Capítulo 35

* * * P.V.A * * *

Termino rápido de desmaquillarme después de ponerme mi ropa, y tras tirar la toallita, cojo mi bolso y salgo del cuarto de las chicas, encaminándome veloz por el bar y el pasillo para salir de allí, tratando de olvidar todo lo sucedido cuanto antes.

El frío de la madrugada me golpea duramente, pero me hace sentir bien. El aire del bar está lleno de humo, y viciado por el olor a perfumes baratos y ambientadores que tratan de ocultar lo que ocurre allí.

Otra vez me siento sucia y fatal sin poder olvidarme de lo que he tenido que soportar hoy, y desde hace un tiempo casi cada día. Parece que servir copas también incluye llevarlas a los reservados y a veces ofrecerme a mí misma, y aunque nunca he tenido que llegar a mayores gracias a algunas de las chicas que me han salvado de ello, tengo constantemente que dejarme tocar, sonreír y reírles las gracias como si me gustara, e incluso a veces ser yo la que haga cosas.

No, no. Basta de pensar en eso de nuevo o volveré a tener pesadillas esta noche. Eso me recuerda a que debo comprar pastillas para dormir, porque ya se me han acabado y no puedo descansar sin ellas. Me estoy convirtiendo en una adicta, y fumando como nunca antes. Encima para más inri hoy me siento super triste, ya que precisamente hoy haría tres años con Genji, y no puedo parar de recordar cosas y echarlo de menos.

La ansiedad vuelve a invadirme mientras pienso en todo este cúmulo de problemas y sentimientos horribles, y tengo que respirar profundamente un par de veces para no llorar y relajarme en mi camino hacia la estación de Shinjuku, pero antes de entrar me paro cuando se me hiela la sangre al escuchar la voz de Ken tras de mí.

-Airi, ¿podemos hablar?

Maldita sea, ¿qué coño hace él aquí a estas horas? ¿Me habrá seguido? Siento que mi cerebro se colapsa sin saber qué decir, y entonces opto por lo más rápido, siguiendo mi camino al interior de la estación.

-Tengo prisa, Ken. He salido muy tarde y mañana madrugo. –Le miento con descaro, ya que hace días que no voy a la universidad, pero él me sujeta del brazo y se pone delante, yendo al grano.

-Airi, ¿qué haces trabajando en el club de Kuroki? Te he visto salir de allí un par de veces, y con hombres del sindicato que trabajan para él.

-No te metas en esto, Ken, por favor. –Le suplico mientras mis lágrimas ruedan, pero él insiste.

-Quiero ayudarte, Airi. Esto es peligroso, ¿qué te han ofrecido, por qué no van a por Genji?

-¿Él está bien entonces?

-Sí. Dime qué está pasando o no podré ayudarte. –Me insiste sujetándome de los brazos, mirándome fijamente.

-Me ofrecieron dejarlo en paz si yo trabajaba para ellos en el club, así pago por él la deuda.

Veo como su cara se compunge en una mueca de horror al escucharme, y tras llevarse la mano a la cara y susurrar un improperio, habla de nuevo.

-¿Qué te están obligando a hacer?

-Nada, sólo soy camarera. –Susurro sin fuerza, evitando sus ojos. Ken sabe leer muy bien mis caras.

-Airi, no me mientas. Conozco esos lugares, conozco a esa gente. No voy a decir nada, sólo quiero ayudarte. ¿Te obligan a acostarte con hombres?

Lloro con más ganas mientras niego con la cabeza y trato de evitar los sollozos antes de responder con tremenda vergüenza y ansiedad, sin mirarle.

-No llega a tanto nunca, sólo dejo que me toquen, y yo a veces... Dios es horrible.

Cuando estallo en llanto Ken me abraza susurrándome que me calme, frotando mi espalda hasta que habla de nuevo cerca de mi oído.

-Airi tenemos que sacarte de ahí, no puedes seguir haciendo eso, ni puedes fiarte de esa gente en nada. Hablaremos con la policía, hablaremos con Genji, buscaremos...

-¡No, no, Ken, por favor! –suplico al separarme de él abruptamente. –No le digas nada a nadie, por favor. Harán daño a Genji, y si él o mi hermano se enteran de lo que hago ellos... prométeme que no dirás nada, Ken.

Veo como traga saliva y se lo piensa, contemplando con tristeza mi ansiedad, pero finalmente suspira como con culpabilidad y accede.

-Está bien, no diré nada. Pero debes saber que Genji sabe que te vi meterte en un coche de Kuroki. Le diré que no sé nada más, ya veré que me voy inventando, pero no puedo asegurarte que lo deje estar. Anda, deja que te acompañe a casa.

Asiento y le doy las gracias con sinceridad, abrazándolo de nuevo sin poder dejar de llorar con una mezcla agridulce en mi interior.

* * * P.V.G * * *

Son casi algo más de las 12 de la noche y aún Airi no ha aparecido por su casa, ni siquiera cuando tenía que venir de vuelta de la universidad, pero después de unas llamadas y conseguir hablar con una de sus compañeras de carrera, me enteré de que lleva sin ir más de una semana, y eso sólo reafirma mis sospechas de que está metida en alguna mierda, como Ken me dijo.

Hablando de Ken, el muy cabrón no ha vuelto a decirme nada claro desde que hablamos en mi casa, se ha limitado a decirme que sí trabaja en un bar, pero que no está seguro si es de Kuroki, y que Airi esta muy ocupada y le da largas, y luego él me las da a mí. ¿Se cree que no me doy cuenta de que sabe algo más? Por eso he decidido dejarme de gilipolleces y venir a preguntarle yo mismo a ella, porque veo a Airi capaz de cualquier cosa por mí, y eso me asusta tanto como me hace sentir un cosquilleo en el estómago.

Apago el cigarro con velocidad cuando la veo aparecer por la calle de enfrente, lo suficientemente lejos para que no me reconozca ni se de cuenta de mi presencia, y con una distancia prudencial empiezo a seguirla hasta su portal. Mientras abre la puerta lentamente me pongo detrás y hablo.

-Hola.

Ella se asusta en cuanto me oye, girándose rápido con un miedo escrito en la cara que me sorprende, pero para mi extrañeza eso no se disipa, aunque trata de ocultarlo con frialdad.

-¿Qué quieres?

-Hablar contigo, ¿puedo pasar? –Pregunto mirándola, aunque ella no me mira a los ojos y saca las llaves de la cerradura.

-No. No creo que a tu novia le gustase. –Añade con un deje de rabia que logro discernir, y me hace sentir culpable.

-No es mi novia, nunca lo ha sido. No hemos hecho nada.

-¿Qué quieres, Genji? –Me suelta para que vaya al grano, y obedezco cuando veo el dolor en sus ojos.

-¿Estás trabajando para Kuroki?

En cuanto digo eso veo que se queda anonadada y evita mirarme a los ojos hasta que es capaz de volver a mirarme con indiferencia.

-Déjame en paz, ya no estamos juntos. Qué más te da.

Le agarro del brazo para que no se meta se la casa y tiro para que me mire directamente, sin tonterías, hablando seriamente.

-Me importa mucho si van a acabar matándote por cubrirme a mí o algo así. ¿Quién te ha hecho esto? –Pregunto cuando me doy cuenta de que tiene un moratón en la mejilla izquierda, pero ella me aparta para que no me acerque más, intentando escabullirse de nuevo.

-Déjame en paz, Genji, por favor. –Llora cuando vuelvo a agarrarla, diciendo que me conteste. Verla así me hace apretar la mandíbula sin saber qué hacer. No quiero presionarla para hacerla sufrir más.

-Estás trabajado para él, aunque no me lo digas, es evidente. Por eso no vienen a por mí. ¿Qué te está obligando a hacer?

-Nada, no te importa. –Susurra aún con las lágrimas cayendo de sus ojos, mientras mi cabreo aumenta.

-Si no me lo dices iré yo mismo a verlo y a sacarte de ese sitio.

-Sólo soy camarera, sirvo copas y limpio. Ya está, ¿contento? –Dice rápidamente con exasperación, y me quedo un rato mirando sus ojos para saber si miente o no, pero no logro descubrirlo.

-¿Y por qué lloras y tratas de ocultarlo si sólo es eso?

Ella aparta la mirada de mí y aprieta los labios sin contestar nada, pero tras insistirle de nuevo con firmeza consigo que explote y me grite con furia, clavando sus ojos llenos de lágrimas en los míos.

-¡Se supone que no quieres saber nada de mí, que ya no estamos juntos, ¿no?! ¡Por qué tienes que venir ahora a preocuparte por lo que hago, Genji! ¡Necesito olvidarme se ti, ¿vale?! ¡Vete y déjame, por favor! ¿Quieres saber por qué estoy llorando? Porque te quiero y no puedo dejar de hacerlo, y ya no sé qué hacer.

Airi se limpia las lágrimas con manos temblorosas e intenta meterse en casa, pero yo la detengo una vez más sintiendo como un enorme peso me aplasta el pecho por su desesperación, y la abrazo con fuerza sin decir nada hasta que siento que me corresponde y vuelve a llorar con ganas. Quiero besarla y decirle que la quiero hasta que su dolor desaparezca, pero no puedo ser tan cabrón, así que en cuanto me separo me doy la vuelta y me marcho sin decir nada, dejándola confusa mirando mi huida.