Capítulo 12: ¿Qué me has hecho?

Es curioso como la vida de los mortales e inmortales se entrelaza para formar parte del tapiz de las parcas. Sólo un dios tuvo antes que ellas el don de la premonición, lo cual tuvo para los titanes consecuencias catastróficas y para los dioses el inicio de una nueva era.

Existian mortales como Casandra que podían ver el futuro, pero solo lo que las parcas le permitían, y aquello para esas diosas era tremendamente divertido.

Cloto no paraba de reír mientras tejía sin parar. - Esto le dará una pequeña lección a Hades.-—Oh si.- Respondió Atropos.

-A ella le costará perdonarlo, pero cuando lo haga el destino seguirá su curso.-

-No olvidéis que es el primer paso para que Hécate cambie de panteón.- Añadió Láquesis.

Y mientras esas tres diosas antiguas tejían y tejían sin parar, Pena y Pánico comprobaban la cosecha del Valle de las granadas.

-Ella se va a enfadar bastante,¿Verdad?.-Preguntó el diablillo azul.

-¡Qué dices! La hará inmortal y la convertirá en su esposa. ¿Cómo iba a enfadarse?- Respondió el diablillo de color rosa.

Su hermano sonrió débilmente.-Lo que no sé es porque querría ser la esposa del jefe.- Y ambos diablillos se echaron a reír.

Pena se puso serio.- Ahora en serio, hay que comprobar que todo esté en orden. El jefe ha dado órdenes estrictas de que no haya nadie merodeando por aquí.-

Pánico dejó de reír.- Si, si esto sale mal, no me quiero ni imaginar lo que nos espera.-

Su hermano sonrió.- Mejor no pensemos en eso. Pensemos en nuestro nuevo ascenso. ¡Yo puedo ser el nuevo dios mensajero! La mano derecha del jefe!.-

Pánico alzó una ceja.-¿ Y que dios puedo ser yo?-

Pena llevó una mano a su barbilla pensativo.- Habrá muchas vacantes ¡Será una reforma total! -

Un alma perdida les sacó de su conversación.

-¡Intruso!.- Gritaron al unísono mientras lo llevaban de nuevo a la piscina del olvido.

En Tebas:

Meg se encontraba en una de las salas de la gran mansión que compartía con el héroe. Era una habitación con diferentes pinturas y algunos grabados de piedra. La mayoría de ánforas tenían representaciones de Hércules en sus múltiples hazañas. Pero había una que era diferente. La mujer de ojos violetas se detuvo frente a ésta. Era una representación de Megara, Perséfone y su madre. Su madre la había mandado hacer cuando tenía unos 10-11 años. La joven de ojos violetas no podía apartar la mirada del pequeño recipiente donde salía reflejada toda la familia que le quedaba. Su padre las había abandonado nada más nacer Per, o eso era lo que su madre les había contado.

Por supuesto al principio les dijo que su padre comandaba un importante ejército, y que se encontraba en el campo de batalla. Con el tiempo las preguntas aumentaron y tuvo que contarles la verdad. Si su madre, Cyrene, conocía los motivos, nunca los había dicho.

Megara tenía ganas de ver a su madre, hacía años que no la veía, y vendría para la boda. Lo único que había sabido de ella en estos años había sido por carta. Pero también estaba nerviosa, y no sabía del todo porqué. Es cierto que su madre daba mucha importancia desde siempre a un buen matrimonio, seguramente por lo que a ella le había pasado. Siempre les había insistido a sus hijas en que tenían que casarse con alguien de buena posición, un noble o un príncipe. Es cierto que Hércules no era ninguna de esas cosas, pero era el mayor héroe de toda Grecia, así como el hijo de Zeus, y esperaba que eso bastase para su Madré. Aún así, no sabía porqué, pero estaba muy nerviosa con su llegada.

El mayor problema seguramente lo tendría su hermana. No había manera humana en el cosmos de que su madre aceptase la relación, o aquello que fuera eso que tenían el dios de los muertos y su hermana.

Aquello traía de cabeza a la prometida de Hércules. Sabía que tener a Hades cerca sólo iba a suponer problemas, y más si su hermana pequeña estaba metida en aquello. Meg sabía que el señor de los muertos era frio y calculador, y que debía tener algún propósito. Es cierto que a veces la actitud que el dios tenía con su hermana la hacía dudar. Durante los años que estuvo a su servicio nunca lo había visto así. A veces veía como el dios miraba a Per cuando ella no se daba cuenta. Como si fuese lo más maravilloso de todo el cosmos. A veces parecía incluso que se preocupase de verdad por ella. Pero la joven de ojos violetas no se fiaba un pelo. Seguramente aquello fuese parte de un plan más grande, y Meg no estaba dispuesta a dejar que nadie hiciese daño a su hermana. Perséfone pensaba que ella no sabía nada, pero se equivocaba. Sabía de buena tinta que seguía viendo al dios a escondidas.

Necesitaba descubrir que es lo que estaba tramando Hades antes de que su hermana estuviese demasiado implicada. No podía hablar de ello con Per. Sabía que sentía algo por el dios de los muertos, y tenía que actuar antes de que esos sentimientos se volviesen más profundos. Por otra parte, Hércules no le dejaría hacer nada por su cuenta, era demasiado sobreprotector. Gajes de estar prometida con un héroe.

La única manera de averiguar lo que estaba pasando era ir al Inframundo sin que nadie se enterase. Y por suerte o por desgracia, Megara conocía el camino.

En el Inframundo:

Hades y Hécate estaban hablando en la sala del trono. Últimando los detalles de su plan.

- Las granadas ya están maduras. Mañana por la mañana la llevaré allí y se la daré.-

-Excelente. - Respondió la diosa de las almas errantes.-Mi hechizo para liberar a los titanes está listo. Pero hasta que no negocies con Hércules y éste pierda sus poderes, no puedo intervenir.-

-Lo sé, lo sé.- Respondió el dios de los muertos, visiblemente nervioso.- Perséfone tardará unos días en despertar. Espero y necesito que para cuando ella despierte todo esté solucionado.-

La bruja no pudo evitar una gran sonrisa. Aquel idiota le iba a poner todo en bandeja. Por fin iba a vengarse de él y de la mocosa rubia. No veía el momento de tener a la mortal como sirviente personal mientras Hades era testigo de aquello como prisionero.

-No te preocupes querido, si cumples tu parte del plan todo saldrá bien. Lo tendrás todo. Tendrás todo lo que debería haber sido tuyo por derecho, y también la tendrás a ella.- Hécate sabía que Perséfone era la clave. Era el empujón que Hades necesitaba para tirarse a la piscina como un idiota mientras ella, Hécate, lo traicionaba y se quedaba con el Inframundo.

Mientras ambos dioses concretaban los últimos detalles de su plan para derrocar a Zeus no contaban con una visitante inesperada que desde las sombras estaba escuchando todo.

-Lo sabía.- Pensó Meg para sus adentros. Ya sabía porque el señor de los muertos estaba tan pegado a Per. Su hermana formaba parte de su plan para conquistar el Olimpo. Por algún momento casi había conseguido engañarla y hacerle creer que realmente sentía algo por su hermana. Seguramente el numerito del Cracken había sido cosa de Hades con la ayuda de Hécate. Perséfone había estado a punto de morir por el maldito plan del dios de los muertos.

- La gente no cambia.- Se dijo para sus adentros.

Tenía que volver rápidamente a Tebas y contárselo a Per y a Herc. Todavía estaban a tiempo de evitarlo. Pero mientras corría en la penumbra algo le cerró el paso. Dos lobos alados. Dio un paso hacia atrás y chocó contra algo. Al darse la vuelta la diosa de la hechicería y las almas errantes estaba allí.

- Es de muy mala educación escuchar conversaciones ajenas.-

Aquello fue lo último que la joven escuchó antes de perder el conocimiento.

En Tebas:

Perséfone se disponía a salir de casa. Iba a hacer una escapada al Inframundo y a cenar con Hades. -Casi se me olvida.- Dijo cogiéndo de la mesilla una bolsita con hierbas. Esperaba poder liberar a Hades durante unas noches de las pesadillas.

Nada más salir se cruzó con Phil.-¿ A dónde vas preciosa?.-

No le gustaba nada tener que mentir, pero no podía decirle que se iba de escapada romántica al Inframundo. -Me voy al ágora a dar una vuelta.-

El sátiro asintió.- Cuídate.-

Pero cuando caminaba aliviada hacia la puerta el hombre cabra le hizo otra pregunta:- ¿ Has visto a Meg? No la he visto en toda la tarde.-

La rubia arqueó una ceja. -¿ Quizás este con Herc en esa promoción de batidos?-

Phil negó con la cabeza.- Eso ha terminado hace una hora. He venido para adelantar trabajo mientras Herc iba a visitar a Anfitirion y Alcmena.-

Perséfone sonrió:- Eso explica porque no estás allí con todas las super modelos.-

-Muy graciosa.-

-Quizás haya ido también a casa de Anfitrión y Alcmena.- Respondió la joven.

-Si , quizás.- Respondió el sátiro, aunque no se quedaron muy conformes ninguno de los dos.

En el Inframundo:

Hades y Perséfone estaban cenando. El dios estaba algo nervioso y no conseguía relajarse. Irónicamente la parte del plan que más nervioso le ponía era la que incluía a Perséfone. Iba a tener que negociar con Zeus y con Hércules, luchar y volver a liberar a los titanes. No iba a ser nada fácil. Y lo que más le preocupase era que Seph fuese a comer la granada del Inframundo y las explicaciones que le iba a tener que dar después.

Vio como la joven se llevaba la copa de vino a los labios. Iba a ser su reina, la iba a convertir en una diosa. Le daría todo lo que quisiese. Puede que al principio se enfadase con él, pero luego seguro que le perdonaría ¿o no?.¿Porqué tenia la sensación de que algo iba a salir tremendamente mal?

La hermana de Meg observaba al Señor del Inframundo. Parecía algo nervioso. Estaba como ausente y apenas había probado bocado. Es verdad que su cena no incluía gusanos ya que la última vez que la joven le había visto sorber un gusano se había puesto blanca y luego de color verde, por lo que él intentaba reducir su consumo de gusanos en su presencia. Aún así sabía de buena tinta que apreciaba igual otros manjares.

-¿Otra vez las pesadillas?- Preguntó la mortal mientras sostenía la copa de vino en su mano.

- No te preocupes por eso cariño.-

-He traído algo que te ayudará con eso.- Y sacó una bolsita con unas hierbas.

- ¿ Esas hierbas me van a quitar las preocupaciones?- Preguntó el dios con una sonrisa ladeada.

- Te quitarán las pesadillas. O al menos te ayudarán a dormir mejor.-

Hades tomó la bolsita en su mano y la abrió con cuidado. No pudo evitar sonreír. No recordaba que nadie hubiese tenido un detalle así con él, y sintió una punzada en el pecho.

-Antes de que nos vayamos a dormir te prepararé una infusión con ellas. Si funciona te traeré mas.-

El dios no pudo evitar sentirse terriblemente mal. Sabía que Seph no iba a salir del Inframundo en una buena temporada. Ni siquiera sabía cuando estaría recuperada para poder salir de allí. Luego estaba la reorganización del cosmos. Iba a tener mucho trabajo. Y por una décima de segundo pensó que tal vez estaba todo bien así, y que no necesitaba el Olimpio. Quizás solo necesitase momentos como el que estaba viviendo ahora mismo.

-Gracias Seph.¿Nos damos un baño en la piscina de vapor?.-

La joven como respuesta se levantó y le besó suavemente mientras su mano acariciaba su mejilla.- Es lo que más me apetece.- Dijo la joven, y acto seguido echó a correr hacia la puerta.-¡ Centauro el último!.-

-¡Oye tú!¡ No creas que me vas a ganar en mi propia casa!.- Y orbitó justó delante de Seph, que iba corriendo y chocó contra él. No cayó al suelo porque el dios de pelo de fuego la sujetó entre risas.

-Por mucho que seas un dios eso es trampa.- Respondió Perséfone sin parar de reír.

- Tú has empezado.- dijo el dios con una sonrisa y acercándo más a su cuerpo a la mortal.

En respuesta Perséfone puso sus manos sobre el cuello de Hades, y juntó su frente con la de él.

-¿Qué me has hecho Seph?.- Dijo el señor de los muertos con los ojos cerrados mientras disfrutaba de aquel momento. No sabía porque se le había escapado aquello, pero no había podido evitar decírselo. Se sentía como dentro de un hechizo en aquel momento.

Unas horas después:

El dios del Inframundo abrió un ojo. Seph dormía a su lado plácidamente con los brazos y las piernas estiradas formando una estrella. La melena rubia le caía por delante de su rostro tapando casi toda su cara menos las boca, en la que se apreciaba una pequeña sonrisa. Le encantaba lo tranquila que se veía. Le encantaba dormir con ella, y cuando se convirtiese en su reina, dormiría allí con él todos los días. No tendría que escaparse de Tebas ni mentir a nadie. Ese sería su hogar, y nadie se interpondría entre ellos.

Sabía que debía levantarse. Sabía perfectamente lo que tenía que hacer, pero aquello le estaba costando más de lo que pensaba. En circunstancias normales se hubiese levantado a prepararle un buen desayuno, pero necesitaba que tuviese hambre. Necesitaba que se comiese la granada.

Le apartó delicadamente el pelo de la cara, pero ella ni se inmutó. Decidió levantarse y vestirse. La dejaría descansar un poco más, y se fue a pasear por el valle de las granadas. No quería pensar pero no podía evitar darle tantas vueltas a todo. La primera vez que intentó tomar el Olimpo no se encontró con tantas pegas y tantas contradicciones internas. Todo le parecía bien, y tenía muy claro lo que debía hacer. Ahora era como si esa claridad que en un primer momento tuvo se hubiese esfumado. Había algo que no había tenido en un primer momento. Tenía dudas. Quizás no había sido buena idea irse a pasear solo. Quizás debería haberse quedado en la cama con Seph un rato más, y atesorar con ella sus últimos momentos como mortal.

En su cabeza todo se estaba volviendo cada vez más negro, hasta que una voz lo volvió a sacar a la realidad.

-Pena y Pánico me han dicho que estabas aquí¿Cómo has dormido?.-

Hades recordó la infusión que ella le había preparado. Lo cierto es que había dormido bastante bien. Menos mal que en la bolsita todavía quedaban hierbas, porque las necesitaría durante una temporada.

-Bastante bien. No se si ha sido la infusión o has sido tú.- Respondió el dios acercándola a él con un brazo de humo. Y entonces como si fuese una señal, escuchó un rugido de sus tripas.

La joven rubia no pudo evitar reír.- Lo siento, he venido a buscarte sin desayunar. Pensaba que mi anfitrión me habría preparado el desayuno. Estás perdiendo las buenas costumbres.-

Hades sonrió de medio lado. Cogió una granada de un árbol y se la ofreció.- Déjame compensarte.-

Perséfone observó la fruta. Era como si ejerciese una poderosa atracción sobre ella. Estaba hambrienta, y la granada se le ofrecía deliciosa.

Cogió la fruta de la mano de Hades, y la acercó a sus labios, dispuesta a darle un gran bocado.