Así que, después de todo, ahí estaba.

Sentía el viento en su cara, el vendaval de aquel otoño la hacía tiritar del frío, pero decidió ignorarlo. Ya nada de eso importaba.

Quería morir, esa era la verdad. Estaba cansada de todo y de todos, ya no quería más, ya no soportaba más tragedias y recuerdos tristes.

Además, aparte de su padre ¿Quién más lloraría su muerte?

A nadie más le importaba, no tenía mucha familia, su madre había muerto en el parto donde ella había nacido, su padre se lamentaba de la muerte de su amada y en el fondo le guardaba rencor a su hija por quitarle el amor de su vida.

Además...ella...

Se mordió los labio y lágrimas derramaban su hermoso rostro.

Camino por el borde de aquel edificio. Podía ver perfectamente la pequeña ciudad donde había nacido y crecido toda su vida. Todavía teniendo veinte años no se podía ir al lado de su padre y salir de esta ciudad para poder independizarse.

Pero ya no había más oportunidad. Esta era la ultima vez que vería este lugar. Estaba dispuesta a saltar sin problemas.

—Papá, lo siento, pero no soporto más—susurró ella mientras miraba el cielo.

Se sentía patética por tomar esa decisión, pero no sabía salir de la depresión y todo lo que la rodeaba. Desde que nació tenia ese problema, y por miedo de ser tachada de loca, jamás se lo contó a nadie. Desde pequeña los veía, su padre simplemente le decía que eran sus amigos imaginarios.

Ella decidió callar, pero los espíritus la perseguían y le mostraban su pasado y como morían, algunos pacíficamente, otros trágicamente, produciéndole pesadillas.

Sí, ella podía ver fantasmas, los que no podían trascender al otro lado y le pedían con desesperación su ayuda. Pero ella no sabía como ayudarlos y decidía ignorar. Los espíritus enojados por no querer ayudarlos la atormentaban y le mostraban la forma en que ellos habían muerto.

—Ya no quiero ver más, pasados tristes, ya no quiero sentirlos nunca más—Ella respiro hondo, y miro hacia el abismo.

¿De verdad quería esto?

No.

Pero sentía que no tenía otra opción.

Era ahora, mirando aquel atardecer, era la hora de saltar.

Cerró los ojos y...

—Por favor no saltes, arruinarías mi día y ya tengo suficiente por hoy—

—¿Eh?—abrió los ojos y vio donde se producía esa voz profunda, tan elegante que ella se sorprendió.

Ahí estaba, un hombre bien vestido fumando tranquilamente a su lado.

¿Como llegó hasta aquí? - Se preguntó ella para luego mirar a quién la había parado. Era un hombre, de tal vez unos cuarenta, sin inmutarse, la había parado de saltar y ahora estaba ahí tranquilamente fumando, sin importarle si se tiraba o no.

—¿Quién eres tú?—preguntó ella un tanto molesta.

—Eso no importa, ¿De verdad piensas lanzarte? Creo que eres demasiado joven para una decisión así—El apagó el cigarro y la miró. Hermosos ojos de color ámbar.

Ella suspiró y miro al horizonte—estaba tan segura de saltar y me detienes—susurró ella.

Él la escuchó—Si no estas segura de saltar es porque en realidad no quieres morir, tal vez a tú problema exista otra salida ¿No?

Él no era precisamente el hombre que daba consejos, pero, esa chica se veía tan perdida que no podía simplemente quedarse parado viendo como esa niña estaba confundida con una decisión que sería para siempre.

—No lo sé—sonrió la chica—No sé si exista otro camino, y si existe, no lo puedo ver.

—Te aseguró que aquí no encontraras la respuesta—él extendió su mano. Ella lo miró curioso—¿Tienes edad para beber? Te invitó un trago, tengo tiempo libre hoy.

¿Un trago? ¿Es enserio? Una persona normal la llevaría a un hospital psiquiátrico o a la policía por intentar suicidarse.

Pero él la invitaba a un trago, aquello la hizo sonreír por la curiosidad. Tal vez podía dejar aquel tema por un tiempo y poder divertirse como la joven que era ¿no? Además, quien la estaba invitando, tal vez era mucho mayor que ella pero era bastante apuesto...

Ella sujeto la mano que él le estaba extendiendo—Creo que dejare este asunto por hoy, acepto ese trago.

Tal vez solo necesitaba a alguien que la parara, la verdad no quería morir, así que, tal vez por ahora, se dejaría llevar.

Una vez en el bar, ambos estaban sentados, él con un vino, ella con un martini. Ambos en silencio, pero por alguna razón, era un silencio cómodo.

Ella decidió romper el hielo.—No serás como todos ¿No te gustaría saber mi historia?—la verdad ella no estaba dispuesta a desahogarse con un desconocido, pero le daba curiosidad el hecho que aquel hombre a su lado ni siquiera le haya preguntado su nombre y la estaba invitando un trago, tampoco le hizo la típica pregunta de qué la había llevado a tomar esa drástica decisión de terminar con su vida.

—No me interesa—respondió él simplemente—solamente te hablé porque me arruinarías el día si yo era testigo de tu muerte. No me interesa hablar con policías y explicar que yo estuve ahí y no te detuve.

"Solo lo hice para salvarme" Esa era la respuesta que escuchó.

—Ya veo—Ella tomó un sorbo de su trago y sonrió—Eso me alivia más.

Ahora él dejó su trago a un lado y la miró.

—¿Te alivia?

—Pensé que me estabas engañando para luego llevarme a un hospital psiquiátrico o algo por el estilo.

—Veo que ya tienes experiencia de esto.

Ella mantuvo silencio.

—Si quieres te puedo llevar, pero sería una molestia, por ahora, creo que lo mejor sería que llamaras a tus padres para que te vengan a buscar y que le cuentes todo lo que está pasando por tu cabeza, a mí no me interesa tener que involucrarme en rollos que no me conciernen—respondió el mayor y terminó su vino.

—Tienes razón—la mujer sacó su móvil para mirar la hora, ya era bastante tarde ¿En qué momento había pasado tanto tiempo?—creo que es hora de irme, mi padre debe estar preocupado. Antes de irme, ¿puedo saber el nombre de mi salvador?

Él miro a otro lado y simplemente respondió—Mihawk, Dracule Mihawk.

—Bonito nombre, yo soy Perona, Gekko Perona.