CAPITULO IV:
Harry estaba sentado en la cama leyendo un pequeño manual sobre cómo usar una freidora de aire. Lo había encontrado debajo de la almohada. Él no tenía una, usaba horno convencional. Humedeció los labios mientras pasaba la página.
Habían pasado unas dos horas y estaba oscureciendo, cualquiera hubiera desistido, pero él estaba resignado a plantarse toda la noche si era necesario.
Esos días se había vuelto más trabajólico y, por ende, había terminado cerrando muchos reportes antes de tiempo. Entre ellos el agobiante interrogatorio a Hoffman, el sin rostro.
Pasó otra página delineando las palabras, intentando ahuyentar los recuerdos sin éxito. Hace unos días el departamento de misterios había roto la maldición y dado luz verde para exponer su verdadero rostro. Él fue convocado para realizar las subsiguientes gestiones del caso por lo que se apresuró en iniciar el interrogatorio. Cuando ingresó a la celda quiso volver por donde vino: El capullo lo esperaba enmarrocado con su fino y desafiante mentón elevado, su rostro blanco rodeado de cabellos muy rubios...y sus ojos azules.
Que lo jodan. Era lindo...Y tenía un aire a Malfoy.
No podía dejar a Kingsley tirado, logró sobreponerse al pasmo y sacar valiosa información dejando a todos satisfechos además de ganar al tiro un nombramiento especial a mejor auror del mes. No era para menos, el maldito había soltado toda la sopa sin desconectar su mirada, a nadie más hizo mínimo caso. De camino a casa su mente había vuelto a Malfoy mas veces de la que le gustaría admitir y la incertidumbre había deshecho sus entrañas. Estaba liado. Y así había sido toda la semana. Ya no aguantaba un día más.
El engreído se las arreglaba para incordiarlo sin hacer acto de presencia.
Necesitaba saber qué diablos había sido lo del otro día. Quería escuchar sus motivos para luego...bueno, quería saberlo y ya. No tenía que hacer "algo" con eso.
Harry resopló tirando el librito por doquier y se apoyó en una pared vagando la vista, intentando calmar la sed asesina que lo estaba llenando.
Realmente se había querido fugar el muy canalla.
Contó hasta cinco mientras se acercaban unos pasos.
... ¿Pasos?
Se enderezó cuando la puerta se abrió de golpe.
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Se aparecieron afuera y Draco ingreso. Blaise lo siguió:
— Sabes que podríamos pedir servicio de transporte para lo que queda ¿no?
—Sí, pero no.
—Dame el celular, yo llamaré.
—No lo tengo.
—¡Draco! Por las barbas de merlín, es el cuarto y no llegamos a medio año.
—Lo dejé aquí, relájate
Draco abrió la puerta de su dormitorio con la consigna interna de revolver todo hasta encontrar el aparatito, a ver si Blaise dejaba de pincharle las bolas. Al final nunca lo haría ya que se congeló bajo el marco sin poder asimilar lo que tenía en frente.
Potter apoyado en la pared con las manos es sus apretados bolsillos. Potter mirándolo desde el interior de su habitación... ¿Estaba alucinando?
Blaise, que le pisaba los talones, se asomó sobre su hombro y lo imitó. ¡Inverosímil! No entendía nada.
—¿...Potter? —Escupió.
El mismo había colocado las protecciones. Draco tenía razón, era un enajenado Lo estudió veloz, lucía macizo y ...con unos ojos demenciales. Se le cortó el rollo cuando Draco sujetó su codo y apretó los ojos.
—No va a funcionar.
Se comió una maldición cuando Draco jadeó presionando aún más sus dedos en él.
—Solo yo puedo aparecerme a gusto.
Harry por fin se despegó de la pared. Su sed de sangre bajó dos rayitas al notar el estado del rubio. Había palidecido hasta la exageración, sus piernas temblaban y la parte superior de su frente estaba comenzando a brillar.
—¿Sabías que esto es ilegal?
Blaise se interpuso al notar que Draco estaba fuera de juego. No permitiría que toque un pelo de su querido rubio. Si lo quería llevar, tendría que pasar sobre él.
El auror lo miró ceñudo.
—Piérdete, Zabini.
Blaise se tensó. El oscuro polo de Potter parecía otra piel sobre sus músculos sugiriendo que sería más inteligente el enfrentamiento a distancia. Algo que no ocurriría si pudiera evitarlo.
—¿Qué quieres de Draco? —No se dejó amilanar. —Cualquier cosa que tenga que ver él, tiene que ver conmigo.
Harry sintió como si su saliva fuera ácido. ¿Malfoy tenía pareja?
—¿Están juntos?
—¿Te interesa?
—Para nada
Sonó muy atropellado. Blaise sonrió mañoso mientras la aprehensión de sus hombros se desvanecía.
—Bueno, fue un placer. Ahora te pediré que nos dejes solos.
—Quiero hablar con Malfoy—Gruñó tozudo.
Draco salió de estupor al ser nombrado. Las posibilidades de evadir el incómodo encuentro eran cero. Ya estaban embarrados, no había mas que hacer. Bueno, si tanto lo quería, aclararían las cosas...
—No hay nada que hablar —Siseó.
Instinto de auto-preservación activado
—¿Disculpa?
—Lo que oíste Potter. No tiene caso hablar del tema.
Harry no daba crédito a las palabras.
—¿En serio no tienes nada que decir?
Draco ignoró la mirada en llamas y se plantó a medio metro con ligereza. Hizo el ademán de espantar una mosca con la mano
—Así es. Solo estas jodido porque follamos.
¿Estaba soltando el tema delante de Blaise? ¿su pareja? El rostro de Harry se calentó de golpe mientras la bilis trepaba por su garganta.
Maldito canalla, nunca pensó que fuera tan cabrón.
—Eres un imbécil. —Lo quería matar. Lo iba a matar.
—Ya pasó. Este hecho ¿Esperas que me arrodille y te pida perdón por una cogida?
—¡Y una mierda Malfoy!
Malfoy lo miraba sobre su nariz alzada, sus ojos eran dos pozos impenetrables. Y Harry quería romper esa cara engreída, odiaba que lo mire así.
El rubio continuó:
—¿Vas a arrestarme por eso? No me digas que eras virgen o algo así. Solo fue un jodido polvo.
Los muebles comenzaron a temblar mientras Harry intentaba regular su respiración. De pronto el lugar se había vuelto asfixiante.
— Creo que ya está todo aclarado. Ahora voy a-
Harry acortó la distancia apareciéndose a unos centímetros del otro y lo cogió de las solapas haciéndolo trastabillar. Acercó sus narices.
—Me montaste—Susurró inyectando rabia en las palabras. El otro mantuvo el contacto sin inmutarse—Y luego desapareciste.
Draco respiró de la nariz contraria luchando contra las sensaciones, la máscara de indiferencia amenazando con caer. Potter no usaba perfume; olía a piel, a viento, a hierba floreciendo bajo el sol...olía delicioso.
—No sabía que debía dejarte una nota junto al café ¿Sueles hacerlo luego de coger?
Blaise se cogió el puente de la nariz, Draco la estaba jodiendo a lo grande. Su rubio amigo solía degenerar cada situación en la que era acorralado, de ahí en adelante todo iría en picada. Una gracia fielmente copiada de Lucius.
Dudaba que el par vuelva a darse los buenos días a juzgar por la vena saltarina en la sien de Potter.
Su piel hormigueó, sintió la pesadez del aire y sumo dos más dos: Todos muertos en menos de diez minutos. Se aclaró la garganta tocando el hombro del pelinegro.
—Potter. Hay algo que me gustaría aclarar antes que lo mates.
Pero Harry ya no estaba seguro de soportar más la presencia de Malfoy o de nadie en ese instante. Se mordió la lengua y apartó el brazo de Blaise de un manotazo.
—Jódete.
Blaise agrando los ojos al percibir odio de a gratis en los orbes verdes, su cara apuntaba a Draco, pero lo miraba a él. Él no había hecho un carajo.
El pelinegro soltó de golpe al rubio, que solo se enderezó mirándolo fríamente y se desapareció ahí mismo con un ¡Crack!
Draco se quedó estático mirando al vacío.
No era buena señal.
Blaise soltó una risa nerviosa mientras se encogía de hombros:
—Pudo haber sido peor... ¿no?
Draco soltó todo el aire de golpe y se acomodó la ropa. Ya estaba, al final no lo iba a encerrar ni nada. Debería estar aliviado...pero nada más lejano a eso.
Se sentía peor que antes.
Había actuado a la defensiva como siempre y lo había ridiculizado. Sintió a Blaise acariciar su espalda mientras rememoraba el brillo herido e indignado en los ojos de Potter una fracción antes de abandonar el lugar. Seguía siendo un cabrón y nada cambiaría eso al parecer.
Ya había anochecido para cuando lograron desinstalar todo, bueno, Blaise hizo todo mientras el rubio miraba por la ventana luciendo miserable. Era mejor a otro ataque de pánico.
Potter no volvió, para alivio de Blaise y angustia de Draco. Era aún muy cobarde como para buscarlo con sus propios pies, así que se dejó arrastrar de regreso desganado.
—Yo ubicaré todo, mejor ve a tu habitación. Lassie te llevará la cena.
Draco asintió y se dirigió mudo a su cama. No cenó, aunque el elfo lo amenazó con cortarse las muñecas. Se sentía deprimido y culpable.
Al día siguiente tampoco quiso comer, pero el otro solo blanqueó los ojos y retó con traer a Potter él mismo si no salía de su hoyo negro autoimpuesto. Tuvo al rubio sorbiendo una sopa mientras lo asesinaba con la mirada en menos del cantar de un gallo.
—Entiende que así no lograrás nada. Si tan mal te sientes, ve a verlo.
—Suena muy fácil. —Bufó el rubio
—Lo es, tu eres el difícil. Te dije que no te haría nada y estuve en lo cierto.
—No me puedes culpar por pensar así, también sentiste su magia.
Blaise chasqueó, tenía una.
—Entonces olvida todo eso, ya quedó. Empieza de nuevo. Ya solicité una plaza para que trabajes desde casa. Esta tarde llegará la respuesta.
A Draco no se le iluminaron los ojos como creyó que pasaría. Como sea, ya volvería en sí, siempre era muy dramático, sobre todo si Potter tenía que ver en el asunto.
Una lechuza ingresó por la ventana, dejó caer un sobre sobre Blaise. Este la atrapó con premura.
—Oh, eso fue rápido.
—¿Qué es?
—La respuesta a mi solicitud. Veamos.
Draco mordisqueó su tostada con aire melancólico. Quería encerrarse para siempre y evitar a Potter, pero también quería verlo todos los días. Maldijo internamente, su vida había sido maravillosa antes de esa noche, si tan solo no hubiera abandonado el bar, si se hubiera quedado esa noche y ligado a otro pobre diablo...el estaría mirando a Potter correr y sudar frente a su ventana desde su cómodo mueble con una taza de té caliente...
Suspiró.
—Bien, te rechazaron. No tienes estudios muggles básicos.
—Que dolor
Draco volteó los ojos.
—Tengo otra opción donde ingresarías sin pasar evaluación previa, pero, no sé si quieras aceptar.
—Solo lánzala
—¿Seguro? Es para limpieza.
Vaciar tachos de papel en una oficina mientras evitaba a Potter no sonaba mal.
—Sí, ya no me importa.
Draco sacó su infaltable lima y se dispuso a dar forma a sus uñas.
—Ok, lo más probable es que te incorpores mañana.
No hubo respuesta, el rubio ya estaba en lo suyo.
Blaise sacó un pergamino y mando la solicitud a su contacto. No se terminaba de convencer por esta última, Draco hacía todo con magia y odiaba tocar cualquier cosa que tenga que ver con limpieza del hogar, llámese escobas, plumeros, desinfectantes, etc. Tal vez sería feliz haciendo manicura, ojeó al otro que ya había acabado y miraba sus dígitos satisfecho. Hasta se había puesto de buen humor.
El día paso sin pena y sin gloria, pero al anochecer las cosas se caldearon un poco. Alguien toco la puerta y Draco abrió, encontrándose con un empleado de mameluco gris sosteniendo una caja.
—¿Para el señor...Dra-cof! Draco?
El mal humor del rubio se disparó cuando el tipo solapó su risa.
—Soy yo.
—¡Oh! —El hombre lo miró con chispa. Quién les ponía ese nombre a sus hijos, gente loca. —Esto es para usted de Tu Pulcro Servidor.
—¿De quién?
—Es el nombre de la empresa señor, dentro esta su uniforme y el itinerario del mes. Limpieza de calles desde...mañana q las 7 a.m. según indica aquí.
El dedo del hombre estaba apuntando al documento adherido en la caja. Draco sintió soponcio.
—Debe haber una equivocación. Yo no acepte limpiar calles.
El hombre volteó los ojos perdiendo la gracia. Dejó la caja a sus pies y agregó mientras tomaba una foto con su celular:
—Yo solo entrego paquetes, si no lo desea llame al número impreso en el packlist para solicitar la devolución.
Draco arrugó los ojos frente al flash y se quedó plantado y furioso mientras el otro desaparecía de vista. ¿Limpiar calles? Blaise debió haberse equivocado. Se agachó y leyó el documento impreso. Sip, decía su nombre completo.
—¡BLAISEEEEEEEEEEE!
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