Juego sucio

Tigresa se encontraba sola en su habitación, ajustando meticulosamente las vendas de sus pechos. Cada vuelta de la tela era una tentativa de imponer orden a los pensamientos caóticos que la asaltaban desde su conversación con Po. Finalmente, dejó caer las manos y cerró los ojos, apoyando la frente en sus palmas.

"¿Deberíamos contárselo a todos?" La pregunta resonaba en su mente, cargada de incertidumbre.

Desde su infancia en el orfanato de Bao Gu, Tigresa había luchado por controlar su fuerza y temperamento, consciente del miedo que infundía en quienes la rodeaban. El entrenamiento riguroso bajo la tutela del Maestro Shifu la había moldeado en una guerrera formidable, alguien en quien los demás podían confiar plenamente. Revelar su relación con Po podría poner en riesgo esa imagen construida con tanto esfuerzo.

La idea de que sus compañeros la vieran como alguien distraída o, peor aún, débil, la aterrorizaba.

Además, estaba Shifu… su padre . Para él, el kung fu lo era todo, y ella siempre había sido su discípula más dedicada y aunque no tuvieran tan buena relación, era su hija . ¿Cómo reaccionaría al enterarse de que su alumna estrella mantenía una relación con el Guerrero Dragón? ¿Lo vería como una traición a los principios que le había inculcado?

Tigresa dejó escapar un suspiro tembloroso, sintiendo el peso de sus miedos aplastando su pecho. Amaba a Po, de eso no había duda. Pero el temor a perder el respeto de sus compañeros y la confianza de su maestro la sumía en una encrucijada dolorosa.

Abrió los ojos y se miró en el espejo, ya con su túnica dorada puesta …buscando respuestas en su propio reflejo. La guerrera que la devolvía la mirada parecía tan fuerte como siempre, pero solo ella sabía cuán frágil se sentía en ese momento.

—¿Es posible tener ambos? — se preguntó en un susurro. Quería , o mejor dicho anhelaba poder ser la guerrera que todos esperaban y, al mismo tiempo, estar con el amor de su vida

El resonante eco del gong matutino llenó el aire, sacando a Tigresa de sus pensamientos. Con movimientos precisos, terminó de arreglarse la túnica y se dirigió hacia la puerta de su habitación.

Y al levantar la mirada, por un breve segundo , allí estaba él. Sonriente y con sus ojos verde jade resplandeciendo como dos gemas , mirándola.

Tigresa reprimió una sonrisa y mantuvo su semblante serio. Amaba esa vista, siempre lo había echo, desde que se hicieron amigos. Siempre todas las mañanas no podía evitar mirarle sintiendo como un revoloteo invadía su vientre.

Y ahora puedo despertarlo a besos en su propia cama… — pensó aún reprimiendo la juguetona sonrisa que amenazaba con exteriorizarse .

Desvío la mirada y se encontró con la figura imponente del Maestro Shifu, cuya mirada penetrante parecía evaluar cada detalle desde el final del pasillo

—Buenos días, Maestro —saludó Tigresa, inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto. Dando el aval para que sus compañeros la siguieran

A su lado, los demás miembros de los Cinco Furiosos replicaron al unísono:

—Buenos días, Maestro.

Shifu asintió, satisfecho, y comenzó a caminar hacia el salón principal, indicando con un gesto que lo siguieran. Mientras avanzaban por los pasillos del Palacio de Jade, Tigresa no pudo evitar sentir una mezcla de orgullo y aprehensión. La disciplina y el respeto eran pilares fundamentales en su vida, y mantener una fachada imperturbable ante sus compañeros y su maestro se había convertido en una segunda naturaleza.

Sin embargo, mientras caminaban, sus pensamientos volvían una y otra vez a Po. Recordaba la calidez de su abrazo, la suavidad de sus palabras y la conexión profunda que compartían en la intimidad de la madrugada. Pero aquí, bajo la mirada escrutadora de Shifu y la expectación de sus compañeros, debía mantener las apariencias.

Al llegar al salón principal, Shifu se volvió hacia ellos, sus ojos recorriendo cada rostro con atención.

—El entrenamiento del día es una competencia de resistencia y flexibilidad. Todos deben sostener una postura exigente con peso adicional . La regla es simple: el último en pie gana

—¡Sí, Maestro! —respondieron todos al unísono.

Mientras se preparaban para iniciar el entrenamiento, Tigresa tomó una profunda respiración, reforzando su determinación. Sabía que, por el bien del equipo y de su propia reputación, debía mantener su relación con Po en secreto, al menos por ahora. Pero en el fondo, una pequeña voz susurraba que, quizás, algún día podrían compartir su felicidad con los demás sin temor.

Por ahora, se concentraría en el presente, en sus responsabilidades y en el camino del guerrero. El futuro, con todas sus incertidumbres, tendría que esperar.

Todos los miembros de los Cinco Furiosos y Po sus lugares en el patio de entrenamiento. La competencia había dado inicio.

La competencia inició bastante pareja, todos eran guerreros formidables y se habían acostumbrado a un rigurosa rutina donde rendirse no era una opción.

Sin embargo, Mantis fueel primero en ceder cuando su equilibrio falló bajo la presión del peso sobre si. Cayendo de espaldas con un bufido.

—Bien… supongo que no estaba hecho para esto —farfulló el insecto saliendo del campo tomando lugar donde antes estaba la figura del maestro Shifu.

El maestro los había dejado solos, confiaba en sus estudiantes, no eran niños, no necesitaban supervisión. Confiaba en la honestidad y fuerza de cada uno de ellos, si perdían sabían que debían retirarse y no necesitaban un policía para eso.

La concentración inundaba el aire, todos trataban de mantenerse centrados , la mirada al frente, la posición firme… así fue por al menos veinte minutos … cuando Grulla fue el siguiente en caer cuando su ala derecha se deslizó ligeramente, haciéndole perder la postura.

—Mis alas no están diseñadas para este tipo de carga —dijo mientras se sacudía y extendía sus alas.

Mono y Víbora siguieron en competencia junto a Po y Tigresa, pero se notaba el ligero esfuerzo que ahora ponían para mantenerse estables. Era difícil, un leve goteo de sudor bajaba por sus rostros.

Finalmente, Mono perdió el equilibrio al intentar reajustar su postura.

—¡Argh! ¡Casi lo tenía! — resopló el primate con frustración uniéndose a Grulla y Mantis quienes veían expectantes la competencia

Ahora solo quedaban Víbora, Tigresa y Po

Víbora es de naturaleza flexible y resistente, pero incluso ella comenzó a mostrar signos de fatiga. Po, quien hasta ahora había permanecido relativamente callado, decidió hablar luego de unos minutos.

Tenía una idea para quedarse con la victoria del enfocaría en distraer a Víbora y presionar un poco a Tigresa. Podía ser su novia, pero en el campo de entrenamiento, era su rival.

—Tigresa, es impresionante lo fuerte que eres. Ni siquiera titubeas con todo ese peso… me pregunto si seguirías tan firme si tuvieras algo más grande encima de ti —dijo con toda la inocencia posible. Haciendo que los demás se tensaran levemente ante el comentario. No era raro que Po adulara a Tigresa siempre que tenía la oportunidad, sin embargo algo en el comentario que acababa de hacer no era tan … inocente

Tigresa no respondió, manteniéndose completamente enfocada. Sin embargo, Po detectó el leve endurecimiento de su expresión. Y el tic involuntario en su oreja derecha le hizo saber que lo escuchó

Víbora, desconcentrada por la conversación, perdió el equilibrio quedando fuera de la competencia. Tal como Po lo había planeado.

—Po… creo que hablas demasiado — dijo al serpiente en un suspiro mientras reptaba fuera del campo

—¿Yo? Solo estoy admirando la técnica de Tigresa —respondió con total inocencia

Nadie dijo nada por unos cuantos minutos

Ahora solo quedaban ellos dos. Ambos en la misma postura, sosteniendo el peso extra y poniendo a prueba su resistencia y flexibilidad.

Po, con su clásica sonrisa despreocupada, observaba a Tigresa. Ella como siempre firme, concentrada. La felina había re ajustado su postura apenas hacía unos minutos extendiendo una de sus piernas equilibrándose perfectamente en la otra doblándose un poco con el fin de que su pierna libre se estirara cerca de su cabeza , para algunos podría parecer una posición algo incomoda y lo era, pero ella misma se estaba retando, como estas competencias a ella no le bastaba quedarse con el . Ella siempre aprovechaba cada entrenamiento para forzar sus propios limites .

Po tomó la decisión de seguir presionándola un poco.

Po se inclinó ligeramente, sus ojos fijos en Tigresa, su sonrisa cargada de algo que solo ella parecía notar del todo.

—Vaya… —murmuró, con una satisfacción tan evidente que hasta Mono arqueó una ceja—. Lo estás haciendo muy bien… pero me pregunto… ¿hasta dónde puedes seguir antes de que empieces a temblar?

El comentario cayó en el aire como una piedra en el agua.

Mono parpadeó lentamente, su expresión oscilando entre la confusión y algo que se parecía demasiado a la incredulidad.

Mantis carraspeó.

Grulla ladeó la cabeza, como si estuviera procesando lo que acababa de escuchar.

Víbora entrecerró los ojos, como si ya viera venir algo malo.

Pero la única reacción que realmente importaba era la de Tigresa.

Ella parpadeó rápidamente. ¿A qué juega este panda estúpido? . No se movió ni un centímetro ,no reaccionó externamente, pero Po notó un cambio sutil en su respiración, el leve endurecimiento en su mandíbula, la sutil tensión en sus hombros.

Lo sintió.

Sabe que lo sintió.

Oh. Esto iba a ser divertido.

Él esperó unos segundos, dejando que las palabras se asentaran … y luego, con un aire de total confianza, lanzó la estocada final.

Él inclinó la cabeza, dejando que su voz descendiera hasta un tono demasiado bajo, demasiado lento.

—Seguro que puedes seguir aguantando… —susurró, y esta vez, hasta Víbora se tensó—. Pero lo que realmente quiero saber es… cuánto más puedes soportarlo antes de que se te escape un sonido.

El silencio fue tan denso que Mono hizo un gesto como si necesitara aire.

Mantis dejó caer su taza de agua.

Grulla se frotó la cara con una mano, en lo que solo podía describirse como sufrimiento.

—Oh… no… —susurró Mono, con los ojos muy abiertos.

—¡Po! —Víbora le lanzó una mirada que oscilaba entre la exasperación y la desesperación

Pero Po no apartó la mirada de Tigresa.

Porque ella no había dicho nada.

No había soltado ni una palabra. Ni un suspiro.

Pero él vio el leve parpadeo, la casi imperceptible contracción de sus garras en el suelo.

La forma en que su respiración se había ralentizado deliberadamente, como si estuviera controlando cada inhalación.

Su sonrisa se amplió un poco, y con la misma calma con la que se hunde una aguja en la piel, agregó:

—Dime, Tigresa… ¿cuánto más puedes durar… antes de que se tu cuerpo reaccione?¿Antes de que se te escape?

Mono dejó escapar un quejido ahogado.

Mantis literalmente se tapó los ojos.

Víbora hizo un sonido de pura frustración.

—¡Dioses, Po, hay niños presentes!

—Soy adulto —protestó Mantis, sin atreverse a mirar.

—Yo no —murmuró Mono—. No después de esto.

Pero Po no hizo caso.

Solo observó a Tigresa.

Y Tigresa, con una paciencia que rozaba lo inhumano, inspiró muy hondo… y no le concedió nada.

Fue mínimo. Un pestañeo de parte de la felina más largo de lo normal. Un leve cambio en su postura. Para los demás, no fue nada. Pero para Po… es todo lo que necesitaba

Sin hacer un solo movimiento brusco, Po relajó su postura con facilidad, reajustándose sin esfuerzo. Tigresa, en cambio, al intentar hacer lo mismo, perdió el equilibrio por una fracción de segundo. Es un error diminuto… pero suficiente para que Po ganara la competencia

—Ok… ¿soy el único que sintió que hubo algo extraño en esta competencia? —dijo Mono con los ojos entrecerrados

—No, definitivamente hubo algo raro aquí —replicó Mantis cruzándose de brazos

—Esas cosas que dijo… no sonaban como meras observaciones técnicas— comentó Grulla echándole una mirada llena de sospecha a Po , quien triunfante había soltado su postura y el peso en sus hombros.

—No sé qué es exactamente… pero algo no cuadra —comentó Vibora con una ceja enarcada

Tigresa sentada en el suelo se incorporó con lentitud , manteniendo su expresión inmutable, pero Po lograba ver la tensión en sus hombros. Se inclinó hacia ella con su sonrisa despreocupada y le ofreció su mano para levantarse. Ella lo rechazó mirándolo con cara de pocos amigos.Típico de Tigresa.

—Casi lo logras. Pero, bueno… ya sabemos que puedes aguantar mucho , aunque eso yo ya lo sabía— le dijo él con suavidad , esta vez para que solo ella lo escuchara

Ella no respondió. Simplemente se dio vuelta en sus talones y se marchó echa una furia


Tigresa avanzaba con pasos duros, enfocados, dirigiéndose a un rincón apartado del Palacio de Jade. Sus músculos estaban tensos y sus garras se clavavan ligeramente en sus palmas cerradas en puños. Su respiración era profunda, pero controlada. Estaba furiosa. Y con razón.

Po no solo jugó sucio para ganar. Lo disfrutó.

No solo coqueteó con ella descaradamente en medio del entrenamiento. Lo hizo delante de los demás.

Pero antes de que pudiera procesar su enojo por completo, escuchó los pasos pesados detrás de ella. Se detuvo en seco, con los músculos aún tensos, cuando una sombra se proyectó sobre su espalda.

Po la alcanzó.

Antes de que pudiera hablar y mandarlo a volar , notó que él se movió.

Tigresa sintió su cuerpo presionado contra la pared en un abrir y cerrar de ojos. No con violencia, sino con control. La piedra fría chocó contra su espalda mientras Po bloqueaba su escape, sus brazos apoyados a ambos lados de su cuerpo, atrapándola en una jaula que él mismo creó.

Estaba demasiado cerca.

Y para empeorar las cosas la miraba con esa sonrisa… esa maldita sonrisa que la enloquecia

Tigresa pudo sentir el calor de su piel a través de la delgada distancia que los separa, la fuerza contenida en cada músculo de su cuerpo aún relajado. Sus ojos verdes la observaban con esa mezcla irritante de diversión y algo más… algo que hacía que la temperatura a su alrededor se sintiera más alta de lo que debería.

—¿Huyendo de mí, Tigresa? —le dijo el panda con una sonrisa perezosa y la voz baja, grave.

—No me hagas perder el tiempo, Po. Sabes perfectamente qué estoy molesta —le espetó con un tono afilado mientras mantenía su ceño fruncido

Po no dijo nada al principio. Solo la observaba. La tensión en el aire se hacía más espesa, más densa. Tigresa exhaló lentamente por la nariz, controlando la opresión de su pecho, sentía como este se contraía, como la falta de espacio parecía asfixiarla de una manera placentera ¿Cómo lo lograba? ¿Cómo lograba hacerla sentir esas cosas incluso cuando quería matarlo?

Él estaba jugando

Él sabía exactamente lo que estaba haciendo

—Molesta, ¿eh? No lo sé… parecías más nerviosa que enojada hace un rato — replicó el panda con un tono aún grave pero más burlón

Tigresa sintió sus garras tensarse , sintió como se curvaban sutilmente contra sus palmas , una reacción instintiva. Pero se negaba a reaccionarante él. A darle esa satisfacción. Seguía molesta

—¡Jugaste sucio, Po! Sabías lo que hacías con esos comentarios. ¡Y lo hiciste delante de los demás! —le gritó aún tensa

Po ladeo la cabeza, sus ojos brillando con diversión.

—¿Y? No es mi culpa que tú fueras la única que reaccionó.

Otra vez con su estúpido "¿Y?" Ya se le había vuelto costumbre contestarle de esa manera

Tigresa gruñó, sus garras apretándose. Pero antes de que pudiera hablar, Po se acercó más

Ahora su aliento rozaba su piel, su pecho casi tocando el de ella. Tigresa sintió su propia respiración descontrolarse por apenas un segundo, y eso la enfurecía aún más

—Aléjate, Po — le dijo aparentando los dientes

Po no se movió

—¿Segura? —le preguntó , su voz baja, con un tono más peligroso

Tigresa lo miró con ojos afilados, pero Po no retrocedió. El panda flexionó su brazo derecho un poco más, reduciendo la distancia entre ellos. Era apenas un movimiento sutil, pero ella lo sintió.

Demasiado.

La piel desnuda de Po estaba pegada a ella , su presencia era abrumadora.

Su mirada era intensa, profunda, fija en ella con una seguridad que hacía que su autocontrol tambaleara por apenas un segundo. Y Po lo notó. Por supuesto que lo notó.

Ella sabía que debía alejarse, sabía que debía detenerlo. Pero una parte de ella mantenía su cuerpo congelado en su lugar.

—Dilo otra vez — la tentó, su voz apenas un susurro, pero cargada de intención

Tigresa sentía su corazón martillando en su pecho. No. No iba a caer en su juego. No iba a darle el gusto

Pero Po se acercó un milímetro más. Solo un poco. Lo suficiente para que sus respiraciones se entremezclaran. Para que el calor de su cuerpo fuera innegable. Para que Tigresa sintiera que estaba perdiendo el control definitivamente

Tigresa podía escuchar su propia respiración, entrecortada, agitada, como si acabara de librar una batalla… y en cierto modo, así era. Desde que Po había empezado ese juego cruel de indirectas, provocaciones y miradas, ella había estado luchando contra algo que cada vez le costaba más ignorar.

Lo tenía frente a ella, con esa sonrisa engreída en los labios y esos ojos verdes clavados en los suyos, retándola sin decir una sola palabra. Po sabía lo que hacía. Sabía que estaba empujándola al borde.

Y ella… estaba empezando a odiar lo mucho que lo disfrutaba.

Su corazón latía con una violencia insoportable dentro de su pecho, tanto que creía que se le iba a salir de este. Podía sentirlo en su garganta, en sus muñecas, en cada fibra de su ser. Su piel ardía donde él la había tocado momentos atrás, como si el calor de sus manos aún estuviera allí, impregnado en su pelaje.

"Basta."

Ella tenía el control. Siempre lo tenía. Siempre había sido la fuerte, la que no se dejaba llevar, la que no caía en juegos infantiles.

Pero entonces, ¿por qué su cuerpo no obedecía?

¿Por qué su mirada se desviaba inconscientemente a sus labios?

¿Por qué sentía que si no hacía algo ahora, en este mismo instante, se volvería loca?

Po inclinó la cabeza con una ceja en alto, como si esperara su reacción, como si la desafiara a moverse.

Y algo dentro de ella se rompió.

Tigresa ni siquiera pensó. No razonó. No se detuvo a calcular las consecuencias. Simplemente sintió la oleada de calor apoderarse de su cuerpo y lo agarró por el cuello con una brusquedad feroz, tirando de él con un solo movimiento.

El sonido de su respiración entrecortada se mezcló con el leve jadeo sorprendido de Po cuando sus bocas chocaron.

No había ternura en ese beso. Solo necesidad.

Tigresa lo besó con urgencia, con hambre, como si hubiera estado conteniéndose demasiado tiempo y, de repente, ya no pudiera más. Sus dedos se aferraron con fuerza a su pecho, como si quisiera asegurarse de que no pudiera apartarse.

No iba a darle la oportunidad de reírse de ella. No iba a dejar que tuviera la última palabra.

Pero cuando Po reaccionó y le devolvió el beso, igualando su intensidad, el calor en su cuerpo estalló en llamas.

No era un beso cuidadoso. No era algo delicado. Era puro instinto. Un choque de labios que trajo consigo todo el enojo, la frustración y la tensión que había estado acumulando

Po reaccionó de inmediato. Su agarre en la pared se rompió y sus manos se deslizaron con firmeza por las manos de ella sujetando las muñecas de Tigresa, atrapándola con una intensidad que delataba lo mucho que él también lo quería

El beso se profundizó sin que ninguno lo planeara. Era áspero, lleno de un fuego contenido por demasiado tiempo. Tigresa sintió el calor subirle a la piel, los dedos de Po apretándola con más fuerza, sintiendo cada fibra de su ser diciéndole que esto estaba mal… pero que se sentía demasiado bien

La respiración de ambos era errática, entremezclándose en el espacio que apenas los separaba. Sus labios ya habían probado los de ella en besos desesperados, hambrientos, pero esta vez fue distinto.

En medio de la intensidad, Po tomó su labio inferior entre sus dientes y lo mordió con una presión calculada, ni demasiado fuerte ni demasiado suave, justo lo suficiente para arrancarle un jadeo. Tigresa sintió la electricidad recorrerle la espina dorsal , una mezcla de sorpresa y excitación que la hizo tensarse por completo.

No se quedó atrás. En un movimiento instintivo, atrapó el labio superior de Po entre sus colmillos y tiró de él con suavidad antes de soltarlo lentamente. Su mirada ámbar ardía. No tenía intenciones de contenerse.

—¿Así quieres jugar, Tigresa ? —murmuró él contra su boca, su voz ronca y llena de provocación.

Tigresa rió bajo, él no estaba ni cerca de soltar su agarre .

—Tú empezaste —replicó, buscando de nuevo sus labios, pero esta vez fue el quien la detuvo, apenas rozándola, manteniéndolo en la agonía de la anticipación.

—Yo nunca me detengo —susurró antes de devorarla en un beso feroz, sin dejarle espacio para escapar.

Cuando finalmente se separaron, Po no la soltó. No todavía. Su frente casi rozando la de ella, su respiración aún acelerada. Tigresa no se movió un milimetro. No quería moverse. Ya no estaba molesta, es como si esos sentimientos se hubieran desvanecido con el beso. Pero sabía que debía apartarse

Po sonrió lentamente. Con esa maldita sonrisa satisfecha que la hacía querer volver a besarlo… o golpearlo. O ambas.

—Wow… si así reaccionas cuando pierdes, deberíamos repetirlo más seguido. — le dijo con voz ronca, divertida

Tigresa lo miró fijamente, su respiración aún alterada. Por un momento, parecía que iba a responderle algo… pero en su lugar, simplemente lo empujó del pecho con una fuerza controlada y se escapó de su jaula

Se alejó sin decir nada más, de vuelta al salón de entrenamiento , su cola moviéndose con un tic frustrado. Pero Po la siguió con la mirada, observando cada pequeño gesto, cada mínimo indicio de que acababa de ganar mucho más que un simple entrenamiento.

Definitivamente… jugar sucio valió la pena.


¿Cómo están? Bueno, como les prometí este fanfic va a ser puro fuego, no es solo el nombre. Yo debería estar estudiando para dos exámenes mañana pero aquí me tienen viciada a esta historia, me encanta. Y espero que a ustedes también.

Ya lo saben, déjenme reviews que me gusta leerlos, saber que están ahí, que alguien ama u odia la historia lo que sea jaja.

¡Un abrazo!