Con el cauteloso pasar del tiempo, ahora, Hypnos y Thanatos habían logrado establecerse oficialmente como consejeros de Zeus; que ya parecían ser la misma sombra del dios, tan inseparables, qué, con una notoria arrogancia en sus erguidas posturas, encabezaban el séquito de ángeles que protegían al dios entre los inmaculados jardines.

Mirando los largos y tambaleantes cabellos celestes del dios, Hypnos mantenía su mirada en la ancha espalda de su señor. A pesar de los efímeros meses que habían transcurrido no podía acostumbrarse a esa innata figura imponente que continuaba deslumbrándolo.

Desde el primer momento en que habían pisado el Olimpo, llevados por su madre, comenzando a trabajar al servicio de Zeus, esa exagerada admiración por él no hacía más que aumentar día con día. Por otro lado, esa pasión por que había despertado esa indecorosa escena en los aposentos de la titánide, mirar la intensidad en los ojos amarillos del regente lo había hipnotizado; provocando un incesante fuego que no hacía más que quemarlo a fuego lento.

"Hypnos, mira quién se acerca."

Los pensamientos de su hermano llegaban de golpe, provocando que su atención regresara de una manera abrupta a tiempo presente. Aquella mirada del dios giraba con sutileza hacia su costado, observando la comisura de su labios levantada, mostrando una mirada maliciosa en el rostro de Thanatos; volviendo la mirada al frente, observando a un costado del cuerpo del dios, podía vislumbrar una seductora figura cubierta de delicadas túnicas rosadas, enteramente ceñidas a su cuerpo que, con largos cabellos rubios, recogidos a altura media de su cabeza, dejando a sus costados largos y rizados mechones cayendo descuidados descubriendo con elegancia su cuello aun cubierto por el ostentoso collar de oro.

—¡Qué sorpresa! —La cantarina voz de Afrodita se escuchaba al momento que las comisuras de sus labios se levantaban insinuantes—. Tanto tiempo sin vernos, Zeus.

—Así es —contestando con un tono serio, el dios se movía unos pasos hacia la diosa—, aunque me alegro encontrarte.

Los ojos de Hypnos no dejaban de ver cómo en un movimiento ondeante de sus caderas, acortaba la distancia entre ellos, la hipnotizante mirada azulada de la diosa no paraba de dejar de mirar con desdén el rostro de Zeus.

—¿Por qué? —Respondió con un tono irónico al mismo tiempo en que ella fijaba la mirada en el regente—. ¿Acaso buscas burlarte de mí, nuevamente? Creo que la última vez dejaste en claro tu negativa a mi petición.

—Ese es el motivo por el que te he buscado —Replicando sin alterar su voz, Zeus la miraba, irguiendo su espalda y colocando sus manos detrás de la misma.

—¿Así? Suponer que lo has pensado, creo que sería pedir demasiado, ¿no crees?

—Te equivocas —Respondiendo a su crítica con una sonora, ronca y clara voz.

De repente, el silencio comenzaba a adueñarse de todo, inmóvil Hypnos fruncía su entrecejo a la vez que miraba el rostro de Afrodita, podía vislumbrar como con ojos abiertos, tenía sus labios temblando con ligereza, su mirada aún llena de incredulidad, se humedecían y ligeras pinceladas rosadas se iban asomándose en sus mejillas, a la vez que las esquinas de sus labios se levantaban, formando una sonrisa genuinamente feliz y honesta.

"¿Q-qué fue lo que dijo?"

—¡¿P-permitirás que… escoja a mi compañero?

—He decidido acceder a tu petición, con una sola condición.

—Y, aun así, ¿seguirás con tus ridículas condiciones? —Las palabras torpes de la diosa cambiaban de una manera abrupta, en un vago intento por esconder la emoción de su rostro.

—Mi condición —haciendo caso omiso de las quejas Zeus mantenía su tranquilidad—, es que conserves ese collar; hasta que elijas a tu compañero. Estoy seguro, que serás responsable, Afrodita.

—¡¿Por quién me tomas?! —Replicando con calma, añadiendo un notable y algo forzado tono mordaz a su bello rostro—. ¿Es todo lo que querías decirme?

—Así es.

—Bueno, me retiro.

Movilizando sus delicados pies, paso a paso acortaba la distancia entre ellos, Hypnos mirándola de reojo, era casi imposible de no ver la felicidad e incredulidad en sus bellas facciones. De un momento a otro, la mirada iluminada de la diosa se giraba en un suave movimiento hacia él, retirándola casi de inmediato.

"¡Realmente lograste sorprenderme, niño!"

Los pensamientos repentinos de Afrodita que sobresaltaban de una manera casi imperceptible al joven dios, que mantenían la mirada fija en la ancha espalda y los largos cabellos del regente.

"¡Cumpliste tu parte del trato! Búscame en aquel lugar donde nos encontramos la primera vez antes del anochecer; quiero saber qué es lo que puedo hacer por ti".

Con una sonrisa casi imperceptible en su indiferente rostro, el dios no apartaba la mirada de su lugar. Gracias a la habilidosa persuasión hacia Zeus, Thanatos junto con él, habían logrado convencerlo de esa decisión; abriendo posibilidades que ni ellos eran capaces de predecir con certeza.

Zeus siempre había sido cauteloso; negar la unión entre alfas, mostrase receloso ante la insistencia de Nix para que los tomase como consejeros, y además de que fueran ellos quienes dirigieran sus decisiones ya era en sí arriesgado para él, que desde un principio ya parecía demasiado paranoico en sus tomas de decisiones.

No obstante, Hypnos había sido aún más receloso, anticipando los pasos del dios, y ganándose su confianza, conociendo mucho mejor al ser que tanto deseaba tener. Era claro que no deseaba ser el consorte del dios pues era prohibido, pero de un modo y otro, quería meterse a su lecho y no permitir que nadie más entrara en él.

Para lograrlo, tenía en claro los dos obstáculos que se interponían en su camino para conseguirlo; primero Thanatos, que después de su vergonzoso comportamiento, había logrado mantenerlo a raya y calmado desde entonces con la amenaza de ser castigados por el hecho de ser dos alfas que involucraban de esa manera. Y que, aunque se conocieran, podría mantenerle oculto sus verdaderas intenciones, que de descubrirlas él sería quien intentaría tomarlo en lugar de Zeus o cometer una estupidez como acostumbraba.

Y segundo, Metis, una prometida a la cual no toleraba su actitud de futura reina de los dioses, disfrazada entre una falsa amabilidad. Ahora con su objetivo más cerca, y teniendo de aliada a Afrodita, podía estar a nada de obtenerlo, incluso sin saberlo, quizás le daría la clave para deshacerse de la titánide definitivamente.

Sus ojos observaban con una casi vacía indiferencia a los suntuosos arbustos que rodeaban indomablemente el espacioso y casi olvidado jardín. Hypnos había logrado ganarse la confianza de Afrodita concediéndole su más anhelada libertad de elegir a su compañero, ahora era su turno de cumplir con su parte del trato, aun sabiendo esto, no podía evitar ser cauteloso.

Lograr hacer que Zeus rompiera su propia ley parecía algo imposible, sin embargo, sabía que debía haber una manera en la que esto fuera posible; una donde ambos nos salieran perjudicados, y, sobre todo, él lo aceptara como su compañero.

Un repentino crujido de escuchaba al mismo tiempo que el sonido de una cantarina risita se escuchaba a varios metros de su lugar. El dios, entrecerrando sus ojos, entre los molestos arbustos que lograban ocultarlo, trataba de observar más allá de ellos para vislumbrar lo que sucedía.

De repente, un familiar aroma a rosas, que se mezclaba con la fresca brisa del atardecer, sintiendo como sus instintos comenzaban a emerger, nublando su consciencia, entrecerrando sus ojos y estirando su cuello aspiraba con profundidad, dejando que su mente no dejaba de inhalar aquella esencia.

"¡Contrólate!"

Sin aviso, notaba un segundo aroma, no sólo ese inconfundible aroma bailoteaba con el aire; un intenso y sofocante esencia a sándalo, comenzaba a mezclarse con el aroma de la diosa. Un estremecimiento comenzaba a recorrer su cuerpo alertando su mente, cada centímetro de su cuerpo, se mantenía rígido con sus sentido alerta, listos para atacar.

Con sumo cuidado, Hypnos comenzaba a esconder su cosmos, intentando hacer desaparecer su presencia a la vez que sus sigilosos pasos acortaban la distancia al espacio de encuentro.

Entre las estorbosas ramas del molesto árbol, una hermosa figura cubierta de delicadas y desaliñadas túnicas rosadas, ceñidas a la esbelta y seductora silueta de Afrodita, que, con sus delgaduchos brazos enredados sobre aquél alfa de largos cabellos celestes, que enmarcaban un rostro de piel bronceada.

Abriendo los ojos, trataba de mantener la compostura, al mismo tiempo, un fuego naciente de su estómago hacía eco en su rostro, frunciendo su entrecejo siendo consciente del enojo de su interior.

Sabía la identidad de aquel alfa, no obstante, ver el magnífico parecido entre ese ser y Zeus, a su vez del inevitable efecto de las feromonas de la diosa, parecían hacerle perder la razón. Sólo podía mirar furtivamente la escena, Afrodita aferradas con la evidencia de sus actos en un rostro sonrojado, y Hermes[1] con sus fuertes brazos alrededor de su delgada cintura, acercándola cada vez a su cuerpo.

Con un movimiento lento e indeciso, el joven dios se giraba para empezar a mover sus pies, alejándose a grandes zancadas del lugar, dejando a Afrodita en su mismo lugar.

Sin duda alguna, Hermes se alejaba sin pausar sus pasos; observando con recelo la mirada deslumbrada de la diosa, que únicamente podía mirar como su amante se alejaba, perdiéndose entre la frondosa arboleda.

Hypnos sin dejar de mirar a la diosa, comenzaba a salir de entre su escondite, respirando con tranquilidad, sin dejar de fijar la mirada en la diosa, que casi de inmediato, giraba sus ojos hacia su dirección; sin titubear, estrechando la distancia entre ambos.

—Lamento importunarte, diosa Afrodita —Ignorando la vergüenza y el sonrojo en su rostro, el dios aspiraba el aire aún impregnado de ambas esencias, enfocando su mente en la esencia del joven dios, tratando de aclarar su mente.

—Eres muy puntual, niño —Afrodita contestaba con su tono mordaz a la vez que levantaba las esquinas de sus labios, resaltando aún más el rubor de sus mejillas—. Supongo que estás ansioso por pedir mi ayuda.

Asintiendo con la cabeza llena de solemnidad, el joven dios suavizaba la mirada manteniendo su rostro sereno, al mismo tiempo que detenía su avance, a unos cuantos pasos del cuerpo de la diosa.

—Impresionante, sigo sin asimilar que un hijo de Nix, me pida ayuda —Moviendo sus manos delicadamente acomodando con torpeza sus túnicas—. Sólo contéstame una cosa, ¿tanto deseas a ese ser, como para hacer esto?

—Así es —haciendo una leve pausa, Hypnos aspiraba con profundidad el aire, atento a los pensamientos de la diosa—, sin embargo, antes de hacer mi petición, tengo curiosidad de algo, y creo que tú más que nadie, puede satisfacerla.

—¿Curiosidad?, te dejaré preguntar lo que quieras. En estos momentos estoy de muy buen humor.

—No he podido evitar notar el desagrado que sientes hacia Metis —hablando con despreocupación, el dios hablaba sin dejar de mirar la reacción de la diosa, en un intento de parecer despreocupado—; por otro lado, también me he podido percatar, muy contrario a la actitud de otros dioses, en especial, de Hera.

Una risa encantadora salía de sus labios, al mismo tiempo que una de sus delicadas manos cubrían su boca, arrugando el ceño en una mueca graciosa, parecía que la diosa se divertía.

—Sigues sorprendiéndome; de verdad eres astuto, niño. Es cierto que no soporto la insolencia de Metis, aunque Hera, no es más que una diosa taimada. Sólo la tolera porque es conveniente para nosotros tres.

"¿Nosotros tres?"

—¿Conveniente?

—Claro, ella nos ha ayudado a Hera, Hades y a mí a suprimir nuestro celo. Incluso es ella, quién instruyó a tu madre de cómo hacerlo durante la guerra, para que no fuera detectada por Cronos.

Abriendo los ojos como platos, en un rostro sereno, el dios sin apartar la mirada de la diosa dejaba que su mente se moviese por sí sola.

"¿A qué se refiere?... Acaso…"

—Y sí es lo que piensas, Hera, Hades y yo, somos omegas.

En su mente el recuerdo de un dios imponente, de largos y alborotados cabellos negros, un rostro bello y salvaje, decorado con un par de ojos turquesa; también recordaba la expresión de desagrado en el primer momento en que se habían cruzado.

Uno de los tres hermanos que habían ayudado a derrotar a Cronos, era un omega.

Las grandes cantidades de tiempo que había invertido el dios en mantenerse alejado de cada ser en ese mundo, siendo las únicas excepciones, Hera y Metis, siempre tan huraño con los alfas y betas; no era más que un simple omega con una actitud antisocial y altanera. Aunque los pensamientos de Hypnos parecían querer divagar, en su mente mantenía la imagen sonriente de Metis, que aparecía en su cabeza.

—Como sea, al principio era evidente que Zeus mantenía cerca a Metis por ayudarle en la planificación de las batallas. A la vez, también nos ayudaba a controlar nuestro celo durante la guerra de esa manera, no delataríamos nuestra posición, ni seríamos una distracción para los alfas.

"Tras terminar la guerra, Zeus fue elegido para gobernar entre los dioses, por sus cinco hermanos, aunque la decisión final fue de Hades, que no parecía muy feliz por ello. Y como primer mandato, Zeus no dudó en prohibir las uniones entre alfas, ya que siempre temía que llegara un alfa puro que lo destronara.

"Después de todo, ¿no fue un dios alfa puro quién destrono a Urano y a Cronos?"

—Tiene sentido.

—Claro que lo tiene. Ya que poco después de eso, no tardó en tomar a Metis como prometida, ella aceptó de inmediato sin quejas, ya que era obvio que está enamorada de él; por algo había accedido a ayudarlo contra Cronos. Sólo imagínalo, tomar a una traidora para convertirla en la reina de los dioses; es imposible no decir que sólo se une a ella para asegurar que no lo traicione —Absorta en sus palabras, con la mirada perdida a la nada, una comisura de sus labios se levantaba, al mismo tiempo que fruncía el entrecejo.

—Entonces, ¿no está interesado en ella?

—Claro que lo está, ya que evidentemente Zeus obtiene el mejor trato, no sólo asegura su trono, si no asegura tener un juguete con quién divertirse por un largo tiempo sin compromisos ni riesgos, gracias a que es una titánide beta. Además, es sabido que él no duda en usar a alguien con el propósito de conseguir lo que quiere.

—Entiendo… —Respondiendo con una voz que parecía calmada, el dios no podía dejar de observar a la diosa—. ¿Por qué me dices todo esto?

Durante un largo momento, el dios del sueño procesaba poco a poco la información que se la había dado de una manera extrañamente voluntaria. La diosa enredando un mechón de sus rubios cabellos en su delgado dedo, no dejaba de mirarlo con una gran sonrisa.

—¿Por qué? Aunque no espero que mi explicación no te haya roto la gran imagen que tienes de Zeus —contestando al mismo tiempo que acortaba la distancia entre ellos, podía sentir como sus ojos no paraban de observarlo—, deberías tomarlo como un gesto amistoso de mi parte, así sabrás en qué se involucran tú y el idiota de tu hermano ya que pueden verse inmersos en medio de este conflicto de poder. Así que después de este breve discurso, ¿en qué puedo ayudarte niño?

Inhalando con suavidad, tratando de calmar el sobresalto de su cuerpo y de su corazón, mostraba una tranquila frialdad. Cada palabra de la diosa quedaba grabada en la mente de Hypnos, dando vueltas como un torbellino, junto con las emociones que chocaban una con otras en su interior.

—He estado considerando con cuidado como podrías ayudarme —Contestando con calma Hypnos desviaba su mirada hacia un costado, comenzando a mover sus pies hacia los anaranjados tonos del cielo que comenzaba a moverse hacia las penumbras de la noche—. Sé que puedes provocar el deseo en otros dioses, sin embargo, eso te pondría en riesgo…

—No puedo hacerlo sin saber quién es el dios —replicando a sus espaldas al mismo tiempo que subía el volumen de su voz—, y como te dije, no quiero verme involucrada. Sobre todo, si ese ser es alguien que no deberías tener.

—Por esa razón, he investigado por mi cuenta —Girando su cuerpo con lentitud, Hypnos reanudaba su caminar, con pequeñas y pausadas zancadas hasta quedar a unos cuantos pasos de ella—. Necesito una hierba que crece en las fronteras del lado sur. Sin embargo; no puedo ir personalmente por ella. Esa área me es prohibida.

Entrecerrando los ojos, la diosa comenzaba a borrar la sonrisa de su rostro, clavando su mirada en su rostro, únicamente se limitaba a arrugar el entrecejo, ayudando a que sus pereta cejas se acercaran.

—Te refieres a la frontera sur, donde los omegas residimos…

"¡¿Una maldita hierba?! ¡¿Es en serio?!

—Y, ¿eso es todo?

—Por el momento.

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[1] Hermes: (en griego antiguo Έρμῆς) es el dios olímpico mensajero, de las fronteras y los viajeros que las cruzan, del ingenio y del comercio en general, de la astucia, de los ladrones y los mentirosos, y el que guía las almas en el inframundo.