Hola!
Les dejo otro pequeño capitulo de esto. Al fin conoceremos a los estilitas. Fue difícil escogerlos, sabiendo cuál es su destino, pero al final eso también pesó para escoger a sus representaciones en esta historia, homologando lo más posible.
Enjoy it!
CAPITULO V
"EL CAMINO DE LA VICTORIA"
Tengo el cuerpo lleno de cremas, menjurjes y plastas que huelen como si pudiera comerlas. Tengo suerte de que estás personas consideraran que mi pelaje color durazno, que asemeja una piel bronceada o aceitunada, es lo suficientemente hermoso para dejarme conservarlo. Venia, una mujer de pelo turquesa y tatuajes dorados sobre los párpados, me está cepillando las piernas, con un cepillo rígido y suave a partes iguales, que creo haber visto para lavar caballos. También parece que la privacidad sobre mi cuerpo es algo que he perdido, porque estoy tendida aquí completamente desnuda.
¿Por qué habla esta gente con un tono tan agudo? ¿Por qué apenas abren la boca para hablar? ¿Por qué acaban todas las frases con la misma entonación que se usa para preguntar? Vocales extrañas, palabras recortadas y un siseo cada vez que pronuncian la letra ese... Por eso a todo el mundo se le pega su acento, claro.
Venia intenta demostrar su comprensión.
—Pero tengo buenas noticias: éste es el último. ¿Lista?
Me agarro a los bordes de la mesa en la que estoy sentada y asiento con la cabeza. No sabía que podía tener nudos con este pelaje tan corto. Pero no tan corto para su gusto, a pesar de todo, he tenido que chirriar los dientes cuando entre los tres me han pasado una rasuradora cada uno para dejarme todo el pelaje uniforme, pues hay partes donde crece más largo, como la parte externa de los codos y las pantorrillas. He temido todo el rato que me dejen expuesta. Desnuda. ¿Calva?
Llevo más de tres horas en el Centro de Renovación y todavía no conozco a mi estilista. Al parecer, no está interesado en verme hasta que Venia y los demás miembros de mi equipo de preparación no se hayan ocupado de algunos problemas obvios, lo que incluye restregarme el cuerpo con una espuma arenosa que no sólo me ha quitado la suciedad, sino también unas tres capas de piel y pelo, darle uniformidad a mis garras, que sus herramientas apenas pueden manejar. Por alguna razón, los magicats no son habituales en los Juegos. No me gusta, tengo la piel irritada, me pica y la siento muy vulnerable. Sin embargo, he cumplido mi parte del trato que hicimos con Shadow Weaver y no he puesto ni una objeción.
—Lo estás haciendo muy bien —Dice un tipo que se llama Flavius. Agita sus tirabuzones naranjas y me aplica una capa de pintalabios morado —Si hay algo que no aguantamos es a los llorones. ¡Embadúrnenla!
Venia y Octavia, una mujer regordeta con todo el cuerpo teñido de verde guisante claro, y unos tentáculos en la espalda, me dan un masaje con una loción que primero pica y después me calma la piel. Acto seguido me levantan de la mesa y me quitan la fina bata que me han permitido vestir de vez en cuando. Me quedo aquí, completamente desnuda, mientras los tres me rodean y utilizan las pinzas para eliminar hasta el último rastro de cualquier parásito que según ellos tengo entre el pelaje. Sé que debería sentir vergüenza, pero me parecen tan poca persona que es como si tuviese a un trío de extraños pájaros de colores picoteando el suelo alrededor de mis pies.
Los tres dan un paso atrás y admiran su trabajo.
—¡Excelente! ¡Ya casi pareces una persona decente! —Exclama Flavius, y todos se ríen.
—Gracias —respondo con dulzura, obligándome a sonreír para demostrarles lo agradecida que estoy —En el reino 12 no tenemos muchas razones para arreglarnos.
—Claro que no, ¡pobre criatura! —dice Octavia, juntando las manos, consternada.
Creo que me los he ganado con mi respuesta.
—Pero no te preocupes —añade Venia —Cuando Doppler acabe contigo, ¡vas a estar absolutamente divina!
—¡Te lo prometemos! ¿Sabes? Ahora que nos hemos librado de tantos nudos y porquería, ¡no estás tan horrible, ni mucho menos! —Afirma Flavius, para animarme —¡Vamos a llamar a Doppler!
Salen disparados del cuarto. Los miembros del equipo de preparación son tan bobos que me resulta difícil odiarlos. Sin embargo, curiosamente, sé que son sinceros en su intento por ayudarme.
Miro las paredes y el suelo, todo tan frío y blanco, y resisto el impulso de recuperar la bata. Sé que este tal Doppler, mi estilista, hará que me la quite en cuanto llegue, así que me llevo las manos al cabello, la única zona que mi equipo tenía órdenes de respetar. Me acaricio las trenzas de seda que mi madre ha colocado tan bien. Mi madre; me he dejado su vestido rojo y sus zapatos en el suelo del vagón, no se me ocurrió recogerlos ni intentar aferrarme a algo suyo, de casa. Ahora me arrepiento.
La puerta se abre y entra un joven que debe de ser Doppler. Sus pasos afectados, seguidos del swing de su cola que enrosca y desenrosca, me hacen considerarlo otro snob más de Eternia. No hay modo de saber si sus escamas, su cabello rubio y sus ojos verde limón sean naturales o fruto de las cirugías o terapia genética de Eternia. Doppler lleva el cabello largo rapado a los lados sujeto en una media cola. Viste camisa, pantalones y botas negros sencillos, y la única concesión a las modificaciones de aspecto es decir, si no cuenta con operaciones o algo, parece ser un delineador de ojos dorado aplicado con generosidad. Resalta las motas doradas de sus ojos verdes y, a pesar del asco que me producen Eternia y sus horrendas modas, no puedo evitar pensar que le vuelve muy elegante.
—Hola, Catra. Soy Doppler Morfer, tu estilista —dice en voz baja y acariciante, aunque casi sin la afectación típica de Eternia.
—Hola —respondo, con precaución.
—Dame un momento, ¿vale?— me pide.
Camina a mi alrededor y observa mi cuerpo desnudo, sin tocarme, pero tomando nota de cada centímetro. Resisto el impulso de cruzar los brazos sobre el pecho —¿Quién te ha peinado?
—Mi madre.
—Es precioso. Mucha clase, la verdad, en un equilibrio casi perfecto con tu perfil. Tiene dedos hábiles.
Esperaba a alguien extravagante, alguien mayor que intentara desesperadamente parecer joven, alguien que me viera como un trozo de carne que había que preparar para una bandeja. Doppler no es nada de eso.
—Nuevo rostro, ¿verdad? No creo haberte visto antes —le digo.
La mayoría de los estilistas me resultan familiares, son constantes en el siempre cambiante grupo de los tributos. Algunos llevan en esto toda mi vida.
—Sí, es mi primer año en los Juegos.
—Así que te han dado Dryl —comento, porque los recién llegados suelen quedarse con nosotros, el reino menos deseable. Se me encojen un poco las orejas al darme cuenta que he llamado a mi reino por su nombre real y no el que Eternia le ha asignado.
—Lo pedí expresamente —responde, sin dar más explicaciones ni reparar en mi error —¿Por qué no te pones la bata y charlamos un rato?
Me pongo la bata y le sigo hasta un salón en el que hay dos sofás rojos con una mesita baja en medio. Tres paredes están vacías y la cuarta es entera de cristal, de modo que puede verse la ciudad. Por la luz, debe de ser mediodía, aunque el cielo soleado se ha cubierto de nubes. Doppler Morfer me invita a sentarme en uno de los sofás y se sienta en frente de mí; después pulsa un botón que hay en el lateral de la mesa y la parte de arriba se abre para dejar salir un segundo tablero con nuestra comida: pollo y gajos de naranja cocinados en una salsa de nata sobre un lecho de granos blancos perlados, guisantes y cebollas diminutos, y panecillos en forma de flor; de postre hay un pudin de color miel.
Intento imaginarme preparando esta misma comida en casa. Los pollos son demasiado caros, pero podría apañarme con un pavo silvestre. Necesitaría matar un segundo pavo para cambiarlo por naranjas. La leche de cabra tendría que servir de sustituta de la nata. Podemos cultivar guisantes en el huerto y tendría que conseguir cebollas silvestres en el bosque. No reconozco el cereal, porque nuestras raciones de las teselas se convierten en una fea papilla marrón cuando las cocinas. Para conseguir los panecillos lujosos tendría que hacer otro trueque con el panadero, quizás a cambio de dos o tres ardillas. En cuanto al pudin, ni siquiera se me ocurre qué llevará dentro. Harían falta varios días de caza y recolección para hacer esta comida y, aun así, no llegaría a la altura de la versión de Eternia.
Me pregunto cómo será vivir en un mundo en el que la comida aparece con sólo presionar un botón. ¿A qué dedicaría las horas que paso recorriendo los bosques en busca de sustento si fuese tan fácil conseguirlo? ¿Qué hacen todo el día estos habitantes de Eternia, además de decorarse el cuerpo y esperar al siguiente cargamento de tributos para divertirse viéndolos morir?
Levanto la mirada y veo los ojos de Doppler Morfer clavados en los míos.
—Esto debe de parecerte despreciable —¿Me lo ha visto en la cara o, de algún modo, me ha leído el pensamiento? Sin embargo, tiene razón: toda esta gente asquerosa me resulta despreciable —da igual —dice Doppler —bueno, Catra, hablemos de tu traje para la ceremonia de inauguración. Mi compañera, Mara, es la estilista del otro tributo de tu reino, Adora, y estamos pensando en vestirlas a juego. Como sabes, es costumbre que los trajes reflejen el espíritu de cada reino.
Se supone que en la ceremonia inaugural tienes que llevar algo referente a la principal industria de tu reino. Reino Plumeria, agricultura; Reino de las Salinas, pesca; Reino Fright Zone, fábricas. Eso significa que, al venir de Dryl, Adora y yo llevaremos algún tipo de atuendo minero. Como el ancho oberol de los mineros no resulta especialmente atractivo, nuestros tributos suelen acabar con trajes con poca tela y cascos con focos. Un año los sacaron completamente desnudos y cubiertos de polvo negro, como si fuese polvo de carbón. Los trajes siempre son horrendos y no ayudan a ganarse el favor del público, así que me preparo para lo peor.
—Entonces, ¿será un disfraz de minero? —Pregunto, esperando que no sea indecente.
—No del todo. Verás, Mara y yo creemos que el tema del minero está muy trillado. Nadie se acordará de ustedes si llevan eso, y los dos pensamos que nuestro trabajo consiste en hacer que los tributos del Doce sean inolvidables— dice con ojos dramáticos.
Está claro que me toca ir desnuda, pienso.
—Así que, en vez de centrarnos en la minería en sí, vamos a centrarnos en el carbón.
Desnuda y cubierta de polvo negro, pienso otra vez.
—Y ¿qué se hace con el carbón? Se quema —dice Doppler —No te da miedo el fuego, ¿verdad, Catra? —Ve mi expresión y sonríe.
Unas cuantas horas después, estoy vestida con lo que puede ser el traje más sensacional o el más mortífero de la ceremonia de inauguración. Llevo una sencilla malla negra de cuerpo entero que me cubre del cuello a los tobillos, con unas botas de cuero brillante y cordones que me llegan hasta las rodillas, resisto la tentación de sacar las garras a través del suave cuero de conejo. Sin embargo, lo que define el traje es la capa que ondea al viento, con franjas naranjas, amarillas y rojas desiguales en la cara interior, y el tocado a juego. Doppler pretende prenderles fuego justo antes de que nuestro carro recorra las calles.
—No es fuego de verdad, por supuesto, sólo un fuego sintético que Mara y yo hemos inventado. Estarás completamente a salvo —me asegura, pero no me acaba de convencer; es posible que acabe convertida en barbacoa therian cuando lleguemos al centro de la ciudad.
Apenas llevo maquillaje, sólo unos toquecitos de iluminador. Me han cepillado el pelo y me lo han recogido en una sola trenza, que me resulta extraña. Pero Doppler quiere que se aprecien mis rasgos, que la gente sea capaz de reconocerme.
—Quiero que el público te reconozca cuando estés en el estadio —dice Doppler Morfer en tono soñador enseñando sus filosos dientes —Catra, la gata en llamas.
Se me pasa por la cabeza que la conducta tranquila y normal de Doppler puede estar ocultando a un demente.
No tengo tiempo de pensar mucho sobre la opinión de Catra acerca de mis saludos a la multitud, porque en cuanto el tren se estaciona, nos llaman y nos separan para llevarnos al Centro de Renovación, un lugar donde nos acondicionarán para ser más atractivos para el público. Estoy aliviada de que solamente trataran de sacar lo mejor de nosotros. Cuando el tributo ganador no es muy agraciado a sus ojos, es cuando empiezan los verdaderos cambios.
Me reciben en mi propia cámara de preparación tres personas todas diferentes. Me analizan igual que Shadow hace un rato, y después de decir algunas cosas que apenas entiendo, me dicen que me quite la ropa y me recueste en una camilla rodeada de instrumental que desconozco. No les basta que me quede en boxers y top. Desnuda, me repiten. Lo hago y cuando intento cubrirme, un chico alto con el cabello azul marino y labios negros, me detiene y me lleva a recostar. Me puse un poco a la defensiva, pero nunca intenta sobrepasarse y al poco rato ya no me importa estar desnuda frente a ellos.
—Eres de verdad una preciosura. Apenas vamos a tener que trabajar contigo, el equipo de tu compañera, por otra parte, va a tener que hacer una verdadera lucha para lograr algo decente —dice altivo un therian lupino de pelaje blanco con mechas azules neón, que creo que se llama Lazarus. Y ya me cae mal. Catra no necesita de nada para ser hermosa.
No contesto y siguen con su platica. Parece que son amigos fuera del trabajo y hablan de la última fiesta que tuvieron. Me limpian completamente aunque me he bañado hace un par de horas. Me untan mascarilla tras mascarilla en el rostro, y después de rasurarme y depilarme menos solo una parte del vello púbico y las cejas, también me han untado el cuerpo entero.
—Esto es solo por ahora, Mara quiere probar algunas cosas primero —dice la tercera persona, es alta y sus orejas puntiagudas de piel no tienen nada que ver con las orejas suaves de Catra. Su piel es pálida, bastante, diría que literalmente blanca bajo estas luces duras y artificiales, y sus brazos y pecho desnudos dejan ver toda una intrincada red de tatuajes geométricos con sombras increíbles y me pierdo en sus diseños siempre que se queda a la vista. Después de un rato, escucho que se llama Ática. Sus ojos dorados de lechuza son hechizantes, debo admitir.
Después de la depilación y perder capa de piel una tras otra, elevan la camilla y quedo sentada. Trabajan con mis uñas en pies y manos, las recortan, pulen y abrillantan. Me han soltado el cabello y siento como se me encoge el estómago cuando se acercan con tijeras, pero solamente lo recortan y emparejan, dejándolo casi del largo original.
Pasan horas y al fin me enjuagan todas las plastas y mascarillas del cuerpo. Siento la piel muy tierna y la ligera brisa que sopla cuando salen del cuarto de preparación se siente extraña contra mi piel enteramente desnuda. Nunca me había depilado.
Ahora que me han dejado sola, me siento más expuesta que cuando los tres revoloteaban sobre mí. Se vuelven a abrir las puertas y aparece una mujer morena con el largo cabello castaño trenzado en una alta cola. Lleva delineador negro, y un adorno que le rodea de una oreja a otra pasando por la nuca hecho de oro, además de brazaletes dorados también. Usa botas y un patrón de color azul claro. Además gloss en los labios. Y su último adorno, es un arete colgando de su lóbulo izquierdo con forma de pequeña espada. Yo ni siquiera tengo las orejas horadadas.
La he visto dos o tres veces antes en los Juegos, así que es relativamente nueva. Creo que su nombre es Mara. Suele ser reservada y no recuerdo ningún escándalo con respecto a ella. Su presencia es calmante y me sonríe mirándome directamente a los ojos.
—Hola, Adora. Soy Mara y seré tu jefe de estilistas durante estos Juegos del Hambre —me dice como si fuéramos a vernos en los siguientes Juegos. Pero es muy amable y le regreso la sonrisa.
—Hola, Mara —se acentúa su sonrisa y empieza a rodearme.
—He visto lo que has hecho por tu hermano. Se necesita mucha valentía para hacer algo así.
—Es mi hermano… No podía dejarlo así —le miento un poquito. No fue tanto por Adam como fue por estar cerca de Catra. Aunque sea antes de que todo termine.
—No tengo hermanos, así que no lo entiendo del todo. Pero se que la familia es importante —me dice mientras sigue inspeccionándome. Su mirada es crítica y nunca irrespetuosa. Su voz sincera y alentadora. Me cae muy bien.
Tienta mi espalda y mis muslos. Da vuelta a mis muñecas y acaricia las cicatrices, rectas y cortas, algunas anchas, de las veces que las bandejas calientes me han alcanzado.
—Tenemos una panadería —le explico.
—Es interesante —dice sin agregar más.
Me acomoda el cabello detrás de la oreja.
—Eres realmente bonita. Doppler y yo tuvimos mucha suerte este año —su halago me toma por sorpresa. —Doppler Morfer es el estilista de tu compañera —me alcanza la bata mientras habla y me indica dirigirnos a una pequeña habitación con una pared transparente.
Nos sentamos en la pequeña sala, aprieta unos botones y ya tenemos la comida servida. Me sigue maravillando el lujo. Me pongo a comer con gusto y siento como su mirada se ablanda.
—Supongo que no siempre tienes la oportunidad de comer así —suelta de manera casual.
—No nos va muy mal en casa. Pero esto es otro nivel —afirmo mientras sigo comiendo.
—Tiene sus ventajas trabajar en los Juegos, sin duda —comenta algo crípticamente y prefiero seguir comiendo.
—Es bueno que tengas experiencia con el fuego. ¿No te da miedo, verdad? —la miro intensamente ante el cambio de tema.
—No le tengo miedo, pero no me gusta quemarme —le respondo con la cara seria y ella se ríe.
—Estaba bromeando, Adora. Aunque es una respuesta muy sensata. Ya sabes que los trajes de los reinos suelen ser acorde a su industria —no había pensado en eso. Normalmente visten a los tributos de mi reino como mineros, pues es lo que la mayoría de la gente hace para vivir.
—Sí, lo sé. ¿Así que un casco y overol? —Se vuelve a reír, ligera. De verdad me cae bien.
—No. Estuve hablando con Doppler y estamos de acuerdo que no, eso ya está muy visto. Vamos a trabajar con fuego. El equipo está terminando de preparar tu traje de acuerdo a tus medidas. La verdad es que esperaba que fueras un poco más pequeña. La pantalla me ha engañado —me dice de un tirón, y casi no prueba su elegante comida.
—Creí que lo del fuego era broma.
—Solo la parte de quemarte. El fuego es muy en serio —me vuelve a decir y a reír de mi reacción. A pesar de eso no la encuentro molesta —Tranquila, el fuego es sintético. Ni siquiera genera calor, solo luz. Ya lo verás —parece orgullosa.
Terminamos de comer y me lleva hasta otra habitación lateral donde está el equipo, terminando de ajustar algunas cosas. Me sacan la bata y me ponen un traje negro de cuerpo completo. La gamuza interior parece una segunda piel y me recubre exactamente pero sin demostrar demasiado mis formas de todos modos. De los tobillos al cuello. Me pintan las uñas de negro y rojo combinados como oscuras flamas. Me ponen unas botas que me llegan hasta la rodilla que se ajustan con velcro por la pantorrilla, tienen una plataforma corrida que me eleva otros ocho centímetros, y es un alivio, porque jamás he andado en tacones.
El cabello suelto me cae sobre los hombros y la espalda en un ordenado montón. Después de todo lo que me han puesto, está brillante, manejable y con volumen. No parece mi cabello.
—¿Cómo sueles llevar el cabello? —me pregunta Mara después de un rato.
—Recogido en una cola —le respondo.
—¿Cómo en la Cosecha? —le asiento. La única concesión que hice a mi apariencia fue usar vieja ropa de gala de mi padre. Ni siquiera cambié mi peinado.
—Lo uso así todo el tiempo.
—Bien. Así se verán mejor tus facciones —sonríe y procede a peinarme con mi coleta.
La ha hecho un poco más alta de lo que la ocupo y apenas siento el cabello sobre los hombros, es más su peso directamente sobre mi cabeza. Me maquillan levemente con tonos claros de café, arena y rosado, para resaltar mis rasgos sin exagerarlos, me dice Ática al ver mi interés por los colores.
Tengo la mandíbula cuadrada de mi padre, pero han logrado que se me afile el rostro con el peinado alto y el iluminador. Mis ojos azules se ven más oscuros por un simple delineador negro y tengo los labios carnosos por un labial del color de mis pezones. No sabía que ese es el color complementario perfecto para realzar cualquier tono de piel, me vuelve a decir Ática. Lazarus, el lobo blanco y azul, también suelta datos sobre los colores ahora que se da cuenta de mi interés. Me cae un poco mejor después de eso.
La capa es, sin embargo, la pieza más importante de la composición.
Mara y el resto del equipo, incluso el lobo blanco que dijo que Catra no es bonita, están muy emocionados por el resultado.
Yo solo espero no arder junto con la capa.
A pesar de la revelación de esta mañana sobre el carácter de Adora, me alivia verla aparecer vestida con un traje idéntico. Como es hija de panadero y tal, debe de estar acostumbrada al fuego. Su estilista, Mara, y el resto de su equipo la acompañan, y todos están de los nervios por la sensación que vamos a causar. Todos salvo Doppler, que acepta las felicitaciones como si fueran un vaso de agua.
Nos llevan al nivel inferior del Centro de Renovación, que es, básicamente, un establo gigantesco. La ceremonia inaugural va a empezar y están subiendo a las parejas de tributos en unos carros tirados por grupos de cuatro caballos. Los nuestros son negro carbón, unos animales tan bien entrenados que ni siquiera necesitan un jinete que los guíe. Doppler y Mara nos conducen a nuestro carro y nos arreglan con cuidado la postura del cuerpo y la caída de las capas antes de apartarse para comentar algo entre ellos.
—¿Qué piensas? —Le susurro a Adora —del fuego, quiero decir.
—Te arrancaré la capa si tú me arrancas la mía —me responde, entre dientes.
—Trato hecho —quizá si logramos quitárnoslas lo bastante deprisa evitemos las peores quemaduras. Lo malo es que nos soltarán en el campo de batalla estemos como estemos —Sé que le prometí a Shadow Weaver que haría todo lo que nos dijeran, pero creo que no tuvo en cuenta este detalle.
—Por cierto, ¿Dónde está? ¿No se supone que tiene que protegernos de este tipo de cosas?
—Con todo ese alcohol dentro, no creo que sea buena idea tenerla cerca cuando ardamos.
De repente, las dos nos echamos a reír. Supongo que estamos tan nerviosas por los juegos y, más aún, tan aterradas por la posibilidad de acabar convertidas en antorchas humanas, que no actuamos de forma racional.
Empieza la música de apertura. No cuesta oírla, la ponen a todo volumen por las avenidas de Eternia. Unas puertas correderas enormes se abren a las calles llenas de gente. El desfile dura unos veinte minutos y termina en el Círculo de la Victoria, donde nos recibirán, tocarán el himno y nos escoltarán hasta el Centro de Entrenamiento, que será nuestro hogar/prisión hasta que empiecen los juegos.
Los tributos del Reino 1 van en un carro tirado por caballos blancos como la nieve. Están muy guapos, rociados de pintura plateada y vestidos con elegantes túnicas cubiertas de piedras preciosas; el Reino 1 fabrica artículos de lujo para Eternia. Oímos el rugido del público; siempre son los favoritos.
El Reino 2 se coloca detrás de ellos. En pocos minutos nos encontramos acercándonos a la puerta y veo que, entre el cielo nublado y que empieza a anochecer, la luz se ha vuelto gris. Los tributos del Reino 11 acaban de salir cuando Morfer aparece con una antorcha encendida.
—Allá vamos —dice, y, antes de poder reaccionar, prende fuego a nuestras capas.
Ahogo un grito, esperando que llegue el calor, que mi cola arda con la capa a mi espalda, pero sólo noto un cosquilleo. Doppler Morfer se coloca delante de nosotros, prende fuego a los tocados y deja escapar un suspiro de alivio —funciona —después me levanta la barbilla con cariño —Recuerda, la cabeza alta. Sonríe. ¡Te van a adorar!
Se baja del carro de un salto agitando su cola verde y tiene una última idea.
Nos grita algo que no oigo por culpa de la música, así que vuelve a gritar y gesticula. El rugido del fuego falso en mis orejas tampoco ayuda.
—¿Qué dice? —le pregunto a Adora. Por primera vez, la miro y me doy cuenta de que, iluminada por las llamas falsas, está resplandeciente, y que yo también debo de estarlo.
—Creo que ha dicho que nos tomemos de la mano —responde.
Me coge la mano derecha con su izquierda, y las dos miramos a DM para confirmarlo. Asiente y da su aprobación levantando el pulgar; es lo último que veo antes de entrar en la ciudad.
La alarma inicial de la muchedumbre al vernos aparecer se transforma rápidamente en vítores y gritos de «¡Reino Doce!». Todos se vuelven para mirarnos, apartando su atención de los otros tres carros que tenemos delante. Al principio me quedo helada, pero después nos veo en una enorme pantalla de televisión y nuestro aspecto me deja sin aliento. Con la escasa luz del crepúsculo, el fuego nos ilumina las caras, es como si nuestras capas dejaran un rastro de llamas detrás. Doppler hizo bien al reducir el maquillaje al mínimo: las dos estamos más atractivas y, además, se nos reconoce perfectamente.
«Recuerda, la cabeza alta. Sonríe. ¡Te van a adorar!»
Oigo las palabras del estilista en mi cabeza, así que levanto más la barbilla, esbozo mi mejor sonrisa y saludo con la mano que tengo libre. Me alegra estar agarrada a Adora para guardar el equilibrio, porque ella es fuerte, sólida como una roca. Conforme gano confianza, llego a lanzar algún que otro beso a los espectadores; la gente de Eternia se ha vuelto loca, nos baña en flores, grita nuestros nombres, nuestros nombres propios, ya que se han molestado en buscarlos en el programa.
La música alta, los vítores y la admiración me corren por las venas, y no puedo evitar emocionarme. Doppler me ha dado una gran ventaja, nadie me olvidará. Ni mi aspecto, ni mi nombre: Catra, la gata en llamas.
Por primera vez siento una chispa de esperanza. ¡Tiene que haber algún patrocinador dispuesto a escogerme! Y con un poco de ayuda extra, alguna comida, el arma adecuada... ¿Por qué voy a dar los juegos por perdidos?
Alguien me tira una rosa roja y yo la cojo, la huelo con delicadeza y lanzo un beso en dirección a quien me la haya tirado. Cientos de manos intentan capturar mi beso, como si fuese algo real y tangible.
—¡Catra! ¡Catra! —los oigo gritar mi nombre por todas partes. Todos quieren mis besos.
Hasta que entramos en el Círculo de la Victoria no me doy cuenta de que debo de haber estado cortándole la circulación de la mano a Adora, tan fuerte se la tomaba. Miro nuestros dedos entrelazados y aflojo un poco, pero ella me vuelve a coger con fuerza.
—No, no me sueltes —dice, y la luz del fuego se refleja en sus ojos azules —Por favor, puede que me caiga de esta cosa.
—Vale.
Así que seguimos tomadas de la mano, aunque no puedo evitar sentirme extraña por la forma en que Doppler nos ha unido. La verdad es que no es justo presentarnos como un equipo y después tirarnos en la arena para que nos matemos la una a la otra.
Los doce carros llenan el circuito del Círculo de la Victoria, el camino que Eternia construyó para representar su victoria sobre los Doce Reinos y el camino que el Vencedor recorrerá de nuevo al final de los Juegos. Todas las ventanas de los edificios que rodean el círculo están abarrotadas de los ciudadanos más prestigiosos de Eternia. Nuestros caballos nos llevan justo hasta la mansión del Emperador Prime, y allí nos paramos. La música termina con unas notas dramáticas.
El emperador, un hombre con una constitución poderosa para alguien de su edad, con el cabello blanco como el papel, nos da la bienvenida oficial desde el balcón que tenemos encima. Lo tradicional es enfocar las caras de todos los tributos durante el discurso, pero en la pantalla veo que Adora y yo salimos más de lo que nos corresponde. Conforme oscurece, más difícil es apartar los ojos de nuestro centelleante atuendo. Aunque cuando suena el himno nacional hacen un esfuerzo por enfocar a cada pareja de tributos, la cámara se mantiene fija en el carro de Dryl, que recorre el círculo una última vez antes de desaparecer en el Centro de Entrenamiento.
En cuanto se cierran las puertas, nos rodean los equipos de preparación, que farfullan piropos apenas inteligibles. Miro a mi alrededor y veo que muchos de los otros tributos nos miran con odio, lo que confirma mis sospechas de que los hemos eclipsado a todos, literalmente. Después aparecen Doppler y Mara, que nos ayudan a bajar del carro, y nos quitan con cuidado las capas y los tocados en llamas. Mara los apaga con una especie de bote con atomizador.
De repente me doy cuenta de que sigo pegada a Adora y me obligo a abrir los dedos, agarrotados. Las dos nos masajeamos las manos.
—Gracias por sostenerme. No me sentía muy bien ahí arriba —dice Adora.
—No lo parecía. Te juro que ni me he dado cuenta.
—Seguro que no le han prestado atención a nadie más que a ti. Deberías llevar llamas más a menudo, te sientan bien.
Después me ofrece una sonrisa de una dulzura tan genuina, con el toque justo de timidez, que hace que me sienta muy cerca de ella.
Sin embargo, una alarma se me enciende en la cabeza: No seas tan estúpida: Adora planea matarte—me recuerdo —Quiere que te confíes para convertirte en una presa fácil. Cuanto más te guste, más mortífera será.
Pero, como yo también sé jugar, me pongo de puntillas y le doy un beso en la mejilla, justo en donde debería estar el moretón.
Shadow Weaver nos ha dicho que no digamos nada a los estilistas y de verdad me ha costado mantenerme ecuánime. Ha demostrado ser una decisión sabia al final.
Cuando he llegado con Catra, he notado que estaba un poco nerviosa. Su cola no paraba de latiguear. He logrado hacerla reír y solo eso vale la pena.
Un sujeto de piel verde y cola, nos enciende las capas. Debe ser Doppler Morfer. También los tocados que nos han puesto, como tiaras negras muy delgadas. No quiero que se me queme el cabello, pero es un miedo infundado porque, tal cual ha dicho Mara, ni siquiera siento calor.
Salimos al Camino de la Victoria, y ya estoy eternamente agradecida con Doppler Morfer por darme la oportunidad de sostener la mano de Catra. Ella me aprieta y no me suelta durante todo el camino. Al principio, el público contiene el aliento pero cuando se dan cuenta que el fuego es inofensivo, no nos quita de encima la mirada.
Se vuelven locos. Nos gritan, nos alaban. Dicen nuestros nombres. Y yo no dejo de mirar a Catra. Está perdida en la atención. No sabía que era vanidosa, pero yo tampoco puedo dejar de mirarla. Es hermosa, y las mujeres hermosas tienen todo el derecho a la vanidad.
Nos arrojan flores y cosas brillantes. Me obligo a saludar a la multitud de vez en vez, pero principalmente disfruto de la vista tanto como ellos. De la sensación cálida y vital de la mano de terciopelo de Catra contra la mía. Noto que han pintado sus garras con un patrón de llamas, un poco diferentes a mis uñas, y me alegra que seamos un equipo. Aunque sea un momento.
Alguien le arroja una rosa roja y la atrapa, lanza un beso de vuelta y la multitud muere por atrapar el beso. Yo también quiero el mío. Es vigorizante ver a Catra tan contenta, o emocionada. Su rostro, y el mío, aparecen mucho más seguido que los demás durante el saludo del Emperador Prime y me siento orgullosa de estar a su lado.
En algún momento intenta soltarme, pero no la dejo. Tengo que aprovechar todo el tiempo que pueda.
Cuando nuestros caballos nos llevan de vuelta al Centro de Entrenamiento, Mara y Doppler Morfer nos ayudan a bajar entre halagos y vítores de los dos equipos.
—Gracias por sostenerme. No me sentía muy bien ahí arriba —le digo, un poco insegura. Se ve magnífica con el cabello trenzado.
—No lo parecía. Te juro que ni me he dado cuenta —me responde un poco apenada, todavía masajeando sus dedos. No quería apretarlo tanto.
—Seguro que no le han prestado atención a nadie más que a ti. Deberías llevar llamas más a menudo, te sientan bien —le digo sinceramente y veo como se relaja un segundo y después una extraña chispa cruza su faz y lo siguiente que hace me saca del juego.
Se levanta en las puntas de sus pies para alcanzarme la mejilla, y el beso que pedí hace unos minutos, me llega a cubrir el moretón que me ha dejado Shadow.
N.A.
Estos capitulos se me hacen tan cortos!
¿Que tal Mara y Doppler Morfer? Me gusta más su nombre en el doblaje latino que el original.
En el siguiente cap se ve más introspección por parte de Adora.
Que la suerte está siempre de su lado!~
