Esa semana pasó más rápido de lo que Helga esperaba. De camino a la sala de prensa, ya estaba de mal humor, pero por suerte tenía la excusa de Bliss para no quedarse hasta el final.
Al entrar notó que la mayoría se distraía con sus propios asuntos, pero Joshua charlaba con Gracia y ambos parecían muy concentrados.
¿En serio? ¿Sánchez no podía estar charlando con Mike o Hellen? Incluso hubiera preferido a María... o, maldición, a Siobhan.
Resignada se acercó para entregar el borrador que había preparado.
–Hola, Pataki–dijo Gracia.
–Hola–Respondió la rubia con indiferencia–. Ya hablamos de esto, pero hoy no puedo quedarme
–Lo sé, por eso estaba hablando con Johnson sobre sus próximos trabajos
Helga ignoró a Joshua, molesta.
–No tenemos mucho que hacer con el receso de las competencias
–Exacto–Confirmó la mayor.–. Pero en este periodo se abre el segundo llamado para algunos equipos, así que es buen momento para hacerles algo de publicidad
–¿Qué pretendes?
–Tendrán que averiguar en cada equipo de la escuela si están reclutando, el perfil que buscan y esas cosas. Las pruebas serán a fin de mes, así que tienen la próxima semana
«Perfecto, tarea extra»
–No necesitas que dos personas vayan con cada equipo–dijo Helga, rodando los ojos.
–Tiene razón–Se involucró el chico.–. Podemos dividirnos las entrevistas, así terminaremos antes
–Está bien–dijo Gracia–. No importa cómo, pero el departamento de deportes de la escuela quiere cobertura total, destacar los aspectos positivos del trabajo en equipo, el espíritu deportivo, la identidad y esas cosas
–Entiendo...–Helga miró la lista de los capitanes de cada equipo y reconoció un par de nombres que detestaba.–. Johnson, tú cubre los de preparatoria, yo iré por los de secundaria y los de primaria
–¿Crees que sea necesario?–dijo el chico.
–Dijeron cobertura total–Se encogió de hombros.–. Si vamos a hacer esto, hagámoslo bien
–¡Eso es lo que esperaba!–Añadió Sánchez, con entusiasmo.– Sabía que era buena idea aceptarte en el periódico
–Sí, sí, no te emociones, lo hago por los puntos extra, pero aun así nadie dirá que Helga G. Pataki es mediocre
–Toma–Gracia arrancó una hoja de su cuaderno y se la alcanzó a Helga.–. Los horarios y lugar de entrenamiento de los equipos de primaria y secundaria. También hay una lista de preguntas generales, por si quieres trabajar con eso–Añadió, revisando su cuaderno
–Puedo hacerlo, lo haré bien, son solo entrevistas, ¿no?
–Está bien, Pataki, confiaré en ti. Puedes irte
Helga guardó la hoja en su mochila y salió del salón. Mientras cerraba la puerta escuchó a Siobhan quejándose con Gracia. Algo sobre que le daba demasiada libertad y que no merecía esa confianza. Que al final resultaría en trabajo extra para ella.
Se alejó pensando que no lo sería. Había notado las diferencias de estilo entre lo que Johnson escribía y lo que se publicó antes que ella llegara. Definitivamente alguien lo pulía y eso era trabajo extra para Siobhan, pero desde que Helga comenzó a redactar la sección de deportes, apenas y tenía una que otra corrección de puntuación. No permitiría que la enana pelirroja pusiera en duda algo que ella misma reconocía como su mejor habilidad. No por nada llevaba toda la vida escribiendo.
Estaba decidida a hacer un trabajo excelente y cerrarle la boca.
Caminó a prisa hasta la parada del autobús y pudo relajarse una vez que estuvo de camino a la terapia mensual.
...~...
El equipo de baseball durante esa semana estuvo en el centro comunitario, realizando ejercicios de acondicionamiento general. El hombre estaba seguro que la mayoría de los chicos no se tomaban el deporte de forma seria y que las dos semanas de receso las dedicaron a comer y jugar videojuegos, sin preocuparse por entrenar, así que debía recordarles el nivel que esperaba de ellos.
Al final del entrenamiento, Gerald y Arnold se dirigieron a la salida despidiéndose de los demás, tratando de bromear entre el agotamiento para darse el ánimo de caminar a casa, pero en cuanto salieron vieron una silueta familiar, que sujetaba su bolso con aire nervioso.
–Arnold... ¿tienes un minuto?–dijo la chica, con voz dulce.
–Emh... debo irme a casa, amigo–dijo Gerald, de inmediato.
–Sí, claro... –Aceptó Arnold.–. Nos vemos mañana
Intercambiaron su saludo de pulgares y el moreno se alejó.
–Edith ¿Qué pasó? ¿Estás bien?–Quiso saber el rubio.
La chica frente a él asintió, evitando su mirada.
–¿Podemos caminar?–Musitó ella.
–Claro
Arnold acompañó a su amiga en dirección a la parada donde se detenía el autobús que él sabía que le servía. Edith vivía lejos y el chico le preguntó alguna vez porqué decidió asistir a esa escuela. La respuesta era simple: cuando ella y su madre se mudaron a la ciudad, el plan original era vivir en la casa de su prima durante algunos meses, pero su madre pronto encontró un lugar cerca de su trabajo que podía permitirse pagar y se mudaron. Las clases ya habían comenzado y la chica no quería cambiarse otra vez. Le agradaba la escuela y estaba haciendo amigos, así que ella prefirió quedarse.
Mientras caminaban, el rubio le contó sobre lo agotadora que fue la práctica esa semana, reconociendo que el entrenador tenía razón al exigirles. Solo los chicos de último año habían mantenido el ritmo, probablemente porque ya conocían los hábitos del hombre.
Edith sonreía evadiendo su mirada. Apretaba con fuerza la correa de su bolso y de vez en cuando abría la boca como intentando decir algo de lo que se arrepentía en el último segundo. Cuando vio la parada al final de la esquina se dio cuenta de que no podía seguir postergándolo.
–¿En verdad Helga es tu novia?–Murmuró.
–Sí–Arnold la observó.–, es cierto. Lo de la cafetería fue la forma que eligió de hacerlo público. Lamento si te incomodó, tal vez... tal vez debí decírtelo
Edith negó.
–No hay razón para que me lo dijeras antes que a los demás, Arnold, me agradas y somos amigos, pero sé que no soy especial para ti–Sonrió con tristeza, mirando a la distancia.–, pero en verdad me gustas
–Oh... lo siento
–Me gustas, Arnold, no estoy enamorada de ti, no nos conocemos tanto... puedes gustarme y podemos ser amigos. No es un problema, al menos no para mí. ¿Lo es para ti?
Arnold la observó. Estaba confundido. ¿Qué era lo que Edith intentaba decirle?
–Creo que no...–Respondió el chico.
Ella guardó silencio, mirando el suelo mientras seguía su camino hacia la parada.
–¿Por qué Helga?–Murmuró unos minutos después.
–¿Qué quieres decir?–Quiso saber el chico.
–¿Por qué te gusta ella?
–Oh... es difícil de explicar, no es algo reciente, solo fuimos capaces de hablarlo hace poco, pero creo que nos gustamos hace años
–No sé cómo era ella antes, pero todo lo que he visto es que te trata mal, se burla de ti, te agrede y molesta. Las bromas que te hizo sólo porque me defendiste...
–Eso no fue...
Arnold guardó silencio. Decirle que Helga no se había enfadado porque la defendiera, sino porque estuvo a punto de decir delante de todos lo de Brainy, era contarle un secreto a Edith.
–Eso... fue un asunto diferente, defenderte fue solo la gota que derramó el vaso y yo me lo busqué
–¿Así es siempre?
Arnold reflexionó un segundo.
–No–dijo finalemente–. No todo el tiempo. La conozco de toda la vida. Le gusta fingir que detesta a todo el mundo y que nada le importa, pero en el fondo es amable y comprensiva, también es muy lista y y sensible. Sé bien que es complicada, pero creo que eso también me agrada
Edith dejó escapar una risita.
–Lila dijo algo parecido
–¿Lila?
–Después que Helga te besó delante de todos, Lila y yo conversamos un rato, sé que a ella también le agrada Helga
Edith miró a Arnold y luego suspiró. Quería ser su amiga, quería entenderlo y apoyarlo, aceptaba que él no correspondía lo que sentía y creía que podía soportarlo. Pero él le encantaba en una forma que nunca antes sintió. Era guapo, altruista, inteligente, alegre, entusiasta y una de las personas más amables que había conocido. Por eso sabía que no podía decirle que Lila la encontró en el baño, llorando, porque él se sentiría culpable y se disculparía por algo que no tuvo nada de malo. Apretó los dientes y se maldijo por dentro. Nunca creyó que alguna vez lloraría al ver a alguien que le gustaba besando a otra chica.
–Me preocupa que alguien tan amable como tú cayera por una persona como ella. Deberías estar con alguien a quien le importes, que se preocupe realmente por ti, no una persona que se aproveche de tu bondad para salirse con la suya
Arnold frunció el ceño.
–Edith, es mi novia de quien estamos hablando. Por favor, no vuelvas a decir algo así
–Lo siento–El semblante de la chica era de arrepentimiento.
–Sé que Helga no es la persona favorita de la mayoría de la clase, pero te aseguro que es buena en el fondo, solo es un poco difícil de llevar, pero si llegaras a conocerla, podrías encontrar muchas cosas maravillosas en ella
La chica le sonrió con cierta lástima.
–Me gustaría creerte, Arnold, pero no tenemos la misma perspectiva. Solo espero que no te lastime y si lo hace, recuerda que sigo siendo tu amiga, puedes hablar conmigo ¿sí?
Arnold asintió.
–Sé que no le agrado–Continuó la chica.–y por eso creo que es mejor que me mantenga lejos de ti en la escuela
–No creo que sea necesario
–No me gusta causar problemas–Explicó–. Sólo espero que seas feliz con ella
Arnold la contempló con ojos muy abiertos. Lo que Edith decía sonaba muy maduro, sincero y, en cierto modo, algo triste. Se sentía ligeramente culpable. Si no hubiera bebido no la habría besado en esa fiesta y tal vez ella no se sentiría así... pero si no hubiera bebido, Helga no se habría quedado con él esa noche... no habría ocurrido nada de ese sueño que le dio el valor y el impulso suficientes para decirle cómo se sentía.
Sabía que ambos hechos estaban encadenados por su error.
–Mi autobús ya viene–dijo ella, con una sonrisa.
El chico asintió, viendo como el bus estaba a una calle de ellos, detenido por un semáforo en rojo.
–Tal vez suene egoísta–Agregó ella.–, pero me siento más tranquila ahora que te dije esto. Gracias por acompañarme
–Gracias a ti–dijo Arnold y ella lo miró confundida, pero él no lo notó antes de continuar.– ¿Sabes? Realmente creo que eres una persona agradable y en verdad pienso que si Helga y tú se conocieran más podrían llevarse bien
Edith medio sonrió.
–Nos vemos en la escuela–dijo, volteando para subir al bus.
Cuando el bus partió, él siguió su camino a casa. Edith lo observaba.
–¿Te hubiera gustado yo si te tratara como ella lo hace?–Se preguntó mirándolo.
...~...
Al día siguiente, Gerald y Arnold terminaron tan cansados con el entrenamiento, que decidieron llamar a sus respectivas novias y cancelar la cita de esa tarde, pero el domingo Helga se dio cuenta que extrañaba a su novio y como terminó temprano los deberes de la casa, decidió llamarlo.
–Lo siento, Helga, hoy no puedo salir. Estoy atorado con la tarea
–¿Cuál?
–No importa
–Importa, Shortman–dijo casi en un gruñido.
–La de escritura–Admitió el chico–. Todavía no la acabo
–¿Por qué no me pediste ayuda?
–No quería molestarte, ni siquiera estamos en la misma clase
–Sabes que es mi especialidad. Puedo estar allá en quince minutos ¿te parece bien?
–¡Pero!
–¿Vas a desperdiciar la oportunidad de verme y recibir mi ayuda, cabeza de balón?
Arnold rio al otro lado de la línea. Eso hizo sonreír a la chica.
–Claro que no ¿Puede ser en media hora? Necesito ordenar un poco si vienes
–Está bien, en media hora
–Y Helga
–¿Sí?
Hubo un largo silencio.
–Gracias
Ella colgó y Arnold corrió a su habitación, cerrando la puerta.
Cuando terminó de ordenar tenía cinco minutos para tomar un baño, lo hizo de todos modos y supo que ella había llegado mientras se vestía. No quería dejarla esperando mucho tiempo, así que salió del baño con el cabello estilando y fue a buscarla a la entrada.
–Hola–dijo la chica, mirándolo inquisitiva.
–Hola, Helga–Arnold le dio un beso tímido.–. Vamos–La tomó de la mano y arrastrándola escaleras arriba.
Ella se congeló. ¿Por qué? ¿No iban a estudiar en el salón? ¿O en el comedor? Eso era terrible, horrible, no estaba lista para estar a solas con él ahí otra vez.
«¿Y si pasaba algo?»
«¿Y si sus abuelos lo regañaban?»
«¿Y si...?»
«Cristo»
Cuando Helga reaccionó, ya estaban entrando a la habitación del chico. Tragó saliva, sujetando la correa de su bolso con su mano libre.
Arnold la llevó hasta su escritorio y le ofreció una silla. Ella colgó su bolso en el respaldo antes de sentarse. Arnold se sentó junto a ella.
–¿No nos regañarán?–Preguntó ella en voz baja.
–¿Qué quieres decir?–dijo él, levantando la vista hacia ella–. Oh... yo... lo siento... no creí...–Se sonrojó por completo.–. Siempre que viene Gerald estudiamos en mi habitación... no pensé... que podía ser incómodo... lo lamento...
En ese momento se oyeron unos golpes en la puerta, a pesar de que estaba abierta.
–¿Puedo pasar?–Escucharon decir al abuelo.
Arnold respiró hondo y miró a Helga, ella asintió.
–Adelante, abuelo–dijo el chico.
De inmediato el hombre se dejó ver.
–Hola señorita–Saludó.–. Les traje galletas y algo de jugo–dijo, acercándose con una bandeja que dejó en el escritorio.
–Gracias, señor Shortman–contestó Helga.
–Por favor, dime abuelo, ya eres como de la familia–dijo el anciano con una risa.
–¡Abuelo!–dijo Arnold, incómodo, luego miró a Helga–. No es necesario que le digas así
–Abuelo–Repitió Helga en un murmullo.–. Suena... extraño... ¿puedo decirle Abuelo Phill?
–Supongo que eso está bien–dijo el anciano, rascándose el mentón para luego mirarla con una sonrisa–. Los dejo estudiar–Guiñó un ojo antes de salir.
Arnold, incómodo, se cubrió el rostro con las manos. Mientras Helga reprimía el impulso de molestarlo.
–Tu familia es agradable–Comentó la chica, mirando las galletas.
–Gracias–La observó, parecía triste.– ¿Pasa algo malo?
Ella negó sin decir nada, pero tampoco apartó la vista de la comida. Arnold la conocía bien, no era que tuviera hambre, ni tampoco que le desagradara lo que veía.
–Vamos, Helga, algo pasa
–Que no, Arnoldo
–Sabes que puedes confiar en mí
Ella volteó a verlo, parecía preocupado.
–Aich, está bien, te lo diré, pero jura que no hablaremos más de esto
Arnold asintió.
–N-No puedo recordar cuándo fue la última vez que mis padres hicieron algo así... o siquiera si lo hicieron
–¿Qué cosa?
–Llevarme algo de comer mientras estudiaba
El chico la observó y le tomó un momento comprender.
–¿Por eso prefieres estudiar en la escuela?
–Prefiero estar en cualquier lugar que no sea esa casa
–Pensaba que las cosas habían mejorado
–No me malentiendas. Miriam ha cambiado y sé que lo intenta, pero es frustrante. Vivo esperando que en cualquier momento recaiga y las cosas vuelvan a ser como antes. Y Bob simplemente es Bob. Nunca seré como Olga, así que no le importo mientras no lo moleste
–Lo siento–Cerró los ojos con aire reflexivo, luego la miró.–. Eres bienvenida aquí cuando quieras, podemos venir después de la escuela y puedo hablar con el abuelo para que te llevemos a casa en el auto si se hace tarde
–No es necesario, cabeza de balón–Le sonrió.–. Pero gracias–Lo sujetó del cuello de la camisa.–. Y si le dices a alguien que me viste así, usarás tu lengua como corbata ¿entendido?
El chico asintió, luego le sonrió con dulzura, le sujetó el rostro y la besó.
Cuando se apartaron, se miraron a los ojos por un largo respiro.
–Tu tarea–dijo ella de pronto.
–¿Qué?
–Vine a ayudarte con tu tarea–Explicó ella.
–Cierto
Arnold le enseñó lo que había hecho.
–Ve a secarte el cabello mientras lo reviso–Ordenó la chica.
El chico asintió, obediente. Antes de salir de su habitación la vio concentrada apoyando la goma del lápiz bajo su labio. Otra vez tuvo uno de esos momentos donde ella le parecía distinta y maravillosa. Podía imaginarla en un futuro hipotético en el que seguían juntos. En su cabeza ella parecía concentrada como preparando un trabajo para la universidad.
Su corazón golpeó rápido y tuvo que recordarse que debía secarse el cabello.
Cuando volvió, ella le explicó poco a poco como mejorar su redacción. Mientras él escribía, ella se distraía mirando alrededor. En una pizarra de corcho Arnold tenía algunas fotos del grupo, otras de sus citas, algunas fotos de la familia y habitantes de la Casa de Huéspedes y también de dos adultos que Helga no conocía, pero que tenían un aire familiar. En una de éstas sostenían un bebé con cabeza de balón.
–Oh, por dios... son tus padres–dijo en un susurro y de inmediato cubrió su boca y miró al chico.
Arnold estaba absorto reescribiendo un párrafo.
Ella volvió a mirar el tablero con más atención, había algunas fotografías, un mapa y un folleto de una agencia de viajes con destino a San Lorenzo. ¿Era ahí dónde se fueron sus padres? ¿Qué había pasado con ellos? ¿Por qué no habían vuelto? ¿Acaso...? ¿Habían muerto? ¿Qué sabía de los padres de Arnold? Ella pasaba todo el tiempo quejándose de los suyos y ¿y acaso él...? Se sintió como una persona horrible.
Cerró sus puños, tratando de pensar en algo. Gerald debía saber.
Lo observó otra vez, aún concentrado. Terminó la tarea, la revisó y se la entregó para que ella revisara. Ella leyó en silencio, mientras él miraba nervioso.
–Bastante mejor, creo que te podría ir bien. Hay algo sobre tu estilo que no sé si le agrade a la maestra, pero si lo cambiamos mucho, creerá que me copiaste
–Gracias–la abrazó.
Helga se derritió por un segundo.
–Sí, sí, como sea–dijo, luego de reponerse.
–Todavía es temprano ¿quieres ver una película?
–Suena como un plan, cabeza de balón
El chico buscó en una repisa algunas películas en DVD y otras en VHS, leyendo los títulos, pero Helga no quería ver ninguna de esas.
–¿Vamos a rentar algo?
–Está bien–dijo ella, encogiéndose de hombros.
Salieron con tranquilidad. Helga ajustó su bufanda y dejó que su novio sujetara su mano. Se dijo a sí misma que atesoraría cada uno de esos recuerdos, mientras se perdía en la cálida fantasía de sentir que al fin el chico que siempre amó correspondía sus sentimientos.
...~...
Notas:
Un episodio tranqui para hoy ;) mañana otro
