Esta historia participa en la #Rankane_week_2024 (por primera vez en mi existencia llego a tiempo a algo de esto), que ha sido organizada por las chicas de la página de Facebook Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma- #Por_amor_al_fandom. ¡Espero que os guste!

Descargo de responsabilidad: nada que sea reconocible es mío. De lo contrario, estaría veraneando en algún lugar bonito y no en mi casa.


A primera vista


Era una verdad reconocida universalmente que a Akane Tendo no le hacían falta los hombres, precisamente.

Por poco que se conocieran los sentimientos o las opiniones de la susodicha, esta verdad estaba tan bien fijada en las mentes del alumnado del Instituto Furinkan que a la llegada de cualquier estudiante nuevo (de la variante masculina), se lo consideraba (socialmente) muerto.

En su defensa, eran pocos los varones que se comportaban con la suficiente cordura, gentileza o educación en su presencia como para que Akane los considerase algo más que un desperdicio de espacio. La mayoría le pedían salir nada más verla o la atacaban, demostrando que tenían más respeto por las palabras de un compañero de su género que por su propia capacidad de decisión. Aquellos que no, los que podrían confundirse con los más cívicos pero que, en realidad, sólo eran los más cobardes, se limitaban a observarla desde lejos… o desde cerca, obviando las leyes de la moral y las normas de la escuela a cada momento.

Esto no quería decir que Akane odiase a todos los hombres. En honor a la verdad, quienes más la disgustaban todavía podían considerarse adolescentes. Con aquellos que sobrevivían a la estupidez de la pubertad y se convertían en adultos de provecho, Akane no tenía ningún problema. El doctor Tofu Ono era prueba de ello: no sólo era inteligente y educado, también era atractivo. No obstante, incluso a los dieciséis años era muy consciente de que un hombre decente que le sacaba por lo menos diez nunca la miraría con interés romántico. Además, era más bien difícil de ignorar el hecho de que estaba irremediablemente enamorado de su hermana.

Sentimientos no correspondidos aparte, la conclusión que se podía extraer de este primer encaprichamiento era que a Akane no le hacían falta los hombres, pero, en el fondo, le gustaban.

Lo cual, a ratos, era un verdadero inconveniente y una gran incongruencia, pues también le generaban tanto rechazo que prefería fingir que no existían la mayor parte del tiempo. Si no los veía y no los oía, era prácticamente imposible ofenderse por sus gestos y palabras, por lo que rara vez se veía en la obligación de responder de forma física (y violenta) a los avances románticos (e indeseados) de ciertos individuos que no entendían un «no» por respuesta. Kasumi nunca la culpaba por las llamadas que recibía del director a causa de las lesiones y desperfectos que causaban su reacciones, pero siempre la miraba con una mezcla de exasperación y ternura tal que Akane se había jurado reducir esos episodios tanto como fuera capaz (o su paciencia se lo permitiera).

Sólo había un pequeño problema en su determinación.

Bueno, pequeño precisamente, no: medía metro ochenta y tenía una espalda ancha y músculos que delataban su preferencia (y dedicación) por (y a) las artes marciales.

Lo cual, si se lo preguntaban, era muy injusto.

Porque Ranma Saotome era difícil de ignorar.

Y no sólo por su apariencia, con esos ojos exóticos y su peculiar cabellera larga, en un país donde predominaban los colores oscuros y peinados cuadriculados. Había algo en su porte, entre arrogante y descarado, que atraía las miradas y la atención de la gente.

Incluida la de ella.

Muy injusto, sí.

—¿Por qué habéis tardado tanto? —se quejó Daisuke, uno de los pocos individuos que no la sacaban (tanto) de quicio y que últimamente podía considerar hasta un amigo.

Akane, en su mente, se preguntó lo mismo, aunque no había que ser ningún genio para averiguar la respuesta en la mueca entre impresionada y disgustada de Hiroshi, y la sonrisa arrogante de Ranma.

Akane puso los ojos en blanco.

—Tres chicas diferentes lo han parado para hablar—expuso Hiroshi, maravillado y afligido al mismo tiempo, mientras les pasaba a cada uno una hamburguesa envuelta en papel encerado.

A su lado, Daisuke y Sayuri dejaron escapar una carcajada que se perdió entre el barullo del parque de atracciones que habían decidido visitar durante los pocos días que tenían entre el final del curso anterior y principios del último año de preparatoria. Yuka también se rio, pero con más disimulo, como era propio de ella. Incluso los labios de Hiroko, quien prefería mantenerse lo más lejos posible de todos los asuntos relacionados con Ranma, se curvaron en una sonrisa, aunque no sin antes resoplar con incredulidad.

Todos la miraron de reojo, después, como era de rigor.

Y, como siempre, Akane ni siquiera parpadeó.

Mientras le daba el primer bocado a su comida y una explosión de texturas y sabores tenía lugar en su paladar, Akane se preguntó qué era aquello sobre Ranma que le gustaba tanto a las chicas.

Si es un tarado. Un idiota insensible, un pervertido…

Todavía recordaba la tarde en que se conocieron, esa decepción y furia amargas que había sentido cuando entró al baño y descubrió que la chica que podría haberse convertido en su mejor amiga era, en realidad, su prometido.

Oh, a Akane no le faltaban amigas en su vida. Sin embargo, había algo especial en la promesa de alguien que tuviera tanto o incluso más interés que ella por las artes marciales. De alguien que la había derrotado en una disciplina que llevaba practicando desde que aprendió a sostenerse en pie…

A Akane no le había importado perder, aquel día. A fin de cuentas, la única forma de mejorar era enfrentándose a rivales más fuertes que ella.

Lo que sí le había importado era que no había perdido contra una mujer. La herida en su orgullo que habían provocado el desafío de Kuno y las peleas que tenían lugar cada mañana todavía era demasiado reciente como para que la idea de que un chico de su edad la hubiese vencido en lo que en un principio había sido un combate amistoso no escociera.

Se había sentido humillada.

Un sentimiento que sólo se había hecho más profundo con los insultos de Ranma y que había transformado esa ilusión por una amistad incipiente en odio.

Y encima de cruel, también es ciego.

Lo miró de reojo. Como no podía ser de otra manera, Daisuke se había apartado para dejarle sitio junto a ella, y Ranma había dudado aproximadamente medio segundo antes de sentarse, ocupando tanta superficie del banco de piedra como era capaz sin invadir (mucho) su espacio personal.

Aun así, Akane no podía evitar pensar que se había sentado demasiado cerca. Podía sentir el calor de sus brazos incluso a través de la fina manga larga de su blusa, los poderosos músculos de su muslo incluso a través de la tela de sus vaqueros.

—Tienes ketchup en la mejilla —dijo el objeto de su estudio, sacándola de sus pensamientos.

Akane alzó la vista hasta esos insólitos ojos azules, que brillaban con una guasa igual de extraordinaria. Aunque sonreía son socarronería, como pagado de sí mismo, supo reconocer la tensión en la comisura de sus (turgentes) labios como la inseguridad que a veces lo invadía, en la mayoría de los casos, sin ton ni son. El ligero rubor que le cubría las mejillas sólo corroboraba sus sospechas, y a pesar de que sentía su propio sonrojo extenderse por toda su cara, Akane tragó y arqueó una ceja.

—Tengo las manos ocupadas —se limitó a decir, levantando en el aire el bocadillo que sujetaba con todos los dedos por miedo a que las entrañas se resbalasen de entre las dos piezas de pan hasta el suelo.

Por si acaso Ranma no entendía sus intenciones, como era propenso, giró un poco la cabeza, acercándole la mejilla donde notaba algo frío y viscoso desde hacía un rato.

Hiroko, al otro lado, trató de disimular una risa, aunque sólo logró emitir un sonido bastante equino. El resto del grupo se contentó con mirar a cualquier sitio que no fueran ellos dos.

Ranma sacudió la cabeza y sonrió, esta vez de verdad. Luego, con una delicadeza de la que sólo ella lo creía capaz y armado con la servilleta que había preparado de antemano, se deshizo de la mancha como si fuera una responsabilidad de la que se hacía cargo todos los días.

Con el rostro ardiendo, pero envalentonada, Akane se atrevió a decir:

—Tengo sed.

Y cuando Ranma se limitó a ofrecerle su propia bebida, sin hielo, porque así era como a ella le gustaba, encontró la respuesta a su pregunta. ¿Qué era aquello sobre Ranma que le gustaba tanto a las chicas…. que le gustaba tanto a ella?

A primera vista, Ranma era un chico como cualquier otro, igual de absurdo y cabezota, un tonto de manual.

Pero había detalles y momentos como este que le demostraban a Akane que, en ocasiones, valía la pena mirar dos, tres y mil veces más.


NA: ¿Qué tal? Podéis encontrarme en IG bajo el nombre _mago97. Aviso, me gustaría hacer todos los temas aunque no sé si me dé tiempo esta semana. Lo que sí sé es que para algunos tengo planeado subir el rating a M, para que no os llevéis sorpresas :D