.

–No… –murmuró, negando con la cabeza, como si al hacerlo pudiera borrar lo que Sesshomaru acababa de decir–. No puedes… no después de todo…

Se mordió el labio, evitando mirarlo, pero él no le dio opción. Con un movimiento sutil, deslizó su mano por su mejilla, obligándola a enfrentarlo.

–Lo hago –replicó con firmeza–. Te quiero, Kagura.

Ella cerró los ojos con fuerza, su cuerpo entero se tensó.

–No digas eso… –pidió en un susurro–. No me hagas esto.

Sesshomaru no respondió enseguida. La observó con la intensidad de siempre, pero ahora había algo diferente en su mirada. Algo que nunca antes había mostrado tan abiertamente y recién ahora era testigo de aquello.

–¿Por qué te cuesta tanto creerlo? –preguntó, su voz era tan baja que casi parecía un secreto.

Kagura soltó una risa amarga y apartó su rostro de su toque.

–Porque siempre fui un error para ti. Porque elegiste una vida sin mí. Porque… –tragó saliva, tratando de no derrumbarse–. Porque nunca antes me habías dicho algo así, y ahora… ahora que todo ha cambiado, vienes a soltarlo como si nada.

Sesshomaru mantuvo su expresión imperturbable, pero sus ojos reflejaban un torbellino interno.

–Nunca te consideré un error –dijo, y sus palabras eran una verdad desnuda–. Y si ahora te lo digo… es porque estoy cansado de callarlo.

Kagura dejó escapar un suspiro tembloroso y llevó una mano a su frente.

–No puedes hacer esto –murmuró–. No puedes venir a revolver todo cuando estoy intentando seguir adelante.

–¿Y cómo te va con eso? –cuestionó él con crudeza.

Ella se quedó en silencio, y eso fue suficiente respuesta para él.

El aire entre ellos se volvió denso, cargado de todo lo que nunca habían dicho, de todo lo que habían reprimido.

–Déjame ir, Sesshomaru... –pidió con un hilo de voz–. Déjame odiarte… es lo que necesito para poder seguir adelante.

Él la miró largamente, con una seriedad implacable.

–No puedo.

Kagura rio, pero era una risa vacía, llena de resignación.

–Claro que no… –susurró–. Porque siempre has debido tener el control de todo, incluso de mí.

Sesshomaru no respondió de inmediato. En cambio, dio un paso atrás, liberándola de su agarre.

–He dicho que te quiero.

–Y yo que pares con esto.

–Te quiero…

–No, la quieres a ella –afirmó con seguridad, con el desafío encendido en sus ojos–. Fue fácil reemplazarme en el pasado, entonces confórmate con tu elección.

Sesshomaru no apartó la mirada, su expresión permanecía inmutable, pero sus ojos… sus ojos hablaban.

–No fue fácil –corrigió con firmeza–. Nunca lo fue…

–¿Y qué importa eso ahora? –soltó con frialdad–. Rin es tu mujer. La elegiste a ella en esta misma clínica ¿lo olvidaste? Fuiste tras de ella cuando yo estaba embarazada…

Él frunció el ceño, era apenas perceptible, pero lo noté.

–No digas su nombre como si fuera una barrera entre nosotros –advirtió él.

–Pero lo es.

Sesshomaru dio un paso adelante, acercándose, reduciendo la distancia que los separaba.

–Perdóname por todo lo que hice, Kagura.

–Ya es tarde para eso…

–No, aún no lo es. Quiero creer que aún puedo…

–¿Qué? –lo miró de frente, su voz estaba teñida de incredulidad–. ¿Recuperarme?

Sesshomaru soltó un suspiro pesado, su mirada estaba fija en ella, como si temiera que pudiera desvanecerse en cualquier momento. Dio un paso más cerca, reduciendo la distancia entre ambos.

–Hablaré con Rin…

–No lo hagas –lo interrumpió Kagura con dureza–. No eches a perder lo único bueno que tienes en tu patética vida.

–Bien –asintió él, con una calma que ocultaba la tormenta en su interior–. Si no quieres que lo haga, no lo haré. Pero entonces… quiero escucharte decir que no me quieres a tu lado. Solo así… solo así prometo que te dejaré en paz, que haré lo que quieras, incluso aceptaré si algún día decides casarte con ese idiota y permitiré que nuestra hija lleve su apellido.

El aire se tornó denso, cargado de una tensión imposible de ignorar.

–¿Lo dices en serio…?

Sesshomaru no dudó.

–Tan en serio como me apellido Taisho. Tan en serio como cuando dije que te quería… Solo dime que tú no me quieres.

El silencio de Kagura fue su respuesta.

Sesshomaru lo supo. Lo vio en su mirada, en la forma en que sus labios temblaron, en la manera en que evitaba sostenerle la vista demasiado tiempo.

Y entonces, la atrajo hacia sí, envolviéndola en un abrazo firme, decidido, como si al soltarla ella pudiera desaparecer.

El beso llegó como un choque inevitable. Pero esta vez, no fue ansioso ni desesperado. Esta vez, no hubo lucha.

Esta vez, hubo algo más.

Tal vez amor.

Tal vez… un último intento de no perderse.

.

–¡Moroha, es hora!

–¡Ya voy!

Esperé al final de las escaleras, cruzado de brazos, con el peso de mis pensamientos volviendo más pesado el aire a mi alrededor. Desde lo ocurrido en la clínica, lo último que quería era encontrarme con Sesshomaru. No sabía con qué cara mirarlo, con qué falta de conciencia podría entablar una conversación decente con él.

Después de aquel último beso que lo vi compartir con Kagura, decidí marcharme sin decir nada. No supe más de él en todo el día, y hoy tampoco parecía dispuesto a aparecer en mi radar. Rin tampoco. No la había visto desde la mañana anterior, y aunque la idea de enfrentarla me revolvía el estómago, su ausencia me aliviaba de una manera que no quería admitir.

Porque, si la veía, tendría que fingir. Tendría que actuar como si no supiera nada, como si no hubiera visto a mi hermano besando a Kagura en el silencio de aquellas escaleras.

Y yo… yo no quería ser un hipócrita más.

–Listo –dijo Moroha al bajar–. ¿A dónde iremos, papito?

Le sonreí. Lucía hermosa bajo ese conjunto que le regalé en su cumpleaños.

–Iremos con tu madre.

De inmediato, su expresión cambió a una mezcla de desagrado y desconcierto.

–No quiero ir…

–Es una lástima, Hoshiro estará allá.

–¡¿El bebé?!

Sonreí al instante. Sabía lo mucho que le gustaban los niños, y más aún si se trataba de su hermanito.

–Pero no quieres ir… –dije con fingida indiferencia.

–Sí quiero –respondió apresurándose a salir.

Mi plan había funcionado.

Rumbo a la mansión de los Higurashi, me encontré cuestionándome muchas cosas. Una de ellas era cómo tomaría Kagome esta visita tan repentina. Temía que solo aceptara a Moroha y me dejara a mí fuera de la ecuación. Si ese era el caso, lo aceptaría sin protestar… pero el problema radicaba en mi hija. No estaría contenta si Kagome la recibía con reservas, no si sentía que aún había una barrera entre ellas.

Por lo pronto, solo quedaba esperar y ver qué pasaba.

Toqué el timbre y aguardamos. Moroha estaba a mi lado, tratando de aparentar calma, pero la conocía demasiado bien. En el fondo, estaba tan nerviosa como yo.

Cuando la puerta se abrió, no supe cómo reaccionar.

Aquel par de ojos marrones nos miraban con sorpresa. Bien, una vez más, Kagome logró desarmarme sin siquiera mover un solo dedo.

–Hola… –murmuré torpemente–. Vinimos a saludar.

¡Qué idiota! ¿No se me pudo ocurrir algo mejor? Había pasado varios minutos en el auto tratando de encontrar la forma adecuada de empezar, y esto… ¡esto! Sin duda no era lo mejor que había pensado.

–Hola –saludó Moroha a mi lado–. ¿Está Hoshi?

Kagome le sonrió abiertamente antes de hacerse a un lado para mostrarle al pequeño que se escondía tras sus piernas.

–Hoshi, mira quién vino a saludarte.

–¡Hermana Moroha! –exclamó el niño con entusiasmo antes de correr a los brazos de nuestra hija.

Kagome y yo nos miramos de nuevo. Esta vez, vi un leve brillo en sus ojos, y antes de que pudiera decir algo, alcancé a leer sus labios vagamente: Gracias…

Continuará...