II

Akari Miyamura irrumpió en el entrenamiento del equipo masculino de natación infiltrándose sin ninguna vergüenza en el área de la piscina techada, desatando una oleada de piropos con su falda corta y su escote pronunciado. Su llamativo cabello color coral competía con la luminosidad de sus accesorios, era una de las más bonitas de primer año y de la escuela en general.

El entrenador sopló su silbato acallando el derroche de testosterona de sus alumnos, mandándolos a correr alrededor de la piscina hasta que se agotaran. Akari robó una toalla del estante dirigiéndose al borde del carril central, ignorando los alaridos del profesor que le exigían que se marchara.

La ropa interior azul de Akari fue la primera cosa que Syaoran vio al emerger del agua. Ella permaneció en cuclillas a sabiendas de que él la estaba mirando, casi parecía orgullosa de dirigir la atención de Li a esa zona de su cuerpo.

Estás estorbando —se quejó él con una expresión gélida. Le repugnaban las mujeres exhibicionistas.

La boca de Akari se abrió con sorpresa, según sus averiguaciones Syaoran era un chico amable, decían que lo era incluso para rechazar a aquellas que lo invitaban a salir sin éxito. El resto de nadadores no tardaron en salir de la piscina apoyando sus brazos en el borde para impulsarse, solo entonces comprendió que de verdad bloqueaba el paso de Li.

Se incorporó igual de rápido que un resorte, mordiéndose los labios. Ese chico en bañador era la gloria, cada uno de sus atributos masculinos resaltaba, tuvo que notar que se alejaba para entrar en razón. Akari lo persiguió ofreciéndole la toalla, la cual Syaoran se vio obligado a aceptar de mala gana.

Senpai, ¿podemos hablar un minuto?

Syaoran se arrancó el gorro de la cabeza, sacudiéndose el cabello con disgusto. Sus compañeros le enviaban señales obscenas, insinuando que él se acostaba con esa chica.

¿Qué quieres? —gruñó, frotándose el rostro con la toalla, quedarse inmerso en los senos de esa desconocida era lo último que deseaba, desde que puso sus ojos en Sakura Kinomoto evitaba las tentaciones, quería mantener una buena reputación para ella.

¿Por qué te portas tan seco? Creí que eras tú quien quería verme.

Akari hizo un puchero, tomándolo del brazo para frotar el pecho contra él.

Ni siquiera sé quien eres —saltó Syaoran, recuperando su brazo. Ya se imaginaba la clase de rumores que circularían los próximos días en los pasillos—. ¿Para qué querría verte?

Hace dos semanas alguien comenzó a dejar presentes en mi escritorio, como no tenían tarjeta me di a la tarea de llegar temprano para descubrir de quién se trataba y finalmente, esta mañana, te vi saliendo del salón —Ella abrió su mano, revelando un resaltador en forma de patita de gato—. Los chocolates estuvieron bien, pero el resto de utensilios son bastante sosos, ¿quién diablos regala libretas de apuntes y bolígrafos? Escuché que tu familia tiene mucho dinero, ¿no crees que estás siendo mezquino?

La sensación de mareo era algo desconocido para Syaoran, ni siquiera en los sitios de grandes alturas o en los juegos mecánicos lo había experimentado, sin embargo en ese momento, su entorno dio un giro tras otro. En efecto, él llegaba a la escuela cuando ni siquiera había salido el sol para dejarle esos presentes a Sakura.

Ya que ella pasaba tanto tiempo estudiando pensó que valoraría más unas bonitas herramientas que armonizaran su mesa de estudio. De verdad le hacía ilusión que Sakura tuviese cerca algo dado por él durante sus arduas jornadas, ya que no tenía otra manera de apoyarla.

Estoy seguro de haberlas colocado en el escritorio indicado —murmuró él, más para sí mismo que para Akari, quitándole el tierno resaltador—. ¿Cómo llegaron a tus manos?

La chica que se sienta junto a mí me los entregó.

¿Kinomoto?

Sí, creo que ese es su nombre. Es de lógica asumirlo, nadie querría darle regalos a ella, es una virgen desabrida que morirá con un montón de telarañas entre las piernas.

La risa de Akari arrasó con el frío que el agua de la piscina le dejó a Syaoran. Si de un hombre se tratara, le tiraría los dientes de un solo golpe. No le quedó más remedio que apretar los puños para contenerse.

Ella es alguien que no va por ahí enseñando su cuerpo para destacar, ha estado en el primer puesto de calificaciones desde que inició el semestre, ganó el torneo estudiantil de debate y las olimpiadas de matemáticas, son cosas que le traen honor a esta institución. En cambio tú, ¿crees que revolcarte con cualquiera que te endulza el oído y tentar a los estúpidos que no pueden tenerte para que se masturben con tu recuerdo es un logro? Eres patética.

Esa fue la primera vez que una mujer lo golpeó, el estruendo de la cachetada se acompañó de un abucheo burlón. Maravilloso. Ahora todos creerían que él rompió con esa tipa vulgar. Syaoran maldijo en voz alta largándose a las duchas, acercarse a Sakura estaba resultando más difícil de lo que creyó. Solo esperaba no ocasionarle problemas con su atención.


Adelantar las películas hasta la parte franca del romance fue una idea bastante tonta, sobre todo tratándose de filmografía norteamericana, cuerpos desnudos, sonidos indecentes y escenas comprometedoras era lo que proyectaba su pantalla cuando Syaoran fue a sentarse junto a ella.

Pegó sus cabezas como si fuesen viejos conocidos pasándole un brazo alrededor de los hombros. Sakura estaba sentada sobre sus piernas en un ancho sofá de dos plazas, cubriéndose con una manta. Terminó montada en un avión privado cortesía de Li, solo estaban ellos dos y los elementos imprescindibles de la tripulación.

Iban a la mitad de su tiempo de vuelo, al agotarse los temas de conversación después de la comida, Syaoran se levantó de la mesa afirmando que necesitaba revisar unos documentos. Pasó horas con una tableta entre las manos, moviéndose solo para cambiar su posición ocasionalmente. Eso puso más ansiosa a Sakura, no sabía qué seguiría entre ellos.

Por eso se le ocurrió la brillante idea de realizar una investigación. Descargó desde casa varias películas de una plataforma de paga para aprender algunas técnicas de seducción antes de llegar a su destino y justo cuando Syaoran decide volver a prestarle atención, la pareja principal del filme recreaba un apasionante encuentro en la cama.

Eso fue tan incomodo. Y no era la primera vez que le sucedía. A veces su hermano Touya se colaba en su habitación con un bowl de palomitas de maíz los fines de semana, y cuando ese tipo de secuencias saltaban entre sus ojos, él se enrojecía ordenándole que no las imitara nunca.

La trataba como a una adolescente.

—La vi la semana pasada, es muy buena.

La aportación de Syaoran no contribuyó al nerviosismo de Sakura.

—¿Te gustan estas cosas? —Qué pregunta tan estúpida, se dijo.

Syaoran se reclinó, tocando la pantalla para pausar el vídeo.

—Prefiero hacerlo, el papel de espectador no me va.

A Sakura se le atoró la saliva en la garganta. ¿Eso era una insinuación? ¿Él quería acostarse en ese momento? ¿Tan rápido? Ella no podía arriesgarse siendo intrépida, así que su único atino fue acercarse a él descansando la frente en la curva de su cuello.

Sakura pudo sentir su propia respiración caliente rozar la piel de Li. El aroma de su costosa loción la envolvió, si el dinero tuviese un olor especifico, definitivamente sería ese. Syaoran le dio una caricia suave en la cabeza, peinándole el cabello con los dedos, primero fue un mimo sutil, apenas soñado, pasado un segundo afianzó su agarre, tirando de él sin lastimarla, dejó escapar un pesado suspiro.

—Si sigues así, yo… —La mano libre de Syaoran buscó alzar el rostro de Sakura capturando su mentón. Era hermosa. Sus mejillas tan rojas como sus labios entreabiertos—, no podré sostener mi promesa de caballero.

Sakura gimió con el peso de la vergüenza en sus hombros.

—C-creí que tú querías…

—¡Sí, quiero! —aseveró, aunque sus acciones gritaron lo contrario. Se levantó del sofá con la velocidad en la que una flecha es disparada con un arco—. Es solo que no es el momento correcto. Me hace sentir mal que tengas que estimularte con una película para poder estar conmigo.

—¡Lo estás malinterpretando! —vociferó Sakura, poniéndose de pie—. Estudiaba cómo funcionan las relaciones comunes de pareja. Por eso cuando te acercaste pensé que lo natural sería tener un acercamiento físico, algunos relatos de ficción comienzan así, ¿no? Se enamoran conforme van conociéndose en la intimidad.

¡Cómo logró decir eso sin tartamudear!

—¿Quieres enamorarte de mí? —Syaoran parecía un niño al que acababan de relatarle un cuento de hadas. Qué linda. Ella aun intentaba basarse en datos concretos como si fuese una estudiante.

—Me gustaría —confesó clavando los dedos de sus pies en la alfombra para canalizar sus emociones.

—Haré hasta lo imposible para que lo consigas —afirmó Syaoran, alzándola en brazos en un inesperado ataque de euforia. La devolvió al piso después de girar con ella en repetidas ocasiones—. Voy a cuidarte mucho. Te dedicaré todo mi tiempo libre, no te arrepentirás.

—No te sientas mal si en un inicio no correspondo tus atenciones de la manera en la que esperas —tomó el valor suficiente para confrontar la mirada de Syaoran—. Todavía estoy en el punto de partida en todo esto los noviazgos.

Syaoran quería ponerse a brincar de la emoción, ¿ella estaba asumiendo que ahora eran novios?

—Sé un poco más específica.

No era ningún ingenuo, podía suponer sin temor a equivocarse a lo que hacía alusión con eso. Sin embargo, no iba a privarse del placer de escucharlo de la boca de Sakura.

—A que yo ni siquiera he dado mi primer beso —su voz iba apagándose a medida que avanzaba el ritmo de las palabras.

Syaoran se cubrió la frente con la mano. Dios. No merecía tanta misericordia. Él tendría esas lindas primeras veces de ella.

—Es patético, lo sé —murmuró enojada Sakura—. Tener que entrenar a alguien de cero es molesto. No te culparé si deseas desistir.

—¿Bromeas? ¿Acaso a ti no te emociona romper el empaque de un regalo y estrenar lo que contiene? —Syaoran comenzó a caminar de izquierda a derecha con una sonrisa boba estampada en el rostro—. No deseo prescindir de ese placer. Nunca. Solo porque se trata de ti.

Sakura arrugó el entrecejo cruzándose de brazos.

—Ese fue un comentario retrógrado. ¿Resulta que ahora me quieres solo porque soy virgen? ¿Dónde quedó la persona que me dio un discurso conmovedor sobre valores?

El pánico le invadió, desagradar a Sakura era tan grave como la alerta de turbulencia en un avión. La alegría se le drenó del rostro y el parpado izquierdo le tembló. Esos eran los peligros de salir con una mujer tan inteligente como ella. Se tambaleaba entre la preocupación y el orgullo.

—Fue estúpido de mi parte, discúlpame. Te apreciaría igual aun si el caso fuese distinto, lo que quise decir, es que no tengo intención de compartirte con nadie a partir de este momento. Y esa es la razón por la quiero respetarte, no negaré que ansío tu cuerpo con desesperación, pero no pienso tocarte sin haberme ganado tu corazón primero. Llevo muchos años esperando por esto y sé que puedo aguantar un tiempo más —se arriesgó a tomarla de la mano, consiguiendo que Sakura relajara su gesto—. Te mereces una relación sana y cándida como tú, iremos a tu ritmo. Hazme saber cuándo acelerar o poner el freno, me tienes a tus pies.

Una humilde plebeya y un emperador, eso es lo que eran. ¿En qué punto de la vida alguien tan inalcanzable había puesto sus ojos en ella? Sakura comenzó a reírse, apaciguando la atmosfera. La mano de Syaoran excedía por mucho el tamaño de la suya, era gentil y confortadora. Incluso sus dedos eran elegantes y estilizados. La observación le llenó de rubor el rostro.

—¿Qué se acostumbra hacer después de una pelea?

—¿Sexo de reconciliación?

—¿Modificamos la propuesta?

—¿Qué tienes en mente?

—Podemos solo ir y recostarnos el uno junto al otro —respondió en voz bajita.

Syaoran asintió.

Les quedaban varias horas en el aire y dormir les sentaría bien a ambos. Sin soltar de la mano a Sakura la condujo a la habitación. Ella era una mujer elegante y su sueño siempre fue estar con alguien que de cierta manera encajara con la admiración que le tenía a las mujeres de su familia.

Su madre y sus hermanas eran bastante conservadoras, sus modales, la gracia con la que hablaban y se movían era suficiente para conquistar a cualquiera. Y fue eso lo que le llamó la atención de Sakura. No necesitaba enseñarle su cuerpo para atraerlo.

Ella se recostó en la cama con suma tranquilidad, como una esposa que espera pacientemente que su marido la acompañe. Ver sus muslos descubiertos era una sublime experiencia y aunque la parte superior de su cuerpo permaneciera oculta con una camisa manga larga de botones hasta el cuello, los pensamientos impuros brotaron en él.

Sakura se estaba esforzando en forjar un vínculo, así que, alentándose con una respiración profunda, se acostó junto a ella.

—Vengo de una familia muy tradicionalista —dijo Syaoran. La inquietud de los dos era palpable, no se atrevían a mirarse y siendo el de mayor experiencia, debía remediar la situación—. Las mujeres se han dedicado al cuidado del hogar por generaciones. Mi madre y mis hermanas decidieron mantener esa costumbre, mis cuñados asumieron los cargos que les correspondían a ellas en la empresa, y cuando mi padre murió, yo tuve que tomar su lugar.

—¿Cuántas hermanas tienes? —Sakura preguntó con un leve tremor en su voz. Syaoran le agradaba, era guapo y simpático, un hombre que con solo chasquear los dedos tendría a cualquier mujer que deseara y la estaba eligiendo a ella. No quería decepcionarlo, en cambio, su mayor anhelo en ese momento era corresponderlo lo más rápido posible.

—Cuatro; dos de mis hermanas todavía eran solteras cuando mi padre falleció hace cinco años. No esperaba que esas obligaciones cayeran sobre mí tan pronto. La casa, mi familia y las empresas me agobiaron. Y fue entonces cuando comencé a tener relaciones con varias mujeres a la vez.

Sakura se puso rígida, apretando las manos encima de su estómago.

—Tratarte con decoro no me convierte en una buena persona. No supe fijarme limites en varios aspectos y le he fallado en más de una ocasión a mis seres queridos. Tenerte conmigo va a ayudarme a mejorar —Syaoran se acomodó sobre su costado, instando a Sakura a imitarlo. Era imperante decir aquello mirándola a los ojos—. Ten confianza en mí. Llegarás a escuchar cosas que van a decepcionarte, cuando suceda, promete que tendrás en mente la sinceridad de todos los sentimientos que estoy expresándote.

—Te lo prometo —juró Sakura, moviendo su brazo a la mitad del espacio que los separaba—. Quiero creer que encontrarte no fue solo una casualidad. Me salvaste de cometer un enorme error y siempre te estaré agradecida por ello.

Syaoran secuestró la pequeña mano de Sakura, acariciándole la muñeca con el pulgar. Era fina, frágil y hermosa. Sus ojos verdes eran como la luz esperanzadora de un faro en medio de la turbulenta oscuridad.

—Vuelvo a repetirte que no lo hice porque sea un enviado divino. Al contrario, actué por egoísmo, porque siempre te he querido para mí.

—Nunca he encajado con los estándares de belleza, ni en la escuela ni en la universidad, inclusive ahora, no soy tan bonita como el resto de mujeres a tu disposición.

—Nos hemos cruzado en múltiples ocasiones, y en cada una, te vi como lo que eres, una valiosa e inteligente chica capaz de ponerme en mi lugar —sonrió, entrelazando los dedos con los de ella. Ese roce cálido y voluble fue tan íntimo como un beso entre ellos.

—Y si seguimos adelante, ¿querrás que deje de trabajar para hacerme cargo de nuestro hogar o algo así?

—Por supuesto que no, eres libre de tomar tus propias decisiones. Sería una crueldad echar a la basura todos esos años que te esforzaste estudiando. Tampoco soy tan anticuado. Al tomar las riendas de mi casa, le pregunté a mis hermanas si estaban conformes con sus vidas y respondieron que sí, y la verdad es que mis sobrinos dan mucho trabajo.

—Yo tengo tres sobrinos, ¿tú cuántos? —Sakura se emocionó, ella amaba a los niños.

—Diez —exhaló Syaoran—, y puesto a que soy su único tío, soy su favorito.

—Me gustaría conocerlos, siempre me he llevado bien con los niños.

—Debe ser porque tienen mentalidades similares. Eres muy tierna —se burló Syaoran.

Sakura hizo un mohín.

—Mi hermano Touya opina lo mismo… y tú, ¿cuántos hijos desearías tener?

Imaginar un futuro con ella dolía.

—Jamás me ha entusiasmado el tema de los hijos. Pero si vienen de ti, aceptaría encantado la cantidad que tú desees.

Eso entristeció a Sakura. Ella deseaba un hogar igual al que tuvo con sus padres, donde todos eran felices, se comunicaban, se apoyaban y recibían amor.

—No quiero significar una nueva imposición en tu vida, si los niños no te gustan, entonces…

Entonces esa relación no tenía sentido. Como bien dijo Syaoran, Sakura buscaba a su alma gemela, alguien con quién compartir su tiempo, sus aficiones y la idea de construir un hogar. Ella quería rellenar los vacíos de su corazón con personas que le amaran de manera incondicional. Detestaba la idea de enclaustrarse en la soledad de nuevo.

—Te equivocas, sí me gustan los niños. Es solo que no aspiraba a tenerlos con una mujer por la que no siento amor. Un hijo es un precioso regalo que debe agradecerse con la vida y yo no estaba dispuesto a sacrificarme ni a condenar a otra persona de esa manera. Los hijos deben criarse con amor, yo crecí así y no esperaba ofrecerle menos a mi descendencia.

—¿Quiere decir que en todo este tiempo no ha habido una sola mujer a la que hayas amado de verdad?

—Tú eres mi primer y único amor a la fecha, Sakura.


¡Kinomoto-san! El presidente de la clase solicita tu presencia en el salón, es urgente.

Akiho Shinomoto fue corriendo a tirarla del brazo para devolverla a toda prisa a su clase, Sakura se desconcertó, dejando caer un puñado de volantes en medio de su carrera. El festival del instituto dio inicio esa mañana, la sección 4 de primer año se las ingenió para montar un maid café.

Sakura supuso que estarían cortos de manos para requerir de su ayuda, ya que durante la planeación la aislaron asignándola como la chica que reparte volantes. Le pasaba lo mismo con el resto de actividades grupales, varios incluso se negaban a trabajar con ella pese a ser la más inteligente de su generación.

Rápido, Kinomoto. Ponte esto —le ordenó Souma, arrojándole un uniforme de sirvienta—. Necesitamos a alguien que sustituya a Akari el resto de la tarde, parece que sufrió un golpe de calor.

¿Un golpe de calor? ¡Estaban por entrar al invierno! Sakura sostuvo las prendas con las manos temblorosas, ¡ella definitivamente no se pondría eso! Le bastó con ver al resto de sus compañeras paseándose con los ligueros de sus medias expuestos para espantarse. No era capaz de mostrar tanta piel.

Preferiría ayudar en la cocina —protestó, escrutando a una quejumbrosa Akari.

Estamos completos aquí adentro, Akari era la encargada de la señalización en el pasillo. No harás gran cosa.

El enorme letrero de cartón con una flecha en la que estaba escrito el nombre del café yacía a los pies de Akari. Era cierto, en las sesiones acordaron ponerla a ella en la entrada del salón para atraer al público con su belleza. Sakura no sería capaz de sustituirla, de ninguna manera.

P-pero…

Souma-kun —Akari se victimizó poniéndose de pie de forma tambaleante, aceptando el brazo de apoyo que el representante de la clase le ofreció—, es claro que Kinomoto-san no tiene intención de ayudar. No te preocupes, me esforzaré por regresar a mi puesto.

¿Tomarás la responsabilidad de una complicación en la salud de Akari, Kinomoto? Es por esto que siempre estás sola, eres egoísta.

Miradas molestas atravesaron a Sakura, sus compañeros pusieron mucho empeño en la organización del evento, atraídos por el premio que obtendría la sección ganadora de los diferentes años. Si algo llegaba a salir mal por su culpa, sería más odiada y rechazada de lo que ya era.

Está bien, lo haré.

Te ayudaré a vestirte —dijo Akari, ofreciéndole una sonrisa consoladora.

El pelotón de hombres que acudió al rescate de Akari salió de la habitación para darles privacidad. Sakura desabrochó los botones de su blusa con lentitud, el tema de la desnudez era un punto sensible para ella. En las clases de gimnasia esperaba a que todas se marcharan para ducharse, la vergüenza que le producían ciertas partes de su cuerpo era casi intolerable.

Akari jadeó moviéndose al frente de ella cuando finalmente se animó a sacarse la falda. Sakura se cubrió el pecho girando su rostro a los percheros.

Demonios, eres muy… bonita —susurró Akari, inspeccionando cada detalle de Sakura, sus pechos estaban más desarrollados de lo que esperaba, su cintura era fina y la curva de sus caderas perfecta—. Ahora lo entiendo.

¿Qué es lo que entiendes?

Lo que Syaoran Li había descubierto en Sakura.

Esa chica que actuaba tan cautelosa y recatada terminó atrapando al príncipe del instituto valiéndose de artimañas, no era más que una ramera disfrazada de monja. Esos dos se la pagarían. Akari planeó su venganza durante semanas, nadie la humillaba enfrente de otras personas sin recibir su merecido.

Los rumores que inició acerca de que Sakura se negaba a compartir sus apuntes y sobre lo grosera que era cuando alguien se acercaba a pedirle ayuda con un tema no eran suficientes. Verla aislada del resto del mundo no compensaba el tremendo disgusto que Li le hizo pasar.

Ciertos chicos todavía murmuraban a sus espaldas, señalándola como una mujer cuyo cerebro se quedó hueco porque obtuvo demasiado relleno en sus senos. Despertar el deseo en los hombres era equivalente a un gran poder, pero sus intenciones de dominarlos para disfrutar de esos beneficios se vinieron abajo con el desprestigio que Li le ocasionó a su reputación.

Tonterías, no me hagas caso. Anda, ponte el vestido, yo haré algo con tu cabello.

Sakura no estaba en condiciones de oponerse, evadir otros señalamientos en su contra tendría un coste demasiado alto: su pudor. Amarró el delantal a su cintura con temor a que la tela de su pecho se rasgara, el traje no era de su talla, una respiración profunda bastaría para romperlo. Tiró del dobladillo de la falda, intentando cubrirse los muslos para no dejar expuesta su ropa interior.

Para agravar su suerte, tuvo que conformarse con sus calcetas tradicionales, ya que nadie portaba unas medias de reposición para ella. Akari le modificó el peinado a dos coletas altas a los lados de su cabeza para sostener la diadema blanca con un adorno de encaje.

Kinomoto-san, ¿has considerado depilarte las cejas? Te haría lucir más linda.

El colegio de mujeres no era muy diferente a este, si bien inculcaban valores religiosos con el afán de hacer un llamado al recato y la vocación, la mayoría de chicas eran confinadas en ese lugar a raíz de su conducta rebelde, era el sitio ideal para los padres que deseaban separar a sus hijas de un mal novio. Así que el aspecto físico también destacaba ahí.

No importaba el lugar que fuese, Sakura sentía que no existía un mundo o una persona con la que ella pudiese encajar a la perfección.

He recibido esa sugerencia antes —susurró, llevándose la mano al rostro. En primaria sus compañeras se reían de ella afirmando que sus cejas eran tan gruesas y peludas como un par de gusanos.

¿Qué te parece si las arreglo por ti?

Sakura alzó la cabeza, mirando a Akari a los ojos, era hermosa, sus cejas, pestañas y maquillaje se conservaban perfectos incluso después de la clase de gimnasia. Podía confiar en una chica así, ¿cierto?

Está bien.

No te arrepentirás, ni tú misma podrás reconocerte cuando termine —chilló, yendo a sacar de su bolso el kit de maquillaje—. Los chicos harán fila para declararte su amor después de esto.

Akari le dio inicio a su transformación, era lo mejor. Así el día de mañana volvería a usar su ropa normal para pasar desapercibida. Aunque era agradable conversar con alguien de buena voluntad como Akari Miyamura.

El perfilador de cejas era algo parecido a una pequeña navaja, Sakura quedó asombrada por la habilidad de esa chica para manejar todo tiempo de utensilios de belleza, las brochas le acariciaron el rostro y los labios, haciéndola sentir diferente. Quizás ella sí podía ser linda y femenina.

Te tomaré una fotografía, querrás recordar este día por siempre y que mejor una imagen para ello.

Por favor, no lo hagas —Sakura se apenó, cerrando los ojos por el resplandor cegador de la cámara. Akari le quitó los lentes en el proceso y veía mal sin ellos.

Guardaré estas gafas por ti, no las necesitarás, no quiero que nada opaque la obra de arte que cree para ti.

Sakura extendió la mano intentando alcanzar sus lentes, movimiento que Akari aprovechó para guiarla afuera del salón, le estampó el letrero en el pecho, abandonándola en medio de una multitud en el pasillo.

Sakura entorpecía el tránsito de las personas, obteniendo varios empujones a cambio. Era la hora del almuerzo, la mayoría de alumnos que no eran encargados de un negocio de alimentos se encontraban en su descanso, atendiendo a los familiares o amigos que asistieron a ver su actividad.

Un montón de garabatos era todo lo que Sakura lograba vislumbrar, estaba aterrada, sintiéndose indefensa con esa ropa tan incómoda. Todo empeoró cuando los cuchicheos dispares se unieron en una risa colectiva.

«¿Ya viste sus cejas?, ¿qué lleva puesto? Ese no es un uniforme de maid normal. Su letrero dice 'puedo chupártela gratis'».

Las lágrimas comenzaron a brotarle de manera inevitable. Estaban burlándose de ella, esas atenciones de Akari no fueron más que una sucia broma. Sakura tiró el letrero echándose a correr, una vez leyó que los animales ciegos en la naturaleza potenciaban su sentido del olfato u oído para reproducir su entorno, entonces ella era más inútil que un topo en ese momento.

No tenía su celular a la mano ni el valor suficiente de ir a buscar a uno de sus hermanos para salir de apuros. Lo más prudente sería ocultarse en un lugar oscuro hasta que la jornada terminara.


—¿Puedo preguntar cuáles eran tus planes al llegar a la ciudad?

Aterrizaron en París a primera hora de la mañana, Syaoran le ofreció descansar hasta la tarde en su habitación, sin embargo Sakura declinó la oferta. Tuvo un sueño confortable en el avión y se sentía con más energías que nunca.

En este momento descansaban de su extenuante caminata en los alrededores del museo de Luvre sentados en unas sillas metálicas a la orilla de un estanque del jardín de las Tullerías. La tarde comenzaría apagarse dentro de poco y estar rodeada de flores primaverales y verdes pastizales le brindaban una sensación de felicidad.

Se inclinó hacia adelante deshaciéndose de sus gafas oscuras para darle la apreciación merecida a su acompañante. Ya no llevaba el peinado de un inflexible hombre de negocios, su bonito cabello caoba oscuro caía por su frente rizándose en las puntas y en su mirada se apreciaba una majestuosa puesta de sol. El color de sus ojos era cálido y envolvente.

—Vine sin un plan definido —confesó ella, moviendo un diminuto guijarro con la punta de su zapato—. ¿Eso te decepciona?

—Más bien, hace que quiera morirme de celos —refunfuñó él, devolviendo su atención a la fuente.

—¿Celos? —repitió Sakura, desconcertada.

—Pues sí, se nota que venías muy determinada a encerrarte en la habitación con un hombre las veinticuatro horas del día.

—¡Tú rechazaste compartir habitación conmigo esta mañana! —protestó en voz baja, sacándole una sonrisa a Syaoran.

—Eres más intrépida de lo que creí —dijo él, era inevitable que su lado arrogante no saliera a relucir—. Mi mecha está tan corta que si me quedo esta noche contigo, como mínimo partiríamos la cama.

El gesto de Sakura se contrajo. ¿Partir?

—¿Te refirieres a dividirla con almohadas? —Era lógico que él quisiera conservar su espacio.

—Una torre de almohadas sería inútil para contrarrestar las ganas que tengo de estar contigo. Ya he probado cada cosa comestible con el nombre de Sakura, incluso una vez mastiqué directamente un pétalo, en mi colección, solo faltas tú.

Otra vez la hizo estremecer con ese comentario, el rubor de Sakura compitió con la erubescencia de las nubes, provocándole otro ataque de risa a Syaoran.

—Si vuelves a pedirme que me acueste en la misma cama contigo, entenderé que estás lista para darme a probar cada parte de ti.

Iba a desmayarse.

Sakura quería sumergirse en el estanque para detener esos sentimientos incandescentes que florecían en ella. A decir verdad, nunca se imaginó en ese tipo de situación. ¡Era una tonta! Se escapó de su casa a un país extranjero en la búsqueda de una aventura de una noche sin dimensionar lo que eso significaba.

Ella bajo el cuerpo desnudo de un hombre siendo tocada en zonas que ni siquiera había explorado por sí misma antes.

¡Qué escándalo!

Tuvo suerte de encontrarse con Syaoran Li, quien hasta el momento, se comportaba muy respetuoso. Bajaba sus insinuaciones a un nivel tolerable para ella.

—No quiero que te canses de esperar —susurró, poniéndose de pie en medio de un noble juramento—. Pondré todo de mi parte para satisfacerte.

—Santo cielo, no lo digas así. Puedo tomármelo muy en serio —suspiró Syaoran, acunando la mano de Sakura entre las suyas—. Solo tú has sido capaz de sacar lo mejor de mí, y eso me asusta, saltar de un extremo a otro para retenerte no será bueno para ninguno de los dos. Es por eso que debes conocerme por lo que soy ahora, si vas a amarme, que sea por lo que tienes frente a ti y no por eventos pasados.

Ese dilema inquietaba a Sakura, y conservaba la esperanza de resolverlo antes de que su viaje terminara.

—Syaoran, ¿te molestaría darme un abrazo?

La melancolía en la voz de él le hacía doler el corazón, Sakura era una chica ingenua que lo hubiese idealizado después de su encuentro en el aeropuerto de no ser porque el propio Syaoran hablaba mal de sí mismo. No quería engañarla, le recalcaba constantemente que era un hombre con defectos susceptible a cometer errores y eso le encantaba.

Sus cuerpos se enlazaron en una cálida conjugación de sensaciones, le gustaba el perfume de él, lo alto que era y la delicadeza que tenía para abordarla. Sintió las caricias de él en su cabeza y el suave toque en su espalda.

Sakura estuvo tan absorta en los nuevos panoramas de París que se mantuvo ignorante de las intensas miradas de Syaoran sobre ella. Le fascinaba su aspecto reluciente, la alegría en su rostro, el entusiasmo con el que se sacaba una fotografía tras otra. Le confortaba saber que la maldad del mundo seguía sin contaminarla.

Le dio un beso en la frente antes de alejarse. El aroma de Sakura y la forma de su cuerpo lo embriagaban. Ella estaba con la cara violácea por la pena, sus pestañas eran espesas, el marco perfecto para un color de ojos tan bonito.

—¿Ya no son necesarios tus lentes? —preguntó, acariciándole el pómulo con el pulgar.

Sakura tartamudeó, un segundo era sencillo charlar con él y al siguiente, se le borraba de la memoria el alfabeto.

—Estoy usando de contacto —explicó—, ¿o acaso te refieres a que me conociste antes de mi cirugía de ojos?

Él le dio un pequeño asentimiento. Sakura tuvo su primera cirugía fallida al graduarse del instituto, cuatro años después volvió a intentarlo, esta vez con resultados favorables. Abandonar la costumbre de utilizar gafas tradicionales fue un proceso.

—Me veía horrible en aquel entonces, ¿qué te hizo sentirte atraído por mí?

Syaoran le ofreció su brazo para retomar su caminata. Sakura seguía siendo su tipo. Le llegaba apenas a los hombros, y su figura no era en extremo delgada. Le encantaba su ropa fina de colores claros que solo revelaba la piel necesaria. Estaba loco, era consciente de ello, odiaba la idea de compartirla.

La rabia de descubrir a otro hombre admirándola lo consumía. Era demasiado llamativa, una asiática de ojos verdes no era común de ver. Para Sakura, por supuesto, eso pasaba desapercibido, era linda e inocente.

—Fue porque nunca me miraste —admitió desechando su orgullo—. No te dejaste hechizar por el nombre y el dinero de mi familia, estabas tan enfocada en tus objetivos que no admitías distracciones. Eras una niña respetable e inteligente; compasiva más allá de lo conveniente. Y muy bonita. Me obsesioné contigo desde la primera vez que te vi, quería ser como tú, seguir tus pasos hasta ser digno de caminar a tu lado.

—Si esa chica de la que hablas y yo somos la misma persona, te formaste un concepto bastante equivocado de nosotras —Sakura apretó su agarre de él. Comenzaba a aterrarle que todo se tratara de una confusión, le costaría demasiado recuperarse de eso—. No fui una buena persona, no tenía amigos y…

—No sigas. Luego discutiremos acerca de ello —recordar a los que se atrevieron a aprovecharse de su bondad lo ponía de mal humor—. Preguntaba acerca de tus planes en la cuidad porque hay muchos sitios que podrían agradarte fuera de París. ¿Qué te parece si nos vamos de aquí por la mañana?

Una imagen mental de un mapa turístico de París asaltó a Sakura. ¡Todavía le quedaban varios puntos que visitar!

—De acuerdo —suspiró luego de meditarlo por un rato. Correría riesgos, y estaba segura que teniendo a Syaoran de su parte, nada podía salir mal.


Sakura colocó la brocha del rubor en el tocador tomando su teléfono para crear un chat grupal en el que incluyó a sus cinco hermanos y a sus dos cuñadas con la limitante de que solo el administrador tenía derecho a enviar mensajes.

Compartió dos fotografías de ese día colocando una firme descripción.

«Les enviaré una imagen a diario para hacerles saber que estoy bien. Por favor no vengan a buscarme, no me quedaré más de una noche en el mismo lugar».

Archivó las conversaciones individuales que tenía con ellos, Touya era el más desesperado, estaba amenazándola con reportarla como desaparecida si no regresaba a la inmediatez.

Esperaba no pasar por una vergüenza tan grande.

Le debía tanto a su pobre hermano que de verdad le hacía sentir culpable desobedecerlo, sin embargo era algo que necesitaba.

Desde la ventana de su habitación se apreciaba la torre Eiffel revestida de luces centelleantes frente al cielo nocturno. Sus vacaciones iban mejor de lo que se imaginó. Syaoran la liberó de esa ansiedad que le generaba buscar una pareja por su cuenta.

Aceptarlo a él no encajaba con el concepto de conformismo. Siendo tan galante e importante era Syaoran quien estaba conformándose con ella.

Sakura volvió su vista al espejo, siguió al pie de la letra todos los trucos que Tomoyo le enseñó. Memorizó las paletas de colores combinables y analizó una vastedad de tutoriales de maquillaje. El resultado fue decente. Se tomó una selfie para reenviársela a su hada de las compras.

Para su sorpresa, ella respondió de inmediato.

«¡Quedaste divina!»

«¡Lo lamento! No quise despertarte».

Sakura texteó haciéndole una reverencia al aparato para disculparse. Era aún de madrugada en su país.

«No te preocupes, siempre despierto temprano para ejercitarme».

«Me dijiste que si tenía la oportunidad de usar el vestido azul te enviara una fotografía. Tus consejos han sido muy útiles, estoy feliz con los resultados».

«Me gusta hablar contigo, reunámonos cuando estés de regreso».

«¿Te refieres a tener una salida de amigas?»

«Seguro. Seamos amigas».

Una amiga.

Un novio.

Un novio y una amiga.

Sakura se cubrió la boca con la mano reprimiendo su impulso de echarse a llorar. Esas cosas no podían estar sucediéndole a ella. Sus acercamientos a la gente ajena a su familia nunca le resultaban bien.

¿Por qué ahora era diferente?

No temía abrirle su corazón a Tomoyo y tampoco a Syaoran. Quería dejarlos entrar. Quería que ellos estuvieran ahí.

«Dame un adelanto. ¿Ya encontraste con quien portarte mal?»

Sakura soltó una risa, dándose aire con la mano para despejar sus lágrimas. Era increíble que ella tuviese este tipo de conversación con alguien.

«No. En su lugar, encontré a un hombre que me está obligando a portarme bien, quiere que sea una buena chica».

«Oh, ya veo. No pensé que estuvieras interesada en los juegos de dominación. ¡Disfrútalo! Y cuidado con los castigos, no te dejes hacer nada demasiado severo. Hablemos luego, saldré a correr».

A Sakura se le coloreó el cuello de rojo, ¡no! Tomoyo malinterpretó las cosas. Si ya se escuchaba mal antes de buscar el concepto, después de aclararlo cambió a peor.

Arrojó el teléfono a la cama apretando los ojos cerrados en un intento de suprimir de su memoria las imágenes del buscador. Un pequeño grito se le escapó de la garganta cuando tocaron su puerta. Masculló una regañina, estaba actuando como una chiquilla que debía esconderse para buscar información sobre sexo.

Era una mujer adulta. Dios. Cuándo terminaría de entenderlo.

La asimilación quizás no dilatara demasiado, porque viendo a Syaoran Li en el pasillo, sintió cosas de mujer.


—Por fin llegaste, Qiang —Syaoran esbozó una gran sonrisa, atándose el nudo de la corbata.

Qiang encorvó los hombros en una cansina protesta.

—Siempre me lleva con usted en los vuelos privados, ¿por qué esta vez me obligó a ir en uno comercial?

—Necesitaba privacidad, eso es todo.

—¿Esa mujer es tan especial?

Qiang se arrepintió de haber formulado la pregunta. La mirada que su jefe le dio era equivalente a tres latigazos.

—Sakura es la mujer de mis sueños. Trátala con respeto de ahora en adelante.

—Sí, señor —afirmó, expresando su arrepentimiento con una reverencia—. Terminé los arreglos que solicitó.

—Bien —Syaoran se colocó su reloj en la muñeca antes de disponerse a salir de la habitación—. ¿Se presentó algún inconveniente en la oficina?

—Ninguno —Qiang abrió la puerta, cediéndole el paso a su señor—. En su casa la situación es diferente.

—Me lo esperaba —sonrió Syaoran.

—Su madre me atrapó afuera de su departamento. Revisó a detalle cada habitación, se enfureció más al no encontrar nada.

—¿Te dijo algo en especial?

Qiang detuvo su andar, haciendo que Syaoran se percatara de su retraso. Estaba acostumbrado a lidiar con este tipo de desavenencias, pero le avergonzaba mucho servir de intermediario entre su jefe y la señora Ieran.

—Sí. Ella le solicita que por favor reflexione, que cada vez que usted se escapa con una de sus amantes, avergüenza el buen nombre de la familia.

Claro. La reputación y el buen nombre eran su única prioridad. Hacía mucho que sus sentimientos dejaron de importarle a todos.

—Sakura es distinta.

—Entonces, ¿la señorita Kinomoto será la excepción a su protocolo habitual?

—Ella es perfecta. Ni siquiera se te ocurra aturdirla con esas estupideces.

Qiang se declaró afortunado de que su jefe no pudiese ver su expresión de asombro. Él nunca se refería de esa manera al resto de chicas que lo frecuentaban. Lo vio esperar pacientemente a que la puerta del extremo opuesto del pasillo se abriera y le sorprendió descubrir una nueva faceta del hombre que creyó conocer mejor que a sí mismo.

Syaoran Li estaba sonriéndole dulcemente a una mujer. Sakura Kinomoto era una mujer bajita de complexión media, castaña y de ojos verdes. Su belleza no era destacable. Casi nada en ella lo era. Qiang estudió a fondo su hoja de vida tratando de entender cuál era su poder, porque solo ella consiguió descolocar a Li Syaoran sin necesidad de tocarlo.

—Sakura, quiero presentarte a alguien —Syaoran se coló en la habitación, inspeccionando el interior con la esperanza de descifrar el origen del tremendo sonrojo que esa chica se cargaba—. Mi asistente personal, Qiang Wéi. Nunca viajo sin él, discúlpame por no mencionarlo antes. Estará acompañándonos a partir de mañana. Cualquier cosa que necesites, apóyate de él.

—Será un honor servirle, señorita Kinomoto —Qiang se inclinó, extendiéndole una tarjeta.

—Gracias —murmuró Sakura.

—Aprovecho para informar que el auto ya les espera.

—Bajamos en seguida —indicó ella, yendo a recoger su cartera.

Antes de atravesar el umbral para seguir a Qiang, la puerta se le cerró en las narices. El escote de su vestido era discreto en la parte delantera, un par de tirantes finos lo sostenían convirtiéndose en un haz de cordones que se ataban a su espalda, dejándola expuesta en su totalidad. Las manos de Syaoran fueron directo a reforzar el nudo que Sakura ató con tanta dificultad.

—Debes ser un poco más cuidadosa, hay cosas muy concretas de ti que no deseo compartir con nadie —Las manos de él subieron a sus hombros desnudos, no era un contacto indecente. Entonces, ¿de dónde provenía ese calor tan entrañable?—. Hablemos de tus sonrojos, no me gusta que se los muestres a otro hombre. No importa de quién se trate.

—No es algo que pueda controlar con facilidad —aseveró Sakura, apenas consiguió sorber aire para expresarse.

—Lo sé. Es uno de tus rasgos más destacables —Syaoran sucumbió a la tentación envolviéndola en un abrazo, el aroma de ella era único, su cuerpo suave y candoroso—. Prometí que no intentaría nada raro, pero no puedo evitarlo. No lo soporto más.

La mordió.

¡Syaoran estaba mordiéndola!

Sakura se cubrió la boca con ambas manos ahogando el sonido indecente que emergió de las profundidades de su garganta sin que pudiese evitarlo. Lo que sentía era inexplicable, placentero y húmedo. La carne sensible atrás de su oreja escoció por la presión y fue consolada por la lengua de él antes de retirarse.

Su cabello iba a ayudarle a guardar ese secreto.

Fue un instante fugaz que perduró en Sakura la noche completa. No era la embarcación la que flotaba en las aguas del río Sena, sino ella. Había quedado prendada de la seductora masculinidad de él.


El salón de Syaoran se esmeró por armar un laberinto del terror adueñándose de dos salones y gran parte del pasillo, la hora de almuerzo había terminado, así que no tuvo otra opción que volver a su posición. Ni siquiera se esforzó demasiado en su disfraz, le pidió prestado a uno de sus amigos del club de kyudo uno de sus uniformes y desempolvó una máscara Oni que formaba parte de las antigüedades de su casa.

Los que sí se esforzaron en sus maquillajes fueron ubicados a la mitad del laberinto, y los espantos menos creíbles se relegaron al inicio y al final del recorrido. Syaoran sabía que él era el último de la formación, entonces, ¿de dónde provenía ese llanto?

La piel se le erizó, por motivos de caballerosidad ninguna mujer fue incluida en la sección de espantos, ellas se dedicaban a ordenar la boletería y asistir al staff de actores indicándoles sus recesos o proporcionándoles bebidas para refrescarse. ¡No existía motivo alguno para escuchar una voz de mujer en el laberinto!

Su primera reacción fue echarse a correr para evitar un encuentro sobrenatural indeseable, sin embargo, de cierta manera, le dominó el sentido de la curiosidad.

Se asomó con cuidado escondiendo la mayor parte de su cuerpo detrás de una pared improvisada de cartón, en la esquina más oscura la silueta de una erótica sirvienta yacía acurrucada cubriéndose el rostro con las manos, sus hombros se movían según la profundidad de sus suspiros.

Se trataba de una persona real.

Syaoran frunció el ceño, había pasado una hora desde su última presentación, era imposible que una estudiante permaneciera lamentándose por el susto del laberinto tanto tiempo. Algo olía mal.

Disculpa, ¿te encuentras bien? —preguntó, aproximándose con cautela.

El pasadizo iluminado con una tenue luz roja opacaba bastante su campo de visión, la maquina de humo comenzó a hacer de las suyas tapizando el piso de un blanco espeluznante, la chica se dejó caer al piso impulsándose con sus piernas y brazos para retroceder lo más rápido posible en cuanto levantó el rostro para mirarlo.

La escena parecía sacada de una película de terror. Un autentico demonio acorralando a una mujer contra la pared para devorársela, pero Syaoran podía asegurar todo lo contrario. El detalle fue que una de las cintas de sus sandalias se rompió, provocando que tropezara al punto de caerle encima a la sollozante niña.

Su respiración agitada se convirtió en un jadeo perturbador gracias al cierre hermético de la máscara en su rostro. La chica gritó. Syaoran también lo hizo. Una de sus manos estaba apretándole el pecho, su cabeza encima del hombro de ella y por supuesto, la longitud de sus cuerpos se tocaba. ¡Esas cosas solo pasaban en la ficción!

¡Lo siento! —repuso Syaoran, sentándose sobre sus piernas a la velocidad de la luz—. No me malinterpretes, no intentaba sobrepasarme contigo, me resbalé. Eso es todo. Dime si puedo hacer algo por ti para compensarte.

Apenado, le transmitió su sinceridad inclinándose hasta que tocó el suelo con la frente. Esperaba que una reverencia de arrepentimiento supremo fuese suficiente, o tal vez era el día en el que recibiría otra cachetada.

Ayúdame a salir de aquí, no quiero que nadie más me vea —susurró, quedándose de rodillas frente a él.

A Syaoran se le aceleró el corazón, podía reconocer esa voz. Pese a que la niña intentaba esconder su rostro cubriéndose con su largo cabello suelto, no fue difícil adivinar de quién se trataba.

¿Por qué Sakura iría vestida de esa manera?

En su receso matutino fue a husmear en el maid café de primer año con la esperanza de verla, al no encontrarla supuso que ella era una de las encargadas de la cocina. La ropa de Sakura era muy distinta a la del resto de sus compañeras, ese traje tan ajustado y revelador era en realidad una de esas prendas que se exhibían en las tiendas de artículos sexuales.

Él era un hombre y en otro contexto estaría feliz al notar la carne de sus pechos sobresaliendo del escote del vestido con sus bonitos muslos al aire esperando ser acariciados. Ahora mismo, deseaba convertirse en un demonio de verdad e incendiar la escuela completa, arrancarle los ojos a aquellos que tuvieron el atrevimiento de verla tan expuesta y torturar el alma de los que le hicieron esa maldad.

¿Cómo terminaste aquí? ¿Qué sucedió? —Syaoran dejó de priorizar sus modales, tomó de los hombros a Sakura, sacudiéndola un poco, sus sentimientos de ira eran irreprimibles—. Quiero el nombre de la persona que te hizo esto y si alguien se atrevió a tocarte de manera inapropiada, te juró que lo mataré. Respóndeme, Sakura.

Que alguien ajeno a su familia le llamara por su nombre la desconcertó tanto que bajó la guardia. Ese chico le pegó en su punto débil apartándole el cabello del rostro en una suave caricia posicionándolo atrás de su oreja.

¿C-cómo sabes mi nombre?

Syaoran se quedó mudo de la impresión, las bonitas cejas de Sakura estaban mutiladas y su maquillaje era comparable con el de un payaso. ¿Por qué alguien dañaría así a una criatura de ojos tan compasivos? Sus mejillas brillantes de lagrimas enmarcaban el sufrimiento de su expresión.

Confía en mí —le pidió, cubriéndole el rostro con su máscara—. Todo estará bien, te llevaré a un lugar seguro.

Sakura acarició el contorno del antifaz, ni la luz ni su visión borrosa le ayudaron a identificarla, su tacto le confirmó que esa cosa tenía cuernos y colmillos puntiagudos. El extraño le colocó una especie de manta encima de los hombros, ruborizándose al acomodarla por el perfume masculino impregnado en ella.

No quiero ser una molestia para ti, pero yo… no puedo ver muy bien sin mis gafas —indicó Sakura, su voz opacada por la siniestra melodía que retumbó en los altavoces. El show estaba reanudando sus funciones.

¿Vamos de la mano? ¿Me concederías ese honor?

Sakura jadeó, esas palabras fueron dichas directamente en su oído.

¿Honor? —repitió ella. No ansiaba verse en el espejo, las burlas y los comentarios maliciosos fueron suficientes para saber que lucía terrible.

Por supuesto —dijo él, entrelazando sus manos. El toque fue divino—, me impresiona mucho lo inteligente que eres. Siempre que puedo voy a animarte en tus competencias.

Confesarle que también le parecía hermosa era imprudente en ese momento, Sakura podría llegar a sentirse acosada escuchando ese tipo de elogios con esa vestimenta inapropiada, así que se tragó el resto de comentarios. Le envió un mensaje de emergencia a Eriol pidiéndole que se reunieran en la bodega del gimnasio, el único lugar que no encontrarían abarrotado de visitantes.

Era la primera vez que Sakura se tomaba de las manos con un hombre que no era su familiar. Agradecía la cobertura de su rostro azorado, el tiempo que duró la caminata fue casi eterno, luchó en contra de la sensación de calidez que ese tacto le enviaba pero cada intento fue inútil.

Tu hermano estará aquí pronto —señaló el chico, ayudándola a sentarse en una banca de madera.

En su cobardía Sakura bajó el rostro, dándose cuenta de que su atípico héroe iba descalzo. Cerró los ojos con fuerza, un desconocido que hacía tantos sacrificios por ella merecía una recompensa. Le preguntaría su nombre, de qué manera podía pagarle ese favor, y tal vez así, podrían iniciar una amistad.

Abrió la boca intentando tomar aliento para calmar el palpito desenfrenado de su corazón cuando reconoció la voz de sus hermanos a lo lejos.

¡Sakura!

¡Onii-chan!

Kaito le pasó de largo a Syaoran, aunque la frialdad de su expresión no pasó desapercibida. La reacción de Eriol fue otra cosa inesperada, nunca le había visto tan enojado, fue directo a sujetarlo de las muñecas, como quién captura a un criminal que todavía conserva las manos ensangrentadas.

¿Qué demonios le hiciste?

Analizándolo concienzudamente, Eriol tenía incontables motivos para sospechar de él. Syaoran estaba medio desnudo y Sakura iba despeinada envuelta con su camisa.

Cuando descubras lo que pasó, por favor, avísame —replicó Li, confrontando a Eriol sin un ápice de nerviosismo—. Estoy tan interesado como tú en ponerle las manos encima a las personas que le hicieron eso.

Kaito abrazó a Sakura tranquilizándola antes de retirarle la máscara, no obstante la sorpresa en su rostro acabó delatando su preocupación. Eriol tuvo un buen vistazo de la situación sintiendo que el corazón se le encogía. Su hermana no merecía pasar por eso de nuevo. Le dijo una mentira a Syaoran cuando preguntó por qué la cambiaron de colegio.

Sakura fue victima de acoso en la secundaria.

Iré a hablar con los profesores, llévala a casa —informó Syaoran.

Eriol asintió.

Gracias por cuidar de ella.

Al día siguiente, el hermano mayor de los Kinomoto se presentó en el instituto convertido en una furia. Syaoran lo siguió de lejos hasta la oficina del director, pegando la oreja a la puerta en cuanto esta se cerró.

No tienes que escuchar a escondidas para enterarte de lo que sucedió —dijo Eriol, de pie a espaldas de él—. Iba a contártelo de todos modos.

Syaoran se sintió tan apenado que estaba seguro que la cara se le había puesto roja. Eriol le sonrió un poco, aunque su mirada era apagada y sombría.

¿Cómo está Sakura?

Sigue muy triste, fue complicado hacerla hablar. Creo que tiene miedo de las represalias que esta broma del mal gusto pueda ocasionarle en el futuro. Ella es tonta, prefiere tragarse su dolor que lidiar con la fama de soplona.

Entonces, ¿no vendrá a la escuela por un tiempo?

Eriol negó.

Solo por hoy. Sakura detesta perder clases, así que la prometida de mi hermano le hizo una cita para reparar sus cejas con micropigmentación, la animó diciéndole que quedarán más bonitas que las naturales.

¿Y a quién tenemos que golpear?

¿Te golpearías a ti mismo? —inquirió, cargado de resentimiento—. O tal vez sea yo quien necesite un par de puñetazos.

Syaoran parpadeó, la sentencia de Eriol no contenía ni una gota de sarcasmo.

¿Qué quieres decir?

Akari Miyamura es la culpable, la misma que rechazaste hace unas semanas en la piscina. Tú la metiste en este problema —le acusó Eriol, acortando su distancia de Syaoran—. Aunque solo la mitad de la culpa es tuya, la otra mitad me corresponde a mí por animarte a conquistarla. Desde este día no lo haré más, te prohíbo acercarte a mi hermana. Mi familia estará siempre por encima de cualquier amistad, si quieres que nos sigamos llevando bien, apunta tus ojos a otra dirección.

No pretendo lastimarla, mis sentimientos por ella…

Tu sinceridad es lo de menos. ¿Eres consciente de la cantidad de chicas que te pretenden? Cada una de ellas se convertirá en un problema para Sakura si sigues dándole tu atención, ni tú ni yo podemos estar al pendiente el cien por ciento del tiempo. Lo mejor que puedes hacer es desistir de tu plan de conquista.

Eriol le entregó una bolsa de papel que contenía la camisa y la máscara que le prestó a Sakura junto con unos panecillos de chocolate con apariencia de recién horneados.

No le dije el nombre de la persona que la ayudó ayer porque no quiero que se te acerque. Esto me hizo descubrir que ella es muy romántica —ironizó sosteniendo un pequeño sobre rosado entre sus dedos—. Tuve la intención de romperla después de que me la entregó, pero no quiero hacerla quedar como una niña desagradecida. Me tomé la libertad de censurar una línea por tu bien y el de ella.

Syaoran tuvo que atrapar en el aire la nota que su supuesto amigo le arrojó, tenía sentimientos encontrados por los presentes. No eran las condiciones en las que hubiese deseado recibirlos, aun así, resultó difícil contener su emoción. ¡Sakura le horneó pasteles y le escribió una carta!

«Lamento no haberte expresado mi gratitud el día de ayer. Me gustaría saber tu nombre y en qué club estás, yo también iré a animarte en tus competencias. La posibilidad de tener un amigo tan amable como tú me hace feliz, como recompensa por tu ayuda déjame invitarte a comer el fin de semana, estaré esperándote en xxxxxxxx a las 20:00, en caso de que tengas un compromiso ese día, escríbeme al xxxxxxxx para que acordemos una nueva cita. Sakura K.»

El maldito Eriol había tachado el lugar de la cita y el número de Sakura con marcador negro para impedir su encuentro.

Dios. Iba a romperle el corazón antes de que su relación diera inicio. Imaginarla sola y triste esperándolo en un sitio público durante horas le partía el alma. Se golpeó la frente contra la pared una vez tras otra decidiendo qué camino seguir.

Podía montar guardia en las afueras de la casa de los Kinomoto para interceptarla, pero… Eriol tenía razón. En lo que iba del semestre el número de chicas que se le declaraban repuntó con el rumor de su extensa soltería, algunas eran tan fanáticas que lo celaban sin motivos.

Él iba a graduarse en unos meses y no creía que su amor por Sakura fuese a pasársele tan rápido, atesorarla desde el anonimato era la opción más conveniente. Ojalá el futuro le prestara la oportunidad de tomarla otra vez de la mano.


De vuelta con un nuevo capítulo. Gracias por su buen recibimiento. Espero que la historia continúe siendo de su agrado. Ya nos vamos dando cuenta que Syaoran no es el perfecto príncipe azul y además resultó medio vampiro el muchacho jaja. Nos leemos la próxima semana.