Gracias a Li por la ayuda en la realización del capítulo y por la imagen que nos compartió.
Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer, la trama es completamente mi invención.
Capítulo 51
El sol se filtraba por las cortinas, pero a mí no me importaba. Ni la luz ni el canto de los pájaros afuera, ni siquiera el olor a café que venía desde la cocina y me revolvía el estómago. Todo lo que sentía era ese molesto nudo en el estómago.
Una compañera me invitó a salir. No importaba que fueran a ir más compañeros, claro que no.
La frase seguía repitiéndose en mi cabeza como un disco rayado. Edward lo había dicho con tanta naturalidad, como si fuera una anécdota cualquiera. Pero no lo era.
Me giré en la cama, sintiendo las sábanas frías a mi lado. Él ya se había levantado, probablemente intentando no despertarme. Considerado, como siempre. Pero eso no cambiaba el hecho de que me había ido a dormir con la mandíbula apretada y los brazos cruzados, mientras él intentaba —sin éxito— calmarme con sus "solo somos compañeros y fue solo un comentario sin importancia".
Me invitó a salir después del trabajo, pero le dije que no
Ah, claro. Porque la parte en la que le dijo que no hacía que todo fuera mucho mejor.
Bufé y me obligué a levantarme. Emmy seguramente ya estaría despierta, y no era justo que mi malhumor matutino le arruinara el día.
Apenas puse un pie en la cocina, el olor a tostadas me recibió, junto con la escena de Edward preparando el desayuno. Emmy estaba sentada en su silla alta, con restos de mermelada en sus mejillas y esa sonrisa traviesa que siempre me desarmaba.
— ¡Mamiii! —gritó alegremente, agitando las manos.
Mi corazón se suavizó un poco. No importaba lo irritada que estuviera, Emmy siempre lograba arrancarme una sonrisa.
— Buenos días, mi amor —respondí, inclinándome para besar su cabecita antes de dirigirme al refrigerador. Últimamente me había dado por comer en las mañanas hielo triturado, era una necesidad enorme que hacía agua, mis papilas gustativas.
Me serví un vaso con hielo y empecé a comerlo.
Edward, por otro lado, me miró con cautela. Y con razón. Su instinto de autoconservación debía estar advirtiéndole que aún no había terminado de procesar lo de anoche. Le había hecho un drama y me fui a dormir sin hablarle.
— Hice chocolate caliente para ti —dijo, ofreciéndome una taza.
— Gracias —respondí sin mirarlo, dando un sorbo.
El silencio se instaló entre nosotros. Solo el sonido del jugo que Emmy sorbía con fuerza llenaba la cocina.
— ¿Dormiste bien? —preguntó Edward finalmente, como si probar suerte con una conversación casual fuera una buena idea.
— Supongo.
Volvió a ese silencio incómodo.
— Bella… —Su tono era paciente, pero yo no estaba lista para esa conversación.
— Saldré con Lauren —solté antes de que pudiera continuar.
Edward apretó los labios, asintiendo levemente. Sabía que insistir no era buena idea.
— Bien.
Me di la vuelta y comencé a preparar el desayuno, enfocándome en cualquier cosa que no fuera la presencia de Edward. Pero podía sentirlo. Sus ojos sobre mí, la culpa flotando en el aire.
.
La cafetería estaba llena del murmullo típico de un fin de semana. El aroma a café recién hecho y a pan dulce llenaba el aire y aunque era un lugar acogedor, yo apenas podía disfrutarlo.
Últimamente los olores mezclados me incomodaban. Arrugué la nariz.
Emmy estaba sentada en su silla alta, jugando con un trozo de panqueque y tarareando alguna canción infantil. De vez en cuando, soltaba pequeñas carcajadas, completamente ajena a la conversación que me carcomía por dentro.
— ¿Y entonces? —Lauren levantó una ceja mientras removía su café—. ¿Vas a seguir así o piensas decirme por qué tienes esa cara de funeral?
Suspiré. No tenía escapatoria.
— No sé —murmuré, jugando con la pajilla de mi vaso—. Es una tontería.
— Si fuera una tontería, no estaríamos aquí.
Rodé los ojos, pero sabía que tenía razón. Siempre la tenía.
— Nena, por nada no me sacarías de la clase de pilates. ¿Qué pasa? —insistió.
— Edward me contó que una compañera de trabajo de nombre Leah, lo invitó a salir —solté finalmente, sintiendo cómo las palabras me pesaban en la lengua—. Dijo que obviamente le dijo que no, que solo fue algo sin importancia.
— Pero —Lauren alzó la mano, señalándome—. Siempre hay un pero.
— Pero no puedo dejar de sentirme molesta. Y lo peor es que sé que no debería.
Me hundí un poco más en mi asiento, avergonzada por lo infantil que sonaba todo dicho en voz alta.
— Edward no hizo nada malo —continué—. Fue honesto, me lo contó él mismo, ni siquiera le dio importancia. De hecho, no era ninguna cita a solas. Era una maldita salida con compañeros.
— ¿Te incomoda que alguien lo vea como una opción? —Lauren adivinó, con esa precisión incómoda que solo una amiga cercana podía tener.
Encogí mis hombros.
— Creo que me he vuelto una perra celosa —confesé, y Emmy me miró con ojos curiosos, como si hubiera dicho algo divertido. Bajé la voz rápidamente—. Es irracional, lo sé. Pero desde que volvimos a Connecticut, siento que todo podría desmoronarse en cualquier momento. Como si… como si cualquier pequeña cosa pudiera arrebatármelo todo.
— Bella —Lauren apoyó su mano sobre la mía con ternura—, entiendo lo que sientes. Después de todo lo que pasaste, es lógico que te sientas así. Pero Edward no es ese tipo de hombre.
Lo sabía. Claro que lo sabía. Edward era devoto a su familia, y no había hecho nada para que yo desconfiara. El problema era mío.
— Y sinceramente —continuó Lauren—, no me parece que lo trates mal por una escena de celos. Exageraste y lo sabes.
Asentí.
— ¿No crees que después de cómo lo trataste anoche, le debes una disculpa? —propuso.
— ¿Una disculpa? —repetí, como si la palabra me resultara extraña.
— Sí. No te estoy diciendo que te arrastres de rodillas y le recites un poema —bromeó—, pero admitir que quizás te pasaste un poco no le haría daño a nadie.
Emmy, que había estado muy concentrada con su panqueque, decidió intervenir en el momento justo.
— ¿Mami apupa? —preguntó con su mejor intento de disculpa mientras su carita se iluminaba con inocencia.
Lauren soltó una carcajada.
— Exactamente, pequeña. Mami necesita apupa.
— ¡Apupa! —Emmy repitió, aplaudiendo como si fuera la palabra más divertida del mundo.
No pude evitar reír también.
— Está bien, lo entendí. Me disculparé.
— Sabia decisión —dijo Lauren, sonriendo con satisfacción.
Respiré hondo, sintiéndome un poco más ligera. Tal vez no era tan complicado como yo lo hacía ver, solo tenía que ser honesta.
.
La casa estaba en silencio cuando llegamos. Emmy se había quedado dormida en el auto, con la boca ligeramente abierta y una manita aferrada a su muñeca de peluche. Edward salió a recibirnos, tomando con delicadeza a nuestra pequeña para llevarla a su habitación.
Yo lo seguí en silencio, sintiendo el peso de las palabras que aún no había dicho.
Después de acostar a Emmy, Edward cerró suavemente la puerta de su habitación y me miró. Su expresión era tranquila, pero había una ligera tensión en sus ojos. Sabía que algo rondaba en mi cabeza.
— ¿Todo bien? —preguntó, con ese tono paciente que siempre usaba cuando yo estaba a punto de soltar algo complicado.
— Sí… bueno, no exactamente.
Me mordí el labio, sintiéndome torpe de repente.
— ¿Podemos hablar?
— Por supuesto.
Se acercó, dejando un beso en mi frente antes de guiarme hacia el sofá. Nos sentamos, pero apenas podía mirarlo a los ojos.
— Quiero disculparme —solté finalmente, antes de que mi cobardía ganara la batalla.
Edward me observó con calma, sin decir nada.
— Anoche… —continué, jugueteando con mis dedos, retorciendolos—. No fui justa contigo. Sé que no hiciste nada malo, y que fuiste honesto al contarme lo que pasó con Leah. Pero aun así, no pude evitar sentirme… mal.
— Bella —dijo en voz baja—. Tienes derecho a sentir lo que sientes.
— Pero no es solo eso. —Negué con la cabeza, frustrada—. No entiendo qué me pasa. Desde que volvimos, siento que cualquier cosa podría salir mal. Como si en cualquier momento alguien pudiera aparecer y… y quitarnos lo que tenemos.
Mi voz se quebró al final, y Edward tomó mi mano con firmeza, entrelazando sus dedos con los míos.
— Nadie va a quitarnos nada —aseguró, su tono cargado de convicción—. Lo que tenemos, Bella, no es tan frágil como crees.
— Pero mis celos… —suspiré, sintiendo el calor de la vergüenza en mis mejillas—. No soy así, Edward. Nunca lo he sido. Y ahora, de repente, cualquier mujer que te mire dos segundos de más se siente como una amenaza.
Edward deslizó su pulgar por el dorso de mi mano, en ese gesto reconfortante que siempre lograba calmarme.
— No eres irracional por sentirte así —dijo con suavidad—. Después de todo por lo que hemos pasado, es normal que te sientas insegura. Pero, Bella, estoy aquí. No tienes que luchar contra esos pensamientos sola.
Sus palabras me envolvieron como un abrazo invisible.
— ¿Por qué siempre eres tan razonable? —Intenté bromear, pero mi voz aún tenía un dejo de emoción.
— Porque te amo —respondió sin dudarlo—. Y porque entiendo por qué te sientes así. Pero lo importante es que hablemos de esto, como estamos haciendo ahora.
Me incliné hacia él, apoyando mi frente contra su pecho mientras sus brazos me rodeaban con fuerza. Su corazón latía con un ritmo constante, como si quisiera recordarme que estaba justo donde debía estar.
— No quiero que esto nos aleje —susurré.
— No lo hará —aseguró Edward—. Pero solo si sigues diciéndome lo que sientes.
Asentí, sintiéndome más ligera. Tal vez no tenía todas las respuestas, pero al menos sabía que no tenía que enfrentarlo sola.
Y eso, por ahora, era suficiente.
Hola, aunque Edward no hizo nada Bella no resistió los celos, ella lo dijo: tiene miedo de perder lo que tiene, pero sabía que se equivocaba y fue a pedir disculpas, ¿qué opinan? Recuerden que ellos prácticamente están viviendo los efectos de unos recién casados, sus emociones son muy territoriales.
En un review, preguntaron por Irina. Creo que se referían a Alice y sí, ella aparecerá más adelante.
Gracias totales por leer
