Hola!
Esta cap quedo bastante más largo de lo que pensaba, pero ya está aquí.
CAPITULO X
"EMPECEMOS"
Durante un momento, las cámaras se quedan clavadas en la mirada cabizbaja de Adora, mientras todos asimilan lo que acaba de decir. Después veo mi cara, boquiabierta, con una mezcla de sorpresa y protesta, ampliada en todas las pantallas: ¡soy yo! ¡Se refiere a mí! Aprieto los labios y miro al suelo, esperando esconder así las emociones que empiezan a hervirme dentro.
—Vaya, eso sí que es mala suerte —dice Swifty, y parece sentirlo de verdad.
La multitud le da la razón en sus murmullos y unos cuantos han soltado grititos de angustia.
—No es bueno, no —coincide Adora.
—En fin, nadie puede culparte por ello, es difícil no enamorarse de esa jovencita. ¿Ella no lo sabía?
—Hasta ahora, no —responde Adora, sacudiendo la cabeza.
Me atrevo a mirar un segundo a la pantalla, lo bastante para comprobar que mis orejas están completamente plegadas. No se ve con el maquillaje y mi pelaje, pero siento la cara ardiendo. ¿Será posible que mi cara de shock se confunda con vergüenza? Al diablo lo de las orejas relajadas y planas.
—¿No les gustaría sacarla de nuevo al escenario para obtener una respuesta? —pregunta Swifty a la audiencia, que responde con gritos afirmativos —Por desgracia, las reglas son las reglas, y el tiempo de Catra Applesauce ha terminado. Bueno, te deseo la mejor de las suertes, Adora Grey, y creo que hablo por todo Etheria cuando digo que te llevamos en el corazón.
El rugido de la multitud es ensordecedor; Adora nos ha borrado a todos del mapa al declarar su amor por mí. Cuando el público por fin se calla, mi compañera murmura un «gracias» y regresa a su asiento. Nos levantamos para el himno; yo tengo que alzar la cabeza, porque es una muestra de respeto obligatoria, y no puedo evitar ver que en todas las pantallas aparece una imagen de nosotras dos, separadas por unos cuantos metros que, en las mentes de los espectadores, deben de parecer insalvables. Pobre pareja trágica.
Sin embargo, yo sé la verdad.
—Vaya, eso sí que es mala suerte —dice Swifty, me parece que con verdadera simpatía.
La multitud está conmovida y me apoya.
Apenas puedo murmurar algo. Luego el presentador sigue la entrevista. Pensé que ya había terminado. No, por supuesto que Catra no conocía nada, porque yo era una cobarde. Pero al menos soy capaz de callarme esa parte. Las manos me sudan cuando sugiere traerla de regreso al podio. ¿Eso no es posible, verdad? Levanto la mirada para ver a mi alrededor. Mis nervios son infundados, Swift se contesta solo y no, Catra no puede venir a ver mi estupor en televisión nacional. Me encuentro con la mirada de Mara y no acierto a decir si está a punto de llorar o será el gloss que se aplicó en párpados y labios.
Sin embargo, muero por saber.
Catra ya no esconde tanto la mirada, pero tiene las orejas tan apretadas contra la cabeza. No puedo creer lo que acabo de hacer.
—...y hablo por todo Etheria cuando digo que te llevamos en el corazón.
La multitud ruge en las gradas, en las avenidas.
—Gracias —es lo único que puedo decir.
Me tambaleo hasta mi lugar, solo a unos pasos de Catra, pero no me mira. Su vista esta fija al frente para el himno y debo seguir su ejemplo. Al menos puedo verla en las pantallas gigantes, que nos enmarcan mucho, mucho más que al resto de tributos. Las orejas se le relajan un poco y ya no bandea la cola. No sé cómo me siento, pero sin duda, estoy un paso más cerca de la victoria para Catra.
Después del himno, los tributos nos ponemos en fila para volver al vestíbulo del Centro de Entrenamiento y sus ascensores. Me aseguro de no meterme en el mismo que Adora. La muchedumbre frena a nuestro séquito de estilistas, mentores y acompañantes, así que nos quedamos solos; no hablamos. Mi ascensor deja a cuatro tributos antes de quedarme sola y llegar a la planta doce. Adora acaba de salir del otro ascensor cuando me acerco a ella y le pego un empujón en el pecho; ella pierde el equilibrio y se estrella contra una fea urna llena de flores artificiales. Tengo las garras extendidas. No puedo evitarlo. Veo rojo. El rojo en su pecho descubierto. La urna se cae y se hace añicos en el suelo, Adora aterriza encima de los pedazos y las manos empiezan a sangrarle de inmediato.
—¿A qué viene esto? —me pregunta, horrorizada.
—¡No tenías derecho! ¡No tenías derecho a decir esas cosas sobre mí! —le gruño verdaderamente. El olor a hierro de su sangre me inunda la nariz.
Tiene diez hoyitos en el pecho, no rasguños, porque es donde cada garra ha aterrizado en su piel, con el impulso del empuje. De cada uno, baja un hilillo de sangre, manchado de polvo dorado, manchando el precioso vestido de Mara.
Los ascensores se abren y aparece todo el grupo: Castaspella, Shadow Weaver, Doppler Morfer y Mara.
—¿Qué está pasando? —pregunta Casta, con un deje de histeria en la voz —¿Te has caído?
—Después de que ella me empujara —responde Adora, mientras Casta y Doppler Morfer la ayudan a levantarse.
—¿La has empujado? —me pregunta Shadow Weaver.
—Ha sido idea tuya, ¿verdad? ¿Lo de convertirme en una idiota delante de todo el país?
—Fue idea mía —interviene Adora, mientras se quita trozos de cerámica de las manos—. Shadow Weaver sólo me ayudó a desarrollarla.
—Sí, Shadow Weaver es una gran ayuda... ¡para ti!
—Eres una idiota, sin duda —dice Shadow Weaver, asqueada —¿Crees que te ha perjudicado? Esta chica acaba de darte algo que nunca podrías lograr tú sola.
—¡Me ha hecho parecer débil!
—¡Te ha hecho parecer deseable! —me dice de verdad exasperada—. Y, reconozcámoslo, necesitas toda la ayuda posible en ese tema. Eras tan romántica como un trozo de roca hasta que ella dijo que te quería. Ahora todos te quieren y sólo hablan de ti. ¡Las trágicas amantes de Dryl!
—¡Pero no somos amantes! —exclamo.
—¿A quién le importa? —insiste Shadow Weaver, su cabello parece cobrar vida y bandea tras ella. Se inclina contra mí y solo puedo retroceder, asustada —No es más que un espectáculo, todo depende de cómo te perciban. Después de tu entrevista lo único que podría haber dicho de ti era que resultabas bastante agradable, aunque debo admitir que eso ya de por sí es un milagro. Ahora puedo decir que eres una rompecorazones. Oooh, los chicos de tu reino caían abrumados a tus pies. ¿Con cuál de las dos imágenes crees que conseguirás más patrocinadores?
Se burla. Me explica pero se está burlando de mí. Explicándome como si fuera retrasada o estúpida. Pero es que lo soy. Nunca había pensado tantas veces seguidas que soy una estupida como desde la cosecha. El olor a vino de su aliento me pone mala; la empujo para quitármela de encima y retrocedo, intentando aclararme las ideas.
—Tiene razón, Catra —me dice Doppler Morfer, acercándose y rodeándome, sosteniendo mi cola al mismo tiempo que mi cintura, con la suya larga, en un gesto íntimo que no he tenido con nadie más que con Finn, y mi madre hace muchos años.
—Tendría que haberlo sabido —respondo, sin saber qué pensar —Así no habría parecido tan estúpida.
—No, tu reacción ha sido perfecta. De haberlo sabido, no habría parecido tan real— interviene Mara.
—Lo que le preocupa es su novia —dice Adora, malhumorada, mientras se arranca un trozo ensangrentado de urna. ¿Cuántos más tiene?
Estoy acostumbrada a la sangre, por supuesto, pero la suya… entre tantos aromas artificiales, las rosas, multitud de otras flores, el aroma cargado de Casta, el alcohol de Weaver. Y aún así la nota de su sangre es abrumadora.
—No tengo novia, ni nada —afirmo, aunque se me encienden otra vez las mejillas al pensar en Glimmer.
Doy gracias a las estrellas de que aquí tampoco se pueda notar eso. La amable mirada gris de Adora, es una roca contra mí. No soy capaz de decir lo que está pensando. Con las palabras de los demás, ya tampoco lo sé yo.
—Lo que tú digas, pero seguro que es lo bastante lista para reconocer un farol. Además, tú no has dicho que me quieras, así que ¿qué más da?
Las palabras empiezan a surtir efecto. Me calmo. Ahora no sé si debo pensar que me han usado o que me han dado una ventaja. Shadow Weaver tiene razón, he sobrevivido a la entrevista, pero ¿qué les he ofrecido? A una chica imbécil dando vueltas con un vestido brillante y soltando risitas tontas. El único momento con sustancia fue cuando hablé sobre Finn. Comparada con Thresh y su fuerza silenciosa y mortífera, no soy digna de recordar. Tonta, brillante y fácil de olvidar; bueno, no del todo, porque tengo mi once en entrenamiento.
Sin embargo, ahora Adora me ha convertido en objeto de amor, y no sólo del suyo. Según ella, ahora tengo muchos admiradores, y si el público cree de verdad que estamos enamoradas... Recuerdo la energía con la que han respondido a su confesión; un amor trágico. Shadow Weaver tiene razón, en Eternia adoran estas cosas. De repente me preocupa no haber reaccionado bien.
—Después de que ella dijo que me quería, ¿a ustedes les pareció que podría estar enamorada de ella? —les pregunto.
—A mí sí —responde Mara —por la forma en que evitabas mirar a las cámaras y el modo en el que encogías las orejas.
Los otros asienten.
—Eres una mina, preciosa, vas a tener a los patrocinadores rogando por ayudarte —afirma Shadow Weaver.
—Siento haberte empujado —le digo a Adora, obligándome a mirarla, avergonzada por mi reacción.
—Da igual —responde, encogiéndose de hombros —Aunque, técnicamente, es ilegal.
—¿Tienes bien las manos?
—Se pondrán bien.
En el silencio que sigue a su respuesta nos llegan los deliciosos olores de la cena, que ya está en el comedor. Pero yo todavía huelo su sangre, así como siento el peso de su justo resentimiento.
—Vamos a comer —dice Shadow Weaver, y todos la seguimos hasta la mesa y nos colocamos en nuestros puestos.
Como Adora está sangrando demasiado, Mara se la lleva para que la atiendan. Empezamos la sopa de nata y pétalos de rosa sin ellas, y, cuando terminamos, vuelven. Las manos de Adora están envueltas en vendas y yo no puedo evitar sentirme culpable, porque mañana estaremos en el campo de batalla, ella me ha hecho un favor y yo le he respondido con una herida. Viene sin la chaqueta. Le noto el amplio escote cuadrado del vestido y lo que parecen ser algunos adornos dorados en la piel… pero describen dos arcos extraños… son las marcas de mis garras. ¿Es que siempre voy a estar en deuda con ella?
El himno y los aplausos finales pasan muy rápido y muy lento para mi gusto. Quiero saber qué piensa Catra, pero tampoco quiero enfrentarla. La verdad es que no sé en qué estaba pensando. ¡Ni siquiera le agrado! Tal vez recuerda esa única vez que la ayudé un poco, y creo que fue algo importante para ella por lo incómoda que se veía ese día en el tren. De una pequeña ayuda hace cinco años, a una declaración en televisión. ¡Bien hecho, Adora!
A pesar de que antes se tambaleaba en esos tacones, ahora sale disparada a los ascensores.
Toda la gente que puede abrirse paso hacia la parte central, acribilla a nuestros acompañantes y el resto del equipo. Mara y Doppler se lo merecen. La señorita Casta también se nota contenta y Shadow Weaver, parece otra persona, sonriendo a la multitud y aceptando cumplidos y bromas con gracia.
Cuando me vuelvo a fijar, Catra va con las orejas apretadas otra vez en medio de más tributos. Pero todavía nadie quiere hablar entre nosotros, así que se meten cinco en silencio al ascensor y sale disparado hacia arriba. Con un suspiro y sintiendo la mirada de un puñado diferente de tributos, me meto al otro ascensor con ellos.
—Bien hecho, enamorada —me dice con desdén y sorna una chica castaña.
No le digo nada y se le frunce la faz en una especie de gruñido, da un paso al frente.
—Dejala, no nos podemos pelear antes de la Arena —dice uno de los tributos felinos.
—¿Y qué vas a hacer, eh? —salta Cato. Se que tiene 18, pero parece mucho mayor en su magnífico traje y estatura.
Entonces el ascensor se detiene, en el Dos. Cato y la otra chica descienden a regañadientes.
Un fuerte resoplido y dos chasquidos se escuchan y el felino se rie nerviosamente. El de los chasquidos es Tresh.
—Bueno, ojalá no tenga que enfrentarme a él —dice el mismo chico.
Nos quedamos en silencio y el ascensor hace otras dos paradas, hasta que solo quedamos Tresh y yo. Me hace un chasquido que no sé responder y sale en su piso. Todavía vengo pensando entre el desplante de los tributos del Reino 2, las expresiones de Catra y la recepción del público. Apenas estoy en el vestíbulo de nuestra planta, siento un ataque más que verlo.
Catra me empuja en el pecho, tan fuerte, tan mal, que siento punzadas de dolor, reboto contra una cosa que tiene encima una urna y se cae; flores artificiales y esquirlas se expanden en el suelo entre y más allá de mis piernas despatarradas. Uso las manos para sostenerme recién toco el suelo, me punza de inmediato. Un segundo después soy consciente que debo tener las manos llenas de esquirlas y cortadas, además de cortes en las pantorrillas desnudas y veo con estupor los rastros de sangre que me bajan por el escote expuesto. Estoy tan pasmada que no lloro.
—¿A qué viene esto? —pregunto con voz lejana.
—¡No tenías derecho! ¡No tenías derecho a decir esas cosas sobre mí! —me grita, me gruñe.
Antes de poder decir nada, llega el resto de nuestro equipo, todos juntos.
Castaspella pregunta qué ha sucedido. Todavía en estupor, le respondo que Catra me ha empujado. Sinceramente, este ataque violento es una respuesta a mi declaración que no pude imaginar nunca. Estoy atónita y siento el enojo empezar a burbujear.
—Fue idea mía —le digo a Catra cuando la escucho reclamar con los colmillos descubiertos—. Shadow Weaver sólo me ayudó a desarrollarla.
—Sí, Shadow Weaver es una gran ayuda... ¡para ti!
Catra lo escupe, nunca había visto a nadie tan… furiosa. Es decir, mi mamá siempre está de malas. No hay comparación.
Shadow Weaver es la que se pone al frente, le responde y se alza cuan alta es, con el cabello destellante también en una especie de aura oscura. Le explica que ahora el público la adora.
—¡Pero no somos amantes! —dice Catra en voz alta todavía. Tengo que recordarme que el pecho me sangra por sus garras y no por su rechazo.
Weaver sigue sobre ella hasta que Catra la empuja, yo me sigo quitando pedazos de urna de la mano y Mara se me acerca con cuidado. La preocupación baña su expresión, dejo que me ayude y ahora escucho a Doppler razonar con ella también. Igual que Mara ha venido conmigo, Doppler se acerca a Catra y la sostiene y la envuelve con su cola. Otra vez los celos me atenazan, pero arde más el despecho y el dolor de las heridas.
—Lo que le preocupa es su novia —digo después de que todos hablen. Supongo… que también soy hija de mi madre.
—No tengo novia, ni nada —dice de inmediato. Tal vez imagino que desvía un milisegundo la mirada.
—Lo que tú digas, pero seguro que es lo bastante lista para reconocer un farol —le suelto. Estoy molesta y dolida—. Además, tú no has dicho que me quieras, así que ¿qué más da?
Catra parece apenada ahora. Hasta pregunta si podría, si parecía que podría estar enamorada de mí. Todos dicen que sí por su reacción, pero yo entiendo que solo estaba escondiendo su furia.
—Siento haberte empujado —se disculpa.
—Da igual —le respondo como sino fuera nada. Recuerdo la pelea que querían empezar en el ascensor —aunque, técnicamente, es ilegal.
Shadow Weaver dice que vayamos a comer. Ellos se alejan al comedor.
Yo tengo que irme con Mara para que me curen las manos. Sigo aturdida, en realidad.
—Adora, ¿estás bien? —me pregunta Mara con suavidad mientras un avox me lava y me quita los últimos pedacitos de cerámica.
—Nunca me imaginé que iba a reaccionar así —es lo único que sé decir.
—Creo que ninguna lo imagino.
—No importa.
—Pero…
—No importa —digo más firme mientras me vendan las manos —Lo único que importa es la historia y lo que el público crea.
Mara va a decir algo, otro avox la interrumpe porque me pasa una gasa desinfectante por el pecho, que ya ha dejado de sangrar. También me quitaron la chaqueta antes de limpiarme las manos, por lo que tengo todos los hombros y los brazos expuestos. Quieren vendarme el pecho también, pero es ridículo y aparatoso. Me ponen una especie de banditas autoadherentes en cada puntito, pero son de color dorado y se notan demasiado.
Siguen las pantorrillas. Esas no están tan mal. Un par de esquirlas y ni siquiera hay necesidad de vendar o poner las banditas doradas.
Durante toda la cena, siento los ojos de Catra sobre mí.
Por primera vez desde que llegamos, yo no la quiero ver.
Después de la cena vemos la repetición de las entrevistas en el salón.
Ahí está Glimmer otra vez, la tributo de Luna Brillante. Los celos, la confusión, la culpa al pensar en mi Glimmer, la real para mí, me azota de nuevo. No sé qué pensara de todo esto del amor trágico del Reino Doce, pero debo admitir que Adora tiene razón, es lo suficientemente lista para ver que no es cierto. Tiene que serlo.
El resto de las entrevistas continúan.
Yo parezco presumida y superficial, dando vueltas y soltando risitas, aunque los demás me aseguran que les parezco encantadora. La que sí está encantadora es Adora, y después resulta irresistible en su actuación de chica enamorada. Y ahí salgo yo, sulfurada y perpleja, bella gracias a las manos de Doppler Morfer, deseable gracias a la confesión de Adora, trágica por las circunstancias y, lo mires por donde lo mires, imposible de olvidar.
Cuando termina el himno y la pantalla se oscurece, la habitación guarda silencio. Mañana al alba nos levantarán y nos prepararán para el estadio. Los juegos en sí no empiezan hasta las diez, porque muchos de los habitantes de Eternia se levantan tarde, pero Adora y yo tenemos que empezar temprano. No se sabe lo lejos que estará el campo de batalla elegido para este año.
Sé que Shadow Weaver y Casta no irán con nosotros. En cuanto salgamos de aquí, ellas se desplazarán a la sede central de los juegos, donde, esperemos, reclutarán patrocinadores sin parar y trabajarán en una estrategia para decidir cómo y cuándo entregarnos los regalos. Doppler Morfer y Mara viajarán con nosotros hasta el mismísimo punto desde el que nos lanzarán a la batalla. A pesar de todo, es el momento de despedirse.
Casta nos tomas a las dos de la mano, con lágrimas de verdad en los ojos, y nos desea buena suerte. Nos da las gracias por ser los mejores tributos que ha tenido el privilegio de patrocinar; después, como es Castaspella y parece estar obligada por ley a decir siempre algo horrible, añade:
—¡No me sorprendería nada que el año que viene me promocionasen por fin a un reino decente!
Después nos besa en la mejilla y se aleja rápidamente, no sé si abrumada por la sentimental despedida o por la posible mejora de su fortuna.
Shadow Weaver cruza los brazos y nos examina.
—¿Un último consejo? —pregunta Adora.
—Cuando suene el gong, salgan corriendo. Ninguna de las dos son lo bastante buenas para meterse en el baño de sangre de la Cornucopia. Salgan corriendo, pongan toda la distancia posible de por medio y encuentren una fuente de agua. ¿Entendido?
—¿Y después? —pregunto.
—Sigan vivas —responde Shadow Weaver.
Es el mismo consejo que nos dio en el tren, pero ahora no está borracha y riéndose.
Asentimos. ¿Qué otra cosa podemos hacer?
Cuando me voy hacia mi cuarto, Adora se queda atrás para hablar con Mara, cosa que me alegra. No sé cuáles serán nuestras incómodas palabras de despedida, pero pueden esperar a mañana. Veo que alguien ha abierto mi cama, aunque no hay ni rastro de la chica pelirroja. Ojalá supiera su nombre; debería habérselo preguntado y puede que ella me lo hubiese escrito o explicado con mímica, aunque es probable que sólo sirviera para que la castigasen.
Me doy una ducha y me quito la pintura dorada, el maquillaje y el aroma de la belleza del pelaje. Todo lo que queda del trabajo del equipo de diseño son las llamas de las garras, que decido conservar para recordarle a la audiencia quién soy: Catra, la gata en llamas. Quizá me dé algo a lo que agarrarme en los días que me esperan.
Me pongo un conjunto grueso y negro, como de lana, y me acuesto. En unos cinco segundos me doy cuenta de que no me quedaré dormida, y lo necesito desesperadamente, porque cada momento de fatiga en el estadio es una invitación a la muerte.
La cena es deliciosa, por supuesto, es lo menos que se puede esperar de Eternia. Las manos me duelen, aunque según Mara, las vendas tienen algo que hará que se me curen mucho más pronto para mañana… Mañana será el último día que despierte en una cama.
Quizás solo estoy pesimista.
La repetición de las entrevistas solo hace que se me revuelva el estómago.
Catra es sencillamente hermosa, graciosa, una chispa. Todos la felicitan.
Ahora que tengo la oportunidad, y ya que no me gusta mirarme en televisión, aprovecho para poder ver su reacción ésta vez. Primero, solo sorpresa, su expresión se abre en algo más, fuego en su mirada y después la baja, casi con recato, con sus orejas apretadas… sí podría decir que siente algo por mí. Pero yo sé su verdadera reacción.
No me quiere.
Estoy calmada.
Nunca he necesitado que Catra me corresponda. Solo verla de vez en cuando me bastaba. Me prometía que algún día le hablaría, quizás cuando saliéramos de la escuela y la realidad de ya no verla más que cuando llevara alguna presa a nuestra puerta fuera demasiado. Quizás entonces el miedo a no verla sería mayor al miedo de su rechazo.
Ahora ya me ha rechazado. Ya no tengo que preocuparme por eso. Solo por mantenerla viva.
La señorita Casta se despide de nosotras, con verdadera tristeza y su comentario sobre conseguir un mejor reino, me da risa. Pareciera que no entiende de verdad lo que representa para nosotros ir mañana a la Arena. Pensándolo mejor, no, no lo entiende. Esto es normal para Eternia. Así son ellos. Mara, Doppler, Lazarus y todos los otros. El público entero me animaba como si fuera actriz en una de esas novelas que mi mamá ve por la pantalla, cuando tenemos luz. Para nosotros, los reinos y los tributos, los Juegos son una cuestión de vida o muerte. Para Eternia, solo un espectáculo anual.
Es la primera vez que pienso en esta pequeña pero significativa distinción.
Casta se aleja abrumada de nosotras. Pienso que su congoja es sincera, simplemente no puede ver nuestro lado de la moneda. Ya es bastante tarde, a diferencia de los otros días que llevamos aquí. Catra y yo no hablamos, solo estamos aquí lado a lado.
—¿Un último consejo? —le pregunto a Shadow.
—Cuando suene el gong, salgan corriendo. Ninguna de las dos son lo bastante buenas para meterse en el baño de sangre de la Cornucopia. Salgan corriendo, pongan toda la distancia posible de por medio y encuentren una fuente de agua. ¿Entendido?
—¿Y después? —dice Catra.
—Sigan vivas —responde Shadow Weaver dice muy seria y Catra le asiente.
No sé si en realidad quiero hablar con Catra. Mara me llama la atención antes de que pueda decidirlo y me alejo con ella a mi habitación.
—¿Podemos hablar, Adora? —me pregunta Mara.
—Sí —le digo.
—Sobre hace rato… Sé lo que puede parecer, y sé mi papel en todo esto, y lo que dijo Weaver, pero sí importa, Adora. Importa lo que sientes y lo que piensas —me dice con vehemencia.
—Mara… —digo porque no sé qué más. Entonces me abraza.
—No puedo hacer más por ti que apoyarte en tu decisión, de tratar de que te vean y escuchen, para lograr lo que quieres, para cuidar lo que te importa —sigue con ardor y las lágrimas que no me asaltaron toda la noche, se ciernen en este momento —Quisiera… —empieza y se detiene, me mira a los ojos, separándose un poco —Eres maravillosa, Adora. Te he conocido solo unos días, pero ya te quiero y quisiera que ganaras —dice después de un momento y no sé por qué creo que quiere decir otra cosa.
—Lo que te importa, lo que sientes, es quién eres —me recuerda. Me suelta. Sus ojos siguen brillantes.
—Gracias, Mara… Gracias por todo. El vestido es asombroso. Me has escuchado —quiero seguir y agradecerle, decirle mucho más.
—No, no. Tú eres asombrosa y ganarás, estoy segura —"a tu manera" casi la puedo escuchar.
Tal vez Mara entiende mejor que Castaspella a lo que me están enviando a la Arena, pese a que las dos son de Eternia. Con una sonrisa triste, le asiento. Después de eso, dicho todo lo que podría ser dicho, en esta vida, en estas circunstancias, Mara se va.
Me quedo un rato echada en la cama sin moverme. Las manos ya casi no me duelen. Sigo recordando todo, imprimiéndolo en mi mente. Si tuviera aunque sea una hoja y un lápiz, un pedazo de carbón, intentaría revivir las escenas que más me han quedado: Catra sonriendo con Doppler Morfer después de descubrir su calificación, dando vueltas con el vestido, diciendo que le prometió ganar a su hermana. Su cara de sorpresa y reclamo al escuchar mi confesión. Tal vez sí, podría parecer que también podría quererme.
Me levanto con un suspiro.
Las palabras de Mara me dan vueltas. ¿Soy lo que me importa? ¿Lo que siento? Me dan ganas de llorar de pensarlo. Quizás es cierto. El amor, la admiración que siempre he sentido por Catra y su coraje, fue lo que me impulsó a ayudarla esa única vez. Ella dijo… dijo que era una sobreviviente solo porque alguien la ayudó, mientras miraba al panecillo. ¿No fue imaginación mía que las dos estábamos pensando en el mismo día, verdad?
De algún modo, puede que el amor que siento por ella ya la haya mantenido con vida, aunque sea un solo día. Tal vez le dio un poco de esperanza, un pan caliente y mojado, un día lluvioso sin su papá.
Mara y yo tenemos razón, en cosas distintas. Creo que ella está en lo correcto al decir que lo me importa es parte de lo que soy y yo tengo razón al creer que lo demás, no hace diferencia. Puedo morir siendo quién soy. Cuidando lo que me importa. Son los Juegos los que me han puesto en esta situación, pero desde que dije mi nombre al ofrecerme voluntaria, decidí cómo iba a morir.
Nueva resolución me invade.
Me quito el vestido y la elegante lencería a juego. Me limpio el rostro con unas extrañas toallitas que Elliot me dejó. Me cepillo el cabello, pierde parte de su encanto pero así puedo amarrarlo. Algunos mechones, muy poco, las capas más cortas, me caen a los lados del rostro pero no lo encuentro incómodo. Me pongo un pantalón gris y la chaqueta roja, sobre la ropa interior normal. Quisiera ver el cielo. De todos modos, no tengo sueño.
Las ideas sobre mi identidad, lo qué son las personas de Eternia, la lealtad de Mara, me invaden. Pero hay algo más que debo hacer.
Descalza, voy hasta el comedor y no hay rastro de servidores, aunque todavía hay algunas fuentes con alimento y bebida.
Tengo que encontrar a Shadow Weaver, pero no sé cuál es su habitación. Me escabullo por los pasillos. Esto es raro para mí. Siento que estoy haciendo algo que no debería. Hay dos rendijas con luz. Toco una puerta y me encuentro con Doppler Morfer. Su mueca es extrañada al principio pero pronto me dedica una filosa sonrisa ladeada.
—Hola, preciosa.
—Oh, lo siento.
—Ya veo que no es a mí a quién buscabas.
—No… la verdad es que estoy buscando a Shadow —le digo en voz baja.
Este ser me causa sensaciones difíciles de describir. No me cae mal, creo que es elegante con sus movimientos fluidos y su sencilla ropa negra. Pero está tan cerca de Catra. En menos de una semana se ha abierto paso hasta ella y en el mismo tiempo, yo solo he logrado que me odie y rechace. Quisiera preguntarle cómo lo logró, pero no me atrevo.
—Su habitación es la última por allá —me señala y su sonrisa se acentúa —tal vez no la encuentres en condiciones de platicar.
—No importa. Gracias, Doppler. No quería interrumpirte.
—Es un placer, preciosa. La noche es muy larga —siento que quiere decir algo más. Retrocedo antes de que pueda hacerlo. Me confunde y no tengo tiempo qué perder. Sigue sonriendo hasta que cierra la puerta.
Voy a la otra habitación con la luz encendida y cuando toco solamente escucho murmullos y resoplidos apagados por la puerta. Insisto, más fuerte. Sonidos apagados de tumbos y cristal. Con un suspiro y la sensación creciente de que estoy haciendo algo que no debería, abro la puerta y apenas tengo tiempo de agacharme antes de que algo me golpee en la cabeza, en su lugar, se hace pedazos contra la pared.
—¡Hey!
—¡Ah! ¡Eres tú! ¡La mocosa enamorada! —exclama Shadow, arrastrando las palabras. Cierro la puerta por un poco de decoro a los que sí están descansando—. Que buen espectáculo ¡hip! diste, preciosa.
—¡Tú me dijiste que lo hiciera así! —le reclamo con sentimiento, todavía aturdida de su recibimiento.
No quiero más heridas. Esquivo los pedazos de cristal del piso, fue una buena idea venir descalza, por supuesto.
—¡Fue tu idea! —me recuerda con la misma fuerza.
—Solo quiero ayudar a Catra y por eso te lo dije —le digo acercándome.
Ella se echa otra vez en la cama, con una botella a medias en la mano. Tiene la cara algo sonrosada y se que esta bastante borracha. Hace un sonido desdeñoso y sigue tomando.
—Shadow Weaver, por favor, ¿podemos hablar un momento?
—¿Qué más…? —trago —¿qué más quieres, Adora?
—Quiero que me digas cómo puedo seguir ayudándola en la Arena. Quiero que la mantengas viva a ella —me acerco hasta el pie de la cama, que apesta a alcohol, levantando los puños.
—Ella no te hace caso —me dice tratando de sentarse, enredándose con su túnica roja—. Tienes un buen… una oportunidad de ganar… eres fuerte.
—No. No me importa. Quiero que la ayudes a ella, con los recursos que se consigan. Diles a los patrocinadores que en realidad no soy tan fuerte, diles que prefiero que ella viva, engatúsalos.
Baja la botella, que se derrama en silencio en la cama. Sus ojos verdes tratan de enfocarme.
—¿Ya te diste por vencida?
—No. Voy a llegar lo más lejos que pueda. Que ella gane es lo que quiero.
Otra vez me analiza.
—No es… no es una historia.
—Nunca lo fue.
—Dame… tráeme agua y sopa.
Su petición me desconcierta y después de un momento, me hace señas para que me apresure. Voy al comedor a conseguir lo que quiere y ocupo un platón como charola. Al regresar, está saliendo de su baño y tiene la cara fresca. Su habitación, a diferencia de la mía, tiene una pequeña mesa con dos sillas. Me imagino que es para sus sesiones de planeación. Ahí dejo lo que pidió. Se bebe el agua en grandes tragos y le escurre por la barbilla sin recato. Se seca con la manga y se sienta. Se ve un poco mejor, con el cabello recogido atrás con una pinza y algo más compuesta.
—Quieres que engatuse a los patrocinadores, con la verdad —dice después de dos bocados y que me indicase que me siente en la otra silla.
—Supongo que será algo fácil —le digo algo malhumorada. Las situaciones nunca son como las espero.
Yo soy la que va a ir a morir a quién sabe qué lugar mañana temprano. ¡No Shadow Weaver! Es una Vencedora, no tiene que volver ahí. Me mira, suspira y vuelve a comer. Otra idea me llega a la mente. Precisamente, es la única Vencedora de nuestro reino. Lleva no sé cuántos años, haciendo esto mismo… recolectar tributos, el viaje en tren, los entrenamientos… la noche previa a tener dos nuevos niños muertos.
—Disculpa, no quise decirlo así.
—Nunca te disculpes por decir la verdad —me dice en un extraño tono críptico.
Se come con lentitud la sopa. Creo que en parte porque todavía se tambalea ligeramente.
—Entonces… quieres que salve a tu gatita… si puedo.
—Sí, por favor. Se que no hay garantías… solo lo más que puedas ayudarla.
—¿Sabes…? Esa niña tiene la imaginación de una piedra. Ella te ve como otro obstáculo, historia de amor o no. Ella cree que es para las cámaras, para conseguir patrocinadores. Lo sabes, ¿verdad?
¿La imaginación de una piedra? Nunca me he parado a pensar en esa… característica de Catra. Solo que es valiente, astuta, entregada a su familia, inteligente. Supongo que la imaginación no es algo que se exprese bien en nuestro tipo de escuela y menos en el bosque. Pero otra vez, eso no importa.
—Bueno, piedra o no, solo ayúdala, por favor —le vuelvo a pedir.
—Okey, sí estás tan… decidida a esto, a ser un bonito escudo de carne…
—¿De todos modos puedo morir en la Cornucopia, no? —digo un poco exasperada.
—Sí, supongo…
—Bueno, entonces sí ya tenemos muy claro el panorama… Creo que tienes que jugar dos juegos.
—¿De qué hablas?
—Catra desconfía de todos, y si consigue un arco, porque seguro lo habrá si impresionó lo suficiente a los Vigilantes, va a empezar a matar a distancia. No creo que se alié con nadie. Los demás tendrán cuidado con ella al principio, porque no saben lo que le dio un once en la calificación —explica mientras termina de sorber la sopa.
—Creo… que tienes razón —le digo no muy segura pero puedo ver algo de su lógica.
—Es aquí donde debes de tener cuidado. La gente estará esperando por algo más de romance, de historia. Puedes estar segura de que Catra no hará nada por esa parte. Recuerda que al final, solo eres otro tributo entre ella y su hermana.
—¿Entonces qué hago? No entiendo lo de los dos juegos.
—Si quieres durar el mayor tiempo posible, no te puedes quedar sola en el bosque, porque te casaran, y tú no sabes nada de supervivencia.
—¡Oye!
—¡Silencio! Me pediste consejo y ahora harás lo que te diga —me amenaza alzando la voz.
Siento que enrojezco de sensaciones contenidas.
—Bien. Si te mueres en medio del bosque o tratando de luchar sola, no vas a ayudar a nadie, ni a ti. Tienes que unirte al grupo de profesionales, para estar segura de lo que harán. A ellos les puedes decir cualquier cosa, enseñales tu fuerza, diles que Catra en realidad te rechazó y ahora ya no importa la historia de amor —estoy a punto de interrumpirla y levanta un dedo acusador. Cierro la boca—. Haz lo que sea para estar con ellos y durar lo más que puedas.
Se detiene para terminarse el vaso con agua y ya no le tiembla la mano, arrastra menos las palabras. Su resistencia al alcohol es sorprendente. No debe ser muy inteligente pedirle ayuda a una borracha, pero es la única que puede ayudarme realmente. Además, aunque no me guste, todo lo que está diciendo tiene cierto sentido.
—Eso es lo que harás con los profesionales, es un juego. Mientras tanto, sabotea tanto como puedas sus intentos por alcanzar a Catra y apoya la eliminación de los demás tributos. Es lo más que puedes hacer —me dice con cuidado y siento como se me encoge el estómago ante la realidad más y más cercana de tener que matar—. El público verá lo que estás haciendo en realidad y así podré seguir trabajando con la historia de amor imposible. Ese es el otro juego.
—De acuerdo. Entiendo. Unirme a los profesionales, apoyarlos contra los otros tributos y sabotear sus intentos con Catra.
—Prepárate, preciosa, porque cuando se den cuenta de tu juego real, no les va a gustar —se reclina y escucho la sonrisa en su voz —pero menos te gustaría que sea Catra quien tenga que eliminarte, ¿verdad?
—No, no quiero que sea ella la que tenga que matarme…
—Sería muy trágico en verdad —lo dice, pero no estoy segura de que lo sienta en realidad—. Prepárate y recuerda, la gente se transforma en la Arena. Ahora déjame descansar, niña.
—Gracias…
Me levanto y me voy sin que me mire. ¿La Arena es lo que la convirtió en una mujer tan miserable? Debería dormir, en serio, aunque no creo poder estar acostada. Voy por zapatos y me subo al tejado… es increíble. Todo está lleno de luz, de electricidad, y la gente está haciendo fiesta.
Pienso en las palabras de Shadow. Creo que todo lo que dijo es cierto. Catra no me cree por que no éramos amigas y ahora solo soy otro enemigo que eliminar, si me pongo en su camino. Y las últimas palabras… la gente se transforma. Yo no quiero cambiar. No quiero darles eso de mí.
Sigo sin poder dormir. El tiempo pasa. Doy una vuelta. Al otro lado. Me cubro la cara con las mantas.
No sirve de nada; pasa una hora, luego dos, luego tres, y mis párpados se niegan a cerrarse. No puedo dejar de imaginarme en qué terreno nos soltarán. ¿Desierto? ¿Pantano? ¿Un páramo helado? Sobre todo espero que haya árboles que me puedan ofrecer escondite, alimento y cobijo. Suele haber árboles, porque los paisajes pelados son aburridos y, sin vegetación, los juegos se acaban pronto. Pero ¿cómo será el clima? ¿Qué trampas habrán escondido los Vigilantes para animar los momentos aburridos? Y luego están los otros tributos.
Cuanto más ansiosa estoy por dormirme, menos lo consigo. Al final estoy tan inquieta que tengo que salir de la cama; recorro la habitación notando que el corazón me late demasiado deprisa, que tengo la respiración acelerada. No puedo dejar la cola quieta. Es como estar en una celda, si no consigo respirar aire fresco pronto voy a empezar a romperlo todo otra vez. Corro por el vestíbulo hacia la puerta que da al tejado, que no sólo no está cerrada, sino que la han dejado entreabierta. Quizás alguien se olvidó de cerrarla, aunque da lo mismo, porque el campo de energía que rodea el tejado impide cualquier intento desesperado de fuga, y yo no quiero escapar, sólo llenarme los pulmones de aire; quiero ver el cielo y la luna antes de que intenten darme caza.
El tejado no está iluminado por la noche, pero en cuanto piso descalza el suelo de baldosas, veo su silueta recortada contra las luces que no dejan de brillar en Eternia. En las calles hay bastante barullo, música, gente cantando y cláxones, cosas que no oía a través de los gruesos paneles de cristal de mi cuarto. Podría largarme ahora mismo sin que ella se diese cuenta; no me oiría con tanto revuelo. Sin embargo, el aire nocturno es tan agradable que no soportaría regresar a mi agobiante jaula. ¿Y qué más da? ¿Qué más da si hablamos o no?
Avanzo sin hacer ruido por las baldosas; cuando estoy a un metro de ella, le digo:
—Deberías estar durmiendo.
Ella se sobresalta, pero no se vuelve, y veo que sacude un poco la cabeza.
—No quería perderme la fiesta. Al fin y al cabo, es por nosotros.
Me acerco a ella y me asomo al borde: las amplias calles están llenas de gente bailando. Me esfuerzo por distinguir los detalles de sus figuras diminutas.
—¿Están disfrazados?
—¿Quién sabe? Teniendo en cuenta la locura de ropa que llevan aquí... ¿Tú tampoco podías dormir?
—No podía dejar de pensar —respondo.
—¿Piensas en tu familia?
—No —reconozco, sintiéndome un poco culpable —No dejo de preguntarme qué pasará mañana, aunque no sirve de nada, claro —con la luz que llega de abajo puedo verle la cara, la extraña forma de tomarse las manos vendadas —Siento mucho lo de las manos, de verdad.
—No importa, Catra. De todos modos, no tenía ninguna oportunidad en los juegos.
—No debes pensar así.
—¿Por qué no? Es la verdad. Mi única esperanza es no avergonzar a nadie y...— vacila.
—¿Y qué?
—No sé cómo expresarlo bien. Es que... quiero morir siendo yo misma. ¿Tiene sentido? —pregunta, y yo sacudo la cabeza. ¿Cómo va a morir siendo otra persona?
—No quiero que me cambien ahí fuera, que me conviertan en una especie de monstruo, porque yo no soy así —me muerdo el labio, sintiéndome inferior. Mientras yo cavilaba sobre la existencia de árboles, Adora le daba vueltas a cómo mantener su identidad, su esencia.
—¿Quieres decir que no matarás a nadie? —le pregunto.
—No. Cuando llegue el momento estoy segura de que mataré como todos los demás. No puedo rendirme sin luchar. Pero desearía poder encontrar una forma de... de demostrarle a Eternia que no le pertenezco, que soy algo más que una pieza de sus juegos.
—Es que no eres más que eso, ninguno lo somos. Así funcionan los juegos.
—A mí. Quiero decir, ¿qué otra cosa me podría preocupar en estos momentos? —me pregunta, enfadada. Me mira a los ojos con sus penetrantes ojos grises, oscuros por la noche, exigiendo una respuesta.
—Preocúpate por lo que dijo Shadow Weaver —respondo, dando un paso atrás —Por seguir viva.—Vale, pero, dentro de ese esquema, tú sigues siendo tú y yo sigo siendo yo —insiste—¿No lo ves?
—Un poco. Aunque..., sin ánimo de ofender, ¿a quién le importa, Adora?
—Vale —responde ella, esbozando una sonrisa triste y burlona —Gracias por el consejo, preciosa —usa el tono condescendiente de Shadow Weaver, es como si me hubiese dado un bofetón.
—Mira, si quieres pasarte las últimas horas de tu vida planeando una muerte noble en el estadio, es cosa tuya. Yo prefiero pasar las mías en Dryl.
—No me sorprendería que lo hicieras. Dale recuerdos a mi madre cuando vuelvas, ¿vale?
—Puedes contar con ello —me vuelvo y bajo del tejado.
Me paso el resto de la noche dando cabezadas, imaginándome los comentarios cortantes que le haré a Adora Grey por la mañana. Adora Grey. Ya veremos lo noble y elevada que se vuelve cuando tenga que decidir entre la vida y la muerte. Seguramente se convertirá en uno de esos tributos bestiales, de los que intentan comerse el corazón de alguien después de matarlo. Hubo un tipo así hace unos cuantos años, Titus, del Reino 6. Se volvió completamente salvaje y los Vigilantes tuvieron que derribarlo con pistolas eléctricas para recoger los cadáveres de los jugadores que había matado y evitar que se los comiera. En el estadio no hay reglas, pero el canibalismo no es del gusto del público de Eternia, así que intentaron eliminarlo. Se especuló que la avalancha que acabó finalmente con Titus fue preparada para asegurarse de que el ganador no fuese un lunático.
No veo a Adora por la mañana. Doppler Morfer viene a por mí antes del alba, me da una túnica sencilla y me acompaña al tejado. Los últimos preparativos se harán en las catacumbas, debajo del estadio en sí. Un aerodeslizador surge de la nada, igual que el del bosque el día que vi cómo capturaban a la chica pelirroja, y deja caer una escalera de mano. Pongo pies y manos en el primer escalón y, al instante, me quedo paralizada. Una especie de corriente me pega a la escalera hasta que me suben al interior.
Aunque me imaginaba que la escalera me soltaría al llegar, sigo pegada a ella y una mujer vestida con una bata blanca se me acerca con una jeringuilla.
—Es tu dispositivo de seguimiento, Catra. Cuanto más quieta estés, mejor podré colocártelo —me explica.
¿Quieta? Soy una estatua. Sin embargo, eso no evita que note un dolor agudo cuando la aguja me introduce el dispositivo metálico debajo de la piel del antebrazo. Ahora los Vigilantes podrán localizarme en todo momento. No les gustaría perder a un tributo.
En cuanto el dispositivo está colocado, la escalera me suelta. La mujer desaparece y recogen a Doppler Morfer del tejado. Un chico avox se acerca y nos acompaña a una habitación donde han servido el desayuno. A pesar de la tensión que noto en el estómago, como todo lo que puedo, aunque los deliciosos manjares no me impresionan. Estoy tan nerviosa que podría estar comiendo polvo de carbón. Lo único que me distrae es la vista desde las ventanas: sobrevolamos la ciudad y después la zona deshabitada que hay más allá. Esto es lo que ven los pájaros, sólo que ellos son libres y están a salvo. Justo lo contrario que yo.
El viaje dura una media hora. Después se oscurecen las ventanas, lo que nos indica que llegamos al estadio. El aerodeslizador aterriza, y Doppler Morfer y yo volvemos a la escalera, aunque esta vez para bajar hasta un tubo subterráneo que da a las catacumbas. Seguimos las instrucciones para llegar a mi destino, una cámara donde realizar los preparativos. En Eternia la llaman la sala de lanzamiento. En los reinos la conocemos como el corral, donde guardan a los animales antes de llevarlos al matadero.
Todo está nuevo; yo seré la primera y única ocupante de esta sala de lanzamiento. Los campos de batalla son emplazamientos históricos y los conservan después de los juegos, destinos turísticos populares para los residentes de Eternia: puedes pasar aquí un mes, volver a ver los juegos, hacer un recorrido por las catacumbas y visitar los lugares donde tuvieron lugar las muertes. Incluso puedes participar en reconstrucciones de los hechos.
Dicen que la comida es excelente.
Lucho por no vomitar el desayuno mientras me ducho y me lavo los dientes. Doppler Morfer me cepilla el cabello y me ayuda a relajarme; después llega la ropa, la misma para cada tributo. Doppler Morfer no tiene nada que ver con mi traje, ni siquiera sabe qué hay en el paquete, pero me ayuda a vestirme con la ropa interior, los pantalones rojizos, la blusa verde claro, el robusto cinturón marrón y la fina chaqueta negra con capucha que me llega hasta los muslos, que por la parte de atrás se parte en dos desde el lumbar para aquellos que tenemos cola.
—El material de la chaqueta está diseñado para aprovechar el calor corporal, así que te esperan noches frescas —me dice.
Las botas, que me coloco sobre unos calcetines muy ajustados, son mejores de lo que cabría esperar: cuero suave, parecidas a las que tengo en casa. Sin embargo, éstas tienen una suela de goma flexible con dibujos, perfectas para correr. Quisiera no usarlas, confío mucho más en mis propios pies y garras, pero son obligatorios, como todo lo demás. Siempre puedo abandonarlas en el estadio.
Cuando creo que ya he terminado, Doppler Morfer se saca del bolsillo la insignia del sinsajo dorado. Se me había olvidado por completo.
—¿De dónde lo has sacado? —le pregunto.
—Del traje rojo que llevabas puesto en el tren —responde. Recuerdo que me lo quité del vestido de mi madre y me lo prendí a la camisa —Es el símbolo de tu reino, ¿no? —Asiento, y él me lo coloca en la camisa —Casi no logra pasar por la junta de revisión. Algunos pensaban que podía usarse como arma y darte una ventaja injusta, pero, al final, lo aprobaron. Sí eliminaron un anillo de la chica del Reino 1; si girabas la gema salía una punta envenenada. La chica decía que no tenía ni idea de que el anillo se transformase y no había pruebas que demostrasen lo contrario. De todos modos, ha perdido su símbolo. Bueno, ya está. Muévete, asegúrate de estar cómoda.
Camino, corro en círculo y agito los brazos.
—Sí, está bien. Me queda perfectamente.
—Entonces sólo queda esperar la llamada —me dice Doppler Morfer —A no ser que puedas comer algo más.
Rechazo la comida, aunque acepto un vaso de agua que me bebo a traguitos mientras esperamos en el sofá. No quiero morderme las uñas ni los labios, así que acabo mordisqueándome el interior de la mejilla. Todavía noto las heridas que me hice hace unos días; no tardo en sangrar.
Los nervios se convierten en terror cuando empiezo a pensar en lo que me espera. Podría estar muerta, muerta del todo, en una hora o menos. Me toco de manera obsesiva el bultito duro del antebrazo, donde la mujer me inyectó el dispositivo de seguimiento. A pesar del dolor, lo aprieto tan fuerte que me hago un moretón. Tengo las orejas pegadas a la cabeza.
—¿Quieres hablar, Catra?
Sacudo la cabeza, pero, al cabo de un momento, le doy la mano y Doppler Morfer me la aprieta entre las suyas. Nos quedamos así sentados hasta que una agradable voz femenina nos anuncia que ha llegado el momento de prepararnos para el lanzamiento.
Todavía agarrada a las manos de Doppler Morfer, me acerco a la placa de metal redonda. Esta vez, por primera vez a alguien fuera de mi familia, soy yo la que busca el confort de otra cola que sostener.
—Recuerda lo que dijo Shadow Weaver: corre, busca agua. Lo demás saldrá solo —dice, y yo asiento —Y recuerda una cosa: aunque no se me permite apostar, si pudiera, apostaría por ti, preciosa —lo dice sintiéndolo de verdad. Lo sé.
Y recuerdo a Adora llamarme así anoche, fría igual que el viento que nos azotaba. Pero no puedo permitirme pensar en ella ahora. En realidad, no debería hacerlo en ningún momento.
—¿De verdad? —susurro.
—De verdad —afirma Doppler; después se inclina y me da un beso en la frente —Buena suerte, gata en llamas.
Entonces me rodea un cilindro de cristal que nos obliga a soltarnos, que me obliga a separarme de su cuerpo, mi ancla en estos últimos momentos. Doppler Morfer se da unos golpecitos en la barbilla con la punta de su cola; quiere decir que mantenga la cabeza alta.
Levanto la barbilla y me quedo todo lo quieta que me es posible. El cilindro empieza a elevarse y, durante unos quince segundos, me encuentro a oscuras. Después noto que la placa metálica sale del cilindro y me lleva hasta la brillante luz del sol, que me deslumbra; sólo soy consciente de un viento fuerte que me trae un esperanzador aroma a pino.
En ese momento oigo la voz del legendario presentador Claudius Templesmith por todas partes:
—Damas y caballeros, ¡que empiecen los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre!
El sol apenas había comenzado a descender cuando me siento en la pequeña sala de mi casa, rodeada de mi familia. La pantalla del televisor parpadea y la imagen de Catra, mi mejor amiga… mi compañera, aparece. Siento una opresión en el pecho, a pesar de ello, no aparto la vista. Es la primera vez que la podre ver directamente desde el Camino de la Victoria. La veo con un vestido que nunca habría usado en casa, con su cabello arreglado y un maquillaje sutil que hacía resaltar sus ojos dorado y azul. Se veía diferente, como si estuviera en otro mundo. Como si ya no perteneciera al mismo Reino, al Dryl, que nosotras conocemos.
Y entonces, Adora Grey habló.
—Desde que tengo memoria…
Así que por eso la miraba tanto…
Un murmullo recorre la habitación. Mi madre me lanza una mirada rápida, y yo permanezco tan quieta como en el bosque, al lado de Catra. Endurezco la expresión porque no sé de qué otro modo enfrentar esto. No porque no lo esperara -había visto la forma en que Grey miraba a Catra incluso cuando éramos niñas- sino porque ahora todos lo saben. Ya no solo es un sentimiento privado, es parte del espectáculo. Parte de los Juegos.
Castaspella White suelta una exclamación teatral. Swift Wind está tan impresionado como todos y la cámara enfoca a Catra. Su rostro muestra sorpresa, pero la conozco mejor que nadie, veo la rigidez en su mandíbula, la vacilación en sus ojos. No era algo que esperaba. Y no está contenta con la sorpresa.
Pero lo más importante… ¿es real?
Cuando la entrevista termina, mi madre trata de decir algo, pero no la dejo, tengo que salir de aquí. Se que no debería, que terminaré exhausta, otra vez no hay mucha comida, pero me desaparezco para salir de la casa, y otra vez para llegar cerca de la alambrada, de nuevo para estar en medio de los árboles. No puedo llorar, solo estoy furiosa y frustrada. Celosa. ¡Yo debería de estar al lado de ella! La quietud del bosque me resulta opresiva y vuelvo a teletransportarme dentro de la alambrada. Por primera vez en la vida, creo que necesito un trago. Voy hasta el quemador.
La gente en el reino ya murmura sobre la historia de amor en Eternia.
Solo pude intercambiar un poco de alambre por una medida de licor y cuando lo pruebo, es horrible, pero su calor me abrasa y siento algo diferente al frío tenaz y amenazante de los celos. Ripper, quien es la que vende el alcohol, me mira… ¿con lástima? Es peor viniendo de una mujer manca.
Los murmullos continúan. Siento que varias personas me miran mientras susurran. ¿Ellos qué saben? Me largo del Quemador. No creo estar borracha pero tampoco estoy totalmente lúcida. Me voy a la casa dando pasos inciertos. Mañana tengo escuela y también es el primer día de los Juegos. Podré ver una repetición de la matanza de la Cornucopia y "los mejores momentos" justo al regresar de la escuela. Y en la noche habrá otro resumen, comentarios y las apuestas a largo plazo, para toda la gente que llega de las minas. Cada Reino debe de tener su versión o sus horarios.
No quiero verlo.
Pero no soportaré no hacerlo.
Scorpia D'ream dijo algo sobre qué bonito era el romance, la escuché en la escuela. Madam Razz asintió con aprobación. Siento que la tarde está muy lejos. Sé que los sentimientos de Grey por Catra son verdaderos. Lo que no sé… de lo que no estoy segura, es lo que puede haber detrás.
No puedo preguntarle. No puedo protegerla.
Solo puedo observar.
—Deberías estar durmiendo.
Pego un bote ante las palabras inesperadas. Es tan repentino. Debe ser de madrugada, no pensé que Catra estaría despierta. No estoy segura si quiero hablar con ella. O ella conmigo, dado el caso.
—No quería perderme la fiesta. Al fin y al cabo, es por nosotros.
Se asoma al borde y me pregunta si están disfrazados, me encojo de hombros. Trato de no pensar que es la primera vez que estamos realmente solas, justamente después de nuestra otra charla en el tejado. Es decir, solas sin pretender y sin órdenes de por medio.
¿Por qué cualquier intento de plática termina en discusión?
—No importa, Catra. De todos modos, no tenía ninguna oportunidad en los juegos.
—No debes pensar así —me dice.
No es un sentimiento fatalista, o eso creo yo, lo que me lleva a pensar así. Puedo decir que no tuve elección, pero en realidad, creo que la forma y por qué moriré es realmente la única elección que tengo desde que salió el nombre de Adam en la cosecha.
Trato de explicarle eso: que no quiero perderme. Pero el sentimiento le parece ajeno.
¿Cómo podría perderse a sí misma siendo tan leal? De cualquier modo, estoy cansada, al borde y justo ahora es duro estar junto a Catra. La quiero, sí, pero me ha rechazado y de un modo violento. Lo entiendo, por supuesto, pero todavía duele. No me importa morir, pero me importa cómo. ¿Es tan difícil de entender?
—A mí. Quiero decir, ¿qué otra cosa me podría preocupar en estos momentos? —le digo con intensidad y la miro a los ojos, con sus pupilas redondas por ser de noche.
—Preocúpate por lo que dijo Shadow Weaver —dice, retrocediendo —por seguir viva.
No puedo explicarlo lo que de verdad me ha dicho nuestra mentora.
—Vale, pero, dentro de ese esquema, tú sigues siendo tú y yo sigo siendo yo —repito—¿No lo ves?
—Un poco. Aunque..., sin ánimo de ofender, ¿a quién le importa, Adora?
¡Oh! Entiendo que ella también está cansada y nerviosa. ¿Por qué es tan complicado? Aunque sigo confirmando que soy tanto hija de mi padre como de mi madre.
—Vale —digo entendiendo que es inútil tratar de hablar en estos momentos—. Gracias por el consejo, preciosa —el comentario me sale mucho más venenoso de lo que pensé.
Se expresión me lo dice todo y aún así, agrega:
—Mira, si quieres pasarte las últimas horas de tu vida planeando una muerte noble en el estadio, es cosa tuya. Yo prefiero pasar las mías en Dryl —tiene la cola moviéndose de un lado a otro con fuerza.
—No me sorprendería que lo hicieras. Dale recuerdos a mi madre cuando vuelvas, ¿vale? —termino de escupir.
—Puedes contar con ello —no se puede ir sin la última palabra, ¿eh? Veo la cola bandeando y me encojo sobre mí misma.
Me quedo ahí quieta hasta que el cuerpo se me entumece, de frío y quietud. Realmente no esperaba así mi última charla con Catra.
Cuando el frío es verdaderamente insoportable y la fiesta, allá abajo en la ciudad, está muriendo, trato de moverme, de ponerme de pie. Llego hasta la cama y me quedo dormida de una.
Es Mara la que me despierta en la mañana.
—¡Adora! Lo siento, cariño. Ya debemos apresurarnos para ir a la Arena.
No sé qué hora es. Siento que no dormí nada pero me levanto como si tuviera muelles en las piernas, me enredo con la cobija y Mara me sostiene, riendo un poco.
—Tranquila, tranquila. Tenemos unos minutos. Solo… oh, ¿te dormiste con los zapatos puestos? —pregunta aunque es obvio que los traigo puestos—. Bueno, solo despierta bien… ¿quieres ir al baño?
Gruño que sí, igual que mi papá, y me meto al baño dando tumbos.
Mara está muy seria, con un pantalón oscuro y chaqueta terracota. Ya me he acostumbrado a sus colores más claros. Me acomoda los mechones en la cara y nos vamos al tejado. Aparentemente cada tributo tiene su horario de salida. Me suben, me ponen el rastreador en el antebrazo. Al menos Mara está conmigo.
Estoy despierta, pero es como si estuviera soñando. ¿Esto es ele estado de shock? Camino y siento que no son mis piernas las que andan. Me hablan y respondo, pero no reconozco mi voz. Nos sirven el desayuno. Mara deja de intentar hacer platica pronto. Como lo que puedo; alguna parte de mi mente consciente que no tendré alimento seguro en las siguientes horas.
Ni siquiera soy capaz de ver el cielo.
Sé lo que tengo que hacer. Lo que he decidido hacer. Mi cuerpo es el que se resiste con cada célula a la idea del autosacrificio. Mi estómago retiene la comida aunque quiero vomitar. Cuando el aerodeslizador desciende, pasamos por un pasaje subterráneo y al fin estoy en mi "corral".
En algún punto, Mara me entrega un paquete. ¿De dónde lo ha sacado?
—Adora, puedes ducharte. Te recomiendo que no lo desaproveches. O puedes comer otro poco, si quieres.
—No, no quiero estar demasiado llena —respondo como si fuera a entrar a una lucha en el club del colegio, en casa, en Dryl.
Me meto a bañar y es la lluvia de agua hirviendo (por no poner atención otra vez a los botones) lo que saca de mi estupor. Me baño casi con lentitud, asimilando lo que va a pasar en menos de una hora. Le doy un masaje a mis músculos doloridos por estar anoche sentada en el frío sin moverme. El agua caliente hace maravillas en ellos, pero las palmas de las manos las tengo todavía con ligeras heridas rosas y me arden, igual que los orificios del pecho. Eso me termina de espabilar.
Parece que han pasado días desde la caída y no solo una noche. Las vendas y la medicina de Eternia obran milagros.
—¿Una ducha caliente es como un café para ti?
—¿Qué dices?
—Que te noto más despierta.
—Sí, supongo que sí. Casi me escaldo otra vez —bromeo.
Me visto con la ropa del paquete. El uniforme para estos Juegos. Todos los tributos tendrán el mismo equipamiento al inicio y después lo que puedan conseguir en la matanza de la cornucopia.
—Que bueno que ya entraste en calor —me responde con una sonrisa, para ponerse seria de inmediato—. La ropa y los zapatos sugieren un terreno terroso, fresco, posiblemente un bosque o llanura.
—Bien —digo con la boca seca.
—¿Quieres comer algo? ¿Agua?
Mastico una fruta y me tomo un vaso completo mientras ella termina de ajustar el traje justo de mi medida.
—Muy bien, Adora. Puedes seguir comiendo, si quieres, hasta que llegue la alerta.
—No, ya no quiero nada… Gracias.
—Recuerda, Adora. Ya tienes un plan. Trataré de mantener sobria a Shadow Weaver lo más que pueda —dice ligera, pero veo las líneas de tensión en la piel de sus ojos.
—Gracias, Mara. Por todo —en este momento no tengo cabeza para decir nada más.
Esperamos en silencio. Me acerco a ella y me recargo en su hombro, de pie. Vuelve a pasarme el brazo por los hombros. Nos quedamos así hasta que una voz nos dice que es hora. Me subo a la plataforma plateada, la que me subirá a mi podio en la Arena. Mara me toma la mano, acaricia la quemadura más grande y me besa ahí.
—Sí importa, Adora.
Estoy a punto de llorar. El vacío que siento desde el rechazo de Catra quema con las palabras de Mara. No quiero morir, no. Quiero vivir. Es solo que quiero más que Catra viva.
Respiro hondo para ahogar un sollozo o un suspiro, no estoy segura. Se me escapan dos lágrimas. Entonces el tubo de mi plataforma nos aparta. Mara pone ahí la mano y yo le correspondo. No dejo de verla hasta que es imposible porque salgo a tierra. La luz es cegadora y después veo un bosque tras la cornucopia dorada, mientras una voz imposible anuncia:
—Damas y caballeros, ¡que empiecen los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre!
Este capítulo fue intenso, pero de aquí solo es un crescendo que no se detiene hasta el final.
Ya nos veremos!
Que sigan teniendo un buen inicio de año uwu
