El tiempo siguió su curso. Pasaron más de dos meses, cumpliéndose así tres desde la llegada de Baxter al hotel… Y desde que Angel y Husk iniciaron su relación.

A simple vista, todo parecía normal, pero Husk cargaba con un dilema que no lo dejaba en paz. Desde aquella noche, las palabras de Alastor no habían dejado de resonar en su cabeza…

— ... ¿Por qué no me ayudas a acelerar el proceso de que Charlie tome el poder? Necesito que la convenzas de que está lista para gobernar el Infierno.

— ¿QUÉ? —Sus ojos se abrieron más de lo normal y sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—Así como lo escuchaste, querido Husker. Lo mejor para nuestros intereses es tener al mando a alguien a quien yo puedo controlar —Explicó Alastor.

«Tiene que ser una puta broma…» Pensó Husk.

Intentó recomponerse. Negarse directamente no era una opción, así que pensó rápido.

— ¿No crees que la mejor forma de convencerla y de convencer a su padre también es demostrando que puede mandar más almas al Cielo? —Preguntó con cautela, midiendo la reacción de Alastor.

El Demonio de la Radio se quedó en silencio un momento y luego su sonrisa se ensanchó.

— ¡Tienes razón!

Las orejas de Husk se levantaron sutilmente. Quizá si jugaba sus cartas con cuidado, podía hacer que lo dejara en paz, convencerlo de soltarlo.

Pero era Alastor, nada con él era tan fácil.

— ¡Aunque no significa que tú tengas que ser una de esas almas, gatito! —Añadió con una estridente risa.

«Mierda…» Pensó Husk, encogiéndose de hombros y tratando de ocultar su frustración.

—De todos modos… No sé qué pretendes que haga por ti —Murmuró con voz grave, llamando la atención del Demonio de la Radio—, pero si es algo que implique que esa niña salga lastimada, no cuentes conmigo.

El gesto de Alastor se torció por un instante. Chasqueó la lengua y ladeó ligeramente la cabeza con los ojos entrecerrados.

— ¿Qué dijiste?

— ¡Lo que escuchaste! —Husk mantuvo la mirada firme— ¡No voy a ayudarte a dañar a Charlie!

Alastor soltó un largo suspiro, como si estuviera decepcionado.

—Hmmm… Parece que no tienes prisa por reencontrarte con tu enamorado, al menos no en los próximos mil años.

Husk sintió la furia treparle por la garganta. Empuñó ambas manos y su expresión se endureció, odiaba que Alastor lo chantajeara con eso.

Aquella situación era un callejón sin salida y parecía que sólo había una decisión correcta por tomar…

Y, aunque era algo muy duro y se cuestionaba si estaba haciendo lo correcto, él sabía que, llegado un punto, tendría que tomar decisiones así.

Alastor podía ser el dueño de su alma, pero su lealtad estaba con Charlie y el hotel, las personas que tanto los habían apoyado a él y a Angel para ir por su felicidad. Pese a que su cruel amo seguía presionando para que lo secundara en sus planes, Husk no cedió, su camino hacia la libertad no lo construiría sobre la desgracia de otras personas, mucho menos de aquellos que creían en él.

Esa tarde, como de costumbre, atendía el bar. Algunos residentes conversaban animadamente, compartiendo anécdotas mientras él preparaba los tragos, escuchando con la misma atención de siempre. Fue entonces que vio llegar a Baxter con el enorme maletín que lo acompañaba cada que salía.

El pecador con apariencia de pez abisal tomó asiento frente a la barra, un poco apartado de los otros clientes. Husk lo notó agobiado y, sin pensarlo mucho, se acercó al lado donde se había sentado.

— ¿Qué va a ser? —Preguntó, apoyando los brazos sobre la barra.

— ¿Tienes agua con hielo? —Baxter evitó su mirada. Husk decidió pasarlo por alto y simplemente asintió.

Mientras servía el agua, intentó aligerar el ambiente con una pregunta casual:

— ¿Cómo va la investigación?

—Pues… En estos tres meses no he encontrado información significativa sobre el fenómeno —Respondió el demonio pez—. Tendremos que seguir con las observaciones y considerar lo que la mujer celestial nos vaya indicando para avanzar con la fase experimental.

—Ya veo —Murmuró el felino, deslizándole el vaso con agua.

El chico lo tomó sin mucho entusiasmo. Husk lo observó con detenimiento. Años como jugador y como cantinero le habían enseñado a leer a las personas como libros abiertos, y en ese momento, todo en Baxter (su silencio, su postura, la tensión en su mandíbula) gritaba que algo lo tenía preocupado.

— ¿Todo bien? Te ves nervioso —Cuestionó el gato, alzando una ceja.

Baxter dio un respingo en su asiento.

— ¿Yo? ¿Nervioso? ¡No, qué va! ¿De qué hablas? Solo necesito dormir, llevo dos días trabajando sin descanso… Pero, ¡hey! Así es esto, ¡la ciencia es tan demandante! —Se excusó rápidamente, acompañando sus palabras con una risa nerviosa.

Husk se cruzó de brazos, mirándolo con escepticismo.

Baxter comprendió al instante que no iba a escapar de la suspicacia del felino, así que optó por ponerse de pie y zanjar la conversación antes de que la cosa se complicara.

—Gracias por el agua, pero tengo que seguir trabajando. Lo que no se termina en el laboratorio se va para la casa —Dijo apresuradamente antes de marcharse, o más bien, de salir huyendo.

Husk soltó un hondo suspiro y negó ligeramente con la cabeza, para después volver a enfocarse en los otros clientes.

Baxter, por su parte, siguió su camino por el hotel, frotándose nerviosamente las manos mientras su maletín-cangrejo lo seguía de cerca. Ya no se sentía capaz de actuar como si nada con Husk. El peso de lo que había hecho era demasiado y fingir que todo estaba bien se volvía más insoportable con cada día que pasaba.

Nunca podría perdonarse a sí mismo. Y, a estas alturas, ya no había marcha atrás.

Todavía recordaba ese día con amargura, el día en que todo el engaño comenzó.

Esa tarde había estado trabajando como siempre en los laboratorios de VoxTek, cuando el asistente de su jefe se dirigió a él para comunicarle algo.

—El señor Vox solicita tu presencia de inmediato en la sala de juntas.

La habitual expresión seria en el rostro de Baxter cambió a una de preocupación. Su jefe rara vez le llamaba, y las veces que lo había hecho, era para lanzar algún "regaño colectivo" (si es que se le podía llamar así a la acción de amedrentar y amenazar a sus empleados).

Sabía que no era buena idea hacerlo esperar, así que se apresuró al lugar indicado.

Al llegar encontró a Vox de espaldas, observando a sus tiburones tras el cristal del acuario. Baxter tragó en seco y tomó aire antes de anunciar su presencia.

—Estoy aquí, señor Vox.

El demonio-televisor volteó lentamente para verlo. Se acomodó en su asiento y le hizo una seña para que se acercara. Una vez que Baxter estuvo lo suficientemente cerca, comenzó a hablar:

— ¿Sabías que el hotel de la princesa Morningstar recibió la visita de un ángel hace poco?

— ¿En serio…? —La pregunta lo tomó desprevenido, pero se apresuró a fingir que no sabía nada— Eso… suena peligroso.

Vox asintió, deslizando un dedo por la pantalla de su tablet.

—Lo es —Afirmó. Cuando encontró lo que buscaba, giró el dispositivo para que Baxter pudiera ver.

En la grabación de una cámara de seguridad, se distinguía la calle frente al hotel. Baxter observó con creciente ansiedad cómo un resplandor brillante se abría en medio del aire y de él emergía la Serafín que había anunciado la ascensión de Angel Dust y Sir Pentious.

Su piel, ya de por sí pálida, pareció volverse traslúcida. Si Vox tenía esa grabación, seguramente había visto lo que ocurrió minutos antes de la llegada del ángel.

Aun así, intentó fingir sorpresa.

—Vaya… —Murmuró.

Vox sonrió con un dejo de diversión.

—Sí, también me sorprende. Pero dime, ¿sabes quién más fue a visitar ese hotel aquel día? —Retrocedió la grabación. Baxter sintió un vuelco en el estómago cuando vio la imagen de sí mismo entrando al hotel, acompañado de Arackniss.

Por más que intentó mantener la compostura, sus nervios ya eran imposibles de disimular.

— ¿Qué fuiste a hacer al hotel de la Princesa? —Preguntó Vox, mirándolo fijamente.

Baxter apretó la mandíbula, buscando desesperadamente una respuesta.

—S-Sólo fuimos a llevar unas flores a la tumba de Angel Dust, n-no es gran cosa —Se apresuró a explicar—. Quería expresarle mis respetos por haber salvado mi vida durante el exterminio. Gracias a eso puedo seguir trabajando para usted, señor Vox… ¡A-Aún tengo muchos aportes brillantes que hacer a su compañía!

Vox ensanchó su sonrisa, pero en su expresión había un peligro latente.

—Claro que sí, yo sé que puedes hacer grandes aportes para nosotros —Afirmó con una voz casi amable—. Pero ahora el más importante de ellos será que me digas qué es lo que quería ese ángel.

—Y-Yo… Yo no tengo idea de qué es lo que quería… Nosotros estuvimos en un lugar completamente diferente, ¡n-ni siquiera nos enteramos cuando el ángel apareció! —Tartamudeó Baxter, sintiendo que su garganta se secaba.

Vox se inclinó ligeramente hacia adelante, sin borrar su sonrisa afilada.

— ¿Ah, no? —Su voz era apenas un murmullo, pero cada palabra pesaba como una amenaza— Tal vez debamos hacerle una visita amistosa a tu acompañante… Quizá él tenga más información que quiera compartir con nosotros.

El corazón de Baxter se detuvo por un instante.

Si su piel pudiera haberse puesto aún más pálida, sin duda lo habría hecho.

—N-No, no es necesario que le pregunten nada —Se apresuró a decir—. L-Le juro que ninguno de nosotros sabemos absolutamente nada de lo que pasó en ese hotel… S-Solamente estuvimos en la tumba… Niss quería darle unas palabras de despedida a su hermano y yo estuve con él en todo momento…

No terminó de hablar.

Una cadena de energía color cian apareció alrededor de su cuello y, antes de que pudiera reaccionar, Vox tiró de ella con fuerza, acercándolo más a su cara. El terror en el rostro del pez fue imposible de ocultar, su corazón latía violentamente contra su pecho mientras sus agallas intentaban procesar aire que parecía haberse extinguido en la habitación.

—Yo sé que sabes algo —Vox deslizó la lengua por la comisura de su boca mientras chispas eléctricas danzaban entre sus dedos, transfiriéndose a la cadena—. Así que lo más conveniente para ti es hablar, de lo contrario, las cosas aquí se pondrán muy feas… Ya casi es hora de alimentar a los tiburones, y si hay algo que disfrutan… —Se inclinó aún más, susurrando contra su oído— Es comerse a otros peces mientras siguen vivos.

Baxter cerró los ojos con fuerza cuando la electricidad recorrió su cuerpo. Hacía apenas unos días estaba feliz por haber obtenido una segunda oportunidad para seguir viviendo, pero ahora estaba atrapado en una pesadilla sin salida.

Sin embargo, incluso en ese momento, no podía traicionar a Angel Dust, no después de lo que él había sacrificado para salvar vidas como la suya.

Vox lo notó, y le divirtió. El pez era un enano, un enclenque, pero estaba dispuesto a morir antes que soltar lo que sabía. Eso solo podía significar una cosa: la información que ocultaba tenía un valor incalculable.

Así que decidió presionar donde más dolía.

—Mientras tú te ocupas de los tiburones, mis socios y yo haremos una visita al hermano de Angel —Vox giró la muñeca y la electricidad en la cadena aumentó un poco, lo suficiente para hacer que Baxter se retorciera—. Valentino estará encantado de cobrarle las deudas que su querido hermano dejó sin saldar antes de morir —Hizo una pausa, regodeándose en el pánico en los ojos de su víctima— Y créeme… Se lo cobrará con creces. Para que todos aquí entiendan que nosotros no nos andamos con juegos.

Baxter se tensó. Esto ya no era sólo sobre él. Podía aceptar las consecuencias de su silencio si sólo lo afectaban a él, pero si la vida de su único amigo estaba en juego… No tenía opción.

—Está bien… Está bien, le diré todo… —Hipó, derrotado.

Vox chasqueó los dedos y la cadena desapareció. Baxter se llevó una mano al pecho, intentando recomponerse entre jadeos.

No tenía sentido seguir resistiendo, así que lo contó todo.

Le dijo que la Serafín había visitado el hotel para anunciar que Angel Dust y Sir Pentious no estaban muertos, sino que habían ascendido al Cielo tras sus respectivos sacrificios.

Con cada palabra, la expresión de Vox se transformaba. Primero fue asombro, luego incredulidad y, finalmente, pura rabia.

— ¿¡Cómo es posible que esa maldita zorra adicta esté en el Cielo!? —Vociferó, golpeando la mesa con tanta fuerza que la pantalla de su rostro chisporroteó— ¡Su puta existencia debió ser borrada de la faz de este mundo!

Baxter se encogió de hombros, nervioso.

—Nadie sabe a qué se debe… Pero al parecer el ángel quiere averiguar más al respecto. Acordó con la Princesa que se mantendrían en contacto.

Hubo silencio, el ambiente estaba cargado, sofocante. La pantalla de Vox destelló con estática por un instante antes de que una sonrisa casi enfermiza se extendiera lentamente por su rostro.

—Interesante… —Murmuró y su mirada nuevamente se clavó sobre el pez— Ahora tengo un nuevo trabajo para ti.

Y entonces, Baxter supo que acababa de condenar a todos los que estaban en ese hotel…

Cuando finalmente llegó a su habitación, dejó el maletín a un lado, se desplomó en la silla frente a su mesa de trabajo y se frotó las sienes con ambas manos mientras observaba las sustancias químicas burbujear en los matraces y tubos de ensayo, luego tomó las hojas de sus anotaciones sobre la investigación y las repasó con la mirada, nublada por el cansancio y la culpa.

Por más que intentara justificarse, sabía que su actuar no tenía perdón. Pero si al menos podía hallar las respuestas que Charlie y Emily tanto ansiaban, tal vez no todo lo que dejaría atrás sería destrucción.

Unos golpecitos en la puerta lo hicieron sobresaltarse, la cálida voz de la Princesa le llamó desde el otro lado.

— ¡Baxter! Estamos por empezar nuestra sesión de actividades de hoy, ¡te esperamos en el vestíbulo!

El pez enderezó la espalda de golpe.

— ¡En seguida voy! —Exclamó dejando los papeles sobre la mesa. Se sacudió la bata e intentó calmarse. No podía levantar más sospechas, no ahora.

Antes de salir, dio una última mirada a su alrededor, con un dejo de tristeza y agotamiento. Cerró la puerta tras de sí y se dirigió al lobby, sin saber que, en ese mismo instante, los V's estaban a punto de dar el primer paso en su venganza.

Un paso silencioso, invisible. Nadie lo notaría, al menos, no por ese día.

Las actividades transcurrieron con aparente normalidad. Los huéspedes participaron como de costumbre (Husk y Cherri incluso parecían más entusiasmados de lo habitual) mientras Charlie y Vaggie dirigían la sesión y Alastor observaba todo con su usual expresión entretenida. Baxter, por su parte, tomaba notas, sumido en su propia tormenta interna.

Para ellos, solo había sido otro día, otra sesión de rehabilitación.

Pero en las sombras, un intruso se movía con sigilo. Buscaba algo, algo valioso, algo que, en las manos equivocadas, se convertiría en la pieza clave de un plan que nadie veía venir.

La noche cayó sin incidentes, o al menos eso creyeron.

Al regresar a su habitación, Baxter encontró su maletín abierto. Frunció el ceño, extrañado. Aunque la situación era muy rara, no tenía tiempo para preocuparse por eso, no cuando había problemas mucho más grandes ocupando su mente.

Una vez más, se sumergió en su trabajo, repasando anotaciones e hipótesis con desesperación. Sería otra noche sin dormir.

Tal vez, en el fondo, esa era su manera de castigarse por el mal que estaba causando, privarse del descanso hasta encontrar algo que realmente valiera la pena… Algo que, al menos por un instante, le hiciera sentir que estaba haciendo algo bueno en medio de todo el desastre.

La mañana siguiente llegó envuelta en la acostumbrada alegría de los fines de semana, pues era el día de la esperada llamada con los redimidos.

Mientras aguardaban la hora, Charlie y Vaggie organizaban algunos objetos para la sesión de mostrar y contar del día. Niffty barría con energía, parloteando sobre todo y nada en particular, hasta que su atención se posó en Husk.

—Por cierto, anoche dejaste varias plumas en el suelo del bar —Comentó con su usual entusiasmo.

El gato gruñó algo ininteligible, pero no le dio mayor importancia. Todo parecía seguir su curso, tan tranquilo como podía ser en el Infierno.

Pero la calma duró poco. La primera señal de alerta llegó cuando el teléfono de Baxter vibró con un mensaje de su jefe:

"El día de hoy no se requiere tu presencia en el laboratorio. Todo marcha a la perfección."

Frunció el ceño, desconcertado. No era común que lo eximieran de su trabajo sin previo aviso, y mucho menos con una justificación tan vaga. Un mal presentimiento lo invadió, pero en esos momentos sólo podía especular. Suspiró y guardó el teléfono, no tenía sentido atormentarse por algo que quizá no significaba nada… Aunque una parte de él intuía que sí lo significaba.

Más tarde, la llegada de Arackniss rompió la rutina matutina. Ya se había vuelto costumbre verlo aparecer en el hotel cada cierto tiempo para hablar con Angel.

Saludó con un leve gesto a Baxter y luego dirigió una mirada poco amigable a Husk, quien ni se inmutó y siguió con lo suyo.

A pesar de los intentos de Angel por hacer que su hermano aceptara a su novio, Arackniss seguía mostrándose reacio. Su hostilidad había disminuido con el tiempo, pero aún no podía decirse que su relación fuera cordial.

Mientras esperaban en el mismo salón de siempre a que Charlie regresara con el orbe, el demonio araña le contaba a Baxter sobre las trifulcas en las que se había visto envuelto esa semana para "defender" el territorio donde operaba la organización de su padre. Baxter lo escuchaba con media atención, asintiendo de vez en cuando, pero su mente estaba atrapada en el mensaje de Vox. Su mirada vagó por la habitación, observando a los demás sumidos en sus conversaciones cotidianas, ajenos a la tormenta que se avecinaba. En el fondo, deseaba con todas sus fuerzas poder frenar lo que fuera que estaba por suceder.

Pero entonces, la voz de Charlie rompió sus pensamientos.

— ¡Vaggie! ¿Moviste el orbe de lugar? —Preguntó, asomando la cabeza por el marco de la puerta.

La joven ángel frunció el ceño.

—No. Debería estar donde siempre lo guardamos —Respondió, con una sombra de preocupación en su voz.

—Pero… No está ahí, no lo encuentro —La preocupación en la voz de Charlie era evidente.

Vaggie se puso de pie de inmediato.

—Vamos a buscarlo.

Ambas salieron apresuradas de la habitación, dejando tras de sí un pesado silencio. Los demás intercambiaron miradas incómodas.

— ¿Deberíamos ayudarles a buscar? —Preguntó Cherri, cruzándose de brazos.

—Sí, deberíamos —Respondió Husk con un suspiro.

— ¿Dónde podría estar? Limpié todo el hotel y jamás lo vi —Dijo Niffty, pensativa— ¡Tal vez Alastor pueda ayudarnos a encontrarlo!

Sin esperar respuesta, la pequeña demonio desapareció en un abrir y cerrar de ojos, en busca de su jefe. Cherri y Husk se encogieron de hombros y salieron detrás de ella para buscar cada uno por su lado, dejando a Baxter y Arackniss en el salón.

El demonio pez tragó saliva.

—C-Creo que voy a ayudar a buscar el artefacto —Dijo con torpeza antes de apresurarse a salir del lugar.

Después de varios minutos recorriendo el hotel de arriba a abajo, interrogando a los huéspedes y revisando cada rincón, todos llegaron a la misma conclusión: el orbe simplemente había desaparecido. La preocupación iba en aumento y poco a poco el caos comenzó a tomar forma.

— ¡Es que no pudo desvanecerse así nada más! —Exclamó una estresada Charlie, al borde de las lágrimas.

—Ya buscamos por todas partes —Cherri se cruzó de brazos, frustrada.

— ¡Ay, no! ¿Y si alguien lo robó? —La rubia se llevó ambas manos a la cabeza con la ansiedad reflejada en su rostro.

— ¿Quién haría algo como eso? —Vaggie frunció el ceño, escaneando el lugar con la mirada.

— ¡Tenemos un cleptómano entre nosotros! —Vociferó Niffty, alarmada.

— ¡Shhh! —Husk y Cherri la mandaron a callar al unísono.

En ese momento, Alastor emergió de entre las sombras, atrayendo la atención de todos. La sonrisa en su rostro no traía buenas noticias.

—No hay rastro de tu objeto angelical, querida Charlie.

La Princesa sintió cómo el pánico la ahogaba y, sin poder soportarlo más, rompió en llanto.

— ¡Tenemos que encontrar el orbe! ¡Emily intentará contactarnos en cualquier momento!

Al presenciar la escena, Baxter sintió cómo una idea comenzaba a tomar forma en su cabeza… Algo no cuadraba.

Entonces, el mensaje de su jefe resonó en su mente con una claridad inquietante:

"Todo marcha a la perfección."

Sus ojos se abrieron más de lo habitual. Un escalofrío recorrió su espalda cuando la sospecha se convirtió en certeza.

Sin perder un segundo, salió corriendo hacia su habitación. Al llegar, abrió la puerta de un golpe y se dirigió de inmediato a la pantalla montada en la pared. Sus dedos temblorosos presionaron un par de botones hasta que la estática dio paso a la imagen del demonio-televisor.

— ¿Qué quieres? —Vox lo miró con fastidio— Te dije que jamás me contactaras desde ese lugar, ¿quieres que te descubran, idiota?

—E-Es que… Aquí hay un caos. Se perdió un objeto importante —Tartamudeó Baxter, tratando de controlar su respiración acelerada— ¿Qué hago?

Vox soltó una carcajada, como si acabara de escuchar un chiste particularmente divertido.

— ¿Cómo que qué haces? ¡No tienes que hacer nada! —Respondió con desdén— Quédate al margen y disfruta del espectáculo que nos ayudaste a montar.

Baxter lo miró, incrédulo. La confusión se reflejó en su rostro.

— ¿A qué se refiere?

Vox suspiró, como si tuviera que explicarle algo a un niño particularmente torpe.

— ¿Eres lento o es que vivir en ese basurero te causó algún daño cerebral? —Espetó con burla— Gracias a la información que me diste y a tu ayuda, pudimos apoderarnos de ese objeto de tecnología angelical. Estoy seguro de que podremos darle un uso muy interesante.

El corazón de Baxter dio un vuelco.

— ¿¡Qué!? ¡No! ¡Yo no colaboré con ese robo!

—Claro que lo hiciste —Vox sonrió con superioridad—. Fuiste algo así como mi "caballo de Troya".

Baxter sintió que la sangre se le helaba.

—Alguien se encargó de poner esto entre los cachivaches de tu maletín… —Vox levantó un pequeño dron frente a la pantalla— Y así yo mismo me infiltré en el hotel de la princesita.

El aire pareció faltarle en ese momento al demonio pez. Su maletín… La noche anterior lo había encontrado abierto, pero no le había dado importancia. Ahora todo tenía sentido.

Su estómago se revolvió, el horror en su cara fue cada vez más evidente.

—No puedo más con esto… —Farfulló, sintiendo cómo sus piernas se volvían cada vez más débiles. Su cuerpo cedió y cayó de rodillas al suelo, con la mirada perdida— No sé cómo me convenció de hacerlo… Después de que estas personas fueron tan amables conmigo… ¿Cómo pude prestarme para continuar con esto? —Su voz temblaba, la culpa lo carcomía.

— ¡Oh, por favor! —Bufó Vox con una mueca de hastío— Lo dices como si antes te hubiera importado la ética para cumplir con cualquier otro trabajo.

— ¡Pero esto es diferente! —Baxter alzó la voz con el pecho oprimido por la angustia— ¡Esas personas me recibieron en este lugar con mucha amabilidad! ¡Angel Dust hizo un sacrificio que permitió que yo siguiera con vida! Y… —Se mordió el labio, sintiendo un nudo en la garganta— Esta no es la forma en que quiero aprovechar mi segunda oportunidad —Levantó la vista con determinación, aunque sus manos temblaban— ¡Así que estoy fuera! ¡Puede tomar esto como mi renuncia!

Vox lo miró fijamente, sin cambiar de expresión. Luego soltó una carcajada seca.

—No seas ridículo —Su voz dejó de sonar burlona y se tornó fría, llena de desprecio— NADIE renuncia, imbécil.

Baxter sintió un escalofrío recorrerle la espalda.

— ¿Se te olvida que tengo tu alma? —Continuó Vox, inclinándose ligeramente hacia la pantalla— ¿Cómo piensas que vas a renunciar? Déjate de pendejadas moralistas y sigue haciendo tu trabajo —Sus ojos brillaron con un rojo intenso—. No vas a jodernos esto, maldito pedazo de mierda inservible.

La pantalla desprendió chispas y destellos erráticos mientras un zumbido metálico llenaba la habitación. Baxter sintió su respiración entrecortarse, su pecho se oprimió con la misma sensación sofocante de estar atrapado en un callejón sin salida.

De repente, la puerta de la habitación se abrió con un fuerte golpe.

— ¡Hey, chico malo! —Canturreó una voz— ¿Encontraste el orbe?

Era Niffty, quien había ido a buscarlo luego de que saliera corriendo. Al encontrarse con la escena, su expresión pasó de la curiosidad a la confusión en cuestión de segundos.

— ¿Baxter…? —Su ojo parpadeó con extrañeza al verlo de rodillas, con el rostro pálido.

Y entonces lo vio.

Allí, en la pantalla parpadeante, la figura de Vox aún se distinguía entre la estática.

La sorpresa duró sólo un instante, pues en un movimiento automático, Niffty apretó los dientes, corrió hacia un balde con agua colocado junto a todo el instrumental de laboratorio y sin pensarlo dos veces, lanzó su contenido directamente sobre la pantalla.

El chispazo fue inmediato.

Un sonido eléctrico y violento inundó la habitación. La imagen de Vox se distorsionó en una explosión de rayos y chispas. Las luces parpadearon frenéticamente antes de apagarse por completo, dejando el cuarto sumido en la oscuridad, excepto por la luz que desprendían los ojos de ambos y la antena del demonio pez.

Y, en ese instante de silencio absoluto, sólo se escuchó la respiración agitada de Baxter.

—Te ves muy alterado —Murmuró Niffty, inclinándose a su lado— ¿Te estaba molestando?

Baxter no respondió, se llevó ambas manos al rostro, intentando contener la oleada de emociones que lo abrumaba. Sus hombros temblaban ligeramente con cada respiración agitada.

—Yo… Me equivoqué… —Musitó él, su voz era apenas un susurro ahogado— Yo hice esto. Lo arruiné… Lo siento.

Niffty ladeó la cabeza, confundida.

— ¿De qué estás hablando? —Insistió la pequeña ciclope, intentando comprender.

Pero antes de que pudiera seguir hablando, los demás (incluido Arackniss) irrumpieron en la habitación, alarmados por el repentino apagón.

Alastor chasqueó los dedos y las luces regresaron de inmediato. Lo que vieron los dejó desconcertados… La pantalla destrozada, el suelo aun chispeando por la sobrecarga… Y Baxter en el suelo, con el rostro oculto entre sus manos.

— ¿Qué pasó aquí? —Preguntó Charlie, preocupada, acercándose a él— ¿Te encuentras bien, Baxter?

Cuando intentó apoyarle una mano en la espalda, él se apartó bruscamente, aún sin levantar la vista. Y entonces, con una voz vacía, soltó las palabras que hicieron que el ambiente se volviera aún más tenso:

—No sigan buscando el orbe… No lo van a encontrar —El silencio llenó la habitación junto con la temible expectativa de lo que el demonio pez estaba por decir—. Ahora lo tienen los V's.

— ¿¡Los V's!? ¿¡Por qué carajo tendrían ellos el orbe!? —Soltó Vaggie, con un tono más rudo de lo necesario.

Por primera vez en un buen rato, Baxter alzó la mirada. Sus ojos, opacos y vacíos, se encontraron con los de Charlie, quien aún esperaba la verdad.

—Porque… Yo les ayudé a robarlo.

El aire pareció volverse denso.

La Princesa retrocedió, horrorizada. Su mano, la misma que había extendido hacia el pecador momentos antes, se cerró con fuerza contra su pecho, como si intentara protegerse de una herida invisible.

Él lo sabía. Sabía lo importante que era el orbe para ellos, sabía que era su única forma de comunicarse con sus amigos en el Cielo. Sabía que los V's no solo habían convertido la vida de Angel en el Infierno en un tormento, sino que no habían parado de desprestigiar el hotel desde el día del exterminio, regodeándose en la tragedia de ella y sus seres queridos. Y, aun así, los había ayudado.

¿Por qué? ¿Con qué fin?

En su cabeza resonaron las palabras de su madre:

"Sé que en algún momento te darás cuenta de que no vale la pena que te preocupes por esas personas, por dos de ellos que lograron llegar al Cielo, no significa que dentro de los demás exista algo más que maldad. Está en tus manos elegir si quieres que usen esa maldad en tu contra, decepcionándote, traicionándote y engañándote…"

Los ojos de Charlie se llenaron de lágrimas y, sin poder evitarlo, comenzó a llorar. Se abrazó a sí misma, sintiendo cómo una grieta se abría en su interior.

¿Y si su madre no estaba tan equivocada después de todo?

Vaggie, al verla así, sintió cómo la ira más recalcitrante se apoderaba de todo su ser. Tomó la mano de Charlie y la ayudó a ponerse de pie antes de estrecharla con fuerza entre sus brazos, dejando que su novia ocultara el rostro en su cabello.

Clavó su mirada en Baxter con un odio feroz, pero antes de que pudiera hablar, Arackniss se le adelantó, colérico.

— ¿¡Qué mierda hiciste, Baxter!? ¿¡Cómo pudiste!? —Su voz se quebró en un rugido iracundo— ¡Sabías que esa era la única forma en la que podía hablar con mi hermano! ¡Sabías lo importante que es para mí mantenerme comunicado con Anthony! ¡Y ahora ninguno de nosotros podrá saber nada de él! ¿¡Por qué mierda hiciste algo así!?

El demonio pez se encogió de hombros. No tenía respuesta, no tenía excusas.

— ¿¡No vas a decir nada!? ¡Perfecto! ¡Entonces vete al carajo! Con amigos como tú, para qué necesito enemigos. Nos jodiste a todos —Masculló y se marchó.

Baxter no hizo nada por detenerlo, de cualquier forma no hubiera podido, ya que los reclamos no habían terminado.

— ¡Sí, puto idiota! ¡Nos jodiste! —Cherri se unió a la embestida, furibunda— ¡Si Angel supiera lo que hiciste, no querría aceptar ni media puta palabra de agradecimiento de un traidor de mierda como tú!

Husk, que se había mantenido en silencio, se llevó una mano a la frente y dejó escapar un suspiro pesado.

—No puede ser… —Murmuró, sin fuerzas para recriminarlo.

Entonces, la voz de Vaggie estalló.

— ¿¡Cómo te atreviste a hacer esto después de que Charlie te recibió en el hotel y te dejó vivir aquí con nosotros!? —Espetó, su furia se desbordaba tras cada palabra— ¿¡Después de lo que Angel y Husk hicieron por ti!? ¿¡Es así como decides pagarles a las personas que han hecho tanto por ti!?

—Lo siento… Jamás quise que esto pasara, pero no tuve opción… —Su voz temblaba, quebrada por el peso de su propia traición— No tienen idea de lo que es estar atado a alguien a quien no le importa cómo te sientes o cómo se sienten los demás, alguien que te obliga a traicionar a las personas que han hecho tanto por ti… No tuve otra alternativa —Hizo una pausa, sintiendo que el aire se volvía más pesado— Hubiera aceptado mi muerte como consecuencia de mi silencio, pero mi jefe… —Tragó saliva, cerrando los puños— Amenazó con dañar a Niss, y yo… Yo no supe qué más hacer…

El silencio que siguió fue espeso, incómodo.

Husk, quien observaba desde una distancia prudente, sintió que un escalofrío le recorrió el cuerpo. Sus orejas se alzaron y sus ojos se abrieron de golpe.

Esa historia… Sonaba demasiado familiar, demasiado parecida a la suya.

Atado a alguien que lo manipulaba, que no se cansaba de presionarlo para traicionar sus propios límites, a las personas importantes para él y a sí mismo. Esa era su historia estando encadenado a Alastor.

Pero el Demonio de la Radio no parecía particularmente conmovido. Giró su bastón con aire despreocupado y avanzó hasta quedar justo frente a Baxter, con una sonrisa afilada en los labios y un brillo cruel en los ojos.

—Vaya, vaya… Veo que esa tele con patas no desiste de sus planes de venganza por lo que pasó con nuestro huésped estrella —Canturreó con su usual tono jovial, aunque su voz goteaba veneno—, pero fue muy poco inteligente al mandarte aquí, chiquitín.

Alastor bajó un poco la cabeza, inclinándose lo suficiente para que sus ojos se clavaran directamente en los del demonio pez.

—Porque ya se le advirtió lo que pasaría si trataba de enviar gente para sabotearnos —Su sonrisa se ensanchó, con un dejo de malicia—Y nosotros no mostramos misericordia.

El aire se volvió aún más denso, la atmósfera se sentía amenazante. Baxter apenas podía respirar mientras los ojos rojos de Alastor lo perforaban junto con esa sonrisa depredadora.

Pero antes de que el Demonio de la Radio pudiera actuar, una figura pequeña se interpuso entre ambos.

— ¡Espera, espera, espera! —La voz de Niffty cortó la tensión como un cuchillo.

La pequeña cíclope se plantó frente a Alastor con los brazos extendidos, su ojo reflejaba más ansiedad que de costumbre.

—No tienes que hacer esto, Alastor —Dijo con tono serio, pero ligeramente suplicante— ¡Baxter no quería traicionarnos!

Alastor permaneció imperturbable con su sonrisa, pero la sombra que lo envolvía pareció oscurecerse.

—Oh, Niffty… —Su voz sonó amable, pero su mirada ardía con diversión cruel— No voy a matarlo por lo que quería, lo mataré por lo que hizo —Su tono se volvió más gélido tras decir aquellas últimas palabras.

Baxter sintió su garganta cerrarse cuando la sombra de Alastor se extendió como un manto de muerte, pero antes de que algo más pudiera pasar, una voz grave resonó en la habitación.

—No.

Todos giraron para ver a Husk, que ahora estaba entre Alastor y Baxter. Sus orejas estaban erguidas, y su cola, normalmente relajada, se movía con irritación.

— ¿Oh? —Alastor alzó una ceja, se le podía notar molesto por la intervención, pese a que mantenía su sonrisa— ¿Qué propones entonces, Husker?

El felino exhaló con cansancio y miró a Vaggie y Charlie.

—Ustedes dos saben que esto está mal. Llevan meses rompiéndose la espalda para sacar adelante el hotel y demostrarle a todo este maldito Infierno que podemos cambiar, que la redención es posible.

Vaggie apretó los labios, sosteniendo con más fuerza la mano de Charlie, que aún temblaba.

— ¿Y ahora vamos a dejar que Alastor haga el trabajo de exorcista? ¿Así, sin más? —Husk cruzó los brazos sobre el pecho, no había molestia en su voz, sólo una firme determinación— Eso no es lo que han estado predicando durante todo este tiempo.

La rubia bajó la mirada, con el corazón golpeándole el pecho.

—Yo no… No sé si puedo perdonarlo… —Susurró con la voz entrecortada por la tristeza y la decepción.

—Nadie dijo que tienes que hacerlo —El gato demonio la miró de reojo—, pero dejar que lo maten sería tirar todo lo que hemos construido a la basura.

Charlie cerró los ojos con fuerza y Vaggie miró a Husk, luego a Baxter, luego a Charlie… Y finalmente, con un suspiro pesado, bajó la cabeza.

Alastor, por su parte, soltó una carcajada corta.

—Vaya, vaya, ¡qué conmovedor, Husker! Pero la pregunta sigue en el aire… —Se inclinó hacia Charlie con una sonrisa encantadora y letal— ¿Qué decides, majestad? ¿Dejamos vivir al traidor? ¿O acabamos con él para que ese trío de demonios pretenciosos entienda que nadie vendrá a nuestro hotel a sabotear nuestra labor?

La Princesa se tomó su tiempo para pensar, el dolor no era buen consejero. No podía dejarse llevar por la desilusión ni por la traición que aún ardía en su pecho. Solo quería asegurarse de tomar una decisión justa.

—Yo… No sé si podré volver a confiar en ti, al menos no pronto —Le dijo a Baxter—. Pero Husk tiene razón, dejar morir a alguien por sus errores no nos haría diferentes de aquello que estamos intentando combatir.

El demonio pez sintió que finalmente podía respirar de nuevo. No dijo nada, pero sus ojos reflejaban un silencioso agradecimiento.

Vaggie acarició suavemente la espalda de Charlie para tranquilizarla, pero su mirada se clavó sobre Baxter como si de su lanza se tratara.

—Más vale que encuentres la manera de solucionar este puto problema y recuperar ese orbe —Masculló antes de retirarse de la habitación junto con Charlie.

Alastor, por su lado, dejó salir un gruñido acompañado de un leve sonido de estática, miró a Husk entrecerrando los ojos, pero no dijo nada, sólo se fundió en una sombra y se marchó.

La siguiente en irse fue Cherri, si bien no era partidaria de la ejecución, tampoco estaba de humor para seguir viendo la cara de Baxter.

Los únicos que permanecieron ahí fueron Husk y Niffty.

— ¡Descuida! —Trató de animarle la pequeña demonio— Charlie y Vaggie están enojadas ahora, pero si demuestras que tienes intenciones de ser más que un chico malo… ¡Eventualmente te perdonarán!

Baxter dudó. No estaba seguro de merecer ese perdón. Además, no solo Charlie y Vaggie estaban molestas… Arackniss también estaba furioso.

A lo largo de su vida, siempre había preferido evitar a las personas, enfocarse en su trabajo, vivir en su propio mundo. Pero en Arackniss encontró a alguien con quien tenía cosas en común y lo entendía, la única persona a la que consideraba un amigo, al menos hasta antes de llegar al hotel y sentirse tan bien recibido. Y ahora, lo había perdido.

Con un suspiro pesado, se puso de pie. Levantó la mirada y se encontró con Husk, quien lo observaba en silencio. Sus brazos seguían cruzados, no lo juzgaba, tampoco lo condenaba… Simplemente lo miraba con algo que no podía descifrar.

—Nuevamente me salvas la vida… —Murmuró con amargura— Y yo ni siquiera me lo merezco.

Husk bufó, apartando la vista por un instante antes de volver a fijarla en él.

—Te entiendo, chico —Dijo, con voz queda—. Sé lo que es que alguien intente hacerte ir en contra de tu propia moral solo para cumplir sus objetivos.

Baxter parpadeó, sorprendido por la sinceridad en su voz.

—Sé lo que es sentirse atrapado, creyendo que no tienes opción más que seguir adelante con algo que en el fondo detestas. Y sé lo que es que te empujen a traicionar a las únicas personas que te han demostrado que, incluso aquí, en el puto Infierno, todavía puede haber algo de luz.

Hubo un momento de silencio, Baxter sintió un nudo en la garganta, ¿por qué le decía eso ahora?

—Pero llega un punto en el que tienes que decidir si sigues dejándote arrastrar… O si te mantienes firme y luchas por lo que de verdad crees —Continuó Husk, su tono era grave pero sereno—. Piensa en eso la próxima vez, porque ya no tienes que afrontar estas mierdas tú solo.

El demonio pez no supo que responder. El silencio entre ambos se extendió unos segundos más, hasta que Niffty rompió la tensión con su característico entusiasmo.

— ¡Bueno! Si hay que encontrar una solución para el problema, mejor hacerlo rápido, ¡no me gusta cuando la gente está enojada y el ambiente se siente raro!

El felino resopló, pero una media sonrisa se dibujó en su rostro.

—Tienes razón, Niff —Su mirada se dirigió hacia Baxter—. No vas a arreglar nada quedándote ahí, lamentándote por lo que ya está hecho.

El pecador asintió lentamente. Si quería reparar el daño que había causado, tenía que ponerse a trabajar. No tenía todas las respuestas que necesitaba, pero al menos sabía que no estaba completamente solo.

Y, con eso en mente, se puso en marcha.

Husk pareció satisfecho con la decisión de Baxter. Se había evitado un desastre y confiaba en que, cuando los ánimos se calmaran, podrían encontrar una solución. Sin embargo, había algo que no podía quitarse de la cabeza: los V's tenían el orbe.

No sabía exactamente qué pretendían hacer con él, pero no iba a quedarse de brazos cruzados esperando averiguarlo.

Aquel día en que Valentino había aparecido en el hotel para intentar llevarse a Angel, Husk se había quedado con ganas de devolverle aunque fuera una fracción de lo que se merecía… Y ahora, después de que esa maldita polilla y sus socios les arrebataran su única conexión con los chicos en el Cielo, finalmente tenía el motivo perfecto para ir y romperle la cara hasta quedar satisfecho.

Tal vez estaba actuando por impulso, pero ya encontraría la forma de convertir su furia en un buen plan de asalto de camino a la Torre V.

Se dirigió a su habitación y tomó un mazo de sus cartas reforzadas con acero celestial "por si acaso". Fat Nuggets, que descansaba sobre la cama, levantó la cabeza y lo observó con curiosidad.

—Solo iré y volveré, no tardaré mucho —Le aseguró Husk, pasando una mano sobre su pequeña cabeza en una caricia fugaz.

Salió de la habitación con determinación y avanzó por los pasillos silenciosos hasta llegar al solitario vestíbulo. No dudó ni un segundo al colocar su mano sobre la perilla de la puerta principal, pero antes de que pudiera girarla, una sombra familiar se proyectó a su espalda.

El felino sintió el aire volverse más denso, se volteó lentamente y, como ya intuía, se encontró cara a cara con Alastor. La sonrisa del demonio de rojo era más oscura que de costumbre.

No le dio tiempo de reaccionar.

En un parpadeo, Alastor lo acorraló contra la puerta, sus garras perforaron la madera a ambos lados de su cabeza. Antes de que Husk pudiera gruñir siquiera una maldición, sintió el tirón de la cadena que se cerraba alrededor de su cuello, fría y sofocante.

— ¿QUÉ MIERDA FUE ESO, HUSKER? —Su voz estaba cargada de furia, con estática vibrando en cada sílaba.

Tiró de la cadena con fuerza, atrayéndolo hacia su rostro, lo suficientemente cerca para que el gato demonio viera el fulgor rojo y maligno en sus ojos. Su sonrisa se amplió, volviéndose más perturbadora, más insidiosa.

Y entonces, Husk entendió que se había metido en un juego que no podía ganar.