I

—Estás apunto de cometer una locura —se quejó Touya, aferrándose al marco de la puerta con brazos y piernas, bloqueándole la salida a su hermana—. Eres una niña, no vas a sobrevivir ni dos horas en un país que no conoces. Voy a solicitar mis vacaciones anuales en la oficina, espérame hasta entonces.

—Tengo veintisiete años —se quejó Sakura, empujando con el hombro a su hermano—. Tú eres un hombre casado con dos hijos que no puede dejar a su esposa para irse de viaje a custodiar a su hermana solterona.

Touya perdió la batalla de fuerza, no de manera intencional por supuesto, pero no quería que Sakura se lastimara sobre esforzándose. Así que le dio un giro a su estrategia arrebatándole la maleta.

—Sé bien cuáles son tus intenciones con este viaje —acusó en tono sombrío—. Vas a irte a revolcar con el primer imbécil que se te ponga enfrente. Piensa en las consecuencias, no querrás la carga de ser una madre soltera o regresar con una enfermedad contagiosa.

Sakura rodó los ojos, ese era el motivo por que continuaba siendo una virgen. Fue criada por un montón de hombres sobreprotectores, ¡fue a la universidad con sus hermanos y era la asistente de Touya! Ninguno de ellos le daba la oportunidad de madurar. Desde que sus padres murieron todos se encargaron de meterla en una burbuja para que nada le provocara un nuevo sufrimiento.

—¡Ánimo, cuñada! —gritó Nakuru desde el corredor del segundo piso—. Relaja esa pelvis y disfruta.

Touya descuidó la maleta regañando a su esposa por el atrevido comentario, tiempo que Sakura aprovechó para escabullirse dentro del taxi, ya que su hermano dio la orden de que ningún chófer se prestara a llevarla al aeropuerto.

—Adiós, hermano. Nos vemos en dos semanas.

Su destino: Francia.

Pese a provenir de una familia adinerada, Sakura no viajaba a menudo y por supuesto, nunca lo hacía sola. Tomó un pequeño desvío al centro de la ciudad para cumplir con una cita que hizo en la estética, llevaba el cabello largo y trenzado desde que tuvo uso de razón, así que para esta ocasión buscaba un estilo atrevido.

Apretó los ojos cerrados mientras la estilista le cortaba la trenza, fue incapaz de abrirlos hasta que la mujer le anunció que el corte estaba finalizado. Su rostro delgado tuvo un realce mayor con las puntas de su cabello rozándole el contorno de su mandíbula. Las hebras brillaban como nunca igual que su sonrisa.

No aspiraba a conseguir un marido en tierras extranjeras, solo darse la oportunidad de actuar diferente, por eso necesitaba sentir que llevaba otra piel encima, porque la aburrida Sakura Kinomoto que todos conocían jamás se animaría a pasar la noche con un hombre al azar.

Y eso era lo que en realidad buscaba. Sentirse una adulta independiente, dueña de su cuerpo y de sus decisiones.

¡Ninguno de sus hermanos estaría ahí para impedirlo!

Ellos se entrometían tanto en su vida que ¡Hasta intentaron buscarle marido! No congenió con nadie de los cinco elegidos porque sus hermanos se quedaron a la cita como chaperones. De todos modos, ninguno fue de su agrado.

Ahora se dirigía a reunirse con una asesora de imagen, ya que la maleta que cargaba iba prácticamente vacía, sus objetos personales y lencería fueron las únicas cosas que conservó. No se dio tiempo de corregir su guardarropa antes del viaje porque Touya la mantenía ocupada doce horas al día.

A veces le daba tareas inútiles solo para que ella no pudiese irse de fiesta con sus amigas. ¡Cómo si le abundaran! Naoko Yanahizawa a quien conoció en el instituto, se convirtió en religiosa al graduarse, Rika Sasaki se casó con un catedrático de la universidad a la que asistieron y actualmente era madre de tres hijos, solo hablaban por teléfono o las veces que Sakura iba de visita a su casa.

El romance y la interacción social estaban abolidas en su vida.

Sakura revisó la dirección de la boutique con las puertas de cristal abriéndose ante ella, eso más bien parecía una sala de té. El piso y las paredes eran de un blanco pulcro con detalles dorados y ribetes de color lavanda dispersos en la habitación.

Una mujer de largo cabello negro le recibió con una enorme sonrisa, a Sakura le sorprendió la sinceridad que aparentaba. Era la primera vez que se veían en persona, pero pasaron varios días conversando acerca de preferencias y colores que quedarían bien en ella por teléfono.

—Hola, soy Tomoyo, tu hada madrina de las compras. Eres bastante bonita en persona —felicitó, yendo a tomarla de las manos—. Y veo que seguiste mis sugerencias con el cabello, ¿fuiste a la estética que recomendé?

Sakura asintió, inmersa en el azul profundo de los ojos de esa pálida mujer. Era delgada y alta como las actrices de los dramas.

—Sígueme, preparé varios modelos inspirados en ti. Encontrarás prendas para todo tipo de ocasión, ropa casual, vestidos de noche, trajes de baño…

La asesora le hablaba con tanta confianza como si fuesen amigas de verdad, la llevó corriendo por unas escaleras en forma de caracol ignorando el moderno ascensor que adornaba el vestíbulo.

El pasillo superior era una extraña combinación monocromática con espejos, Sakura vio su anticuado reflejo multiplicado por diez. Vestía un jersey dos tallas más grande, medias negras y una falda que le cubría hasta las rodillas. Sus zapatos eran populares entre las ancianas de setenta años, aunque debía destacar que eran cómodos.

Sus trajes de la oficina no distaban demasiado de su ropa actual, piezas de un solo fondo, por lo general oscuras, manga larga y sin escote. Solo usaba brillo natural de labios y un poco de rímel. Sakura jugaba un papel importante en las labores de Touya desde que se convirtió en el CEO de la compañía de su familia.

Sin embargo evitaba acompañarlo a las reuniones importantes en lugares presuntuosos, para eso estaba Eriol, el segundo al mando. Su carácter era versátil, un verdadero camaleón que encajaba con los diferentes caracteres de las personas. Ella era un pequeño duendecillo que cumplía sus labores en el anonimato.

El fondo del pasillo las transportó a una dimensión complicada de asimilar. Una legión de maniquíes se apostillaba a los extremos de la sala, vestidos de una manera hermosa con accesorios y zapatos incluidos.

Tomoyo se paró en el centro de la sala extendiendo los brazos, presumiendo su obra de arte.

—Son todos tuyos, si algo no te parece, dímelo y veré la manera de arreglarlo.

Sakura fue a tocar la falda de un vestido de fiesta azul zafiro, ¡nunca usó nada tan precioso!

—¿De verdad crees que se verá bien en mí?

La pregunta no iba dirigida a Tomoyo, sino a ella misma. ¿Tendría el coraje de ponerse esa ropa?

Sacudió la cabeza, por supuesto que lo haría, por eso dejó sus anticuados vejestorios en casa.

—Hace mucho que no me emocionaba tanto cambiar el estilo de alguien —confesó Tomoyo, admirando una vez más el cabello de Sakura. Su piel era hermosa, quería tocarla, pero resistió el impulso—. Me habría gustado ir de compras contigo, tus mensajes eran divertidos. Fue como hablar con una adolescente.

—¿Una adolescente, por qué lo dices? —exclamó sonrojada.

—Tus ideas eran muy infantiles —sonrió sin connotación de burla—. Fue muy tierno. Me dijiste que querías verte como una mujer guapa y madura, pero me enviaste combinaciones que sugerían todo lo contrario. ¿Puedo preguntar por qué el cambio? Acaso, ¿quieres conquistar a alguien especial? ¿O buscas venganza?

—Quiero ser rebelde —La respuesta fue clara y espontánea—. Quiero portarme mal.

Se dio permiso de reír y Tomoyo entendió su sentido del humor. Sus próximas vacaciones serían un recuerdo que jamás olvidaría. Una memoria que una solterona como ella atesoraría el resto de su vida.

Solo rogaba que alguien mordiera el anzuelo. Un hombre atractivo y cautivador era todo lo que pedía. Un deseo, solo uno.


—Bienvenido, Li-sama.

La enternecedora imagen que tenía enfrente fue su motivación principal para visitar de manera personal la agencia Kinomoto, una sonrisa sincera formó parte del galante atuendo de Syaoran, quien correspondió la reverencia de la mujer dejando sorprendido al resto del equipo de trabajo.

—¿Cómo has estado, Sakura-san?

Sakura se enderezó sintiendo que las mejillas se le calentaban, era su primer encuentro con ese cliente, ¿por qué la estaba tratando con tanta familiaridad?

—¿Nos conocemos?

—¿No me recuerdas? —El hombre preguntó, ladeando la cabeza, pasando del asombro a la incredulidad.

A pesar de que sus palabras estuvieron cargadas de humor, Sakura notó un dejo de tristeza en las comisuras de su sonrisa. Eso la obligó a hacer un tremendo esfuerzo por recordar dónde podría habérselo encontrado.

Después de un minuto el cual se sintió como una eternidad, Syaoran acarició la cabeza de la chica en un gesto cargado de dulzura. No era lo único que ella le despertaba.

—L-lo lamento…

—Olvídalo, me emocioné mucho de verte, es todo. El culpable de que no puedas recordar soy yo, nunca me presenté de manera formal contigo, Syaoran Li —volvió a inclinarse ante ella, y cuando lo hizo, Sakura pudo notar el desconcierto en las caras de sus acompañantes—. De ahora en más, estarás tan consciente de mi nombre como yo del tuyo.

Syaoran continuó su recorrido a la sala de reuniones escrutando el escritorio de Sakura, su buen humor regresó al notar que no contenía fotografías de ninguna clase y ella tampoco cargaba anillo de bodas.

Magnifico.

Quizás después de tantos años de espera su oportunidad de poseer a esa tierna mujercita había llegado. Se detuvo antes de empujar la puerta de vidrio que reflejaba a la perfección una captura del monitor de Sakura. Era la reserva para un vuelo a Francia para la próxima semana.

—Qiang.

—Señor —correspondió su secretario personal.

—Libera mi agenda la próxima semana.

Los ojos de Qiang se abrieron tanto que dieron la impresión de salirse un poco de sus cuencas.

—Tiene demasiados compromisos importantes. Además, está su cena quincenal con su…

—Adelanta las citas en las que mi presencia sea imprescindible, el resto déjalo para después. Al acabar esta reunión te daré el nombre de alguien, quiero que investigues todo acerca de ella.

—Sí, señor.

Iba a agregar que se deshiciera de todo intento de pretendiente o amante que Sakura pudiese tener sin importar el método o el costo, por suerte logró contenerse. Ella siempre lo descontrolaba de esa manera. Aunque no lo recordara, su enamoramiento juvenil por esa preciosa chica de ojos verdes, aun encendía su corazón.


El encanto surgió en la ceremonia de inauguración de su último año escolar, Syaoran recitó su discurso enfocándose en las filas de alumnos que recién se integraban al curso. En la primera fila, con mucho descaro, una chica de complexión media de enormes gafas y cabello trenzado no estaba prestándole la mínima atención, se tomó el suceso con humor, estaba tan acostumbrado a la contemplación desmesurada de las personas a su alrededor que el cambio fue una brisa refrescante.

Ella centraba sus ojos en lo que parecía ser una libreta de apuntes, destacaba del resto de féminas porque su falda le cubría las rodillas y su corbata iba atada muy pulcra en su cuello almidonado. Las demás solían usar un nudo flojo para llevar los botones abiertos y destacar su pecho, y de las faldas ni hablar, eran tan cortas que sus cuerpos pasaban a ser una réplica del anterior, carecían de estilo. A él no le gustaban las mujeres sin personalidad.

Dedujo que se trataba de una estudiante de nuevo ingreso basándose en el color de sus zapatillas. Los siguientes días caminaba por los pasillos tratando de ubicar a la misteriosa niña, lanzaba un vistazo discreto a las ventanillas de los salones hasta que tuvo la suficiente suerte de encontrarla en la sección 4.

El color de su cabello era único, la seriedad en su rostro cautivadora.

—Li-senpai, ¿estás espiando a tu nueva víctima? ¡Qué pervertido!

Syaoran se rascó la nariz disimulando una risa por el comentario de su amigo.

La verdad él era bastante popular entre las chicas, su récord de rechazos diarios ascendía a tres, ¡no podía tomar un tiempo de comida en paz porque no faltaba quién lo citara en la azotea o el jardín para declararle su amor! Era cansado e incómodo decir no a diario, por eso, algunas veces, aceptaba una novia.

En este momento, estaba disponible, por supuesto. Sus novias fanáticas rompían con él a las pocas semanas porque no soportaban los celos. Nunca conseguían establecer el vínculo de confianza necesario para una relación duradera. Y Syaoran tampoco dedicaba demasiado esfuerzo.

—¿Puedo saber quién robó tu corazón? —Eriol batió sus pestañas de manera dulce, juntando sus manos para ganarse su favor. Se convirtieron en cómplices después de conocerse en el club de natación y eran una especie de mejores amigos.

—Ella —señaló a la niña que comía en solitario con sus audífonos puestos.

—¿Estás loco? —escupió Eriol—. ¿La chica del cabello trenzado?

Syaoran asintió.

La reacción de Eriol fue quitarse los lentes soplando sobre los cristales para limpiarlos con la manga de su chaqueta, colocándolos otra vez en su rostro.

—Bromeas, debe ser la chica a su lado, ¿cierto? Tiene el aspecto de una gal.

Syaoran cerró los ojos, negando con la cabeza.

—Quiero el nombre y el teléfono de la niña de falda larga y cabello trenzado. Me parece linda, y voy a salir con ella —declaró, pasando el brazo alrededor de los hombros de Eriol—. Imagínate a alguien como ella animándome en las competencias, sin dudas me acercaría a abrazarla para empaparle la ropa, besarnos y por qué no, descubrir lo que esconde debajo de esos metros de tela.

—Imbécil —El cuerpo de Eriol se le enrolló en la espalda tan ágil como el de una serpiente resbaladiza, asfixiándolo con su antebrazo—. No permitiré que hables así de mi hermana.

Syaoran logró escabullirse de su agarre, expandiendo con dificultad sus pulmones en un ataque de tos.

—¿Tu hermana? Me estás jodiendo, he ido decenas de veces a tu casa y nunca me he cruzado con ella.

—¡Porque nunca sale de su habitación! Se la pasa leyendo tonterías o repasando sus libros de texto.

—¿Tiene novio?

Eriol bufó.

—No que yo sepa, hasta el año pasado estudió en un colegio religioso exclusivo para mujeres —se burló, uniéndose a Li para espiarla por la ventana. ¿Por qué a él le interesaría su hermana? Era tan aburrida, ahora mismo estaba recibiendo un curso de inglés en línea. ¿Quién demonios invertía su tiempo de almuerzo en una cosa así? Debería estar haciendo amigas, maquillándose o leyendo una novela—. Touya la matriculó en ese lugar con la esperanza de que se convirtiera en monja. Pero su plan fracasó. Así que aceptó transferirla a un colegio mixto para mejorar sus habilidades sociales.

—Siempre sospeché que tu hermano mayor era un psicópata, ahora lo confirmo —murmuró Syaoran, ese tal Touya le generaba escalofríos—. ¿A qué refieres con eso de "mejorar sus habilidades sociales"?

—A que es bastante tímida.

Timidez era sinónimo de belleza para Syaoran, sin duda, la menor de los Kinomoto era su tipo. Acercarse a ella sería bastante complicado con la sobreprotección de sus cinco hermanos. Kaito de segundo, Eriol de tercero, los mellizos Yue y Yukito que aun eran universitarios y el lunático de Touya.

La estricta vigilancia de los sirvientes cada vez que visitaba la mansión Kinomoto se debía entonces a ese tesoro. Qué tierno. Trataban de impedir que un sinvergüenza como él se colara en la habitación de Sakura para seducirla.

—¿Te molestaría que terminara saliendo con ella?

Eriol soltó una risita misteriosa.

—Dudo que lo consigas, Sakura nunca caerá en tus redes —le palmeó la espalda, reanudando su camino a la cafetería—. Es fría, árida y cautelosa. A veces me pregunto si tiene sentimientos. Bienvenido a tu primera decepción amorosa, amigo.

Un espíritu competitivo poseyó a Syaoran, él nunca perdía ante un reto. Así le llevara años, conquistaría a la hermosa Sakura Kinomoto en algún momento de la vida.


Faltaban alrededor de tres horas para abordar su vuelo, Sakura no estaba demasiado segura acerca de su cambio de atuendo, quizás debió conservar su imagen anterior hasta encontrarse alojada en el hotel. Pese a que el aeropuerto se encontraba abarrotado de personas que iban inmersas en sus asuntos, la idea de que alguno ponía los ojos en ella no la dejaba tranquila.

Entró a la pequeña estación de una reconocida cafetería a ordenar la bebida de temporada elaborada con flores de cerezo. Por lo general la primavera era una época emocionante y cargada de sentimientos tan brillantes como las flores en los jardines, sin embargo en los últimos años al recostarse en el pasto a observar los cerezos en floración la invadía la nostalgia.

Poco a poco la tradición de hacer un picnic con su familia fue desapareciendo, los primeros en ausentarse fueron sus padres, después Touya seguido de Yue y Yukito, al punto en el que solo quedó ella. Criarse como una perla encasillada en una ostra no le afectó en su juventud porque sus hermanos se mantenían al pendiente y cuando estaban ocupándose en sus asuntos, Sakura se refugiaba en sus libros.

La deprimía tanto haber desperdiciado un sinfín de oportunidades para ampliar sus vínculos que en los últimos días era en lo único que podía pensar. Se acostaba a dormir, soñaba y se despertaba con ese remordimiento. Ella tenía la culpa de su soledad.

El caso era que las pocas veces que intentó abrirse, fue lastimada.

Por eso resolvió irse a un país extranjero y tener una aventura con un hombre que no volvería a aparecer en su vida, así se saltaría la parte del rechazo o la ruptura. La luz del beeper se encendió antes que comenzara a vibrar en la superficie de la mesa anunciando que su orden estaba lista.

Sakura se espabiló arrastrando su silla hacia atrás, el atuendo que Tomoyo le asignó era bastante cómodo en realidad, un short corto casual con una camisa blanca de botones y unos botines cuyos cordones acabaron traicionándola. Pateó uno de los extremos largos viéndose imposibilitada de dar el siguiente paso, la pérdida de equilibrio hizo que avanzara a trompicones a la zona de entrega.

Su torpe carrera fue frenada con la ayuda del samaritano que la sujetó de los brazos, aun así, el rostro de Sakura se estrelló en su pecho. Agradeció a los cielos que se tratara de una persona más alta que ella, de lo contrario le habría noqueado con un cabezazo.

—¿Te encuentras bien?

Ella soltó una risita, incapaz de confrontar la mirada de su salvador.

—Lo lamento, tantos años encima y todavía no domino bien el don de caminar. La tendencia a la torpeza es algo que me caracteriza.

—Creo que es lindo —le consoló él, alejándose un poco—. Solo intenta no arriesgarte demasiado, no me gustaría verte herida.

Un segundo.

Esa voz… Sakura se pasó el cabello atrás de la oreja despejando su campo de visión, ese hombre…

—¡Li-sama! Lo siento.

Se supone que el corazón está cubierto por una membrana flexible que lo protege y que no interfiere con sus latidos. No obstante, en presencia de ella, Syaoran se dio cuenta que el suyo tenía una coraza pétrea encima que lo lastimaba y que no lo dejaba expandirse, Sakura era la única capaz de formar grietas ahí y quizás si la mantenía cerca el tiempo suficiente, pudiese liberarlo.

Esa era la razón por la que la perseguía, por su poder especial.

—Por Dios, no me llames así. No estamos en la oficina y creo que solo soy dos años mayor que tú.

Sakura titubeó mirando a los lados, otra vez estaba avergonzando el nombre de su familia actuando con torpeza enfrente de un cliente. Era por eso que pese a su competente preparación académica y posgrados, Touya no le cedía un cargo más importante, no confiaba en que pudiese desenvolverse sola.

—Entonces, Li…

—Estaría más cómodo si usaras mi nombre —le interrumpió Syaoran, absortó en el color de esos ojos, eran más brillantes de lo que alguna vez dimensionó. Sakura siempre lucía encantadora con sus gafas tradicionales, pero debía admitir que era uno de sus sueños quitárselas y apreciarla sin ninguna barrera interponiéndose entre ellos.

Sakura tragó saliva esforzándose por decir algo coherente. Era un reto. Cómo iba a insinuársele a un desconocido cuando ni siquiera era capaz de llamar por su nombre a un hombre que conoció previamente en un ambiente seguro.

—Está bien, Syaoran.

La sonrisa de Syaoran fue automática, ¡ella lo recordaba! El beeper de él comenzó a zumbar atrayendo la atención de Sakura.

—Oh, tu orden está lista. Por favor, sigue. Alguien debe estar esperando por ti. Agradezco tu ayuda.

Sakura se estaba alejando, otra vez.

Syaoran apretó el pequeño aparato en su mano, ya no era un niño torpe que buscaba excusas para no acercársele. La quería, seguía queriéndola; seguía preguntándose cuán maravilloso sería conversar con ella, tomarla de la mano, besarla… todo eso.

—En realidad, estoy viajando solo. ¿Te molestaría si me siento un rato contigo?

Los hombros de Sakura se tensaron, sobre qué hablaría con él, dudaba tener temas de conversación interesantes, aún así, se detuvo a esperar que él reclamara su bebida para guiarlo a la mesa.

Syaoran Li era un tipo llamativo y bastante apuesto. Sin mencionar que era el heredero de un imperio. Su familia manejaba una empresa automotriz desde hacía generaciones, su marca se destacaba en todo el mundo y los Kinomoto eran los encargados de la publicidad en casi todos los puntos del continente asiático.

Su relación contractual dio inicios años atrás, desde la época de sus abuelos, pero era la primera vez que lo veía yendo en persona a la empresa. Sus subordinados eran los que verificaban los trabajos y asistían a las reuniones. Además no dejaba de pensar de dónde lo conocía, aunque su voz parecía familiar.

—Te imaginé como el tipo de persona que solo consume café negro —dijo ella, rompiendo el silencio. Una prueba más. Iría practicando para cuando llegara su momento de seducir a alguien que no sería ni la mitad de guapo que Syaoran. Mantendría sus estándares bajos, solo por si acaso.

Syaoran acarició la oreja de su taza, la bebida de ella también era de color rosa, en su versión fría.

—Espero que mi explicación no te parezca rara. Todos los años me dedico a probar cualquier comida que tenga que ver con esta temporada.

—¿Por qué? —ella ladeó la cabeza de manera adorable—. Insisto en que tienes el aspecto de alguien que evita los dulces.

—Las presentaciones de cada platillo son distintas, pero tienen el mismo sabor en común, mi meta es comprobar si todo aquello cuyo nombre es Sakura tendrá ese efecto en mi paladar.

Sakura sintió que los colores se le subieron al rostro. No sabía por qué le daba la impresión de que él no hablaba estrictamente de comida. Sakura era una flor y también un nombre y un apellido muy común en el país. ¿Se refería a que le apetecía probar a una persona con ese nombre? ¿Era eso romántico o escalofriante?

Syaoran se limpió la boca con una servilleta después de darle un sorbo a su bebida, aplacando una pequeña risa.

—Todas las personas a las que les he dicho esto, tienen tu reacción. No te preocupes, no voy a morderte ni nada parecido —suspiró. Sí quería. Deseaba morderla—. Es solo que me gusta expresar mis preferencias con mis conocidos. No todos los años me encuentro en el país para la época, así que mis amigos cercanos o colegas que conocen esta parte de mí, me envían obsequios referentes a las flores de Sakura.

—Ya veo, también es mi época favorita del año. Estoy yendo de vacaciones en este momento, pero me ocupé de reservar un día para ir a ver los cerezos antes de volver al trabajo.

—¿Estás viajando con alguien especial?

No dudaba de las habilidades de su gente. La razón por la que nadie supo darle mayores referencias de la vida privada de Sakura se debía a que era demasiado reservada. Y la idea de que tuviese a un hombre en su vida, lo aterraba. Este era su tercer reencuentro, planeaba darse por venido si Sakura ya tenía un novio porque no poseía la moral suficiente para arrebatársela a alguien más.

Llegó a esa conclusión después de horas de reflexión.

—No, voy por mi cuenta.

Syaoran escuchó los latidos de su corazón, era una sensación que ya casi daba por enterrada.

—¿Y que hay del día de campo? La gente suele ir a ver los cerezos con su pareja, supongo que tú…

—No. Voy sola desde que entré a la preparatoria —Sakura bajó la mirada, frotándose el brazo que tenía apoyado en la mesa—. Discúlpame si me escucho patética, una de las razones por las que estoy haciendo este viaje es porque en los últimos días me he sentido algo más que sola. Abandonada es la palabra correcta.

—¿Tuviste una mala ruptura?

—Nunca he tenido una relación romántica, ni siquiera una aventura de una noche. Y ver que todos mis conocidos tienen su vida resuelta me ha afectado más de lo que me atrevía a reconocer. Ya nadie tiene tiempo para mí, y creo que he estado transmitiéndoles mis sentimientos de tristeza a mi familia y no soporto que actúen con tanta delicadeza a mi alrededor.

Sakura ocultó sus manos debajo de la mesa, apartó la mirada al servilletero desde que percibió la humedad en sus ojos. Cuando intentó desahogarse con sus amigas ellas le interrumpieron cambiando el tema a algo respecto a sus estilos de vida. Pasados los días consideró decírselo a Nakuru, retractándose de inmediato. Era un hecho que eso iría a parar a los oídos de Touya.

—Quise cambiar mi situación invitando a salir a compañeros en la oficina, y por casualidad se les presentaba un retraso el día de la cita y terminaban cancelando. Después usé un chat de citas, algunos me veían de lejos y simplemente escapaban, otros se disculpaban diciendo que yo no era su tipo y también están los que solo me usaban para comer y beber en un sitio caro y dejarme con la cuenta.

Maldita sea.

Syaoran los mataría si conseguía enterarse de sus identidades por rechazarla. Aunque también los hubiese matado en el caso de aceptar salir con ella. Qué contrariedad.

—Lo lamento —susurró él.

—No te preocupes, solía pasarme a menudo en la escuela y sé que todo era culpa de mi imagen. Yo nunca puse cuidado en eso, creía que usar ropa limpia y ducharme todos los días era suficiente. Es por eso que para esta ocasión, me puse en manos de una profesional.

—No negaré que luces hermosa —elogió recuperando la atención de ella—. Siempre lo has sido. Tienes el aspecto de una persona a la que le encantan los dulces porque esa es tu esencia. Espero que el cambio en tu apariencia sea para darte más seguridad y no solo para complacer el ojo de los demás.

El encogido corazón de Sakura se hinchó un poco por la presencia de él. Le estaba prestando oídos a los desvaríos de una mujer deprimida. Era eso. Ella estaba cursando con un episodio depresivo.

—Yo… —La voz se le quebró, comenzando a llorar de verdad—, soy una persona deshonrosa. Mejoré mi físico porque pensé que si no podía tener amor, al menos podía experimentar algo parecido por una vez…

—No te veo entregándole una preciosa parte de ti a alguien que no sepa ver que tienes otras cosas qué ofrecer además de tu cuerpo. Y en el caso hipotético de que encontraras el valor de hacerlo, te traería más dolor que satisfacción, porque no es eso lo que buscas, Sakura. Esto no tiene nada qué ver con el sexo, tú lo que deseas con desesperación es compañía, una persona que esté contigo de manera incondicional, alguien que te haga sentir única y especial.

Syaoran tenía razón. El ser la más pequeña de sus hermanos la convirtió en un ser indefenso al morir sus padres, los mimos constantes y la atención desmedida la hizo crear una dependencia de sus hermanos. Por eso su corazón se partía cada vez que uno de ellos encontraba su camino, comenzó a creer que no era valiosa, que era reemplazable y eso dañó de forma severa su autoestima.

No tenía confianza en sí misma. Ese era el principal problema. ¿Qué sentido tenía viajar ahora que sus planes yacían en el fondo del pozo? Era una mentira que iba convertirse en una travesía de auto descubrimiento, ya que ni ella sabía lo que quería.

Lo más sensato era quedarse aquí y reflexionar acerca de su conversación con ese particular desconocido.

—De seguro tú ya tienes a alguien así contigo —Sakura lo supuso por la sensatez en su modo de hablar.

—No está conmigo, si a eso te refieres. Pero conocerla me dio el coraje necesario para darme cuenta de que me faltaba mucho para merecer a una persona como ella. Todavía estoy en ese proceso, ¿sabes? A lo largo de los años he tenido más retrocesos que progresos, y así como tú, me dije que sería egoísta yendo atrás de ella de manera precipitada porque no soporté que se me escapara otra vez de las manos.

—Vaya, parece un cuento de hadas. Entonces, ¿estás aquí para ir a buscarla?

—La encontré —contestó él, ampliando su sonrisa—. Eres tú.

Estaba alucinando.

¿O se trataba de una broma?

Si él fuese un hombre corriente juraría que llevaba una cámara escondida para exponerla como la mayor tonta del mundo por caer en esa jugarreta. En definitiva recordaría ese rostro apuesto y esos ojos tan cálidos de habérselo cruzado en el pasado.

—Estás confundido, no soy la persona que buscas. No puedo serlo, ¡no nos conocemos! —cerró los ojos, casi gritándolo. Se negaba a creer que eso le estuviese sucediendo a ella.

—Prometo que más adelante te hablaré de cómo surgieron estos sentimientos, por lo pronto, solo deseo que aceptes conocerme. Quiero que me mires, que no vuelvas a pasar por alto mi presencia en tu entorno. Por favor.

Syaoran se puso de pie haciendo una reverencia a ella. Sakura se sintió tan avergonzada que se incorporó de un brinco, el resto de comensales les dirigían miradas indiscretas, le daba miedo que reconocieran a Syaoran y le tomaran una fotografía comprometedora o algo así, agarró sus cosas y lo arrastró con ella fuera de ese lugar.

Tan avergonzada y asustada como estaba, resolvió que cumpliría la promesa que se hizo esa mañana. No volvería a desperdiciar otra oportunidad. Esto no se convertiría en un nuevo remordimiento.

—Acepto —exclamó con las mejillas arreboladas y su respiración agitada—. Conozcámonos y lleguemos hasta donde seamos capaces.

Syaoran sonrió, esos ojos verdes finalmente lo alcanzaron. Estaban en él, podía contemplar su reflejo en ellos.

—Entonces, hagamos juntos el viaje que tenías planeado. Prometo portarme bien, no intentaré nada raro.

—De acuerdo. P-pero qué hay de tu boleto.

—No te preocupes por eso, tengo un plan.


Su estrategia de asedio dio inicio de una manera un tanto discreta. O al menos eso pensaba Syaoran.

—¿Quién diablos lo dejó entrar? —murmuró el presidente del club de matemáticas viendo cómo Syaoran se recostaba de manera perezosa en el escritorio.

El aula que servía al club de matemáticas como sitio de reunión era una de las más amplias, él nunca imaginó que la escuela a la que asistía estuviese plagada de tantas mentes brillantes.

—No está inscrito ni nada, solo dijo que quería quedarse a refrescar su memoria observando la resolución de unos ejercicios. Supongo que está preparándose para sus exámenes de admisión —explicó Akiho en voz baja. Sakura Kinomoto competía con Hotaru Minami en el pizarrón—. Además trajo bebidas y panecillos para todos. No pude negarme, lo siento.

—Como sea, no me gusta su presencia aquí. Está distrayendo al equipo.

Akiho echó un vistazo por encima de su hombro. Era cierto. Las chicas habían dejado de prestar atención en el reto para clavar sus ojos en la espalda de Li. Él era un elemento destacado del club de natación, por eso su físico no pasaba desapercibido.

Akiho se sintió tan culpable que dejó su asiento en la primera fila, desplazándose con sigilo al centro del salón, dónde Syaoran presenciaba la competencia. No estaba tomando apuntes, solo miraba el pizarrón con una fascinación anormal.

El ejercicio a desarrollar era extenso, por lo que cada contendiente ya había escrito en la mitad de sus campos correspondientes.

—Senpai, lamento tener que decirte esto pero… por favor, ¿podrías irte? —Akiho juntó las manos en una súplica profunda.

La única cosa que ocupaba la mente de Syaoran era que Sakura Kinomoto era excepcional. Su caligrafía era pulcra y su porte elegante, apenas estaban en el primer trimestre y ella ya destacaba por sus calificaciones.

Dios, estaba tan impresionado.

Había intentado abordarla en los pasillos pero Sakura nunca se quitaba los auriculares y tampoco despegaba su mirada de la libreta de apuntes para fijarse por dónde caminaba, él terminaba siendo ignorado de una manera bastante cruel.

Y eso en lugar de desmotivarlo, lo encantaba. Ahora mismo estaba descubriendo que no solo un cuerpo desnudo era capaz de excitarlo. No. También la inteligencia de esa chica lo encendía.

Era tan aplicada.

Tan correcta.

Tan bonita.

—Perdón, ¿dijiste algo?

Akiho encorvó la espalda al notar que él no le estaba prestando la debida atención a sus palabras.

—Te decía que abandones la sala. El presidente del club dice que distraes a la gente.

—¿Por qué? No he hecho ningún ruido.

—Eso no es necesario. Es por tu apariencia.

Syaoran parpadeó, revisando su uniforme.

—No me digas que tengo pegado un letrero ofensivo en la espalda o algo así.

Mataría a Eriol.

—No, ¿cómo te lo digo? —suspiró Akiho—. Eres muy guapo para estar aquí.

A Syaoran se le escapó una carcajada, despertando la furia de una de las chicas que se concentraba en la resolución de su ejercicio. Sin voltear el rostro, Sakura golpeó la pizarra con la tiza, la cual se partió en dos por la fuerza que aplicó.

Él cerró la boca por el susto. El ambiente del aula se volvió pesado y asfixiante, incluso Akiho se sacudió en un ligero temblor.

—Ahí atrás son muy ruidosos, largo. Están irrespetando el trabajo de los demás.

—¡Lo siento, Kinomoto-san! —chilló Akiho. ¡Ella daba tanto miedo cuando se enojaba!

Syaoran se dio por vencido abandonando la habitación sin pensarlo dos veces. Después de cerrar la puerta, se recostó en ella deslizándose al piso. Acababa de ser regañado de una forma despiadada, aún así, su corazón se agitó. ¡Sakura era tan intensa! ¿Sería así para todo? Necesitaba averiguarlo con urgencia.


Si el hilo de la narrativa les parece raro pido disculpas, después de años estoy retomando esta parte de mí que solía escribir fanfics, prometo mejorar a lo largo de la historia. Espero que les guste y les haya parecido interesante.