Relato 15- Solamente un hasta pronto.
Resumen: Kiyota Nobunaga le hace saber a Shinichi Maki sus verdaderos sentimientos el día de su graduación.
Kiyota sabía que llegaría el tan esperado día y al pensar en ello sentía que el corazón se le arrugaba como una pasa. No obstante, cuando menos se lo esperó la ceremonia ya tenía fecha y era necesario presentarse de la forma más impecable posible, porque sabía que no solamente se trataba de la graduación de Maki, su adorado capitán, sino que también era el día perfecto —y su última oportunidad— para hacerle saber lo que sentía por él. Y al repasar las palabras que le dedicaría se le secaba la garganta, los latidos de su corazón se aceleraban y sentía cómo su cara comenzaba a calentarse.
Tampoco tenía intenciones de dejar morir el momento por el simple hecho de que lo estaba consumiendo la vergüenza. Después de todo, ¿cuánto tiempo no había dejado ir ya por ocultar sus sentimientos con todo el temor de generar un mal ambiente en el equipo? Sí, había pasado mucho tiempo y ahora por primera vez podía decir que no usaría una máscara para agradar a los demás, en medida de lo posible. Solo quería ser él mismo; abrir su corazón y, si la suerte estaba de su lado, recibir a cambio unas palabras de agradecimiento o correspondencia ante tal sentir.
Pensaba, pensaba y pensaba en mil cosas mientras se arreglaba el pelo con el cepillo mechón por mechón frente al espejo. Se terminó de ajustar la corbata y acomodó cada botón en su sitio. Entonces soltó un suspiro para después salir de casa.
Al llegar al evento de graduación en la preparatoria se encontró con que muchos de sus compañeros, si no es que todos, asistieron para despedir a aquellos que ya no serían parte del equipo de baloncesto por el que habían luchado en fortalecer con tanto esmero. En sí, el día fue tranquilo, porque Kiyota se la pasó pegado a Jin sin ser capaz de andar por ahí solo en la explanada. Usualmente solía ser altanero, ruidoso y soltar chistes por allí y por allá, pero desde que sus pensamientos no habían hecho más que torturarle tan solo buscaba la manera de despejarse.
Uno de los momentos en los que su corazón estuvo más contento que nunca fue cuando Maki obtuvo su reconocimiento. Para eso para lo que se había esforzado mucho durante tanto tiempo. Y ahora simplemente dolía tener que decirle a adiós porque el tan solo ponerse a pensar en que no intercambiaría palabra con él cada mañana y cada día al ir a la escuela era devastador. No es que el mundo se fuese a acabar por esa razón, pero, al menos su mundo sí.
Aplaudió alegremente cuando Maki era oficialmente un graduado con honores de la preparatoria Kainan y luchó incontrolablemente contra sí mismo para que sus propias lágrimas no se fuesen a derramar. Jin le rodeó los hombros con un brazo y lo pegó a su cuerpo tan solo para dejar que se relaje por un momento. Le hacía falta saber que estaba bien llorar de vez en cuando… Sobre todo cuando el incontrolable llanto se debía a una hermosa sensación de felicidad que era quizá el sentimiento más bello que se podía experimentar en la flor de la juventud.
Se desmoronó ahí en la explanada de la escuela entre el gentío, siendo abrazado por su amigo y llevando a su capitán en lo profundo de su corazón.
«Llora y sonríe mucho, Kiyota —pensó Jin mientras abrazaba a su amigo, también esbozando una sonrisa con ojos cristalinos—. Maki sabe lo feliz que te sientes por él».
Pero no. Kiyota no se había percatado de que el moreno los veía a ambos desde lejos con una expresión alegre, denotando un hoyuelo en un solo lado de la comisura de sus labios. Y, entre mejor lo observaba Jin, se daba cuenta de que no los veía a ambos, sino al más pequeño que rodeaba con su tacto gentil mientras ocultaba sus lágrimas y sus inmensas ganas de echar una porra que tuvo que callar porque su garganta dolía a causa del llanto silencioso.
—¿Te sientes bien, Kiyota? Quizás necesites respirar un poco —dijo Jin con una sonrisa amigable, separándose lentamente.
—Estoy bien —respondió rápidamente pasándose las mangas de su saco por los párpados húmedos—. Es solo que… a pesar de saber que llegaría el día en el que nos separaríamos, sigue doliendo.
—Lo sé… —Suspiró—. Fue más pronto de lo que parecía. Pero, por otro lado, creo que deberías alegrarte por él. Saber que se abrirá un camino para conquistar nuevos horizontes es quizá una noticia que logrará levantarte el ánimo.
Kiyota sorbió la nariz y volvió a acomodarse el flequillo con sofoco.
—¿Es lo que a ti logra levantarte el ánimo, Jin?
—Sí. Aunque no creo que más que a ti. Tan solo mírate… —dijo riendo mientras pasaba su pulgar por la cara del otro para quitarle uno de sus cabellos rebeldes—. ¡Te pones sentimental y todo! Tú no eres así, Kiyota. —Siguió riéndose.
—No te burles de mí, Jin. Sabes que siempre he admirado al capitán Maki.
—Hmm… Creo que es verdad sin dudarlo. Te has puesto emocional porque el capitán se va, pero no te has detenido a pensar en lo duro que tenemos que entrenar y trabajar con el equipo porque ahora tú y yo hemos pasado de grado.
—N-No es… ¡No es que no lo haya pensado! Solo que…
Jin volvió a reírse. Soltó un largo suspiro luego de inhalar profundamente y dijo seguro de sí mismo:
—Ya lo sé, Kiyota.
Tal vez fuese obvio, pero Kiyota no era precisamente el más inteligente captando indirectas. Y por eso no creyó que estuviera de más preguntarle sobre su tan confiada respuesta.
—¿Qué es lo que sabes?
Jin resopló. «¿En serio vas a jugar a esto ahora?», pensó con una mueca juguetona algo inusual en él.
—Sé que no es solamente admiración lo que sientes por Maki. ¿Qué?, no me mires así… Hasta el más tonto se habrá dado cuenta. No me culpes.
La cara de Kiyota se puso roja, roja, roja, y sabía que ya no había vuelta atrás. Jin siempre había tenido los sentidos muy agudos, pero eso era algo que el pobre muchacho había ignorado hasta el momento.
—Es solo que me parece curioso, ¿sabes?, porque nuestros otros compañeros se van también y no hemos ido a intercambiar palabras con ellos. Ah, mira, allá está Miyamasu. Creo que voy a ir a hablarle… Después de todo no hay un momento determinado en el que volvamos a encontrarnos a menos que propongamos algo así. —Viendo que Kiyota no agregaba nada como contestación, terminó alentándole—. Ve a hablar con Maki. Estoy seguro de que le alegrará saber que seguirás apoyando al equipo.
Y Kiyota le dio las gracias y se alejó. Sabía que Jin era una buena persona; gentil y empático, y que lo había planeado todo para permitir que el capitán y él se encontraran en solitario, aunque no fuese verdaderamente cómplice de alguno de los dos. De cualquier forma, le tomó la palabra y se encaminó hacia donde estaba Shinichi Maki.
El tan solo verlo de espaldas, alto e imponente, le causaba estragos al corazón. Sabía que había llegado el momento por el que había ensayado una y otra vez un sinfín de discursos sobre lo mucho que le admiraba y cuán feliz se sentía por haber jugado a su lado y estudiado en la misma escuela. Y, también, decirle que le quería de la forma en que no comúnmente se quieren los muchachos entre sí.
Y pensó: «¿qué debería decirle?» En base a lo mucho que había repetido sus palabras una y otra vez en su mente, debía ser algo como:
"Capitán, muchas felicidades por terminar el último año de la preparatoria. Solo vengo a expresarle mi gratitud por permitirme jugar en el mismo equipo que usted y lo mucho que pude aprender a su lado".
Pero le pareció que esas palabras solo se dirigían al mero sentimiento de admiración y que el otro no tendría mucho por responder, resumiéndolo todo en un simple "gracias". Y entonces pensó en otra cosa.
"Me siento feliz por usted al verle crecer y superarse durante todo este tiempo. Le prometo que trabajaré duro para hacer de Kainan un equipo muy fuerte este año también".
Pero lo descartó porque parecían la mezcla de las palabras que puede dedicarle un padre orgulloso a su hijo que acaba de obtener una nota alta en la escuela o la petición de un chiquillo para pedirle permiso a su padre para asistir a un campamento de verano. Y de cualquier forma en que pudiera pensar para mezclar sus palabras le parecía que no existía la combinación perfecta, porque no podía sentirse seguro de hacerle saber sus más profundos sentimientos a Maki y que a cambio pudiese recibir una contestación no tan seca que le gustara.
Algo sabía: debía pensar en algo y pronto porque tras cada paso estaba cada vez más cerca de Maki, quien tan solo se encontraba observando el florecimiento de los cerezos. Aunque, cuando escuchó el crujir del pasto debajo del calzado de alguien más, se dio la media vuelta y entonces la mirada del moreno se encontró con la mirada del joven Kiyota.
Esos segundos en los que compartieron miradas se sintieron más largos de lo que habían sido justo como antes lo habían hecho ya al momento en que Maki recibió su certificado. Siempre era lo mismo con ellos a excepción del tiempo que compartían en la cancha porque el balón requería siempre de mucha más atención que la tensión que pudiera existir entre ellos dos.
—Hola. —Al final, Maki rompió el silencio. Tenía ambas manos dentro de los bolsillos de su saco y apenas esbozó una sonrisa simple cuando vio que Kiyota daba unos últimos pasos más para quedar frente a frente con él.
El viento sopló y además de arrastrar consigo algunos pétalos de cerezo también volvió a despeinar los cabellos del menor.
—Capitán…
—Felicidades por tu ascenso. Te espera un largo camino que recorrer, pero todo irá bien. Ya lo verás.
—Capitán Maki, yo quiero…
—¿Sí? —Ladeó su cabeza con curiosidad.
Se sintió idiota por no ser capaz de dedicarle a Maki unas simples palabras de felicitación o de admiración o de afecto. Sus instintos le fallaban terriblemente porque su cerebro se volvió una hoja en blanco que le decía que debía olvidar cada frase ensayada e inclusive a cómo respirar.
¿Qué era diferente? Siempre habían compartido tiempo durante los partidos y en los entrenamientos diurnos y nocturnos. Sin embargo, la posibilidad de separarse de su querido Maki estaba allí floreciente y no quería quedarse sin decir nada. Cuando se quedaba callado se sentía temeroso, pero se decía a sí mismo que si al final del día no había logrado confesarse a su capitán, entonces se dejaba de llamar Kiyota Nobunaga. No podía fallarse a sí mismo.
Pasó saliva una vez más y se humedeció los labios para aparentar naturalidad, pues por un momento olvidó cuán nervioso se ponía teniendo a Maki en frente y ahora con toda la razón del mundo porque ambos estaban solos. Si acaso podían escucharse las voces de los demás graduados al fondo por el patio principal disfrutando de los momentos más mozos de su vida.
—Gracias, capitán Maki. —Su voz denotó firmeza, aunque parecía que había algo más que quería añadir—. Eso es todo lo que deseaba decirle…
—Kiyota. Yo…
—Me costó pensar en la forma en que podía acercarme a usted. Por eso, por lo de antes, lo siento.
—¿De qué estás hablando? Era lógico que todos estuviéramos separados porque es un evento especial. Cada uno está intentando formar el mejor recuerdo.
—Pero, no debí dejar de lado el venir a hablarle. Usted me vio hace rato también… Pero soy menor, así que, creí que debía venir a saludar. Es la primera vez en todo el día que intercambiamos palabras y pronto nos separaremos.
Al decir "nos separaremos" Maki advirtió que el timbre de su voz cambió. Sonaba como algo más profundo. ¿Y por qué debía ocultarlo? Quizá porque le daba ternura ver que Kiyota tartamudeaba ocasionalmente cuando intercambiaba palabras con él o porque era divertido ver cuánto se esforzaba, pero Maki se sentía de la misma manera. Aunque, claro, Kiyota era tan malo ocultando sus sentimientos que, pese a esmerarse por esconder su torpe amor adolescente, había resultado ser lo más evidente del mundo o al menos un tema de conversación que se tocó por un tiempo durante su ausencia en los vestidores.
Dejó que Kiyota dijera lo que tuviera que decir.
—Capitán Maki, yo… estoy agradecido por la forma en que jugó conmigo. ¡Con nosotros! Y también por estar siempre a mi lado y dejarme ver que puedo llegar lejos y me alegra ver que ahora es capaz de terminar la preparatoria y aspirar a un mejor equipo en la universidad y también estoy feliz por poder hablar con usted de esta manera y… y…
Y su cara estaba colorada cuando menos se dio cuenta. Ese había sido el peor discurso de la vida y posiblemente la declaración más espantosa de la historia porque Maki solo podía sonreír al escucharle, pero no entendía muy bien lo que Kiyota balbuceaba. Ver al muchacho de esa forma era lindo… Tenía el cabello revuelto por el viento que soplaba fuerte con uno que otro pétalo escondido entre los mechones, con la luz del sol iluminando perfectamente sus ojos avellana y las mejillas tornándose cada vez más de un intenso color rosa. Además, su cuerpo temblaba ligeramente y sus manos comenzaron a sudar frío. Sumándole un poco más a todo aquello, su tartamudeo era casi tan lindo como cómico.
Al menos supo que no había sido tan terrible porque al escuchar la risa de Maki deseó volver a hacer aquello que le hubiese parecido gracioso. Era quizá la primera vez que lo veía reír de esa manera con total blandura y, no mentiría, se sintió especial por lograr tal cosa. Verle ahí con los ojos entrecerrados y mostrando su blanca dentadura dejándose llevar por el momento le derritió el alma. Era precioso.
—Dis… Disculpa… —dijo rápidamente—. ¡No soy bueno hablando!
—No te preocupes. —Siguió riendo hasta que pudo calmarse—. A mí me alegra que hayas venido a decirme todo esto. Gracias, Kiyota, lo aprecio mucho.
—¡No es nada! —bufó esperando restarle importancia al tremendo lío que se armó. Puso una cara juguetona y se encogió de hombros—. Solo quería darle un adiós apropiado. Es lo que hacen los amigos, ¿no?
Maki le miró embelesado.
—Sí, lo que hacen los amigos. —Sonrió. Y como vio que Kiyota no se atrevía a dar un paso más allá, decidió comenzar el juego, o, mejor dicho, seguir con el juego—. Oye, Kiyota, ¿puedo preguntarte algo?
Kiyota abrió sus ojos con extrañeza y asintió lentamente. La voz grave de Maki se suavizó y eso en cierta manera lo puso en alerta. Le miró desde abajo con su carita de cachorro y esperó por la cuestión.
—¿Alguna vez pensaste en mí como algo más que un amigo?
La pregunta desde luego lo tomó por sorpresa y como si su rostro no estuviera ya ardiendo se puso todavía más rojo, tanto así que no pudo evitar cubrirse para de la cara con el antebrazo esperando al menos ocultar esa parte vulnerable de él al menos un poquito. Con ese gesto solamente denotaba que Maki tenía razón y que durante mucho tiempo había tenido fantasías románticas con él. Y más allá de tener la razón, Kiyota no dejaba de preguntarse una y otra vez en lo más profundo de su ser: «¡¿cómo es que lo sabe?!» Incluso quiso engañarse a sí mismo pensando en que quizá Jin le había dicho a todo el equipo —si no es que a toda la escuela— que se sentía atraído por el capitán del equipo de básquetbol de Kainan. Pero, recordando las palabras de su compañero, su propio comportamiento era tan delatador que hasta las ardillas del parque se habían dado cuenta de sus ensoñaciones infantiles.
Pensó en la respuesta indicada pero no la hubo porque nunca imaginó que llegaría tan lejos. Y se sintió como una morusa de algo pequeñito que necesitaba ayuda porque no podía dejar de temblar y sentía mucha vergüenza. No tenía escapatoria. Y, cuando se disponía a inventarse algo sobre que seguro había escuchado falsos rumores o que los demás muchachos solo exageraban con lo que veían o escuchaban, Maki le tomó del hombro y se fue acercando a él poco a poco. Fue demasiado rápido como para dejar que el pobre chico digiriera lo que estaba pasando, pero, lo suficientemente lento como para permitirle verle venir.
El roce de labios fue tan repentino que no tuvo tiempo de pensar nada. La mente de Kiyota quedó en blanco y solo podía ponerse a pensar fugazmente por milésimas de segundos: «¡¿de verdad esto está pasando?!»
Al sentir los labios gruesos de Maki besándole con ternura sintió que tenía mariposas en el estómago, que sus piernas habían perdido la fuerza suficiente como para poder seguir sosteniéndose firmes y que el corazón se le saldría del pecho, porque oía y sentía cada palpitar con precisión.
Maki le tomó la cara con ambas manos y lo acercó más a su cuerpo. No era un beso vulgar ni tampoco forzado, sin embargo, Kiyota no pudo relajarse porque la sensación de que aquello no podía ser de verdad no iba a dejarle en un buen rato. Y sentir las manos de Maki envolviéndole con calidez y acercándole cada vez más fue la sensación más hermosa que había tenido en su vida.
Bien dicen que el que calla otorga. Y al no recibir una respuesta del menor, el ex-capitán supo que lo que se decía por ahí era cierto: Kiyota Nobunaga estaba enamorado de él.
Maki quería quedarse así para siempre. Tener al chico consigo le hacía sentir bien, porque eran el contraste perfecto. A veces pensaba que no sería nada sin sus bromas o sin esos momentos pesados que le hacía pasar cuando echaba bronca a los miembros de otros equipos. Entre más lo pensaba, más se daba cuenta de que quería a Kiyota consigo y que no quería dejarle ir; que tenía que aprovechar ese amor entregado y corresponderlo de la mejor manera posible. Porque era el único muchacho capaz de arrancarle una sonrisa, porque era el único que podía despertar sus ganas de superarse. Porque era el único para él.
Antes de separarse, Maki abrió sus ojos lentamente solo para comprobar que Kiyota tuviera sus ojos cerrados también. Y sí. Además de tener los ojos bien apretados y el ceño fruncido, su rubor le daba un toque especial a su cara. Pudo sentir el calor de sus mejillas aumentando y sonrió débilmente todavía sin romper el beso. Kiyota era bello.
Cuando se hizo para atrás y rompió el contacto, vio los ojos llorosos del otro que no daban crédito a lo que acababa de pasar. Estaba soñando despierto, pensó.
No se dijeron nada por unos segundos hasta que Maki rompió el silencio con una sonrisa burlona, todavía sin quitarle las manos de la cara.
—¿Es eso lo que querías decirme?
Kiyota asintió lentamente, todavía embobado con la sensación de los labios ajenos en los suyos.
—Sí… —se limitó a decir con la mirada perdida.
Maki soltó una risita que le provocó escalofríos al muchacho. Entonces le quitó las manos de encima y volvió a guardárselas en los bolsillos.
—Escucha, Kiyota. Me siento igualmente muy agradecido por todo el tiempo que compartimos juntos. Y, ¿sabes otra cosa? Cuando comencé a sospechar que quizás yo te gustaba, me sentí feliz —confesó—. Y cuando menos me lo esperé, ya había perdido mucho tiempo. No encontré… el mejor momento para decírtelo. —Suspiró y siguió diciendo—: Voy a serte franco... La verdad no esperaba confesarme hoy y quizá no lo haría nunca. Después de todo solo me expuse a rumores y a mi propia intuición. Pero, saber que te sientes así por mí es… ¿cómo decirlo?, gratificante. —Sonrió abiertamente una vez más—. Gracias, Kiyota.
El joven más bajo no tenía palabras que igualaran las de su querido capitán, a quien desde luego siempre consideraría su capitán.
Se puso las yemas de los dedos en los labios para lograr que la suave sensación del beso se disipase, pero no sería algo que fuese a olvidar pronto. De pronto sus propios sentimientos comenzaron a hacerle una mala jugada porque sintió junto al retumbar de su corazón que las lágrimas comenzaban a nublarle la vista.
—Disculpe, capitán… —Con su mano hecha puño frotó sus párpados intentando ocultar sus emociones—. No quería causar molestias.
—Oh, Kiyota, ¿por qué estás llorando? No ha pasado nada malo. Tan solo… fuiste abierto a tus emociones y eso no tiene nada de malo. Además… —habló esbozando una sonrisa con cizaña— …te vi llorar antes.
—¡¿Qué?! ¡Pero…! Ay, no sea malo conmigo, capitán.
—Ah, eso también. Ya no soy tu capitán, Kiyota. Ese título pertenece a Jin.
—Para mí siempre será mi capitán.
—Y tú siempre serás el muchacho rebelde que adoro.
Le robó las palabras. Kiyota desvió la mirada todavía con una mano frotándose los restos de lágrimas. Entonces Maki se sacó una mano del bolsillo para entrelazar sus dedos con los del chico y se mantuvieron así varios minutos mientras hablaban abiertamente. Kiyota intentaba ocultarlo, pero su felicidad era evidente.
—Por cierto, Kiyota, me has dedicado palabras de despedida todo este tiempo y lo valoro mucho, pero… —Con su pulgar acarició la mano del joven—. Esto no es un adiós. Es solamente un hasta pronto. No planeo dejarte de ver por mucho tiempo porque no sería capaz de vivir en base a mis ensoñaciones como hasta ahora. ¿Qué me dices?
—¿Qué es lo que… quiere decir, Maki?
Entonces el moreno le tomó ambas manos entre las suyas y se aseguró de ser firme y preciso.
—Sal conmigo, por favor. No te lo pido como amigos. Y no me avergüenza pensar en que otros lo sabrán. —Cuidadosamente añadió—: Siempre y cuando estés de acuerdo en que no significará un problema para ti.
Kiyota sonrió. Relajó sus expresiones y asintió repetidas veces sin dudarlo ni un poco. No estaba seguro de lo que era bueno hacer a continuación. Decidió confiar en las palabras de Maki. Entonces lo tomó de la corbata y lo acercó de nuevo a su rostro para volver a besarlo, esta vez con pasión; era un beso lento y profundo. La acción tomó por sorpresa al más alto, pero se dejó llevar con gusto y le rodeó por la cintura con verdadera alegría.
Sus labios se distanciaron pero sus frentes permanecieron juntas. Y para sellar su afecto se abrazaron fuertemente por primera vez.
—No me supone problema alguno. —Sonrió.
Nota: Este one-shot surgió repentinamente con inspiración en el arte oficial que nos compartió Takehiko Inoue hace apenas 4 días en sus redes sociales. ¡Muchas gracias, maestro!
Y también agradezco a todo aquel que se haya tomado el tiempo de leer esta historia. Este capítulo va dedicado a esas personitas de Facebook que me motivaron a escribir para estos muchachos.
-Ary.
