CAPITULO XXV:

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Hoffman siempre quiso amasar mucho dinero que le permitiera escapar del campo y vivir decentemente. Sin embargo, ese no fue su único, y más ansiado, deseo, sino tener un rostro.

No cualquier rostro, sino uno hermoso, de piel suave y mirada penetrante.

Encontró la fórmula que se lo permitiría a mediados de su tardía adolescencia, mas no el candidato. Este se hizo esperar un poco más.

Tuvieron que llegar los tiempos de Voldemort para que, finalmente, diera con ese anhelado rostro.

El hijo de Lucius.

Cuando lo vio entre las filas de mortífagos, supo al instante, que esa perfecta y fría belleza sería suya.

Pensó que sería una odisea acercarse al muchacho e ideó muchos planes que le aseguraran su ADN, decidiendose al final por uno que le pareció muy seguro, y permitió tenerlo cerca: Se hizo cercano a Greyback.

Un día, gracias a la colaboración del hombre lobo, obtuvo sus finas hebras con asombrosa facilidad, y eso, lo lleno de dicha. Más, sin embargo, esa dicha le duro muy poco. Ya que pronto dio con que esos platinados cabellos arrastraban tras sí un par de cosillas con las que tendría que lidiar el resto de su vida, y que no le gustaron para nada.

La primera, y que más le jodía, era que su bella apariencia interfería con sus negocios: Comenzó a tener problemas con sus clientes. Nadie quería relacionarse con un tipo que se veía como un ex-mortífago de Voldemort.

Su parecido con Draco Malfoy los hacia huir despavoridos, y su cartera de clientes comenzó a decaer.

La segunda, no fue sino hasta que el heredero de los Malfoy apareció en ese hotel aquella noche, que descubrió que tenía relación con los dichosos cabellitos: El insano deseo sexual que sentía hacia el ojiverde.

El rubio de porquería no solo había resultado ser gay, sino que había estado profundamente prendido del salvador de mundo mágico, y esa arraigada cualidad del sangre pura (al combinar complicada magia y alquimia) pasó a él de inmediato, sin planearlo, y lo peor, algo alterada.

Ciertamente, era manejable mientras no lo tuviera cerca. Que el auror amenazara su imperio, solo ayudo a que fuera más fácil evitarlo a toda costa.

Pero, ya capturado, eso fue otro cantar.

Cada que lo tenía cerca, a él y su delicioso aroma, sus hormonas se descontrolaban. Esa desenfrenada libido que no sabía que tenía, despertaba en el acto, y pasaba a sentirse y actuar, como todo un depravado.

Lo extraño era que la sensación, en el momento de y estando excitado, lejos de disgustarlo, lo enardecía en extremo. Era como estar drogado.

En fin, aún con todo, ese último detalle no fue el real causante de su caída.

Sino el primero.

Su parecido con Draco Malfoy lo obligo a esconder su largamente anhelada belleza bajo una poderosa maldición, para de esa forma, seguir expandiendo sus negocios fuera del país. Esta no ponía trabas a sus habilidades mágicas, a excepción de una: su poder mental.

No tenía los ojos a la vista, así que no podía inducir a nadie. Desafortunado, si, pero sus negocios se siguieron dando sin problemas, así que no le tomo importancia.

Ese, fue su grave error, y el principal motivo por el que Harry Potter pudo apresarlo y someterlo.

En cautiverio, y ya con los ojos a vista de todos, no tuvo oportunidad de inducir al moreno y escapar todas las veces que se miraron, porque como era de esperarse, había estado acompañado de Inefables, o ese pelirrojo, todo el tiempo. De atreverse, lo habrían asesinado en el acto, estaban preparados para ese tipo de situaciones.

Y el no quería morir.

No que no haya tenido suerte, pero cuando el destino puso la oportunidad en bandeja, la desaprovechó.

¿Motivo?

Fue muy codicioso, su deseo sexual por ese cuerpo se convirtió en un hambre animal que lo cegó, a tal punto, que puso su huida en segundo plano. Entonces, apareció el hijo de Lucius y arruinó todo.

Apretó los dientes, frustrado: Debió irse sin más aquella vez...

Pero no pudo.

No pudo contener sus ganas de follárselo, aún sabiendo que era falso. El moreno se le hacía muy atractivo, disparaba su libido hasta lo insoportable.

Las consecuencias de esos cabellos platinados no era un problema, sino una maldición.

Miro sus rodillas y entrecerró los ojos. Ni los aurores ni el hijo de Lucius le colocaron el "contenedor" de vuelta al salir. Si alguien se percataba de eso, definitivamente no querría entrar.

Y eso no le convenía.

El Ministerio, contra todo pronóstico, había dejado entrar al desterrado hijo de Lucius con tal de sacarle información, y casi la obtuvo, más temprano, pero no pasó.

Para su suerte, mordió el anzuelo y no llegó a ver nada...aún. No podía bajar la guardia, seguro volvería al amanecer.

Entonces estaría acabado.

Nunca imaginó que lo dejarían entrar hasta ahí...

Tiró la cabeza hacia adelante de forma que sus cabellos cubran su cara por completo.

Los guardias nocturnos ¿Le dejarían la cena? Desde que había mandado a esos tristes Legeremantes a flotar entre nubes, nadie se había atrevido a entrar, a excepción de las cuatro personas más temprano.

No quería podrirse ahí por siempre.

Se le acababa el tiempo...

Así, sin el contenedor de visión y las muñecas apresadas, no podría con aurores, pero si con algún trabajador del lugar...si se presentaba solo.

Maldijo interiormente.

Nunca habia pasado, siempre aparecían de a dos o tres.

Y tener un víctima que inducir no era lo único difícil, dentro y fuera de esas paredes, sino además...deshacerse de las esposas mágicas.

Solo si lo lograba, si se las quitaba, podría desaparecer de ahí: Harry Potter no estaba, y era el único que podría impedirlo.

Haber sido perseguido alrededor de medio año por el auror más loco del Ministerio, le había hecho dar cuenta de ciertas cosas muy curiosas.

Una, por ejemplo, era que no importaba cuantas protecciones haya en un lugar, el ojiverde siempre lograría violarlas, aparecerse dentro y tumbar a medio mundo, solo o acompañado.

Le había quedado bien claro luego de saltar de base en base, huyendo, y perder cada una de ellas en el proceso. La única que el auror no pudo penetrar en ese entonces, por ignorancia de su ubicación, era la que escondía su mayor experimento, y que tenía los accesos fuertemente activados: La del ritual, por supuesto.

Ahí venia otro curioso detalle que quedó grabado a fuego en su cabeza.

El moreno llegaba a cada lugar al que se aparecía de manera infalible, como si lo oliera, cual gato a su presa. ¿Por qué le era fácil encontrarlo? ¿Cómo lo hacía? Era un total misterio para él, así como esa vehemencia para perseguirlo, ya que no paró hasta arrastrarlo casi inconsciente hasta los calabozos del Ministerio, con un fuerte hechizo antidesaparición encima, aplicado por el mismo, y usando la chimenea.

¡La chimenea!

Ahí venia un combo de dos.

Dos hechos que lo sorprendieron, y desconcertaron, en extremo.

La magia del moreno superaba la del lugar. Que usara la chimenea para entrar o salir no debía ser más que una humilde muestra de consideración hacia la entidad para la que trabajaba.

Para cerrar, y remontando a lo primero: Los hechizos del ojiverde estaban de lujo. Bajo su hechizo antidesaparición, le fue imposible escapar todo el camino a su calabozo, a diferencia de otras veces que logró burlarlo, con otros mortales, claro está.

Que su magia fuera tan fuerte, lo había puesto muy cachondo y molesto a la vez.

Se tiró hacia atrás en su silla, fuertemente encadenado, y esta cedió a la gravedad por un segundo antes de retomar su posición inicial.

Si le pelirrojo no lo hubiera pateado, jamás se habría percatado que se podía balancear.

Oculto su cara y sonrió bajo su mordaza cuando la compuerta de la celda se corrió de repente.

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Dominic era el más nuevo en su área, y justamente por eso, sus compañeros lo agarraban de punto para atender las tareas que menos agradaban. Por ejemplo, trasladar y resguardar a los presos cuando les tocaba cambio de muda y aseo, aburrido patrullaje o entregar las comidas del día.

La que encabezaba la lista, y le tocaba esa noche, era la última.

¿Quién querría asomar un pelo dentro de esas frías celdas? La mayoría gritaba o hacía gestos grotescos cuando alguien entraba. En especial los de alta prioridad, esos que día a día eran torturados durante los interrogatorios, y que, con toda seguridad, irían a Azkaban.

Suspiró desganado y se detuvo en el pasillo, sin dejar de sostener su bandeja.

Miró las dos puertas frente a él y se rascó la nuca.

¿Por qué todas se veían igual?

Sacó del bolsillo un papelito donde tenía anotados varios códigos: H6, H7, H8, H9, H10, HØ, Hø.

Le habían dicho que no le dé cena al preso de la "bolita tachada", pero había dos putas bolitas, ambas tachadas.

—Maldición...—Susurró.

Tendría que volver todo el camino, bandeja en mano, para aclarar esa indicación y...

Que pesadez.

Agitó la varita. Sep, estaba frente a los dos últimos códigos.

Volver, o abrir cualquiera.

Se encogió de hombros y corrió la celda frente a él.

Había un hombre rubio en una silla, con la cabeza colgando hacia adelante, muy quieto y en silencio. ¿Estaría durmiendo?

"¡Qué alivio!" Sonrió interiormente.

Dio unos pasos al interior e invocó una mesa plegable frente a la silla, para luego inclinarse y depositar la bandeja.

Cuando levantó el rostro, dio con unos ojos azules...muy lindos. Era el preso más lindo que había visto a la fecha.

Pero qué angelical se veía la primera mitad de su cara. Sus cejas rubias y sus pestañas largas sobre esos ojos que parpadeaban con inocencia.

Lo miró embelesado unos segundos, hasta que de pronto, su cuerpo se congeló.

Quiso gritar, pero no pudo.

Su corazón dio un vuelvo cuando una voz en su cabeza canturreó.

"Si te mueves, te mato..."

Una punzada en la sien lo perforó.

Gritó en su interior, imposibilitado de hablar, adolorido y aterrado.

"Si...duele, pero no tanto, podría doler más, hasta la muerte..."

"A...ayuda"

La punzada en su sien bajo de golpe, a una molestia casi imperceptible, más su cuerpo siguió petrificado.

"Podemos llegar a un acuerdo en el que tu no mueres, pero solo si haces lo que yo digo"

"Por favor...no me mates"

"Esa no es la respuesta que quiero"

Su nuca comenzó a latir intensamente, como si un hacha la hubiera partido en dos.

"¡Arg! si lo haré ¡Lo haré"

El dolor bajo de golpe.

"Nos estamos entendiendo muy bien, me agradas"

"Gr-gracias"

"Aun no agradezcas...hay algo que debes hacer, y muy bien, porque si no.…adivina"

"Me me-matarás"

"Eres agudo, genial..."

Lagrimas calientes bañaron el rostro del muchacho. Los ojos del tipo ahora brillaban con una malicia escalofriante y su cabeza no dejaba de punzar. Saber que un movimiento errado le partiría el cráneo de dolor, lo tenía aterrado.

"Donde están las llaves de esto"

El tintineo de cadenas cortó el silencio.

"So-soy nuevo, no recuerdo"

Un nuevo.

"Entonces te lo enseñaron... ¿Cuando?"

"Ha-hace tres días"

Hoffman navegó a toda prisa en la cabeza del desconocido, lleno de júbilo, sin cuidado.

"Ugh...pa-para ¡Por favor! ¡me duele!"

"Ya lo tengo...la llave de las cadenas está en tu bolsillo"

"¡No-no lo sabía! ¡Lo juro! Siempre me dan un manojo, pero no he memorizado el propósito de cada una"

"Harás exactamente lo que yo diga o…te destruiré"

"Si..."

Más lágrimas.

"Saca el manojo y separa la más pequeña"

De la nada, su cuerpo recuperó el movimiento. Sin embargo, su cabeza siguió latiendo moderadamente, y sus oídos, zumbando.

Metió una mano temblorosa en su bolsillo y retiró el manojo. Separó la de color rojo y se quedó mirándola, temblando.

"Qué esperas..."

Se inclinó sobre el hombre y desbloqueo el candado, que brilló intensamente, antes de resonar con un "clic".

Hoffman se levantó, y los metales que rodeaban su cuerpo resbalaron.

El muchacho apretó los labios cuando los cabellos se hicieron para atrás por completo, e identifico al desterrado heredero de los Malfoy frente a él.

Retrocedió un paso, respirando agitado.

"No soy él, imbécil"

—No…no dije nada—Abrió los ojos sorprendido. Ya podía hablar.

"Iremos por la llave de estas esposas…rápido"

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—Lo conversé con supervisión mientras te cambiabas—Blaise se metió el ultimo bocado, vaciando su plato—A partir de mañana, puedes entrar y salir cuando quieras.

—¿Lo "conversaste"? —Lo miro suspicaz—¿No usaste la varita?

—¿Y perder la oportunidad de arrimar a tu jefa contra el lavado del baño? —Sonrió.

Obliviatéame esa pregunta, de inmediato.

—¡Te dije que me encargaría! ¿No soy genial?

—Por el bien de nuestra amistad, no responderé.

—No te pongas celoso—le guiño un ojo—estoy dispuesto a arrimarte cuando quieras.

—Imbécil.

—Entonces, mañana le caerás a Potter de nuevo.

—Si ¿Ya no me acompañas? —Lo miró, inquisitivo.

—Tendré unos asuntos que atender.

—Eres un pendejo.

El italiano se levantó de repente.

—¿Vas a salir?

—Así es, iré por un trago—Agitó la varita sobre su cuerpo y de pronto se vio envuelto en un abrigo que le llegaba a la pantorrilla—¿Me acompañas?

—No, tengo trabajo y lo de Potter mañana, prefiero dormir un poco.

—Si te sientes solo, ya sabes cómo llamarme.

Le guiño un ojo.

—Por amor a Merlín, folla con alguien.

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Kerry había ido y venido a través la chimenea, trayendo consigo tres botellitas de poción. Una para heridas, otra para infecciones, y, por último, una para el dolor.

—Veamos...—Abrió dos de las botellas y las vertió—Echemos esto.

—Nada

—Solo han pasado dos segundos, espera un poco.

—Iré por él.

Se levantó, pero fue sujetado por el otro.

—Sabemos que fue él, pero no tenemos pruebas—razonó—no le des motivos para demandarte por abuso de autoridad.

—Lo matare—Despidió entre dientes, aún muy rojo.

—Quiere joderte, y no se contendrá en hacerlo legalmente si te ofreces tan buenamente.

—No me importa—Siseó, caliente, las pústulas palpitando de nuevo.

—Toma esto.

Harry vació en su garganta todo el contenido de esa botella, y al instante, el dolor desapareció.

—Merlín—Suspiró aliviado, cayendo sobre su trasero en el sillón, junto al pelirrojo.

—Hombre, deberías tener de estas en tu repertorio, somos aurores.

Harry se encogió de hombros, enfurruñado, pero sin dolor, dos rayitas menos colérico.

—Vamos a San Mungo—Le paso un brazo sobre el hombro.

—No ire por esta idiotes.

—¿Quieres invitar a Malfoy a cenar con esa verga dibujada en tu mano?

—Carajo.

Se paró en el acto.

Aterrizaron en el área de emergencias y ni bien llegó, las enfermeras se pelearon por atenderlo.

¿Quién no?

Era el héroe, semidesnudo.

Kerry se ganó con todo desde sala de espera, socarrón.

Le sacaron unos análisis, y al cabo de un rato, una sonrojada (y sumamente emocionada) señorita, le entrego sus resultados con los ojos fijos en su torso.

Harry los recibió, ansioso.

No estaba infectado, eran pústulas normales que por alguna razón se resistían a las pociones y encantamientos.

—Desaparecerán solas en unos días—Avisó la mujer con una risita tonta.

Así que no quedaba de otra ademas de esperar a que "la cosa" sanara.

—Gracias—Harry se levantó, desilusionado y cansado.

—Me llamo Kristen—Agregó la mujer sin moverse.

—Err...un gusto-

—¡Kristen!

Un pelirrojo salió de la nada, jalo al moreno del brazo y lo giró.

—Eres un ángel, nos gustaría quedarnos a conversar, pero andamos con prisa.

—Es una pena—La mujer lo miró unos segundos antes de agitar sus pestañas, coqueta—¿Y a ti no te duele algo? —El amigo de el elegido también estaba muy bueno.

Kerry se rascó la cabeza.

Voy en tu dirección—respondió apenado.

—Oh—Se desinfló, desilusionada.

—Pero eres toda una belleza, si quieres mi opinión.

—Por Morgana, qué lindo eres.

Kerry largo una risa y le guiño un ojo.

—Entonces, que tengas buenas noches—El auror le dio la espalda.

Kristen se alejó preguntándose "por qué" todos los hombres buenos que se cruzaba resultaban fuera de alcance.

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—¡Al fin podremos dormir!

Exclamó Kerry cuando salieron despedidos de la chimenea del moreno. Estaba cansado...solo quería caer inconsciente sobre una superficie cómoda.

—No tengo sueño—Refunfuño el otro.

Tenía la mano vendada, y su otro brazo abrazaba un montón de botellitas.

—No reniegues, mira el lado bueno: Collin hará todo tu papeleo.

Su respuesta fue un grave gruñido inconforme.

De camino a los dormitorios, el ojiverde aventó las botellitas sobre un estante, pensando en olvidarlas por siempre.

El pelirrojo lo siguió hasta su habitación y le abrió la puerta, cediéndo espacio.

El anfitrión de la casa no se movió. Frunció el ceño mirando el suelo y apretó la mandíbula con fuerza, luciendo colérico.

—Harry—suspiró con cansancio—te lo ruego, piensa en las consecuencias de-

Tenía los reflejos muy desarrollados (gracias a los desenfrenados arranques de su compañero) por lo que reaccionó ni bien sintió la estática en el aire.

Toco el brazo del ojiverde una fracción de segundo antes que terminara de desaparecer, logrando ser arrastrado con él a donde sea que éste se dirigía a tan altas horas de la noche.

Al segundo siguiente, aterrizaron en una elegante sala.

Kerry casi se cae de culo cuando distinguió el ostentoso sello de la familia Zabini sobre la chimenea del lugar, tenía una Z del tamaño de su cabeza.

—No…me jodas...

Boqueó aturdido, repasando su alrededor.

—¡ZABINI! —Bramó el ojiverde de inmediato.

El aire tembló y de pronto, todas las luces se encendieron.

El pelirrojo alistó su varita y retrocedió, colocándose tras el moreno, que respiraba agitado en su lugar.

—¿Que has hecho? —Susurró desde su espalda—Nos van a deman-

—¡TRAE TU CULO AQUI DE INMEDIATO! —Aulló el moreno, colérico, ignorándolo.

Harry respiró agitadamente en su sitio, contando hasta diez. Ese era el tiempo de gracia que le daría al italiano antes de abalanzarse a las escaleras y abrir cada puerta del siguiente nivel, dispuesto a explotar toda superficie a su alcance.

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Blaise estornudó en su silla, sentado frente al bartender, esperando su trago.

Draco no había cedido a tener sexo rudo y alocado con él, así que tendría que satisfacer sus necesidades con otra persona.

Una lástima, realmente. Su mejor amigo era tan dramático y difícil.

Y lo adoraba.

Estornudó de nuevo.

Alguien estaba pensando de él, con seguridad.

Tal vez ¿Potter?

Dejó escapar una risa maligna mientras su Martini aparecía bajo su nariz.

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—...Si no bajas ahora—soltó entre dientes—te juro que haré pedazos tu-

—¿Potter?

Calló de golpe cuando una figura apareció en el rellano de la escalera.

—Dra-Draco—Tartamudeó el ojiverde.

De pronto, toda su furia se esfumo de inmediato, como por arte de magia.

Malfoy, vestido con un pijama mostaza de apariencia cómoda y ligera, lo observaba desde su lugar con ojos entrecerrados y parpados levemente caídos, como con sueño.

—¿...que significa todo...—Draco paseó la vista por el cuerpo del ojiverde, cubierto únicamente por una toalla—...esto?

Las mejillas y labios del rubio se colorearon de repente.

Harry parpadeó, embelesado.

Se veía tierno, así, todo desconcertado y somnoliento, con sus finas hebras adornando su cabeza con soltura.

—Eh...esto no-no es nada, uhm...—Se rasco la cabeza, sintiéndose estúpido de repente.

Kerry apretó la boca, obligándose a no soltar una mísera carcajada. El moreno había pasado de ser un furioso león, a un tímido gatito.

Harry se aclaró la garganta, dispuesto a ir al punto.

—Busco a Zabini—Agregó ecuánime.

—¿Semidesnudo?

El calor en su cara le hizo saber que se acababa de sonrojar.

Se encogió de hombros, y asintió torpemente, procurando normalidad.

—Debo tratar un tema con él.

—¿A esta hora?

—Eso le dije—Soltó el pelirrojo detrás del moreno.

Draco frunció el ceño, percatándose de la compañía extra. No lo había notado a la primera, pero ahí también estaba Killi, tras Potter-semidesnudo...era un hecho que venían de casa del segundo.

¿Por qué diantres, si no se quería colar en su cama, le rondaba cerca cuando desnudo?

Los venenosos celos hicieron acto de presencia.

—Blaise no está—despidió entre dientes apretados.

De pronto quería golpear algo, urgentemente.

—¿Ah no? —Kerry sonrió, relajándose—¡Genial!

—No te hablaba a ti—Siseó fríamente.

Kerry se tensó y se alejó del moreno, retrocediendo disimuladamente.

—Diablos...—Harry exhalo, inconforme.

—¿Qué es eso tan urgente—Soltó el rubio, bajando las escaleras—que no puede esperar hasta mañana?

—Pues...—las palabras se estancaron en su tráquea mientras el otro se deslizaba cada vez más cerca, felinamente—qui-quiero que me diga cómo quitarme-

Se cortó.

El rubio ya estaba plantado frente a él, de brazos cruzados, mirándolo con un brillo extraño en los ojos.

De cerca y de lejos, era lindo, malditamente lindo.

Se aclaró la seca garganta cuando el familiar y delicioso aroma que lo ponía caliente a morir, alcanzó su nariz.

—Quieroquemedigacómoquitarmeesto—Soltó atropelladamente, alzando su mano vendada.

—¿No sabes cómo quitarte una venda?

Una risita flotó desde la espalda del ojiverde.

Draco la ignoró.

—M-Me refería a lo que hay debajo.

Harry dejó caer su extremidad, pero a mitad de camino, fue atrapada por dos pálidas manos.

Su corazón dio un brinco.

—¿Que hay debajo? —Susurró el rubio.

El moreno quedó sin habla de nuevo.

Malfoy lo miraba a los ojos sin parpadear, con una mano apresando su muñeca y la otra, rozando la palma de su mano.

Algo en la forma que lo tocaba, le estaba erizando los vellos de la nuca.

—Hay un-una...—verga—"herida".

—¿En serio? —El rubio se mordió el labio inferior sin soltarlo ni dejar de pasar sus largos dedos sobre la venda, justo sobre las pustulas.

De repente, los ojos grises se oscurecieron hasta parecer plomos.

Harry parpadeó, ido, despegándose del suelo y elevándose hasta el cielo infinito, mas allá de las nubes, más allá del espacio y las putas estrellas.

¿Cuál era su nombre?

Que mierda importaba en ese instante. Había olvidado todo a excepción de los pozos frente a él.

—... ¿Me muestras? —susurró el mas pálido sin cortar la conexión, y balanceándose un poquito más cerca, o eso le pareció. Ya no estaba seguro de nada.

Asintió mecánicamente.

—Gracias—Respondió el otro elevando la comisura de sus labios.

Harry no se dio cuenta que su propia boca acababa de imitar al rubio, torciéndose en una sonrisa floja.

Mierda

Se dejó desvendar, sin perder de vista la obscena forma con que esos labios se humedecían.

—...una verga—comentó en voz baja, mirando con infinita atención las heriditas.

La polla del moreno saltó.

De haber sabido que esa horrible y dolorosa verga tatuada en su mano le iba parecer a Malfoy algo muy interesante de ver y acariciar, él mismo se habría arrodillado frente al italiano y pedido que le forre el cuerpo con muchas de esas.

—...esto se ve mal... ¿Cierto?

—Si...

—¿Duele?

—Si.

—¿Mucho?

—Si.

Potter diría que si a cualquier cosa que Malfoy le preguntara. Kerry no tenía pruebas, pero tampoco dudas.

Estaba tras el par, olvidado y en silencio, mirándolos atentamente.

Muy divertido.

¿Cuándo aterrizarían esos dos? Quien sabe, necesitaba un poco de pop-corn y un cómodo asiento, para disfrutar a sus anchas de la película frente a él.

¿En que acabaría? ¿En una porno?

Su instinto de supervivencia (y curiosidad) le gritaba que no rompa esa increíble tensión.

El moreno había ansiado acercarse al rubio, y era muy obvio que el otro también: No era quién para interrumpirlos o robarles el momento.

Lo que no sabía era, era que igual serían interrumpidos.

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Dominic se deslizó dentro del ascensor, seguido de muy cerca por el hombre rubio, que había comenzado a tararear una melodía en el interior de su cabeza. Restregándole que seguía ahí dentro, y que podría hacer lo que quiera, cuando quiera, con su cerebro.

Para su mala suerte, ningún compañero se topó con ellos en todo su camino al ascensor.

"Si, tienes muy mala suerte…"

Tragó cuando el ascensor se detuvo un piso más abajo.

La llave de esas esposas, y muchas otras, estaba ahí. Lo sabía.

"Sal"

Sus piernas se congelaron en su sitio.

No quería, no quería liberar esas manos, ese hombre era muy peligroso-

ARRGHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH…!"

No pudo gritar, había sido petrificado de nuevo, y el dolor había vuelto, solo que ahora era casi insostenible.

"Camina"

El dolor no bajo tanto, pero su cuerpo cobro movilidad.

Salió con las piernas temblando, sollozando muy bajo.

Ingresó a un ambiente repleto de altos muebles. Se detuvo frente a uno que llegaba hasta el techo, lleno de cajones seccionados por códigos.

Boqueó, acojonado.

—Po-por favor no me hagas hacerlo, te lo suplico.

"Oh si, vas a hacerlo…porque si no, nunca más podrás volver a casa"

Casa, quería renunciar y volver a casa, tomar a su madre y-

"Abrazarla ¿No la quieres abrazar de nuevo?" ronroneó la voz "Si no obedeces de inmediato, ella te abrazará a ti, pero cuando estés muerto"

Cayó de rodillas y sacó la varita.

"Eso es..."

Apunto al cajón de la esquina que ponía "Hø" y movió la mano, formando figuras invisibles.

Esa conjugación la manejaban los guardias nocturnos, como él, y el jefe de su departamento. Solo debían usarla bajo orden directa del superior, ya que si lo hacían sin permiso, entonces...

Había firmado miles de cláusulas de seguridad y confidencialidad con su varita, no recordaba lo que pasaría.

"Yo sí sé, lo vi en tu cabeza..."

Finalizó una floritura y el cajón señalado se desbloqueó.

"¡Si!"

Se quedó mirando a la nada, aturdido.

"¡QUITAME ESTO! ¡APURATE!"

El dolor volvió.

—¡Ngh! —Se cogió la cabeza—¡No!¡por favor!

El dolor subió y comenzó a ver manchitas.

Miedo.

Aplastante miedo lo inundó mientras sacaba la llave y la insertaba en las esposas. La voz siguió repitiendo:"si,si,si,si,si,si,si,si,si,si,si,si,si,si,si,si,si,si..."

Los fierros cayeron con un ruido sordo y su cabeza dejo de doler de repente.

Había sido liberado.

Alzó el rostro lleno de lágrimas y observó al rubio, mudo, sin dejar de temblar.

Hoffman se quitó la mordaza con un brillo maniaco en los ojos, sonriendo. Ahora solo tenía que conseguir dos sacrificios, y no cualquiera, debían ser criaturas mágicas.

—Como muestra de mi gratitud, no te mataré antes de irme.

Lástima que el chico frente a él no reuniera los requisitos para el ritual, se lo habría llevado y…habría tenido la mitad del trabajo hecho.

—Gr-gracias...—Dominic cayó de rodillas y se cubrió el rostro con las manos, sollozando.

—Aunque…igual morirás.

El joven no llegó a levantar su rostro para exclamar o ver al hombre desaparecer frente a él, su corazón había dejado de latir de un momento a otro.

Las alarmas del lugar se activaron de inmediato.

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