CAPITULO IX
ENTREVISTA
Por el pasillo regresa la señorita Casta después de susurrar algo sobre la puntualidad.
—Adora quiere que la entrenemos por separado —suelta Shadow Weaver de pronto.
Castaspella solo la ve y sonrie al servirse su café negro. Toma un sorbo y se limpia los labios sin despintarlos.
—Bueno, entiendo que no quiera pasar todo el día con su compañera —dice diplomáticamente y me regala una sonrisa de empatía.
Shadow Weaver solo hace una exclamación. Entonces escuchamos la puerta. Catra ya viene, pero solo se concentra en la comida un buen rato.
—Entonces ya está —dice Shadow Weaver y Casta asiente.
Yo no termino de comprender mientras ellas susurran, por alguna razón, sus nuevos horarios y no sé qué más asuntos. De repente me preguntan algo y también susurro, hasta que zanjan todo y solo seguimos desayunando. Es hasta ese momento, en el silencio, que Catra nos presta atención.
—Adora nos ha pedido que la entrenemos por separado —le dice Shadow Weaver encogiéndose de hombros.
Veo como se le echan para atrás las orejas y se le aprieta la mandíbula. La he disgustado. ¡Pero no la entiendo! Ya no tendrá que estar conmigo y pretender que le agrado. Pero se enredeza y pregunta sobre los horarios.
Una parte de mí, desearía que luciera un tanto más afectada.
Traición. Es lo primero que siento aunque resulte ridículo, porque, para que haya traición, debe haber confianza, y entre Adora y yo la confianza nunca ha formado parte del acuerdo. Somos tributos. Sin embargo, la chica que se arriesgó a recibir una paliza por darme pan, la que me ayudó a no caerme del carro, la que me encubrió con el asunto de la chica avox, la que insistió en que Shadow Weaver conociera mis habilidades como cazadora... ¿Acaso parte de mí no podía evitar confiar en ella?
Por otro lado, me alivia dejar de fingir que somos amigas. Es obvio que se ha cortado cualquier débil vínculo que hayamos sentido tontamente, y ya era hora, porque los juegos empiezan dentro de dos días y la confianza no sería más que una debilidad. No sé qué habrá propiciado la decisión de Adora (aunque sospecho que tiene que ver con que la aventajase en el entrenamiento), pero me alegro. Quizá por fin haya aceptado el hecho de que, cuanto antes reconozcamos abiertamente que somos enemigas, mejor.
—Bien, ¿cuál es el horario?
—Cada una tendrá cuatro horas con Casta para la presentación, y cuatro conmigo para el contenido —responde Shadow Weaver —Tú empiezas con Castaspella, Catra.
Aunque al principio ni me imagino por qué necesita Castaspella cuatro horas para enseñarme algo, acabo aprovechando hasta el último minuto. Vamos a mi cuarto, me pone un vestido largo y tacones altos (no los que llevaré en la entrevista de verdad), y me explica cómo debo andar. Los zapatos son lo peor: nunca he llevado tacones y no me acostumbro a ir dando tumbos sobre la punta de los pies y tengo que encoger lo más que puedo las garras, que al final me terminan doliendo, algo que jamás creí posible. Sin embargo, Castaspella corre por ahí con ellos las veinticuatro horas del día, y decido que, si ella es capaz de hacerlo, yo también. El vestido me supone otro problema; no deja de enredárseme en los zapatos, así que, por supuesto, me lo subo, momento en el cual Castaspella cae sobre mí como un halcón para darme en la mano y gritar:
—¡No lo subas por encima del tobillo!
Cuando por fin domino los pies, todavía me queda la forma de sentarme, la postura (al parecer, tengo tendencia a agachar la cabeza y las orejas), el contacto visual, los gestos de las manos, la cola y las sonrisas. Sonreír ya no consiste en sonreír sin más. Castaspella me obliga a ensayar cien frases banales que empiezan con una sonrisa, se dicen sonriendo o terminan con una sonrisa. A la hora de la comida tengo un tic nervioso en los músculos de las mejillas, de tanto estirarlos.
Debo controlar las orejas y la cola mucho más de lo que acostumbro. Castaspella me suelta orgullosa que se preparó las últimas dos noches sobre etiqueta therian solo para mí. Y me termina diciendo que si no puedo mantener las orejas erguidas y derechas, por lo menos las mantenga planas y relajadas, ya que al parecer tengo tendencia a echarlas para atrás y hacen que parezca que le voy a bufar a alguien. Por supuesto, tampoco nada de bufeos y siseos. La cola debe permanecer abajo, no esponjarse, no golpear los muebles ni a las personas.
—Bueno, he hecho lo que he podido —dice Castaspella, suspirando —Recuerda una cosa, Catra: tienes que conseguir gustarle al público.
—¿Crees que no le gustaré?
—No, si los miras con esa cara todo el tiempo. ¿Por qué no te lo reservas para el estadio? Es mejor que imagines que estás entre amigos.
—¡Están apostando cuánto tiempo estaré viva!— estallo —¡No son mis amigos!
—¡Pues fíngelo! —exclama Casta. Después recupera la compostura y esboza una sonrisa de oreja a oreja—. ¿Ves? Así. Te sonrío aunque me estés exasperando.
—Sí, muy convincente. Voy a comer.
Me quito los tacones de un par de patadas y salgo hecha una furia hacia el comedor, subiéndome el vestido hasta los muslos.
Adora y Shadow Weaver parecen estar de buen humor, así que imagino que la sesión de contenido será mejor que los sufrimientos de la mañana. No podría estar más equivocada.
Weaver manda a Catra a su turno con la señorita Casta y yo me quedo con ella al lado. Se termina su plato y se levanta sin decirme nada. Yo no sé si ya hemos empezado. Ella se dirige hasta la sala que está unos escalones más abajo.
—Estoy esperando y no tenemos todo el día, Adora —me llama con voz aburrida.
Voy rápido hasta allá y me siento en la butaca frente a ella. No se le despega el vaso de los dedos largos y grises. Se acomoda un largo mechón negro tras la oreja y es la primera vez que veo que son puntiagudas. No sabía que era parte elfo. La miro atentamente.
—Sigo esperando, Adora —me dice.
Parpadeó un poco.
—No sé cómo empezar… ¿A qué te refieres con "contenido"? —pregunto con sinceridad.
—A eso precisamente. El contenido de las entrevistas. La historia, de la cual clamas tener una mejor que la nuestra —me acusa veladamente y da otro trago.
Me acomodo en el asiento mientras intento acomodar también mis ideas. Fue mucho más sencillo hablar, contarle de todo esto a Mara. Ella me hace sentir escuchada, es amable y cálida. Hasta parece que se preocupa un poco por mí. Tal vez es lo más cercano a una amiga de verdad que puedo tener aquí. Weaver, por otro lado, sigue bebiendo y parece tener todo el interés en esto como yo por aprender a acertar cuerpos con lanzas. Aunque aprender a maniobrar la espada… me gustó un poco.
Shadow Weaver hace un ruido profundo con la garganta, pero las palabras no me salen.
—Adora, cariño —me insiste con una sonrisa que intenta ser amigable, creo —ya te dí lo que querías, ahora tienes que cumplir con tu parte del trato. Ahora que todavía tenemos tiempo de seguir con el plan original.
—Está bien. Lo entiendo… es qué de verdad no sé por dónde empezar.
—Tal vez por el principio —me responde tan rápido como un dardo, con una sonrisa velada de burla. Por alguna razón, ésta vez no me pone de malas y le devuelvo la sonrisa débilmente.
—Bien… ¿Qué tal esto? Tú quieres una historia trágica de hermanos y dificultades… ¿Qué tal un drama de…? —esto suena peor de lo que pensaba, pero ya no hay marcha atrás. —¿De amor no correspondido?
Baja el vaso a mitad de camino de su boca. Otra vez me clava su mirada verde. Mientras inclina la cabeza un poco, veo la luz de la compresión en sus ojos. Ya no me analiza. Pero entonces el borde de sus ojos se alisa, la línea de su boca se tensa y la ligera sorpresa es sustituida por una revelación. Siento que está pensando a la misma velocidad que el tren que nos trajo aquí. Pero me he perdido. Después de otro segundo, sus cejas vuelven a su posición de aburrimiento, aunque maquillado con educado interés.
—Tienes mi atención —dice solamente.
—Yo… bueno, hay una historia con Catra. Pero en realidad no la hay… —digo torpemente y ella asiente.
—Por eso la miras tanto.
Otra vez siento la cara arder, por razones muy distintas esta vez. No creí mirarla tanto.
—No estaba segura de la razón… sé que tienen la misma edad y la escuela no es muy grande, pero no parece que la conozcas más allá de eso. Y te aseguro que esa gata no tiene muchos amigos —añade cuando no digo nada, pero ando con la cara roja.
—No, es decir, no sé si tiene muchos amigos… pero no, nosotras no somos amigas —trato de decir lo demás pero no me sale. Algo en esta mujer me intimida. De algún modo, me recuerda a mi madre, aunque solo en las partes malas.
—Pero tú la quieres.
Me miro las manos y asiento.
—Y ella no tiene ni puta idea de ello —se ríe.
—Nunca… no se lo había dicho a nadie.
Ella se calla. Me mira pesadamente otra vez, frunce los labios hacia abajo.
—Bien, bien, niña. Me quito el sombrero, realmente es una mejor historia. La gente se vuelve loca con los amores trágicos e imposibles.
No sé qué decirle. Sigo sin saber qué pensar de ella. Nos quedamos calladas un rato y ella no deja de beber.
—Adora, ¿tienes alguna idea de cómo te gustaría presentarte? Creo que te queda esa faceta de chica sensible. Te vieron llorar en la Cosecha, con tu hermano. Pero qué más —exclama y entiendo que por fin estamos de verdad planeando la entrevista.
—No lo sé… No lo había considerado.
—Haremos esto, chica panadera. Te voy a hacer unas preguntas y tú vas a responder con lo primero que te venga a la mente.
Shadow Weaver se transforma.
Tal vez solo tiene la cantidad adecuada de alcohol.
Se convierte en una mujer interesada, carismática, no tanto como el hombre que nos va a entrevistar mañana, pero dista mucho de la campeona borracha de hace cuatro días. Me pregunta de mi vida, de mis hermanos, de mis amigos y puedo concentrarme en el ritmo de la plática. Le cuento alguna travesura que hice con Adam en la escuela. Le cuento del pan y cómo puedo pasar horas con el glaseado. Me pone atención, me rio y se ríe. Después me pregunta si tengo alguien quien me espere de regreso en casa, es decir, a parte de mi familia.
Se me hace un nudo. Su atención parece sincera.
—Nadie… Nadie me espera.
—Vamos, nadie se pone tan serio sino tuviera algo.
—No, es en serio. Nadie me espera.
—¿Pero hay alguien, no es cierto?
Siento las lágrimas en los ojos, pero no voy a llorar.
—Sí… hay alguien.
—¿Cómo estás tan segura que no te espera?
—Porque ella… está aquí conmigo.
Ya no me dice nada.
Vuelve a beber. Parece que tiene una reserva de botellitas infinitas entre su vestido. Se echa para atrás y se relaja.
—Sensible, encantadora, graciosa. Estás lista. Solamente contesta con sinceridad como hasta ahora —da otro trago después de un suspiro satisfecho —Ahora retírate. Tengo que descansar para… afrontar a tu linda compañerita.
Después de la comida, Shadow Weaver me lleva al salón, me pide que me siente en el sofá y me mira con el ceño fruncido durante un rato.
—¿Qué? —pregunto finalmente.
—Intento averiguar qué hacer contigo, cómo te vamos a presentar. ¿Vas a ser encantadora? ¿Altiva? ¿Feroz? Por ahora brillas como una estrella: te presentaste voluntaria para salvar a tu hermana, Doppler Morfer te hizo inolvidable y obtuviste la máxima puntuación. La gente siente curiosidad, pero nadie sabe cómo eres. La impresión que causes mañana decidirá lo que puedo conseguirte con los patrocinadores.
Como llevo toda la vida viendo entrevistas con los tributos, sé que hay algo de verdad en lo que dice. Si le gustas a la audiencia, ya sea porque les resultas cómico, brutal o excéntrico, te ganas su favor.
—¿Cuál es el enfoque de Adora? ¿O no puedo preguntarlo?
—Intentará ser simpática. Sabe cómo reírse de sí misma, le sale de forma natural. Por otro lado, cuando abres la boca pareces malhumorada y hostil.
—¡No es verdad!
—Por favor. No sé de dónde sacaste a esa chica alegre que saludaba a la gente desde el carro de fuego, pero no la he visto desde entonces.
—Con la de razones que me has dado para estar alegre… —le digo mostrando los dientes.
—No tienes que agradarme a mí, yo no te voy a patrocinar —me contesta sin inmutarse por mi agresión—. Finge que soy tu público, encandílame.
—¡Vale! —gruño.
Shadow Weaver adopta el papel del entrevistador y yo intento responder a sus preguntas de forma adorable, pero no puedo, estoy demasiado enfadada con ella por lo que ha dicho e incluso por tener que responder a las preguntas. Sólo puedo pensar en lo injusto que es todo, en lo injustos que son los Juegos del Hambre. ¿Por qué voy dando saltitos de un lado a otro como un perro amaestrado que intenta agradar a la gente a la que odia? Cuanto más dura la entrevista, más sale a relucir mi furia, hasta que empiezo a escupirle las respuestas, literalmente.
—Vale, ya basta —me dice —tenemos que encontrar otro enfoque. No sólo eres hostil, sino que tampoco sé nada sobre ti. Te he hecho cincuenta preguntas y sigo sin hacerme una idea de cómo son tu vida, tu familia y las cosas que te importan. Quieren conocerte, Catra.
—¡Es que no quiero que me conozcan! ¡Ya me están quitando el futuro! ¡No pueden llevarse también lo que me importaba en el pasado!
—¡Pues miente! ¡Invéntate algo!
—No se me da bien mentir.
—Pues aprende deprisa. Tienes tanto encanto como una babosa muerta. —Ay, eso duele. Hasta Shadow Weaver tiene que haberse dado cuenta de que se ha pasado, porque suaviza un poco el tono —Tengo una idea: intenta actuar con humildad.
—Humildad —hasta yo misma me siento incrédula.
—Que no te puedes creer que una niña de Dryl haya podido hacerlo tan bien, que todo esto es más de lo que nunca te hubieras imaginado. Habla de la ropa de Doppler Morfer, de lo simpática que es la gente, de cómo te asombra esta ciudad. Si no quieres hablar de ti, al menos halágalos. Sigue diciéndolo una y otra vez, habla con entusiasmo.
Las horas siguientes son una tortura. Al instante queda claro que no puedo hablar con entusiasmo. Intentamos que me haga la inalcanzable, una "femme fatale" me dice, pero no tengo ese tipo de arrogancia. Solo estoy frustrada, enojada y expuesta como una herida abierta en la arena. Al parecer, soy demasiado «vulnerable» para apostar por la ferocidad. No soy ingeniosa, ni divertida, ni sexy, ni misteriosa.
Cuando terminamos la sesión, no soy nadie. Shadow Weaver ha empezado a beber más o menos por la parte ingeniosa y ahora tiene un tono desagradable.
—Me rindo, preciosa. Limítate a responder las preguntas e intenta que el público no vea lo mucho que lo desprecias.
Ceno en mi cuarto. Pido una cantidad escandalosa de manjares y como hasta ponerme mala; después desahogo mi rabia contra Shadow Weaver, los Juegos del Hambre y todos los seres vivos de Eternia lanzando platos contra las paredes de la habitación. Cuando entra en el cuarto la chica del pelo rojo para abrirme la cama, el estropicio hace que abra mucho los ojos.
—¡Déjalo como está! —le chillo —¡Déjalo como está!
A ella también la odio. Odio sus ojos rencorosos que me llaman cobarde, monstruo, marioneta de Eternia, tanto entonces como ahora. Seguro que para ella se está haciendo justicia; al menos mi muerte ayudará a pagar por la vida de la chica del bosque.
Sin embargo, en vez de salir corriendo, la chica cierra la puerta y entra en el servicio, de donde sale con un trapo húmedo; después me limpia la cara y la sangre que me ha hecho en las manos un plato roto. ¿Por qué lo hace? ¿Por qué la dejo?
—Tendría que haber intentado salvarte —susurro.
Ella sacude la cabeza. ¿Quiere decir que hicimos bien en no acercarnos? ¿Qué me ha perdonado?
—No, estuvo mal —insisto. Su amabilidad me desarma. La gente amable me llega muy hondo.
Ella se da un golpecito en los labios con los dedos y después me toca con ellos el pecho. Creo que significa que yo también habría acabado siendo un avox, como ella. Seguramente está en lo cierto: avox o muerta.
Me paso la hora siguiente ayudándola a limpiar el cuarto. Una vez tirada toda la basura por la tolva y limpiada la comida del suelo, me abre la cama, me meto dentro como si tuviera cinco años y dejo que me arrope. Después se va; me gustaría que se quedase hasta que me duerma, que estuviese aquí cuando me despierte. Quiero la protección de esta chica, aunque ella no tuvo la mía.
La comida fue tranquila pero tensa. Todas están tensas. Shadow Weaver seguro resiente su turno con Catra y esta no parece más contenta. La señorita Casta termina pronto y me dice que me encontrara en mi habitación en media hora. Termino de comer poco después y me voy sin que ninguna de las otras dos me haga caso. Ya no intento decirle nada a Catra, que deliberadamente tiene la mirada clavada en su plato y hunde la cuchara como si el caldo estuviera vivo.
Exactamente cuando el reloj cambia, tocan a la puerta y le abro a la señorita Casta.
Su moda extravagante ya no me parece tan extraña. Simplemente así es ella. Me sonríe y de inmediato nos ponemos a trabajar. Me hace probarme varios pares de zapatos, tacones, plataformas, no más de cinco centímetros pero todavía me tropiezo y tengo problemas. Me susurra que Mara todavía no cierra la decisión del traje final y quiere estar preparada para cualquier eventualidad.
—Lo único cierto es que tú no usaras un vestido y la etiqueta con un traje es mucho más sencilla, si me preguntas. Y tu sonrisa es encantadora. Esto será muy fácil —me explica en cierto momento.
—¿No fue sencillo con Catra? —me atrevo a preguntar.
—Tu compañera tiene la gracia de un gato mojado y su temperamento también. Doppler Morfer ha hecho maravillas con ella, si me lo preguntas —me dice en voz baja.
Pocas veces tomo decisiones así. Tal vez si nos siguieran entrenando juntas habríamos hecho esta parte también juntas y habría podido mediar un poco. No, recuerdo que eso no entra en el gran esquema.
Seguimos con las clases de etiqueta, me hace probarme tres tipos de chaquetas diferentes: con una línea de botones, con dos, con cola, más ajustado. Después probamos las sonrisas y terminamos bromeando bastante.
Estoy segura de que ella se retira más de una hora antes de que se termine el periodo necesario.
Por la mañana no aparece la chica pelirroja que no ayudé, sino el equipo de preparación. Mis clases con Casta y Shadow Weaver han terminado, este día le pertenece a Doppler Morfer, mi última esperanza. Quizá pueda darme un aspecto tan maravilloso que nadie preste atención a lo que salga de mi boca.
El equipo trabaja conmigo hasta bien entrada la tarde, convirtiendo mi tosco pelaje en terciopelo reluciente, trazándome dibujos en los brazos, pintando llamas en mis veinte perfectas garras, pasando las rasuradoras de nuevo por los milímetros que me ha crecido el pelaje en estos días. Después, Venia empieza a trabajarme el pelo; trenza varios mechones rojos en un recogido que parte de mi oreja izquierda, me rodea la cabeza y cae convertido en una sola trenza por mi hombro derecho. Me borran la cara con una capa de maquillaje pálido y vuelven a dibujarme las facciones: enormes ojos relucientes, labios rojos carnosos, pestañas que despiden rayitos de luz cuando parpadeo. Por último, me cubren todo el cuerpo de un polvo dorado que me hace relucir. Ya no soy una magicat rayada, sino un brillante lince.
Entonces entra Doppler Morfer con lo que, supongo, será mi vestido, pero no lo veo, porque está cubierto.
—Cierra los ojos —me ordena y su cola lo traiciona al desenrollarse con satisfacción.
Primero noto el forro sedoso y después el peso. Debe de pesar unos dieciocho kilos. Me agarro a la mano de Octavia y me pongo los zapatos a ciegas, aliviada al comprobar que son al menos cinco centímetros más bajos que los que Casta utilizó para las prácticas. Ajustan un par de cosas y toquetean el traje; todos guardan silencio.
—¿Puedo abrir los ojos? —pregunto.
—Sí— responde Doppler Morfer—, ábrelos.
La criatura que tengo frente a mí, en el espejo de cuerpo entero, ha llegado de otro mundo, un mundo en el que el pelaje brilla, los ojos deslumbran y, al parecer, hacen la ropa con piedras preciosas, porque mi vestido, oh, mi vestido está completamente cubierto de gemas que reflejan la luz, piedras rojas, amarillas y blancas con trocitos azules que acentúan las puntas del dibujo de las llamas. El más leve movimiento hace que parezcan envolverme unas lenguas de fuego.
No soy guapa. No soy bella. Resplandezco como el sol. Todos se limitan a mirarme durante un rato.
—Oh, Doppler Morfer —consigo susurrar por fin —Gracias.
—Da una vuelta completa —me dice, y extiendo los brazos y lo hago. El equipo de preparación grita, entusiasmado.
Doppler Morfer le dice al equipo que se vaya y hace que me mueva por la habitación con el vestido y los zapatos, que son muchísimo más manejables que los de Casta. El vestido cae de tal forma que no tengo que levantarme la falda para caminar, lo que me quita otra preocupación de encima. Mi cola dorada refleja las luces de las piedrecitas creando más ricos colores.
—Bueno, ¿todo listo para la entrevista? —me pregunta Doppler Morfer.
A juzgar por su expresión, sé que ha estado hablando con Shadow Weaver, que sabe lo desastrosa que soy.
—Soy penosa. Shadow Weaver dijo que parecía una babosa muerta. Lo intentamos todo, pero no era capaz de hacerlo, no puedo ser una de esas personas que ella quiere.
—¿Y por qué no eres tú misma? —me pregunta, después de pensárselo un momento.
—¿Yo misma? Tampoco vale. Shadow Weaver dice que soy malhumorada y hostil.
—Bueno, eso es verdad... cuando estás con Shadow Weaver —responde Doppler Morfer, sonriendo —A mí no me lo pareces, y el equipo de preparación te adora; incluso te ganaste a los Vigilantes. En cuanto a los ciudadanos de Eternia, bueno, no dejan de hablar de ti. Nadie puede evitar admirar tu espíritu.
Mi espíritu; eso es nuevo. No sé bien qué significa, aunque sugiere que soy una luchadora, que soy valiente o algo así. Tampoco es que no sepa ser agradable. Vale, quizá no vaya por ahí repartiendo amor entre la gente, quizá sea difícil hacerme sonreír, pero hay personas que me importan.
—¿Y si, cuando estás respondiendo a las preguntas, te imaginas que estás hablando con un amigo de casa? —me dice, tomándome las manos, que están heladas; las suyas no, lo cual es curioso porque me parece que sí es un reptil—. ¿Quién es tu mejor amigo?
—Glimmer —respondo al instante—, aunque no tiene sentido, Doppler Morfer, porque nunca le contaría esas cosas personales a Glimmer. Ya las sabe.
—¿Y yo? ¿Podrías considerarme un amigo?
—Creo que sí, pero...
De toda la gente que he conocido desde que me fui de casa, Doppler Morfer es, de lejos, mi favorito. Me gustó desde el principio y no me ha decepcionado todavía.
—Estaré sentado en la plataforma principal, con los demás estilistas; podrás mirarme directamente. Cuando te pregunten algo, búscame y contesta con toda la sinceridad posible.
—¿Aunque lo que piense decir sea horrible? —pregunto, porque podría ser así, de verdad.
—Sobre todo si crees que es horrible. ¿Lo intentarás?
Asiento. Tenemos un plan... o, al menos, algo a lo que aferrarme.
El momento de salir llega demasiado pronto. Las entrevistas se realizan en un escenario construido delante del Centro de Entrenamiento. A los pocos minutos de salir de mi cuarto estaré delante de la multitud, de las cámaras, de todo Etheria.
Cuando Doppler Morfer va a girar el pomo de la puerta, le cojo la mano.
—Doppler Morfer...—El miedo escénico me tiene completamente petrificada.
—Recuerda, ya te quieren —me dice con suavidad y cierta picardía—. Limítate a ser tú misma.
Me quedo hasta muy tarde en el tejado después de terminar con Castaspella.
Catra ni siquiera salió de su habitación para la cena. Tal vez está más molesta de lo que pensé por el entrenamiento en separado. La noche se va muy pronto y en la mañana no es nuestra acompañante ni un avox quienes me despiertan, sino Lazarus y el resto del equipo de preparación. Mi favorita es Mara, por supuesto. Los tatuajes de Ática me siguen fascinando.
El humano de cabello azul al fin aprendo que su nombre es Elliot. Entre los tres vuelven a trabajar en mi, me depilan y rasuran otra vez. Apenas empezaba a recuperar mi vello. Las telas se deslizan por mi piel sin ningún obstáculo y siento hasta la más ligera brisa cuando pasan a mi alrededor.
Esta vez no hablan sin parar de sus fiestas. Los noto muy serios y apenas hablan para llamarse la atención entre ellos. Me parece que están cansados. Tal vez fue una noche de exceso para ellos.
Cuando se ponen a trabajar en mis uñas, primero quitan cualquier rastro que queda del otro diseño, me limpian y pulen las cutículas hasta que duele. Como uso las uñas muy cortas, mascullan, traen otra caja de instrumental y ponen uñas falsas… solo espero que no las dejen muy largas porque seguro me saco un ojo sin fijarme.
Cortan las cosas transparentes de varios centímetros a solo uno, me parece. Las pintan de un sencillo blanco nacarado. Mis manos no parecen mis manos. Están muy elegantes y casi delicadas.
—Adora, vamos a cortar tu cabello esta vez. Indicaciones personales de Mara —me dice Ática y me tenso de inmediato.
—¿Cortarlo? —repito sin terminar de procesarlo. Ni siquiera recuerdo un tiempo con el cabello corto.
Supongo que solo cuando fui un bebé.
—Tranquila, solo te haremos algunas capas y te daremos volumen. Todavía podrás amarrarlo… la mayoría —eso no me tranquiliza.
Me quedo quieta y tensa todo el rato que Lazarus pasa las tijeras.
Me peinan hasta que tengo una melena vibrante, voluminosa, que me cubre sutilmente el rostro sin llegar a ser un fleco… creo que nunca había lucido tan… femenina. El maquillaje también es sutil, no tan dramático en sus luces y sombras como en el desfile. Me pintan los labios de un rosa cereza. Me ponen pestañas que oscurecen mis ojos grises. La chica que me devuelve la mirada en el espejo es hermosamente… bonita.
Todavía estoy tratando de asimilar a la persona extraña que parpadea en el espejo, cuando se abre con estrepito la puerta de mi habitación.
—¡Esto es tan imprudente! ¿Cómo lo pudiste pasar por alto? Todo mi trabajo ¡tirado por borda!
—Casta, de verdad lo olvidé. ¡Pero no todo está perdido!
Escucho a Mara y la señorita Casta discutir en su camino a mi encuentro. Nunca creí ver más molesta a Casta como no fuera con Catra.
—Es muy poco profesional, además de grosero, no informarme de un cambio tan vital —Casta sigue regañando a Mara hasta que las dos me ven y se quedan estáticas.
—¡Adora! —es lo único que dice la señorita Casta con entero gusto.
—Chicos, han hecho un trabajo sublime —felicita Mara a su equipo, que se nota satisfecho.
—Todo tal y como lo pediste, Mara: Sutil, bonita e inolvidable —asiente Lazarus.
Esta bien que se feliciten entre ellos. La verdad es que no puedo terminar de creer que esta criatura soy yo.
Mara trae entre brazos algo que parece un costal que cruje cada que se mueve.
—¿Cuál es el contratiempo? —pregunto cuando lo halagos pasan del equipo de preparación a mi persona. No me siento cómoda con eso.
—¡Ah! —exclama Casta como si de verdad lo hubiera olvidado. —¡Mara no me informó que cambiaría tu traje para la entrevista!
—Tú sabes que hubo un cambio de enfoque ayer, Casta —la estilista ya no suena tan diplomática. —Estuvimos trabajando toda la noche para adecuarnos a ese cambio ¡y ha valido la pena! —Mara me mira con ojos soñadores —Adora, teníamos pensado presentarte como un pilar de fortaleza y compostura, con un traje de tres piezas ajustado a tu cintura, con adornos de flamas y demás. Una mujer fuerte que está dispuesta a cumplir con lo necesario para salvar a su familia.
—¡Y esa era la indicación sobre la cuál trabajé! —exclama Casta. Aunque de inmediato recupera su sonrisa —Aunque no me digan nada, espero que se tenga un mínimo de decencia para con mi persona, ya que estoy apoyando tanto como otro mentor a Shadow Weaver —reclama con toda calma y elegancia.
Vaya. Por supuesto que no había contemplando el pequeño detalle. Creo que Shadow Weaver es la única campeona que tiene que trabajar sola con dos tributos. El resto de los reinos tienen a cierta plantilla de diferentes campeones y no son los mismos cada año quienes realizan la mentoría. Pero Shadow está sola.
—Ya no hay más cambios, lo prometo —dice Mara para apaciguarla. —¡Además, Adora todavía usara una pequeña chaqueta!
Mara abre el paquete que cruje y descubro que ahí está mi nuevo conjunto. Todo se mueve en un borrón. No usaba vestido desde que soy una niña. Entre las cinco personas a mi alrededor me visten, ajustan cosas. Mara y Casta discuten otra vez sobre los zapatos, pero me dejan una especie de sandalias con tacón bajo y lazos que se amarran hasta mis rodillas.
Me espolvorean… me glasean con un polvillo dorado, cuidando de que no caiga sobre el vestido oscuro. Después me ponen la pequeña y ligera chaqueta, que en realidad solo me cubre los brazos y me queda abierta en el pecho. El vestido, por el frente, me llega a las rodillas y luego se abre hacia atrás y hacia abajo para llegar casi al suelo.
La tela es sedosa y destella con cualquier movimiento. El vestido es negro, pero cada destello tornasol es un suave dorado, como una pequeña vela en una habitación totalmente oscura. La chaqueta, por el contrario, es de un color marfil que también resplandece en dorado y combina con las sandalias y los lazos que parecen de oro bruñido. El escote es discreto y no se nota el inicio de mis senos, solo mi pecho expuesto.
—Ya conocimos a la chica gentil y noble que se sacrifica por su hermano, tuvimos a la criatura poderosa de fuego que va a luchar por ganar, pero ahora el público tendrá la oportunidad de ver como esa gentileza se mezcla sutilmente con la fortaleza de una mujer sensible, desenfadada y romántica —Mara declama con gusto ante su público.
—¿Romántica? —pregunta Castaspella.
—Tendrás que ver la sorpresa, como todos los demás —le responde Mara, pero no deja de mirarme a mí.
A mí, a este ente etéreo de oscuridad misteriosa que resplandece. Que posee gracia, feminidad, sensualidad y algún secreto que contar.
Nos reunimos con el resto del equipo de Dryl en el ascensor. Mara y los suyos han trabajado mucho: Adora está sencillamente impresionante con un suave vestido negro y un bolero claro. Su atuendo resplandece casi por cuenta propia cuando refleja las luces o la falda del vestido se mueve. Aunque tenemos buen aspecto juntas, es un alivio que no vayamos vestidas igual. Shadow Weaver y Casta también se han arreglado para la ocasión; evito a Shadow Weaver, pero acepto los cumplidos de Casta. A pesar de que esta mujer puede ser fastidiosa y no se entera de nada, al menos no es destructiva, como Shadow Weaver.
Se abren las puertas del ascensor y vemos que los demás tributos se ponen en fila para subir al escenario. Los veinticuatro nos sentamos formando un gran arco durante las entrevistas. Yo seré la última, o la penúltima, depende de a quien llamen primero del reino. ¡Ojalá pudiera salir la primera y quitármelo ya de encima! Ahora tendré que escuchar lo ingeniosos, divertidos, humildes, feroces o encantadores que son los demás antes de que me toque. Además, el público empezará a aburrirse, igual que los Vigilantes, y no sería buena idea dispararles una flecha para llamar su atención.
Justo antes de que salgamos a desfilar por el escenario, Shadow Weaver se nos acerca por detrás y gruñe:
—Recuerden, siguen siendo una pareja fraterna y amistosa, así que actúen como si lo fueran.
¿Qué? Creía que habíamos dejado eso cuando Adora pidió entrenamientos separados, pero supongo que se trataba de una cosa privada, no pública. En cualquier caso, no tenemos mucho espacio para interactuar, ya que caminamos de uno en uno hasta nuestros asientos y ocupamos nuestros sitios.
Con tan sólo poner el pie en el escenario, ya se me acelera la respiración. Noto los latidos de las venas en las sienes y en la punta de las orejas, siento el peso de las joyas en la cola y trato de no moverla demasiado. Es un alivio llegar a la silla, porque, entre los tacones y el temblor de piernas, me da miedo tropezar. Aunque ya cae la noche, el Círculo de la Ciudad está más iluminado que un día de verano. Han construido unas gradas elevadas para los invitados prestigiosos, con los estilistas colocados en primera fila. Las cámaras se volverán hacia ellos cuando la multitud reaccione a su trabajo. También hay un gran balcón reservado para los Vigilantes, y los equipos de televisión se han hecho con casi todos los demás balcones. Sin embargo, el Círculo de la Ciudad y las avenidas que dan a él están completamente abarrotados de gente, todos de pie. En las casas y en los auditorios municipales de todo el país, todos los televisores están encendidos, todos los ciudadanos de Etheria nos ven. Esta noche no habrá apagones.
Swift Wind, el hombre que se encarga de las entrevistas desde hace más de cuarenta años, entra en el escenario. Da un poco de miedo, porque su apariencia no ha cambiado nada en todo ese tiempo: la misma cara bajo una capa de pelaje blanco puro; el mismo peinado, aunque cada año lo tiñe de un color diferente; el mismo traje de siempre, dorado y resplandeciente. En Eternia tienen cirujanos que hacen a la gente más joven y delgada, mientras que, en Dryl, parecer viejo es una especie de logro, ya que muchos mueren jóvenes. Si ves a un anciano te dan ganas de felicitarlo por su longevidad, de preguntarle el secreto de la supervivencia. Todos envidian a los gorditos, porque su aspecto significa que no han tenido problemas para comer, como la mayoría de nosotros. Aquí es distinto: las arrugas no son deseables, y una barriga redonda no es símbolo de éxito.
Este año, Swift lleva el pelo de color rosa malva, y los párpados y labios pintados del mismo tono. Está raro, aunque no da tanto miedo como el año pasado, que iba de escarlata y daba la impresión de que estaba sangrando. El presentador cuenta algunos chistes para animar a la audiencia y después se pone manos a la obra.
La chica del Reino 1, Luna Brillante, sube al centro del escenario con un provocador vestido transparente dorado y se une a Swift para la entrevista. Está claro que su mentor no ha tenido ningún problema al elegir su enfoque: con ese precioso cabello rubio, los ojos verde esmeralda, un cuerpo alto y esbelto..., es sexy la mires por donde la mires.
Sin embargo, hay un detalle que había pasado por alto. La única explicación es que he tratado con todas mis fuerzas en no pensar en casa. Pero la chica se llama Glimmer. No se parece en nada a mi Glimmer, por supuesto, pero ahora no puedo dejar de verla. Si ya estaba nerviosa por destruir cualquier pequeña esperanza que tuviera de conseguir patrocinadores en la entrevista, ahora estoy totalmente ansiosa. ¿Qué pensara Glimmer del tonto vestido brillante? ¡No puedo pensar en ella aquí sentada! Trato de concentrarme en las entrevistas, tratar de ver lo que hacer y que no.
Las entrevistas duran tres minutos, pasados los cuales suena un zumbido y sube el siguiente tributo. Hay que reconocer que Swift hace todo lo posible por que los tributos brillen; es agradable, intenta tranquilizar a los nerviosos, se ríe con las bromas tontas y puede convertir una respuesta floja en algo memorable sólo con su reacción.
Permanezco sentada como una dama, siguiendo las instrucciones de Casta, mientras los reinos siguen pasando, 2, 3, 4, mientras me muero de la ansiedad. Al menos he logrado controlar mi cuerpo. Todos tienen un enfoque: el chico monstruoso del Reino 2 es una máquina de matar implacable; la chica con cara astuta del Reino 5 es maliciosa y escurridiza, como una comadreja. Veo a Doppler Morfer en cuanto se sienta, pero ni siquiera su presencia me relaja. 8, 9, 10. El chico cojo del Reino 10 es muy callado. Me sudan una barbaridad las manos y el vestido de piedras preciosas no es absorbente, así que me resbalan si intento secármelas en él. 11.
Lonnie, con un vestido de gasa y alas, revolotea hasta Swifty, y la multitud guarda silencio al ver a la chica, que parece un soplo de aire mágico, un hada. El presentador la trata con dulzura y alaba el siete que sacó en los entrenamientos, una puntuación muy alta para alguien tan pequeño. Cuando le pregunta cuál será su punto fuerte en el estadio, ella no vacila:
—Cuesta atraparme —dice, con voz trémula —Y, si no me atrapan, no podrán matarme, así que no me descarte tan deprisa.
—Ni en un millón de años —responde Swift, animándola.
El chico del Reino 11, Tresh, es un lagarto que no puede hablar del mismo modo que el resto. Es uno de los gigantes, casi dos metros de altura, y tiene fuertes escamas, aunque sé que ha rechazado las invitaciones de los tributos profesionales para unirse a ellos. Ha preferido quedarse solo, sin hablar con nadie y mostrando poco interés por el entrenamiento. Aun así, ha conseguido un diez, y no cuesta imaginar qué ha impresionado a los Vigilantes. Hace caso omiso de los intentos de Swift por bromear con él y responde con sí o no, moviendo la cabeza simplemente.
Si yo tuviera su tamaño podría causar buena impresión siendo malhumorada y hostil... ¡y no pasaría nada! Estoy segura de que la mitad de los patrocinadores está ya pensando en ayudarlo a él. Si yo tuviese dinero, también lo haría.
Y ahora llaman a Catra Applesauce Meowmeow, y me siento como en un sueño, levantándome y acercándome al escenario central. Acepto el apretón de manos de Swifty y él tiene la elegancia de no limpiarse el sudor de inmediato en el traje.
—Bueno, Catra, Eternia debe de ser un gran cambio, comparado con el Reino 12 ¿Qué es lo que más te ha impresionado desde que estás aquí?
¿Qué? ¿Qué ha dicho? Es como si las palabras no tuviesen sentido.
Se me ha quedado la boca seca como una suela de zapato. Busco con desesperación a Doppler Morfer entre la multitud y lo miro a los ojos; me imagino que las palabras han salido de sus labios: «¿Qué es lo que más te ha impresionado desde que estás aquí?». Me devano los sesos intentando pensar en algo que me haya hecho feliz desde mi llegada. Sé sincera— pienso —Sé sincera.
—El estofado de cordero —consigo decir. Swifty se ríe y me doy cuenta, vagamente, de que parte del público hace lo mismo. Glimmer también se reiría.
—¿El de ciruelas pasas? —pregunta Swifty, y yo asiento —Oh, yo lo como sin parar —Se vuelve hacia la audiencia, horrorizado, con la mano en el estómago —No se me notará, ¿verdad? —Todos gritan para animarlo y aplauden. A esto me refería: él siempre intenta ayudarte—. Bueno, Catra —sigue, en tono confidencial—, cuando apareciste en la ceremonia inaugural se me paró el corazón, literalmente. ¿Qué te pareció aquel traje?
Doppler Morfer arquea una ceja. Tengo que ser sincera.
—¿Quieres decir después de comprobar que no moría abrasada? —carcajada del presentador, carcajadas auténticas del público.
—Sí, a partir de ahí.
—Pensé que Doppler Morfer era un genio —Doppler Morfer, amigo mío, tenía que decírtelo de todas formas—, que era el traje más maravilloso que había visto y que no me podía creer que lo llevase puesto. Tampoco puedo creerme que lleve éste —levanto la falda para extenderla—. En fin, ¡fíjate!
Mientras el público se deshace en exclamaciones de admiración, veo que Doppler Morfer mueve el dedo en círculos; sé qué quiere decirme: «Gira para mí».
Me levanto, doy un giro completo y la reacción es inmediata.
—¡Oh, hazlo otra vez! —me pide Swifty, así que levanto los brazos y doy vueltas y más vueltas, dejando que la falta flote, dejando que el vestido me envuelva en llamas. El público me vitorea. Cuando me detengo, tengo que agarrarme al brazo del presentador —¡No te pares! —me dice.
—Tengo que hacerlo. ¡Me he mareado!
También estoy soltando risitas tontas, que es algo que, me parece, no he hecho en la vida. Los nervios y los giros han podido conmigo. Esta no soy yo, solo dejo que el ambiente me guíe.
—No te preocupes, te tengo —me dice Swifty, rodeándome con un brazo —No podemos dejar que sigas los pasos de tu mentora —Todos empiezan a abuchear y las cámaras enfocan a Shadow Weaver, que ahora es famosa por su caída en la cosecha; ella agita una mano para callarlos, de buen humor, y me señala —No pasa nada —dice el presentador para tranquilizar a la multitud—, conmigo está a salvo. Bueno, hablemos de la puntuación: once. Danos una pista de lo que pasó allí dentro.
—Ummm… —digo, mirando a los Vigilantes, que están en el balcón, y me muerdo un labio—. Sólo diré una cosa: creo que nunca habían visto nada igual.
Las cámaras enfocan a los Vigilantes, que están riéndose y asintiendo.
—Nos estás matando —protesta el presentador, como si le doliese de verdad —detalles, detalles.
—Se supone que no puedo contar nada, ¿verdad? —pregunto, mirando al balcón.
—¡Así es! —grita el Vigilante que se cayó dentro de la ponchera.
—Gracias —respondo —lo siento, mis labios están sellados.
—Entonces volvamos al momento en que dijeron el nombre de tu hermana en la cosecha— sigue el presentador, con un tono más pausado —Tú te presentaste voluntaria. ¿Nos puedes hablar de ella?
No, no, no, a ustedes no, pero quizá a Doppler Morfer sí. Creo que no me estoy imaginando la tristeza que expresa su rostro.
—Se llama Finn, sólo tiene doce años y la amo más que a nada en el mundo —El silencio era tan absoluto que no se oía ni un suspiro.
—¿Qué te dijo después de la cosecha?— Sé sincera, sé sincera. Trago saliva.
—Me pidió que intentase ganar como pudiera.
La audiencia está paralizada, pendiente de cada palabra.
—¿Y qué respondiste? —pregunta Swifty, con amabilidad, pero, en vez de sentirme arropada, noto que un frío glacial me recorre el cuerpo y que pongo los músculos en tensión, como antes de atrapar una presa. Cuando hablo, mi tono de voz parece haber bajado una octava.
—Le juré que lo haría.
—Seguro que sí —dice él, apretándome la mano. Entonces suena el zumbido —Lo siento, nos hemos quedado sin tiempo. Te deseo la mejor de las suertes, Catra Applesauce, tributo del Reino Doce.
Los aplausos continúan mucho después de sentarme. Miro a Doppler Morfer para que me tranquilice, y él levanta el pulgar para indicarme que todo ha ido bien.
Me paso aturdida la primera parte de la entrevista de Adora, aunque veo que tiene al público en sus manos desde el principio; los oigo reír y gritar. Está utilizando lo de ser la hija del panadero para comparar a los tributos con los panes de sus reinos. Después cuenta una anécdota divertida sobre los peligros de las duchas de Eternia.
—Dime, ¿todavía huelo a rosas? —le pregunta a Swifty, y después se pasan un rato olisqueándose por turnos, lo que hace que todos se partan de risa. Empiezo a recuperar la concentración cuando Swifty le pregunta si tiene quien la espere en casa.
Adora vacila y después sacude la cabeza, aunque no muy convencida.
—¿Una chica guapa como tú? Tiene que haber alguien especial. Venga, ¿cómo se llama?
—Bueno, hay una chica —responde ella, suspirando —llevo enamorada de ella desde que tengo uso de razón, pero estoy bastante segura de que ella no sabía nada de mí hasta la cosecha.
La multitud expresa su simpatía: comprenden lo que es un amor no correspondido. Vagamente me pregunto quién será. No estoy segura de sus amigos. No lo esperaba en verdad.
—¿Tiene a alguien más?
—No lo sé, aunque le gusta a muchas personas.
—Entonces te diré lo que tienes que hacer: gana y vuelve a casa. Así no podrá rechazarte, ¿eh? —la anima Swifty.
—Creo que no funcionaría. Ganar... no ayudará, en mi caso —el cabello le cae como una cascada sedosa desde el hombro y le cubre un poco el rostro cuando se agacha, apesadumbrada.
—¿Por qué no? —pregunta Swifty, perplejo.
—Porque… —empieza a balbucear Adora, ruborizándose —Porque... ella está aquí conmigo.
Camino sin dificultad hasta el ascensor gracias al entrenamiento de la señorita Casta.
De todos modos, Mara no se separa de mi lado. Ha estado magnífica. Todo el equipo de preparación. Apenas comparto una mirada con Catra, que parece medirme. Está fabulosa en su vestido brillante de llamas. Ahora lo único que nos une es la referencia a la luz y el polvo dorado que nos hace resplandecer sutilmente.
Catra hace caras cuando Weaver nos vuelve a decir que seguimos siendo amigas ante las cámaras. No importa, de cualquier manera casi no tenemos oportunidad de interactuar porque estamos sentados individualmente en un gran arco a unos metros del podio principal donde se hacen las entrevistas.
Trato de recordar que no debo sentarme con las piernas abiertas y recoger un poco la falda del vestido si cambio de posición, para que no se arrastre o arrugue innecesariamente. Las entrevistas duran solo tres minutos, pero hay veinticuatro de nosotros, así que debo tolerar más de una hora hasta que lleguen a mí.
Shadow Weaver me ha dicho en confidencia que logró hablar con Swift Wind para que me dejara al final, después de Catra. Le prometió un cierre con broche de oro. Estoy más nerviosa.
Primero, no me declaro en la vida. Después, le cuento a una completa desconocida, después a alguien que poco le importan mis sentimientos, solo lo que pueda sacar de ellos, y ahora le contaré al país entero mi amor imposible.
Repaso la entrevista que tuve con Shadow, fue ligera y divertida en algunas partes, sentimental al mencionar a mis hermanos. Me dijo que todo estaba bien, que solo necesitaba ser sincera. Eso está bien. No me gusta mentir y no comprendo del todo a la gente que lo hace sin una razón.
Solo pongo atención cuando le toca a Catra pasar. Se tropieza un poco al pasar a mi lado para ir hasta la sección principal. Se ríe, es graciosa, es hermosa con el vestido. Siento su coraje ante su juramento y recuerdo que he hecho el propio.
Es hora de mi entrevista, de mi declaración.
Swift Wind me llama, paso al lado de Catra mientras suspira para regresar a su lugar. Quisiera estirar la mano y acariciar la suya. En su lugar, camino con cuidado porque todavía siento inciertos los tobillos con estas sandalias.
—¡Adora Grey! —me presenta mientras me hace dar una vuelta para levantar la falda del vestido.
—Es un verdadero gusto para la vista tenerte entre nosotros, Adora. Morimos por saber de ti.
La entrevista continua con un tono ligero y divertido, cuento lo mismo que he contado una y otra vez, me gustan los glaseados, se hornear y se luchar.
—¿En serio? Una chica linda y tenaz es lo que tenemos aquí, llena de sorpresas —le dice al público en confidencia y se me escapa una risa tonta y divertida. Swift Wind es muy divertido, aunque a veces lo encontraba exasperante. —¿Y qué más sorpresas has tenido por aquí?
Lo pienso un segundo y recuerdo el primer día.
—La ducha es rara. Me bañe en agua de rosas el primer día. Dime, ¿todavía huelo a rosas?
Entre los dos nos olemos unos momentos, el público se ríe de buena gana y me siento un poco mejor.
—Y cuéntame, Adora. ¿Hay alguien que espere por ti a tu regreso? —me pregunta Swift en un cambio de tema poco sutil. Pero este es el momento que estaba esperando.
Nos debe de quedar menos de un minuto de entrevista. Niego solo con la cabeza.
Swift me alaba y dice que no puede creer que no haya nadie. Dejo que me saque las palabras poco a poco. Él debe de tener un mejor tempo de esto.
—¿Por qué no?— pregunta Swifty, perplejo.
—Porque… —digo, jalando aire, deseando con todo mi ser ver su expresión, pero solo miro al presentador—. Porque... ella está aquí conmigo.
El silencio es lo único que se escucha mientras todos analizan o tratan de entender lo he dicho. Bajo la mirada. Pero después escucho la angustia ahogada de la multitud y vuelvo a mirar a las pantallas gigantes. Catra se ve profundamente afectada, pero no para bien.
