Peeta's POV* (este fanfic incluye ambos POVs)
No sabía cómo esperaba encontrármela, pero supongo que no así. Es decir, encontrármela viva era en realidad todo lo que había querido, pero me doy cuenta que sí había tenido una especie de expectativa por lo que al reencuentro se refiere. En verdad es estúpido, porque no creo ni que esté preparado para un abrazo, pero quizás sí había esperado algo así, puesto que la última vez que nos despedimos en la guerra fue con un abrazo y un beso en la mejilla. Ella me había perdonado y protegido a pesar de haber intentado matarla, y yo le había salvado la vida después. Bueno, había impedido que se matara, la había obligado a atarla a la vida, no sé si a eso se le puede llamar salvar, si ella lo que realmente quería era irse, pero no pude dejarla marchar. Así que sí, estoy contento de ver que sigue viva, pero no de ver cómo utiliza su vida. Se ha convertido en Haymitch y eso es lo que me ha horrorizado. ¿Voy a tener que rescatarles continuamente? ¿Limpiando sus vómitos y ayudándolos en sus resacas? ¿Obligándoles a bañarse? ¿Cómo si los dos fueran unos enfermos a mi cargo? Alguien debería recordarles que yo también estoy enfermo. De hecho, más de lo que ellos han llegado a estar. Así que deberían ser ellos quienes acudieran a mí para comprobar cómo me encuentro y no al revés. No puedo evitar pensar que son unos egoístas y con una pizca de malicia me alegro de que no esté sano del todo, porque me niego a hacer esas tareas. Cada uno que se apañe como pueda.
Entro en mi desalentadora, fría y vacía casa enfadado y cierro de un portazo. Maldito Distrito. No me ha traído más que dolor en toda mi vida, y yo me entesto a seguir volviendo aquí. Nunca ha sido un verdadero hogar, pero es lo más parecido que tengo. ¿Qué haría ahí en el Capitolio? Me ponía enfermo con solo saberme ahí. El Doctor Aurelius decía que era importante que superara mi fobia y que fuera capaz de pasear por la plaza con normalidad, que eso era importante para mi recuperación… Y un jamón. Yo no quiero volver a tener que pisar esa estúpida ciudad en mi vida. Para mí como si vuela por los aires en mil pedazos, de hecho, me harían un favor, a mí y a todos los que hemos padecido por su culpa. Así que, ¿qué alternativa tenía? ¿Escoger un Distrito al azar? Tengo que admitir que me tentó la idea de irme con Annie. Finnick me ayudó tantísimo… no solo durante el Vasallaje, sino cuando volví del secuestro también. Él no me tenía miedo ni me juzgaba, me entendía y me protegía, así que yo quería hacer lo mismo con Annie y con su hijo. Pero se fue a su Distrito al cabo de poco y aunque me prometí que los visitaría en cuanto tuviera la oportunidad, sabía que ese no era mi sitio. Este es mi Distrito, aquí me crie y aquí quiero morir. Sin contar claro, que aquí hay lo queda de lo que una vez medio llegó a ser una familia para mí. Haymitch, una especie de tío, el típico tío que se emborracha en las cenas familiares y te arruina la velada, pero que a la vez soportas porque bueno, qué remedio, sois familia y en el fondo os queréis. Y Katniss. Ya he abandonado cualquier intento de definirla. He aprendido que es mejor no ponerle ninguna etiqueta. Ella es solo Katniss.
Todo el mundo dio por sentado que volvería a su lado. El Doctor Aurelius me animaba con eso, el incentivo que utilizaba era "tan pronto como estés recuperado podrás volver con ella", a lo que yo le respondía "¿por qué cree que quiero volver con ella?" y él me levantaba la ceja de forma condescendiente como diciendo "¿a quién quieres engañar?". Y es cierto, ¿a quién quiero engañar? Da igual lo que pase, parece que estoy condenado a seguir sus pasos… A veces pensaba que quizás sería mejor desaparecer así sin más. La señora Everdeen sigue en el Capitolio y Gale… no sé bien qué pasó porque obviamente no vino a despedirse de mí, pero por ciertos comentarios sueltos entendí que se había mudado al Distrito 2 para trabajar en la armada. Que él y Katniss siguieran caminos distintos solo puede significar que se pelearon y no por una tontería, sino de verdad. Hasta ahí llega mi conocimiento con respecto a Gale.
Nadie había querido volver a este distrito mohoso y putrefacto. Solo Haymitch y Katniss, los dos exiliados… si, siempre supe que volvería. Nos debemos a nuestro distrito, el hogar de donde nos arrancaron con dieciséis años. Todos los tributos quieren volver a sus distritos. Al igual que Johanna y Annie regresaron al suyo, yo sabía que mi destino era el doce. Aunque claro, en mi caso es diferente: es extremadamente doloroso vivir en el mismo sitio en que se realizó un genocidio, así que imagínate cómo de malas son mis otras opciones para que escoja esto. Es totalmente insoportable pasar por delante de lo que alguna vez fue la panadería, ahora reducida a cenizas. Pero aquí estoy, solo en mi estúpidamente enorme y vacía casa.
Pero ahora tengo más mal humor que otra cosa. Estoy enfadado. Barro el suelo prácticamente a golpes y casi que deseo que se me rompa la escoba. Al llegar me pudo la melancolía y ahora me recrimino haber plantado esas Primroses. Trato de convencerme de que lo hice por Prim, porque ella era mi amiga y porque la quería, no porque quisiera alegrar a su hermana, aunque ese era un buen efecto secundario. Pero no, después de la reacción de Katniss ese factor ya queda fuera de la ecuación. Lo he hecho por Prim, no por Katniss. Se acabaron los gestos de buena voluntad, lo que me cabrea de sobremanera porque esa faceta mía había muerto con la tortura, y ahora que había medio vuelto me hacen aborrecerla. Maldita sea todo el puto mundo. De ahora en adelante voy a cuidarme a mí mismo y a salir adelante yo solo. ¿Que da la casualidad que estos buenos para nada son mis vecinos? Vale, mala suerte. Pero yo iré a mi bola. Punto pelota.
Mi malhumor me dura unos días, en los que no soy capaz de reunir la fuerza de voluntad necesaria como para ir a ver a Haymitch. Debería ir a saludarle, es una falta de respeto gravísima no ir ni siquiera a informarle de que estoy aquí. Si hubiera sido al revés y él no hubiera venido a verme mientras estaba en el Capitolio me habría sentido ultrajado. Pero bueno, no es como si pudiera saber que estoy aquí, nadie ha entrado o salido de su casa en estos últimos días, solo han venido sus respectivos cuidadores a sus casas y aunque sí he hablado con Sae, Katniss no se ha encontrado con él y él ha tenido las cortinas pasadas todo este tiempo. Así que aún tengo tiempo antes de que nadie le avise de que estoy aquí. Aunque bueno, quizás el doctor Aurelius ya le haya llamado para informarle… debería ir pronto.
Por otro lado, Sae se ha alegrado genuinamente de verme. Creo que le caigo bien, bueno, le cae bien cualquiera del doce, pero ella siempre se involucró mucho con nosotros, sabe el sacrificio que hicimos y está dispuesta a ayudarnos. Así me lo ha hecho saber de hecho, me ha dicho que puede venir a mi casa a limpiar y a cocinar, pero le he dicho que no hace falta. A parte de que creo que ya tiene suficiente con lo suyo, yo puedo apañármelas solo como siempre he hecho. Mientras me traigan los suministros yo sobreviviré. Sae me sonrió y me dio un golpecito en el hombro. "Eres un chico fuerte". No sé si es verdad, pero tengo ganas de luchar y de mantenerme ocupado. Si me encierro en casa los recuerdos van a comerme vivo, tal y como le pasa a Katniss. Tengo que estar activo y lo más cansado posible antes de acostarme si quiero poder dormir mínimamente. Pero eso Katniss parece no saberlo, ha escogido encerrarse y pasarse los días lamentándose. La líder rebelde, la chica en llamas, está hecha polvo… "aunque tampoco es para menos" me recuerda una vocecita que me obligo a silenciar.
Acepto que nunca estaré preparado para enfrontarme a la miseria de Haymitch, así que dejo de esperar a que ocurra un milagro y me dirijo a su casa. No hay forma de prepararse para lo que esto supondrá emocionalmente para mí, así que cuanto antes me lo quite de encima, mejor. Para mi sorpresa a penas siento el olor nauseabundo que siempre me irritaba en su casa. Por un momento temo que haya algo mal en mi cuerpo (he pasado por distintos efectos secundarios, perdí el gusto una temporada) pero luego me doy cuenta que se debe a la costumbre. He olido cosas mucho, mucho más peores y terribles durante la guerra. ¿Qué es un poco de sudor y alcohol en comparación al olor a chamuscado de tu propia piel ardiendo? Ese olor es el que me persigue por las noches, no el de los vómitos. Además, le limpian la casa de vez en cuando, así que no huele tan mal. Por un instante me siento fuera de lugar, no estoy acostumbrado a que esto no esté hecho unos zorros.
Me paseo por la casa en silencio, sé dónde encontrarlo y me alegra acertar; está tumbado sobre la mesa. No debería alegrarme porque estas no son las mejores condiciones para él, pero sí me alegra que haya algo que se mantiene constante. Yo ahora no necesito cambios, sino una rutina tranquila a la que me pueda acostumbrar. Necesito que Haymitch siga siendo el mismo de siempre (aunque claro, tampoco le haría feos a un Haymitch sobrio).
- Eh, Haymitch… –le zarandeo para despertarlo. He esperado a que fuera un poco más tarde de medio día para que pudiera dormir, pero ya es hora de comer– ¿tienes hambre? Te he traído comida… –abre levemente uno de sus ojos, pero cuando me reconoce lo abre completamente. Luego esboza una sonrisa irónica y vuelve a cerrarlos.
- ¿Estoy soñando o de verdad el panadero me ha honrado con su presencia?
- Yo también me alegro de verte –descubro que así es. Haymitch da un profundo suspiro para luego sentarse y hacer unos movimientos para estirar los músculos entumecidos. Cuando termina vuelve a mirarme, casi perezoso, y me analiza de arriba abajo.
- ¿Qué te trae por aquí? –pregunta con voz ronca.
- He vuelto al fin –digo encogiéndome de hombros como si fuera obvio.
- ¿Vas a quedarte a vivir aquí?
- Si –se le escapa una sonrisa irónica que me produce incomodidad.
- Vaya, ya tenemos la familia al completo –Haymitch vuelve a cerrar los ojos despacio, se frota las sienes en un intento de luchar contra su jaqueca–. ¿Has ido ya a ver a la princesa?
- Más o menos –me levanto y empiezo a preparar la mesa para que podamos comer. No quiero hablar de esto.
- ¿Y cómo la has visto? Esa desagradecida no ha pasado por aquí ni una sola vez –se frota los ojos y aparta el vaso de agua que le he puesto.
- Se ha convertido en una versión más joven de ti –Haymitch nota el resentimiento en mis palabras, lo sé por la mirada que me dedica.
- ¿Es que ahora bebe también? –eso me deja fuera de juego. Cuando la vi no estaba borracha o eso creo, la verdad es que me sobrecogió tanto su imagen que apenas pude fijarme en nada más. Sin embargo, mi impulso es decir que no, pero me obligo a no defenderla porque recuerdo cómo empinó el codo ese día antes del Vasallaje. Todo podría ser.
- No lo sé –admito al fin. Haymitch decide acertadamente dejar de lado el tema y nos enfrascamos en una silenciosa pero más o menos agradable comida.
Cuando salgo de su casa me siento bien. No especialmente contento ni especialmente triste. Sino bien, que ya es un milagro de por sí. Las condiciones no son las ideales, pero es un verdadero alivio volver a una rutina familiar, aunque eso implique hacerle la comida a un borracho. Sé que me propuse no ayudarles, pero retomar esta antigua rutina me hace bien, me hace sentir que estoy haciendo lo correcto, que aún hay una posibilidad de encauzar las cosas.
Salgo al porche con este sentimiento cuando me encuentro con Katniss. Me detengo de golpe. Ella ya me había visto, por eso se ha detenido a unos metros de mí. Sé que es de mala educación quedarse mirando a la gente, pero no puedo evitarlo. Dedico los siguientes segundos a analizarla: se ha cortado el pelo, es la primera vez que se lo veo así de corto en… ¿toda su vida? Eso me choca, pero no tanto como verla con su ropa de caza. ¡Viene del bosque! Los recuerdos del pasado se me cuelan dentro y por un segundo, un efímero segundo, es como si nada hubiera cambiado. Aunque sí ha cambiado. Ha cambiado todo. Y ni siquiera ese pasado fue bueno, tampoco querría regresar a la relación que teníamos entonces. Ahora el menos tenemos las cartas sobre la mesa. Es lo que hay, que es nada, pero ya no hace falta fingir. No, nunca más fingiremos.
La he estado mirando más tiempo de lo que se considera normal, pero sigo sin ser capaz de apartar la mirada de ella. Katniss decide al final ignorarme y reemprende la marcha hacia su casa. Ahora soy yo quién está quieto, mirando cómo avanza. Los dos nos hemos sostenido la mirada, sabemos que nos hemos encontrado, así que si no hablamos será porque abiertamente hemos decidido ignorarnos.
No me da la gana.
- Se te ha hecho un poco tarde, ¿no? –ella solía ir a cazar por las mañanas, es raro que venga tan tarde, aunque aún haya un poco de luz. Termino de bajar los escalones y me uno a ella en nuestro recorrido hacia nuestras casas, aunque dejo varios pasos de distancia entre nosotros.
- Me he entretenido en el pueblo –me fijo en el saco de arpillera que lleva. En general nos traen la comida a casa con cajas, pero lo que ha debido comprar algo que no es comida. ¿Medicinas? No se la ve más enferma de lo que se ve a alguien con depresión. Además, que las pastillas no hacen tanto bulto. Me pregunto qué será lo que lleva…
- He ido a ver a Haymitch –digo, aunque es obvio porque he salido de su casa, pero lo digo igualmente por tener algo que decir–. Dice que no le vas a ver muy a menudo –trato de entablar conversación, pero ella no parece muy dada a seguir hablando porque me corta secamente.
- No mucho –los dos sabemos que no ha ido ni tiene intenciones de ir. Katniss acelera un poco el paso para entrar a su casa y por algún motivo, me apetece molestarla.
- ¡Buena charla! –ella se gira un instante para mirarme con sorpresa. Está teniendo un corto circuito, lo sé, lo conozco lo suficiente como para saberlo. Ella vuelve su mirada al frente, avergonzada y enfadada, y entra en su casa. Me pongo las manos en los bolsillos y me voy con una sonrisa, reprimiendo las repentinas ganas que tengo de ponerme a silbar.
Me ha puesto de buen humor verla de nuevo activa y no he podido evitar ponerla un poco nerviosa. Vamos a ser vecinos y no quiero volver a nuestra dinámica de ignorarnos. No, hemos pasado por demasiado como para volver a eso. Además, la tortura me ha quitado la vergüenza a hacer cosas. Hago y digo lo que quiero. La vergüenza es una cosa tonta que no sirve para nada. Me he pasado demasiados años temiendo cruzarme con su mirada y sin atreverme a dirigirle la palabra. Eso se acabó.
Vuelvo a lo mío que consiste en seguir trabajando en adecentar mi casa. Hago que me envíen lienzos y pinturas y hago los posibles para devolverle la vida a esta casa. Pero una vez lo consigo, me vengo abajo. ¿Y ahora qué? Me paseo por el pueblo con la intención de encontrar algo que hacer, aunque la mayor parte del tiempo ni entro del todo, por miedo a volver a ver la panadería. Eso fue lo primero que fui a ver en cuanto llegué y lo que me llevó a buscar esas Primroses. No he sido capaz de volver a acercarme a ese cementerio desde ese día. Pero bueno, deambulo cerca, a la espera de que… no sé, de que me atreva a remover los escombros quizás, aunque no sé si quiero realmente rescatar algo…
Estoy escalando los escombros antes de pueda darme cuenta de lo que hago. La panadería está completamente arrasada. Solo queda el hierro del horno fundido en el suelo. Lo toco con la mano, está inhumanamente frío. No queda nada, ni un mero utensilio. Nada. Me cuesta ubicarme, pero consigo llegar hasta mi antigua casa. No teníamos grandes posesiones, pero de repente siento una terrible necesidad de encontrar algo. Empiezo a escarbar entre las runas, hiriéndome las manos en el proceso, pero me da igual. Toso por el polvo pero no me detengo. Sigo removiendo hasta dar con algo blanco. Me quedo completamente paralizado y me caigo de culo. No se me ha ocurrido pensar en la posibilidad de que aquí puede que estén sus cadáveres. Me acerco temblando hasta mi hallazgo, pero descubro que solo era un trozo de pared. Se me seca la boca y no dejo de temblar. Todo el mundo gira a mi alrededor, soy incapaz de ponerme de pie. Me imagino que ahora mismo estoy sobre sus cadáveres y me doblo hacia adelante para vomitar. Creía que ya estaba acostumbrado a la muerte, pero se ve que no.
No podría soportar encontrarme con sus huesos, pero si están aquí, tengo que encontrarlos. Mi familia nunca podrá descansar en paz, pero definitivamente agradecerían que los rescatara de las ruinas. Empiezo a cavar de forma compulsiva. Aparto todo lo que puedo, aunque no puedo mover las ruinas más pesadas. Me obsesiono con esta tarea y termino deseando que sí estén aquí. Quiero ayudarlos, quiero sentir que puedo hacer aún algo por ellos, como si no se hubieran ido del todo. Estoy al límite de mis fuerzas cuando acepto de una vez que no están aquí. Debieron huir por la carretera y se convirtieron en esa masa calcinada junto a decenas de otros cuerpos. Sé que los quitaron de ahí y los enterraron en la pradera, así que mi familia está en una fosa común. Ni siquiera he podido encontrarlos por mis propios métodos y ofrecerles algún tipo de descanso… me ahogo tantísimo que creo que voy a morirme aquí mismo. ¿Qué sentido tiene aparentar que puedo seguir adelante? ¿Qué sentido tiene buscar una excusa para seguir viviendo? ¿Qué sentido tiene nada? Se me ocurre dejarme morir aquí, quedarme aquí hasta convertirme en los esqueletos que no he podido encontrar hoy.
Estoy mirando este cielo despejado y soleado, mientras doy vueltas a un trozo de madera entre mis dedos. Ojalá lloviera, pero no, hace sol, hace un día estúpidamente bueno. El cielo no quiere empatizar conmigo, me hace parecer estúpido aquí abajo, sudando como un cerdo y rodeado de suciedad. Oigo ruidos a mi derecha y no me hace falta moverme para saber de qué se trata, reconozco lo que es por su sonido; es el carro de los muertos que va trastabillando entre las runas. No les miro, pero puedo sentir sus ojos clavándose en mi nuca. Puedo sentir su pena y su lástima silenciosa, casi que hasta puedo oír en mi cabeza sus pensamientos "mira, es Peeta, echa de menos a su madre maltratadora", aunque también me imagino su odio, seguro que piensan que me lo merezco "es un traidor y el responsable de todo esto, se lo tiene bien merecido". Estos pensamientos me agobian y hacen que me levante para poder alejarme de su alcance. Soy un paranoico, pero estoy demasiado afectado por esto como para enfrontarme al hecho de que me lo estoy imaginando todo. Sin embargo, sus palabras suenan más reales que nunca en mi cabeza. Huyo del sonido de sus pensamientos y prácticamente corro hasta llegar a la aldea. Estoy sudado, cansado, sucio y apenas soy capaz de tenerme en pie, pero consigo reunir todas las fuerzas que me quedan para abrir la puerta y dejarme caer en el suelo, agotado. Quizás me haya hasta desmayado y todo.
.
.
.
.
Nota de autora: ¡Buenas! Con la noticia del lanzamiento del nuevo libro de Haymitch, me he tirado otra vez de cabeza a los juegos, que me han absorbido por completo. He rebuscado y he encontrado este fanfic del 2021, creo que si lo voy mezclando con otras cosas que tengo escritas podré alargarlo bastante. ¿Os gusta la idea?
