Primero que nada, quiero agradecer a KTTR por lo inspiradoras que han resultado sus historias Esclavos de Hoenn y Holly, el Kirlia Macho, dos pedazos de fanfics que dan un toque completamente distinto a lo que se acostumbra, y que aun así se las arreglan para encantar y enganchar, incluso con lo que no me gustó, pero que, en su mayoría, se notaba necesario y justo. Esta historia nace a partir de dicha inspiración, y por ello el agradecimiento tan efusivo que le estoy dedicando, aunque no pretendo conectar la línea histórica de sus fanfics, ni tomar ninguno de sus personajes, con sus experiencias y personalidades, salvo que él (y sólo él) me lo pida, aparte que no tengo pensado pagarle un solo centavo por esto xD. Ahora sí, doy comienzo a la historia.
Prólogo 1
En una guardería pokemon, algo apartada del pueblo más cercano, se encontraban jugando tranquilamente dos pokemon bastante pequeños y adorables. Resultaban ser dos Ralts, uno shiny y el otro normal, y los dos se notaban bastante contentos, pese a que los demás pokemon de la guardería poco o ningún esfuerzo hacían para acercarse a ellos. La verdad es que ellos prácticamente vivían en un mundo aparte del resto, no necesitaban a nadie más que a ellos mismos, y por eso ninguno de ellos había jugado con los demás.
El Ralts shiny era bastante talentoso y atrevido, un pokemon que no parecía temerle a nada y que de vez en cuando le decía a su hermano que algún día saldrían juntos a vivir grandiosas aventuras y que les esperaba un grandioso futuro, aparte que siempre era el que daba la cara cuando algún otro pokemon se metía con ellos. Y aquello no era mentira. El Ralts shiny era un devoto creyente en que algo grande esperaba fuera de esa guardería en que se encontraban.
El Ralts normal era todo lo contrario de su hermano: sumiso, tímido, inseguro y acobardado. A veces, a los ojos de los pokemon que se tomaban la molestia de mirarlos de vez en cuando, parecía que ese Ralts era una carga para su hermano, cosa que el shiny siempre se había esforzado en demostrar que no era así. El Ralts normal a veces pensaba que su hermano era alguien grandioso y que le tenía mucha más paciencia de la que realmente merecía, lo cual a veces le merecía un regaño de parte de su hermano, puesto que a él le molestaba la manera en que éste a veces se autocompadecía.
─ Algún día, hermanito ─ decía el Ralts shiny en varias ocasiones ─. El futuro está allá afuera, y nosotros seremos capaces de verlo, vivirlo y disfrutarlo. Sólo debemos esperar el momento en que venga alguien a sacarnos de aquí para que así podamos encontrarnos allá, al otro lado de esta cerca.
─ ¿Y qué pasa si nadie nos quiere adoptar? ─ pregunta el Ralts normal.
─ Pues cuando crezcamos un poco nos vamos y recorreremos el mundo por nuestra cuenta. Es bastante simple, hermanito ─ le responde el shiny con simpleza y tranquilidad ─. Recuerda que el verdadero arrepentimiento es por lo que no hemos hecho, no por lo que sí nos atrevemos a hacer. Confía en mí, que verás que lo vamos a lograr.
Según la historia de la anciana dueña de la guardería, un Gallade había traído los huevos de ambos Ralts para luego irse por una razón que nunca aclaró. La historia en sí era muy corta e incompleta, pero ambos Ralts a veces pensaban que su padre debía tratarse de un guerrero justiciero que iba por el mundo, defendiendo a los pokemon débiles; otras veces conjeturaban que era un aventurero que viajaba de región en región sin descanso, y que por ello no habría sido capaz de cuidarlos. De su madre en cambio jamás habían escuchado nada, lo cual acentuaba el misterio en que los dos envolvían sus propios orígenes ¿Y si su padre era un vengador que buscaba a un pokemon perverso que haya asesinado a la madre de los dos pequeños? Era una idea bastante triste, pero era una posibilidad.
─ ¿Crees que algún día conozcamos a nuestro padre, hermano?
─ Tal vez, aunque no sé qué pensar realmente ─ responde el Ralts shiny ─. Lo que realmente nos debe importar es nuestro viaje, hermanito. Sé que muy pronto nuestra historia empezará de verdad.
El Ralts normal sonríe. Deseaba con todo su corazón creer que su hermano tenía toda la razón. Su fe estaba enteramente puesta en él.
Algunos días después
A la guardería pokemon llega un hombre que vestía bastante formal, aunque su rostro resultaba un tanto intimidante, asustando a varios de los pokemon más jóvenes de la guardería. El Ralts normal no era la excepción, y la cosa iba a peor, pues aquel hombre iba directo a él.
Retrocede un par de pasos, pero se tropieza y cae sentado. El hombre sigue caminando hacia él, y en eso su hermano shiny se atraviesa para defenderlo. También él pensaba que ese hombre debía tratarse de alguien sospechoso, y la expresión tan dura que tenía no invitaba a relajarse.
─ Un Ralts shiny, y se nota que tiene agallas ─ el hombre sonríe ─. Está decidido, me llevaré a éste.
Sin que ninguno de los dos Ralts tuviera derecho alguno a opinión, ambos son separados, y el hombre atrapa en una pokeball al shiny, dejando al otro solo en donde se encontraba y sin que pudiera hacer nada para impedirlo. Ralts trata de correr cuando ve que el hombre sale de la guardería, pero sus piernas débiles no le ayudaban para nada a darle alcance.
─ ¡Hermano, no me dejes!
El hombre se monta en un auto que parecía lujoso y se va de allí. Ni siquiera se toma la molestia de mirar al Ralts que estiraba su pequeña y delicada mano fuera del corral en que se hallaba encerrado. Se pone a llorar, grita todo lo fuerte que le permite su suave y pequeña voz, pero nada de eso le sirve. El Ralts se había quedado solo, su hermano había sido llevado lejos.
Una vez que el auto desaparece de su vista, el Ralts se queda allí, mirando al vacío, como si no se diera cuenta todavía de lo que acababa de pasar. Unos cuantos pokemon se le quedaban mirando, pero ninguno se le acercaba, ni tenían la intención de brindarle consuelo. El Ralts no tenía idea de qué sería de él. Nunca antes había estado sin su hermano más que un par de minutos, por lo que estar allí, de ahora en adelante sin él, le producía un terrible miedo. Llora y se encoge donde estaba, como si así se pudiera defender de las curiosas miradas de los otros pokemon que se mantenían apartados.
Un mes después
Los pokemon iban y venían. Decenas de entrenadores de todas las edades traían a sus compañeros o llegaban para tomar en adopción a los pokemon que no tenían dueño dentro de la guardería. Sentimientos de alegría, emoción y compañerismo surgían en todo momento, y los pokemon que quedaban estaban siempre a la expectativa, emocionados ante la idea de ser los siguientes en ser llevados fuera para vivir sus propias y grandiosas aventuras, y la cosa prometía bastante, pues en la región, zona con muy poca historia con cualquier tipo de torneo, se estaba estableciendo el nacimiento de su propia liga pokemon, y varios líderes de gimnasio de otras regiones, junto con otras personalidades importantes de la crianza y combate con pokemon, estaban ofreciendo su asesoría y apoyo directo para que dicha liga empiece con buen pie. Eso estaba causando que muchos chicos quisieran empezar pronto su aventura y probaran a adoptar pokemon, y también llegaban entrenadores de regiones lejanas, buscando especies raras que allí se pudieran encontrar.
Todo aquello podía lucir hermoso, lleno de color y esperanza para los pequeños que próximamente se convertirían en fieros combatientes al mando de chiquillos que buscaban pulir sus propias capacidades de comando. Pero el Ralts seguía allí. La verdad es que no quería ser adoptado, y por esa razón se escondía lo mejor que podía para que nadie lo encontrara. Esperaba que su hermano regresara de donde sea que se encontrara para así irse con él. No quería que ningún otro humano lo adoptara. Pretendía permanecer en su sitio y esperar el tiempo que le hiciera falta.
Pero el tiempo pasaba a paso de Shuckle, y Ralts seguía sin entablar amistad con los demás pokemon. No socializaba, ni jugaba, ni entrenaba con ellos. Simplemente estaba allí, pasando totalmente desapercibido para el resto de los pokemon que habían decidido no dejarse detener por su aislamiento y su vana esperanza de ver nuevamente a su hermano. Le temía a todo y a todos, siendo la anciana dueña de la guardería la única a la que muy de vez en cuando se atrevía a decirle algunas palabras escuetas.
Estando a mitad de la tarde, y luego de haberse comido algunas bayas, Ralts se queda dormido a la sombra de un arbusto. Era de los pocos momentos que sentía algo medianamente parecido a la paz, turbia y efímera, pero paz al fin y al cabo; pero dicha sensación no llega a durarle mucho, pues los cuernos en su cabeza le advierten de la presencia de alguien que estaba cerca. Sus emociones lo delataban, y en cuanto Ralts abre los ojos, se encuentra con que es un humano, y lo estaba mirando fijamente.
Ralts trata de huir, pero sólo consigue tropezar y caer de una manera bastante ridícula. El hombre que lo estaba viendo se acerca a él y lo agarra en brazos, como si se tratara de un bebé.
─ Este pokemon es bastante gracioso. A mi hija seguramente le encantará, ojalá que con la responsabilidad de cuidarlo se le quite el berrinche tonto que tiene ¿Cuánto cuesta, señora?
Ralts forcejea todo lo que puede. Trataba de huir para impedir ser llevado en adopción, pero sus fuerzas eran minúsculas y no suponía ningún reto para ese hombre el mantenerlo bien sujeto. La dueña de la guardería da el precio de adopción, y el hombre paga sin pensárselo mucho. Luego de eso agarra una pokeball y lo captura sin ningún inconveniente. Ralts se sentía terriblemente mal, pues con ello perdía toda esperanza de volver a ver a su hermano. Desde su pokeball, el pequeño era incapaz de ver hacia dónde iba su captor realmente. Las emociones que conseguía detectar de parte de ese hombre era de satisfacción, pero era un poco rara para lo que Ralts conocía. Aquello bien podría ser producto de la nula sociabilidad que tenía, pero el caso es que su viaje estaba empezando, de una forma bastante forzada.
Él no quería esto. No quería irse, no sin su hermano.
Prólogo 2
─ Piérdete.
─ ¿Eh? Pero si ni siquiera había terminado de...
─ Querías pedirme que saliera contigo, pero eso no se va a poder. Jamás saldré contigo, así que mejor entiende por las buenas ─ responde la chica cruzándose de brazos ─. No me gustas, así que piérdete.
─ ¿De verdad hace falta que respondas de esa manera, Sori? ─ dice el chico, claramente dolido ─ ¿Al menos podrías decirme por qué exactamente no tengo ninguna posibilidad contigo?
La chica suspira largamente, y luego mira fijamente a los ojos del chico, poniendo una cara de reto, como si lo invitara a reírse de ella para entonces voltearle la cara de una bofetada. Pero el chico se mantenía firme, serio, demostrando su sinceridad y determinación, así que la chica no ve otra alternativa.
─ Soy lesbiana.
─ ¿Eh? ¿De verdad? ─ Sori alza una ceja, mostrando que la duda del chico la molestaba ─ Ok, ya comprendí. Pero es que no entiendo por qué tus padres me dijeron que lo intentara, si ellos deberían estar más enterados que yo.
─ Ellos no me entienden. Creen que sólo estoy pasando por una etapa, que mi visión de casarme con una chica más hermosa y sexy que yo es sólo un berrinche de mi parte, y por eso motivan a tontos útiles como tú para que me "curen" lo lesbiana. Pero eso no se va a poder. No tengo interés en verle nada a los chicos, y en los vestidores siempre me quedo mirando a mis compañeras cambiarse, aunque al final siempre se enojan conmigo.
─ Oh, ya veo ─ el chico se rasca la mejilla con cierto nerviosismo antes de seguir ─. Pero creo que va a ser muy difícil eso de casarte como dijiste, pues tú eres la chica más linda y sexy que conozco.
Sori no se ruboriza en absoluto, pero le agradece el gesto al chico. Sori era una chica de tan solo 15 años, pero su desarrollo físico daba la impresión de ser una supermodelo de 18. Considerada voluptuosa, bella y adorable, con cabello rojo y ojos verdes esmeralda, todos los chicos se la quedaban mirando con adoración, y nunca faltaban los que, animados por los padres de la chica, se aventuraban a pedirle que saliese con ellos. El gran dilema de Sori era precisamente la condición sexual que señalaba tener, pues por un lado rechazaba a los chicos, pero por otro las chicas la apartaban, regidas por una idea ridícula de que se les "contagiaría" lo lesbiana si la dejaban convertirse en su amiga. En conclusión, Sori estaba sola en aquella escuela. Tenía una actitud presumida y superficial, y le gustaba verse a sí misma como una dama altamente deseable, pero la realidad es que no tenía ningún amigo, y no quería tener cerca de ella a nadie que necesitara ser empujado por los padres de ella para dirigirle la palabra.
─ Sori ─ otra vez el chico le hablaba ─ ¿Tienes pensado participar en la liga pokemon que será inaugurada en esta región?
─ Sí, claro que lo haré ─ responde Sori de manera seca ─ ¿Y por qué lo preguntas? ¿Tú también lo harás?
─ Tal vez ─ el chico se encoge de hombros ─. El año pasado, antes de mudarme aquí, participe en la liga de la región donde solía vivir, pero no conseguí ir más allá del cuarto gimnasio. Me faltaba mucha experiencia y no sabía entrenar bien a mis pokemon, pero supongo que si ahora lo intento tendré mejores oportunidades ¿Qué te parece si nos convertimos en rivales al empezar nuestras respectivas aventuras?
─ Bájate de esa nube, que te advierto que me convertiré en una entrenadora invencible, así que no te sientas mal. Puedo aprovechar esta liga para convertirme en la mejor entrenadora de tipo siniestro que existe en el mundo.
─ ¿Tipo siniestro?
─ Claro que sí ─ dice Sori como si se tratara de algo demasiado obvio ─. Los pokemon siniestros son criaturas geniales y muy elegantes. Para mí son la representación misma de la perfección en un pokemon. Llevo admirándolos casi desde que tengo memoria. No existe pokemon que pueda superarlos.
─ Ya veo. P-por cierto ─ añade, viendo que Sori pretendía alejarse sin despedirse ─, mi nombre es Marco, y es un gusto.
─ ¿Cuándo pregunté tu nombre? ─ responde ella poniendo mala cara ─ No te ofendas, pero no me hace falta saberme el nombre de alguien que se queda a medio camino en una liga. Yo seré fuerte, y por ello sólo me conviene estar con entrenadores fuertes. Alguien tan débil y patético como tú con tus pokemon débiles no me convienen como amigos.
Luego de eso, Sori se aleja de Marco, no estando dispuesta a escuchar nada de lo que él quisiera decirle. De entre los arbustos sale un Dodrio, el cual se aguantaba las ganas de reírse mientras se acercaba a Marco.
─ Ni siquiera quedaste en la friendzone para ella. Maestro, creo que necesitas pulirte para enamorar a una chica.
─ No te rías, que no es gracioso ─ Marco estaba molesto por la forma tan altanera en que Sori terminó tratándolo ─. Esa chica es una grandísima... ni siquiera sé cómo decirle, Dan.
─ Pues a nosotros no nos mires ─ dice una de las cabezas del Dodrio ─. Nosotros somos quienes aprendemos palabrotas de tu parte y no al revés.
─ Mejor no debería alterarme. Es verdad que ha sido muy cruel de su parte, pero eso no le hará una mejor entrenadora. Es solo una chiquilla inmadura, y seguramente no podría contigo, Dan.
─ Así es. Tanto nosotros como el resto del equipo somos invencibles ─ dice la cabeza central de Dan con el orgullo inflado ─. Me emociona saber que muy pronto iremos a una nueva aventura para enfrentar la liga, y esta vez con toda seguridad llegaremos al alto mando como mínimo, maestro.
─ No dudo que lo harán por mí ─ dice Marco acariciando una de las cabezas de Dan ─. Ya no somos los inexpertos que solíamos ser, y pronto Sori se dará cuenta del error que cometió al ofenderme a mí y a mis pokemon.
Casa de Sori
La chica había regresado de un larguísimo día en la escuela. Estaba ansiosa por saltarse las clases para irse a vivir una gran aventura con un equipo de pokemon siniestros poderosos e imparables. Ya se veía a sí misma en la cima de su región, con una legión de entrenadores y de pokemon alabándola como la más poderosa y hermosa entrenadora que haya existido jamás, y que todas las chicas empezarían a mirarla cuando demuestre lo genial que realmente puede ser.
─ ¿Cómo van tus estudios, hija? ─ la madre de Sori, que aparentaba algo menos de 40 años, se encontraba tomando té en el comedor.
─ Pues regular. Más chicos sin cerebro se me han confesado. Papá y tú deberían dejar de mandarme papanatas para que salgan conmigo. Yo no quiero un novio, sino una novia con un mejor cuerpo que el mío.
─ Tu padre y yo hacemos esto por tu propio bien ─ le responde su madre con un tono seco y serio ─. Como continuadora de nuestro apellido, estás en el deber de buscarte un joven con quien debas casarte en cuanto llegues a la mayoría de edad, que es lo normal. No puedes pasarte el resto de tu vida tonteando, viendo a otras chicas, que igual me he dado cuenta que ninguna te presta atención.
─ Me da igual. Algún día encontraré a una chica que sea perfecta para mí.
La madre de Sori suspira de fastidio, y prefiere no seguir discutiendo con su hija, la cual se dedica a revisar las guías pokemon, únicamente viendo la sección de los pokemon de tipo siniestro para saber con cuáles podría formar un equipo.
─ Déjame ver… Un Houndour sería una opción interesante, que así tiene algún aguante con los tontos pokemon hada… No sé por qué las hadas tienen que pegarle fuerte a los siniestros, si son unos pokemon feos y no tienen gracia, igual que los psíquicos, que se creen que por hacer levitar un pañuelo ya son fuertes, cuando no pueden hacer nada contra los siniestros ¡Ja! También podría probar suerte con un Poochyena, que son muy bonitos e imponentes. Sería genial que papá me traiga alguno de esos pokemon… ¿Y si mi padre me trae un Tyranitar? Ya empezaría fuerte, una campeona desde el primer día...
Al cabo de un rato se escucha la puerta de la casa, y madre e hija voltean para encontrar que el padre de Sori acababa de llegar, al parecer respondiendo a los insultos de la anciana que tenían por vecina, y es que dicha señora siempre arremetía por cualquier cosa contra el padre de Sori, aprovechando que él es el gobernador de la región. Sori estaba bastante ilusionada, esperaba que su padre llegara con el pokemon que le había pedido. Ya estaba lista para estirar su mano para recibir su regalo, podía ver la pokeball en la mano de su padre.
─ ¿Trajiste el pokemon que te dije, papá?
─ Claro que te lo traje, hija ─ dice su padre con un tono de satisfacción ─. Aquí lo tienes. Diviértete con él.
El hombre lanza la pokeball a su hija, y de él surge a mitad de camino el pequeño Ralts que se había llevado de la guardería. El pokemon estaba asustado, y Sori, la cual tenía los brazos abiertos, se queda con una cara de total confusión.
─ Papá, ¿dónde está mi pokemon?
─ Ahí está, hija. Ese Ralts es el pokemon que compré para ti.
─ Ese no es. No hay manera de que pueda serlo ─ Sori deja de lado su tono alegre y va adquiriendo lentamente su voz de enfado ─. Papá, te dije que quiero un pokemon siniestro, y ese pokemon no tiene nada de siniestro. Ni siquiera es un Ralts regional de ningún lugar lejano para hacerme dudar. No quiero a un pokemon que sea de tipo psíquico y no tenga el tipo siniestro.
─ Es psíquico y hada, hija.
─ ¡Eso es muchísimo peor! ─ vocifera Sori ─ ¡No quiero a ese pokemon tan tonto! ¡Llévatelo y tráeme el pokemon siniestro que te dije!
─ Lo siento, pero estaré ocupado, hija. Dile a tu madre que lo haga.
─ Mañana tengo reunión con mis amigas para una convención de perfumes ─ replica la madre de Sori sin voltear siquiera a mirar.
Sori aprieta los dientes con rabia, y el Ralts miraba en todas direcciones, asustado y confundido. El pequeño pokemon no sabía qué sería de él, y Sori se retira a su habitación sin voltear a mirar a su nuevo compañero, su primero en la aventura que se había decidido a tener. El Ralts se mantiene encogido en su sitio por un rato, viendo cómo los padres de la chica se dedicaban a lo suyo, como si la pelea de hace un rato jamás hubiese tenido lugar, y finalmente se decide a buscar a Sori. Después de todo, esa chica ahora tenía su pokeball, por lo que era su dueña, aunque no quería que fuese así.
CONTINUARÁ…
Ok, ya el cuadro inicial acaba de ser definido, así que ya ustedes lo deben tener más o menos claro:
Ralts: Pokemon que es (en este caso particular) tímido, con baja autoestima, carente de orgullo, terriblemente dependiente y de actitud acobardada y sumisa, lo cual obviamente significa un problema tremendo de cara al inicio de la aventura.
Sori: Humana esperando a ser entrenadora. Niña mimada, mal hablada, precipitada, superficial, y que desconoce completamente el valor de los demás por su actitud prejuiciosa (¿alguno de ustedes notó el curioso detalle de que los colores de su cabello y sus ojos los puse invertidos en relación con su nuevo Ralts?).
Como pueden ver, le voy a conceder a los pokemon facultades humanas tales como el habla en idioma humano, y a ver qué otra cosa se e ocurre más adelante. Sé que algunos de ustedes se preguntarán si esta historia tendrá a los pokemon en versión gijinka (es decir con aspecto humanizado), y la respuesta a esa duda es: depende de ustedes. No pienso fijar posición en ese sentido. El que quiera ver a los pokemon gijinka, que lo haga, y el que quiera ver a los pokemon en su forma canon, pues que lo haga también, no tengo ningún problema con eso.
Ahora les pregunto a ustedes ¿Qué piensan ustedes sobre lo que les espera a los dos protagonistas de esta historia? Pueden dar sus opiniones en el cuadro de comentarios, y nos encontraremos nuevamente en el próximo capítulo.
Hasta otra
