Rook

Minutos antes del estallido…

Rook tenía que estar en una pesadilla. Sabía que las cosas podían salir mal.

Pero no relacionó lo mal que podían salir hasta que tuvo a Varric en sus brazos, con la daga de Solas clavada en el pecho, apenas respirando, como si cada aliento fuera a ser su último.

Como si su mejor amigo fuera a morir.

Con desesperación, Rook llamó a sus compañeras. Neve giró ligeramente la cabeza, pero tuvo que encargarse de un demonio, que venía hacia ella, sin poder atender a su llamado. Y Harding, por su parte, estaba absolutamente igual, teniendo incluso que golpear con el arco, cuerpo a cuerpo, a algún monstruo que se atrevía a acercarse demasiado a la enana.

Rook tragó saliva, intentando que se le ocurriese alguna cosa, cualquier cosa, mientras no dejaba de mirar a Varric, que solo gemía, dolorido, casi sin moverse. Apretó los dedos a su alrededor, mientras la ansiedad, esa vieja amiga, la envolvía, sin remedio. Pero, entonces, se le ocurrió algo.

El milagro de pelo blanco.

Alzó la vista, mirando a su frente, a esas escaleras que parecían eternas, buscándola. Y, cuando la encontró, apoyada en la extraña barrera que las separaba de Solas, la llamó, sin más demora.

—¡TÚ!

La chica albina apretó los puños al escuchar su grito, como si hubiera roto su concentración. Su rostro contenía auténtica furia, un odio y un dolor infinito, todos esos sentimientos dirigidos hacia Solas, quien parecía paralizado al mirarla, como si fuese un hechizo que no podía romper. Como si casi no creyese que esa chica estuviese ahí, tan cerca de él.

La elfa parecía casi una fuerza de la naturaleza, imparable. Un torrente de magia, que se mezclaba con la que ya había en el aire, se alzaba de ella. Hasta su pelo, blanco como la nieve, y largo, estaba alzado alrededor de ella, dándole una presencia aterradora, casi como un fantasma o, casi, como una diosa vengativa, buscando la venganza contra sus enemigos. Sus ojos estaban relucientes, con un ligero resplandor fantasmal, que rebotaba en la barrera mágica, ocultando el verdadero color de sus ojos, fundidos en ese verde mágico.

En el pecho de Rook se asentó un miedo visceral al verla, queriendo alejarse de ella lo más rápido posible. En todos sus años como Cuervo, (e incluso siendo considerada una de las magas más eficaces de las últimas eras), nunca había visto algo así.

Tanta magia bruta, saliendo de una sola persona, como si su esencia misma estuviese hecha de ella.

Aun así, Rook no se dejó amilanar. Necesitaba su ayuda. Y la necesitaba cuanto antes.

Varric no podía esperar.

No había tiempo que perder. Si quería arrancarle la cabeza por haberle impedido que fuese a por Solas, que esperase a la cola.

—¡No sé quién eres, pero ayúdame! ¡Ayuda a Varric! — le suplicó, desesperada, con otro grito, desgarrándose un poco la garganta en el proceso. La elfa cerró los ojos, por un momento, como si necesitase concentrarse, como si necesitase recapacitar. Entonces, separó sus puños de la barrera, agrietándola en el proceso, mientras la magia a su alrededor se detenía, como si nunca antes hubiese existido.

Rook inspiró, sosteniendo el aire.

Por el Hacedor, qué puto miedo daba. No pudo apartar la vista de ella, mientras se acercaba, apretando los dientes. Su cuerpo se quedó quieto, preparado para saltar a la mínima que hiciese falta ante este peligro.

No podía arriesgarse, aunque hubiese pedido su ayuda.

Ella se agachó a su lado, ignorando su aprensión, apoyando su mano en el pecho del enano. Sus ojos habían vuelto a la normalidad, con esos tonos tan únicos, mientras analizaba a su amigo enano. El cuerpo de Rook se relajó, visiblemente, cuando comprendió que iba a ayudarlos, al fin, sin ponerlo en peligro. Aun así, su vieja amiga, llamada ansiedad, asomó la cabeza, traidora.

Empezó a alterarse, intentando no perder el tiempo en analizar más los rasgos de esa elfa a su lado.

Varric. Varric era la prioridad. Lo demás podía esperar.

La pelirrosa volvió a mirar a su alrededor, buscando a sus otras compañeras, intentando encontrar toda la ayuda posible. Esta vez, Neve y Harding se acercaron, con premura, habiéndose desasido de los demonios que las acosaban, aunque fuese de momento.

Y eso le valía a Rook, la verdad sea dicha. Le valía un solo instante, un solo momento, para no tener que ocuparse de esto ella sola, para tener un apoyo de sus compañeras.

Entonces, agachó la vista al enano, preocupada por su estado, confiando en que sus amigas mantuvieran su alrededor libres de demonios. Vio como la otra elfa sacaba un trapo para taponar la herida alrededor de la daga, intentando remediar la hemorragia.

Pero, de repente, escuchó un jadeo de horror que hizo que volviese a apartar la vista del enano, contagiándose el miedo en ella. Vio como Harding señalaba a su frente, hacia lo alto de las escaleras, donde se encontraba Solas. Harding tenía una expresión de puro miedo, de puro terror, grabada en su rostro, haciendo que Rook tragase saliva, con miedo de desviar la vista.

—¿Qué es eso? —preguntó Harding, casi en un murmullo, como si temiese alterar algo o a alguien, con el mero sonido de su voz.

A Rook no le quedó otra. Miró hacia Solas, lentamente, mientras en su interior un miedo primitivo se instalaba en lo profundo de su alma. De la brecha dos figuras enormes, poderosas, se empezaron a alzar, haciendo que el mundo se tambalease, por un momento. Rook apretó su agarre en Varric, quien gemía de dolor, sin saber nada. Solas, allá arriba, apretó los puños. Como si de una máscara se tratase, su rostro cambio a uno de desafío, sus ojos violetas brillando de color verde, con ese brillo característico de su magia. Se giró, lentamente, mientras apretaba los puños desafiantes, enseñando los dientes un depredador, como su sobrenombre indicaba. Ante eso, Rook volvió a tragar saliva, visiblemente.

—Mierda—no pudo evitar decir en voz alta, mientras que, en su interior, algo le hacía saltar las alarmas, su vocecilla particular pidiéndole que corriese, que se refugiase lo más rápido posible.

Qué pena que no todos los deseos se hace realidad, no pudo evitar pensar Rook, con cierto sarcasmo hacia la voz.

De repente, una onda estalló y los lanzó en el aire. Intentó agarrar a su amigo, pero fue inútil. Rook sintió como volaba, para, después, sentir un golpe, volviéndose todo negro al instante.


Rook despertó, sobresaltada, con un mareo enorme. El suelo parecía venir de arriba, aplastándola. Todo le daba vueltas, haciendo que tuviese náuseas, sin poder evitarlo. Entonces, de la nada, sintió como alguien la alzaba, poniéndola de pie. Rook tuvo un reflejo de náuseas, que pudo reprimir, a duras penas, mientras la cabeza empezaba a palpitarle, como un tambor. Gimió, sin poder evitarlo.

—¡Vamos, vamos!—gritaban en su oído, haciendo que sus orejas, puntiagudas, se encogiesen un poco ante el ruido, doloridas.

Ella intentó dar los pasos, uno detrás de otro, pero fue como si hubiese corrido cien maratones seguidas, sin descanso. Su cuerpo se sentía pesado, agotado, como si llevase un peso adicional en cada parte de su cuerpo. Sus pies se quejaron, doloridos, pero ella los obligó a moverse, determinada. Miró hacia atrás, con ese mareo aún en su cabeza, buscando al resto de sus amigos, intentando saber que había pasado después de esa explosión.

Entonces, la vio.

La chica albina estaba arrodillada al lado de Varric, emitiendo una extraña luz verde, mientras sostenía la daga de lirio en sus manos, sin extraerla del pecho del enano. Tenía la cabeza gacha y emitía un susurro, casi como un rezo. La vista volvió a emborronársele, impidiendo ver nada más en claro, mientras sus oídos pitaban. Rook apretó los dientes, intentando aguantar, mientras el mareo aumentaba poco a poco pero, por desgracia, todo volvió a tornarse de negro.

Todo lo demás que sucedió fue una vorágine de sucesos borrosos, tambaleantes, algunos quedándose en su memoria, pero otros disolviendo como un grano de arena en el agua. Se despertaba para volver a desmayarse, sin poder evitarlo, la cabeza cada vez más palpitante, con cierta humedad que sentía recorrer su cuello, haciendo que tuviese escalofríos. Rook seguía sintiendo como alguien insistía en que se moviese, sin parar.

Viendo, o más bien, sintiendo su estado físico, solo pudo pensar que le debía una buena a quién fuese que la estaba ayudando.

Entonces, sintió como la apoyaban en una pared de metal, frio, traspasando su camiseta, que se había roto en ciertas partes por culpa de la huida y su torpeza actual. Observó su alrededor, mientras intentaba enfocar algo, concentrándose en evitar esos mareos. Vio como Neve y Harding luchaban con dificultad, heridas también, pero sin sangre en su cuerpo más que la de los demonios. No podía decir lo mismo de la elfa albina, quién la veía cojear y tambalearse un poco, con sangre en su rostro y un ojo cerrado, seguramente por el dolor, mientras empleaba unas dagas para defenderse, ágilmente, a pesar de sus heridas. Rook gimió de dolor, al sentir una punzada en la frontal de su cabeza. Su cabeza palpitaba con dolor, al ritmo de los latidos de su corazón.

Alzó la mano, temblorosa y se tocó en la parte de atrás de la cabeza, notando un chichón y algo húmedo. Alzó la mano, con algo de miedo y confusión, viendo como salía empañada de sangre.

De su sangre, específicamente.

Sin poder evitarlo, los mareos la volvieron a consumir y se desmayó una vez más, esta vez, cayendo una agradable inconsciencia que parecía más larga.


No tienes ni idea de lo que has hecho.

Una voz profunda, antigua, la sacó de su inconsciencia. Abriendo los ojos, se miró las manos, sorprendiéndose de estar de pie, en vez de tumbada, como recordaba estar antes. Y sentía su cuerpo liviano, ligero, sin dolor.

¿Dónde estaba?, se preguntó mientras giraba sobre sí misma, con una confusión extrema.

Este sitio era… extraño.

Todo estaba como congelado, parado en el tiempo, con tonos grisáceos, apagados, como si la paleta de colores al formarse no hubiera tenido la suficiente saturación en los colores. Rook giró un poco, analizando su alrededor, con cuidado. Parecían las ruinas del altar donde se habían encontrado a Solas, pero todo… destrozado. Como si el tiempo se hubiese detenido justo en medio de la explosión de magia que las sacudió, sin remedio. Como si el huracán de magia se hubiese hartado de todos ellos, destrozando lo que podía a su paso. Pero no era el momento de empezar a pensar en arquitectónica.

Rook sabía que no estaba sola.

Inspiró, varias veces, y se giró hacia la voz que le había hablado al despertarse, con valentía, el reconocimiento entrando en su mente, mientras fruncía el ceño, entre confusa y amenazante.

—¿Solas? —preguntó, algo titubeante, casi en un murmullo, mientras invocaba al dios, casi como si fuese un rezo.

Su figura, imponente, alta, apareció delante de ella, despacio, parándose al llegar a cierto punto, en un paso que hizo eco. Rook se dio cuenta entonces del abismo que los separaba, impidiéndole acercarse más. La elfa se acercó a él, en dos zancadas, mientras alzaba la cabeza, para mirarlo, teniendo que mirar muy hacia arriba, no solo por la separación.

Por la sangre del Hacedor, era realmente alto para ser un elfo. O lo que fuese, vamos. Analizó sus facciones, curiosa de verlo tan de cerca por primera vez. Tenía que admitir que el dios era agraciado: su tez era de un rico bronceado ligero, y pequeñas pecas recorrían su rostro, que era duro, varonil, con algunas cicatrices, que parecían pequeñas cicatrices de quemaduras, casi invisibles. No había rastro de pelo facial salvo sus cejas, pero eso solo lo hacía más atractivo, al igual que su falta de cabellera, dándole un aspecto casi peligroso, que se acentuaba con una mueca perenne casi de burla, pero con una seriedad innata. Aun así, lo más remarcable era sus ojos, de un color violeta, profundo y oscuro, casi como una gema brillante. No eran ojos comunes; había en ellos una chispa de un conocimiento antiguo, de miles y miles de años, algo que no pertenecía a este tiempo, enmarcados por algo feroz, casi animal en su mirada. Eran ojos que parecían hechos para no parpadear ni un segundo más de lo necesario, algo afilados mientras la miraba. Su expresión estaba llena de indignación y decepción pero, aun así, su porte era elegante, como alguien que estaba acostumbrado a lidiar con problemas muchos más grandes que ella.

Todo esto estaba destinado para recordarle la gran diferencia entre ellos.

Rook, una simple elfa, mortal, pequeña, débil comparada con él.

Fen'harel, un dios inmortal élfico, que había vivido mil vidas más que ella, que sostenía un conocimiento que nunca alcanzaría, aunque quisiese o pudiese.

La elfa no se dejó intimidar, aun así. Posó las manos en las caderas y alzó la barbilla, orgullosa, que hizo que el dios encarnase una ceja ante su desafío, con cierta burla silenciosa.

—Sé perfectamente lo que he hecho, Lobo Terrible. He evitado que destruyas el mundo—le contestó Rook, señalándolo con un dedo acusador, como si no le importase que tuviese delante a un dios todopoderoso.

O, por lo menos, un trecho más poderosa que ella, había que admitirlo.

Se acercó un paso hacia él, decidida a no dejarse intimidar de ninguna manera, portando su apellido como escudo. Los De Riva podían aguantar lo que se les echase y más.

Una piedra se soltó cuando alcanzó el borde, con cuidado, y despeñándose hacia el vacío, sin llegar a sonar. Rook tragó saliva ante este hecho.

Más le valía no caerse. O lo del apellido iba a servir de poco.

Solas clavó la mirada en ella, con desprecio y decepción, pero con una sombra de angustia y agotamiento en sus ojos, que se aumentaba por las ojeras que los rodeaban, como si el dios no hubiese dormido bien en mucho tiempo.

—¡No iba a destruir el mundo! —negó Solas, desesperado ante su acusación. Entonces, apretó los puños con furia, mientras cerraba los ojos por un momento, intentando calmarse, sabiendo que se había dejado llevar. Unos segundos pasaron, con la tensión en el ambiente, mientras Rook parpadeaba aún, al no esperarse ese arrebato por parte del dios.

Varric siempre le había contado que tendía a ser controlado, tranquilo, como si supiese de antemano lo que iba a pasar. Y eso había sido totalmente lo contrario de cómo había actuado hasta ahora con ella en las pocas palabras que habían intercambiado.

El dios volvió a clavar la vista en ella, fríamente, más calmado ahora, recuperando esa compostura que le caracterizaba.

—Cuando me interrumpiste,—empezó a hablar de nuevo, con cierto retintín—, las fuerzas mágicas me arrastraron hacia aquí. A dónde estamos ahora.

Alzó los brazos, enfatizando su enfado hacia ella, con los brazos tensos, mientras su armadura brillaba ligeramente, aunque sus colores estaban algo opacos por el ambiente sombrío, haciendo que el dorado de las placas casi se viesen algo marrones, mientras el cuero parecía casi grisáceo.

—Bienvenida al más allá—comentó, con sarcasmo, torciendo los labios con disgusto al decirlo. Rook frunció el ceño, confundida ante sus palabras.

¿El más allá? Miró a su alrededor, escéptica. Después, lo volvió a mirar, realizando una pequeña observación de arriba a debajo de su cuerpo, evaluando su estado mental a la vez.

A Solas tanta magia debía haberle afectado, definitivamente. Pero le siguió el juego, intentando sacar algo en claro de toda esta situación insostenible. Al final, era lo único que le quedaba antes de perder toda la poca cordura que aún sostenía. Intento escuchar a su vocecilla interior, para saber su opinión pero, por una vez, estaba calmada. Supuso que estaba escuchando, como el cotilla que era. Sacudió la cabeza, que empezaba a dolerle ligeramente, haciendo que su pelo corto rosa revoloteara alrededor suya.

—Vale, eso tú— le dijo, apretando los labios por el dolor. Se señaló a sí misma, apoyando la palma en su pecho, mientras la confusión la envolvía, lentamente —. Pero ¿y yo? ¿Qué coño hago aquí? —preguntó, de mala manera, con la molestia alzándose y descargándola en el elfo, casi sin quererlo.

Pero no estaba para tonterías, la verdad. La situación se había jodido, muy a mal. Y el responsable de todo aquello estaba delante suya, casi impune, con la decepción pintada en su rostro.

Como si estuviese decepcionado de ella. Estúpido engreído imbécil.

—Derramaste unas gotas de sangre en el lugar del ritual. Suficientes para crear una débil conexión—increíblemente, Solas le contestó con bastante calma, a pesar de su improperio, que no pareció gustarle, por como su labio se arrugó al escucharlo. Rook pensó que ella, en su lugar, no estaría tan calmada, teniendo en cuenta que alguien, totalmente desconocido, le había arruinado los planes de, probablemente, más de ocho años mínimo, si su contratista había especificado bien.

Pero él era Fen'harel, el dios de los engaños, las mentiras y la rebelión. Él era el Lobo Terrible, que había engañado hace tiempo a toda una institución, manejándola como un títere, bajo el falso título de ser un mago apóstata. Podía ser perfectamente una máscara bien estudiada, pensó con desconfianza, mientras entrecerraba los ojos, mirándolo.

Alzó una mano a su cabeza, donde tenía el chinchón y resopló, echando mano de lo que sabía, dando a conocer sus conocimientos mágicos.

—Magia de sangre, entonces—comentó Rook, sin poder evitar que parte de la desconfianza que empezaba a sentir se filtrara, sin remedio. Nada salía bien de alguien que manejaba con soltura ese tipo de magia, prohibida en todo Thedas, aunque en Tevinter tuviesen mano ancha para este tipo de hechicería.

Solas soltó un bufido, casi una risa sarcástica, mientras torcía el gesto con una sonrisilla, casi cruel, pero algo pícara. En un parpadeo, desapareció, para aparecer detrás de ella, abriendo otro abismo entre ellos, que hizo que Rook pegase un respingo hacia un lado, teniendo que equilibrarse.

Puto Solas, pensó con el ceño fruncido en molestia, escuchando como el dios soltaba una risilla, resultado de haberla asustado.

Parece que el más allá no quería que se tocasen ni que estuviesen cerca. Bien por ella, si le llegaban a preguntar. Entre más lejos de Solas, mejor, teniendo en cuenta el peligro que representaba un dios como él.

El dios le gruñó, con esa sonrisilla aún en su rostro, casi de forma animal y dejando la diversión atrás, mientras sus ojos se iluminaban de verde, levemente.

—Primero, odio la magia de sangre—dijo, levantando un dedo. Al momento, levantó otro, enumerando a su vez—. Segundo, si quisiera controlarte, qué es lo que estás pensando, ya lo habría hecho hace tiempo —le recriminó, en voz baja, peligrosa, leyéndole el pensamiento.

Rook se encogió de hombros, ocultando su miedo tras una máscara burlona. Joder, una ayudita no vendría mal ahora la verdad, se dijo, mientras pensaba en alguna manera para apaciguar a un dios sumamente cabreado con ella.

Entonces, de la nada, una mano se apoyó en ella, tocándole suavemente la espalda. Rook tuvo un pequeño escalofrío, mientras su cuerpo se tensaba, ligeramente. Su vocecilla empezó a correr una maratón en su mente, asustada por ese peligro aparecido de repente.

Joder, joder, joder. Y ella sin armas, pensó, aterrada, mientras no dejaba de mirar al dios con una cara inexpresiva, que parecía no percatarse de la nueva presencia junto a ellos.

Y eso hizo que su vocecilla parase, al igual que su cabeza, que se había unido a su carrera frenética.

¿Solas, el dios que quería tener todo bajo control, no se había percatado de la aparición de otra cosa junto a ellos?

Extraño. Muy extraño.

—Haz como si no me escuchases, por favor — le susurró una voz en una de sus orejas puntiagudas. Una voz suave, algo distorsionada, que hizo que no la reconociese para nada. De momento, claro. Pero parecía suplicante. Y no le había hecho nada aún. Inspiró y le hizo caso, no sin antes darse una rienda de puñetazos mentalmente, por confiar en algo desconocido tan rápido. Aunque, para ser sinceros, tenía más miedo del elfo delante suya que de esta presencia misteriosa, que solo le trasmitía calma. Además, Solas no parecía que la viese, de ninguna manera. El enemigo de mi enemigo es mi amigo, supuso Rook, por una vez en su vida queriendo acertar en sus refranes.

Rook reunió toda su voluntad para no girarse, rezó todo lo que sabía (que no era mucho) e intentó mantener su cara inmutable, con expresión de póker. Con un gesto, intentando ocultar su nerviosismo, señaló a su alrededor y habló, con una tranquilidad que no tenía, hacia el dios.

—Me gustaría despertarme, si no te importa —le pidió, con falsa amabilidad, haciendo incluso una pequeña reverencia burlona que hizo que Solas entrecerrase los ojos, algo molesto.

Al final Rook se iba a llevar una buena como siguiera así. Pero, antes, daría guerra, se dijo a sí misma, convencida de molestar en todo lo que pudiese a este dios egocéntrico.

No era llamada una de las magas más poderosas de los últimos tiempos por nada.

Esa voz, la misma que le susurró antes al oído, bufó con cierta diversión ante su gracieta. Parecía haberse separado un poco de su espalda, pero su presencia seguía tangible, como algo muy real a su espalda.

—No le hagas caso en nada. Miente —le susurró, aconsejándola, en voz baja, como si no supiese que Solas no podía escucharla.

Rook tuvo un mini escalofrío al sentir su voz. Esta vez, casi se gira, pero consiguió aguantar, a duras penas, mientras tarareaba una cancioncilla en su cabeza, para despistarse.

Joder, repitió, mientras el sudor frio caía por su espalda. Ahora, tenía que lidiar con un dios cabreadísimo con ella y una presencia fantasmal que no parecía mucho más amable que él, por mucha calma que le transmitiese.

De puta madre. De putísima madre.

En el otro lado, Solas, quién parecía no ver aún a quién le acompañaba, cruzó sus manos detrás de la espalda, después de unos minutos de reflexión consigo mismo, clavando sus ojos violetas en ella, con frialdad.

—A menos que seas experta en controlar los sueños lúcidos,—empezó Solas, con el sarcasmo impregnado en su voz y en todo su cuerpo, como una segunda piel—, te conviene escucharme. Tengo cosas que decirte, Rook.

Ella puso los ojos en blanco, mientras el sudor frio la recorría, de nuevo. No se preguntó como el dios sabía su nombre, no, aunque era algo extraño que la hubiese investigado a ella, entre todas las cosas. Se preocupó más bien en que, entre la presencia misteriosa que parecía no ver Solas, y el propio Lobo Terrible, esto tenía muy mala pinta.

Para Rook, claro.

Alzó las manos, en son de paz, mientras se dirigía hacia su interlocutor, que no dejaba de mirarla, clavándole puñales con la mirada.

—Vale, vale, de acuerdo. ¿Sobre qué? —le preguntó, rindiéndose de una vez a escucharlo, sin quedarle otra.

Él alzó las cejas, abriendo un poco los ojos de la sorpresa, quizás por la buena disposición de hablar de Rook, de repente. Lo que no sabía, pensó Rook, esquivando la mueca que iba a poner en su rostro, es que estaba preocupada en otras cosas mucho más cercanas. Cosas que estaban, literalmente, a su espalda.

Solas cruzó sus manos detrás suya, y desvió la vista, mientras su mirada se perdía en antiguos recuerdos, ensombreciéndola levemente, como si no fueran del todo agradables.

—Sobre los Evanuris. O, cómo tu gente los llama, los dioses élficos —giró la vista hacia ella, el violeta reluciendo con un brillo extraño, casi inhumano—. Básicamente, las criaturas que han escapado. En otros tiempos más antiguos, gobernaron a los elfos, pero ellos no querían solo gobernar—su mirada se desvió hacia el horizonte, con un sentimiento indescifrable en su rostro, aunque se podía vislumbrar rabia en el tic de su mandíbula—. Buscaban adoración. Convirtieron a muchos en no más que esclavos sin voluntad, reprimidos. Como si no fuesen más que juguetes, para ellos. Para todos.

Solas clavó su mirada en ella, haciendo que la elfa tragase saliva. Su mirada era intensa, como una tormenta apunto de desatarse, antigua, poderosa. Su cuerpo estaba tenso, como un depredador a punto de atacar a su presa, una presa que solo estaba en sus recuerdos. Aunque, al parecer, según los últimos acontecimientos, se habían escapado ahora de ellos, encontrando una libertad que parecía no merecerse.

—Me rebelé ante eso —proclamó, alzando la barbilla con orgullo, como si estuviese acostumbrado a que le rebatiesen su decisión, tachándola a lo mejor de una imprudencia innecesaria—. Me convertí en el Lobo Terrible en busca de la libertad del pueblo—desvió la mirada de nuevo, volviéndola a clavar en ese horizonte opaco, donde las ruinas flotaban, inmutables—. Aun así, ellos aprovecharon todo ese resentimiento para esparcir toda la magia de la ruina por donde podían. No pararon hasta que conseguí atraparlos —el cuero de sus guantes crujió, cuando apretó tanto los nudillos que estiraron el material, de la furia que impregnaba su postura.

Entonces, la presencia detrás suya, que antes estaba calmada, se rio en voz baja, sarcásticamente, como si no le importase que un dios élfico estuviera en frente suya terriblemente furioso. Aunque, por una vez en lo poco que lo conocía, no era por ella, pensó Rook, con un optimismo quizás no tan adecuado para la ocasión.

—Por lo menos, eso es verdad— susurró esa voz, con la misma distorsión, aunque parecía cada vez más clara, como si su presencia cuajase cada vez mejor en el más allá.

¿Qué demonios?, pensó Rook, sorprendida ante la animosidad de la voz hacia Solas. Más que la que tenía ella y eso era un decir, después de haberlo visto apuñalar a Varric. Aun así, parecía que esta entidad le tenía algo de tirria (quizás demasiada) al Lobo Terrible, como si tuviese casi un pasado con él, un recorrido que ella no conocía.

Solas continuó, sin darse cuenta de ese monólogo consigo misma, que parecía haber durado mucho más de lo que realmente había hecho.

—Pero ahora, los has liberado y yo me he quedado atrapado aquí, sin manera ninguna de salir —le echó en cara, con molestia e incluso algo de decepción, echándole todas las culpas a Rook.

Ella soltó un bufido divertido, sin dejarse amilanar por las quejas de Fen'harel.

Imbécil engreído, volvió a repetirse dentro suya.

—Claro. Ahora eres el héroe— le dijo, con el mismo sarcasmo que él le había dedicado antes. Se cruzó de brazos, rodando los ojos— ¿Te recuerdo quién estaba haciendo un ritual para liberarlos? —hizo un gesto con la mano, girándola, dramáticamente, como si sostuviese un sombrero—. Yo no, desde luego, querido Solas.

La presencia detrás suya aplaudió, lentamente, felicitándola por su revés hacia el dios. Rook sonrió, levemente, alegrándose de que ,por lo menos, alguien estuviese divirtiéndose con sus payasadas, fruto de un nerviosismo extremo.

—¿Liberarlos? ¿A mis enemigos mortales? — Solas le dedicó una sonrisa ladeada, con burla, como si hubiera dicho la mayor tontería del universo habida y por haber —. Lo único que estaba haciendo era asegurar que no salían de donde estaban presos, Rook. Hasta que tú me interrumpiste, cruelmente, claro —le dijo, con el mismo tono que ella había empleado.

Touché.

—¿Desgarrando el velo en el proceso? — Rook dio un paso, indignada, dejándose ya de tonterías, mientras la furia la dominaba, impasible. Se acercó más al abismo que los separaba, llegando hasta el borde, donde se tambaleó hacia delante, perdiendo un poco el equilibrio, sin querer. Antes de que pudiera maldecirse a sí misma por su estupidez, la presencia apoyó una mano, cálida, en su hombro, tirando ligeramente hacia ella, evitando que Rook cayese. La elfa se recompuso, y suspiró, levemente, quitándose el susto del cuerpo y aparentando que no había pasado nada.

Le debía una a su amiga fantasma. Una más para la lista de personas a las que les debía algo, pensó, anotándolo distraídamente.

Solas la miró con gesto serio durante un momento, sin percatarse de su pequeño desequilibrio. Cerró los puños a los lados, mientras sus labios se fruncían, con desaprobación hacia sus reproches.

—Iba a llevarlos a otra prisión—inspiró, levemente, haciendo que su pecho se elevase—. Tenía un plan.

—¿Plan? — Rook río, algo histérica, sin creerse las palabras que salían de la boca del elfo.

Este tipo tenía que estar vacilándola. Y, por el bufido de burla que soltó su amiga acompañante, no era la única que lo pensaba.

Esta vez, fue ella quien cerró los puños a los lados, sus guantes, más finos que los del dios arrugándose visiblemente.

—Varric ya me advirtió que siempre ibas a tener una justificación para tus "planes" y tu culpa —le escupió, con reproche. Rook cogió aire, para seguir recriminándole cosas, pero, cuando abrió los labios, dispuesta a ello, la mano de la presencia se posó otra vez en su hombro, atravesándola una extraña sensación, casi de una calidez extrema, quemándola por dentro levemente. Entonces, sus labios se abrieron de nuevo, pero fueron otras palabras las que salieron de su boca, su voz más fría, como si fuese otra persona hablando a través de ella.

—Ese es tu estilo. No mientes, pero dices medias verdades ingeniosas, convenciendo a lo demás que estás haciendo lo correcto. Como siempre, Fen'harel—emitió una pequeña risa, amarga, mientras se pasaba la lengua por el labio inferior, levemente y alzaba una mano a su brazo izquierdo, apretándoselo—. No cambias aún después de ocho años, Solas.

Rook cerró bruscamente la boca, desviando la vista de Solas, quien había abierto los ojos como platos tras esas palabras, mordiéndose incluso la lengua en el proceso, disparando un pico de dolor, que ignoró, mientras volvía a sudar frio.

Coño. Joder. Me cago en la puta, no pudo evitar maldecir dentro de ella.

Esa presencia habló a través de ella, como si su cuerpo no hubiera sido más que un títere, moviendo incluso su propio cuerpo.

Pero ¿qué cojones?

Y no solo eso, pensó, abrumada, mientras se frotaba el pecho, disimuladamente. Esa… cosa había apretado su agarre en el hombro y, por un momento, sintió lo que sentía.

Traición. Dolor. Odio.

Y algo más cálido… como amor. Pero amor romántico. Un amor capaz de abrasar hasta al mismo destino, si quisiese. Pero, espera un momento… ¿Amor? ¿Ella? ¿Hacia Solas?

Parpadeó, confusa, mientras se sonrojaba, ligeramente, ante ese pensamiento.

Era imposible, razonó, sacudiendo la cabeza, con pequeños movimientos, la lógica volviendo a ella. Así que solo quedaba una opción posible, que era que todos esos sentimientos viniesen de otra fuente.

Otra fuente, que probablemente era esa presencia fantasmal.

Se guardó ese dato en la lista de "Cosas importantes a analizar" en el fondo de su subconsciente, para más adelante. Suspiró, levemente, y se cruzó de brazos, mirando de nuevo al elfo, que se había quedado con el ceño fruncido, observándola, como si intentase descifrar porque había dicho lo que había dicho.

Pero Rook no le dio la oportunidad de hacerlo. Era demasiado peligroso, para ella y para su presencia particular.

—Aun así, mira lo que le hiciste a Varric, a tu amigo—recalcó, continuando el hilo de esas palabras anteriores, esas que no fueron suyas, confiando y sabiendo que, en cierta manera, habían sido totalmente verdad—. Confió en ti, y mira cómo se lo pagaste. Con un puñal hasta el fondo de su pecho, dejándolo gravemente herido —le recriminó, con furia hacia su amigo enano.

—Varric está…— Solas se detuvo, abruptamente. Su mirada se dirigió al suelo, ensombreciéndose, con la culpabilidad en su rostro y con algo más, que ocultó, hábilmente, antes de que Rook lo viese—. Varric está versado en ocultar la verdad — susurró Solas, con cierta tristeza en su voz. Sus puños se aflojaron y sus hombros cayeron, mientras cerraba levemente los ojos, como si de verdad se arrepintiese de sus actos. Pero, en cuestión de segundos, antes de que Rook si quiera pudiese analizarlo, volvió a su postura habitual, desafiante. Se enderezó, mirando a la elfa, con esa sonrisilla, que estaba empezando a caerle como una patada en el estómago.

Rook se giró levemente hacia su derecha, mientras pensaba como continuar, sin creerse el acto de pena del dios. La presencia se giró junto con ella, quedándose siempre a su espalda, oculta. Rook no pudo evitar sonreír, pícaramente, ante la inteligencia de la presencia. Se había olido perfectamente que Rook se había girado para verla, anticipándose a sus movimientos.

Oye, pues le estaba empezando a caer bien. Mínimo, sabía que tenían un enemigo en común, pensó, mirando por el rabillo del ojo a Solas, quién continuaba callado, dándole espacio para pensar. Y si, además, era inteligente, tenía un punto a favor con ella.

Le gustaba las personas inteligentes que sabían adelantarse. Bueno, pensándolo bien, le gustaba las personas inteligentes menos Solas.

A él aún le quedaba camino que recorrer con ella para gustarle, de momento.

Dando un pequeño paso hacia delante, como quién no quisiese la cosa, cambio de tema, mirándose las uñas, y limpiándoselas, mientras miraba por el rabillo del ojo al dios.

—Bueno, entonces, esas cosas…—giró la mano, con soltura, como si no estuviesen hablando de unos enemigos inmortales todopoderosos—. Esos… dioses

Falsos dioses— la interrumpió Solas, ganándose una mala mirada por parte de Rook, quién le alzó una ceja, por verse interrumpida, dejando de mirarse las uñas, mientras cerraba la mano en un puño, amenazante. Su mirada bajó peligrosamente por debajo de la cintura del dios, en una amenaza silenciosa. Fen'harel levantó las manos en son de paz, sin querer provocar la ira de una elfa que medía, al menos, dos veces menos que él. Ella hizo un puchero, molesta, pero siguió hablando, posando las manos en sus caderas y desviando la vista hacia el horizonte sombrío.

—Estos falsos dioses— se corrigió Rook, con retintín, alargando la palabra "falsos"— ¿Cómo los detenemos?

—Estos "dioses" —dijo Solas, con el mismo tono que había empleado Rook—precisaron de toda mi fuerza hace milenios para poder detenerlos — Solas se dio la vuelta, haciendo un gesto con una mano, mientras la otra la mantenía a la espalda. Giró la cabeza solo un poco, para mirarla, con esa sonrisilla odiosa—. Pero seguro que a ti se te da mejor, elfa dalishana— comentó sarcásticamente, mientras ladeaba ligeramente la cabeza, con un tonillo irritante.

Rook, esta vez, no pudo evitarlo. Echó mano de todo el teatro e improvisación que había realizado en su vida y giró dramáticamente su cabeza hacia él, poniendo una mano en su pecho, teatralmente, como si la sorpresa fuese abrumadora.

—Vaya, con que eres el dios del ~sarcasmo~ ahora —se tapó con la mano parte de la frente, sacudiendo la otra, como si no creyese lo que escuchase, mientras aguantaba la risa y alargaba las palabras, con burla.

Solas la miró con el ceño fruncido, la molestia recorriendo su rostro. Se giró hacia ella, cerrando la mano en un puño, haciendo que el dorado de su guante reluciese.

—Yo tenía una daga ritual de lirio. Un ejército. Una red de transporte mediante eluvians, que me llevaban del faro a cualquier parte del mundo, en un solo instante —alardeó, elevando el tono por cada frase, haciendo que Rook rodase los ojos, mientras volvía a apoyar las manos en sus caderas. Levantó una de ellas, gesticulando mientras él hablaba, mirando hacia el cielo, pidiendo paciencia a quién fuese.

—Y mucha labia— comentó con sarcasmo la voz desconocida, cuando Solas finalizó de hablar. Rook aguantó la risa como pudo, tapándose la boca. Aun así, al dios no se le escapó ninguna de las acciones que había hecho. La volvió a mirar, con más molestia aún, su ceño frunciéndose de tal manera que su entrecejo se había arrugado bastante, demostrando que su rabia no era una cosa pequeña.

Rook bajó la mano, cruzándose de brazos, y bufó, en voz baja.

Vale, quizás no era la forma más fácil de ganarse la simpatía del dios, riéndose en su cara. Pero, entre que estaba comportándose engreídamente y lo bien que le empezaba a caer esa voz, era casi irresistible no burlarse de él.

Pero se quedó quieta, mirando a Solas, con una expresión aburrida, escuchándolo sin interrumpirlo.

—Tú no pareces tener nada de eso—siguió Solas, entrelazando sus manos al frente, con burla— ¿Pretendes derribar otra estatua en su ritual? Me parece que te fue muy… efectivo —hizo esa pausa, dándole más efecto a sus palabras, que era socarronas, consciente de que la iba a molestar aún más.

Y vaya que sí lo hizo, pensó la elfa, mientras torcía el gesto, el aburrimiento dando paso a la molestia y pataleando el suelo, en pequeños movimientos, mientras se cruzaba de brazos.

— ¿Y qué me recomiendas entonces, oh, gran señor? — Rook levantó los brazos con indignación, pidiendo paciencia de nuevo a quién quisiese escuchar sus rezos— ¿Quizás escuchar los consejos del dios de las mentiras te parece mejor opción, Solas?

Por el Hacedor, que alguien le diese paciencia con este elfo engreído porque como le diesen fuerza…

Solas se giró, dándole la espalda, cruzando las manos en la parte baja de su espalda.

—El Dios de la Traición, la Rebelión y las Mentiras, dependiendo de la historia, Rook. Recuerda eso— Le echó una última mirada, con una sonrisa ladina, haciendo que sus ojos violetas brillasen, con cierta burla—. Buena suerte con esos planes tan… magníficos.

Desapareció entre la bruma, dejándola sola ante el peligro. Una fuerza empezó a tirar de Rook, urgiéndola a despertar, haciendo que todo se emborronase de la nada. Ella se resistió, queriendo hacer una última cosa pendiente, revolviéndose en el sitio.

—Espera, espera.

Intentó girarse, para ver a su misteriosa presencia compañera, para poder ponerle una cara, pero todo se oscureció, antes de que siquiera llegase a vislumbrar algo. Solo una voz, su voz, esta vez totalmente clara, la acompañó mientras se despertaba.

—Tranquila, Rook. Nos volveremos a conocer muy, muy pronto.

Entonces, todo se acalló alrededor de Rook, sin otra opción más que la de dejarse llevar por la inconsciencia.