Advertencia
**El siguiente capitulo tiene contenido NSFW, violencia, desnudos, violación.
Se aconseja discreción.
**Si no te gusta eres libre de irte.
**Menores, aléjense por favor.
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Todo lo que había en su mente, era la sensación de que, en cada centímetro de su cuerpo comenzaba a elevar su temperatura con una calma desesperante. Ardiendo hasta el punto de casi percibir como ese calor, con una clara amenaza por consumirlo.
Las cuatro paredes de la habitación parecían que con una demencial intención poco a poco se acercaban a él, casi de manera desapercibida. A cada momento, la terrible sensación de que el espacio de se reducía, iba provocando en él, algo desagradable. Cada inhalación de aire se volvía pesada, entrando con dificultad, volviendo su respiración, de manera evidente, cada vez más superficial.
Sentía como sus pulmones le exigían ese aire fresco que no necesitaba, intentando calmar el calor que minuto a minuto aumentaba desde el fondo de su vientre, expandiéndose por cada centímetro en su interior, haciendo que sus ligeras túnicas fueran inútiles.
No había pasado mucho tiempo en que Aquiles y Odiseo se habían marchado, junto con Metis, que, en su bello rostro, solo podía verse la clara deformación provocada por la angustia. Zeus podía sentir la débil y fugaz frescura de las delgadas gotas de sudor, que recorrían con gracia su bello rostro; así con la paciencia siendo devorada con avidez, forzaba a su cansada cabeza a mantenerse serena, mientras el aire frío de la tarde se extendían con facilidad hacia cada rincón de su cuerpo.
La tensión de los músculos de su cuerpo, le hacía sentir que su movilidad se viera ligeramente comprometida, las ansias de atacar surgían de una manera abrupta, sus ojos, sus oídos y su olfato, se convertían en sus verdaderos aliados.
De repente de la nada, su cuerpo ya tenso, en su rostro, sus finos labios se retraía mostrando las dos hileras de perfectos dientes, adornados con un par de incisivos que, puntiagudos, esperaban el momento oportuno. Al mismo tiempo agachaba con ligereza su cabeza, y un sonido que nacía desde el fondo de su garganta se estrellaba contra las paredes de la habitación.
"¡A-algo… es diferente…!"
Los pensamientos de Zeus se arremolinaban en una tormenta en su cabeza, no obstante, esa pequeña parte de su aún lúcida conciencia gritaba desde el fondo de una inmensa oscuridad, que era acallada con las sensaciones de su cuerpo en celo.
Con una clara y pausada danza, el ambiente se llenaba con su característico aroma a roble, inundando cada rincón de la estancia, alzando y estirando su cuello, al igual que su rostro; empezaba a mover sus fosas nasales. Soportando todo el peso de su cuerpo sobre sus piernas, el dios con un caminar lerdos se movía en la habitación, hasta detenerse en el centro de esta.
Poco a poco, iba cerrando y subiendo su mirada hacia el techo, estiraba su cuello inhalando profundamente, dejando que el aire, entremezclado con su aroma y otros tantos, llenaran sus pulmones terminando de nublar su escasa y frágil razón.
Zeus no dejaba de aspirar, concentrando su atención, buscando entre su propia esencia y otros aromas a hierbas, esa esencia en particular. Aún con su mente aturdida, sabía que era lo que buscaba; no era el seductor aroma a rosas de Afrodita, no era la cautivadora esencia a tierra mojada de Hades, ni siquiera el dulce olor a manzana de Hera… era algo más fuerte, amargo, que, aunque lo había olido sólo una vez, se había quedado grabado en su cerebro, tan profundo que siempre que lo tenía enfrente, creía que podía percibir su embriagante y relajante aroma.
Su respiración comenzaba a sentirse pesada, saliendo en calientes jadeos, así como la tensión en su cuerpo aumentaba en un claro fuego que comenzaba a hacer que su piel se sintiera cada vez más ardiente, que lo quemaba en sincronía en su interior.
Entrecerrando sus ojos enfocándose hacia la nada, el dios podía ver en su cabeza como un atractivo rostro, decorado con largos cabellos y ojos dorados mirándolo con ese solemne y provocativo brillo, que aparecía cada vez que se cruzaban sus ojos.
—Hypnos… —Un ligero susurro salía de sus labios, con una excitante y grave voz, mezclada con el adormecimiento y el gruñido que empezaba a escucharse, a la vez que se estrellaba en las sólidas paredes.
Racionalmente había sido capaz de deshacerse de ese pensamiento casi al momento de que se formaba en su cabeza. Empero, en ese momento, su instinto era quién gobernaba su cuerpo a placer, y al igual que su mente nublada. Un claro recuerdo de su primer encuentro, esos ojos dorados brillando como si fuese un ser que nunca había visto la luz del sol, y se deslumbraba sin remedio.
Después de ese pequeño primer momento en sus aposentos, observando cómo ese blanquizco rostro se llenaba de un rubor; incitando una apariencia provocativamente adorable, de igual manera, recordaba el hormigueo que había sentido al percibir la ligereza del temblor de su cuerpo haciendo que sus feromonas salieran y llenaran su habitación de ese peculiar aroma.
Ser mirado con esa falsa apariencia fría, que solo había dejado en claro la evidente timidez de su personalidad, le provocaba a su curiosidad a intentar mirarlo de otra manera, aún no podía ser posible que alguien, con esa apariencia, había sido capaz de poner esas expresiones.
Ambos eran alfas, sabía que no debía permitirse desearlo.
Ambos eran alfas, sabía que sólo en ese momento… lo único que más quería era poseerlo.
Moviendo su cuerpo a una impresionante velocidad, se incorporaba con cada fibra de su ser tenso, a la vez, que los fuertes y abultados músculos sobresalían de su bronceada piel.
"Serás mío…"
Los latidos del corazón de Hypnos aceleraban aún más sus palpitaciones golpeteando su pecho con fuerza, a la vez que miraba como la figura de Zeus movía hacia un costado con sus fuertes brazos; entre crujidos de ramas rompiéndose de los robustos arbustos que se atrevían a entrometerse en su camino, acortando la distancia con pasos lentos, pero decididos.
Sus ojos no dejaban de ver su imponente figura acortando el notable trecho, observando cada parte del cuerpo del dios. Una parte de la delgada tela se cruzaba desde su hombro derecho hasta el nacimiento de sus caderas, dejando ver las espectaculares músculos de sus pectorales formados en su piel bronceada hundiéndose y elevándose con cada forzado respiro.
Así como la corta vestimenta dejaban ver sus largas piernas, marcadas por sus fuertes músculos, sus alargados brazos que tambaleantes ante su caminar fiero, a la vez que un bulto grande levantaba la tela exhibiéndose con descaro a cada paso.
"¡Te encontré!"
En un decisivo momento, Hypnos trataba de sacudir los dedos de sus manos, buscando la manera de recuperar la movilidad de su cuerpo. Las feromonas del dios estaban llenando el claro, cuando una ráfaga de viento soplaba hacia su dirección, y como una caricia en su rostro, podía sentir la fragante esencia llegando a sus fosas nasales; dejando que su ser comenzara a tensarse con más intensidad, impidiendo que sus esfuerzos sirvieran.
Las zancadas de Zeus aumentaban de velocidad, acortando con mayor rapidez la distancia entre ambos. Todo su cuerpo comenzaba a recorrer un intenso escalofrío por su espalda haciendo que cada parte se viera invadido por un temblor, sobresaltando y erizando su piel. Esa imagen era demasiado abrumadora, su atractivo habitual entremezclada con un notable y salvaje apariencia, no hacía más que avivar el fuego del deseo de su interior.
Sin pensarlo, el dios del sueño comenzaba a expeler su fuerte aroma, sus feromonas en una fragancia ondeante que se dispersaba con una notable velocidad.
"¡Esto es demasiado excitante!"
Los pensamientos del dios se escuchaban en su mente al mismo tiempo que su respiración empezaba a acelerarse. Cerraba los ojos con suavidad, aspirando profundo, transformando ese temblor en un escalofrío que hacía estallar con más fuerza aquel fuego de su interior.
Aspirando velozmente aquel aroma a roble, dejando que comenzara a nublar su mente, su cuerpo se mantenía con un ligero estremecimiento; a la vez que su entrepierna, despertaba poco a poco, levantando un bulto en las delicadas telas de su túnica.
Hypnos mantenía los esfuerzos por recuperar su movilidad. Con lentitud uno de sus pies se movía instintivamente hacia atrás, en una clara intención de huir. Los pasos de Zeus comenzaron a avanzar aumentando la velocidad de sus pasos, deshaciendo de la distancia entre ambos.
Todo había sucedido tan rápido.
Sólo podía sentir como su cuerpo iba hundiéndose, entre tanto, su mirada no hacía más que ver cómo se distorsionaba el ángulo hasta que enfrente de él, la vista del cielo de la tarde, fuera lo único que pudiera ver.
Podía sentir como su cuerpo y su cabeza se estrellaban contra el césped y la dureza del firme suelo. Con una sensación punzante y constante, aquel dolor acribillando su cabeza, a su vez, frunciendo el ceño de manera profunda, provocando que sus cejas casi se juntaran.
De repente, algo se colocaba sobre su cuerpo, abriendo los ojos intentando recuperar la claridad de su visión borrosa, los largos y desordenados cabellos del alfa, cosquilleaban sus fosas nasales; podía sentir el calor que emanaba con fuerza.
Poco a poco, su respiración comenzaba a acelerarse, a la vez que el dios comenzaba a sujetar sus manos, inmovilizándolo nuevamente. La esencia de Zeus penetraba con fuerza en sus fosas nasales, provocando un mareo y que su corazón empezara a correr más rápido.
Sin poder evitarlo, sus feromonas aumentaban en cantidad, mezclándose con el aroma a roble del dios. Parecía que Zeus ya las había percibido cuando en un movimiento rápido, el dios acercaba su nariz a la curvatura de su cuello, rozando con una natural malicia la piel de este. Un estremecimiento comenzaba a dispararse por toda su columna, erizando cada centímetro de su piel.
—Aaaaahh… —un pequeño gemido salía de sus labios, ante la nueva sensación.
Un gruñido proveniente de Zeus se hacía escuchar en el hueco de su cuello, sin notarlo, poco a poco podía percibir como el peso del dios descansaba sobre el suyo, sintiendo directamente el calor del cuerpo de su señor sobre el de él; a través de las delgadas telas, ahí estaba de nuevo. Un estremecimiento, que con un temblor delicioso que recorría con vehemencia su espalda y sus extremidades. Esa corriente eléctrica había llegado hasta la punta de sus dedos, erizando no sólo su piel, si no haciendo que su cabeza comenzara a perder el juicio.
"¡E-es… mejor de lo que imaginaba!"
El fuego que ya se había logrado expandido a lo largo de su virgen ser, y a pesar de todo, sentía como el calor del dios encima suyo, alimentaba con urgencia su interior. Acomodándose entre sus delgadas piernas, Zeus comenzaba a recorrer las mismas con sus fuertes manos. Manoseando con un notable ímpetu que era capaz de percibir el salvaje contacto, a la vez que cada centímetro de su piel se encendía con fiereza.
En su cuello, podía sentir como un cosquilleo recorría con lentitud la longitud de este, podía escuchar a la perfección las inhalaciones jadeantes y calientes del dios. Casi de inmediato, en un movimiento lento y delicado, intentaba acercar sus manos, que con un incontrolable temblor que se había adueñado de ellas, intentaban tocarlo.
Algo húmedo comenzaba a recorrer su cuello desde la base de este, hasta llegar a su oreja. De repente, sentía como quedaba apresada entre sus dientes, para que un dolor agudo la invadiera. Una corriente eléctrica se desató por toda su columna erizando su piel, sintiendo que ese calor iba llenando y quemando su cuerpo arqueando su espalda.
—¡Aaaaahh! —escapándose de nuevo, un gemido acercando su mano al cuerpo de Zeus.
Continuando con el lento movimiento, posaba suavemente esas manos sobre el cuerpo del dios.
La bronceada piel, podía sentirse febril, ardiente, algo que le provocaba otro gemido ahogado en lo profundo de su garganta. Algo húmedo comenzaba a recorrer su cuello descendiendo hacia los delgados huesos de su clavícula, mientras tanto, con una evidente desesperación, esas grandes manos, que lo apretujaban en sus pálidos muslos, ascendían a la vez que se escondían entre la fresca tela de la túnica, sintiendo la frescura de la brisa vespertina. Con un movimiento rápido y seguro, las manos del dios subían con destreza por sus caderas.
Sin escrúpulo alguno, sus labios iban descendiendo con una enloquecedora lentitud, mordiendo, lamiendo y besando la piel, mientras sus manos desgarraban las túnicas con una febril desesperación. De un momento a otro, su pecho era invadido por olas de placer, cuando un ligero dolor en su pecho lo hacía encogerse.
Ligeros y casi inaudibles gemidos salían en un lasciva melodía, al mismo tiempo que su cuerpo se retorcía debajo de sus manos y boca. El dios no paraba de acariciar su cuerpo, aún con la misma fuerza, Hypnos no podía parar de disfrutar la sensaciones que experimentaba bajo el toque de Zeus, sus comisuras se levantaban en su rostro, que ya había sido pintado con un lindo y provocativo rubor debajo de sus ojos.
Acercándose nuevamente a su cintura, hundiendo sus dedeos en la pálida piel sentía como en un ágil movimiento, cada uno de sus sentidos, percibía como, ahora su pecho tocaba su la frialdad de los verdes pastizales. El calor en su espalda parecía incrementar conforme el paso del tiempo seguía su curso, de la misma manera en la que podía sentir como el calor en su interior se había convertido en algo más a cada segundo; las manos que recorrían cada parte de su cuerpo con una notable fuerza en el manoseo sobre su inmaculado ser .
"¡Maldita sea; no puedo detenerme! ¡Tienes que ser mío!"
Los inestables pensamientos, que sonaban entremezclado con un violento gruñido naciente de los más hondo del cuerpo de Zeus desviaban la atención de los que le sucedía a su cuerpo, Hypnos abría los ojos de par en par, mientras la desesperación en la voz que llegaba a su cabeza retumbaba con fuerza. Por otro lado, esa parte de su mente que se esforzaba por mantener el pequeño pedazo de cordura intacto, que no dejaba de advertirle lo que ya sabía; algo andaba mal.
En un ligero desplazamiento de su brazo izquierdo se interponía entre su cuerpo y el duro y polvoso suelo, intentando de abrir un resquicio de espacio, para ayudarse a respirar. Sin aviso, una pesada y ardiente mano se posaba sobre la piel de su espalda; y, sintiendo con una fuerza aplastante su pecho quedaba estampado en la superficie del suelo.
—¡No huirás de mí! —Un gruñido grave que ascendía desde el fondo de garganta se escuchaba a sus espaldas, junto con el atormentante calor del cuerpo, que, pegado al suyo, el aliento caliente de Zeus cosquilleaban en sus orejas—. ¡Sé que tú también lo deseas!
"¡¿Q-qué… dijo?!"
El mismo movimiento de su cuerpo se había visto neutralizado, a su vez el dolor comenzaba a expandirse en todo su ser, percibía cómo hábilmente sus caderas eran levantadas, provocando que la presión de su pecho sobre el suelo aumentara; inhalando aire con dificultad le hacía sentir un agudo dolor en él.
Con esfuerzo movía a su cabeza hacia un costado, sus exhalaciones comenzaban a levantar ligeras y molestas nubes de polvo, que llegaba a sus ojos y sus fosas nasales, irritándolas con saña. El inesperado sonido de desgarramiento inundaba el lugar, que desigual con los jadeos del dios, sintiendo como en su caliente piel, percibía la frescura de la brisa que estrellaba indecente en su cuerpo expuesto.
Imprevistamente, la mano que sostenía su espalda dejaba de ejercer presión en ella, para que, sin esperarlo, nuevamente un destello le dejaba con la visión nublada, acompañado de un dolor punzante en el lado contrario de su rostro, haciéndole saber que ahora se encontraba presionando su cabeza sobre el polvo.
Su respiración superficial y entrecortada, junto con la opresión de su pecho contra el duro suelo y el peso del cuerpo del dios, le dificultaban la posibilidad de respirar; así como el polvo que salía volando por sus fuertes exhalaciones, y se introducía en sus fosas nasales, picando su nariz y molestando a sus ojos dorados ya vidriosos.
"¡No puedo esperar más!"
En un breve instante, casi desapercibido percibía cómo una habilidosa mano separaba sus largas extremidades, para luego sentía como un par de piernas, calientes y gruesas piernas del Regente de los Dioses.
Casi de inmediato, un objeto duro y caliente se pegaba entre sus dos montículos de carne, rozando la entrada de su culo. Un estremecimiento frio se hacía presente, y sacudiendo cada milímetro de su piel expuesta, el dios del sueño podía sentir cómo ese objeto caliente se abría paso en su estrecha entrada.
—Ngghh… —Un gemido ahogado de Hypnos al sentir como la punta de la verga de Zeus se adentraba en su ser con fuerza.
En un movimiento inesperado, podía percibir cada centímetro del falo entrar, a su vez sintiendo que cada rincón de interior era invadido, estirándose y raspando el tejido de su ser. Un calambre que nacía desde su entrada y avanzaba con una delirante crueldad por sus caderas hasta su vientre, lo estremecía; y por mero instinto, ejercía presión sobre la mancillada abertura.
Un nuevo dolor aparecía, con una fuerza abrumadora la misma mano que lo sujetaba de sus largos cabellos para jalarlos y levantar con brusquedad su cabeza, sintiendo de nuevo el ardiente aliento en su piel.
—N-no me aprietes tan fuerte… o no podremos disfrutarlo…
En ese momento, sentía como el calor aumentaba sin avisar, por fin sentía el peso y calor del ser divino de Zeus, recargándose en su cuerpo; y en una sola oportunidad, sentía como cada parte de la cavidad carnosa de su culo, se iba desgarrado. El grueso y grande miembro había logrado adentrarse por completo, invadiendo no sólo por su increíble grosor, si no por la temperatura, que iba quemando su interior.
Las exhalaciones calientes del dios ardían sobre cada parte de su piel, sintiendo como esas, antes gentiles manos, ya habían destrozado cada parte de sus blancas túnicas; en un imprevisto movimiento que sus largos dedos se cerraban sobre los pastizales, presionando con una evidente fuerza inconscientemente solamente para arrancarlos de la tierra con un débil sonido.
Con excesivo esfuerzo, Hypnos trataba de mover su cuerpo tratando de alejarse de ese alfa en celo que ahora mancillaban su cuerpo virgen.
El caos de su mente y las sensaciones contradictorias lo aturdía; había deseado tanto que Zeus lo tomara con la misma pasión con la que tomaba a Metis noche tras noche. Sin embargo, en su mente, aturdida por el intenso y dolor, no podía pensar con claridad.
"¡T-tengo… q-que… tolerarlo…!"
Con un desplazamiento de su cuerpo, podía sentir cómo la polla del dios salía raspando cada parte de su agujero, para que, en un nuevo movimiento, arremetiera llenando su interior, así como sentía que llegaba aún más profundo. El sonido que se apreciaba de piel chocando con piel, comenzaba a sonar, mientras ensordecía sus oídos con su cuerpo confundido.
Sin aviso, el peso del cuerpo del Zeus se posaba en su ser, haciendo que el calor de este aumentará, quemándose por dentro y fuera; escuchando las sonoras inhalaciones de sus jadeos. Abriendo sus ojos nublados con sus salientes y frescas lágrimas, con dificultad podía mirar el sonrojado rostro del Regente de los Dioses, con sus párpados cerrados con fuerza.
"¡Mierda…! ¡Se siente tan bien!"
El dios del sueño se distraía de las salvajes embestidas, y de un momento a otro, Zeus acercaba su rostro a los largos cabellos que aún estaban aprisionados entre sus dedos.
"Tú aroma… ¡me vuelve loco!"
Un grito ahogado se había quedado en su garganta, Hypnos mordía con fuerza su labio inferior cortándolo, y dejando caer un hilo de sangre por su pálida barbilla. Un nuevo dolor capturaba su atención, sobresaltando su cuerpo en un extraño escalofrío que solo se había sentido diferente a los anteriores; así justamente en su nuca, un dolor que se sentía como si algo atravesará sin problemas la piel de su cuello. Su cuerpo soltó otro fuerte estremecimiento, que, desde sus largos cabellos hasta la punta de los pies, lanzando sacudidas a cada extremidad, que lograba paralizarlo por completo; y a su vez con un notable ímpetu algo en su interior se removía con una notable desesperación, la cual sumando intensidad del pesar en su ser hasta que parecía que lentamente se desvanecía, casi parecía que, algo había muerto en su interior.
Las embestidas salvajes del dios continuaban, mientras esté lamía la mordida en su cuello, mientras por un instante, parecía que su mente se hundía en una desconocida oscuridad. Cada percepción de su alrededor iba perdiendo sentido, sus ojos dorados y vidriosos se veían cada vez más opacos y vacíos, al mismo tiempo que su cuerpo inerte solamente recibía las embestidas, que solo parecían aumentar en ritmo y fuerza.
—Ahora —escuchando las palabras cada vez más lejanas, la mente del dios iba desvaneciéndose—, eres mío…
Y sin notarlo, su mente ya había quedado sumergida en la impasible negrura de la inconsciencia.
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Holis ( ✿ ^ ‿ ^ )
**¿Que les pareció el capítulo?
**Es la segunda vez que escribo algo así, pero la primera vez que llego a publicarlo.
**Admito que me costó mucho escribirlo, pues salió más intenso de lo que esperaba,
**Además de que estuve sin internet casi un mes. Y hace casi dos semanas estamos sin problemas técnicos.
**Me alegra decirles que acaban de presenciar un evento canónico ʘ ‿ ʘ,
**Espero les haya gustado, así como espero no haberles dejado un trauma ⊙ . ,
**Dejen sus comentarios, mentadas de madre y demás,
**No olviden dejar su estrellita, se los agradecería mucho,
*Espero verlos en el siguiente capítulo
Bye, bye ( ✿ 。 )
