Ya habían regresado a las clases regulares, pero como tenían varios proyectos por terminar y habían prometido destinar para ello el fin de semana, el grupo de estudio decidió relajarse.
El último jueves de enero, durante el segundo descanso, Phoebe charlaba con Nadine y Lila sobre una de sus bandas favoritas. Helga, aburrida con la conversación, comenzó a escuchar lo que decían al otro lado del salón.
–¡Y entonces hice fium...–dijo Harold lanzando un puñetazo al aire–y pam.!–Añadió dando una patada– ¡Y gané!
–¡Recórcholis!–Comentó Stinky.–. Pensar que eras el peor de nosotros y fuiste el primero en terminarlo
–¿Harold terminando un juego?–Se involucró Helga volteando hacia ellos–. Eso tengo que verlo ¿Cuándo vamos?
–Arnold, ¿Qué día pueden ir?–Comentó Sid casualmente.
–Realmente no tengo tiempo por ahora–dijo el chico–. La abuela ha estado enferma, así que debo ayudar en La Casa de Huéspedes
–Pero yo estoy libre–dijo Helga–¿Esta tarde?
–No lo sé–masculló Sid, ahora incómodo– ¿Arnold estás de acuerdo?
–¿Qué quieren decir?–dijo el chico, confundido.
–¡Hey! ¿En serio creen que tengo que pedirle permiso a mi novio para salir con quien quiera cuando quiera?
–N-no queremos problemas–Se explicó Sid, nervioso, agitando sus manos frente a él.
–Pues ya los tienen, idiotas–dijo levantándose, mientras se subía las mangas y apretaba los puños.
–Helga, por favor, tranquilízate–dijo Arnold, parándose junto a ella y tomándola por el brazo.
La chica lo miró un segundo, luego los miró, furiosa.
–¡Helga!–Repitió Arnold.
–Tienen suerte–Bufó la chica, regresando a su puesto.–. Esta tarde les patearé el trasero en los arcades, como siempre
Los tres amigos intercambiaron una mirada de alivio.
–Odio que hagas eso–Murmuró Arnold.
–¿Qué cosa?–dijo Helga, en el mismo tono.
–Actuar así, no tienes por qué ser agresiva con todos todo el tiempo
–Así soy, Arnoldo, siempre he sido así... y esos tres me sacan de quicio
–Pero te diviertes con ellos, por algo quieres ir
–Me divierte humillarlos–Corrigió.
–Helga
–¿Qué?
–Admítelo
–Ok, lo admito, me divierto con ellos–Rodó los ojos.
Arnold sonrió, le dio un beso en la mejilla y la vio sonrojarse poco a poco.
–¡Ey!
–Hermosa
–¡Cállate!–dijo, frunciendo el ceño y escondiéndose tras su cuaderno.
Escuchó a los otros tres riendo y volteó a dedicarles una amenaza pasando su pulgar por su cuello, lo que los hizo callar.
Phoebe y Gerald se sonrieron. Era lindo finalmente ver a sus mejores amigos actuando como una pareja.
...~...
Esa tarde, Gerald decidió que también quería ir a los arcades, así que preguntó si podía unirse, con lo que Helga y los demás estuvieron de acuerdo. Phoebe y Arnold se despidieron y tomaron el autobús para sus respectivos hogares.
En el arcade, Helga comprobó que ciertamente Harold había mejorado bastante en el juego que mencionaba y lo vio llegar casi al último contrincante. Impresionada, lo retó a un uno a uno, solo para confirmar que, aunque la puso en aprietos, no había mejorado tanto como para vencerla.
–¡NOOOOOOOOOOOO!–Harold se dejó caer al suelo dramáticamente.
–Guau, Helga, sigues siendo la maestra de este juego–Comentó Stinky– ¿Vamos por unos zombis?
–Vamos, granjero–dijo la chica, sacudiéndose las manos.
Helga y Stinky se dedicaron a apuntar y disparar, mientras los demás miraban como jugaban. Hacían buen equipo y prácticamente conocían el juego de memoria. Gerald entendió por qué Stinky la había invitado meses atrás, ella mataba con precisión y cubría las falencias del chico, que de todos modos no era precisamente malo, pero entre los dos, lograban puntuaciones perfectas o casi perfectas.
Luego rotaron entre otros juegos, desafiándose entre sí. Helga invitó a Gerald a jugar en las máquinas de baile, lo que resultó en dos empates y una derrota para ella.
–Buen ritmo–dijo, agitada, cuando terminaron.
–Por supuesto–dijo Gerald, le ofreció la mano y ella le respondió.
Sin pensarlo terminaron replicando el saludo que el moreno y el rubio compartían.
–Oh, lo siento, fue... instintivo–dijo la chica.
–Lo mismo para mí–Rio Gerald, nervioso.– ¿Qué sigue?–Se alejó hacia los demás, disimulando.
En algún momento la chica se quedó sin fichas y decidió comprar más, mientras los demás competían en un juego de carreras. Cuando regresó, se paró detrás de ellos sin que ninguno notara que había regresado.
–Hacía tiempo que no venías al arcade–Ccomentó Sid, mirando al moreno.
–El amor, viejo–Respondió Gerald–. Prefiero pasar el tiempo con mi chica
–Ah, sí, el amor cambia a la gente–dijo Stinky.
–Incluso a Helga–Chilló Harold, luego agregó.–. Creo que se ha ablandado
Helga cruzó sus brazos y masculló una maldición.
–¿Por qué lo dices?–preguntó Gerald– Yo la veo igual
–Tal vez estás acostumbrado a esa parte de ella, porque es la mejor amiga de Phoebe–dijo Sid–, pero verla sonreír es raro y últimamente lo hace mucho
–Y no una sonrisa que da miedo–Continuó Harold.–. Es como... una sonrisa de niña
–Es porque es una niña–dijo Gerald, rodando los ojos, para luego acelerar en el juego, dejando a los demás atrás–. Última vuelta. Van a perder
–No si logro alcanzarte–dijo Stinky–. Y lo que Harold quiere decir es que, desde que está con Arnold, Helga parece más una chica y menos un muchacho
Helga arqueó su ceja.
Los chicos se concentraron y dejaron de hablar durante el último tramo de la carrera. Stinky estaba por alcanzar a Gerald, pero el moreno pasó la meta antes que lo hiciera.
–Se los dije–Se apartó de los controles con orgullo.
–Estuve tan cerca–Lamentó Stinky.
–Realmente me alegar que hayas venido–Añadió Sid–. No me gustaría tener problemas con Arnold
–¿Qué quieres decir?–dijo el moreno.
–Oh, ya sabes. Debe ser incómodo para él que su novia salga con otros chicos, supongo que te pidió que vinieras para quedarse tranquilo
–¿Es eso, Johansen?–dijo Helga, molesta.
–¿Qué? ¡Claro que no!–Se apresuró a decir Gerald.
–¿En verdad creen que necesito que alguien me vigile?
–No queremos que Arnold se enfade porque su chica esté con nosotros–Recalcó Sid.
–A quién deberían tenerle miedo es a mí–gritó ella, apretando el puño, molesta, pero la escena de esa mañana se repitió en su mente.– Jódanse.–Dio media vuelta y se fue.
–¿Qué pasó?–dijo Harold.
–Que ellos te expliquen–dijo Gerald.
El chico se fue corriendo para alcanzar a Helga. La encontró a unos pasos de la salida.
–¡Oye, Pataki!–Le gritó para detenerla.
–¡Déjame en paz!–dijo con un gesto despectivo de su mano, sin dejar de caminar.
–¿Por qué les haces caso?
–¿En serio viniste a "cuidarme"?–Hizo las comillas con sus dedos.– ¿Arnold te pidió...?
–Arnold no me pidió venir–Interrumpió.–, ni vine a hacerle un favor
–¿Entonces por qué viniste?
–Quería jugar
–Entonces vuelve ahí y déjame en paz
–¡No!
–¿No?
–¡No quiero tener malentendidos contigo!
Helga cerró los ojos y respiró tratando de calmarse.
–¿Cuál es su estúpido problema?–Gruñó.– Siempre he jugado con ellos, ¿por qué ahora es diferente?
–Porque ahora te ven como una chica
–¡Soy una chica!
–Pero en su cabeza no lo eras, eras solo alguien más del grupo. Ahora te ven más como una chica y en especial como la chica de un amigo. Mira, hay ciertos códigos entre los chicos, supongo que también los hay entre ustedes
–Algo así–dijo pensando en las reglas no escritas que había tenido que aprender y que tuvo que decidir cuándo podía ignorar y cuando no.
–Por eso le preguntaron a Arnold, en lugar de invitarte directamente. Ahora estás con alguien y no pueden pasar por sobre él y entiendo que eso te incomode, es una estupidez, a mí no me gustaría estar en esa posición
–Y no lo estás, Geraldo–Volvió a respirar fuerte.–. Mira, lo entiendo, pero no quita que esté molesta... y si me entero que Arnold te envió
–Te repito que no lo hizo, el chico confía en ti
–No, no lo hace...–Se abrazó a sí misma, con una expresión triste.–. Cuando ocurrió lo de Joshua...
–Cuando ocurrió lo de Johnson el problema no era que desconfiara de ti–Corrigió antes que ella continuara–, temimos que él te hubiera lastimado. Rayos. Ya hablamos de esto ¿lo tengo que repetir?
Helga lo miró.
–¿Es verdad?
–Te lo aseguro
–Gracias, Geraldo–Cerró los ojos.–. Vuelve ahí, yo, creo que necesito pensar
–No es lo mismo sin ti, eres la única con la que es divertido competir. Vamos. Creo que Sid necesita que le recuerdes por qué eres la reina de los juegos de lucha
–Exageras
–¿Bromeas? Hasta la clase de mi hermana llegó el rumor de cómo derrotaste a Wolfgang
–¿Qué? ¿Lo sabías?
–Claro que lo sé, el idiota tuvo que faltar una semana a la escuela porque se burlaban de él
Ella suspiró y luego asintió, regresando con él.
Los tres chicos estaban en unas maquinitas casi al fondo. Sin dudarlo, la rubia retó a Sid a jugar contra ella. Cuando le ganó, le ofreció una revancha, esta vez lo hizo polvo, ganando dos peleas perfectas, pero en lugar de celebrar tomó a Sid por el cuello.
–Que te quede claro, renacuajo, que Helga G. Pataki no necesita permiso de nadie para hacer lo que quiera cuando quiera ¿Entendido?
Sid asintió, asustado.
–Si vuelves a insinuar que Arnoldo o cualquier persona tiene poder sobre mí, recibirás una visita de la vieja Betsy
–Helga, lo sentimos–dijo Stinky.
–¿Qué? Yo no hice nada–dijo Harold.
Helga le puso la mano en el hombro y le dio unas palmaditas.
–Lo sé, grandote–Luego miró a Stinky.–. Espero que no se repita
Sid asintió con tanta fuerza que se le cayó su gorra, haciendo reír a todos, lo que relajó el ambiente.
Mientras intentaban decidir qué más jugar, Stinky miró a los chicos y luego a su amiga.
–Necesito más fichas, ¿me acompañarías, Helga?– dijo.
–Vamos–Contestó ella, siguiéndolo.
Cuando se alejaron del resto Stinky decidió hablarle.
–No sé si te lo dijo, pero Arnold nos regañó cuando supo lo de la apuesta. Ya sabes, cuando nos besamos
–Estuve ahí, lo recuerdo–Rodó los ojos.
–Creo que por eso Sid intenta ser cuidadoso. ¿Ustedes ya estaban saliendo?
–No, ¿por qué?
–Era muy claro que estaba molesto
–Creo que solo estaba enfadado porque pensó que me estabas manipulando. Ya sabes cómo es Arnoldo, siempre intentando hacer lo correcto–Se encogió de hombros.
–Es que parecía... celoso
En ese momento llegaron frente al mostrador, así que Stinky pidió sus fichas.
–Lo que me recuerda–Helga sacó un billete y para comprar una barra de chocolate y dársela al chico.
–Recórcholis, gracias–La miró.– ¿Por qué Arnold actuaría celoso si no estaban saliendo?
–La gente es complicada, Stinko–dijo Helga con una sonrisa–, pero te lo agradezco
–¿Por qué? No entiendo lo que hice
–Contarme esto–Sonrió.–. Vamos
Estuvieron jugando hasta el cierre del local. Helga dijo que tenía hambre, Harold y Gerald estuvieron de acuerdo en ir por unas hamburguesas, mientras los otros dos chicos se despidieron. Harold devoró su hamburguesa y luego dijo que debía irse para cenar con sus padres. Helga y Gerald terminaron de comer y salieron con calma.
–Johansen, ¿puedo caminar contigo?–dijo ella en cuanto estuvieron afuera.
–Supongo que sí–La miró confundido–¿Quieres hablar de algo?
–Tú... ¿Qué tanto confía Arnold en ti?
–Mi amigo y yo nos confiamos todo, supongo que como Phoebe y tú
–Tratamos–dijo Helga, con un largo suspiro–. Yo... tengo curiosidad... ¿qué sabes...? ¿Qué se sabe de los padres de Arnold?
–Tal vez deberías preguntarle a él
–No puedo–Cerró los ojos.–. Mira, no pretendamos que no sabes que solía espiarlo
–Ajá
–En una de esas ocasiones escuché que te contó que sus padres se habían ido... ¿por qué no volvieron?
–Oh. No lo sabemos. Sus padres desaparecieron
–¿En San Lorenzo?
–¿Cómo sabes...?
–Solo... ¿podrías contarme lo que sabes? Por favor
–No lo sé, Helga... ¿por qué no le preguntas a él?
–Solo... no puedo... no sé... no sé cómo preguntarle y no sé cómo tocar el tema
–¿Y por qué te importa?
–Porque me importa ¿sí? Solo... intento entender... algo–Sujetó su brazo de forma incómoda.–. Por favor
–¿Tienes tiempo?
–Todo el que haga falta
Siguieron caminando, pero Gerald se desvió hacia el parque, allí se sentaron y él le contó todo lo que su amigo le había dicho al respecto, de cómo se obsesionó una vez que encontró el mapa y lo que sabía acerca del contenido del diario.
–Pero, ¿cómo puede ser que su avión haya desaparecido? ¿No hubo reportes de accidentes? ¿Se perdió en el mar? ¿Nunca supieron si llegaron con los ojos verdes?
–No lo sabemos. Arnold intentó contactar al amigo de sus padres, también sus abuelos, pero nunca hubo respuesta
–¿Qué tal si... tuvieron un accidente que los invalidara? En un país así tal vez no tendrían cómo volver
–Los abuelos pidieron ayuda al gobierno y a otros médicos de la organización, pero nadie vio nada, nadie supo nada
–¿Y Arnold quiere ir...? ¿Realmente espera encontrarlos?
–No tengo que decirte cómo es
–La persona más optimista del mundo
–Exacto
–Pero... nadie puede ser tan ingenuo
–Nunca lo escucharás decirlo en voz alta, pero él conoce las probabilidades
–Si sigue con su plan es porque tiene una esperanza
–No lo sé, hermana, Arnold... tal vez solo quiere respuestas, sin importar si no le gustan
–Un cierre
–Claro
Caminaron fuera del parque y Gerald se ofreció a acompañarla a casa.
–Gracias, Geraldo
–No vayas a decirle
–Claro que no le diré
Le ofreció la mano en plan de sellar el trato, pero Gerald otra vez le respondió con el saludo que hacía con su amigo, el cual la chica imitó a la perfección. Ambos se miraron y rompieron a reír.
–Eres buena–dijo el chico.
–Años de verlo, supongo–dijo Helga y notó la sospecha en la mirada de Gerald–. Ok, ok, también lo imitaba a veces
–Estás loca
–¿Y apenas te das cuenta?
Gerald rompió a reír.
–Nos vemos en la escuela
–Hasta mañana, Johansen
