CAPÍTULO 16

Cuando el Comandante les indicó que fueran al callejón en donde habían encontrado el cuerpo de Klupzu Agon, de seguro no habían considerado que aquello implicaría esculcar el contenedor de basura justo al lado del sitio en el que el cadáver fue descubierto. Pero ahí estaban los cuatro miembros del recién formado Escuadrón B, revisando pieza por pieza de basura, antes de que el camión recolector pase por ella en dos horas más.

Habían inspeccionado todo el resto del callejón a consciencia, pero no habían encontrado nada, salvo marcas de disparos en el concreto y las paredes, que concordaban con disparos de armas láser; quizás las mismas que usaban los Krybots Troobianos, aunque no podían asegurarlo por completo. Sin embargo, los oficiales de escena del crimen ya habían tomado fotografías y muestras de éstas, así que no era un hallazgo del todo nuevo.

Pero Sky no quería volver a la base con las manos vacías, en especial después de que habían igualmente fracasado en obtener algo de información útil en Cranston Technologies. Así que si tenían que hurgar en la basura hasta encontrar algo que reportar al Comandante Cruger, hurgarían en la basura.

Por supuesto, ese plan tampoco estaba dando muchos frutos de momento.

—Hurgar en la basura buscando… quién sabe qué, no era el tipo de trabajo que me había imaginado para hacer del mundo un lugar mejor —se quejó Z mientras revisaba con aburrimiento una montón de papeles arrugados que había extraído de una bolsa.

—¿Acaso pensaste que ser un Power Ranger es sólo dar golpes y disparar armas? —le cuestionó Sky con severidad.

Z se tomó un momento para meditarlo, antes de dar cualquier respuesta.

—Pues… ¿Tal vez? —masculló, dubitativa.

—Por supuesto que es más que eso —exclamó Sky, que al parecer había comenzado a realizar una categorización de latas sin reciclar—. Se trata de apoyar en todo lo que puedas, y hacer lo que te ordenan. Y sí, a veces tienes que ensuciarte las manos.

—Para mi horrible, horrible pesar —añadió Syd con expresión de asco, mientras lanzaba una caja húmeda y apestosa fuera del contenedor.

—No tengo problema en ensuciarme las manos —señaló Z.

—Qué novedad —exclamó Sky con sarcasmo.

Z se giró a mirarlo con molestia, soltó un bufido, y luego salió del contenedor con un movimiento ágil, plantando sus dos pies firmes en tierra. Con sus manos intentó tallarse las manchas de basura que habían quedado en su uniforme nuevo, pero sólo las empeoró.

—Sólo digo que no creo que encontremos alguna pista aquí que no haya encontrado la policía justo cuando hallaron el cuerpo. En lugar de hacer esto, deberíamos haber presionado más a esos ejecutivos de Cranston Technologies. ¿Es que acaso soy la única a la que le molesta que no quieran decirnos qué fue lo que les robaron?

—Por última vez, no es que no quisieran decirnos —le recriminó Sky con dureza—. Sólo es un problema con su inventario. Cuando cuenten todo de nuevo y descubran lo que hace falta, nos pasarán la información.

—¿Y en serio les creíste cuando dijeron eso? —inquirió Z con ironía—. Es más que obvio que estaban ocultando algo. Esas grandes empresas siempre mienten. Jack dice que…

Lo que tuviera pensado decir a continuación tuvo que ser puesto de lado en cuanto su viejo amigo vino a su memoria. Su rostro se ensombreció al pensar en Jack sentado en aquella celda, y posteriormente en prisión. Y aunque objetivamente sabía que no era el caso, le era muy difícil quitarse de la mente la idea de que lo había abandonado.

Alzó de nuevo su rostro, y notó que sus nuevos compañeros la miraban con una mezcla de curiosidad y preocupación.

—Nada, olvídenlo —musitó con seriedad, girándose rápidamente hacia otro lado. Ellos no comprenderían su sentir, así que no tenía caso compartírselos.

Se hizo el silencio en el callejón por casi un minuto entero, antes de que alguien más se animara a romperlo.

—Oigan, tengo una idea —pronunció Bridge de pronto, saliendo también del contenedor con un salto—. Tal vez si uso mis poderes, pueda detectar rastros de energía de lo que ocurrió aquí aquella noche.

—¿Detectar qué? —exclamó Z, confundida.

—¿Puedes hacerlo? —preguntó Sky, un tanto escéptico.

Bridge dudó un momento, y se encogió de hombros.

—Puedo intentarlo.

—¿Y no se te ocurrió sugerirlo antes de que me tuviera que meter a este contendor? —le reprochó Syd con marcado enojo—. ¡Maldición, Bridge!

Sin espera, la Pink Ranger se salió presurosa del contenedor, refunfuñando mientras se retiraba pedazos de basura de su cabello y ropa. Sky no tardó en hacer lo mismo.

—Hazlo —le indicó el Blue Ranger a su compañer con voz de mando.

Bridge asintió, y de inmediato se retiró uno de sus guantes. Mientras los otros tres observaban un poco alejados, el Green Ranger se giró hacia el callejón, se concentró, y comenzó a mover su mano lentamente en el aire delante de él.

Z miró todo aquello con curiosidad, pero también bastante pérdida. Se aproximó a Syd por un costado, y le susurró en voz baja:

—¿Qué está haciendo exactamente?

—Bridge puede ver las auras y las energías que las personas y objetos dejan en el aire —le respondió Syd—. O… algo así. La verdad yo tampoco lo entiendo muy bien.

—Qué interesante —masculló Z, siendo de hecho sincera, pero aún sin entender del todo de qué se trataba con exactitud.

Bridge siguió en lo suyo un buen rato, sin dar señal clara de alguna reacción, hasta que su rostro abruptamente se sobresaltó con asombro.

—¿Ves algo? —preguntó Sky, esperanzado.

Bridge asintió.

—Krybots, iguales a los que nos atacaron ayer. Incluso me atrevería a decir que son los mismos.

—Al menos eso confirma la teoría del Comandante —señaló Syd.

Bridge se giró rápidamente hacia la entrada trasera del callejón y la señaló con un dedo.

—Vinieron de esa dirección, persiguiendo a Klupzu hasta este callejón. Lo acorralaron y… Bueno, se me imaginan el resto.

Su mirada se giró discretamente hacia los rastros de disparos en el concreto, incluyendo un golpe a un costado del contenedor que, según había visto en su visión, fue el tiro de gracia que atravesó el torso de Klupzu e impactó al final justo en ese punto.

—Cruger dijo que esos robots estaban relacionados con ese contrabandista, Broodwing —recordó Sky.

—Pero también dijo que Klupzu trabajaba para él, ¿no? —añadió Syd, pensativa—. ¿Por qué matarlo entonces?

—¿Por qué? Obviamente porque no hay honor entre criminales —respondió Sky casi con desprecio—. De seguro lo eliminó solamente para atar cabos sueltos, o porque ya no le servía.

—No, yo no creo que haya sido eso —intervino Z, medio en su conversación, medio sumida en sus propios pensamientos.

—¿Ahora nos darás clases sobre la ética de los delincuentes? —le cuestionó Sky con ironía.

Z respiró profundamente, intentando calmar la ferviente ira que le causaba ese sujeto cada vez que abría su boca. ¿La expulsarían si le daba un buen puñetazo a su líder de escuadrón temporal en su primer día? Mejor no arriesgarse.

—Escucha, azulito, y quizás aprendas algo —le contestó Z con voz beligerante. Y antes de que Sky pudiera responderle algo, prosiguió justo con lo que deseaba decir—. No diré que no he conocido a muchos por aquí capaces de apuñalarte por la espalda en cuanto te volteas. Pero los sujetos listos como Broodwing no llegan tan alto comportándose de esa forma. Si este Klupzu era tan bueno como para meterse en ese edificio de alta tecnología y robar lo que le pidió, no se desharía de alguien tan útil sin un motivo. Y el más común en estos casos, suele ser que el individuo lo traiciona de alguna forma. Por robarle, aliarse en secreto con una banda enemiga, intentar acaparar el negocio para sí mismo, delatarlo con la policía… Lo he visto muchas veces, y esto me huele a que fue algo de ese estilo.

—Bien, quizás —admitió Sky, muy a su pesar—. Pero aún no tenemos…

—Un momento —espetó Bridge abruptamente, jalando de nuevo la atención de los tres—. Veo algo más…

Bridge se concentró aún más, y se movió por el callejón de un lado a otro, intentando percibir la escena ante él desde diferentes ángulos, y así tener la imagen completa. Siguiendo el movimiento de las energías, pudo notar que los Krybots no se fueron del callejón luego de matar a su objetivo. Se quedaron bastante tiempo, dando vueltas por este sitio, y esculcando el cuerpo…

—Luego de eliminar a Klupzu, se quedaron más tiempo, rondando por el callejón —les informó una vez pudo darle un sentido a su visión.

—¿Haciendo qué? —preguntó Sky.

—No lo sé, parece… Creo que estaban buscando algo.

—¿Buscando algo? —remarcó Syd—. ¿Algo que Klupzu traía consigo?

—¿Lo que robó de Cranston Technologies, tal vez? —dedujo Z.

—Tal vez… —repitió Bridge, con voz reflexiva. Llevó entonces una mano a su barbilla, adoptando una pose pensativa, y luego… corrió hacia uno de los muros del callejón, y se colocó rápidamente de cabeza, apoyado contra el muro.

Z observó eso, al inicio quedándose muda de la impresión.

—¿Qué está…? —susurró, incapaz de terminar la pregunta.

—Dice que así piensa mejor —suspiró Syd, no muy convencida—. Le diría que no lo hiciera apoyando sus manos y cabeza en el suelo de un callejón, pero no creo que podamos estar más sucios de lo que ya estamos.

Bridge se quedó en esa pose, de cabeza con sus ojos cerrados por un rato, y ninguno de sus amigos pareció muy dispuesto a decirle algo al respecto. Su mente de detective le dio rápidas vueltas a todo aquel asunto, intentando encajar todos los pedazos de información que tenían ya a la mano. Al principio fue difícil, pero la clave que unía todo se la acababan justo de compartir hace un rato.

—¡Lo tengo! —pronunció de golpe, abriendo los ojos, y de un movimiento rápido poniéndose de nuevo sobre sus pies—. Escuchen, ¿y si Z tiene razón?

—Usualmente la tengo —declaró la nueva recluta con marcado orgullo.

—Me refiero a que tal vez Klupzu sí traicionó a Broodwing, o algo muy parecido a una traición. —comenzó entonces a caminar de un lado a otro por el callejón, mientras soltaba al aire sus ideas a cómo iban floreciendo en su mente—. Tal vez Broodwing contrató a Klupzu para robar lo que haya robado de Cranston Technologies. Pero cuando llegó el momento de entregar la mercancía, Klupzu se negó a hacerlo por algún motivo. Tal vez quiso más dinero, o… tal vez lo que robó resultó ser algo muy peligroso para que cayera en manos de alguien como él. Así que en su lugar huyó, y Broodwing mandó a los Krybots en su persecución no sólo para eliminarlo, sino para recuperar el artículo robado. Lo acorralan aquí, lo eliminan, y cuando revisan el cuerpo para buscar la mercancía, se dan cuenta de que ya no la tiene consigo. Quizás lo escondió o se deshizo de él antes de que lo alcanzaran. Y los Krybots vuelven con las manos vacías. Por eso al día siguiente, cuando los encontramos y combatimos con ellos, seguían buscándolo.

—Esa es mucha especulación —señaló Sky, no del todo convencido.

—Pero encaja —añadió Syd, al parecer un tanto más de acuerdo—. El robot de la cabeza azul nos dijo que le entregáramos algo, ¿recuerdan? Pero en se momento no sabíamos a qué se refería. Quizás era lo que Klupzu robó.

—De acuerdo, puede ser —convino Sky—. Pero si Klupzu no tenía lo que sea que robó cuando murió… ¿en dónde está, entonces?

Los tres cadetes se tomaron unos segundos para reflexionar en aquella pregunta. Pero luego, prácticamente al mismo tiempo, los tres se giraron y fijaron su atención justamente en su cuarta compañera. Ésta, de inmediato, se sintió casi tan amenazada por sus miradas como si la estuvieran de nuevo apuntando con sus armas.

—¿Qué? ¿Ahora qué? —exclamó Z, defensiva—. No van culparme de haber robado algo que ni siquiera sé que es, ¿o sí?

—No lo sé —respondió Sky con actitud desafiante—. Pero es muy curioso que los Krybots aparecieran justo al día siguiente detrás de ustedes.

—¿Detrás de nosotros? —exclamó Z, sonando casi ofendida—. Que yo recuerde, a los que seguían eran a ustedes.

—No, nada de eso —recalcó Sky con firmeza—. Si nuestra teoría es cierta, iban en busca de la persona que tenía la mercancía robada. Y sabemos que nosotros no la teníamos, así que los que quedan…

—Sky —intervino Syd rápidamente, antes de que dijera más—. Bájale dos rayas a tu paranoia y da un paso atrás.

—No me des órdenes —contestó el Blue Ranger con tosquedad—. Yo estoy a car…

—¡Que des un paso atrás! —exclamó Syd con mayor intensidad en su voz, señalando justamente hacia atrás de Sky. Éste instintivamente retrocedió en efecto un paso, antes de que pudiera ser siquiera consciente del acto. Syd respiró hondo y se paró frente Z con actitud un tanto más amable que la de su compañero—. Bien, Z. No decimos que ustedes lo hayan tomado a propósito. Pero puede que quizás los Krybots fueran tras algo que tenían sin que se dieran cuenta. Algo de lo que hurtaron ese día.

—No, eso es imposible —respondió Z, negando categóricamente con la cabeza—. Todo lo que teníamos en ese camión era ropa, comida… y esa baratija que…

Z calló de golpe, mientras la sombra de una idea o un recuerdo se desdibujaba en su rostro. Desvió su mirada hacia otro lado, mientras su mente le daba vueltas a su reciente revelación.

—¿Qué? —preguntó Syd—. ¿Recordaste algo?

Z no respondió de inmediato. En su lugar, se giró a mirar el callejón su alrededor, como si fuera la primera vez que se daba cuenta de en dónde estaba parada. Y, en parte, era algo así…

—Un momento… —susurró en voz baja, aunque no era claro si era para sus compañeros o para sí misma. Caminó entonces rápidamente hacia el final del callejón, asomándose a la calle—. Ahora caigo en cuenta de dónde estamos. Las bodegas comerciales de Vestuario Ramped se encuentran a dos calles de aquí.

—¿Es una pregunta o…? —inquirió Sky, confundido.

—Es uno de los sitios en dónde Jack y yo hace dos noches robamos… Digo, incautamos algunas prendas de ropa para los pobres.

—Qué bien —musitó Sky, sarcástico—. ¿Y eso qué tiene que ver…?

—¡Ah! —gritó Z de pronto, poniendo en alerta a sus tres compañeros, en espera de algún ataque enemigo. Por suerte, no se trataba de nada parecido—. ¡Ya lo recordé! —exclamó Z en alto, girándose emocionada hacia ellos—. Ya sé dónde había visto a Klupzu antes: fue esa noche. Nos interceptó afuera de la bodega de ropa, y le dio a Jack un… pedazo de chatarra.

Sky, Syd y Bridge se miraron entre ellos, azorados.

—¿Chatarra? —preguntó Bridge, curioso.

—¿Qué pedazo de chatarra? —añadió Sky con sumo interés.


Kat ingresó al puesto de mando, cargando consigo un maletín muy similar al que había llevado esa mañana. Y, de hecho, el contenido era en realidad casi el mismo que en aquella ocasión. Pero dada la situación actual con respecto al número de integrantes en el Escuadrón B, no estaba segura de qué terminarían haciendo con él. Ese era uno de tantos temas que Kat necesitaba halar con el Comandante esa tarde, y al no encontrarlo en su oficina optó por buscarlo ahí.

La sala estaba en un inusual silencio. Había asistentes presentes, pero todos estaban muy enfocados en sus respectivas tareas. No tardó en divisar al Comandante sentado en su puesto de la Sala de Mando. No parecía estar haciendo en ese momento nada en especial; sólo estaba ahí sentado, con su mirada fija en algún punto indeterminado de la nada. Al menos era seguro decir que ocupado no estaba.

Kat se le aproximó por un costado, y lo que fuera que ocupaba sus pensamientos lo tenía tan ensimismado que no notó su presencia, incluso cuando ya estaba de pie justo a su lado.

—¿Comandante? —masculló Kat con delicadeza, colocando una mano sobre su hombro. Cruger de sobresaltó ligeramente, como despertado de algún profundo sueño, y se giró lentamente hacia ella.

—Kat, lo siento —pronunció el Comandante en voz baja—. Estaba un poco pensativo.

—Descuide. ¿Algo en lo que le pueda ayudar?

—Ya has hecho más que suficiente; ambos, me temo. Ahora lo que pase no está en nuestras manos.

Kat asintió lentamente como respuesta. Aunque no lo dijera, podía darse una pequeña idea de cuáles eran todas esas cosas que tanto lo angustiaban.

—¿Alguna noticia del Escuadrón B? —preguntó la científica.

—Aún no —respondió Cruger, negando con la cabeza—. Ya pasaron algunas horas desde que se fueron. Espero que su tardanza en volver sea porque están investigando a profundidad lo que se les pidió.

—Yo creo que no hay de qué preocuparse. De seguro volverán o se comunicarán en cualquier momento.

—Eso espero —susurró Cruger en voz baja, y casi de inmediato cambió de tema—. La Capitana Earhardt me acaba de informar que el Escuadrón A ya viene de regreso en este instante. Necesitamos darle un mantenimiento y revisión completa a los Delta Space Fighters para que estén en óptimas condiciones para su próximo viaje.

—Pondré a mis técnicos en ello en cuanto las naves lleguen al hangar —indicó Kat sin vacilación. Calló un instante, y luego añadió—: Supongo que entonces luego de eso…

Estaba de más preguntarlo, pues ambos lo sabían bien. Luego de eso se irían al frente de batalla como estaba planeado; quizás mañana mismo.

La mirada de Cruger se fijó en ese momento en el maletín que la doctora traía consigo.

—¿Eso es lo que creo que es?

Kat asintió y alzó el maletín, colocándolo sobre la consola delante de Cruger.

—El Morpher del Red Ranger —indicó—. Boom y yo recién lo calibramos y terminamos de configurar. Sólo que seguimos sin tener a quién dárselo…

Cruger se apoyó por completo contra el respaldo de su silla, y se frotó sus ojos con sus dedos en señal de cansancio.

—¿Cómo te fue hablando con Landors? —preguntó de pronto, tomando a Kat un poco desprevenida.

—¿Quién dice que fui a hablar con él? —peguntó Kat con una pequeña sonrisita nerviosa—. No me espiaste mientras lo hacía, ¿o sí?

"Así como yo lo hice contigo", le había faltado agregar.

Cruger la miró de reojo, y el pequeño rastro de una sonrisa se formó en sus labios.

—¿Parezco alguien que haría algo como eso? —preguntó de pronto con un tono irónico—. Pero de haberlo hecho… te diría que agradezco la gran confianza que expresas en mí.

Kat se sobresaltó un poco al oírlo decir eso, y sus mejillas se colorearon ligeramente. Y lo hicieron aún más, cuando con un movimiento dubitativo, el Comandante aproximó ligeramente una mano, colocándola sobre aquella que Kat tenía aún sujeta a la manija del maletín.

—Yo… también creo en ti —susurró Cruger en voz baja—; con "cada fibra de mi ser…"

Kat sintió como su corazón se aceleró un poco al sentir el roce de su mano enguantada, pero también el roce de aquellas palabras en sus oídos. Se giró como pudo a mirarlo, y sus ojos se entrecruzaron. Y aunque tuvo el impulso de desviar la mirada hacia otro lado, se obligó a mantenerla.

Cuando le dijo aquellas palabras a Jack, no las había pensado siquiera. Habían salido de su boca casi por sí solas, con total naturalidad. Pero eran totalmente ciertas…

—Doggie… —susurró Kat despacio, sin estar del todo segura de qué era lo que iba a decir a continuación.

La puerta de la Sala de Mando se abrió en ese momento, y la persona del otro lado caminó en su dirección, aunque se detuvo a cierta distancia al percibir cierta vibra singular que flotaba en el aire.

Carraspeó con fuerza para llamar su atención, haciendo que ambos se sobresaltaran.

—Perdón, ¿interrumpo algo? —pronunció la voz de su visitante a espaldas de Kat, haciendo que ésta reaccionara de inmediato y se girara al encuentro de…

—¿Jack? —pronunció Kat, atónita, al ver parado delante de ella al joven de piel oscura y cabello en trenzas, que los miraba a ambos, con los brazos cruzados y expresión inquisitiva.

—¿Cómo escapaste de tu celda? —cuestionó Cruger, parándose de inmediato de su silla.

Jack sonrió con confianza. Y en lugar de responder, abruptamente arrojó un objeto hacia Kat. Ésta reaccionó y lo atrapó en el aire. Miró entonces con asombro lo que sujetaba: la pulsera inhibidora, abierta.

—Me tomó bastante, pero al final encontré el truco —señaló Jack con orgullo.

—¿Con sólo unas agujetas? —exclamó Kat, incrédula.

—¿Y por qué sigues aquí? —preguntó Cruger, visiblemente confundido—. Podrías haber huido con facilidad, sólo atravesando los muros.

El rostro de Jack se tornó un poco más serio. Introdujo sus manos en los bolsillos de la chaqueta, y miró pensativo hacia sus pies.

—Sí, es verdad —respondió sin más. Los dos aguardaron a ver si añadía algo más; no lo hizo.

—¿Pero…? —preguntó Kat, curiosa.

Jack soltó un largo suspiro de exasperación, y recorrió una mano por su cabeza, hasta colocarla detrás de su nuca.

—Bien, escuchen los dos —comenzó a decir con actitud resignada. Cruger y Kat lo escucharon con atención—. Si algo he aprendido al vivir tanto tiempo en la calle, es a confiar en mi instinto. Eso me ha mantenido con vida bastante tiempo. Y aunque una gran parte de mí me sigue diciendo que todo esto de la S.P.D. es una pésima idea… mi instinto, por algún motivo, me dice que puedo confiar en ustedes dos.

Los rostros de Kat y Cruger se iluminaron al instante por la emoción y, ¿por qué no?, la esperanza detrás de esas palabras.

—Además —añadió el muchacho—, si en verdad hay algo tan peligroso amenazando a la Tierra como dicen, no voy a dejar que mi amiga Z se enfrente a ello respaldada únicamente por el capitán estirado y sus dos compinches.

—¿Eso quiere decir que aceptarás…? —preguntó Kat, animada.

Jack guardó silencio unos instantes, reticente al parecer a la idea de responder. Aunque, por supuesto, su respuesta ya estaba más que implícita.

—Pero tengo un par de condiciones —soltó de pronto para sorpresa de sus dos oyentes.

—No estás en posición de poner condiciones… —comenzó a decir Cruger, pero Jack lo cortó de inmediato.

—Ahorrase sus amenazas, que ya dejamos muy claro que no me preocupa demasiado ir a prisión, ¿de acuerdo? Pero no se preocupe, mis condiciones son muy sencillas. Seré un Power Ranger, haré todo lo que ustedes me digan, acataré sus órdenes, y seguiré las reglas. Pero solamente mientras todo sea para proteger a este mundo. Si en algún momento mi instinto me dice que algo de lo que ocurre aquí o de lo que me pidan hacer no es lo correcto, me iré antes de siquiera decir adiós.

Kat y Cruger se miraron entre ellos, la primera preguntando con la pura mirada qué era lo que el otro opinaba. Al final, el comandante asintió en acuerdo.

—No esperaría otra cosa de ti —indicó con solemnidad—. ¿Otra cosa?

—Sí —respondió Jack, ahora ya con actitud mucho más sosegada—. Cuando neutralicemos esta amenaza, sea lo que sea, y la Tierra ya no esté en peligro… Quiero libertad para reconsiderar las cosas. Ya sea quedarme más tiempo, o…

No completó la frase, pero quedó claro lo que intentaba decir.

—Cuando ese momento llegue, hablaremos —indicó Cruger con firme convicción.

Y con eso dicho, el trato estaba más que cerrado.

Lo que hacía más que oportuno que Kat hubiera traído ese maletín consigo justo en ese momento. Por lo que rápidamente lo tomó de donde lo había dejado, y se aproximó a Jack con él. Éste lo observó sin entender de momento de qué se trataba.

—Bienvenido a la S.P.D., cadete Landors —pronunció Kat llena de orgullo. Extendió el maletín delante de ella y lo abrió, revelando su contenido: un morpher blanco y negro como el de los demás Rangers.

Jack contempló el morpher fijamente, con una expresión indescifrable en su rostro. Parecía nervioso, o incluso asustado. No sólo por el dispositivo, sino por todo lo que implicaba. Kat podía sentir el recuerdo de su padre aflorando en su memoria, todo lo que alguna vez le contó sobre los Power Rangers. Y ahora se presentaba esa oportunidad ante de él, de ser un héroe como los que su padre admiraba. Pero, ¿era la decisión correcta? ¿Era eso lo que su padre querría realmente para él? Y, lo más importante: ¿era él capaz de hacerlo…?

Aún abrumado por todos esos pensamiento, comenzó a aproximar su mano al maletín para tomar el morpher. Pero antes de que sus dedos lo tocaran siquiera, una alarma comenzó a sonar con fuerza, rompiendo la quietud de la sala y poniendo a todos en alerta.

—¿Eso es por mi escape? —preguntó Jack confundido.

Kat y Cruger guardaron silencio. No, esa no era una alarma disparada por la fuga de un simple prisionero.

Esa alarma indicaba sólo una cosa: que la ciudad estaba bajo algún tipo de ataque…