V

El curso junior de natación estaba por iniciar, Tsubasa Kinomoto se agarraba de la falda de su madre conteniendo su emoción, había tenido la oportunidad de ver al nuevo entrenador en la emisión de su última competición a nivel mundial, Tsubasa se pasaba todo el tiempo en la piscina, pero en aquellos días, ansiaba regresar a casa para sentarse frente a la televisión.

—Mamá —susurró, obligando a Sakura a desviar su mirada a él. La mujer se sostuvo la cintura de su falda, evitando que los constantes jaloneos de su hijo no tuviesen consecuencias—, prometiste que me conseguirías su autógrafo.

Sakura se sonrojó, iba a darle demasiada pena acercarse, en estos momentos, finalizaba la demostración de habilidades de los entrenadores de cada curso y por supuesto, el famoso Alexander Melberg estaba rodeado de creadores de contenido y reporteros locales.

—Lo prometiste —insistió Tsubasa.

Sakura bajó su mano para acariciar la mejilla del niño, la otra noche mientras elaboraban la tarea del preescolar sobre los tipos de familia, Tsubasa preguntó por primera vez acerca de su padre, a Sakura se le bajó la presión y se le retorció el estómago, todavía no estaba preparada para hablarle del tema.

Entonces, sacó de su cartera los folletos informativos de la escuela especializada de natación de la ciudad donde residían, a sus cortos seis años, Tsubasa decidió que quería dedicar su vida al deporte, el agua era su ambiente natural, era feliz y atrevido en el medio acuático y toda su seguridad se iba en picada al pisar tierra.

Sakura pensaba que esa era un poco su culpa, por heredarle a su hijo su carácter tímido e inestable y por eso se ponía una máscara de valentía estando junto a él.

—De acuerdo, vamos a conseguirlo.

Madre e hijo se tomaron de la mano abriéndose paso en medio de la multitud, se colocaron en primera fila a esperar que la entrevista que estaba siendo emitida en tiempo real terminara.

—Alexander Melberg, noruego nativo, explusmarquista mundial en piscina larga de los 400 metros, así como de los 200 metros libre y combinado. Ganó un total de 42 medallas en las grandes competiciones mundiales…

Sakura se sintió aturdida con tanta información, ¿por qué un hombre de esa categoría decidió enseñar a niños de un día para otro? La respuesta le llegó antes de lo imaginado.

—Se especula que después de tu retiro te llegaron varias ofertas de las grandes ligas, ¿por qué decidiste regresar a Setermoen?

Alexander sonrió provocando un suspiro colectivo entre las mujeres, un nuevo soltero en sus treinta años de buena complexión física y ojos azules impactantes era una novedad en la ciudad.

—Soy hijo único y ya viví muchos años alejado de mis padres, después de tanta adrenalina espero llevar una vida relajada en mi país, enseñar a la próxima generación de jóvenes promesas es algo que me llena de emoción.

La rueda de curiosos comenzó a disolverse al finalizar la entrevista, una chica adolescente se acercó al ex medallista de oro para solicitarle una fotografía, momento que fue aprovechado por Sakura, quien extrajo con rapidez una libreta y un bolígrafo de su bolso. Todo habría marchado de maravilla si Tsubasa no hubiese pateado el dobladillo de su falda provocando que se desgarrara por la premura de su avance.

Dios.

No de nuevo.

Sakura gimió de la impresión fijándose en la total desnudez de su pierna expuesta, incluso se notaba el inicio de su ropa interior blanca, por suerte era una prenda amplia de caída acampanada, se disponía a cerrar los extremos de la fisura cuando su cintura se vio rodeada por una toalla blanca que la envolvió en su totalidad.

Al levantar el rostro se encontró con unas pestañas rubias que delineaban un mar profundo en las cuencas de esos ojos curiosos, Alexander Melberg era realmente guapo.

—Gra…

El reconocimiento ante el inesperado acto de caballerosidad del entrenador se vio interrumpido por el llanto de Tsubasa, Sakura se giró a cargar a su hijo, quien de inmediato se abrazó de su cuello, arrepentido por el desastre que ocasionó sin querer.

—¿Este pequeño es tu hermanito?

Alexander palmeó la cabeza de Tsubasa y al notar la cara sorprendida de la mujer, se preguntó si en realidad entendían el noruego, los rasgos asiáticos de ambos le generaron dudas.

—Es mi hijo, Tsubasa Kinomoto —Sakura respondió con una pronunciación perfecta, cosa que dejó impresionado a Alexander—. Vinimos a inscribirnos en el curso.

Alexander decidió que la mujer frente a él era extraordinaria, era su primera vez charlando con una asiática de ojos verdes y cabello claro, una particularidad sin igual, quién diría que una belleza así se escondía en su pueblo.

—Significa que nos veremos a menudo. —El hombre sonrió desplegando su atractivo—. Mucho gusto, soy Alexander y espero tener la suerte de ser su instructor.

Sakura acomodó el peso de Tsubasa en sus brazos, era un niño un poco más alto que el promedio de su edad y el color de sus ojos era bastante curioso, su matiz cambiaba dependiendo de la hora del día, por la mañana eran verdosos y por la tarde se confundían con la miel. Era la orgullosa mamá de un niño encantador.

—Sakura Kinomoto —se presentó con un ligero rubor emergiendo en sus pómulos—. Gracias por su ayuda, instructor Melberg.

—Solo llámame Alexander y no tienes por qué agradecer, espero que a tu esposo no le parezca extraño verte llegar a casa cubierta con una toalla.

Sakura arrugó la nariz, dar la misma explicación a cada persona nueva que conocía era agotador.

—Decidí tenerlo por mi cuenta, un hijo es todo lo que necesitaba para ser feliz.

No mentía.

Antes de tener conocimiento de su embarazo creyó que aventurarse loca y desenfrenadamente en las sábanas de un hombre era lo que necesitaba para salir de su depresión, una decisión que la hundió en las sombras por un corto periodo, nada importó después de escuchar el latido del corazón de Tsubasa dentro de ella, ni la traición de Syaoran Li ni el destierro ni los insultos de su familia.

Era una prófuga que huyó de su país con el primogénito de un magnate en el vientre, una mujer deshonrosa que tuvo una relación con un hombre casado. No obstante, ahí en Setermoen era solo una empleada de la comisión de turismo y madre de Tsubasa.

Alexander se quitó su gorro de la cabeza soltando una risita.

—¿Eso significa que te has cerrado a las citas?

—En realidad, solo vinimos a pedirte un autógrafo —contestó con una evasiva. Ser una madre soltera era una especie de repelente anti hombres y a veces también ese título era sinónimo de mujer fácil. Dependía de las interpretaciones y perversiones del sujeto.

—Encantando. —Alexander se rindió, al menos por el momento.


Hermana, ¿estás bien? —Eriol entró a la sala de reuniones media hora antes de lo acordado, era una junta extraordinaria en la que solo estaría el comité enviado por la empresa automotriz BMU y los colaboradores de la campaña publicitaria—. No dejas de perder peso y estoy bastante acostumbrado a tu estoicismo pero tu actitud es todavía más complicada desde que regresaste de tus vacaciones. ¿Sucedió algo malo durante ese viaje? Puedes confiar en mí.

Las cosas que sucedieron no podía decirlas, vivía con el miedo constante de que Ieran Li se aparecieran en la oficina para decirle la verdad a cualquiera de sus hermanos y a eso se sumaba la paranoia de que alguien la perseguía. Estaba segura de eso. Llevaba días cruzándose por casualidad con el mismo hombre encapuchado en los alrededores de la agencia, en su vecindario o en las tiendas que visitaba.

Los únicos días de paz fueron a su regreso, en los que se encerró una semana entera en la habitación de un hotel de la ciudad para llorar hasta quedarse seca. Esperó al último minuto de su receso para retornar a la casa que fue de sus padres, donde vivía con su hermano mayor y sus dos sobrinos.

Sakura deslizó su dedo por el ratón de su computadora portátil, fingiendo revisar las diapositivas de su presentación.

La ropa me ajustaba, parece que me excedí demasiado durante las vacaciones —mintió. Cada vez que probaba bocado, los intestinos se le revolvían, trabajar en un proyecto cuya única finalidad era complacer a Syaoran Li estaba sometiéndola a un nivel de estrés supremo—. Además, tengo miedo de fallar, es mi primera vez siendo útil en la empresa, si mi trabajo es deficiente para el cliente…

Estás haciendo tu mejor esfuerzo. —Eriol se acercó a masajearle los hombros, un punto positivo del viaje fue la innovación en el aspecto de su hermana. Ahora vestía trajes claros y su bonito cabello suelto y recortado—. Importará una mierda si Li rechaza tu idea, es un imbécil arrogante que disfruta menospreciar a todo el que está por debajo de él.

Sakura sorbió una bocanada de aire, pensar en ese nombre la agitaba, pero escucharlo en voz alta, le hacía doler el corazón.

Parece que lo conoces bien.

Ella también lo conocía, muy íntimamente. Sus pesadillas actuales iban sobre rememorar la única noche en la que durmieron juntos, esos sonidos no se apagaban en sus oídos y cada uno de los puntos de su cuerpo que fueron tocados por él, ardían.

¿De verdad eres tan ingenua? —La risilla cansina de su hermano la aturdió—. Estudiamos juntos en el instituto, Sakura. Syaoran y yo éramos amigos del club de natación, visitó nuestra casa una docena de veces, ¿y tú nunca te percataste de su presencia?

Esa confesión la sofocó, Sakura se remontó a su época en el instituto, todo era borroso y pesado, las caras de la mayoría de sus compañeros no existían para ella. Sin embargo su propio nombre siendo pronunciado por la voz de Syaoran Li detonó en su cabeza.

Buenas tardes.

Sakura se catapultó de su silla al punto del infarto, Syaoran Li entró en el salón de reuniones escoltado por su séquito de demonios con una expresión indiferente. Se inclinó para saludarlos a ambos, parecía tan decente en esa posición, cuando en la realidad era un sinvergüenza infiel.

Por favor, tomen asiento, iré por el resto del equipo. —Eriol le devolvió el gesto, tocando con cuidado la mano de su hermana petrificada.

Syaoran acató en silencio ocupando una silla en la cabecera de la mesa.

Kinomoto.

Eriol detuvo su andar con el llamado de Li.

Dime, ¿qué se te ofrece?

Detestaba tener que lamerle los zapatos a ese idiota, pero no podían darse el lujo de perder esa cuenta, si esa marca automotriz los abandonaba, perderían la confiabilidad frente al resto de sus clientes, lo cual sería una catástrofe. No necesitaban otros clientes desertores.

Un helado de mochi de temporada.

¿Un helado de mochi de temporada? —espetó Eriol—. ¿A qué demonios te refieres con eso?

Es temporada de cerezos —explicó Syaoran, relajándose en su silla.

Entiendo, enviaré a alguien a buscarlo —refunfuñó.

Syaoran chasqueó la lengua, desaprobando su decisión.

Quiero que tú vayas a buscarlo, mi chófer está afuera, te dará la dirección de mi tienda de mochis favorita.

No podía creerlo, Eriol apretó los puños a sus costados, conteniéndose de lanzarse encima de ese imbécil para tirarle los dientes. No era su maldito esclavo, aunque ceder una tan sola vez a sus absurdas demandas no le haría daño a nadie, ¿cierto?

Está bien, de todos modos, la reunión puede iniciar sin mí. —Le dio un rápido vistazo a Sakura, transmitiéndole confianza.

Te esperaremos —dijo Syaoran—, toma el tiempo que necesites. Mi agenda está libre el resto de la tarde.

El estrepito de la puerta les sacó un respingo a varios de los presentes, a lo que Syaoran respondió con una risilla, su plan marchaba a la perfección. Su dulce Sakura ocupaba la esquina opuesta de la mesa, luciendo como un cervatillo asustado.

Los demás, fuera. —La ensayada amabilidad de Syaoran se evaporó, pese a que su sonrisa siempre se mantuvo arriba, esta nunca alcanzó sus ojos—. Necesito discutir unos detalles a solas con la señorita Kinomoto.

Sakura se puso de pie, oponiéndose a las reglas de su juego.

Lo que tenga que discutir conmigo, lo hará al finalizar la reunión, con el resto del equipo presente.

¿Si confieso delante de todos que estoy locamente enamorado de ti, servirá de algo? ¿Aceptarás hablar conmigo entonces?

Por favor, Li-sama. Ese tipo de bromas son inapropiadas en el ámbito laboral —replicó Sakura armándose de valor, aun así, su voz se escuchó temblorosa.

Mil disculpas, Sakura-san. No puedo contenerme ante una mujer tan hermosa.

Syaoran ahogó un gruñido, amaba el espíritu combativo de ella, ese ceño fruncido y el ángulo orgulloso de su barbilla le remontaba a su juventud. Hizo un ademán a sus acompañantes incitándolos a abandonar el cubículo, al cerrarse la puerta a sus espaldas, rodeó la mesa avanzando con pasos firmes hacia la chica.

Has agotado mi paciencia, Sakura. Desvías mis llamadas, ignoras mis mensajes, no te despegas de tus hermanos. No me estás dando la oportunidad de explicarme.

Sakura retrocedió cuánto pudo, llegando a su límite contra la lona del proyector. El hombre que la asediaba era totalmente distinto al de su viaje, esta persona tenía un aspecto desenfrenado, frívolo y asustado. La acorraló bloqueando el camino de huida con su cuerpo, no la estaba tocando pero la corta distancia entre sus cuerpos la intimidó.

¿Qué quieres que diga? Fui una tonta que se dejó llevar por el primer hombre que juró quererla. Ya ni siquiera te culpo por lo sucedido, no supe leer entre líneas. —Sakura se tragó sus lágrimas enfrentando la preciosa mirada de Syaoran, era más bonita que en sus recuerdos—. Dejémoslo como un error de una noche, tendremos que vernos en algunas ocasiones por trabajo, hagamos que sea lo menos incómodo posible.

¿Un error, Sakura? ¿Llamas a la ternura y a la pasión con la que te entregaste a mí un error? No puedo olvidarte, si no conseguí sacarte de mi cabeza en el pasado cuando no eras consiente de mi nombre, ¿esperas que lo logre ahora que he probado tu sabor?

El calor se acumuló en el rostro de Sakura, ese hombre no dejaba de murmurar cosas indecentes para insolentarla.

Lo disfrutaste tanto como yo —continuó Syaoran, tocando un mechón del cabello de Sakura como si fuese un objeto sagrado—, cada uno de tus suspiros llevaba mi nombre…

El fragor de un golpe seco interrumpió su discurso, Sakura le había dado una cachetada. Syaoran se tocó la mejilla entonando una fuerte carcajada que acabó por asustar a Sakura.

Syaoran definitivamente no estaba en sus cinco sentidos.

¿Lo ves? Sientes cosas muy intensas por mí —juró animado, otorgándole espacio para respirar a Sakura—. Golpéame, insúltame, hazme poner de rodillas, cualquier cosa que se te antoje hacer conmigo lo recibiré. No me importa si me amas o me odias, me conforta que tengas sentimientos por mí, cualesquiera que sean.

Estás loco —acusó ella—, déjame en paz. ¿No escuchaste la promesa que le hice a tu madre? No puedo borrarme la imagen de tu esposa de la cabeza, no dejo de ponerme en su lugar…

Estás en lo correcto, el lugar de Meiling te pertenece, tú debiste casarte conmigo. —Syaoran se apoderó de la mano que se impactó contra su rostro y la besó, se lo merecía. La única persona en el mundo capaz de ignorar la noticia de su estado civil, era precisamente, Sakura Kinomoto—. Intenté por todos los medios llegar a ti años atrás, sin embargo tu familia y la mía lo arruinaron, Sakura.

¿Podía conmoverse? ¿Ese hombre y ella tendrían alguna clase de perdón?

Eso no borra el hecho de que tengas una esposa. Para los hombres es fácil cambiar de mujer de la noche a la mañana…

Meiling y yo somos un matrimonio de nombre, nos casamos por conveniencia.

Sakura jadeó, recuperando su mano, esparciendo su resentimiento a través de su gesto incrédulo.

¿Está consumado, duermes con ella?

La única manera de salvar esa relación era si él decía que no, su entereza se vino abajo al notar que Syaoran desvió el rostro en la dirección contraria.

Solo lo hicimos una vez en nuestra noche de bodas…

¡Suficiente! —vociferó ella, un nudo se formó en su garganta. Aquel no era un matrimonio solo de nombre, lo más seguro era que la esposa sí tuviese sentimientos por él—. Tu compromiso es formal y verdadero, eso me convierte en otra de tus mujerzuelas.

No te compares con el resto —cortó Syaoran dándole una mirada mordaz—. Las mujeres vienen a mí por ambición o interés y Meiling tampoco es la excepción. Tú eres la única que se ha entregado a mí con sinceridad, siendo pura e inocente…

Sakura se mordió el interior de la mejilla obligándose a sostenerle la mirada. Syaoran todavía la hacía sentir preciosa, cada vez que hablaba, le dejaba la impresión de que era la persona más importante para él. Los momentos más felices e intensos de su vida fueron gracias a él, sin embargo…

Si de verdad aprecias la virtud que te otorgué, no vuelvas a buscarme. Una mujer que se considere pura e inocente desde el fondo de su alma, nunca aceptaría el cortejo de un hombre casado.

Cuando Sakura se despegó de la pared apretó por equivocación el interruptor de la luz, la habitación quedó a oscuras, engalanada solo con la tenue sombra del proyector. Syaoran le bloqueó el paso por segunda vez, atrapándola por la cintura, Sakura no pudo prever el momento en que los labios de Syaoran atacaron los suyos sin compasión y sin decencia.

Era un acto rudo y desesperado, Syaoran parecía más un animal marcando territorio que el hombre enamorado que presumía ser. Sakura se resistió al placer que él le desencadenaba a su cuerpo, lo que hacían era atroz y aunque estaba consciente de ello, no tardó en descubrirse respondiendo a sus caricias con una intensidad similar.

Lo quieras o no, vendrás conmigo esta noche —advirtió él, limpiándole los residuos de labial con el dedo—. Mi corazón ha esperado por ti durante diez largos años y su paciencia se agotó. Nadie volverá a impedir que esté contigo, ni siquiera tú misma.


—¡Mami, aquí!

La risa de Tsubasa sobrepasaba la música del carrusel, cada vez que el caballo de madera se asomaba frente a ella, su hijo sacudía la mano para saludarla, Sakura se preguntó hasta qué edad tendría esa inocencia, hasta qué edad sería tan dependiente de ella, no quería que su tiempo juntos terminara.

—Sakura, ¡qué sorpresa!

Sakura se giró en dirección a la voz con una deslumbrante sonrisa en su rostro, ambas llevaban puesto un impermeable amarillo por la ligera llovizna que caía durante esa época del año, las luces centelleantes de los juegos mecánicos emergieron realzando la próxima caída de la noche.

—Oline, ¿viniste con Freya?

Freya era la mejor amiga del preescolar de Tsubasa, ambos visitaban constantemente la casa del otro, sin embargo Sakura no tenía demasiada interacción con la madre de Freya, ya que se pasaba el día entero trabajando.

Ellinor, la niñera de Tsubasa, una enfermera retirada de sesenta años que se hizo cargo de sus cuidados desde el posparto, lidiaba con las mamás de los amigos cercanos a su hijo. Sakura tuvo suerte en conseguir ayuda profesional antes de dar a luz, las complicaciones del último trimestre de su embarazo la obligaron a permanecer en cama. Eso convirtió a su anciana asistente en otro miembro de la familia.

—Solo vine por algunos suministros, te vi de lejos y decidí acercarme a saludar —Oline sonrió, apoyando sus manos en la baranda metálica para saludar a Tsubasa—. Siempre he pensado que tu hijo es demasiado perfecto, su padre también es asiático, ¿cierto?

—Supongo. —Sakura se encogió de hombros, a veces las constantes preguntas la hartaban tanto que en más de una ocasión inventó una historia ficticia sobre haber usado un donante de esperma—. Gracias por el elogio, Freya también es brillante.

—No tanto como tu hijo, es muy popular entre los maestros, dicen que domina bien tres idiomas.

Sakura rio guardándose las manos en los bolsillos.

—El noruego es básicamente su primer idioma, Ellinor le enseñó sus primeras palabras y yo no quise quedarme atrás enseñándole japonés.

—Y supongo que el inglés es debido a tu trabajo.

—Pues sí, hay un poco de eso —alardeó Sakura, le encantaba destacar los talentos de su hijo.

—Me dio gusto verlos, no se queden hasta tarde, parece que se avecina una tormenta.

Sakura se despidió de la mujer corriendo a recoger a Tsubasa, quien vestía unas botas de lluvia azules y un impermeable gris con orejas de lobo.

—Mami, ¿podemos comer en Burgeren?

Una de las ventajas de que su hijo pasara tanto tiempo en el agua era que rara vez enfermaba de gripa, pero no iba a darse el lujo de arriesgarse.

—No lo creo, amor. —Las comisuras de los labios de Tsubasa cayeron, al igual que la animosidad de sus cejas espesas, era tan parecido a ese detestable hombre de su pasado—. Las recogeremos del autoservicio y comeremos en casa mientras miramos una película.

—¡Yey! ¡Una pijamada! —brincó el pequeño, salpicando agua de un charco recién formado—. ¿Deberíamos invitar a Ellinor?

—No, bebé, es el día libre de Ellinor. Está recibiendo una visita de sus nietos.

—¿Cuándo recibiremos nosotros la visita de un familiar? —El niño ladeó la cabeza, apuñalando a su madre con sus perspicaces ojos avellanas—. ¿Mi papá vendrá a verme algún día?

Dios santo, esperaba que no.

—Tengo una sorpresa, adivina —Sakura sacó su único as bajo la manga para evitar esa interrogante, los ojos del niño brillaron por la expectativa—. Mañana por la tarde conocerás finalmente a la tía Tomoyo en persona.

—¿Hablas en serio, mami? —Tsubasa soltó su mano, ni siquiera podía respirar de la emoción. La tía Tomoyo le enviaba cajas llenas de dulces y juguetes que nunca podía encontrar en su país.

Sakura asintió.

Tsubasa gritó emprendiendo una carrera al estacionamiento para liberar su adrenalina por la noticia, para Sakura también era imposible dejar de reír, ese niño la complementaba, era un tipo de amor diferente a cualquiera que hubiese sentido, desde que lo sostuvo en brazos por primera vez empapada en llanto por un parto difícil, se olvidó del concepto de soledad y tristeza.

Entraron al coche retirándose las capas, a inicios de año Tsubasa abandonó su obsesión por los gorros vikingos para coleccionar botas de lluvia, tenía toda una colección en su armario y Sakura le dejaba usar cualquier prenda que se le antojara, de ahí que iba vestido con un short de playa, un suéter navideño y sus infaltables botas.

Sakura bajó la ventanilla del coche en el autoservicio con los alaridos de su hijo entonando una canción infantil que ya se sabía de memoria, una vez que la comida estuvo en sus manos, ninguno resistió la tentación de comenzar a devorar sus patatas fritas.

Al integrarse a la carretera para su retorno a casa, una llanta se ponchó.

—¿Mami?

Tsubasa dejó de masticar y bajó el volumen del reproductor para mirar a su madre con preocupación, en el camino no se veía otra cosa que no fuesen sombras de árboles y el reflejo de la eterna llovizna.

—Tranquilo, cariño, quédate aquí, mamá irá a revisar —le dio un beso en la mejilla mientras abrochaba su impermeable.

Los pies de Sakura aterrizaron en un pozo de lodo, sus pantalones quedaron por completo salpicados y las gotas de agua le humedecieron el rostro, la llanta estaba estallada. Maldición. El otro día tuvo que prescindir del repuesto en el garaje de su casa para que su equipo de camping nuevo entrara en el baúl.

Sakura se mordió los labios estudiando sus opciones, estaban varados en el medio de las dos ciudades, tendrían que quedarse en el coche hasta que una grúa llegara a remolcarlos, era demasiado arriesgado avanzar en esas condiciones con la carretera resbaladiza.

Las luces de un auto que recorría el carril contrario la cegaron, Sakura se puso en alerta al notar que se aparcó a escasos metros de ellos. Un hombre de impermeable verde se aproximó reconociéndose ambos a primera vista.

—Sakura.

—Alexander.

El hombre arrugó el entrecejo haciendo una rápida revisión del coche.

—¿Estás bien, cuál es el problema?

—No traigo llanta de repuesto.

—¿El niño viaja contigo?

Sakura asintió.

—Vamos por él, no pueden esperar solos en la carretera, te devolveré a la cuidad.

—No es necesario…

La boca de él hizo un movimiento que bien podía confundirse con una sonrisa.

—Revisé los listados de mi clase, Tsubasa Kinomoto es mi alumno ahora, debo velar por su seguridad.

Con ese pequeño discurso, Alexander cargó a Tsubasa hasta su auto mientras Sakura iba por su bolso y la comida. Los dejó acomodarse en el asiento trasero, espiándolos de forma esporádica desde el retrovisor. Sakura evitó el contacto visual directo, un detalle que le resultó tierno al ex competidor profesional.

Tsubasa se encogió en el regazo de su madre, era tímido con los desconocidos y con la gente que admiraba. Alexander Melberg era su ídolo y tenía miedo de molestarlo de alguna manera.

—Profesor, me disculpo por empapar su asiento —murmuró el niño.

Sakura abrió sus ojos con sorpresa y Alexander bufó.

—Convertiría mi auto en una piscina móvil si fuese posible, gracias por tu pequeña contribución para hacer realidad mi sueño.

El comentario le sacó una risita al niño y Sakura agradeció el gesto en silencio.

—¿Le gustan las ballenas?

—Me encantan.

Tsubasa se arrebujó en los brazos de su madre ocultando su rostro en su tibio regazo, era una pregunta que siempre quiso hacerle a su estrella de la natación, su meta próxima era subirse a un barco en mar abierto en la época de avistamiento de ballenas.

—¿Y qué hay de ti, mamá? ¿Cuáles son tus aficiones?

Sakura dirigió su mirada al frente, en realidad no tenía nada interesante qué contestar.

—Estudiar idiomas, estoy intentado perfeccionar el alemán.

—Impresionante —La reacción de Alexander fue sincera—. Yo tuve muchos problemas con el inglés, fui obligado a aprenderlo.

—Ya veo —murmuró ella, apagando la conversación. Intentaba mantenerse al margen de los hombres. Abrió la puerta de la camioneta un segundo después de estacionarse—. Gracias por traernos.

Alexander los acompañó hasta la puerta de su casa, la lluvia había cesado en Setermoen.

—De nada, quizá debamos intercambiar números en caso de emergencia —sugirió él alzando una ceja.

Sakura pilló de inmediato la connotación de la propuesta.

—Tal vez en el futuro.

Alexander resopló divertido, dándole un par de palmaditas en la cabeza a su pequeño alumno.

—Nos veremos el próximo fin de semana. Buenas noches.

—Adiós, profesor.

Esperaron a que el coche arrancara para cerrar la puerta. Sakura dejó las hamburguesas en el horno y fue a preparar el baño. Tsubasa corría desnudo por la sala y ella rio por las ocurrencias de su hijo.

—¿Vamos a bañarnos juntos, mami? —preguntó él, entrando en la tina.

—De acuerdo, cariño.

Sakura se dejó puesta su camisola y su ropa interior acomodándose en la tina con su pequeño, cargaron las pistolas de agua e iniciaron una contienda que se prolongó media hora.

—Te amo, mami —Tsubasa se puso de pie para enjabonar la cabeza de su madre.

—Yo también te amo, bebé. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.

Con sus pijamas a juego, Sakura entró con su hijo en la tienda de acampar que permanecía armada en la habitación el año entero, estaba acondicionada con frazadas y cojinetes para dormir los fines de semana, se devoraron la comida riéndose de una película que ya habían visto dos docenas de veces.

Sakura abrazó a su hijo después de que se quedara dormido antes de medianoche, su cabello oscuro era suave y manejable. La respiración de su bebé la confortaba, le daba fuerzas para su día a día, raras veces pensaba en sus hermanos y sus pesadillas con el padre de Tsubasa eran muchísimo menos frecuentes, su vida en Noruega alejada de las personas que la hirieron en el pasado, era perfecta.


—No tienes que ser tan infantil, puedo caminar por mí misma —refunfuñó Sakura dándole golpecitos en la espalda a Syaoran, no podía creer que se hubiese atrevido a cargarla sobre su hombro en todo el camino hacia su apartamento—. Podría acusarte de secuestro.

Su idea publicitaria fue aprobada por el comité de BMU, aunque ahora se daba cuenta que solo fue una excusa de Syaoran Li para tener acceso a ella. Entre afinar detalles con los miembros de su equipo y ordenar los equipos utilizados, Sakura se marchó de la agencia a las diez de la noche con la esperanza de que Syaoran se hubiese cansado de esperar.

Grave error.

Cuando bajó al sótano para conducir de vuelta a su casa, fue interceptada por él a la salida del ascensor, la levantó del piso como a un costal de papas, dejándola en desventaja en una posición realmente vergonzosa, su trasero estaba al mismo nivel que el rostro de ese hombre, además, le dolían las costillas por la presión de su peso, casi no tenía aliento para reclamar.

El proceso se repitió al entrar en el edificio de vivienda de Syaoran.

—¿Has escuchado hablar del síndrome de Estocolmo? —Syaoran interrogó divertido traspasando las barreras de su morada, se encargó de ponerle llave a la puerta y la escondió en su bolsillo—. Eres una chica lista, asumiré que sí. Voy a tratarte bien para que lo desarrolles.

—Esa es una pésima broma —gruñó Sakura—. Romantizar la privación de libertad y el estrés psicológico que te llevar a crear sentimientos ficticios por tu agresor es de lo peor.

—Debo confesar que extrañaba mucho tus regaños —susurró él, ocupando el sofá de una plaza para sentarse, acomodó a Sakura encima de sus piernas y la abrazó—. ¿Lloraste mucho por mi culpa?

A Sakura le indignó que tuviese el descaro de preguntar.

—Estás presumiendo demasiado, nadie es capaz de enamorarse de otra persona en dos semanas. He comprendido que lo único que me inspiraste fue lujuria y nadie llora por un simple amante.

Syaoran suspiró, Sakura no paraba de decirle cosas hirientes, sin embargo no frenaría su insistencia a causa de ello. El abrupto encuentro en el estacionamiento la despeinó, su corto cabello estaba todo revuelto y su rostro rojo por su cabeza colgante durante el trayecto, era hermosa, más de lo que recordaba.

—Sé que lo hiciste, lloraste por mi culpa —tocó con suavidad la mejilla de ella, logrando que lo mirara con ese par de esmeraldas relumbrantes—. Eres ese tipo de chica que demuestra una dura coraza externa, pero que en realidad, es blanda por dentro. Y yo, cuando estoy contigo, soy el tipo de hombre al que no le es difícil admitir que te amé desde el primer segundo en que te vi. Me acostumbré a admirarte de lejos, actué demasiado pasivo a tu alrededor, el día que huiste comprendí que si no me vuelvo más agresivo, acabaré perdiéndote.

La sinceridad en los ojos de él al hablarle de amor era autentica, Sakura sentía un pinchazo en su propio corazón cada vez que él juraba amarla. El aroma y la masculinidad de él envolviéndola le aturdían, el deslizamiento de sus dedos por su piel la ponía ansiosa, tenía miedo de que su cuerpo la traicionara.

—¿Por qué no lo hiciste? ¿Por qué no venir a mí antes de concretar tu compromiso?

Syaoran entrelazó sus dedos con los de ella, eran tan frágiles y pequeños que era difícil creer que lo hubiesen arañado con tanto ímpetu mientras hacían el amor.

—Primero, quiero platicar sobre mi vida actual. Meiling vive en casa de mi madre, es traída aquí dos noches al mes para mantener las apariencias, cada uno duerme por separado en su habitación. Nos comunicamos solo por cuestiones formales, hace años que no sostenemos una charla como los amigos que solíamos ser.

Sakura suspiró aplacando la culpabilidad que le producía estar ahí con él, era una mentira haber llegado en contra de su voluntad porque en el fondo, seguía gustándole la compañía de Syaoran.

En sus minutos de distracción durante la reunión no pudo concentrarse en nada que no fuese el ardor en sus labios por el apasionado beso que compartieron, extrañaba ser consentida por él.

—Nos comprometimos durante mi último año de universidad en Inglaterra, éramos una especie de mejores amigos de infancia, Meiling vino a mí en busca de ayuda, sus padres querían casarla con un sujeto árabe que ya tenía dos esposas —Sakura no pudo evitar pensar que Syaoran era una versión oriental y más joven de ese hombre—. Entonces acordamos comprometernos de manera provisional. Al año siguiente mi padre murió y me vi obligado a convertir mi mentira en una realidad. El día que me casé se me vino el mundo abajo, mis esperanzas de tener a la mujer que yo quería se perdieron y… caí como un idiota en sus insinuaciones, eso también arruinó nuestra amistad.

Se calló el hecho de que su esposa había intentado meterse en su cama en múltiples ocasiones una vez que él regresó de su viaje y que se puso como loca cuando le exigió el divorcio, desobedeció los deseos de su madre y deshonró el apellido de la familia con esa petición. Su único consuelo en los días amargos era el recuerdo de Sakura.

—Lo que sientes por mí no puede ser real —A Sakura se le quebró la voz al decirlo—. No puedes amar a alguien solo porque te llama la atención su apariencia, nunca estuve presente en tu vida de una forma física, esto es solo una ilusión, Syaoran. Me niego a lastimar a un tercero solo por codicia, entiéndelo, esto que tenemos es tan solo atracción, podemos superarlo.

Syaoran aceptó encantado la sublime caricia que ella le propinó en el rostro, Sakura no iba a dejarlo, no de nuevo.

—¿Por qué no quieres reconocerme? —gimió él, pegando su frente a la de ella—. Voy a demostrarte cuán presentes hemos estado en la vida del otro todos estos años.

Con muy poco esfuerzo, Syaoran se puso de pie con ella en brazos, Sakura no resistió el impulso de pasarle los brazos por el cuello mientras la conducía a su dormitorio. La dejó sentada a la orilla de la cama y trajo de su armario una caja de madera de tamaño considerable, la cual le colocó en las manos.

Syaoran se arrodilló ante ella no con la elegancia de un soberano a punto de ser coronado sino con la aflicción de un criminal que espera ser decapitado. Toda la arrogancia y la seguridad que demostró en la sala de reuniones se había esfumado, este hombre de mirada tierna y arrepentida que manejaba su cuerpo con delicadeza era al que en realidad quería.

—Ábrelo, mi amor. Tienes en tus manos mi corazón.

¿Él sería tan desvergonzado de fingir el dolor que expresaban sus gestos? Sakura quiso extender su mano para consolarlo no obstante la curiosidad acerca del momento en que se conocieron la superó.

Lo primero que saltó a la vista fue una máscara Oni con cuernos y colmillos que recordaba a la perfección, el olor del incienso de aquella casa embrujada en la que conoció a su misterioso héroe brotó a su memoria, abajo se encontraba una carta escrita con su puño y letra, el sitio de encuentro y su número telefónico por alguna razón se encontraban tachados, ese detalle disparó su pulso y le dificultó la respiración.

La voz de Syaoran era especial para ella por esa enorme razón entre sus manos, sin embargo, no supo reconocer a ese alguien que adoró tanto en su momento. Siguió su inspección reparando en otra tarjeta sucia y arrugada que nunca llegó a sus manos

«Querida Flor de Cerezo: Lamento haber tardado tanto en responder tu última nota… acepta mi invitación a la ceremonia de esta noche, concédeme tu mano para bailar durante la pieza de apertura. Estaré esperando por ti junto a la fogata, colocaré un listón de color rosa en mi chaqueta para que puedas reconocerme fácilmente. S.L.»

Una gota de agua salada respingada de sus cuencas esmeraldas dispersó la tinta de aquellas iniciales, Eriol no mintió al decirle que estudiaron juntos la preparatoria, y al segundo lo comprendió: su hermano evitó ese encuentro.

Syaoran le pasó el cabello atrás de la oreja antes de posicionar la máscara sobre su rostro—. ¿Me recuerdas ahora? —susurró, provocándole escalofríos a la chica—. El día de la graduación le rompí la nariz a Kaito por robar mi carta de tu casillero.

Ese día sus hermanos la obligaron a marcharse rápido a casa, no le permitieron asistir a la ceremonia que todos colaboraron en prepararle a los superiores, ahora sabía el motivo. Si Syaoran y ella hubiesen interactuado adecuadamente en aquel entonces, su realidad actual quizás sería diferente.

—También fui el primer chico con el que saliste a solas, Sakura Kinomoto de veintiún años, estudiante de mercadeo de la universidad de Tokio —agregó con humor poniéndole una factura amarillenta en las manos—. ¿Lo recuerdas? Esa noche me llamaste guapo y me prometiste que te conservarías como una niña buena.

Sakura se sacó la máscara leyendo la fecha impresa en el tiquete, fue la noche en la que se escapó de casa para ir a beber con sus compañeros de la facultad.

—Tu hermano mayor me molió a golpes ese día. Demonios, estuve a punto de irme a la cárcel por devolverte borracha tu a casa. Me vomitaste encima y en el taxi…

Sakura le tapó la boca, evitando que otras cosas vergonzosas salieran de él. Recordaba haberse ido con un chico guapo de aquel bar, sin embargo su hermano Touya insistió en que él mismo fue rescatarla, robándose un mérito que no le correspondía.

—Syaoran… —jadeó, teniendo consciencia de su desventurada historia de amor. El nudo en su garganta estaba asfixiándola y no sabía cómo calmarlo hasta que Syaoran la besó en los labios.

—Has sido siempre tan hermosa, mi amor —suspiró él, subiéndose a la cama. Sakura no puso ninguna clase de resistencia recostándose sobre su espalda, recibiendo el peso de él con una animosidad inesperada—. Eres el sueño de mi vida, Sakura, quédate a mi lado, ¿sí? He esperado diez largos años para estar contigo, ¿no puedes hacer lo mismo durante algunos meses? Mi divorcio está en trámite y mi salida del negocio también, voy a dejar todo por ti, lo único que pido es que me ames un poco.

Sakura desechó sus alegatos, fue amada todo ese tiempo sin saberlo.

—Antes de dormir, les pedía a las estrellas por alguien que notara mi existencia, creí que moriría sin que mi deseo fuese escuchado. Perdóname, fui yo quien no supo notarte —alzó la cabeza para besarlo de vuelta—. Vamos a estar juntos sin que nada más importe, solo nosotros.

Se sumergieron en los ojos del otro a la vez que sus cuerpos se unieron. Syaoran representaba su cúmulo de ilusiones ingenuas, al fin las sombras de las diferentes personas que hicieron palpitar su joven corazón tenían rostro. Aunque el destino se opusiera, no iban a alejarse nunca más.


—Señor, se ha detectado un movimiento inusual en el itinerario de uno de los hermanos Kinomoto.

Syaoran no respondió, se quedó flotando de espaldas en medio de la piscina, estaba cansado de las falsas alarmas y de los viajes infructíferos. La bilis se le subía al paladar cada vez que escuchaba el maldito apellido Kinomoto.

—¿Programo su vuelo? —preguntó Junichiro casi esperando que su jefe comenzara a ladrar.

—No, envía a alguien primero. Asegúrate de que esa mujer tenga a su lado aquello que me robó.

—De acuerdo, alertaré también a los abogados en caso se necesiten.

Syaoran despidió a su empleado guardando silencio nuevamente. También estaba cansado de rogar y suplicar amor, Sakura Kinomoto, quien fue dueña de su corazón y de su alma entera, era ahora su peor enemiga.


Lamento la tardanza, no se quedarán sin saber el desenlace, lo prometo.