Capítulo 27

* * * P.V.G * * *

Alzo la cabeza para mirar hacia el escenario, done Airi, Ruka, Tamao y Ken están hablando y bebiendo la última copa a la vez que recogen la zona antes de que cerremos al público en diez minutos, aunque podría hacerlo ya, ya que los últimos clientes se están marchando dirigiéndose a la salida con serios problemas para ir en línea recta.

-Bueno, ya hemos terminado todo en los almacenes, y por aquí está todo repuesto. –Habla Ushiyama llegando junto con su sobrina a la barra.

-Bien, gracias. Podéis iros ya. Acabare yo de limpiar y hacer la caja.

-Vale, gracias, Genji.

Asiento ante la sonrisa de ambos, observándoles salir de la barra para ir al almacén del pasillo y recoger sus cosas, saliendo entre una animada conversación que interrumpo antes de que se alejen demasiado.

-Ushiyama, baja la verja de la calle, por favor.

-Claro. Buenas noches. –Se despide alzando la voz para que el resto el oiga, siendo contestado a coro por ellos.

No tardan en aparecer todos frente a mí, dejando sus vasos en la barra para que pueda ponerme a lavarlos rápidamente mientras Ken habla.

-Bueno, chicos, yo me voy ya. Ha sido una buena noche.

-Nosotros también nos vamos –agrega Ruka, pasando a quitarle el vaso a su novio antes de que acabe-, porque si no voy a tener que llevar a rastras a este.

-Oh, venga, estoy bien.

Airi y Ken se burlan de Serizawa con una ironía tras otra porque va un poco pedo, y es totalmente perceptible, lo que me hace sonreír ante la escena.

-Bueno, chicos. Buenas noches. Venga Tamao, vámonos. –Se despide finalmente Ruka, sujetándolo para que le haga caso.

-Adiós, buenas noches. Voy a ayudarla un poco.

Airi y yo nos despedimos de Ken mientras seguimos viendo el espectáculo, sonreído hasta que se marchan y nos quedamos solos en el local.

-Te ayudaré, ¿qué hay que hacer? –Pregunta apoyándose en la barra frente a mí.

-Limpiar esto y hacer la caja.

-Vale, yo me encargaré de esto, tú del dinero.

Me sonríe antes de irse al almacén a por la escoba, y no puedo más que devolverle el gesto mientras me dirijo a la caja registradora, sacando el dinero, recordando que debo cerrar la puerta de abajo con llave antes de que pueda olvidárseme.

Bajo las escaleras mientras amontono los billetes, y los dejo sobre una de las estanterías del pasillo sacando las llaves y cerrando con lentitud cuando escucho un sonido lejano y metálico, como proveniente de la malla de seguridad de la puerta, y poco después la voz de Airi nombrándome lentamente, como con miedo, casi sin alzar la voz, lo que me hace fruncir el ceño con extrañeza. En cuanto salgo del pasillo de la escalera lo entiendo todo.

Hay un grupo de seis tíos con pasamontañas y bates de baseball frente a la barra, liderados por el grandullón calvo de siempre, la mano derecha de Kuroki. Airi está parada frente a todos, agarrando la escoba muy quieta mientras los mira, aterrada.

-Vete de aquí, sal por la puerta de abajo. –Le digo rápidamente mientras me pongo delante de ella, encarando a los tíos, pero no reacciona y el líder habla.

-Tu novia debería largarse de aquí antes de que esto se ponga serio, o no puedo garantizar que no le pase nada.

-Si la toca alguien, estáis muertos. –Respondo con enfado sin quitarle ojo, cabreándome más cuanto mayor es su sonrisa burlona. Enseguida noto como Airi me agarra de la camiseta.

-Genji, por favor, no...

-Lárgate de aquí, vamos. –Vuelvo a repetirle, serio.

-No, no me iré sin ti.

Maldigo interiormente y evalúo la situación a mi alrededor. No puedo protegerla y pelear a la vez, joder. La voz del jefe me distrae, haciendo que mis ojos vuelvan a él.

-Ya te avisé una vez, Takiya. Ya no habrá más modo bueno, chaval. Destrozadlo todo.

En cuanto da la orden con la satisfacción rezumando en su mirada, el resto de tíos empiezan a moverse veloces por todos lados liándose a batazos, lo que hace que Airi suelte la escoba de inmediato con un respingo, y que yo me dirija al tío más cercano para empezar a pelear, gritándole a ella que se marche, aunque es en vano.

Con todo el jaleo que enseguida se ha montado ni siquiera sé dónde está Airi, pero sé que nadie le hace nada porque a veces llega hasta mí y tira de mi camiseta para tratar de detenerme mientras sigue gritando mi nombre, y que pare una y otra vez, superada por todo esto, pero no voy a dejar que esos hijos de puta hagan lo que quieran.

Como los tíos encapuchados pasan de mí y siguen a lo suyo, tras llevarme un par de patadas y golpes, voy directamente a por el líder, quien además se dirige a Airi para hacer que se calle, agarrándola mientras le dice que se largue o acabará peor que yo.

-¡No la toques! –Le grito con furia para abalanzarme sobre él, dándole un puñetazo en cuanto lo empujo lejos de ella, pero me detengo de repente en cuanto el tío se recupera y me apunta con una pistola que saca veloz.

Airi grita con pánico al verlo, pero los gritos del tío se hacen protagonistas y todos nos callamos, incluso sus secuaces dejan de destrozar.

-¡Estoy harto de ti, gilipollas! ¡Esta vez la has cagado, voy a mandarte con tu puto padre de un tiro en la cabeza! ¡Se acabaron las gilipolleces, niñato!

Yo no digo nada, pero sigo mirándolo desafiante a pesar de que mi corazón late desbocado como nunca antes, por el miedo y la agitación de la lucha, pero Airi empieza a sollozar, suplicando como una loca al tío para que no me haga nada.

-¡Por favor, no dispare! ¡Por favor, se lo suplico! ¡No le haga daño!

Ella llora amargamente en pánico mientras le mantiene la mirada, y el hombre de Kuroki alza rápido el arma y dispara al techo, haciendo que nos asustemos levemente y todo quede en silencio hasta que habla de nuevo, cogiéndome de la pechera con violencia y usando su tono más amedrentador.

-No quiero tener que volarle los sesos a ella también por tu culpa y para eliminar testigos, pero te juro que la próxima vez, y créeme que la habrá, no vas a tener tanta suerte, y si hace falta, ella o quien sea se llevará una bala antes que tú. ¡Vámonos!

Al gritar me suelta y sus hombres le siguen raudos hasta la salida, dejando la puerta abierta, y en cuanto se piran el bar se sumerge en un profundo silencio que contrasta con el caos dejado, hasta que Airi vuelve a respirar de nuevo, y escucho como se deja caer al suelo y empieza casi a jadear para conseguir aire.

Me giro y la veo de rodillas, llorando en silencio con la cara blanca como la cera, y el gesto descompuesto por el miedo y la ansiedad, con lo que me acerco y tras limpiar el hilo de sangre que me corre nariz abajo, me agacho frente a ella.

-Tranquila, ya ha pasado. Todo está bien.

Airi me mira, e incapaz de articular palabra aún, asiente deprisa. No obstante, es evidente por la cara que tiene que está lejos de estar bien y asimilar lo que ha ocurrido, y lo que podría haber pasado.

Limpio con los dedos las lágrimas que corren por sus mejillas y ella pronto agarra mis manos con fuerza. Está temblando, y me mira fijamente un segundo para después romper a llorar con una intensidad desmedida, fruto del miedo y del shock. Por un instante me siento sobrepasado por la escena, pero me obligo a reaccionar y la abrazo contra mi pecho fuertemente.

-Está bien, tienes que tranquilizarte, Airi.

Ella no para por mucho que le susurre, y a cada segundo que transcurre me encuentro peor por verla de ese modo, sabiendo que tengo la culpa por dejar que esto se haya excedido, por no resolver los conflictos y dejarlo estar a sabiendas de que las cosas se pondrían feas. Esto se me ha ido de las manos, y sé que sólo es el comienzo.

Esta mierda no tiene vuelta atrás, me doy cuenta en aquel preciso momento, y por primera vez un miedo desesperante me golpea de lleno. Estoy poniéndola en peligro todo el tiempo, y aunque ella es consciente, pasa de alejarse de mí e incluso de abrirme los ojos por miedo a enfadarme y a que pase de ella, lo que hace que me sienta peor y un gilipollas.

-Lo siento, Airi. –Susurro con todo aquello en mente haciéndose cada vez más grande.

Tengo que solucionar esto, y no se me ocurre ninguna forma buena de hacerlo en la que ella no sufra, pero lo que tengo claro después de verla de este modo, es que debo hacerlo por muy jodida que sea la única medida posible para ello que acude a mi mente, y hace que me cueste respirar.