Rook
Rook maldijo en cuanto vio caer a Bianca al suelo, destrozándose en pedazos. Se giró hacia sus compañeras, pálida, negando con la cabeza.
—No va a funcionar. Debemos pensar otra cosa —dijo entre dientes, furiosa.
Neve lanzó una andanada de hielo más hacia un demonio que se acercaba, concentrada, pero prestando atención a la elfa. Harding tensó el arco, apuntando a Solas, decidida a ejecutar un tiro maestro. Su cuerpo se tensó, como su arco.
— ¿Le disparo? —preguntó, algo indecisa, a sus compañeras, buscando su guía.
Neve negó con la cabeza, tocando su hombro, para detenerla.
—No. No funcionará. Es demasiado poderoso —objetó, con una lógica adecuada.
Solas detendría la flecha antes si quiera que llegase a mínimamente acercarse a su cuerpo. Y la maga lo sabía, sin necesidad de conocer realmente su poder.
La zona del ritual ya era buena prueba de ello.
Rook observó su alrededor, con nerviosismo. El tic tac del reloj sonaba en su cabeza, apresurándola a pensar en un buen plan para detener esta locura, antes de que fuera demasiado tarde. De la nada, una idea empezó a formarse en su cabeza, haciendo que un ligero ceño se formase entre sus cejas.
—¿Y si detenemos el ritual? No a Fen'harel, sino al ritual en sí mismo—caviló, girándose hacia sus compañeras, ligeramente. Señaló hacia las estatuas, con la determinación grabada en sus rasgos.
—Echémoslas abajo—declaró, con soltura, como si lo que acabase de sugerir no fuese una locura.
Neve soltó un respingo ante la idea, abriendo los ojos como platos. Alternó su mirada entre la elfa y las estatuas, sin terminar de creérselo.
—¿Estás loca? — le gritó, señalándola con su bastón— ¡Es magia pura, te va a destrozar! —negó, sin estar convencida de ese plan suicida.
Harding asintió, en acuerdo con ella, con una expresión muy parecida a la maga, mientras no dejaba de lanzar flechas a algunos demonios sueltos que se atrevían a acercarse a ellas. Con otro flechazo, se giró hacia Rook, con el ceño fruncido por la preocupación.
—La tormenta te puede matar, Rook —intentó razonar con la elfa, bajando la voz, con calma, como si hablase con alguien que había perdido un poco la cabeza.
Y, sinceramente, a estas alturas y a este nivel de desesperación, Rook no podía estar en desacuerdo con la enana.
—Soy la Tejedora, ¿recordáis?— Rook se señaló a sí misma, con altanería, ocultando el miedo que sentía en un muro en su interior, sin saber cómo lo iba a hacer. Pero eso era problema para la Rook del futuro de dentro de diez minutos.
Ella se posó una mano en el pecho, con una confianza que no tenía.
—Puedo aguantarlo— les dijo, intentando trasmitírselo. Subió una pared con soltura y, con un gesto, señaló el ritual.
—Acepto otras ideas, si tenéis —les sugirió, con cierto sarcasmo que no pudo evitar.
Ella tragó saliva, impaciente, mientras veía a sus compañeros compartir una mirada dudosa.
Realmente, no quedaba mucho tiempo, pensó, mientras sentía la magia del ritual en el aire. Podía escuchar a Solas y Varric discutiendo en el fondo, como una batalla que ya estaba decidida. Por mucho que el enano discutiese con el elfo, iba a ser imposible que cambiase de idea.
Realmente le debería una bebida de las fuertes al enano, por estar ganando un tiempo más que valioso, despistando al dios.
Neve y Harding se miraron, otra vez, compartiendo un diálogo silencioso, pero sabiendo que no había nada mejor. Harding cerró los ojos por un momento y dio un paso hacia delante, decidida, con la resolución en su mirada.
—Vale, pero necesitas refuerzos. Voy contigo —se señaló a sí misma, convencida. Pero la maga de hielo posó una mano en su hombro, deteniéndola.
—No —negó Neve y adelantó ella el paso, colocándose a su altura— Es magia, Harding. Dos magos es mejor que uno para controlarlo— indicó, queriendo convencer a la enana y a Rook a la vez.
Rook las miró seriamente, evaluando los pros y contras de cada una. Con un gesto, señaló a Neve, habiendo sido convencida con su argumento anterior.
Si la magia se ponía tonta, entre Neve y ella seguro que podían hacer algo para defenderse.
—Harding, quédate aquí y controla a los monstruos con tus flechas. No dejes que se nos acerquen —ordenó a la enana, señalando a la entrada de la zona del ritual. Harding asintió, colocó una flecha en su arco y empezó a disparar, desatando una tormenta de flechas en sus enemigos.
Rook y Neve se echaron a correr, una al lado de la otra, intentando llegar a un punto más alto y cercano, dispuestas a tirar esas estatuas, sea como sea.
De fondo, Rook seguía escuchando a Varric y a Solas discutiendo, acaloradamente.
—¿Por qué? — le preguntaba Varric, con desesperación en su voz— ¿Por qué quieres desgarrar Velo, sabiendo cuántas vidas se va a cobrar?
—Viajamos durante mucho tiempo, Varric, ¿crees que haría esto si tuviese otra opción? —le respondió a su vez con amargura Solas, como si la mera idea de realizar el ritual realmente le hiciese daño.
Rook no pudo evitar bufar, con cierta burla y en voz baja, mientras esquivaba un escombro de madera, al escuchar el tono del elfo.
Si tanto le doliese, no estarían aquí, en primer lugar.
Rook apartó su atención de la discusión, una vez que estuvieron cerca de su objetivo. Llegaron a la estatua más cercana, jadeando por la carrera, pero sin demorarse ni un minuto más. Rook se apoyó en ella, con el ceño fruncido de la concentración. Neve se colocó a su lado, con un asentimiento. Rook se lo devolvió, y sonrió, con desafío en su mirada.
—A tumbarla sea dicho.
Entre las dos, empujaron con fuerza el pilar, pero su esfuerzo no daba recompensa. El pilar era firme, moviéndose solo ligeramente ante la fuerza de las dos. Rook pataleó, frustrada y gritó, desahogándose. Neve, a su lado, también gruñó, con molestia.
—Vamos, vamos, vamos— balbuceó Neve, nerviosa.
—No cae, maldita sea, ¡no cae! —Rook negó, con desesperación en su tono. Miró hacia el cielo, rezando que un milagro bajase y las ayudase a tirar esa maldita estatua.
Y el milagro llegó, inesperadamente. Una sombra se colocó a su lado, cayendo de un salto. Rook, que había cerrado los ojos, los abrió, sorprendida, pero una humareda se levantó de repente, a causa del viento provocado por la magia, impidiéndole ver a la persona misteriosa. Pero, demonios, si quería ayudarlas, no iba a negárselo.
—¿Una ayuda? — susurró esa figura, con voz amable.
Rook asintió, desesperada, sin darse cuenta de que, probablemente, no iba a ver el gesto. Aun así, parece que la persona se lo intuyó, porque vio como un brazo metálico, una prótesis, las ayudaba a empujar. La estatua emitió un crujido, antes de empezar a caer de plano, empezando un efecto dominó. El alivio llenó el pecho de Rook, pero ni tuvo tiempo de celebrar, ni de agradecer a esa figura misteriosa. Neve le tiró del brazo, con una expresión asustada, mientras su alrededor empezaba a desmoronarse.
— ¡Vamos, Rook! —le instó, con premura.
Rook asintió, sin darle tiempo a más. Echó a correr, confiando en que esa figura las siguiese, para poder agradecerle haberlas salvado de un buen lio.
Por el Hacedor que esperaba que así fuera.
En lo alto de las escaleras, Varric vio la jugada de Rook con el rabillo del ojo. El enano suspiró, agradeciendo a todos los dioses que conocía, incluyendo al que tenía delante, que estaba demasiado concentrado en la brecha como para fijarse en su expresión de alivio. Entonces, se dio cuenta de la sombra que seguía a la pelirrosa y a la maga de hielo. Entrecerró los ojos, su intuición reconociendo ese cuerpo, esbelto y algo pequeño. La capucha de la figura se quitó, por culpa de un viento huracanado de la propia magia. Un pelo blanco, puro y prístino, emergió, como una cortina de nieve, mientras se quedaba flotando en el aire.
Varric abrió los ojos desmesuradamente, sin creerse lo que veía. El aliento se atascó en su pecho, con una incredulidad que no había sentido en muchos años. Un nombre, un título, vino a sus labios, sin poder evitarlo.
—Inquisidora Lavellan— soltó, en un jadeo bajo, evitando que Solas le escuchase.
Por la Roca, si la Inquisidora estaba aquí, la cosa debía ser realmente grave, arriesgándose a que Solas la viese.
Y Varric no podía permitirlo. No podía dejar que su amiga sufriese más por culpa del dios elfo.
Se giró hacia él, apretando los puños.
Y sus ojos se llenaron de una dura determinación.
Rook intentó mantenerse en pie, tambaleante, pero el puente se iba derrumbando poco a poco, haciendo que tuviese que ir esquivando agujeros en las maderas, actuando la mayoría de las veces por puro reflejo. Vio de refilón como más estatuas caían, siguiendo con lo planeado.
De la nada, la sombra se colocó a su lado, permitiéndola ver un pelo blanco, largo, que flotaba detrás de unas orejas puntiagudas.
Pero no le dio tiempo de ver nada más de su compañía. De repente, unos escombros cayeron encima de elles, teniendo que esquivarlos. Rook alzó sus manos, invocando su magia, haciendo que parte de las rocas se desviasen de su camino, aunque tuvo que esquivar, utilizando sus años de entrenamiento como Cuervo eficazmente. Entonces, escuchó un gritó a su derecha, haciendo que girase la cabeza, asustada.
Unos escombros habían golpeado a la maga de hielo, ligeramente, pero haciendo caer a Neve con un fuerte golpe hacia el suelo. Rook intentó ayudarla, pero cayeron más rocas impidiéndoselo, haciendo que la figura misteriosa tuviese que ayudarla, empujándola hacia atrás, para ponerla a salvo. Rook se lo agradeció, sin girarse, fijando su mirada en la maga de hielo, que había conseguido levantarse. Ella se tambaleó, ligeramente, pero consiguió continuar, echándose nuevamente a correr.
Rook suspiró, aliviada y, sin más demora, decidió tomar ejemplo de su amiga, echando a correr ella también. La figura, que portaba una armadura de cuero de color negro y una capa, apenas se giró hacia ella, pero asintió, como si hubiera estado preocupada por ellas, mientras corría delante, con ligereza, como si portase años de entrenamiento y experiencia en sitios que se derrumbaban intentándolas matar. Rook desvió la vista hacia lo alto de las escaleras, jadeando por la carrera, pero intentando ver si el plan había funcionado.
Solas, desde lo alto, gritó, enfadado. Se había dado cuenta del derrumbe que habían provocado y estaba evitando que las estatuas cayesen encima de él, convocando una magia de color verde, con frustración en su cuerpo, que pareció tenso como la cuerda del arco de Harding. La daga brilló en su mano, como si compartiese su enfado. Rook gruñó, molesta, cuando vio que las apartaba, como si no fuesen más que moscas molestas. Solas apretó los puños, pero no perdió más el tiempo. Se giró, volviendo a apuntar a la brecha con la daga ritual, que parpadeó, satisfecha, al rajar la magia con su punta.
Rook fijó la mirada en su amigo enano, detrás del dios. Vio el ceño fruncido de Varric desde ahí, como si hubiese tomado alguna decisión inevitable. De repente, Varric se abalanzó hacia Solas, saltando a su espalda y sujetando sus brazos, firmemente, mientras empezaban a forcejear, con Solas emitiendo otro gritó de frustración, mientras intentaba quitarse al enano de encima.
Rook avanzó, con un mal presentimiento en el pecho, intentando llegar cuanto antes a las escaleras. Llegó justo después de esa figura misteriosa, que se había detenido al inicio de las escaleras, mirando ese forcejeo, quieta, como si no comprediese o no pudiese entender lo que pasaba.
Pero, entonces, todo pareció ralentizarse para Rook. Sus ojos, siendo uno de cuarzo y el otro de un gris tormentoso, pero claro, se fijaron en el forcejeo de Varric y Solas, que parecía cada más desesperado. Con un grito, Solas se zafó de Varric, separando al enano de él, que pareció tambalearse un poco. Y, con el forcejeo y la inercia, la daga se clavó hasta el puño en el pecho del enano, que no pudo evitar la trayectoria. Solas abrió los ojos, desmesuradamente, con algo parecido al terror y al horror, mientras el enano emitía un suspiro de dolor. Varric tosió sangre, salpicando el rostro del elfo, quién tembló cuando las gotas le salpicaron. Soltó la daga, como si le quemase el solo sostenerla contra el pecho de su amigo.
Rook jadeó, el pánico subiendo como la espuma por su pecho. Su mente no pudo analizar lo que veía, sobrecogida por la tormenta de sentimientos que estalló en ella, que empezaba a sentir como el miedo por el enano la dominaba. Un grito salió de su boca, sin poder evitarlo, mientras lo veía caer por las escaleras, con la daga en su pecho. Aun así, su grito quedó opacado por otro. Más alto. Más espeluznante.
Y con un dolor infinito, la voz, con tono agudo, femenino, se alzó, llegando incluso hasta lo alto de las escaleras. Solas se quedó mirando a su mano, sin reaccionar ante ese gritó, como si no pudiese escucharlo. La elfa, que ahora identificó, miró al enano caer, con horror. Y volvió a gritar, su rostro deformándose en pura agonía.
— ¡NO! ¡VARRIC!
Hola! Creo que es la primera vez que comentó en todo lo que llevó de historia, que no es mucho, pero bueno Quería desear a todo el que ande por aquí feliz año nuevo! Unas cosas más a señalar:
En este capitulo, en Wattpad, teneis el aspecto que va a tener Rook en toda la historia! Id alli si quereis verlo, os dejo el enlace por aqui:
https/1506850919-dragon-age-los-guardianes-del-velo-cap-7#
Me da mucha rabia que las páginas no soporten bien las imágenes...
Otra cosa es que en mi archivo de Word, realice un bonito separador de tiempos, que era la daga de Solas, pero aqui, en watrpad, no me deja ponerlo, que rabia!
Tendré que buscar la manera...
Por ultimo, decir que aquella gente que no esta segura, me gustaria informarles que tengo mucho, mucho, avanzado de la historia. Unos aproximadamente 50 capitulos ahora mismo Asi que hay para rato...
Por lo demás, incluir que ya casi alcanzamos las 100 visualizaciones en diferentes plataformas! Gracias, Muchas gracias a todo el que anda por aqui, compartiendo esta aventura conmigo!
Feliz año nuevo y hasta el próximo capitulo!
