Helga intentó volver a boxeo el lunes de la semana siguiente, pero el entrenador la envió a una banca y como el miércoles supuso que se repetiría la situación, decidió que bien podía faltar y acompañar a Phoebe al parque para ver practicar al equipo de baseball.
Mientras observaban a los chicos y Phoebe le contaba sobre sus planes de acción de gracias, Helga entendió que se sentía agradecida de que su pequeña amiga no la interrogara sobre Arnold, la relación o cualquier detalle. Solo le preguntaba de vez en cuando si las cosas iban bien y luego ignoraba el tema por completo, por lo que Helga podía respirar tranquila cerca de ella.
Esa tarde los cuatro pasaron a comer unas hamburguesas y aunque trataba de ignorar la idea, notó que Arnold parecía nervioso. Evitó de todas las formas posibles quedarse a solas con ella hasta el final del día, cuando se despidieron de sus amigos. Entonces la chica llegó a la única conclusión obvia y no dudó en adelantar lo inevitable.
–¿Qué pasa, cabeza de balón? ¿Ya decidiste terminar conmigo?–dijo, tratando de ahogar la tristeza.
–¿Qué? ¡No! ¿Por qué piensas eso?–Contestó él, sorprendido.
–Porque parece que quieres decir algo y no sabes cómo hacerlo, uf–rodó los ojos.
–Tienes que dejar de esperar lo peor de todo–Arnold la miró molesto.–. Quería invitarte a pasar la cena de Acción de Gracias con mi familia... aunque la abuela cree que es cuatro de julio, así que es un poco raro y algo incómodo y entendería si no quisieras ir... además, creí que era algo tonto, ya debes tener planes
–Iré, si es lo que quieres. No me fascina la idea de pasarlo con Olga y su matrimonio perfecto, con su casita perfecta, hablando de su trabajo perfecto y de sus perfectos planes con Derek–Hizo un gesto de asco.
–Entonces ¿es un sí?
–¿A qué hora quieres que llegue?
–A las cuatro está bien
–¿Tengo que llevar un disfraz?
–No, pero probablemente te pasarán uno, solo sigue el juego ¿sí?
–Claro
–Y Helga
–¿Sí?
–Gracias
...~...
La cena en casa de Arnold fue divertida, a la chica le gustó salir de lo habitual. Los abuelos y los huéspedes la recibieron sin problema. Le hacía gracia que por más que Arnold la corrigiera, la abuela seguía llamándola Eleanor. Todos ahí sabían que estaban saliendo, pero nadie hizo comentarios incómodos, excepto el extraño señor Kokoshka, que intentó venderle secretos sobre Arnold por un dólar cada uno, hasta que su esposa lo arrastró de una oreja, disculpándose con ella.
La dinámica de esa casa era una locura. Incluso el cerdo mascota del chico parecía involucrado en los juegos, pero a nadie parecía molestarle. Helga disfrutó mucho tener esa oportunidad. Y respecto a la comida, no podía quejarse.
...~...
Cuando el hombro de Helga sanó y pudo volver a entrenar, Gerald sugirió una cita doble en los arcades. Extrañaba competir con Pataki en los videojuegos.
Esa tarde de domingo resultó agradable. Pero también había otros chicos de la escuela, así que los rubios tuvieron que evitar toda muestra de afecto evidente, lo que no impidió que Arnold aprovechara cualquier excusa para acariciar las manos de Helga, o sujetarla por la cintura o los hombros cuando había poco espacio, incluso la abrazó para sacarla del camino cuando un grupo de chicos pasó cerca y la soltó de inmediato antes que pudiera regañarlo, con una sonrisa y disculpándose.
A ella le parecía increíble lo consciente que él estaba de todos sus problemas, miedos y necesidades. ¿No se le hacía agotador? Siempre sonreía, siempre estaba atento, no se enfadaba, ni la criticaba y Helga trataba de ignorar ese tic tac en el fondo de su cabeza, sabiendo que tarde o temprano la bomba explotaría.
...~...
Así pasó un mes desde que empezaron a salir y cada día era más evidente para los demás que algo estaba pasando entre ellos. Helga agradecía que Rhonda no siguiera en la escuela, porque definitivamente ya habría corrido el rumor.
Durante una de las prácticas Lila le comentó un par de veces de que notaba que su relación con Arnold había mejorado, pero no le preguntó más a ella. Con Arnold, en cambio, fue mucho más directa y él asintió en silencio pidiéndole guardar el secreto.
Cuando Patty pudo hablar con ella a solas, directamente dijo que se alegraba de que al fin estuvieran juntos y Helga no pudo negarlo en su cara.
La rubia habló al respecto con Arnold y él le contó que Lila lo había adivinado, así que decidieron que lo harían público al volver del receso de invierno.
–Sé que esto va a molestarte–dijo Helga–, pero cuando Brainy y yo dejamos de salir quedamos en buenos términos... y me gustaría que se enterara por mí–Cerró los ojos frente al espejo.–. Suena patético, Helga, como si le pidieras autorización–Se abofeteó el rostro y abrió los ojos.–. Al carajo, no pasa nada si le digo ¿no?
Sentía que tenía que hacerlo. Pensó en escribirle una nota en clases, pero decidió que era cobarde, así que lo invitó en donde solían verse, el sábado durante la mañana.
Helga llegó después que él, lo que le sorprendió, porque aún faltaban diez minutos para la hora acordada.
–Hola, fenómeno–dijo al acercarse.
Se sentó sobre el respaldo de la banca, junto al chico, que se quitaba los audífonos.
–¿De qué querías hablar?–dijo él, con una sonrisa afectuosa.
–En verdad esperaba que lo hubieras adivinado
–Oh, lo sé, lo noté de inmediato
–¿Es tan obvio?
–Noto todo lo que te pasa
–Ahora suena aterrador
–umh... lo siento
–Es broma
Brainy miró el suelo, jugando con sus pies. Helga sonrió, mirando la distancia.
–¿Salir con él te hace feliz?–dijo de pronto el chico.
–Terriblemente
Hubo un silencio incómodo.
–Umh. Helga... emh... ¿Por qué decidiste contarme?
–Pensamos... decirle a los demás... y dado nuestro historial, pensé que era correcto que lo supieras por mí. No tengo muchos amigos–Se encogió de hombros –. Y pensé que podía contar contigo si necesitaba un consejo algún día
–Gerald es mejor opción
–El cabeza de cepillo no sabe lo que es tener una obsesión con alguien–Suspiró.
–emh... umh... Gracias, Helga
Luego de eso Brainy le ofreció un audífono y se quedaron contemplando el paisaje. Cuando la nieve comenzó a caer Helga acomodó el gorro de su abrigo. Casi media hora más tarde se despidieron.
Ella fue al centro comunitario para encontrarse con Phoebe y esperar a los chicos para salir a almorzar. Hablaron sobre sus planes para las vacaciones y las fiestas. Helga, para variar, no estaba emocionada por hacer nada con su familia y como Phoebe volvería a la montaña con sus padres, Arnold consideró que a Gerald y Helga podían pasar la navidad en su casa.
...~...
Una de las últimas clases antes del receso de Navidad, la maestra les dio tiempo de estudio libre mientras corregía exámenes. La mayoría solo se distraía y charlaba.
–¿Y si adelantamos lo de la sesión de estudio de hoy?–dijo Gerald.
–Puede ser–comentó Phoebe.
–Sí, me parece bien–Añadió Arnold.
Helga revisaba sus apuntes concentrada, pero asintió. Los chicos acomodaron sus sillas, invitando a Nadine y Lila a unirse al grupo, así que las chicas acercaron sus pupitres.
Unos veinte minutos más tarde alguien llamó a la puerta.
–¿Qué hace aquí, señor Johnson?–dijo la maestra, molesta por ser interrumpida.
–Vengo por Pataki, asuntos del periódico escolar–dijo el joven, serio.
–Señorita Pataki–dijo la maestra en voz alta.
–Ya voy–La chica se puso de pie y se acercó a la entrada.
–Lleva tu bolso, esto tomará tiempo–dijo el chico.
–De acuerdo
La rubia regresó a su puesto y tomó su mochila.
–Bueno, chicos, supongo que nos vemos mañana–Respondió ella, luego miró a su amiga.–. Pheebs, ¿puedo pasar a tu casa a revisar la tarea?
–Me temo que ya hice otros planes, Helga
–Puedes pasar a mi casa–dijo Arnold–. El señor Hyunh hará galletas
–Gracias, cabeza de balón, lo consideraré
La chica salió del salón y siguió a Joshua por los pasillos.
–¿Qué pasó?–Quiso saber.
–Oh, nada, siempre hacemos esto
–¿Qué cosa?
–Ya verás–Sonrió misterioso.
La sala de prensa estaba a oscuras cuando llegaron, pero al fondo estaba la luz del computador donde Siobhan trabajaba.
–¿Estamos todos?–Preguntó la chica desde atrás de la pantalla.
–Sí–Comentó Hellen.
Entonces alguien encendió la luz. Sobre la mesa principal se extendían varias bandejas de comida.
–¿Qué es esto?–Preguntó Helga.
–Nuestro banquete anual–dijo Gracia, con una sonrisa.
–¿En serio? ¿Los otros clubes hacen esto?
–No, solo nosotros–Añadió Zhang con orgullo.
–Gracias a que es un encanto con la señora de la cafetería, nos envían toda la comida que quedó del almuerzo de hoy, ya que mañana no hay almuerzo y cerrarán por dos semanas
–Me saqué la lotería–dijo Helga, tomando asiento.
Un par de chicos ponía algo de música en la computadora, no demasiado fuerte.
Joshua se sentó junto a Helga, al otro lado Gracia. Los demás se distribuyeron en la mesa, charlando y compartiendo.
Así se les pasó el resto de la tarde. Al final todos cooperaron para limpiar. Helga, Joshua y Zhang llevaron los platos de regreso a la cocina y ayudaron a lavar. En consecuencia, fueron los últimos en irse de la escuela.
–Bueno–Helga se estiró.–, estuvo genial, solo odio lavar platos
–No fue tan terrible–dijo Joshua.
–Nos vemos el próximo año–dijo Mike Zhang, haciendo señas con la mano para irse corriendo hacia la parada del autobús.
–¿En qué dirección vas, Pataki?–Pregunto Joshua.
–No es asunto tuyo–Respondió la chica por costumbre.
–Solo intento ser amable y acompañarte–dijo.
–¿Por qué?
–Porque es tarde y porque eres una chica
Helga caminaba distraída, mientras el chico la seguía.
–¿Y tú por donde vives?–dijo ella de pronto.
Joshua le dio indicaciones. Era cerca de la Casa de Huéspedes.
«Arnold...»
–Necesito ir a casa para recoger algo y luego iré donde un amigo, es cerca de donde vives, así que si quieres acompañarme... supongo que está bien
–Vamos–Joshua se encogió de hombros.–. No tengo nada mejor que hacer
Al pasar frente a una tienda, Helga se quedó mirando el aviso de las próximas peleas de Wrestlemania. Joshua le preguntó al respecto y terminaron hablando de lo que se transmitió esa semana. Helga cayó en cuenta que seguían a los mismos luchadores y hasta tenían los mismos movimientos favoritos.
Realmente era agradable pasar el rato con él y aunque el tiempo que llevaban compartiendo en el periódico era suficiente para considerarlo un amigo, no estaba segura de contarle sobre su relación con Arnold y al mismo tiempo se preguntaba si debía hacerlo, es decir, el chico había dicho que le parecía atractivo el cabeza de balón. ¿Acaso era su amigo para acercarse a él? ¿O era algo genuino?
Poco antes de llegar a la casa de Helga, un par de chicos de último año saludó a Joshua desde la otra vereda y él les respondió con un gesto. Eso la sacó un poco de sus dudas.
–Puedes dejarme aquí si quieres ir con tus amigos–dijo Helga.
–Está bien, no planeaba ir con ellos
–¿Por qué eres tan amable?
–Ya te dije, me agradas... y eres de las pocas chicas que no me teme
–¿Y por qué temería?
–Ya viste a mis amigos
–Sí, tienen fama de ser unos imbéciles
–Por eso
–Bueno, grandote... tampoco es que yo tenga mucha mejor fama
–Lo sé, Pataki, precisamente por eso creo que ninguna otra chica de la escuela se arriesgaría a ser mi amiga
–Deberías buscarte mejores amigos
–¿En último año? Imposible
Helga rodó los ojos.
Llegaron frente a su portal y la chica se alarmó al ver las luces apagadas.
«Miriam debería estar en casa.»
–Espera aquí, vuelvo en un minuto–dijo.
Abrió la puerta notó un silencio pesado. El televisor en la sala y la radio en la cocina tampoco emitían sonido alguno.
Encendió la luz del pasillo y junto al teléfono vio una nota escrita a prisa con la letra de su madre. Respiró profundo, arrugó la hoja y volvió a salir.
–Gracias por tu compañía, cambio de planes. Tengo que irme–le dijo a Joshua, que seguía en la entrada
–¿Está todo bien?
–No, definitivamente no–Apretó los párpados un segundo.–. Tengo prisa, adiós
Helga corrió rumbo a la parada de autobús. Por suerte le servía el primero que pasó. Miraba las calles tratando de no pensar en nada, obligándose a ahogar la multitud de posibilidades. Revisó la dirección en la nota. Preguntó a una señora mayor cerca de ella. Faltaban dos paradas. Bajó y nuevamente corrió hasta su destino.
Cuando entró al edificio se acercó a la recepción y luego de hacer unas preguntas, se dirigió al lugar donde estaba su familia. En la puerta tomó aire y se preparó para entrar. La escena era más impactante de lo que esperaba.
Olga estaba acostada en la cama, un suero en su brazo, una máquina de monitoreo con pulsaciones estables, pero lentas. El llanto fue tanto, que el único rastro de rímel eran manchas ligeramente grises que se oscurecían hacia su mentón por donde las lágrimas cayeron.
Miriam estaba sentada junto a ella, acariciándole la mano. Bob estaba de pie, acariciándole la cabeza.
–¿Dónde estabas, niña?–dijo Bob–. Tu hermana te necesita–Añadió.
–En la escuela–Respondió Helga con indiferencia, acercándose con cuidado, por el lado opuesto de la cama–. Olga... ¿estás despierta?
–Está sedada–contestó Miriam–. Tuvieron que hacerlo para que descansara. No podía dejar de llorar
–¿Qué pasó?
La madre se limitó a negar.
«¿Dónde está Derek?»
«Es su maldito esposo»
«¿Por qué no está aquí?»
«Lo golpearé por esto...»
Helga sabía que debía calmarse.
Tomó la mano de su hermana, intentando confortarla incluso en su inconciencia. Miró con atención. En los brazos de la chica había moretones. ¿Cómo fue que pasó eso?
La puerta se abrió otra vez y pudieron ver la silueta de Derek en el umbral. Charlaba con un médico. Helga decidió esperar que el profesional se fuera para discutir con él, sorprendida de que Bob no le estuviera gritando.
Se puso de pie y aprovechó que el médico se dirigió a sus padres para echar un vistazo en las hojas que llevaba:
»Paciente: Miller, Olga
Estadociviledadtipodesangreetc
Diagnóstico: Politraumatismo leve por accidente doméstico...
blablabla...
Procedimiento por aborto espontáneo incompleto«
Helga abrió los ojos enormes y entendió la situación de inmediato. No sabía si su hermana planeaba tener hijos tan pronto, pero definitivamente perder un embarazo por un accidente sonaba como algo horrible.
Conociendo a Olga, había planeado anunciar el embarazo en la próxima festividad.
–Gracias, doctor–dijo Derek con aflicción.
El médico le dio la mano a él y Bob, luego hizo un leve gesto con la cabeza a Miriam y a Helga y se retiró.
–Olga estará bien. Probablemente despertará por la mañana–Explicó a los padres.–. Ah, hola, Helga–dijo –. No sabía que habías llegado.
–Vine en cuanto me enteré–Respondió la chica, sin dejar de mirar a su hermana–¿Qué pasó?
–La encontré a los pies de la escalera cuando llegué del trabajo–dijo él y ahogó un puchero –. Ella... estaba embarazada...
El impacto en el rostro de sus padres hizo que a Helga le doliera el pecho.
–Estábamos... emocionados...–Derek tomó aire.–. Queríamos contarles en la comida de Navidad–Escondió su rostro, llorando.
Bob se levantó y le dio unas palmadas en la espalda.
–Son jóvenes, pueden volver a intentarlo–dijo, tratando de mantener la compostura, pero Helga notó que se su mandíbula temblaba. Su primer nieto o nieta, perderlo antes de siquiera saber que podría haber existido.
–La dejarán hospitalizada unos días para observar su evolución–continuó Derek–. Tengo que... desarmar la habitación del bebé... Olga no lo soportará
–Sí iré el sábado a ayudarte con eso–dijo Bob.
–Puedo ir mañana–Se involucró Helga.
–Tienes escuela–dijo Miriam.
–No importa–Apretó la mano de Olga y sintió que ella le apretaba la mano de vuelta –. No pasa nada porque falte un día
–Gracias, cuñada–dijo Derek.
Luego los cuatro se quedaron en silencio alrededor de Olga, hasta que una enfermera les informó que el horario de visitas terminaba.
Derek había llegado en su propio automóvil, un modelo de ese año que compraron vendiendo el viejo auto de Olga y el de él. La familia Pataki se fue en el suyo. El viaje fue silencioso. Helga miraba la ventana, sin dejar de pensar en el estado de su hermana.
Cuando llegaron a casa subió directo a su habitación. Nadie tenía hambre. Sus padres ni siquiera abrieron la boca más que para anunciar que iban a dormir.
Helga se quedó mirando el techo, escuchando un disco de Foo Fighters. Pensó en lo egoísta que fue. El papel que le dejó Miriam seguía arrugado en su bolsillo.
»Olga está en la unidad de cuidados intensivos«
Con el nombre y la dirección del hospital.
Al leerlo, reaccionó rodando los ojos y preguntándose qué estúpido drama tenía ahora su hermana, aunque muy en el fondo la angustia se apoderó de ella.
Olga la quería, incluso si no era mutuo, ni era de la forma en que Helga deseaba que la quisiera, su hermana siempre la quiso. La mayor siempre intentó acercarse y, aunque no pudieran entenderse, reconocía cualidades en ella.
Rodó sobre la cama, boca abajo, ahogando un grito de rabia sobre su almohada.
Olga ¿estaría emocionada por ser madre? Definitivamente le gustaban los niños.
Creo que serías... una gran madre
Helga se preguntó si lo que dijo aquella vez influyó en la prisa por el embarazo. ¿Fue planeado o un descuido? No tenía idea, jamás escuchó los planes de vida de su hermana, ni cómo iban cambiando con el tiempo, mientras no le influyera, era fácil ignorarla. Pero la veía, Helga sabía de la presión que Olga tenía sobre sí misma, de cómo cada falla la derrumbaba, de cómo se exigía a puntos irrisorios, aunque estaba muy por encima de los demás. Tal vez estaba colapsando y ese accidente fue una alarma.
Debía dormir, porque al día siguiente había trabajo que hacer. Se dio cuenta de lo tarde que era y de pronto recordó que había prometido pasar a la casa de Arnold. Ya no podía llamarlo. Cerró los ojos, frustrada. El cabeza de balón entendería, tenía que entender.
Se levantó temprano, porque casi no durmió. Cuando Bob y Miriam bajaron se encontraron con un desayuno simple en la mesa: huevos revueltos, tostadas y café.
–Hija... –Comenzó a decir Miriam.
–Buenos días–dijo la chica, con tono neutro.–. Coman–Ordenó.–. Será un día largo
Se levantó de la mesa lavando su plato y taza, para subir a bañarse.
Los adultos se miraron entre sí. La niña nunca actuaba así, pero la situación de Olga los impactó a los tres de forma distinta, así que no lo cuestionaron. Solo comieron, en silencio, con semblante agotado y ojeras marcadas por la falta de sueño.
Cuando Helga bajó, ordenó la cocina, mientras Miriam terminaba de arreglarse para el trabajo y Bob cargaba algunas herramientas en su auto. Cuando sintió el motor, Helga se asomó a la ventana.
–Un minuto, Bob–dijo.
Miriam bajó la escalera y salió por la puerta principal. Helga la siguió.
–Nos vemos en el hospital–dijo la mujer.
Helga asintió, abrazándola y de pronto su madre pareció más pequeña. Quiso contenerla, por alguna razón.
–Vamos, niña–dijo Bob, pero con un tono que no era despectivo, lo cual fue raro para los tres.
–Sí...
–Miriam, te llevo al trabajo–dijo.
–¿En serio?–dijo la mujer, sorprendida.
–Sí, queda de camino, sube
Las mujeres Pataki se miraron entre sí y ambas subieron al auto.
–Por cierto, hija–dijo Miriam cuando el auto ya estaba en la calle–. Gracias por el desayuno
–Como sea–dijo Helga, mirando por la ventana.
Luego de eso se hizo el silencio. Se despidieron de Miriam y Bob llevó a Helga a la residencia Miller, eran solo diez minutos de viaje.
–Llama a la oficina si saben algo–dijo Bob.
–Sí
–Y procura ir temprano al hospital
–Sí, iré con Derek cuando terminemos de desmontar la habitación
Bob asintió con un gruñido de aprobación. A la chica no se le pasó por alto que estaba conteniendo la tristeza.
–Papá, Olga estará bien, es una Pataki–Intentó consolarlo.
–Lo sé–Medio gruñó el hombre.
Helga bajó del auto y tocó el timbre, mientras Bob descargaba algunas de las herramientas. En cuanto Derek salió, los hombres se dieron un apretón de manos; el mayor señaló las herramientas y luego se despidió para ir a trabajar.
Helga ayudó a su cuñado a llevar las cosas dentro de la casa.
–¿Qué habitación?–dijo ella.
–La que está junto a la nuestra–respondió Derek.
Subieron en silencio. Todavía no montaban la cuna, pero ya estaba ahí y habían pintado con motivos infantiles de animales.
–Bien, esto parece fácil, pintura nueva, guardar los muebles en el garaje y fingir que nada ha pasado–dijo Helga.
–Sí–Corroboró Derek.
–Puedo hacerlo por mi cuenta, entiendo que puede ser difícil para ti
Derek la abrazó.
–Gracias, cuñada
–Sí, sí, no te emociones, esto lo hago por Olga–Lo apartó– ¿Queda pintura?
–En el garaje–Respondió él.
La chica bajó a buscar lo indicado y decidió ponerse manos a la obra. Mientras antes empezara, antes terminaría y pensaba que tal vez podía pasar a la escuela para hablar con Arnold de camino al hospital.
Pero el tono verde pastel no fue suficiente para ocultar los diseños de animalitos, así que habría que pintar varias capas. En la segunda Derek se unió a ayudarla, ahora que estaban borrosos, parecía menos doloroso.
Sorprendentemente a él le gustaba la misma música que a ella, así que se pasaron la mañana repasando las capas, escuchando rock y hablando de sus bandas favoritas.
Cuando estuvieron conformes, ya pasaba de la una. Bueno, su plan falló y el hospital quedaba en dirección contraria a la casa de Arnold. Tendría que esperar hasta más tarde para verlo.
...~...
–No puedo creer que te haya dejado plantado, viejo–dijo Gerald cuando él, su novia y su mejor amigo se dirigían a la salida de la escuela.
–Debió ocurrirle algo–dijo Phoebe–, tampoco suele faltar a clases
–Lo sé, Phoebe–dijo Arnold, con tristeza–, por eso estoy preocupado
–Lo mejor que podemos hacer es ir a su casa
Pasaron junto al grupo de Johnson, que les daba la espalda. Los tres captaron la conversación.
–Escuché que ayer acompañaste a casa a la chica del periódico
–¿Pataki? Ah, sí–Respondió Joshua, incómodo.
–¿Entonces lograste hacer tu movida?–dijo otro.
Arnold, Gerald y Phoebe se congelaron en ese instante, intercambiaron una mirada y contuvieron el aliento, atentos a la charla de los chicos de último año.
–¿Por eso llegaste tarde? ¿Te quedaste con ella en la cama?
–Ya les dije que mi relación con Pataki no es asunto suyo
–Por favor, amigo, sabemos que la chica es ruda, pero alguien grande y fuerte como tú puede domarla–Añadió el primero, flexionando sus músculos.
–Por eso no tienes novia, no puedes hablar de las chicas como si fueran ganado
–Sigues evadiendo la pregunta, Johnson
–Ya dije que no es asunto suyo–Claramente molesto.
–Vamos, pasan mucho tiempo a solas–Insistió un tercer chico.– ¿Nunca han hecho nada? Escuché que solo Sánchez y tú tienen llave de la sala del periódico
–Y dijiste que venías con ella los sábados, cuando no hay nadie más en la escuela
–Definitivamente no vienes porque te apasione el periodismo
Los otros chicos rieron.
Gerald puso su mano en el hombro de Arnold, que acababa de apretar el puño.
–Saben que necesito esos créditos–Intentó explicar Joshua.
–Y apuesto que ella te ayuda con tu trabajo de buena gana
–Son unos idiotas, no saben cómo es
–A mí me parece que te enamoraste, Johnson
–¡Claro que no! Pero si con esto me dejan en paz... ayer no había nadie cuando llegamos a su casa...
Los chicos celebraron dándole palmadas en la espalda.
Phoebe y Gerald se miraron entre sí, luego a Arnold. Helga no podía estar engañándolo, era imposible. Ese chico tenía que estar fanfarroneando. Pero el rostro abatido del rubio cambió de inmediato a la molestia y luego al temor. Pensó en confrontarlo, pero si lo hacía... tendría que revelarle que salían. Helga se enfadaría... y no respondería nada de lo que él necesitaba saber.
–Vámonos–Murmuró Phoebe, revelando en su tono que también estaba molesta e incómoda.
–Estoy de acuerdo–dijo Arnold.
