–Bueno, Helga... ya estás aquí

La chica avanzó lo que restaba del pasillo hasta el salón donde se reunían los del periódico escolar. Llevaba en sus manos la crítica en la que pensó ese día que fue a probarse el vestido para la boda. Durante el verano lo escribió, repasó y pulió hasta encontrarlo decente. Confiaba en su habilidad.

Tocó la puerta un par de veces y abrió sin esperar respuesta.

–Debes ser la nueva–dijo una chica que se acercaba a recibirla.

Helga la miró. Sabía que era de último año. Su cabello era oscuro y su tez era morena con facciones duras. Algo en su expresión le recordó un poco a Patty.

–Helga Pataki–Se presentó la rubia.

–Soy Gracia Sánchez, estoy a cargo–dijo la chica– ¿Tienes algo que mostrar?

–Por supuesto

Helga le extendió la hoja y la chica echó una mirada rápida por los párrafos. No le dedicó ni dos minutos.

–Estás dentro–dijo, invitándola a pasar.

Helga la siguió al interior de la sala, cerrando la puerta tras de sí.

–Pensé que tendrías que evaluarlo o algo así–dijo Helga.

–Tienes buena ortografía y redacción, estás calificada

–¿Así de simple?

–Es un periódico escolar, no el New York Times

–Entonces ¿Qué hacen?

–Noticias de la escuela y algunas cosas de la ciudad que nos afecten como estudiantes. Cubrimos las competencias de los equipos, publicamos el menú de la cafetería, esas cosas

–Lo sé, he visto el boletín–Rodó los ojos.–. Me refiero a si quieren hacer algo más con esto... investigar algo, descubrir un secreto, tener la última primicia, ya sabes, hacerlo interesante

–Son puntos para tu postulación a la universidad, tómalo o déjalo

Helga la miró con cierta suspicacia.

–Lo tomo–Decidió.

–Bueno, Pataki, bienvenida. Te presentaré con el resto del equipo

Cinco estudiantes se reunían alrededor de un largo mesón. Al fondo del salón alguien más tecleaba tras un computador.

–Fisher, de tercero–Gracia apuntó a una chica, tenía piel tostada, cabello ondulado y mucho maquillaje. Vestía forzando al límite el código de vestimenta para verse sensual.–. Ella se encarga de los consejos románticos y la moda

–Hola–Saludó la chica mascando chicle.

Helga solo alzó su ceja.

–Johnson –Continuó Gracia, indicando a un chico de cabello negro corto y desordenado, tez clara y ojos verdes, que por sus brazos era evidente que pasaba su tiempo libre haciendo pesas –, de último año. Se encargarán de cubrir los deportes

–Bienvenida–dijo él, con una sonrisa, que hizo a Helga rodar los ojos.

–López–Indicó a un joven con ojos oscuros y cabello castaño–, también de último año. Cubre las actividades de los clubs académicos

El chico solo hizo un gesto con la cabeza y siguió trabajando en su cuaderno.

–Williams–Una muchacha delgada, pálida, pecosa y que parecía que se desvanecería en cualquier instante.–, de segundo. Mantiene al tanto el calendario de la escuela y las notas de enfermería

–Hola–dijo sonriendo–. Espero que nos llevemos bien

Helga asintió por cortesía.

–Y Zhang–Un chico con ojos rasgados y piel morena.–, de la misma clase que Williams. Se encarga del menú de la cafetería, los cambios o problemas con las maquinitas y es bueno tomando fotografías

–Halga Pataki, primer año–Se presentó la rubia.

–Te olvidas de mí–Tras la computadora surgió una voz que Helga ya conocía.

–Ah y Andrews

Desde detrás de la computadora se asomó una chica pelirroja para reunirse al resto, tomando asiento junto a la encargada. Su nombre era Siobhan.

–¿También estás aquí, Shoo-ban?–dijo Helga, con cierto desprecio.

–Ya te dije que es Shuh-baun, no shoo-ban–Respondió ella, poniéndose de pie para confrontarla.

Ambas se miraron con enfado, apretando los puños.

Era la misma chica de ropa gótica que se había inscrito en boxeo y que iba en el mismo grado que Patty. A Helga le tomó un tiempo confirmarlo, pero la enana pelirroja efectivamente era menor que ella. Fue una de los cerebritos que adelantaron a sexto grado por el mismo tiempo que intentaron adelantar a Phoebe, pero a diferencia de su amiga, ella se quedó.

Helga no sabía por qué, pero la enana tenía un problema de actitud. Parecía siempre estar enfadada con todo el mundo y respondía con agresividad. Nada de eso hubiera sido su problema, pero ya habían tenido un par de discusiones durante y después de las prácticas.

–Veo que se conocen–Continuó Sánchez con entusiasmo.–. Andrews, se encarga de la edición en general y las críticas

–Gracia, ¿en serio la dejarás entrar?–dijo la pelirroja sentándose junto a Sánchez.

–Sí

–La he visto boxear, es una bruta ¿Siquiera sabe escribir?

–Apostaría que mejor que tú–Respondió Helga.

–Eso está por verse–Siobhan tomó la hoja del ensayo de Helga de las manos de Gracia y la leyó rápidamente.–. Bueno, debo reconocer que sabes usar un diccionario

Antes de ver a Siobhan, la rubia estaba convenciéndose de que bastaba con hacer el mínimo necesario para estar ahí, pero ahora estaba decidida a demostrar que era buena escribiendo y tal vez poner a la enana en su lugar. Tener otra oportunidad de confrontarla no era mala idea y tanto mejor si la niña genio creía tener la ventaja.

–¡Déjala, Andrews!–Intervino María Fisher.

–¿Olvidas que ya no me das órdenes?–La miró con desprecio, luego bajó la hoja golpeándola contra la mesa y miró a Helga.–. Pienso reemplazar a Sánchez en cuanto se gradúe, así que todos deben demostrar que vale la pena que sigan aquí, no pienso arrastrar un grupo de incompetentes

–Como siempre, muy arrogante–dijo Helga sin alterarse–, pero tranquila, creo que todos queremos los puntos curriculares que ganamos aquí... y ¿quién sabe? Tal vez yo también quiera dirigir el periódico

Se miraron desafiantes hasta que Gracia soltó una carcajada.

–Me gusta ese espíritu competitivo. Trabajen en sus noticias, yo decidiré quién se queda a cargo a final de año, aunque Andrews tiene ventaja, ella está aquí hace un año, tendrás que ponerte al corriente, Pataki

–Fuerte y claro–contestó la rubia, arqueando su ceja desafiante.

Helga y Siobhan se miraron con odio hasta que Gracia dio inicio oficial a la reunión de ese día.

Escucharon las instrucciones de la chica y los comentarios de los demás, mientras revisaban lo que cada uno había escrito esa semana. Luego pidió a todos que entregaran sus borradores corregidos a Andrews. La chica entonces regresó al computador y con la ayuda Mike Zhang, corrigió las versiones digitales comparándolos con las notas en papel, mientras Sánchez revisaba los planes para la semana siguiente.

Una vez asignadas las tareas de los demás, la recién llegada preguntó cuál sería su trabajo.

–Ya que eres buena en deportes–dijo Gracia–, ayudarás a Johnson a cubrir las competencias y las actividades de los clubes

–Anotado

La rubia obedeció de mala gana, sentándose junto a él.

Joshua Johnson a primera vista parecía del mismo tipo que Wolfgang, lo que la hizo que Helga se preguntara qué demonios hacía ahí, pero en cuanto hablaron notó que no tenía ni una gota de matón. Con la ayuda del calendario que les facilitó Hellen Williams, Helga anotó en su agenda los días que los distintos clubes deportivos practicaban y cuando se proyectaba que fueran sus partidos o competencias.

–Tienes que asegurarte de tener bien las fechas y hablar con los maestros–Le explicaba el chico con un aire cordial.–. Se nos permite faltar para cubrir algunos partidos, pero trata de no hacerlo cuando tengas evaluaciones...

Helga asintió, poniendo atención. Miraba de reojo a cada uno. Fisher tenía un aire desinteresado y miraba por la ventana mascando chicle. Williams parecía un gatito asustado y de vez en cuando estornudaba despacio. López leía en silencio un libro de filosofía. Sánchez revisaba concentrada algunos periódicos. La enana pelirroja detrás del monitor tecleaba con rapidez y junto a ella, Zhang revisaba las fotografías en una cámara digital.

Cerca de una hora pasó antes que se retiraran.


Helga no quería ir a casa. Salió de la escuela pensando en sus opciones:

Revisó su dinero. Descartó los arcades y cualquier lugar para comer.

Phoebe estaría ocupada.

Arregló las cosas con Brainy, pero la idea de estar en su casa la -asustaba- incomodaba un poco.

Arnoldo y Geraldo debían estar por salir de la práctica, pero parecían tan cansados después del último examen de esa mañana, que estaba segura que serían unos zombis aburridos.

Podía matar el tiempo en la biblioteca de la ciudad.

Buscó la hemeroteca y luego de consultar algunas cosas con la bibliotecaria, con paciencia investigó los periódicos en qué salía información de los equipos deportivos de cada escuela de la ciudad. Pidió una copia de los artículos que le interesaban. Si lo hacía bien conseguiría información suficiente de cada equipo rival, con sus estadísticas, claro, basándose en la información del año anterior. No tenía cómo saber sobre los nuevos integrantes, al menos no de formas convencionales, pero con eso le bastaba para preparar algo interesante ese fin de semana.

No tuvo mucho tiempo antes del cierre de la biblioteca, pero probaría con lo que tenía.

Mientras se dirigía a la salida vio un rostro familiar.

–¿Steve?–dijo, acercándose.

–¡Pataki!–Respondió el chico con entusiasmo.

Charlaron mientras caminaban, el chico tomaba el autobús en una parada que a Helga le quedaba de camino a casa. A la chica le animó saber que él iba con frecuencia a estudiar y que seguía vendiendo discos, así que volvía a tener un proveedor de música, lo cual, francamente, estaba necesitando. Quedó de verlo el lunes siguiente.


La razón por la que Helga postergó el regreso a casa la golpeó como un yunque en cuanto abrió la puerta: los gritos de Bob frente al televisor, viendo quién sabe qué deporte y el olor a cerveza barata y frituras.

La chica sabía que Miriam prefería llegar a dormir que lidiar con todo eso.

Cerró la puerta con molestia.

–¡Ahí estás Miriam! ¡Necesito otra cerveza!–Gritó Bob.

–Soy yo–Gritó Helga.

–Apresúrate, niña ¿Dónde está mi cerveza?

La adolescente rodó los ojos, sacó un par de latas del refrigerador y arrastró los pies hasta la sala.

–Soy Helga–Repitió, al entregárselas.

–Como sea–Contestó el hombre al recibirlas y con un gesto de su mano la espantó para que lo dejara en paz, sin apartar la vista del partido.– ¡QUE INÚTIL! ¡El PEOR JUGADOR DE LA HISTORIA!

Helga rodó los ojos, cruzando los brazos. Pensó en discutir, pero no estaba de ánimo para confrontar a su progenitor por otro de sus fracasos laborales. Debió saber qué ocurriría.

Fue a la cocina por comida y subió a su habitación. Revisó el dinero que tenía ahorrado. Era suficiente para comprar dos discos. Era mejor que nada.

Acomodó sus audífonos, puso uno de sus discos favoritos y mientras comía trabajó en su computadora organizando la información que había obtenido. Se regodeaba en la idea de molestar a la enana pelirroja llegando con un artículo como el que estaba preparando.

Dos golpes en la puerta fueron suficientes para sobresaltarla.

–¡Ya vete a dormir!

Fue lo único que entendió entre los balbuceos de Bob, que algo añadió sobre la factura de electricidad y que nunca tuvo que regañar así a Olga.

«Como si no lo supiera»

Sin responder en voz alta, pero refunfuñando mientras imitaba la voz del hombre, Helga apagó todo y en la oscuridad se preparó para dormir.

Ya en la cama recordó lo que pasó en quinto grado, cuando el desastre financiero golpeó a su familia. Se mudaron a la tienda mientras quién sabe qué pasó con la casa ¿quizá el banco la iba a rematar? Helga nunca se enteró, porque cuando estaba por terminar sexto grado ya la habían recuperado. Pero las cosas habían cambiado.

Usó la misma ropa hasta que no le quedaba o hasta que estuviera rota e irreparable. Pero ella era buena con la costura, así que buscó formas de darle nueva vida: algunos vestidos se volvieron camisetas y cortó varios pantalones. Eso la salvó de las miradas hasta que Rhonda se dio cuenta. Arnold evitó que golpeara a la princesa cuando la convenció de disculparse recordándole cuando su propia familia tuvo problemas. Fue tan gracioso ver a Lloyd forzándose a admitir sus culpas, que Helga no pudo contener la carcajada y la dejó ir.

También aprendió cuánto podían durar los zapatos. Nunca fue fanática de coleccionarlos, pero siempre tuvo más de lo que necesitaba, algunos ni siquiera los sacó de sus cajas. Después que se mudaron los pocos que si conservó los uso hasta romperlos.

Su familia vendió varias cosas para liquidar algunas deudas. Tuvo suerte de que Miriam no le preguntara por las dichosas botas de Nancy Spumoni.

Vendieron también un televisor, un reproductor de VHS, un par de equipos de música y otras cosas. De todo, extrañaba su celular, pero las veces que preguntó si podía tener otro, le dijeron que no era posible.

Helga sabía que su familia nunca se acercó a los ingresos de los Lloyd, pero antes definitivamente tenían lujos.

Recordaba disponer de algo de dinero a su antojo, más que la mayoría de su clase. Solía manipular a Bob para obtener regalos y fondos. Incluso podía bajar a la lavandería de noche a sacar uno o dos billetes olvidados en algún abrigo o pantalón sucio y nadie lo habría notado.

Ahora podía ser que un mes le dieran algo extra de mesada y al siguiente apenas lo suficiente para pagar el almuerzo de la escuela. Almorzar algún snack de las maquinitas era una opción más que válida para reducir un poco sus gastos... y bueno, a veces Brainy la invitaba, así que eso era de ayuda.

Sabía que Miriam se encargaría de mantener las cuentas al día y la despensa llena, pero no siempre tenía tiempo o energía para cocinar, a Helga no se le daba muy bien y Bob definitivamente no lo haría. Llevar almuerzo dejó de ser una opción.

También sabía que su madre le compraría ropa, zapatos o algo para la escuela si lo necesitaba. Pero no le daría dinero extra para salir a los arcades, a comer o permitirse algún capricho, eso debía obtenerlo de Bob. Así que Helga tenía que saber jugar con lo que recibía y en ese momento debía reconocer que había jugado mal. Confió que él se quedaría en ese empleo y que tendría dinero extra a fin de mes y ahora sabía que no.

Olvidó que, cuando se trataba de ella, nunca, bajo ninguna circunstancia, debía contar con los Pataki.

Se durmió rumiando esa idea.


...~...


El lunes por la mañana Arnold estaba frente a su casillero, buscando el cuaderno de la primera clase y deseando que los fines de semana fueran de tres días y así tener más tiempo para dormir.

–Buenos días, querido Arnold–dijo una voz dulce detrás de él.

El chico volteó y se encontró con una sonrisa cansada.

–Hola, Lila–Contestó, cerrando su casillero para caminar hacia el de la chica– ¿Qué tal tu fin de semana?

–Tranquilo–Respondió ella, guardando un par de libretas–. Ayudé a papá con algunas cosas de la casa. ¿Qué tal el tuyo?

En ese instante Phoebe y Gerald aparecieron por el pasillo.

–Estuvo bien, aunque sigo cansado–dijo Arnold.

–¿Tuviste mucho que hacer?–Consultó Lila con genuina preocupación.

–No realmente, de hecho, ayer dormí hasta medio día. Pero el sábado tuvimos entrenamiento doble y ya estaba agotado por todos los exámenes

–¡Es como si cada maestro pensara que no tenemos otras clases!–Se quejó Gerald, acercándose a Arnold para intercambiar su clásico saludo de pulgares.

–Por favor, chicos, no estuvo tan mal, solo tienen que organizar mejor su tiempo–Añadió Phoebe, abriendo su casillero junto al de Lila.–. Buenos días

–Buenos días, Phoebe–dijeron Arnold y Lila a coro.

–Tal vez tengas razón–admitió Arnold.

Dos personas más se acercaron por el pasillo en ese momento.

–¡Hola, chicas!–saludó Lila con una sonrisa al ver a sus amigas.

–Buenos días–Respondió una voz somnolienta, dando un bostezo, cubriendo apenas su boca con su mano, en un gesto entre la torpeza y la dulzura.

–Hola, Edith–dijeron los demás y luego añadieron–Hola, Nadine

–Hola a todos–Contestó la última, con entusiasmo.

–¿Cómo puedes tener tanta energía un lunes?–dijo Gerald, con aire frustrado.

–¡Porque será una semana tranquila!–Respondió la chica, manteniendo su buen ánimo.

–Nadine tiene razón–La apoyó Arnold.

–Optimistas–masculló Gerald rodando los ojos, al tiempo que intentaba recordar la clave de su casillero.

Phoebe se acercó a ayudar a su novio.

–¿Y cómo está Rhonda, querida Nadine?–Quiso saber Lila.

–Está bien–Respondió la chica.–. Pasamos juntas el fin de semana. Fuimos al centro comercial y luego vimos una película

–Tu amiga es muy simpática–Añadió Edith.

–¿También fuiste con ellas?–Preguntó Lila.

–Oh, no. Nos encontramos allá y charlamos un rato

–Fue una suerte que Rhonda saliera antes que entreguen las calificaciones–Comentó Nadine.

–¿Por qué?–Se involucró Arnold, manteniendo su distancia de Gerald, que al parecer estaba siendo regañado por Phoebe.

–Definitivamente no me fue muy bien como mis padres esperan. En cuanto llegue el informe seguramente me encerrarán

–Te estás adelantando. ¿Quién sabe? Tal vez te fue mejor de lo que imaginas

–No lo creo. ¿A ustedes no les pasa eso de ver un examen y saber si les irá bien o mal?

–Cielos, creo que me ha pasado–Admitió Lila.–. Aunque suelen ser los nervios, porque siempre pienso que tendré calificaciones más bajas de las que obtengo al final

Gerald rodó los ojos.

–Nunca lo he pensé–Añadió Arnold.–. Simplemente hago lo que puedo y ya

–En realidad–Intervino Phoebe, ajustando sus lentes.–es posible tener una idea aproximada de las calificaciones que obtendremos en base a la experiencia previa y el dominio de los contenidos. Claro que el rango de error aumenta si dejamos respuestas al azar, pero en otros casos es bastante fácil determinarlo

Todos la miraron perplejos unos segundos.

–Lo que Phoebe dijo–Confirmó Nadine.–. No sé qué me pasa este año, pero no logro concentrarme como antes

–Bueno–dijo Arnold–. Si te cuesta estudiar ¿por qué no te unes a nuestro grupo de estudio?

–¿Tienen un grupo de estudio?

–Sí–Confirmó Phoebe.–. Nos quedamos después de la escuela martes y jueves

–Edith, Lila ¿qué dicen?–Continuó Arnold.– ¿Quieren unirse también? Phoebe es muy buena explicando cosas... y bueno... Helga es estricta, pero nos ayuda bastante con las redacciones y matemáticas. Además, es más divertido estudiar en grupo que hacerlo a solas–Entonces el rubio notó que Gerald carraspeó, mirándolo con desagrado.–. Bueno, es menos aburrido–Corrigió con una sonrisa incómoda.

–Sí, me gusta la idea–dijo Edith mirando a Arnold y pestañeando lentamente.

–Sería agradable–Se sumó Lila, con un aire pensativo.

Fueron al salón conversando algunos detalles, explicándole a las chicas cómo se organizaban.


...~...


–¡Absolutamente no!–dijo Helga, volteando a ver a su amiga.

–Pero Helga–Contestó Phoebe.–, los chicos y yo ya dijimos que sí

Era el descanso después de la primera clase, estaban en el baño de chicas en el extremo de la escuela más distante al que tenían la mayoría de las clases y la más bajita acababa de contarle sobre la conversación de esa mañana, mientras Helga intentaba arreglar el desastre que era su cabello, cuyo enredo empeoró bajo el gorro que había usado para esconderlo. Esa mañana su despertador no había sonado y apenas le dio tiempo para cambiarse ropa y correr a clases.

–Ya dije que no, Pheebs–Continuó.

–¿Por qué no?

–No me agrada la idea y ya

–Por favor, dales una oportunidad ¿qué es lo peor que podría pasar?

–Que terminemos alimentando parásitos

–¡No puedes decirlo en serio! Apenas has compartido con Edith, no sabes cómo es... y Nadine y Lila son buenas estudiantes

Helga no tenía problema con las últimas dos, pero sabía que sonaría como una loca si le decía que no quería cerca a Edith. Llevaba un tiempo vigilándola. Primero porque le pareció oír mal, pero comenzó a ponerle atención y ya había descubierto algunas contradicciones sutiles en sus conversaciones, del tipo que la gente utilizaba para agradar a todo el mundo sin comprometerse. Eso le asqueaba. También notó que se distraía con facilidad en clases y que parecía que ni siquiera le importaba. ¿Para qué se iba a unir ella a un grupo de estudio entonces?

–Ya tomé una decisión. No es una democracia–Concluyó.

Helga regresó al salón molesta, seguida por su amiga que dejaba escapar suspiros de frustración.

Llegaron cuando ya había sonado la campana y al siguiente descanso se separaron para ir a clases en salones distintos, así que no tuvieron otra oportunidad de hablar antes del almuerzo.


...~...


–Helga no puede tomar esa decisión–Se quejó Arnold.

Comían en una de las mesas en el patio de la escuela y Phoebe acababa de contarles sobre la conversación que tuvo con su amiga.

–Bueno, viejo–Añadió Gerald, mirando con asco el almuerzo de ese día, levantando la cuchara todo lo posible hasta que el misterioso guiso se separara–, te acabas de meter en un problema

–¿Por qué?

–Porque tú las invitaste, así que tienes hasta mañana para convencerla–dijo Gerald, al tiempo que apartaba su bandeja–. No querrás defraudar a las nenas–Concluyó alzando las cejas varias veces.

Phoebe cubrió sus labios mientras reía despacio.

–Oh, cállate–dijo Arnold, mirando su comida con el mismo desinterés que su amigo, pero decidido a no morir de hambre.– ¿Por qué Helga siempre tiene que complicar las cosas?–Se quejó.

–No lo sé–dijo la chica–, tal vez solo estaba de mal humor... intentaré preguntarle otra vez más tarde

–Te lo agradezco


...~...


Se suponía que Phoebe hablarían con Helga antes que fueran a Debate y Boxeo, respectivamente, pero el profesor se pasó del tiempo y cuando los dejó ir, todos corrieron a sus respectivos talleres.


En los camerinos, mientras se preparaban para la clase, Lila aprovechó que estaban solas para acercarse a Helga.

–Disculpa–dijo.

–¿Qué pasa, campirana?–Respondió la rubia, ajustando sus zapatillas.

–Quería saber si estás de acuerdo con que Edith, Nadine y yo nos unamos a su grupo de estudio

Helga levantó la vista.

–¿Por qué?–Quiso saber– ¿Phoebe te dijo algo?

–No desde esta mañana. ¿Acaso no te contaron?

Helga reflexionó, atenta a los gestos de su amiga. Por su actitud estaba segura de que Lila no sabía sobre la conversación que tuvo con Phoebe y por tanto no tenía idea de su negativa.

–Algo mencionó–Decidió decir–, pero si los demás ya aceptaron. ¿Por qué me preguntas a mí?

Helga realmente sentía curiosidad.

–No estabas ahí cuando lo hablamos. Eres parte del grupo y tu opinión también importa. Y aunque ahora nos llevemos mejor y me toleras, sé que no soy tu persona favorita, así que no quiero ser una molestia para ti

Helga tuvo que contenerse para no reír. Sí, Lila no era su persona favorita, pero "tolerar" no era precisamente la palabra que ella hubiera elegido.

–Siempre tan considerada–dijo con su tono sarcástico– ¿Por qué no hacen su propio grupo?

–Oh... bueno... Nadine cree que necesita ayuda. Y Arnold realmente alabó tus habilidades de redacción y eso definitivamente es algo que necesito mejorar... y, cielos, creo que sería más fácil estudiar con ustedes que ya tienen un sistema

Helga se puso de pie y se dirigió a la salida, girando uno de sus hombros como pre calentamiento.

–De acuerdo –dijo–, pueden estudiar con nosotros

–¿Lo dices en serio?

La rubia giró el otro hombro y abrió la puerta.

–Con una condición

–Dime

–Sígueme el paso en esta clase

–¡¿Qué?!

–Depende de ti

–¡Pero, Helga!

El instructor las llamó en ese instante.

–¿Aceptas el desafío?–Concluyó con una sonrisa, le dio la espalda y trotó hasta donde estaba el resto del grupo, al otro extremo del gimnasio.

Lila frunció el ceño y corrió para alcanzarla, dispuesta a negociar, pero antes que pudiera decir una palabra, les estaban dando instrucciones, que terminaron con un par de aplausos y un grito de "¡A trotar!" en la grave voz del instructor.

Esa parte era sencilla. El ballet le había dado a la chica resistencia suficiente para moverse por horas, así que no tuvo problemas en mantenerse cerca de Helga. Luego se puso frente a ella para cada sentadilla, salto, flexión, abdominal y plancha. Todo eso era apenas el calentamiento.

Pudo completar apenas las tres series tratando de mantener el ritmo de la rubia. Y cada vez que Pataki le dedicaba una de sus sonrisas despectivas, segura de que no lo lograría, Lila apretaba los dientes, dispuesta a probarle que estaba equivocada.

Después se ordenaron en fila y practicaron algunos movimientos y combinaciones, guiados por el ritmo de un silbato.

Al final de la clase, se separaron en parejas para practicar golpes y defensa, mientras el instructor paseaba corrigiendo a cada grupo.

Patty se dio cuenta que algo pasaba y mientras practicaban intentó hablar con la rubia.

–Oye, Helga–le dijo cuando le tocó defender.

–¿Qué pasa?–Respondió, esquivando un gancho.

–¿Sabes qué le pasa a Lila?–Se movió a su izquierda.

–¿A qué te refieres?–Se agachó y retrocedió.

–Te ha vigilado toda la clase–Dio un golpe directo que Helga detuvo sin problema.

–Le hice una pequeña apuesta–Giró rodeando a Patty.

–¿Sobre qué?–Esta vez ella detuvo un golpe.

–Tonterías–Se encogió de hombros.

–Parece que es serio para ella

–¿Tú crees?

Helga pretendía que no le importaba, pero la observaba de reojo. Lila llevaba un rato con una respiración ruidosa, forzándose a mover su cuerpo y manteniendo los ojos cerrados más tiempo del necesario cuando pestañaba. Era evidente que se estaba sobre exigiendo, pero parecía no querer abandonar.

–Terminó la clase ¡Bien hecho, chicas!–dijo el instructor–. En especial usted, señorita Sawyer, puso mucha energía hoy, la felicito

–Gracias–Logró decir Lila, antes de dejarse caer al suelo, respirando agitada.

Helga se le acercó.

–Guau, realmente te esforzaste–le dijo y no pudo resistirse a darle un par de palmadas en la cabeza, pero Lila la apartó con torpeza.

–No seas... –Inhaló, exhaló y volvió a inhalar antes de continuar–condescendiente...

Lila parecía enfadada y para Helga eso era interesante. Jamás había imaginado que ella pudiera enojarse por algo. ¿Qué era lo que le molestaba? ¿La forma en que le habló? ¿Pensar que había fallado la apuesta?

–¿Por qué es tan importante?

Lila tomó aire y la miró.

–Porque-me-diste-una-oportunidad

Helga exhaló un amague de risa, pero no era despectivo.

Lila la miró confundida y luego con sorpresa cuando Helga se agachó junto a ella, tomó su brazo, lo pasó por sobre su hombro y la sujetó por la cintura.

–¿Q-qué haces?–dijo nerviosa.

–Vamos

La rubia la ayudó a ponerse de pie y sin soltarla la acompañó hasta los camarines. Lila se dejó caer en una banca. Helga se sentó junto a ella y le ofreció una botella de agua, que la pelirroja bebió por completo sin detenerse.

–Gracias– dijo.

–Pueden estudiar con nosotros–Aceptó Helga, sin mirarla.

–Pero no cumplí... no estoy a tu nivel

–Fue suficiente con que aceptaras y respeto que tuvieras el compromiso de seguir hasta el final

Helga le sonrió.

Lila notó que su pulso seguía acelerado.

–Así que–Continuó la rubia–dile a las chicas que mañana nos encontramos en la biblioteca al final de las clases. Y cumplan con su parte, o no dudaré en sacarlas

En ese momento se desocupó una de las duchas y Helga se apartó tomando su bolso para ir a bañarse.

Lila se quedó pensando qué había sido todo eso. Todavía le costaba respirar y era consciente de la sangre en su rostro.


...~...


Después de la práctica de baseball, Gerald regresó a la escuela para ir por su novia.

Arnold estaba demasiado cansado para acompañarlo y se dirigió a casa. Al llegar a una esquina estuvo a punto de producirse uno de sus clásicos choques con Helga, pero de alguna forma los dos lograron detenerse a tiempo, aunque para él fue demasiado cerca y no podía pensar bien, agobiado por la cercanía de la chica, su aroma y la calidez en sus mejillas que le produjo el repentino encuentro.

–¿Qué hay, cabeza de balón?–dijo ella, apartándose un poco, mientras miraba el tránsito con atención.

Arnold de inmediato notó que parecía de buen humor y eso lo animó.

–Hola, Helga, ¿qué tal estuvo la práctica?–Respondió con una sonrisa.

Ella lo pensó unos segundos.

–Diría que interesante–Comentó– ¿Qué tal la tuya?

En ese momento el semáforo cambió y cuando Helga se movió, él la siguió.

–No tan mala como el entrenamiento doble del sábado–Comento el chico.

–¿Por qué tuvieron entrenamiento doble?

–Porque durante la semana más de la mitad se ausentó por los exámenes

–Pero Gerald y tú fueron todos los días ¿me equivoco?

–No. Y no solo nosotros, varios chicos de otras clases también asistieron, pero el entrenador nos dio una larga charla sobre el trabajo en equipo y el compañerismo. Y bueno... todos estábamos obligados a quedarnos

–Supongo que la vida no es justa

–A veces no lo es–dijo sin perder su entusiasmo.–, pero el entrenador compró pizza para todos y comimos en el parque, así que supongo que estuvo bien

–Siempre viendo el lado positivo–murmuró ella rodando los ojos.

–Alguien tiene que hacerlo

Los dos rieron despacio. De pronto Arnold notó que Helga no se dirigía a casa.

–¿A dónde vas?–Quiso saber.

–A la biblioteca–Contestó distraída.

–¿Puedo acompañarte?

–Supongo que ya lo estás haciendo–dijo ella, mirando hacia atrás de reojo, porque se alejaban de la calle de Arnold.

–Oh, cierto...

–Pero sí, puedes ir conmigo, cabeza de balón–dijo ella con una media sonrisa.

Eso le confirmaba al chico que su amiga no iba a una cita. Aunque la teoría que tuvo la semana anterior sobre su rompimiento se desvaneció cuando Helga no apareció para almorzar con ellos el miércoles ni el viernes.

Concluyó que solo estuvo más estresada de lo que quería reconocer con todo ese asunto de los exámenes. ¿Sería por tener que llenar los zapatos de Olga? ¿Sus padres estarían orgullosos de ella? Deseaba que lo estuvieran. Arnold sabía que la inteligencia de Helga era digna de admiración, pero también sabía que los padres de su amiga no eran precisamente atentos con lo que tuviera que ver con ella.

–Ey, Arnoldo, te hice una pregunta–dijo la chica, chasqueando sus dedos delante de su rostro.

–Oh, lo siento... estaba distraído

–Nunca cambiarás–Helga rodó los ojos, pero lo miró con una sonrisa.

–Lo siento ¿Qué me decías?

–Yo... –El tono de su voz se volvió más amable.–sólo preguntaba que cómo están tus abuelos

–Oh, están bien...

Arnold le habló con alegría sobre su familia. Su abuelo sano y fuerte como siempre. Su abuela, enérgica y un poco más caótica de lo regular.

Ella disfrutaba cada vez que él le contaba sobre la excéntrica, pero adorable vida de La Casa de Huéspedes. Siempre le pareció divertido e interesante. Además, el chico parecía contento en esos momentos y verlo sonreír así la llenaba de una calidez que no conocía con nadie más.

Incluso si solo lo veía como amigo.

Le gustaba que fueran amigos.

Los dos jóvenes vieron a Steve sentado en el portal de la biblioteca, esperando. Helga hizo rápido la transacción, disculpándose por tener dinero solo para dos de los tres discos que le encargó, pero el chico le regaló el último "por ser una de sus compradoras más leales" bromeó.

Se despidieron y ella se alejó guardando todo en su mochila.

–Así que siguen haciendo negocios–dijo Arnold cuando estuvieron al final de la calle.

–Es un buen proveedor de artículos ilegales–dijo ella, mirándolo con malicia.

–Supongo que sí–Contestó Arnold con una risita– ¿Y qué compraste?

Helga mencionó los nombres de las bandas y como él no las conocía, ella explicaba a qué otras bandas se parecían, comparando el estilo, las guitarras, las baterías y las voces, hasta que el chico pudo hacerse una idea.

Cuando ella hablaba de cosas que le gustaban, como Wrestlemania, Boxeo o ese tipo de música, parecía genuinamente contenta y tenía un brillo especial en su mirada. Y Arnold disfrutaba esos instantes, hasta que notaba cómo su corazón latía por ella.

Antes de pensarlo ya estaban por llegar a la esquina donde cada uno tomaba su propio camino. El chico contempló el suelo un minuto, notando cómo sus sombras se alargaban.

Reunió el valor y la miró con decisión.

–Helga–dijo–, quería hablar contigo

–¿Sobre qué?

Ella se asustó. No quería decirle nada personal y era consciente de haberlo preocupado con su actitud de la semana anterior.

–Sobre el grupo de estudio–dijo Arnold.

La chica de inmediato se tranquilizó.

–Oh, sí, ya hablé de eso con Phoebe–Contestó con indiferencia.

–Lo sé

–¿Cómo...?

–No puedes decidir por los demás si las chicas se unen o no–Continuó Arnold, con el ceño fruncido.

–Pero...

–Phoebe, Gerald y yo estuvimos de acuerdo en que son bienvenidas–La interrumpió.

–Escucha...

–Pensé que te llevabas mejor con Lila

–Así es...

–Y entiendo que antes le tuvieras celos cuando ella me gustaba y tú... bueno... ya no importa

–¿Crees que es sobre ti?

–¡No! Creo que es sobre Lila, pero ahora que sales con Brainy no debería ser un problema

–¡Alto ahí!–Helga se congeló en el pavimento.– ¿Qué-fue-lo-que-dijiste-camarón?–Añadió, apretando los puños y los dientes.

Solo entonces Arnold cayó en cuenta de que había hablado sin pensar.

–Oh... yo... lo siento

–¡LO SABÍAS! ¿Desde cuándo lo sabes? Voy a matar a Geraldo

–¿Qué? ¿Gerald lo sabe?

–¿No fue él quien te lo dijo? ¿Cómo demonios te enteraste? ¿Quién más lo sabe?

–¿Por qué le dijiste a Gerald y no a mí?

–En primer lugar, Arnoldo–Lo sujetó del cuello de la camisa y levantó su puño.–, eres tú quien me debe explicaciones

–Los vi en el cine durante el verano. Ni siquiera lo he comentado con Gerald, no sabía que él lo sabía

–¡NOS VISTE!

Helga lo soltó, se apartó y se cubrió el rostro con la palma extendida. Estaba frustrada y molesta.

–Y yo esforzándome por ocultarme

–¡Lo siento

–Entonces... en el picnic... –Lo observó.– ¡Tú sabías que iba a verlo! ¡ERES UN...!

–¡Lo lamento! No quería...

–¿No querías qué? ¿Incomodarme? ¿Molestarme? ¿Ponerme paranoica? Porque sí, lo hiciste

–Bien... lo acepto, quería molestarte. Fuiste mala conmigo POR AÑOS, así que por un momento pensé en devolverte un poco de tu propia medicina, pero... pero después...

«Después me di cuenta que estaba celoso de verte con él.»

«Y que quería ser yo quien te besaba.»

«Y que me sentía como un ser humano horrible por haber hecho algo así...»

–¡Eres terrible!–continuó ella.

–Lo siento... en serio, Helga ¡Sabes que no soy así!

–¿Así cómo?

–No me gusta molestar a otro ni hacer bromas pesadas

–¿Qué no? Como si hubiera olvidado cuando me arrojaste a la piscina

–¡Eso fue tu culpa! ¡Te lo merecías!

–Te lo concedo, pero acéptalo, Arnoldo, puedes rebajarte a mi nivel

El chico la observó. Era una de las razones por las que todo era tan complicado con Helga, porque ella de alguna forma ella tenía el poder para arrastrarlo a ese punto.

–Está bien, sí, lo hice. Vi una oportunidad de vengarme y la tomé ¿Y qué? ¿Eso me vuelve mala persona?

–¿Eso piensas de mí?

Los dos se quedaron en silencio.

Arnold deseaba gritar que claro que sabía que ella no era una mala persona, que solo actuaba como si lo fuera y que incluso cuando pretendía serlo a él le... gustaba.

Y admitir algo así parecía ser la peor idea del mundo.

Helga sabía que esas palabras sonaron tan heridas como ella se sentía en ese instante.

«Claro que sí»

«Soy una mala persona»

«Solo juego con la gente, la lastimo...»

–Tienes que guardar el secreto–Ordenó Helga, cansada tanto del silencio entre ellos como del ruido en su cabeza.

–Sabes que lo haré–Contestó él con tristeza.

Logró guardárselo por semanas ¿Por qué fue tan idiota de decirlo en ese momento?

–Jú-ra-lo

–Lo juro–dijo, resignado–. Y prometo no volver a molestarte de ninguna forma. No me gusta ser así. No sé por qué...

«Miento.»

«Sé exactamente lo que pasó»

«Y me odiarás por siempre si lo admito...»

–En serio lo lamento–Continuó Arnold.–. No quería hacerte enfadar. Yo solo... Helga, por favor, perdóname

Ella ni siquiera lo miró.

–Di algo, te lo ruego. Hace un rato estábamos bien. Sé que muchas de las cosas que hago te molestan y que mucho de lo que soy te molesta, pero sabes que jamás haría algo para lastimarte. Eres...

«Eres hermosa...»

«Eres interesante...»

«Eres lo único en mi cabeza...»

–Eres importante para mí

Helga lo miró de reojo.

«¿Qué significa eso?»

«¿Por qué sería importante para ti, tonto cabeza de balón?»

–Claro que no, no tienes que mentir–dijo ella, evadiendo su mirada.

–Helga, te conozco de toda la vida y siempre has sido una persona difícil–Continuó él y la vio fruncir el ceño, lo que lo hizo sonreír.–, pero me agradas. Eres lista, no tienes miedo de decir lo que piensas y admiro tu fortaleza. Pero es como... como si no pudiéramos ser amigos sin que pase algo malo... y siento que de algún modo siempre es mi culpa. Lo arruiné en las montañas, lo arruiné cuando te seguimos y lo acabo de arruinar ahora. Estar cerca de ti...

«Me confunde»

Pero Helga no estaba escuchando. Quería escapar lejos, como aquella vez.

«Cálmate.»

Los latidos dolían.

«Es San Arnoldo, no le dirá nada a nadie, no revelará tu secreto, jamás ha revelado tus secretos y es tan bueno como tú para fingir... han pretendido tantas cosas por años... una más...»

Quería golpearlo.

«¡Que te calmes!»

Cerró los ojos un momento y se abofeteó a sí misma.

Arnold se sobresaltó.

–Ampliaremos el grupo de estudios–dijo la chica, con un aire completamente indiferente.

–Helga... ¿Estás bien?

–Claro que sí

–Pero acabas de...

–Necesitaba ordenar mis ideas, a veces hago eso–Se encogió de hombros evitando su mirada.–. Ahora déjame en paz, soy una persona ocupada

–¿Estás enfadada?

–No. Nos vemos mañana

Helga se alejó para irse a casa.

Arnold se quedó mirándola hasta. ¿En serio no estaba enojada? Imposible.

Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando ella desapareció de su vista.

Descubrió la razón al día siguiente después de clases.

Gerald y él fueron los últimos en llegar a la biblioteca. Las chicas ya estaban ahí. Phoebe le guardó un espacio a su novio, frente a ella estaba Edith, luego Nadine y Lila. Frente a ella Helga y junto a ella un integrante más: Brainy.

–Bueno, chicos–dijo Helga, dedicándole a Arnold una sonrisa triunfal–. Ya que está todo el grupo, ¿empezamos con la tarea de matemáticas?