Podía sentir como el calor de los rayos del sol, bañaban en una cascada delicada su pálido rostro. Con los parpados cerrados con naturalidad, Hypnos se dejaba llevar por la tranquilidad de su estado; su respiración con un ritmo constante e imperturbable, la serenidad de su cabeza que divagaba en las oscuras penumbras de ese inmutable reino. Cada columna colocada sobre las sólidas estructuras a lo largo del solitario pasillo de ese peculiar lugar, lleno de un fantasioso vacío.
Por el contrario, estaba consciente que su cuerpo se encontraba colocado de manera tranquila sobre los vibrantes y verdosos pastizales que, junto con sus dispersos cabellos dorados, se dispersaban con el inocente jugueteo del viento.
Una parte de su consciencia encerrada en ese paisaje donde criaturas jamás existentes cobraban vida, donde el reflejo de su alma se materializaba cobijándolos en un manto de ensueño, donde sus más profundos y ocultos deseos cobraban de vida, llenándolos de satisfacción; así como de sus más terroríficos y nefastos miedos eran expuestos en pesadillas que les arrebataba el aliento.
Por otro lado, la otra parte de su consciencia permitía en su cuerpo, con la consciencia en su inmóvil cuerpo inmortal, que se quedaba expuesto a la intemperie; que la totalidad de su cuerpo se encontraba recostado sobre los vibrantes y verdosos pastizales que bailoteaban con el pasar de la fresca brisa.
Podía sentirlo, como se colaba entre sus dispersos y dorados cabellos, dejando que bailaran inquietos al ritmo de un rebelde viento.
—¡Hypnos! —Una voz cercana se escuchaba cerca de su lugar, una agitación desde la punta de sus pies, hasta cada uno de sus largos cabellos, obligando a sus parpadeos a temblar con rapidez y descontrol.
Aún con sus parpados temblando podía sentir como esa parte de su consciencia era atraída por una fuerza que no podía repeler. Cada gramo de su energía había sido ya gastado en los detalles que le faltaban por terminar de su… mundo.
Con calma, sus parpados poco a poco se encontraban abriéndose en movimiento plenamente pausado. Una borrosa sombra se encontraba justo dándole la espalda al cálido sol...
—¡Hypnos! ¡¿qué estás haciendo?! —La borrosa sombra hablaba con un tono fuerte de su voz, que la negruzca figura clavando sus ojos negros en su rostro, permanecía inerte sin suavizar el ceño fruncido, del rostro que se iba aclarando poco a poco dejando ver, con cada vez más claridad su enojo—. ¡Te he estado buscando!
—Me encontraste… es lo que importa —Una respuesta cortante salía de sus labios, en un movimiento rápido, sus brazos se movilizaban para poder poner todo el peso de su cuerpo en ellos, impulsando su torso hacia arriba—. Estaba ocupado…
—¡Pude olerte desde lejos…! ¡Tus feromonas eran muy fuertes! —La voz de Thanatos aumentaba sus decibelios haciendo que la misma resonara en cada extremo del paisaje—. ¡¿Sigues perdiendo el tiempo con eso?!¡Ya te dije que no tiene caso que creas un mundo así! ¡Empezó como tu capricho, y terminarás abandonándolo!
—No será así...
—Lo será, deberías dejar de hacer cosas que solo te agoten —Espetando con fuerza, el dios de la muerte cruzaba sus brazos sobre su pecho, al mismo tiempo que erguía su cuerpo y casi de inmediato, viraba su rostro hacia un costado—. Esta vez fui yo quien te encontró, pero si alguien más se encuentra contigo, ¿y, si estas vulnerable? Además, ¿para qué quieres usarlo?
—Tal vez lo use para esconderme de ti… —Sus palabras dichas en un casi inaudible susurro, parecía que habían sido arrastradas por la ligera brisa del campo.
En un movimiento rápido la cabeza, volvía la cabeza hacia él, profundizando su ceño, abriendo sus ojos negros, mirando únicamente su reflejo, resaltado por un pálido rostro desconcertado. Repentinamente una mano se extendía hacía el
—Thanatos, Hypnos —una dulce y armoniosa voz y escuchaba a sus espaldas sus delicados pasos, casi inaudibles se escuchaban cada vez más cercanos a la vez que un delicado aroma a jazmines, sintiendo como poco a poco la tensión en el aire se iba disparando—, no es momento de discusiones.
—Lo siento, madre —contestando casi de inmediato Hypnos movía sus brazos apoyando su fuerza en ellos para erguirse sin dudarlo, en un movimiento rápido, se incorporaba para quedar de pie; volviendo su cuerpo hacia la diosa—, fue mi culpa.
Su bella cabellera de un negro tan intenso como el vacío, que formaba un hermano contraste con su pálido cuerpo, que de una manera elegante era cubierto con una túnica, sujetada por su hombro derecho por un rustico nudo, dejando caer tela a sus espaldas. Ese color azul, tan sombrío como una noche sin estrellas, ceñido por un cinturón plateado, realzando la esbelta cintura, dándole una delicada elegancia, mezclada con una expresión salvaje y airada en sus brillantes ojos dorados; toda la apariencia de una omega dominante.
—Saben que no hay tiempo para juegos —respondiendo sin titubeos, Nix[1] acortaba el espacio entre ella y sus hijos, al mismo tiempo que sus delgados brazos se colocaban sobre su pecho—, es hora de irnos.
Con un movimiento ligero de sus cabezas, ambos gemelos asentían sin retirar la mirada de la diosa; que en un diestro desplazamiento se volvía dándoles la espalda, iniciando su caminar menando sus caderas en un delicado contoneo, para que unos pasos después, dejando que su cuerpo fuera poco a poco desvaneciéndose para desparecer por completo.
Los ojos de Hypnos se giraban con quietud hacia su costado, donde podía ver como la mirada decorada con el ceño fruncido de Thanatos continuaban clavados en su rostro.
—No entiendo porque tienes que exponerte a un ataque, mientras estas ocupado con tu creación… —volviendo sus oscuros ojos al frente movilizando su cuerpo, alzando su brazo, extendía su mano, para al instante levantar su dedo índice apuntando descaradamente en su dirección —, no es estúpido lo que haces, si no como lo haces… Sin embargo, nunca podrás separarte de mí; somos hermanos y voy a protegerte de quien sea, cuando sea y como sea, ¿entendiste?
Sin volver su cuerpo, Thanatos comenzaba a desvanecerse lentamente sin dejar de fijar su mirada en su rostro. En ese inmediato instante la figura vestida de largas y blancas vestiduras comenzaba a desvanecerse, hasta dejar un espacio de completo vacío, después que su figura ya no estuviera ahí con él.
Movilizando sus pasos, sin dejar de mirar al vacío del horizonte lleno de un verde de tan vividos y llamativos pastizales.
Levantando una de sus pálidas manos, una pequeña y humeante cantidad de su cosmos, se encendía al mismo tiempo que una delicada figura de una mariposa se iba formando, aleteando sobre su palma, esa intrigante y humeante criatura de color blanco tornasol, comenzaba a mover sus delicadas alas de arriba abajo, dejando ver la diversidad de sus curiosas tonalidades.
En un sutil movimiento la mariposa levantaba su vuelo, revoloteando al mismo tiempo que se alejaba con un movimiento fantasmagórico, dejando atrás un casi invisible rastro de luz.
"Idiota"
Sin prestar atención al danzante volar de su creación, el dios pisaba el mismo camino, para luego, ir desvaneciendo su cuerpo.
Dejando a esa criatura divagando por los aires, entre cada largo pastizal, libre sobre el vasto cielo azul, fuera de su mundo de ensueño.
El sonido de sus pasos rebotaba con fuerza en las sólidas paredes para regresar con fuerza a sus oídos, al mismo tiempo que Hypnos miraba tranquilo hacia el frente siguiendo la figura autoritaria de su madre, paso a paso, en la dura piedra debajo de sus delicados pies descalzos.
Manteniendo su ritmo en el extenso camino volvía de manera sutil su mirada hacia su costado, logrando vislumbrar los largos cabellos oscuros de Thanatos, para luego girar de vuelta al camino. Concentrando su mente en su hermano, no podía percibir ni el más mínimo sonido de sus pensamientos. Sin embargo, los interminables pasillos se habían acabado.
Sus lentos pasos entraban poco a poco en la estancia principal, con el lugar espacioso, lleno de una especia de luz blanca y pura, dándole a cada rincón una sensación etérea, donde ni una sola sombra tenía cabida en el lugar.
En la pared al fondo de la sala, una colosal puerta de madera con un refinado grabado, desde los intrincados bordes, tallados a mano, hasta las hermosas figuras danzantes ninfas en la superficie. Los pasos de Nix se detenían y casi de inmediato Hypnos junto con su hermano desaceleraban su caminar hasta pararlo por completo.
Sus ojos subían y bajaban sobre la superficie de la entrada, fijando con detenimiento como cada detalle tallado de una manera precisa y elegante, expresaba una sensación de fascinación y le daba cierto… toque de fantasía.
De pie en medio de la puerta, un ser armado de pies a cabeza con una Glory tan brillante como el oro puro, con sus cabellos alborotados y de un peculiar color cenizo, otorgándole una apariencia completamente indómita, casi similar a la de su madre.
—Bienvenida sea, diosa Nix —inclinando la cabeza y parte de su cuerpo, el ángel saludaba con respeto—, mi señor, los espera.
Un rechinido sobresaltaba su cuerpo, dejando que sus ojos se abrieran de par en par, dejándolos casi desorbitados. Con un molesto y resonante rechinido, las dos placas de madera se abrían de par en par.
Los ojos curiosos de Hypnos rodaban con cautela y curiosidad cada superficie de la estadía.
En el interior de la cámara cada rincón era impresionantes.
Desde las monumentales columnas esculpidas en diseños aún más intricado que los de la entrada; cada pared con cada piedra caliza colocada de manera pulcra una encima de la otra, aportando una gran impresión al notar como la perfecta colocación de cada pieza.
Desde la entrada hasta el fondo de la cámara, columna a columna, se levantaban con un aire soberbio y llenos de sobriedad. A pesar de los complicados y bellos trazos, que mostraban sin prejuicios la gloria ya la divinidad que gobernaba en el lugar.
En medio de la sala, los largos y austeros escalones que se encimaban uno sobre otro, y ese escalón más corto que el que se encontraba en su parte inferior; hasta llegar a una plataforma que sostenía un rustico y ostentoso trono hecho con la misma roca caliza.
Por fin había podía conocerlo, el dios que permanecía sentado con un semblante pacifico, sus brazos descansando en la dura estructura de su trono a la vez que sus largos y revueltos cabellos caían en un torrente celeste, sobre su espalda y sus anchos hombros protegidos por una refulgente a armadura que un pálido dorado; que, sin duda, era alimentado por un inmenso cosmos divino.
—He cumplido mi parte, Zeus —La melodiosa voz de la diosa cambiaba sin aviso alguno, ese un tanto petulante al mismo tiempo que llevaba su mano diestra sobre su cadera—. Así que es tiempo que tú cumplas con tu parte también.
Al escuchar la voz de su madre, Hypnos sentía como su cuerpo se paralizaba de pies a cabeza, moviendo su mirada hacia el frente de la sala, el delgado cuerpo de su madre le impedía mirar con detenimiento el cuerpo del dios.
Con sus ojos como platos, el joven dios mantenía la mirada en los largos cabellos de la diosa, que se mecían con una sorprendente delicadeza.
—Lo haré —una voz serena y profunda, casi de inmediato, cada rincón de su ser comenzaba a estremecerse; así como cada mismo rincón iba tomando una extraña rigidez—, que se acerquen, quiero conocer a tus hijos.
—De acuerdo —ladeando su cuerpo con ligereza, la diosa sin dejar de mirar al dios—, Thanatos, Hypnos, preséntense como es debido.
Sintiendo como sus piernas comenzaban a temblar, y añadiendo fuerza a sus extremidades, Hypnos movilizaba sus pies. Paso a paso el joven dios se acercaba con lentitud, dejando atrás a su madre.
Al fin podría entablar una conversación con aquel dios al cual admiraba; el mismo que junto con Poseidón y Hades había derrotado a Cronos. Aquél alfa dominante y puro que había sido seleccionados por los otros cinco descendientes directos de aquel alfa tirano.
No necesitaba estar en batalla para demostrar la infinidad de su cosmos, de su fuerza; ni mucho menos necesitaba mostrar una actitud enteramente altanera para demostrar que él había sido merecedor de liderar la rebelión, de dar el golpe final para encerrar al titan en el Tártaro, ni mucho menos, para demostrar que merecía, y por mucho gobernar sobre los dioses.
Permitiendo que el frío aire entrara en sus fosas nasales, le ayudaba a poco a poco, mantener la compostura. Cada zancada que daba le ayudaba a acortar la molesta distancia, a cada paso que le acercaba a él, esa irritante rigidez iba transformándose con calma en un extraño cosquilleo que poco a poco, erizaba cada centímetro de su piel.
Deteniendo sus pasos, Hypnos intentaba de detener el escalofrió que ahora, iba deslizando en un fuerte descenso por su columna. Las pulsaciones de su corazón, que, sin precipitarse, encendían un inusual calor en lo bajo de su vientre; notando como sus mejillas se calentaban sin apuro.
—Muy bien, —inclinando despacio su cuerpo hacia el frente, Zeus entrecerraba con cautela fijando la vista en cada uno de ellos—, ¿quién de ustedes es Thanatos? Y, ¿quién es Hypnos?
Una curiosa sensación empezaba a surgir de entre esa peculiar calentura como, tan impredecible como había aparecido, ahora sentía como se transformaba en un hormigueo que se adueñaba de su vientre.
—Yo soy Thanatos —la repentina voz de su hermano a su costado, lo traía de nuevo a la sala, el dios que, entrecerrando la mirada, no paraba de sostener su mirada en ellos—, soy el dios de la muerte.
—Mi nombre es Hypnos —pronunciando una a una sus palabras, entre tanto tomando las largas telas de su túnica; de repente pasaba un poco de su saliva que se deslizaba por la suave cavidad de su garganta, tratando de humedecer la repentina resequedad de su garganta, y a su vez, tratando de deshacerse del inusual nerviosismo que lo invadía—, soy el dios del sueño.
—Ya veo —Zeus contestaba de inmediato, para que, con esa misma rapidez, volviera su mirada hacia su madre—. Realmente son tus hijos, Nix.
—Lo son —respondiendo con seguridad, la diosa dejaba que sus pasos casi imperceptibles se notaran conforme avanzaba detrás de ellos—; ambos, aunque recesivos, con alfas, no creo que haya ningún problema con eso, ¿o sí?
—Ninguno —Contestando de inmediato el Regente de los dioses levantaba su rostro, con una expresión solemne—. Sólo espero que puedan respetar las leyes de este sagrado lugar, y realizar sus tareas como corresponde.
Soltando un suspiro casi inaudible, el cuerpo de Hypnos parecía relajarse con lentitud. Bajando con timidez la mirada, aun podía sentir como su corazón continuaba con su alocada carrera.
—Estoy segura de que ellos lograran hacer un buen trabajo. —La voz de Nix se podía percibir con claridad, complacida—. Bueno, creo que es tiempo que me marche.
Inclinando con ligereza su cabeza la diosa de manera ceremoniosa, volvía su cuerpo para iniciar su caminar. Ese sonido en perfecta sincronización poco a poco iba haciéndose menos perceptible, hasta desaparecer por completo.
—Quiero dejar algo en claro. Ustedes fueron traídos por petición de Nix —las repentinas palabras de Zeus sobresaltaban su cuerpo, haciéndole levantar la cabeza con rapidez, manteniendo sus ojos dorados abiertos como platos—, a raíz del acuerdo que tenemos; sin embargo, si incumplen con las reglas de este lugar, el infractor será merecedor de un castigo, sin excusas. Por otro lado, también tengo la libertad de prescindir de ustedes, si no son capaces de llevar cada tarea a cabo como mis consejeros. Y espero no llegar a eso.
Con sus ojos fríos tan profundos, Zeus clavaba su mirada en su hermano, para que, con un movimiento elegante y discreto, se volviera a su rostro.
—Además de eso —manteniendo su semblante, de repente sus ojos se encontraban con los de él, e inmediatamente, esa intensa mirada le habían provocado un escalofrío que recorría por su espalda, alimentando el cosquilleo en su estómago—, veo mucho potencial en ustedes, espero no me decepcionen. Ahora pueden retirarse, Aquiles los estará esperando afuera de la sala para guiarlos a sus aposentos.
—Como ordene, dios Zeus.
En un ligero movimiento Hypnos inclinaba su cabeza al mismo tiempo que entrecerraba sus ojos. Sintiendo como sus pensamientos se encontraban llena de la intensidad y frialdad de su mirada salvaje.
Aspirando aire trataba de concentrar la escasa razón que se aún poseía.
"¡Concéntrate!"
Irguiendo su cabeza se giraba con tranquilidad iniciando sus pasos hacia la colosal entrada que con una extraña calma iba abriéndose con un sonido que parecía aún más intenso que antes, al igual que cada paso que daba en su caminar hacia la entrada que, de una manera inesperada parecía que el sonido se intensificaba a cada segundo que le costaba un gran esfuerzo de salir de la cámara, tan intenso como los imparables latidos de su alocado corazón.
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx
**[1]Nix: (en griego antiguo, Νύξ, literalmente 'noche') En la mitología griega, era la diosa primordial de la noche. Algunos autores la representaban semidesnuda y rauda, en tanto que otros a veces dicen que iba montada en un carro, cubierta con un vestido oscuro y acompañada de las estrellas a su paso. En la Eneida se le representa sin sentimientos de una manera seria. Se dice que su residencia se encuentra en las tinieblas más profundas del Inframundo.
