Peeta's POV*

Me despierto bastante temprano y empiezo a ordenar los hechos en mi cabeza como suelo hacer desde que me destruyeron hasta el punto de olvidar quién era. "Me llamo Peeta Mellark, me enviaron a los Juegos dos veces, me capturaron…" tengo que frenar un momento porque recordar esos eventos de buena mañana está siendo demasiado, pero me obligo a continuar porque sé que puedo arreglarlo "Me curé, Katniss y Haymitch están sanos y a salvo, volví a casa en el Distrito 12 con ellos. Vivo con Katniss" y es en ese momento que siento su presencia. De repente se materializa tumbada detrás de mí, abrazada a mi espalda, su brazo me rodea la cintura y su mano se aferra a mi camiseta a la altura del abdomen.

Observo esa mano en forma de puño que me atrae hacia ella. Una mano tan letal que es capaz de despellejar animales en un santiamén y lanzar flechas ignífugas a velocidades y distancias de vértigo, pero esta mano letal ha escogido protegerme esta noche y quedarse conmigo. Pongo mi mano encima de la suya y la acaricio levemente. Su mano es demasiado impoluta para todo lo que ha pasado, años de cazadora fueron borrados de un plumazo debido a la cirugía del Capitolio, aunque los rebeldes no se preocuparon tanto por la estética, y a partir de su muñeca se empiezan a ver las heridas por quemadura. Su cuerpo, al igual que el mío, es un mapa de cicatrices y heridas. Empiezo a obsesionarme con esta idea. Podría haber perdido esta mano fácilmente, del mismo modo que a mí me amputaron la pierna. Sordera, mudez… ¿por qué no pérdida de mano? Cortada, quemada, enganchada de algún modo a su arco… Es tan fácil que hasta me resulta ridículo que siga teniéndola.

Entonces Katniss se mueve. Como si se diera cuenta de lo que estoy pensando, me abraza un poco más fuerte y aprieta su cuerpo al mío, buscando mi calor. Me pregunto si se habrá despertado cuando siento de nuevo su respiración calmada en mi nuca. Sigue dormida. Trato de concentrarme en sus respiraciones para calmarme y empiezo a imitarla. Al principio me cuesta seguirla, pero al final, de algún modo, me duermo.

Cuando vuelvo a abrir los ojos su brazo ha desaparecido. Tengo el tiempo justo de agobiarme hasta que me doy cuenta del peso de su cuerpo en la cama. Me giro hacia ella y veo que está despierta mirando el techo, quizás repasando mentalmente su propia lista. Me consta que el doctor Aurelius nos da pautas similares para nuestros tratamientos.

- Buenos días –ella gira la cabeza automáticamente hacia mí.

- ¿Te he despertado?

- No hacías ruido.

- A veces hablo sola sin darme cuenta… –es cierto, a veces recita su lista entre susurros.

- Hoy no ha sido el caso, a menos que yo recuerde.

Me obsesiono con su imagen. Sus ojos grises, su piel aceitunada, su pelo enredado y lleno de nudos… entonces la recuerdo con la cara llena de flores pintadas por mí y siento algo en la boca del estómago que me quita la respiración. Pestañeo un par de veces para alejar ese pensamiento.

- Creo que hoy has tenido pesadillas –levanto las cejas.

- ¿Yo?

- Sí, me desperté para ir al baño y te vi… angustiado… –no sé qué hago cuando tengo pesadillas, pero sé que no hago ningún ruido. Eso explicaría su pose tan protectora conmigo de esta madrugada. Si alguien sufre, ella tiene que ayudarlo. Siempre es y será así.

- Oh, pues no me acuerdo –me excuso con una sonrisa. Sé que he tenido, porque la ansiedad que me sacudió a primera hora de la mañana responde a una de ellas, pero doy gracias de no recodar exactamente la índole de la pesadilla.

- Prométeme que me despertarás si tienes –me dice preocupada y yo le aparto un mechón de pelo de la cara, se lo pongo detrás de la oreja.

- Está bien –acepto porque eso es lo que hacemos, cuidar el uno del otro.

Entonces sonríe y me parece la cosa más bonita que he visto en mi vida. Ya no importa lo que sea que pase hoy, con solo esto yo ya siento que este día ha merecido la pena. Me acerco y le doy un beso en la frente.

- ¿Vamos a desayunar? –pregunto levantándome y huyendo de ahí con mi nerviosismo creciendo. Ya no sé cómo enfrentarme a ella sin querer besarla y tocarla a cada momento, y eso me asusta.

La mañana pasa sin ningún evento remarcable. Bueno sí, llueve, así que Katniss no sale a cazar ni yo al pueblo. Nos quedamos en casa y hacemos las tareas en silencio y luego nos quedamos tirados por el salón. Yo leyendo y ella molestando a Buttercup (que tampoco ha salido por la lluvia). A la hora de comer el diablillo que tenemos por gato encuentra la manera de vengarse, ya que salta encima de Katniss cuando menos se lo espera, asustándola de tal modo que hace que de un fuerte respingo y que me coja de la mano.

- Maldito gato –veo cómo se pone una mano encima del corazón. No se nos deberían dar estos sustos, especialmente teniendo en cuenta nuestro historial.

- Es su venganza por lo de esta mañana –le recuerdo entre risas.

- Ya está, voy a convertirlo en un sombrero o en unas botas o en lo que sea –intenta levantarse, pero yo tiro de su mano y hago que se siente. Es en ese momento que ella se da cuenta que me había cogido la mano por el susto.

- Déjale, ahora ya habéis quedado en paz.

- Pero…

- Te toca a ti ser la adulta –le recuerdo–, piensa que él es solo un gato –entonces me mira como si estuviera pensando en la mejor manera de convertirme en un bolso a mí también. Me río.

- Da igual lo que digas, no se librará.

Recoge el tenedor que había tirado y empieza a comer como si nada, como si no significara nada el hecho que está comiendo con la izquierda para así poder seguir sosteniéndome la mano. Intento averiguar por qué actúa así, por qué dejó que la pintara, por qué esta noche se ha aferrado a mí, por qué no quiere soltarme la mano… ¿algo está cambiando o hay algún otro motivo? Me esfuerzo en recordar y me doy cuenta que lo que tienen en común el día de la pintura y hoy, es que yo he estado sufriendo ambos días, así que quizás la mueve la preocupación o incluso peor, la pena. Me deprimo. Miro la mano que sostengo, esta mano que tan fácilmente habría podido perder... No puedo evitar darle un pequeño apretón y me obligo a seguir comiendo.

Katniss's pov*

Sentada en el porche siento algo así como calma y me permito disfrutar de la simplicidad del momento. Aquí, sentada, estando tranquila. El sonido de la fina lluvia al caer sumado al paisaje estático y la quietud, me permite dejar la mente momentáneamente en blanco. Pero sobre todo, hay algo que me calma incluso más que la lluvia, y es la presencia de cierta persona sentada a mi lado. Creo que es eso lo que me calma, saber que todo cuanto necesito cabe en este porche.

A medida que pasa el tiempo la calle pierde interés y paso a mirarle a él. Su imagen me llena de algo parecido a la felicidad, así que le miro para nutrirme de tan placentero sentimiento. Me gusta verlo tranquilo como ahora, sin que la sombra de los fantasmas lo acechen. Ese es mi mayor regocijo. Sin embargo, mi deseo se escapa entre mis dedos sin que pueda hacer nada para remediarlo porque su mirada empieza a ensombrecerse, revelando un remolino de pensamientos internos que de seguro no son para nada buenos. Alargo el brazo y le toco amigablemente la rodilla. Sus ojos azules se clavan en mí y me transmiten cansancio, tristeza e incluso una pequeña alarma de miedo.

- ¿Estás bien? –pregunto en voz baja. Él asiente sin responder verbalmente, lo que solo hace que me preocupe más– ¿Seguro?

- Estoy bien –me asegura intentado sonreír para calmarme y luego devuelve la mirada a nuestra calle gris– solo pensaba.

Eso es mala señal, sea lo que sea en lo que piense, estoy segura que no es bueno.

- Vayamos dentro, hace frío.

Me levanto sin esperar su respuesta y le ofrezco mi mano para ayudarle a levantarse. Cierro la puerta, alejando el mundo de los recuerdos de él, y lo guio hasta el sofá.

- ¿Qué tal si preparo algo para merendar? –él me mira sorprendido por mi ofrecimiento.

- No sé si tengo mucha hambre…

- Un té entonces, algo que esté calentito –digo intentando ser amable, él se limita a asentir levemente. Le doy un beso amistoso en la mejilla antes de desaparecer hacia la cocina, evitando mirar su reacción, del mismo modo que ha hecho él conmigo esta mañana.

Mientras rebusco entre los armarios intento pensar qué puedo hacer para animarle. En el fondo de la despensa encuentro lo que necesito: un saquito de chocolate molido. Con buen ánimo pongo leche a calentar y corto rebanadas de pan en pequeños cuadraditos que pongo en un plato (porque Peeta descubrió que es la mejor manera de acompañar el chocolate). Cuando la leche está en su punto le agrego el pequeño polvo y tengo que reprimir una sonrisa porque sé que esto lo animará. Aunque claro, quizás recuerde que esto es un producto del Capitolio… pero no, estoy segura que le gustará. Cuando me ve llegar con las dos tazas y el plato (sujetado con precario equilibrio entre mis brazos porque me he negado a hacer dos viajes) me mira con curiosidad.

- Mira qué te traigo –lo dejo en la mesita y me deleito olisqueando el olor que desprenden las tazas. Rápidamente alarga sus manos para ayudarme, yo le paso su taza.

- Oh, no sabía que teníamos –está sorprendido para bien, algo es algo.

- Yo tampoco, ha sido todo un hallazgo –me siento en el sofá, subo las piernas y mis rodillas tocan su costado. Mi cuerpo le busca inconscientemente, no entiendo qué me pasa. Por suerte Peeta no me aparta. Le doy un buen sorbo a mi taza humeante y el efecto que tiene en mí es inmediato. Está delicioso– ¿Por qué no tomas un poco? –le animo al ver que sigue mirando el líquido espero, pero sin decidirse a probarlo. Da un sorbo por compromiso, pero nada más.

- Quizás más tarde… –le dice a mi mirada inquisitiva. Sigue atrapado en la sombra de lo que sea que lo atormente, resoplo.

- Como quieras.

Empiezo a comer con devoción, puede que incluso exagere un poco mi gozo para dejarle claro qué es lo que se está perdiendo. Doy un buen trago y cuando aparto la taza lo veo; una sonrisa, una sonrisa de verdad que viene acompañada de una pequeña risita. Mis labios le imitan y sonríen automáticamente, verle así es como un bálsamo. Aunque hay algo raro, tiene la mirada fija en un punto determinado de mi cara.

- ¿Qué? –pregunto tratando de averiguar por qué reprime esa risita.

- Te has manchado.

- Oh –me relamo los labios– ¿mejor?

- No demasiado, tienes hasta en la punta de la nariz –entonces hago un poco de teatro intentando lamerme la nariz, algo que no puedo hacer, obviamente, pero que arranca más pequeñas risitas a Peeta.

- Ahí se queda –digo tras intentarlo sin conseguirlo–, además, aun se puede poner peor –por algún extraño motivo empiezo a hacer el tonto como pocas veces hago y doy otro trago procurando mancharme todo lo posible. Cuando retiro la taza las risas de él no se hacen esperar, alentándome a seguir haciendo comedia– ¿Estoy guapa?

- Mucho –dice ya haciendo poco por reprimir la risa.

- Entonces, ¿por qué no me das un beso? –y me acerco a él sabiendo que tengo la cara toda manchada de chocolate.

Veo como dibuja una mueca de sorpresa, tanto por mis palabras como por mi comportamiento. Noto su indecisión, pero recula a medida que yo acerco mi cabeza amenazantemente. Aunque acaba ofreciendo poca resistencia la verdad, se da por vencido muy rápido y deja que restriegue mis labios y mis mejillas por toda su cara. Cuando me separo no reprimo una risotada que me sale de dentro por verlo manchado e incómodo, sobre todo incómodo.

- Muy elegante –se queja él y trata de limpiarse con las manos. Ahora es su turno de lamerse los labios, cosa que provoca una reacción inmediata en la boca de mi estómago. Finalmente se ayuda de una servilleta y termina de asearse. Me tiende otra a mí para que haga lo mismo, pero la rechazo.

- Estoy bien.

- Vamos –insiste– me pone nervioso verte sucia –dice entre risas.

- Oblígame –mis palabras se escapan antes de que pueda detenerlas y por la mirada que me lanza veo que acepta el reto.

Como acto reflejo dejo la taza en la mesa justo a tiempo para frenar sus manos. Empezamos una pequeña pelea en la que no estamos realmente intentando derrotar al otro, sino que medimos un poco nuestras fuerzas mientras jugamos. Trato de resistirme un poco, pero termino rindiéndome al igual que él antes, me dejo caer en el sofá y él sonríe victorioso a escasos centímetros de mi cara. Está prácticamente tumbado encima de mí y mis risas nos hacen rebotar.

- No te muevas –me ordena entre risas pero yo trato de morderle, lo que le obliga a sujetarme la cara con la mano izquierda mientras que con la derecha me limpia como puede con la servilleta. Estoy pensando en el éxito que ha supuesto mi estratagema cuando se acerca a mi rostro para quitarme lo que supongo es una mancha de chocolate que tengo en la mejilla… me la quita con sus labios. Me la ha lamido, de hecho. Desde casi la comisura de mis labios hasta el pómulo, donde prácticamente me ha dado un beso. Eso provoca que se me suba la temperatura de golpe– Mm, sí que está bueno.

Peeta's pov*

No he podido evitarlo (¡y mucho me he contenido!). Me niego a creer que no se dé cuenta de lo que me hace, no puede ser que no vea cómo de coqueta lleva comportándose todo el día, ni de lo extremadamente sensual que está actuando ahora mismo. No lo comprendo. ¿Cree que puede restregar sus labios así por mi cara sin más? ¿Qué pasa? ¿Piensa que el Capitolio se quedó con mi capacidad de sentir nada? Es lo que parece, porque cuando me retó con ese "oblígame" casi pierdo el control. ¿Es posible que realmente no vea lo que hace? Por eso no he podido evitarlo y le he tenido que lamer la mejilla. Creo que mi toque de atención ha dado sus frutos porque se ha puesto roja como un tomate y, honestamente, es lo menos que podría hacer después de todo lo que me está obligando a soportar. Sus caricias, sus besos… Esto no lo está haciendo por pena, es imposible que esté llegando tan lejos solo por eso. Que me coja la mano y me consuele cuando cree que tengo una pesadilla entra dentro del pack de la compasión. Pero todo lo demás, no.

¿Soy un poco malvado por alegrarme de verla tan desorientada y confundida? Ya va bien que tome un poco de conciencia. Veo su cara de desconcierto y no me siento demasiado mal. A esto puedo jugar yo también. Quizás ella no sepa el efecto que tiene en los demás, pero yo sí puedo leer su expresión ahora mismo, sé perfectamente el efecto que acabo de tener en ella.

Me enderezo y vuelvo a ocupar mi sitio en el sofá, recojo mi taza y empiezo a comer, he recuperado el apetito.

- El pan combina muy bien con el chocolate –digo metiéndome una segunda ronda de cuadraditos en la boca. Mi comentario parece espabilarla y hace que se irgue para sentarse correctamente en el sofá.

- Bueno, la idea de mojarlo en el chocolate fue tuya. Yo solo me he limitado a seguir la receta –me viene un recuerdo del tren. Imagino que es un recuerdo real ya que me lo ha corroborado ella. Sigo comiendo hasta terminármelo entero, apurando hasta la última gota.

- Toma –me ofrece su taza.

- ¿No quieres más? –niega con la cabeza.

- Me he llenado muy rápido –me suena un poco a excusa, pero la doy por buena.

Dejo mi taza de lado, acepto la suya y empiezo a comer utilizando su cuchara sin ningún tipo de complejo. La expresión corporal de Katniss ha cambiado, hasta hace nada se sentaba pegada a mí, con sus rodillas tocándome, pero ahora se ha cerciorado de tenerlas bien lejos, se las aprieta contra su pecho, protegiéndose y abrazándose. He querido molestarla un poco y creo que me ha estallado en la cara. Es demasiado orgullosa e incluso egoísta en cierto modo, porque a ella le parecía bien hacerme todo eso, pero a la que yo intento tomarle el pelo y hacérselo ver, se asusta y se esconde. Es obvio que no jugamos con las mismas reglas.

Me estremezco cuando pienso en la palabra "juego". Ella no puede convertirse en una pieza de ningún juego mío. No quiero manipularla ni perderla, nunca me arriesgaría a eso. Quiero cuidarla y estar a su lado, eso es lo que quiero. Me termino el chocolate y coloca la taza en la mesa.

- Ven –digo con una sonrisa a la vez que levanto el brazo, invitándola. Ella me mira con desconfianza–. Ven –insisto y trato de sonreír de forma más convincente.

Ella se acerca lentamente y en cuando está a mi alcance tiro de ella hacia mí y la abrazo.

- Gracias por animarme –ella está rígida y sorprendida, pero al cabo de unos segundos se relaja y deja caer su peso sobre mí. Por fin puedo respirar aliviado.

- No hay de qué.

- El chocolate estaba muy bueno.

- Lo sé.

Nos quedamos así un rato, apoyados el uno en el otro. Katniss ha superado su mini crisis de inseguridad y ésta es su forma de hacerme saber que estamos bien.

Nota autora: ¡Hola! He tardado bastante en actualizar porque he tenido que hacer un trabajo de descarte y adaptación de cosas que tenía ya escritas para hacer que encajaran con la historia. Además, también he estado acompañada por una buena dosis de dudas e inseguridades sobre cómo hacerlo bien. Pero bueno, os traigo buenas noticias y es que he conseguido una lectora beta para las escenas spicy (porque sí, me lanzo a la piscina, van a haber ;)

Y mil millones de gracias a Genesis 28 pamela y Juli Baker por comentar y seguirme en la publicación de este fanfic! Se siente muy diferente cuando sabes que hay alguien al otro lado leyendo, así que espero que os guste! (Y disculpad el retraso, en realidad os tenía en mente y sufría por la demora).

También pequeño recordatorio que podéis seguirme en instagram como angela_moiras_art donde subo fanarts de LJDH y voy comentado alguna cosa de los fanfics también por ahí. ¡Besos y cuidaos!