Disclaimer: los personajes son propiedad de la escritora Stephenie Meyer. El resto es producto de mi imaginación.
El horizonte de Seattle estaba cubierto por una neblina densa cuando Edward Cullen llegó a Cullen Architecture & Design. Desde su oficina en el último piso, podía ver cómo la ciudad despertaba bajo la luz grisácea de la mañana. El tráfico avanzaba en su ritmo monótono, calculado. El tipo de orden predecible que apreciaba.
Nada que ver con el caos en su agenda.
—Esto ya es ridículo —anunció Alice Cullen, entrando sin previo aviso. Llevaba un café en una mano y una carpeta en la otra, la cual dejó caer con un golpe seco sobre su escritorio—. Has rechazado a todas.
Edward no apartó la vista de la pantalla.
—No eran adecuadas.
Alice se cruzó de brazos y lo fulminó con la mirada.
—Traducción: ninguna te soportó más de una semana.
Edward exhaló con paciencia.
—Algunas eran eficientes, pero no sabían manejar la presión. Otras eran demasiado complacientes y no cuestionaban nada, lo cual es un problema cuando necesito soluciones, no asentimientos. Y otras… —se inclinó hacia atrás en su silla y la miró con indiferencia— confundieron el puesto con una oportunidad para coquetear.
Alice soltó una carcajada sarcástica.
—Claro, porque es rarísimo que una mujer te encuentre atractivo.
—Estoy dirigiendo una empresa, no buscando una cita.
—Lo sé, lo sé. Por eso encontré a alguien que no solo es profesional, sino que además probablemente tenga mejores credenciales que tú.
Alice deslizó la carpeta hacia él con aire triunfal.
Edward la abrió sin apuro, sus ojos escaneando la información con rapidez.
Isabella Swan.
Licenciada en Administración de Empresas en Dartmouth, MBA en Harvard.
Cinco años en Nueva York trabajando en planificación y gestión de proyectos para una de las firmas de arquitectura más importantes del país.
Fluida en tres idiomas. Especialista en optimización de procesos y gestión de crisis.
Bien. Eso sí llamaba su atención. No era una simple asistente con habilidades administrativas básicas. Tenía un historial sólido y experiencia real en un entorno de alta exigencia.
Pasó a la siguiente hoja y observó su fotografía. No había nada llamativo en ella. No sonreía con exageración ni intentaba parecer accesible. Su expresión era neutra, pero había algo en sus ojos, una determinación tranquila. Un tipo de seguridad que no necesitaba anunciarse.
Interesante.
—Dile que venga mañana a las diez —dijo sin levantar la vista.
Alice apoyó un codo en el escritorio y lo miró con diversión.
—¿Sin objeciones? ¿Ni una pregunta cínica?
—Quiero evaluarla en persona.
Alice sonrió con satisfacción.
—Sabía que esta te llamaría la atención.
Cuando salió de la oficina, Edward volvió a reclinarse en su silla, entrelazando los dedos. No era alguien que se dejara llevar por primeras impresiones. Pero esta vez, algo le decía que la entrevista sería interesante.
