CAPITULO V:
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Draco restregó con furia su pañito microfibra ultra-absorbente bajo el flujo de agua que salía del trasero del camión. Este era conducido por dos colegas mientras que, junto a un hombre llamado Hans, él se encargaba de recolectar y descargar los bultos depositados en los contenedores y cubos individuales.
Si estuviera solo, se encargaría de todo aplicando disimulados y simples hechizos de levitación, limpieza o atracción. Pero ese día tocaba de a pares y, si le preguntaban, no agradecía para nada tener compañero. No solo lo atrasaba, sino que lo dejaba exento de cualquier uso de magia durante toda la jornada.
El rubio exprimió y amarró el trapo en su cadera ignorando adrede a Hans que no removía los ojos de su cabeza.
Ambos llevaban mascarilla así que ese no era el tema. Era su platinado cabello envuelto en una pañoleta naranja que hacía juego con su mameluco del mismo color. Draco fulminó a su compañero cuando paso cerca. Le importaba tres hectáreas si se veía ridículo, no quería exponer su sedoso cabello a las innumerables partículas contaminantes que desprendía esa carrocería, lo mismo aplicaba para la sensible piel de su rostro.
—¡Nos vamos! —Avisó el conductor colocándose el cinturón.
Hans escupió el chicle que mascaba desde la mañana, haciendo a Draco reprimir una arcada, y se sujetó de la asadera lateral izquierda. Draco hizo lo mismo con la derecha. El camioncito avanzó a ritmo moderado.
Así iban todo el día, ambos colgados de la parte trasera y pendientes a los bultos que encontrarían junto a las bermas.
Un joven sin polo y en bóxer salió de su casa sosteniendo una cubeta repleta de residuos. Redobló el paso cuando el camión estuvo a punto doblar la esquina. Draco blanqueó los ojos y se dejó caer al pavimento para darle encuentro.
Una semana y ya se sabía de memoria las calles, así como del hecho que ese sujeto siempre hacía lo mismo. ¿Qué le costaba dejarla afuera antes del atardecer? Extendió el brazo y lo miró frunciendo las cejas. Este le guiñó un ojo.
—¡Gracias!
El rubio fingió no percatarse de nada y se volvió hacia la carrocería. Se reacomodó la mascarilla y respiró hondo cuando el camión dobló por completo en la esquina.
Sus manos empezaron a sudar dentro de los guantes.
Siempre sucedía lo mismo cada que ingresaban a la recta de Potter. Felizmente el auror siempre dejaba sus contenedores listos desde la noche anterior y no tenía que verle la cara.
—Rubio, dame una mano aquí.
Volteó los ojos ¿Porque nadie se aprendía su jodido nombre?
El aire se estancó en sus pulmones cuando Hans lo llamó a pocos metros de una fachada roja con lunas brillantes. Draco se bajó y vaciló.
A mal paso darle prisa. Puso su mejor mascara de indiferencia mientras Hans intentaba mover un rebosante contenedor.
—Si te apuras no me quejo—Draco pasó saliva y se acercó por completo dando la espalda a la entrada. Mirar a través de los vidrios causaba estragos en su interior.
La condenada cosa pesaba ¿Que mierdas había metido Potter?
—Dale ahí.
Ambos empujaron con todas sus fuerzas y solo pudieron arrastrarlo un poco. Sudor descendió por su frente, pegando un rebelde mechón en ella y acalorándolo de golpe. Por una fracción de segundo quiso arrancarse la pañoleta.
—Perdón. ¿Os ayudo?
Hans miró a espaldas de un petrificado Draco y se dirigió al pelinegro que se asomaba por la puerta.
—¿Hay cuerpos dentro?
Harry sonrió abochornado.
—Son solo...desechos comunes—Se despeinó la nuca nervioso.
Había llegado de madrugada con Kerry, ambos habían estado tan molidos y hambrientos luego de una escaramuza en Plaistow que decidieron quedarse a reposar unas horas. Decisión que lo llevo a desalojar la habitación de invitados removiendo dos máquinas grandes y algunas pesas para entrenar. No se le ocurrió mejor cosa que encoger todo y meterlo al contenedor, pensando en encargarse luego.
Por supuesto, se olvidó de todo al amanecer. Tuvieron que salir disparados al ministerio sin desayunar.
—Si de algo sirve, déjame echar una mano.
El otro tipo que en todo momento le había dado la espalda, se irguió mecánicamente.
—No nos vendría mal...
Harry sintió, más que vio, una leve corriente mágica impactar contra el hombre canoso, que se quedó colgado.
Harry empuño la varita en su bolsillo.
—No te muevas.
Como toda respuesta, el hombre de pañoleta se dio la vuelta. Y el corazón de Harry dio dos volantines.
—Malfoy
Draco lo miro impasible, con la frente y mejillas sonrosadas, sin dejar de apuntar con la varita a Hans en todo momento.
—El mismo, Potter.
Harry le devolvió la mirada enajenado y frunció sus cejas. No estaba alucinando ni nada, era el mismo slytherin sinvergüenza. Iba vestido de operario y con una pañoleta que enmarcaba, si es que era posible, aún más su fino rostro.
Ansiedad y rabia hicieron palpitar su sien. Justo a quien menos quería ver se aparecía de nuevo. Al menos esta sin el otro, pensó.
Por algún motivo que aún no podía definir, le irritaba la actitud "marco mi territorio" de Zabini y su miradita de "yo se algo que tu no". Solo de recordarlo le hervía la sangre.
Si lo tuviera delante, le dejaría en claro que le importara dos sickles la relación que tengan. Total, solo había sido un "jodido polvo" y él no era gay.
Que se joda el italiano, y que se joda también el imbécil de mierda que lo miraba fresco como lechuga.
Sonó una bocina muy cerca rompiendo su línea de pensamientos.
El muggle.
Se recompuso y gruñó.
—Inconsciente, hechizar muggles está prohibido, lo sabes bien.
Draco se encogió de hombros.
—También que encojas más de cien kilos de fierro en contenedores a cargo del municipio. ¿Cómo se supone que un muggle lo mueva? —Arqueó una ceja hacia Hans— ¿Planeabas hechizarlo tú?
Harry se sonrojo sintiéndose pillado porque justamente eso había planeado hacer. Solía hacerlo cuando le venía la gana y sin autorización alguna.
—Me olvidaba que te gusta pasarte la ley por el ojete—Continuó Draco acercándose a Hans y apartando la mirada. Ignoró la amarga réplica "No eres quién para decirlo" —...Y Podría reportarlo si quisiera.
—¿Me estas amenazando? —Escupió caldeado.
—Pero no quiero—Draco lo ignoró y paso un mano por los cabellos de Hans, acariciando su mente con una muy sutil legeremancia. El confundus había hecho su trabajo.
Harry no pasó por alto lo que el rubio acababa de hacer en sus narices.
— ¿Que carajos crees que haces?
—Trabajo.
Draco apartó la varita y la agitó de nuevo en dirección al contenedor, luego lo levantó como si pesara nada y lo llevó hasta la movilidad estacionada. Todo sin mirar al ojiverde.
—Me iba a hacer cargo, no es tu asunto—refunfuño Harry mosqueado.
—Ya vi lo bien que te haces cargo—Draco se inclinó levemente para depositar todo en la carrocería—Me lo llevo, tendrás que comprarte otro.
Harry pasó saliva intentando despegar los ojos de las nalgas apretadas bajo el mameluco. Draco se volteó y chaqueó los dedos haciendo que Hans vuelva en sí.
—Estamos listos—Lo llamó desde su asadera.
—¡Genial! —Hans sonrió embobado y se apresuró en unirse a Draco. Subió de un salto al camión y se despidió con una mano del pelinegro.
—¡Que tenga buenas tardes!
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Para cuando la movilidad se perdió de vista, Harry echaba fuego por la boca.
Estaba molesto consigo mismo. Se había quedado mirándole el trasero al imbécil ese, que, dicho sea de paso, violo dos reglamentos en su cara y hasta tuvo las pelotas de amenazarlo sutilmente.
Apretó los puños. Debió haberle quitado esa varita (seguro era de Zabini, porque la de Malfoy estaba confiscada para siempre) y reportarlo al ministerio donde habría sido ingresado en una celda por cuarenta y ocho horas (eso era lo que duraba la evaluación de daños) antes de recibir la sentencia que daría el área legal. Ah y la multa, que pagaría el apoderado del sentenciado.
Seguro también Zabini.
La bilis subió por su garganta. Resopló y se metió cerrando de golpe.
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—Renuncié.
Draco tiró la dichosa pañoleta al suelo y sus cabellos rubios cayeron libres. Resopló pasando de largo a su mejor amigo que solo alzó las cejas. En realidad, estaba sorprendido de que Draco hubiera durado más de dos días.
—Bien.
Sonaba muy calmado desde su posición.
—¿No vas a preguntar nada?
—¿Para qué? Seguro tiene que ver con Potter.
Draco se sentó suspirando en la silla contigua. Se mordió el labio.
—Pasamos por la casa de Potter y tuve que usar magia.
—Oh ¿En serio? —Blaise no pareció ni un pelín sorprendido de que su amigo no hubiera sido arrestado. Removió su té con una cucharita—Hubieras aprovechado en dirigirte a él y limar asperezas.
—¿Limar asperezas? —Draco lo miró incrédulo—Ni siquiera podemos mantener una simple conversación.
—Draco—Blaise elevo una mano para acariciar el mentón del otro. Suave y cálido—Ambos sabemos que fuiste un cabrón con él la última vez. Y a pesar que te amo, créeme que mucho, ya tengo mis bolas llenas de tus constantes lloriqueos. Potter esto y lo otro ¡Joder con ese imbécil!
Draco abrió la boca indignado sintiendo sus mejillas arder. Ni siquiera podía rebatir porque era cierto.
—Cada que te lanzo el cable salvavidas te empeñas en regarla—Blaise pellizco suavemente la roja mejilla—No sé qué más hacer por ti.
Francamente, Blaise no estaba seguro de cómo manejar la obsesión insana que tenía el rubio con Potter. Si no le daba la hora, a lloriquear. Si se la daba, huía despavorido. Si tan solo actuara con normalidad, así como había hecho innumerables veces ligando con medio mundo en bares de mala muerte, lo tendría comiendo de su mano. Ah, pero no, porque se trataba del cuatro ojos.
—Sabes, no es nada sano—retiró la mano—El asunto que traes.
—¡Lo sé! — Draco se levantó contrariado—¡Mierda! ¿Crees que no lo sé? Lidio con esto desde casi toda mi vida.
Blaise se levantó y acarició su hombro cuando la mirada gris se puso húmeda y vidriosa.
—Vale. ¡Olvidado! Ya se me ocurrirá algo.
—No soy tan idiota, sé que debería dejarlo estar—Draco cerró los ojos evocando la imagen del gryffindor esa tarde. Un simple polo de algodón sin mangas y un short sobre los muslos. Tan casual y devorable como lo recordaba. Merlín sabía que había tenido que mirar a otra parte o habría acabado haciendo el ridículo de su vida. Y esta vez sobrio.
Blaise desordenó algunas hebras.
—Mi rubio favorito—Encajó un mechón detrás de una pálida oreja— ¿Y si dejas de ser tan difícil con él y ya?
Draco tragó mientras sus tripas se retorcían ansiosas. Pedir perdón ya no era un trago amargo para él, no después de perder todo.
Pero hacerlo con Potter...
—Es San Potter por merlín—Continuó—Te salvó de morir.
—De suerte, no porque quisiera—Dijo Draco estrangulado.
Blaise sonrió recordando la mirada verde cuando preguntó si Draco y el "tenían algo".
—Cuando se trata de ese miope te vuelves igual de ciego que él.
El rubio lo miró irritado.
—¿Y que se supone que no veo?
Blaise blanqueó los ojos.
—La manera en que te mira
Draco no aguanto y carcajeó ampliamente.
—Eres el mejor—Se limpió una lagrimilla—Siempre sabes cómo hacerme reír.
Blaise lo miro plano.
—Por eso no avanzas ni medio metro con Potter—Aspiró profundo intentando controlar el mal genio—Escúchame bien. Lo tienes en tu mano, exactamente donde lo quieres.
Draco perdió color.
—No me está haciendo gracia—Siseó tembloroso.
—¿Quieres verlo en el pensadero? —Los ojos de Blaise brillaban de la misma forma en que brillaron cuando le prometió a Draco que todo saldría bien, que lo acogería y protegería en el mundo muggle. Sinceros y efervescentes. Llenos de convicción.
Una convicción que Draco no estaba seguro de merecer o querer aceptar. Porque todo le salía mal.
Ah...ese era el problema.
El aire se espesó en sus pulmones. No podía ser ¿En qué lunática realidad sería eso posible? No tenía nada que ofrecer. Potter era el auror más codiciado de todos los tiempos y, además, exitoso. Seguro tenia tener miles de personas haciendo cola por él, babeando por sus huesos.
Por Morgana, era tan ilógico lo que soltaba Blaise que daba risa. No podía estar hablando en serio
Blaise no le dio tregua.
—Tal vez suceda lo que tanto has deseado—Susurró.
—Aunque así fuera. No lo merezco.
—¿Quién mierda decidió eso? ¿Qué pasaría si Potter sí lo quiere?
Blaise no entendía lo crueles que habían sido años de resignación, sueños frustrados y deseos reprimidos. No la cogía si creía que de pronto se iba a llenar de esperanza y aceptar escuchar algo así.
¿De dónde sacaba todo eso? Ya tenía experiencia aspirando alto y estrellándose contra el pavimento. Dolía como no quería ni recordar.
No podía seguir escuchando esas cosas. Draco se escabullo por las escaleras antes que Blaise continuara. Se saltaría la cena, no quería tener esa conversación.
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Draco soñó como hace tiempo no ocurría. Que caía al fuego y lo devoraban las llamas, pero no moría. Que gritaba a todo pulmón y nadie venía a su rescate. Que el tiempo era eterno y su carne se caía a pedazos.
Cuando finalmente se entregó a la sensación de agonía, despertó de golpe. Pasó saliva agitado y se dirigió al estante de pociones rebosante de cualquier cosa, menos la poción para dormir sin sueños.
Que va, nada que una buena ducha helada no pudiera reparar. Bajó las escaleras fresco como lechuga, vestido y listo para empezar un nuevo día.
—Tengo algo para ti.
El comedor olía delicioso. Draco se sentó al lado de Blaise y suspiro aliviado que no cargara con el tema de la noche anterior.
—¿Entradas para El Siniestro? Necesito follar.
Blaise soltó una risita traviesa mientras el elfo domestico servía la merienda.
—Vamos más tarde—Guiño un ojo coqueto—Sabes lo mucho que me pone verte ligar.
Draco se carcajeó y sus mejillas enchinaron sus ojos grises, claros como dos lagunas.
Blaise lo miró embelesado intentando calmar la sangre en sus venas. A veces dudaba de su sexualidad cuando Draco se desenvolvía a su alrededor.
—Como sea, en realidad quería decirte otra cosa—Sonrió socarrón.
Draco lo miró sospechoso. Ese tonito alegre tenía un retintín burlón que no se tragaba ni con agua.
—Suéltalo si quieres conservar tus bolas.
—¡Que impaciente! —Bufó—Bien, ya no eres desempleado.
—Me infarto de felicidad.
—Esta vez te gustará, lo prometo.
—¿Y eso es porque...?
—Porque tendrás una experiencia prodigiosa: hombres sudando y con poca ropa.
El rubio elevó las cejas incrédulo.
—Según indica, serás "coach" en una cadena de gimnasios. Caray ¡Hasta tendrás libre acceso!
Draco jugueteó con un mechón de su cabello exprimiendo su cerebro, intentando que viniera a su mente cualquier cosa relacionada a esas dos palabras completamente ajenas a su vocabulario.
"Coach" "Gimasio" Nap
—Gimasio—Dijo perdido.
—Gimnasio—Leyó Blaise en voz alta en el reverso del sobrecito—Serás entrenador.
—Capto eso, pero ¿de qué?
—No te preocupes. Ya me informé y no es nada difícil—Blaise lo miró pagado de sí mismo—Solo debes fingir que vigilas a los muggles que usan ciertas máquinas y hacen ejercicio. Al parecer se pueden lesionar si no lo hacen de manera correcta.
—¿Lesionar? —Draco frunció el ceño. ¿Tan inútiles eran?
—No tienes que hacer nada y podrás ligarte tíos buenos: Te va a encantar. Más que recoger la basura de Potty—Agregó.
El rubio seguía sin captarla completamente. Solo le quedaba aceptar y enterarse ahí mismo de las funciones. Tenía fuertes sospechas de que no se trataba de lo que sea que su amigo tenía en mente.
—No sé de qué va esta mierda, pero dale. ¿A qué hora salimos? Me muero por un trago.
. Cualquier cosa era mejor que su mejor amigo manteniéndolo de por vida.
—Pues tendrás que aguantar unas diez horas como mínimo, recién desayunaremos.
El rubio se encogió de hombros y se adentró a la cocina.
Ya fuera de vista, Blaise apretó el sobre con fuerza. Si Draco la cagaba esta vez, el mismo se encargaría de meter a Potter en sus calzoncillos.
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Kerry se asomó dentro del despacho mientras su compañero "leía" un pergamino bajo una montaña de informes. Si le preguntaran, diría que en realidad intentaba incinerar el documento con los ojos.
Eran equipo desde hace tres años y jamás había visto al pelinegro actuar de manera tan perturbadora. El Potter que conocía no hablaba consigo mismo cuando creía que nadie lo veía, no se pegaba amanecidas de asqueroso papeleo, no tenía ojeras moradas y definidamente no hacía gestos raros ni taladraba vehemente cualquier superficie por minutos enteros.
Todo eso venía sucediendo desde "aquel día" y él se moría por preguntar, pero no había tenido oportunidad.
Ya lo acorralaría luego. Kingsley había mandado a llamar al ojiverde por un tema impostergable.
Ingreso y se plantó frente al escritorio.
—Potter.
Este parpadeó y se acomodó las gafas.
—Kerry.
No lo había sentido.
—Debemos interrogar a Hoffman, en—Kerry agitó la varita—diez minutos.
El otro se mordió la mejilla interna.
—El ya confesó todo, no entiendo.
—Bueno, así nos hizo creer. Han ubicado las coordenadas y son correctas, pero obvió contarnos que solo se accede con un ritual de sangre, de esos que involucran magia negra para ser específicos.
Harry se frotó los ojos inquietos. Había sido descuido suyo: No había preguntado específicamente por algo así. Bueno, había sido difícil concentrarse y presionar psicológicamente a la réplica A1 del idiota de Malfoy, mientras este no dejaba de mirarlo como si fuera carne asada.
Ya le habían advertido que era resistente al varitaserum, además de un buen legeremante y oclumante. Sí, todo eso a la vez.
La puta que lo parió. Si no tenía intenciones de soltar nada ¿Cómo lo haría hablar?
No era buen momento, no lo quería tener cerca por otro motivo más escabroso: Su parecido con Malfoy.
Ensancho las fosas nasales bajo la perpleja mirada de Kerry.
—¿Estaría bien si te encargas de Hoffman hoy? Tengo mucho que hacer.
—Hombre, nos asignan el mismo papeleo y ya lo terminé. Si ese "mucho que hacer" son los casos estancados del año pasado no pasará nada si los postergas para luego
—Pueden asignar a otro.
—Sabes que ese oxigenado solo abre la boca cuando te tiene a ti en frente.
Harry meditó unos segundos antes de rodear el escritorio. Kerry lo miro preocupado, la piel del moreno tenía un tono levemente amarillo y sus ojeras eran pronunciadas.
Siguió a un Potter desgarbado varios pisos más abajo hasta llegar a la celda destinada. Este agitó la varita y hundió los hombros esperando que las rejas se desvanecieran. No pasaron ni cinco segundos cuando sucedió y la estancia se iluminó.
Hoffman estaba sentado con la cabeza colgando sobre su estómago. Así, con el rostro oculto podría fácilmente ser confundido con su ex-rival. Harry frunció el ceño. No, Malfoy tenía el cabello más sedoso y era un rubio más frío, casi albino. La divagación fue interrumpida cuando este enderezó la cabeza esbozando una alegre sonrisa.
—Harry.
—No puedes hablar si no lo autorizo—se irritó.
El moreno apareció una butaca y se sentó a una prudente distancia. Kerry se cruzó de brazos a su lado un poco asombrado por el parecido de este con la persona más detestada de Gran Bretaña. Solo había escuchado rumores sobre su apariencia y verlo con sus propios ojos era algo impactante.
—Haría cualquier cosa que ordenes— El recluso paso su lengua por el labio superior.
Harry endureció la expresión.
—Al parecer eso no incluye informarnos de todos los detalles que te pedimos, como por ejemplo las restricciones de acceso— Soltó entre dientes.
—No preguntaste, bonito.
El rubio se lo estaba comiendo con la mirada. Kerry carraspeó incómodo. El de verdad admiraba a Harry, él no podría siquiera mantener una conversación normal con una presión así.
—Al grano, quiero saber todo sobre el ritual. Como, quien y cuando se debe hacer.
—Mmm. Tal vez haya olvidado algunos detalles sobre eso.
—¿Seguro? Un crucio podría traerlos de vuelta.
Hoffman relamió sus labios de nuevo sin dejar de mirarlo.
—¿Un crucio? —Sonrió despectivo formando un hoyuelo en su mejilla.
¿Malfoy tendría hoyuelos? Harry sacudió la cabeza y respiró hondo calmando su pulso. Que Merlín le diera fuerzas para centrarse en el asunto frente a él.
—¿A eso le llaman "incentivo"? Patético—El rubio entrecerró los ojos.
—No pruebes mi paciencia—Gruñó Harry.
—Ya sabes: Si quieres el premio mayor, debes sudarlo.
Harry arrastró su silla un poco más cerca e ignoró la manera en que el hombre abrió las piernas.
—Las pautas las pongo yo—Se inclinó— Y tú vas a obedecer.
Hoffman mordió su labio inferior y gimió quedo tirando la cabeza hacia atrás.
Harry pensó en cosas feas, como Dudley cogiendo con su gorda esposa, mientras un bulto sobresalía bajo la ropa del hombre, justo en la entrepierna.
Un hechizo voló cerca de su cabeza.
—¡Imperius!
El cuerpo del convicto recuperó la postura aun con la erección palpitante. Harry se relajó y miró a Kerry agradecido.
—Di todo lo que sabes sobre los accesos.
Silencio.
—Tenía que intentarlo—Suspiró Kerry—Rómpete la muñeca.
Hoffman se levantó de su asiento con expresión vacía. Sujeto su codo con el otro brazo y azotó la mano repetidas veces contra la silla de metal donde había reposado previamente su cuerpo.
Un, dos, tres ¡Crack!
Su muñeca colgó floja y el rubio miró al vacío con su serio y armonioso rostro, esperando la siguiente orden.
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*Tuve que dividir esto ya que era muy largo. Al fin podré publicar el siguiente cap c:
