"Gekkan shoujo Nozaki-kun" no me pertenece, yo escribo por mera diversión.
Advertencias: posible Ooc
Subí esto el año pasado en mis otras cuentas, olvidé hacerlo también por aquí xd
Sin pensarlo más, Nozaki se dirigió a ayudar a Mayu, mientras Sakura se apresuraba en asistir a su amigo.
Con los supresores en mano, ella entró a la habitación, las feromonas que impregnaban el lugar le golpearon los sentidos con tal intensidad que le marearon en menos de un segundo, cubrió su nariz y boca para mitigar el aroma y se acercó corriendo a su amigo, al que ubicó en la única cama del sitio.
—¡Mikorin!, ¿estás bien? —preguntó mientras se arrodillaba para verlo.
Con dificultad el pelirrojo buscó su mirada, parpadeó un par de veces antes de notar que era ella quien le hablaba.
—S—Sakura…
En un intento por no asustar más de lo que suponía ya estaba su amigo, la chica intentó sonreír, pero su sonrisa desentonó gracias a la mirada preocupada en sus irises amatistas.
—Estoy aquí para ayudarte, t—te traje supresores, tomalos.
Con mano temblorosa le extendió un par de pastillas, el omega se sentó como pudo ayudándose de sus lánguidos brazos y abrió la boca para tomarlas, y Chiyo recordó que no trajo agua para él.
—Espera, iré por agua…
Dijo para luego hacer de ademán de levantarse, pero Mikoshiba estaba tan desesperado por aminorar su celo que, para sorpresa de ella, se las arrebató y las tragó sin más.
Una vez las ingirió se dejó caer sin cuidado en la cama, sentía su cuerpo tan pesado como si fuera de plomo. Solo esperaba que los supresores no tardaran mucho en hacerle efecto.
Pasada la sorpresa de que le arrebatara las pastillas, la omega se apuró a tocar la frente ajena para revisar su fiebre. Con gran esfuerzo y queriendo no pensar mucho en que obviamente Mikoshiba había copulado, ella veía todo en orden, claro que si dejaba de lado que la habitación era un desastre con la ropa rota de Mikorin y esparcida por el lugar, que olía por completo a celo.
Sintiéndose falsamente tranquila, y pensando que hizo lo que tenía que hacer al comprobar el estado de su amigo, decidió que lo mejor sería salir y preparar la bañera, mientras tanto le daría algo de privacidad al pelirrojo para que atendiera su celo por mano propia.
La chica se inclinó para acomodar la almohada bajo la cabeza del otro pero, cuando en su campo de visión apareció un color rojo que no era el cabello de su amigo, sus ojos amatistas se abrieron con absoluto terror.
Con apuro y casi cayendo en la desesperación, le arrebató la cobija, impactada por lo que encontró debajo de esta dio un par de pasos hacia atrás, sus pies tropezaron con la ropa tirada y en consecuencia cayó sentada al suelo. Sin importarle el golpe, sus manos temblaron al igual que su cuerpo entero cuando miró horrorizada la herida sangrante en el cuello de su amigo.
—N—No p—puede ser… —y Sakura se sintió palidecer.
—¡Mayu, déjame entrar!, ¡por favor!
Por su parte, un preocupado Umetarou golpeaba la puerta de manera insistente, pues Mayu echó el seguro apenas entró a ese cuarto. El alfa llamó a la puerta un par de veces más hasta que el menor por fin se animó a abrirle y asomarse con dificultad por el pequeño espacio.
El mayor sonrió aliviado y entró, para luego, cerrar tras de sí. Vio a su hermano acurrucarse contra una de las paredes, mientras soltaba jadeos y temblaba, detalles que dejaban en evidencia que su calor despertó con el celo de Mikoshiba.
El mangaka suspiró, debió verlo venir. Procedió a agacharse para cubrirlo con una manta, después se encargaría de traer medicina y hablar muy seriamente sobre este incidente con Mayu, por el momento se limitaría a encargarse de que no saliera de ahí en busca de Mikoshiba.
Abrir las ventanas del apartamento, excepto la de su habitación por seguridad del pelirrojo, ayudaría a ventilar el lugar; también podría buscar la vela que compraron esa tarde, si la encendía podría disipar el olor a celo y mantener a raya tanto a Mayu como a Mikoshiba para que no fueran influenciados por las feromonas e ir en busca del otro, incluso cortar cebollas ayudaría a opacar el olor, o podría solo usar mucho inhibidor en aerosol para eliminar los rastros presentes en el aire.
Sí, todo eso en conjunto funcionaría.
Ya decidido lo que haría, Umetarou se puso de pie para ponerse en acción, esta vez estaba resuelto a hacer todo lo posible para ayudar a los suyos. No obstante, la voz de su hermano le hizo detenerse en seco.
—Nii—san…
El mayor se congeló de la impresión, esa no era la voz monótona de Mayu, sino una voz derrotada y suplicante, cosa que alarmó en sobremanera al mangaka.
Su boca se secó ante un mal presentimiento que no sabía definir, trató de tragar saliva, más un nudo inexistente se lo dificultó.
—¿Pasa algo, Mayu? —logró preguntar.
El menor se cubrió lo más que pudo con la cobija, casi como si tratara de esconderse en esta.
—Hice algo muy malo, perdón…
Que Mayu dijera más de dos palabras no fue lo que sorprendió a Umetarou, fue el posible llanto que se delató en la voz quebrada del menor. Pudo oír el sincero arrepentimiento salir de boca de su hermano a pesar de la pinta delirante que este aún tenía por el celo, para después, verlo temblar de manera más notoria. Ese no era el Mayu de siempre.
Si bien Umetarou desaprobaba todo el asunto de un alfa tomando a un omega vulnerable, el mayor no pudo evitar ser afectado por el estado tan inusual de su hermano. En su interior Umetarou pensaba que estaba mal compadecerle, porque seguía tratándose de algo grave, pero verlo así de afectado le ablandó el corazón inevitablemente.
Con duda, posó una de sus manos en la cabeza del otro para reconfortarle; sin embargo, su intención era imposible de conseguir cuando ni siquiera él sabía que decir al respecto.
El silencio reinó el lugar durante unos segundos que aprovechó el mangaka para mirar mejor a su hermano, este temblaba hecho un ovillo. Parecía tan indefenso, tan asustado. Y eso despertó su instinto de hermano mayor.
—Te entiendo, Mayu—dijo tras vacilar un momento, trató de encontrar las palabras correctas, pero no tenía idea de cuales eran cuando jamás ha pasado por algo así, aunque eso no impidió que tratara de confortarle.—. Lo bueno es que te detuviste y saliste de ahí. No cualquiera puede resistir y alejarse de un omega en celo, es algo muy difícil de hacer y tú lo conseguiste.
Había dicho en un intento por animarle; no obstante, no esperó para nada la reacción que tendría Mayu, que se giró a verle luciendo en extremo molesto, casi ofendido por sus palabras.
—¡Eso no es verdad!, ¡nada de eso es verdad!—espetó con amargura la vez que tomaba al otro de la ropa y lo zarandeaba con fuerza, el mayor estaba atónito ante el repentino ataque de su fraterno, quien tenía la cara enrojecida de ira.—¡Ni siquiera debería ser difícil resistir nuestros instintos y no es de aplaudir que no ataquemos a un omega indefenso cuando eso es lo mínimo que podemos hacer!, ¡No saltarles encima no es un maldito mérito!
Umetarou quedó boquiabierto ante las duras y contundentes palabras del otro alfa. Y es que su reacción de inmenso asombro no era para menos, pues no es algo de todos los días que Mayu hable tanto, que conectara más de tres palabras de por sí ya era muy sorprendente y lo es más que usara ese tono de voz que jamás se había escuchado en él, pero más que obvio era el odio con el que exclamó todo aquello, como un reproche hacia su casta, pero, sobre todo, hacia sí mismo por no ser capaz de hacerlo.
Un odio que estaba corroyendo su ser.
Y todo eso era algo desconcertante de presenciar para el hermano mayor de los Nozaki, jamás imaginó que llegaría a encontrarse en aquella muy desafortunada y lamentable situación, la cual más de uno de los presentes en ese departamento deseaba que solo fuera un mal sueño.
El mangaka, todavía algo conmocionado por la situación, decidió que lo mejor que podía hacer por el momento era permanecer inmóvil para darle a Mayu la oportunidad de desahogarse. Mayu necesitaba sacar todo lo que tenía dentro, y mientras lo hacía, Umetarou tendría más tiempo para procesar mejor todo ahora que tenía una noción más clara sobre qué tenía en ese estado a su hermano.
Después de varios minutos, durante los cuales la respiración agitada del alfa más joven continuó, al igual que su firme agarre sobre el otro a pesar de su cuerpo trepidante, Umetarou notó como las manos contrarias poco a poco se relajaban perdiendo fuerza, más no lo soltaron, sus puños todavía le sujetaban aunque de manera temblorosa como si temiera no tener algo a lo que aferrarse cuando lo necesitara. Como si en relación tuviera miedo de que Umetarou le abandonaría sin dudar un segundo si le soltaba.
Tras unos momentos envueltos en un torturante silencio, el menor prosiguió.
—Yo no me resistí—confesó en un susurro más cansado, pero no menos severo hacía sí, que dejó estupefacto al otro.—, no salí por decisión propia, Mikoto-san me obligó a irme de ahí, sino fuera por él yo seguiría ahí dentro aprovechándome de él. N—Nii-san, soy de lo peor que existe.
Confesó con pesar para finalmente soltar a su hermano y dejar caer el peso de su cabeza en el pecho de Umetarou, donde comenzó a llorar débilmente.
El interior del mangaka era un revoltijo de pensamientos y emociones, por un lado quería apoyar a Mayu, estar para él, pero por el otro lado estaban Sakura y Mikoshiba, que seguramente esperaban que hiciera lo correcto.
Por todos los cielos, Nozaki se sentía entre la espada y la pared. La responsabilidad de tomar una decisión le asfixiaba.
Solo esperaba, y muy en el fondo de su ser imploraba, ya no llevarse más sorpresas aquel día, ya era demasiado que procesar para alguien como él.
Una vez más el silencio fue roto por Mayu.
—Mamá y papá se decepcionarán como tú cuando se enteren de esto.—musitó, para después, alejarse y volver a arrinconarse en la esquina.
A pesar de presenciar aquel nada usual estado de su hermano, a Umetarou todavía le sorprendía demasiado, no habían palabras, no al menos para él, que describieran con exactitud lo mucho que le desconcertaba eso. Tampoco habían palabras que le ayudaran a darle consuelo a su hermano, a su pequeño Mayu que supone y asume como una verdad absoluta que él, su hermano mayor, estaba muy decepcionado y eso le dolía. Ver a su querido hermano menor dar por hecho que él estaba en extremo desilusionado de sus acciones es algo muy difícil de hacer.
Y Umetarou no podía hacer eso, no podía permitir ni seguir viendo a Mayu castigarse de aquel modo. No tenía el corazón para hacerlo.
—P—Pero no pasó a mayores, ¿no es así? —se aventuró a preguntar con una sonrisa, que aunque era para aminorar el denso ambiente y tratar de confortar al alfa menor, no pudo evitar que todo su ser reflejara su preocupación, esa que deriva del miedo que tenía de recibir una mala respuesta.
Deseaba con todas su fuerzas que nada más hubiera ocurrido; sin embargo, se tensó y sus esperanzas desaparecieron cuando el menor movió con gran pesar la cabeza en respuesta.
—Nii-san…—comenzó a decir, Umetarou estaba inmensamente aterrado por algún extraño motivo, tenía un muy mal presentimiento.—marqué a Mikoto-san.
El mayor enmudeció, el impacto que provocó en él aquel dato era tal que podía compararlo con un golpe en el estómago.
Su boca permaneció abierta, mientras que con ojos desorbitados trataba de procesar la información dada por Mayu, quien avergonzado y profundamente arrepentido seguía sin atreverse a mirar a su hermano.
—¿T—Tú… tú hiciste qué?
Y Umetarou palideció.
—Oh, no, Mikorin… —las lágrimas se agolparon en los ojos preocupados de Sakura, al mismo tiempo que ella se llevó una mano a la boca para tratar de ahogar sus propios sollozos.
No fue nada difícil saber que esa herida en el cuello de su amigo no era otra cosa más que una marca de enlazamiento, esa que usan los alfas para reclamar como su propiedad a los omegas.
Chiyo se sentía tan culpable, si tan solo hubiera llegado a tiempo y evitado eso, entonces no estaría sintiéndose tan aterrada por lo que sabía que le deparaba de ahora en adelante a Mikoshiba.
Su miedo nacía de saber que la única cosa que se necesita para que los omegas dejen de tener la poca autonomía de la que apenas gozan es esa marca. Apenas los omegas poseen esa cicatriz, todo rastro de libertad que tuvieron alguna vez desaparece para siempre, pues a opinión de la sociedad ahora le pertenecían a su alfa, muchos dejaban de estudiar, otros sus trabajos, abandonaban todo lo que les impidiera estar para atender a su alfa.
Y ese pensamiento es aterrador, Chiyo no se imaginaba tener que vivir de una manera tan desalentadora y, mucho menos, que su querido Mikorin lo tenga que hacer.
Las lágrimas comenzaron a correr por el rostro de la chica, le rompía el corazón saber del futuro que le esperaba a su amigo, se reprochaba no haberlo evitado.
—Perdónanos, Mikorin—lloró Sakura con culpa.—. Si hubiéramos llegado a tiempo no estaríamos en esta situación. Lo lamento tanto, de verdad. Debimos haber estado aquí para protegerte, te fallamos.
Los sollozos de Sakura inundaron la habitación, se sintieron como largos minutos durante los cuales la estudiante continuó llorando, hasta que el débil toque de una mano la sorprendió. Sus ojos amatista buscaron al dueño de esta y se encontró con su amigo que parecía luchar por mantener la consciencia.
—No, Sakura—dijo en susurros por la falta de aliento, ella se inclinó más hacia él para que no se esforzara.—. Ustedes no tienen nada que ver en esto, fue mi culpa. Yo no detuve a Mayu cuando tuve la oportunidad.
La omega frunció el ceño molesta por las palabras del otro, ya que a su consideración, de entre todas las personas implicadas en el asunto, él era el menos culpable, pues no tenía culpa alguna de lo que pasó.
En cambio, ella, Nozaki y sobre todo Mayu…
Cómo si hubiera descubierto el oscuro rumbo de los pensamientos de la chica, la voz del joven volvió a irrumpir en el silencio del lugar.
—Por favor, no pienses mal de Mayu—suplicó con voz entrecortada por el calor que le invadía, haciendo notorio cuánto le costaba mantenerse cuerdo y no a merced de su instinto animal.—, aquí yo tengo más culpa que él, no quise detenerlo y lo animé a seguir.
La omega no daba crédito a lo que oyó, sorprendida parpadeó un par de veces mientras procesaba sus palabras.
—Mayu me gusta desde hace tiempo, ni yo ni mi lado omega quisimos detenerlo. ¿Entiendes, Sakura?, el culpable de esto fui yo.
Con su boca temblorosa evidenciando cuánto le costaba procesar aquella confesión, Sakura permaneció boquiabierta, no podía aceptarlo, no podía asimilar tan fácil que realmente eso fuera lo que pasó.
Mikorin, su adorado y tímido Mikorin, no podía ser capaz de aquello, no al menos en el pensamiento de Sakura, que sabe que haber alentado a Mayu a ir más allá sería imposible, Mikorin no tiene el valor ni corazón que soporte tanto. Su amigo hubiera muerto de vergüenza y su corazón detenido por haberse atrevido a poner en evidencia sus sentimientos, de los que ella ni siquiera sabía.
Dejando de lado que Mikoshiba jamás le contó de su enamoramiento por Mayu, detalle que le dolió por al parecer no tener su confianza para que se animara a contarle, Chiyo quiso hablar. Le dio suaves palmadas, lo sintió temblar bajo su toque.
"Pobre, todavía sigue demasiado sensible…" pensó con lástima.
—Tú no eres culpable de nada, Mikorin. Sabes que el celo no nos deja pensar como normalmente haríamos, y lo que sea que pasó aquí no es responsabilidad tuya—hizo una pausa, le costaba formular las palabras que tenía en la punta de la lengua, pues decirlas la harían sentirse hipócrita, pero un omega sensible por el enlace sufre si su alfa es menospreciado por la manada, y eso era ella de él.—ni de Mayu.
A pesar de lo hablado con Nozaki hace unos minutos, ella admitía que le costaría volver a tratar a Mayu, pues siendo una omega ella se inclinaba más por su amigo, a quien además consideraba alguien muy importante para ella. No creía no poder demostrar del lado de quién estaba.
"Lo siento, Nozaki-kun. Pero Mikorin es mi amigo…" pensó con pesar.
Y esperar que el alfa la entendiera era pedir demasiado, pues él también tenía una situación muy difícil que afrontar.
El estómago se le revolvió de la impresión, nada en el mundo le había preparado para enterarse de eso.
Mayu, su hermano menor, había marcado a Mikoshiba.
Hubiera hablado de haber podido, pero una noticia tan grave era obvio que le quitaría el habla al menos hasta que fuera capaz de procesarlo, pero ¿sinceramente quién podría hacerlo?
Que un alfa marcara a un omega en ese tipo de situación no era un tema tan fácil, y mucho menos si los implicados en cuestión eran solo dos estudiantes. Tan solo eran jóvenes, quizás demasiado para lidiar con las consecuencias que tendrían que afrontar ahora obligatoriamente.
Tragó saliva con dificultad mientras sudaba frío.
De pronto, podría haber sido la intuición o un pensamiento fugaz lo que le hizo creer que sintió que Sakura estaba teniendo una conversación bastante similar con Mikoshiba, aunque la diferencia estaba en qué algo le hacía sentir que Sakura se lo estaba tomando bastante peor que él, que enterarse de algo de esa magnitud la afectó en sobremanera.
De repente, a pesar de querer permanecer con su hermano para continuar brindándole apoyo y consolarlo, la necesidad de salir del cuarto para hablar con Sakura era mucha. Supuso que eso solo era una excusa que buscaba su inconsciente para salir un momento para tomar aire y pensar todo, pues las feromonas arrepentidas y el ambiente deprimente comenzaban a hacerle sentir incómodo e inquieto, y lo que menos necesitaban era que se alterara. Él debía de permanecer controlado por los demás, estaba en la obligación de hacerlo, era lo menos que podía hacer por todos después de fallarles.
Abrió su boca vacilante.
—Yo…
La palabra quedó suspendida en el aire en espera de la que le seguiría, pero pasaron segundos, en los que Umetarou continuó parado sin emitir sonido. Se pasó una mano por la cara, era de verdad muy difícil de asimilar, no tenía ni idea de cómo proceder, tampoco quería dejar solo a Mayu, pero necesitaba con urgencia salir de ahí y hablar con Sakura. Suspiró irritado.
—Iré por supresores para ti, después de que los tomes y te hagan efecto lo mejor que puedes hacer es bañarte con agua fría. Prepararé la tina para ti.
No esperó respuesta, pues oír como Mayu se cubrió en su rincón en la esquina fue todo lo que le hizo saber que no obtendría una respuesta de su parte, por lo que se limitó a dejarle con la momentánea excusa de traer lo necesario.
No sintió miedo de dejarlo solo, sabía que con la promesa de volver pronto Mayu no intentaría nada, o que puede que a esa altura la suma de todos los acontecimientos hayan gastado su energía, por lo que se abstendría de hacer otra cosa que no fuera descansar, o lo que sea que pudiera permitirle a su atribulada mente cesar un momento su auto desprecio.
Apenas estuvo seguro de que Mayu dormía, el Nozaki mayor salió de la habitación y cerró tras de sí la puerta y, aunque le dolía tener que hacerlo como si su hermano fuera un animal peligroso, la cerró con llave.
Un suspiro cansado salió de su boca, la cabeza le dolía de pensar en todo lo sucedido, se llevó una mano a la frente mientras recargaba su espalda contra la puerta, fue el sonido la puerta de su habitación ser abierta lo que le alertó, al dirigir la mirada hacia el frente, se sintió un poco aliviado cuando vio a Sakura salir del cuarto, pero verla notablemente afligida volvió a tensarse.
Ella también notó su presencia ahí.
—Oh, Nozaki-kun—dijo ella sorprendida de verle ahí, como si hubiera esperado que se quedara más tiempo con Mayu. La vio vacilar antes de preguntar:—, ¿y como está Mayu?
Si dejaba de lado el cómo le costó pronunciar el nombre de su hermano, Umetarou sintió que podía soltar lo que le aquejaba, deslizó su espalda por la puerta y tomó asiento en el piso, dándose el lujo de mostrarse cansado como realmente se sentía.
—Está mal, de verdad lamenta lo sucedido. Jamás lo había visto así—explicó de manera escueta, vio un poco de renuencia e incomodidad de la otra de oírlo, puede que fuera su imaginación nada más, pero creyó notarlo. Largó un suspiro y se puso de pie, no había tiempo para quedarse sentado. Tenía que salir a comprar supresores para Mayu, puesto que no tenía para darle.—. Sakura, tengo que salir, ¿crees que estarás bien sola?
La pelirroja fue bastante expresiva al mostrar su preocupación al escucharlo, lo vio ir al baño, para luego salir tras dejar el agua de la bañera corriendo y dirigirse a la cocina, a dónde lo siguió bastante inquieta.
—¿S—Sola?—preguntó visiblemente asustada, a pesar del pequeño espacio de la cocina le siguió de cerca sin importar qué le pisaba los talones. Lo vio acercarse al refrigerador y abrir el congelador, el choque de distintos objetos congelados llegó a sus oídos, más no le dio importancia a como él parecía buscar con insistencia algo ahí.—, ¿vas a salir?
Dado lo nerviosa que estaba ante la posibilidad de quedar sola a cargo de vigilar a los otros dos, Umetarou detuvo un momento su labor de sacar las charolas de hielo y se giró a verla.
—No será por mucho tiempo, tengo que ir a comprar supresores para Mayu. —dijo en un intento por calmarla, pero tras ver el modo en el que el ceño contrario se arrugó producto de la inquietud supo que no funcionó.
El mangaka dejó las charolas que sostenía a un lado, para luego, buscar una cubeta y vaciar el hielo ahí. Su ceño se frunció al ver el hielo.
—No es suficiente hielo, tendré que comprar más…—susurró para sí, la miró por fin.—Prometo que será rápido, intentaré no tardar mucho.
Los ojos amatistas evidenciaron duda, una de esas que reflejaba un temor indeleble por más que él quisiera asegurarle que nada podía pasar.
—Pero, Nozaki-kun, ¿qué hago si Mayu sale de ahí? —se apresuró a decir, poniendo al fin en palabras su preocupación.
Siendo consciente de su complexión pequeña, Sakura sabía que no podría detener al judoka en caso de que este volviera a sucumbir al calor y saliera de la habitación para volver con Mikoshiba. Ella sería fácilmente echada a un lado, incluso lastimada por él si la consideraba un estorbo por intentar impedirle llegar a Mikoto. Ella no podía hacerle frente, ni siquiera ganar tiempo para que Nozaki regresara y le ayudara.
La impotencia de pensar en ello era mucha, sintió sus ojos arder. Quería proteger a Mikoshiba, pero Sakura era consciente de sus propias debilidades, por mucho que quisiera ayudar, no podía hacer más.
Su olor triste y angustiado picó en la nariz del otro, que detuvo su labor de contemplar el hielo para, en cambio, dejar la cubeta sobre la encimera. Su instinto alfa le empujaba a prestar atención a la afligida omega.
Sorprendentemente avergonzado por no haberle tomado más en cuenta, Nozaki tardó en responder.
—No lo hará, tranquila. —soltó sin saber muy bien qué más agregar para calmarla.
—Pero…
Chiyo iba a seguir insistiendo, pues viera por dónde se viera no solo era muy mala idea dejarla ahí sola a cargo de los otros dos, sino que tenía miedo de lo que podría pasar; no obstante, su insistencia fue interrumpida cuando sintió una mano grande y cálida posarse en su cabeza.
Producto de la sorpresa la pelirroja solo pudo atinar a guardar silencio, a la vez que sintió un sonrojo aflorar en su rostro, la timidez la invadió y al mirar hacia arriba se encontró con una expresión tranquila y reconfortante del otro, no era el momento adecuado, pero Sakura no pudo evitar que su corazón diera un brinco ante el gentil toque.
—Nada malo más va a pasar, te lo prometo—su mano acarició el suave cabello de la chica en busca de brindarle seguridad de sus palabras. Y supo que funcionó un poco al ver el modo en el que el cuerpo de la omega se relajaba, a pesar de como en sus ojos todavía se notaba su desacuerdo.—. Iré rápido, no notarás que me fui.
Lágrimas se asomaron en los ojos de Sakura, tenía miedo, pero sabía que Nozaki debía salir, incluso si ella lo necesitaba ahí.
Resignada, puesto que, sabía que era muy necesario que trajera los supresores para acabar con eso cuanto antes y, mientras desviaba la mirada, asintió muy a su pesar.
—Esta bien. —murmuró, Umetarou sonrió con ligereza.
—Bien, voy y vuelvo—dijo mientras le acariciaba una última vez la cabeza, alejó su mano, intentó ignorar como ésta echo de menos el contacto con Sakura. Apretó los labios ante el pensamiento, decidió concentrarse en lo importante, tomó sus llaves y con prisa fue a la puerta, antes de salir gritó:—, ¡Sakura, cierra la bañera y echa el hielo ahí por mí!
—¿Eh? —alcanzó a musitar confusa y, cuando se asomó a la puerta para pedirle que lo repitiera, justo en ese momento Nozaki salió.
Su mano encontró excesivamente fría el agua, razón por la que el Nozaki mayor la sacó de inmediato de la bañera.
Mientras pensaba que el agua estaba perfecta, el alfa agitó su mano para quitarse el agua excedente, luego tomó una toalla con la que secó su mano. Todo estaba listo.
Apenas regresó de la farmacia se aseguró de hacer tomar la medicina a Mayu, quien febril no puso demasiada resistencia, o puede que lo hiciera consciente de que debía de hacerlo por su bien.
Sea como sea, lo importante es que la bañera ya estaba lista para Mayu.
El mangaka se giró hacia la joven que le observaba desde el umbral de la puerta del baño.
—Iré por Mayu, después de que él se bañe prepararé el agua para Mikoshiba.
Dado que las feromonas de Mayu no darían tanto problema a diferencia de sí Mikoshiba se bañara primero, Umetarou pensó que la mejor opción era esa. Cómo Mayu no estaba en celo, su cuerpo solo simuló un calor en respuesta al celo de Mikoshiba, así que las feromonas de Mayu no eran tan intensas como lo serían en un verdadero calor, por lo que sería fácil borrarlas con spray inhibidor antes de que fuera el turno del otro para bañarse. En el caso contrario de que fuera Mikoshiba quien se bañara primero, sus feromonas serían tan intensas que no podrían limpiarlas de ahí, por lo que harían a Mayu reaccionar de nuevo.
La falta de respuesta de ella hizo preguntarse al otro si le escuchó o no, por lo que volvió a abrir la boca, pero la cerró cuando vio a Sakura asentir sin mucho entusiasmo.
El joven contuvo un suspiro, podía ver la incomodidad en ella.
—Puedes ir con Mikoshiba mientras yo me encargo de Mayu.
Umetarou era consciente de que la percepción que tenía Sakura de Mayu cambió después de aquello, el alfa mayor no la culpaba, la entendía y no la presionaría para que pretenda lo contrario.
Le vió asentir en silencio, podía ver cómo ella parecía querer hablar, y esperó paciente a qué lo hiciera, más ella desistió tras apretar los labios, dio media vuelta y salió de ahí.
Una vez solo en el baño, Umetarou se llevó una mano a la frente, le dolía la cabeza, ya no sabía si por las feromonas esparcidas en su apartamento, la mezcla de emociones experimentadas ese día o si era debido a la presión que ha caído sobre sus hombros.
Sea lo que sea, Umetarou no estaba mejor que los demás incluso si ellos pensaban lo contrario. Su aparente calma para decidir cómo actuar ante aquella situación no era más que su usual actitud atolondrada, tan acostumbrado a llevarla que ahora no era más que una máscara que ocultaba perfectamente cuan afectado también estaba.
Y aun cuando solo quería cerrar los ojos para detenerse a pensar y darle descanso a su mente, el alfa solo pudo seguir.
Fue a por su hermano y lo cargó hasta el baño, lo metió a la bañera y sintió su corazón encogerse solo un poco cuando vió a Mayu estremecerse cuando su sensible piel estuvo en contacto con el agua helada.
Pero no hizo nada por sacarle, ni por darle palabras de consuelo en ese momento, con paciencia y en silencio se limitó a ayudarle a limpiar su cuerpo.
El menor no parecería reaccionar a aquello, sino fuera porque claramente temblaba por el frío del agua.
Y entonces el Nozaki mayor se preguntó si acaso se excedió, ya no sabía si haberle puesto dos bolsas de hielo fue un intento por hacer el agua más fría posible para acabar con el calor de su hermano o, si de lo contrario, un castigo que decidió darle en nombre de todos.
Sin embargo, no se sentía culpable por haberlo hecho, después de todo, su primer pensamiento cuando preparó la bañera fue que eso era lo correcto.
La incomodidad se hizo presente en la pequeña sala, sentados frente a frente y con los otros dos como testigos y guardias, Mayu y Mikoshiba permanecían frente a la mesa.
Las manos del omega apretaban el pijama que se puso tras bañarse, su cabello aún húmedo desprendía un olor jabonoso, justo al igual que Mayu, quién permanecía sin mirar a nadie.
Sakura y Umetarou estaban igual de incómodos que el otro par, aunque fue idea de ellos hacerles hablar tras tomar un baño y que ya estuvieran un poco más tranquilos, confiaban en el efecto de los supresores y que estos ayudarían al correcto comportamiento, y solo por si acaso la vela que compraron anteriormente ya estaba encendida cubriendo los restos de feromonas todavía flotantes en el aire.
Por su parte, el omega pelirrojo vacilaba, no sabía cómo empezar, no tenía idea de cómo abordar el tema, su estómago se revolvía por los nervios doliendo y su corazón martilleaba con fuerza tanto en su pecho como en sus oídos.
Su cabeza estaba en blanco y al mismo tiempo era como si estuviera llena, revuelta de infinidad de cosas que no lograban tomar coherencia ni ser formuladas por su lengua. Un gran nudo que no sabía por dónde desenredar para empezar a hablar.
—Lo siento, Mikoto—san…
De pronto fue la voz de Mayu la que delató quien hablaría, sus palabras tomaron por sorpresa a todos cuando resonaron en el lugar y le miraron en espera de lo que diría a continuación.
Vieron al judoka tomarse un momento antes de apartarse lo suficiente de la mesa sin mirar a nadie, no entendieron para qué, hasta que de pronto quedaron sin palabras cuando lo vieron inclinarse en el suelo.
Mikoshiba quedó petrificado al ver eso.
—Lo siento, Mikoto—san…—repitió aunque esta vez con un tono más derrotado, su olor transpiró un genuino arrepentimiento. Un temblor sacudió el cuerpo del más joven, sus manos posadas frente a sí en el piso se hicieron puños.—lo siento mucho, perdón. Dijiste que no me disculpara, pero de verdad lo siento.
Si bien ya habían hablado de eso en la habitación cuando estaban solos, Mikoto sabía que la culpa de Mayu difícilmente se iría por más que él le dijera que no se sintiera culpable, que al fin y al cabo él también tuvo mucho que ver al no detenerlo. No obstante, aunque quisiera repetirlo hasta que lo entendiera, eso era algo privado que no quería hablar frente a Sakura y Nozaki, por Dios que aún le costaba asimilar que estaban ahí presenciando todo, eso seguía siendo vergonzoso y que le concierne solo a Mayu y él.
Sin embargo, a pesar de la vergüenza, Mikoshiba no podía dejarlo así ahogado en la culpa, su corazón dolería si lo hacía, por lo que, atinó a estirar una mano para tocar la espalda del alfa, quien dio un respingo ante el contacto.
—Y—Ya te había dicho que no te disculparas—habló mientras su mano frotaba con duda la espalda ajena, pero no dejó de hacerlo.—, no estoy enojado contigo ni nada parecido, así que ya no lo hagas, ¿sí?
Mayu tembló, el inicio de un llanto se escuchó, más siguió sin levantar su rostro, no se sentía merecedor de mirar a los ojos a Mikoshiba, no después de la cosa tan horrible que le hizo. Ni siquiera merecía estar en la misma habitación que él ni compartir su aire, más sabía que no hacerlo después de lo ocurrido sería cobarde, huir no era opción, estaba en la obligación y en él su deseo de hablar las cosas, aunque sabía que nada ayudaría a remendar sus errores.
Las lágrimas quemaban su cara, sus dientes apretados con rabia contra sí mismo y sus nudillos poniéndose blancos por la fuerza con la que apretaba sus puños delataba cuán fuera de sí estaba, no había nada en la Tierra que pudiera acabar con ese sentimiento de jamás encontrar perdón, pues pensaba que no merecía obtenerlo. Por más que intente compensar a Mikoto, por más que intenten hablar y llegar a un acuerdo, nada de lo que pudiera ofrecer sería castigo suficiente, ni siquiera el ser golpeado como muchas familias hacen cobrando justicia por mano propia.
Sin embargo, Mayu sentía que eso era aunque sea un poco lo indicado, si dejar que azotaran su cuerpo hasta dejarle la piel al rojo vivo era el castigo más suave, entonces él lo tomaría como una consideración piadosa incluso cuando no era digno de ella.
Quizás, solo sí deciden que esa sea parte de su penitencia, quizá tanto la familia de Mikoto, como Mayu mismo, puedan llegar a apaciguar su decepción e ira contra él.
Pero, a diferencia de los duros golpes que sí debía recibir según su opinión, el menor no sintió duros azotes en su espalda ofrecida para ser golpeada, no, sino una suave y cálida caricia que viajaba desde en medio de sus omóplatos hasta la mitad de su espalda.
—Sí piensas dejar que yo te pateé hasta el cansancio como castigo, estás loco. —la molestia y ofensa se oyó en voz del omega, que no podía creer que Mayu lo creía capaz de aceptar hacer algo como eso.
El aludido permaneció en esa misma posición sin inmutarse.
—Pero… —sintió la mano ajena tensarse y detenerse sobre su espalda.
—¡Que no voy a hacerlo!—la voz del pelirrojo se levantó con enojo, la mano se apartó, Mayu temió la pérdida del contacto, pero sabía que no tenía derecho a ello.—, ¿quien me crees para hacer algo así?, ¿cómo crees que yo podría hacer eso después de lo que dijimos allá adentro?
Cuestionaba furioso, Mayu estaba actuando conforme creía pertinente, más estaba siendo desconsiderado con los sentimientos de Mikoshiba, no estaba viéndole como realmente es, como si el concepto que tenía de él fuera distinto en su cabeza a lo que en verdad es.
Fue tanta la urgencia del pelirrojo por espetarle su falta de consideración que no se detuvo a pensar lo que decía y frente a quienes, porque si bien quería que fuera algo privado lo que pasó y dijeron allá adentro, tenía que sacarlo a colación para hacerle entender.
Estaba ofendido, mucho por las intenciones de Mayu al ofrecerle esa disculpa.
Sus labios temblaron antes de hablar.
—Eres un idiota, ¿que tan mala persona me crees para pensar que te haré daño? —le recriminó Mikoshiba.
Hubiera permanecido igual el alfa si no hubiera oído como el llanto rompió la voz del ojirubí, con prisa ante ese detalle el azabache levantó la cabeza y se encontró con el rostro furioso y lloroso del otro.
Y Mayu ya no supo qué daño fue el peor que le provocó a Mikoshiba ese día.
El omega tragó saliva, el nudo en su garganta dolía.
—No sé que te hace pensar que yo haría eso, pero me estás faltando al respeto al creerlo. ¡Yo jamás te golpearía, ni siquiera por lo que pasó!, ¡y sabes que ni siquiera estaba enojado por eso, pero ahora sí lo estoy por lo que estás insinuando de mí!, ¡Mayu idiota!
A su reclamo siguieron sollozos e hipidos, Mikoshiba de verdad no quería ponerse a llorar así, pero que Mayu pensara algo así de él lo exasperaba como lo lastimaba.
Solo alguien tan ruin aceptaría maltratarlo en busca de compensación, y Mikoto por lo menos no se consideraba así.
—Maldición… —irritado chasqueó la lengua, con fuerza se limpió las lágrimas con el dorso de la mano, sorbió su nariz un par veces.
Pensaba en lo patético que debía verse, pero no podía evitar llorar así, quizás estaba siendo más sensible por su celo y las hormonas que todavía estaban inquietas dentro de él, tal vez el reciente enlace entre los dos era lo que le tenía así; no obstante, no le importaba, porque estaba siendo totalmente sincero con lo que las acciones de Mayu le provocaban.
Y de repente, mientras las lágrimas todavía salían insistentes de sus ojos, el omega sintió un toque suave en su muslo, justo donde sus lágrimas caían.
—Perdón…
Mayu no necesitó agregar más, Mikoshiba ya le conocía lo suficiente como para concluir por sí mismo esa frase: "no pensé que te molestaría".
Y ahora que ese asunto estaba más o menos zanjado, solo se podía pasar al siguiente a discutir.
El omega masculino apretó sus manos sobre su regazo, todavía costaba saber que la vida sería distinta a partir de ahora.
—Ya no tiene caso lamentarnos, el pasado no se puede borrar—soltó sin mirar a nadie particularmente, sus ojos estaban posados sobre sus manos que temblaban con una mezcla de frustración, miedo y resignación. Tragó saliva con dificultad, el nudo en su garganta todavía estaba presente y dolía, costaba tanto asimilar el cambio que darían sus vidas.—. Solo intentemos volver a la normalidad, ¿sí?
Pidió como si pensara que eso realmente fuera posible, más todos sabían que eso sería difícil.
Tras aquel día las cosas cambiaron mucho.
Después del acuerdo al que llegaron para ocultar aquel incidente, cada uno dió todo de sí para no ser descubiertos, casi como un pacto.
Las rutinas de todos ellos cambiaron en pequeños detalles para los demás, pero aspectos muy importantes para los implicados.
Tanto Nozaki cómo Sakura estaban pendientes de ambos, mientras ella siempre cuidaba a Mikoshiba, Nozaki estaba con un ojo encima de su amigo y con el otro en su hermano. Por parte del omega, con sutileza comenzó a cubrir más su cuello con ropa e incluso empezó a usar un collar, este último detalle llamó la atención de muchos, pero él supo hacerlo parecer como algo genial en un omega cómo él; también tomaba supresores y usaba desodorantes para ocultar el olor a omega enlazado, pues el olor sería demasiado llamativo para muchos al tener en cuenta su edad, y con más razón Mayu hizo lo mismo.
Esconder tanto el incidente como el enlace era complicado, pues la sensación de que un paso en falso les pondría en evidencia los invadía, sobre todo al pelirrojo.
Si no fuera por su paranoia que le volvió más observador, quizás no se hubiera dado cuenta que desde el incidente Mayu no solo parecía evitarlo, sino que también cuando se encontraban mantenía la distancia lo más que podía. Eso último provocó sentimientos contradictorios en Mikoto, que aunque gracias a su reciente enlace le dolía ese rechazo, también agradecía que Mayu mantuviera la distancia, porque a pesar de querer actuar como si nada hubiera pasado, la verdad es que él aún no era capaz de volver a la normalidad cuando estaba a su alrededor.
Pese a que silenciosamente parecían estar de acuerdo en eso, también era complicado, ya que, ser un omega recién enlazado solo hacía que la distancia entre los dos fuera más dolorosa de lo que habría sido para él hace tiempo, su omega interior rogaba por la atención y compañía de su alfa, Mikoshiba se preguntaba si Mayu estaba igual o peor que él al respecto.
Parecía ser otra mañana preocupándose por Mayu sin poder evitarlo, aunque Nozaki le aseguraba que Mayu daba la impresión de estar bien, el pelirrojo no podía no preocuparse.
Mikoshiba miraba el techo de su cuarto, era fin de semana, por lo que solo le quedaba un día en casa. Normalmente iría a casa de Nozaki para pasar el rato, pero desde hace días un malestar comenzó a aquejarle.
Y siendo sincero estaba preocupado, pero Mikoto se sentía tan enfermo que su cabeza no podía pensar en nada más que los mareos y gran cansancio que le acompañaban cada día.
Por lo que pasar todo el día en cama era lo único que quería hacer, cuando se sintiera mejor se preocuparía más o puede que no, como sea, estaba seguro de que pronto se le pasaría.
Una vez decidido lo que haría ese día y queriendo dejar de preocuparse por algo que probablemente no era nada, con lentitud y pesadez se levantó de su cama.
Tenía la boca seca y una ligera náusea le molestaba, lo que le hizo tentadora la idea de saltarse el desayuno. Iría por un vaso de agua y después regresaría a su cuarto para seguir descansando.
Y eso intentó hacer.
Con lentitud caminó por el pasillo, a lo lejos podía oír a su madre que cocinaba y a su padre que hablaba alegre con ella.
Dios, la cabeza le martilleaba con el ruido, la luz le molestaba, necesitaba ir rápido por agua y volver a su habitación.
Caminó o más bien arrastró los pies por el pasillo, todo mientras apoyaba una mano en la pared para ayudarse a llegar hasta la cocina.
El alegre ruido de su madre al acomodar la mesa y su padre poniendo a un lado el periódico se detuvo apenas el omega puso un pie dentro de la habitación, sus progenitores se voltearon animados a verle.
—Oh, Mikoto—musitó la mujer en saludo.—. Siéntate, ya serví tu plato.
Normalmente el pelirrojo hubiera acatado las palabras de su mamá, en cambio, una mueca dolorida se formó en los labios del chico. En serio que sus síntomas empeoraban, la necesidad de irse corriendo al baño para sacar el contenido de su estómago era mucha, aunque el joven intentó hacerla pasar por desapercibida para no preocuparles. Sonrió en disculpa, mientras se dedicaba a abrir el refrigerador para agarrar una botella de agua.
—Gracias, mamá, pero voy a volver a mi habitación. Solo vine por un poco de agua. —se excuso a la vez que levantaba la botella para hacer énfasis.
—¿De verdad?, qué lástima—suspiró ella con decepción, a la vez que se quitaba el delantal y lo colgaba en un gancho que había cerca.—, queríamos almorzar contigo antes de ir al trabajo.
El menor sonrió en disculpa.
—Perdón, pero no me siento bien. —dijo pretendiendo que eso fuera explicación suficiente, más no contaba que sus palabras preocuparían a su mamá.
Acostumbrada a que su hijo se desvelara y pensado que eso era lo que provocaba su malestar, la mujer beta iba a dejarlo pasar y regañarle como siempre; sin embargo, ahora que podía verle con detenimiento, algo le llamó la atención.
—Mikoto, te ves rojo. ¿Tienes fiebre? —le interrogó preocupada y poniéndose de pie para revisarle.
El omega se congeló al ver la intención de su madre, debía salir de ahí de inmediato. Había logrado eludir lo suficiente a sus padres desde el incidente de su celo para evitar que notaran la marca en su cuello y temía que si se acercaban tan solo un poco lo descubrirán.
Tenía que huir ya.
—N—No es nada, mamá. —tartamudeó nervioso, su miedo creció conforme su madre se acercó más y más, hasta que solo un par de pasos les separaban.
Por todos los cielos, los oídos le zumbaron, el estómago se le revolvió y su vista se nublaba, y ni siquiera sabía si se debía a sus malestares o al pánico de la cercanía de su mamá.
—¿Mikoto?—la oyó sumamente preocupada.—, ¿por qué tiemblas?, ¿te sientes bien?
—Y—Yo—o…
El mundo se movía a la vez que se volvía frío para él, sus piernas fallaron y el sonido lejano de las voces de sus padres alarmados y el rechinar de las sillas llegaron a sus oídos.
—¡Mikoto! —fue lo último que él oyó antes de desmayarse y caer al suelo.
Pido perdón por las faltas de ortografía e incoherencias que haya pasado por alto.
