Hello, everypony.
aquí su amigo Diabolik kaze con otro capitulo de mi intento fanfic, Quiero aclarar que tanto los personajes de *MLP: FIM* como los OCs de Noru~ Aisurando y Woundead Sky son propiedad de sus respectivos dueños. ¡Muchas gracias por crearlos y por ser mi inspiración para escribir! y ahora sin nada mas que decir vayamos a la que nos reúne el día de hoy, que es la historia.
El Bosque de los Susurros se extendía ante ellos como una entidad viviente, con ramas retorcidas que parecían murmurarse secretos entre sí. La niebla densa serpenteaba entre los troncos, y el aire cargado de magia antigua provocaba un escalofrío en los huesos de los viajeros.
Xail, Blum, Nya e Iyali avanzaban con cautela, guiados por el instinto y el eco distante de leyendas olvidadas. Según los textos de Iyali , en lo profundo del bosque se encontraba Zal'Kadesh, la Ciudad de los Muertos. Alguna vez, en tiempos antiguos, había sido una metrópoli floreciente donde la magia y la vida coexistían en armonía. Pero algo sucedió. Nadie sabía exactamente qué, solo que un día, sus habitantes desaparecieron sin dejar rastro, dejando atrás un reino fantasma donde solo el viento y las sombras recordaban sus nombres.
—Es aquí —murmuró Iyali, con los ojos entrecerrados.
La niebla se despejó por un instante, revelando enormes ruinas de piedra cubiertas de enredaderas y runas brillantes. La ciudad se alzaba entre la espesura del bosque como el cadáver de un gigante olvidado. Edificios derruidos, estatuas erosionadas por el tiempo y fuentes secas con grietas profundas daban la sensación de que el lugar había estado esperando su llegada.
—Esto… esto es increíble —susurró Nya, maravillada por la grandeza de lo que quedaba de Zal'Kadesh.
—O inquietante —respondió Blum, observando con recelo las calles vacías—. ¿No sienten como si nos estuvieran mirando?
Xail frunció el ceño. La energía en el aire era densa, cargada de un poder latente. Algo aquí no quería ser perturbado.
—Las leyendas dicen que dos espadas legendarias descansan en esta ciudad —recordó Iyali—. Una forjada en las llamas de la primera estrella, la otra, creada con la esencia de la noche eterna. Juntas, representan el equilibrio entre la luz y la oscuridad.
Xail sintió que algo se agitaba en su interior.
—Si están aquí… las encontraremos
El aire se volvía cada vez más denso mientras el grupo avanzaba por las ruinas de Zal'Kadesh. La niebla regresaba, como una cortina gris que cubría cada rincón, ocultando la verdad de lo que yacía en el corazón de la ciudad abandonada. Cada paso resonaba en la quietud, como si el suelo mismo estuviera observándolos.
Nya, caminando al lado de Xail, apretaba su pequeña pesuña con nerviosismo, mirando constantemente por encima de su hombro. La inquietud llenaba el aire.
—¿Xail… crees que… crees que hay fantasmas aquí? —preguntó, su voz temblando un poco mientras miraba las sombras que se movían apenas al borde de su vista.
Xail la miró, su mirada penetrante tratando de leer el aire. Podía sentirlo, la presencia, algo que no pertenecía a este mundo. Aunque no podía ver nada concreto, algo oscuro los observaba desde la niebla.
—No sé, Nya. Pero no estamos solos —respondió con voz grave. Sus ojos se entrecerraron, casi como si pudieran ver más allá de la niebla. —Mantente cerca.
Blum, caminando unos pasos adelante, dejó escapar un suspiro preocupado mientras giraba sobre sus talones para mirar hacia atrás, hacia la espesura del bosque que parecía tragarlos.
—Esto… esto es raro —dijo, con tono bajo—. Se supone que no debería haber nadie aquí. No hay señales de vida, pero… siento algo. Como si estuviéramos siendo observados.
Iyali, que había mantenido el silencio durante toda la caminata, detuvo sus pasos y se giró con los ojos fijos en la niebla, como si percibiera lo mismo que ellos. Su voz llegó como un susurro, su tono grave.
—No son fantasmas, Nya. No de la forma que piensas. Lo que hay aquí es mucho más antiguo y peligroso. La ciudad misma está viva con una magia que nunca se apagó completamente. Algo o alguien está protegiendo lo que buscamos.
A medida que el grupo se acercaba al templo de Bethmoora, la sensación de ser seguido se intensificaba. Xail, ya harta de la constante persecución de fuerzas invisibles, se detuvo de golpe en medio de la niebla, sus ojos fijos en la oscuridad que los rodeaba.
—¡Ya basta! —gritó, su voz llena de frustración—. Si algo o alguien está siguiéndonos, que se muestre. Estoy cansada de jugar a las escondidas.
Un estremecimiento recorrió a todos mientras un par de figuras encapuchadas emergían lentamente de la niebla, su caminar tranquilo y calculado, como si no les importara en lo más mínimo que los detectaran. Instintivamente, cada uno de los miembros del grupo se puso en posición defensiva, esperando un ataque inminente.
La tensión en el aire se cortó cuando una voz familiar rompió el silencio, cargada de sorpresa y un toque de humor.
—Vaya forma de recibir a los amigos —dijo la figura más alta, mientras retiraba su capucha. Era Twilight Sparkle, acompañada por Spike, quien observaba al grupo con una mirada seria.
Xail, al ver a sus viejos amigos, respiró con alivio, aunque aún mantenía una expresión cautelosa.
—Twilight… ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, su tono cargado de sorpresa y confusión.
Twilight sonrió con un suspiro, bajando su capa y mostrando una determinación inquebrantable en sus ojos.
—Me preocupaba por ti, Xail —explicó, mirando a todos con una mirada firme—. No podía quedarme de brazos cruzados mientras te adentrabas en un lugar tan peligroso sin saber qué te esperaba. Después de todo lo que ha pasado, no podía permitir que mis amigos se expusieran a más peligros sin hacer nada. Dejé la defensa de Ponyville en manos de Sunset y Starlight para seguirlos. Y además, no confío completamente en Iyali, no sabemos qué puede esconder este lugar ni qué podría estar tramando.
Xail frunció el ceño, no porque desconfiara de Twilight, sino porque la situación era cada vez más compleja.
—No sabes nada sobre este lugar, ¿verdad? —dijo Xail, aunque su tono era suave, como si ella entendiera perfectamente la preocupación de Twilight—. Zal'Kadesh es conocida como la Ciudad de los Muertos, o la Ciudad del No Retorno. La magia aquí es antigua, peligrosa y… rara. Hay cosas aquí que ni siquiera yo comprendo del todo.
Twilight asintió lentamente, consciente de la gravedad de las palabras de Xail.
—Lo sé, y es precisamente por eso que estoy aquí. No sé mucho sobre lo que pasó en Zal'Kadesh, pero durante mi viaje escuché rumores sobre este lugar y el templo de Bethmoora que se encuentra en su corazón. Este sitio está envuelto en misterio, y las leyendas que he oído… no son buenas. Mi única intención es ayudar. No quiero que te enfrentes a todo esto sola, Xail.
Spike, que había estado en silencio a su lado, se adelantó un paso, mirando con cautela la oscuridad que rodeaba al grupo.
—Además, no hay manera de que te dejemos hacer esto sola, Xail. Sabemos lo que significa para ti, y no vamos a dejar que te pongas en peligro sin asegurarnos de que estás bien.
Xail se quedó en silencio por un momento, mirando a sus viejos amigos con gratitud pero también con un toque de incertidumbre. La última vez que se habían cruzado, las circunstancias eran diferentes, pero la lealtad seguía ahí. A pesar de todo, algo no encajaba del todo en su mente.
—Lo aprecio, Twilight, Spike… pero el peligro aquí es real. No sabemos qué fuerzas estamos enfrentando, ni qué estamos a punto de liberar. Esto no es algo que se pueda tomar a la ligera.
Twilight asentó, comprendiendo el peso de sus palabras. Sabía que todo lo que decían y hacían podría ser crucial para lo que les esperaba dentro de las ruinas.
—Lo sé, y por eso estoy aquí. No para interferir en tu misión, sino para asegurarme de que no te enfrentes a todo esto sin ayuda.
El grupo se quedó en silencio por un momento, sopesando sus opciones. La niebla parecía levantarse por un instante, como si el lugar mismo estuviera esperando su siguiente movimiento. Frente a ellos, las ruinas del templo se alzaban, imponentes y llenas de misterio, mientras la presencia que los había estado siguiendo se intensificaba.
La ciudad de Zal'Kadesh los estaba observando, y con ella, un futuro incierto y peligroso les esperaba dentro de los oscuros muros del templo de Bethmoora. Xail sabía que no podía dar marcha atrás, pero la incertidumbre de lo que venía aún pesaba sobre sus hombros.
—Vamos —dijo finalmente, con determinación—. No podemos quedarnos aquí. Ya es demasiado tarde para dar un paso atrás.
El grupo avanzó, esta vez con la presencia de Twilight y Spike a su lado, mientras las sombras los seguían y el destino, cargado de tensión, los esperaba en el templo.
La ciudad de Zal'Kadesh, antaño un lugar vibrante, ahora yacía desolada bajo el peso de su sombrío pasado. Los edificios, una vez grandiosos, ahora estaban corroídos por el tiempo, las paredes agrietadas, y las calles cubiertas de polvo y escombros. A lo lejos, las sombras danzaban al ritmo de una brisa fría que arrastraba consigo susurros casi inaudibles. Como si la misma ciudad estuviera respirando, esperando algo, alguien.
La noche comenzó a caer sobre la ciudad de Zal'Kadesh, pero no fue la oscuridad habitual la que cubrió sus antiguas calles en ruinas. En lugar del manto azul profundo de la noche, un resplandor carmesí tiñó el cielo. La luna, enorme y roja como la sangre derramada en tiempos olvidados, se alzaba sobre la ciudad con una presencia inquietante.
Las sombras se alargaban de forma antinatural bajo su fulgor escarlata, y las piedras de los edificios en ruinas parecían susurrar entre sí, como si despertaran de un letargo maldito. Un viento helado recorrió las calles desiertas, cargado con el eco de voces lejanas, susurros de aquellos que alguna vez caminaron entre estas mismas ruinas y que ahora solo existían como un murmullo en la memoria de la ciudad perdida.
El aire se volvió pesado, cargado de algo indescriptible. No era solo la sensación de estar siendo observados… era la certeza de que Zal'Kadesh estaba viva de una manera que ninguna ciudad en ruinas debería estarlo. Y la luna roja, suspendida sobre ellos como un ojo que nunca parpadeaba, parecía la prueba definitiva de que algo antiguo y olvidado había despertado junto con la noche.
El grupo avanzaba con cautela, bajo la vigilancia de la Luna Roja, cuyo brillo macabro iluminaba la escena con una luz espesa, casi sanguinolenta. La atmósfera era opresiva, como si la luna misma deseara devorar todo lo que tocaba, aplastando cualquier rastro de esperanza. Las sombras parecían alargarse más de lo natural, distorsionando la realidad y creando figuras en el borde de la visión, como si estuvieran al acecho.
Xail, al frente, caminaba con determinación, pero el peso de la ciudad sobre ella la hacía sentir más ligera, como si la gravedad misma se hubiera alterado. Su cuerpo, aunque firme, vibraba con una energía desconocida, una sensación que no podía comprender del todo. Algo en el aire se sentía… erróneo.
—Esto no me gusta —murmuró Spike, apretándose más a Twilight, cuyos ojos, como siempre, estaban alerta. Pero incluso ella parecía desconcertada, como si una parte de ella supiera que esto era más grande de lo que imaginaban.
Xail avanzó unos pasos más, mirando de reojo a sus compañeros. Algo dentro de ella sentía que lo que sea que estuviera acechando en las profundidades de Zal'Kadesh era mucho más peligroso de lo que pensaban. Una fuerza maligna pulsaba desde las entrañas de la ciudad, un latido oscuro, que resonaba con fuerza, como si la ciudad misma estuviera viva. Un latido que no era de vida, sino de algo mucho más sombrío.
—Tenemos que llegar al templo —dijo Xail, con voz firme, aunque sus ojos traicionaban una profunda incomodidad—. Si lo que dicen sobre Bethmoora es cierto, ahí encontraremos respuestas.
Nya, que caminaba al lado de Xail, se detuvo un momento, mirando hacia el horizonte. El miedo era evidente en su rostro, sus alas ligeramente desplegadas como si intentaran protegerla de la presión invisible que la rodeaba.
—¿Y si no encontramos respuestas? —preguntó, su voz temblorosa. Era evidente que el ambiente de la ciudad le estaba afectando aún más que al resto del grupo.
Xail la miró, su mirada suave, pero decidida.
—No tenemos otra opción —dijo Xail, su voz resonando con una determinación que quemaba como fuego—. Todos nuestros pasos nos han traído aquí, no importa si escojo otros caminos. Veo las estrellas teñidas de rojo con la sangre de nuestro pueblo y sé que, si no encontramos lo que buscamos, una condenación inevitable caerá sobre nuestro hogar.
El viento sopló fuerte, trayendo consigo susurros inaudibles, como voces perdidas en el tiempo, y la atmósfera se volvía más opresiva a medida que Xail continuaba hablando, su tono grave y serio
—Y aunque todo lo que vea es oscuridad, sé que no retrocederé ante mi destino. —Su respiración se calmó un momento, un suspiro profundo que pareció escapar de lo más profundo de su ser. —No es solo el templo, es todo lo que está detrás de él. Esta ciudad… lo que ocurrió aquí… tiene que ver con el futuro de todos.
Blum, Nya e Iyali permanecieron en silencio, observando a Xail con la misma gravedad. El peso de sus palabras parecía ser más que suficiente para todos. El eco de las antiguas leyendas, los rumores sobre la ciudad de los muertos, el templo que guardaba secretos que incluso los dioses temían, se fusionaban en sus mentes.
Xail levantó la cabeza, mirando al templo que se alzaba ante ellos. Las puertas de piedra, cubiertas de runas antiguas y símbolos desconocidos, parecían estar esperando su llegada. A cada paso que daban hacia la entrada, la oscuridad se volvía más espesa, y la sensación de que algo los observaba los envolvía.
—Esto no es solo una prueba para mí —continuó Xail, su voz fuerte, casi desafiando a las sombras que los rodeaban—. Es una prueba para todos nosotros. Y la enfrentaremos, juntos.
Los demás asintieron, sabiendo que no había vuelta atrás. Frente a ellos se encontraba el templo, el corazón de Zal'Kadesh, y lo que sea que estuviera esperando dentro, ya no podían ignorarlo.
Con una última mirada a sus compañeros, Xail extendió la pata hacia la puerta del templo. La gran entrada, al principio inmóvil, empezó a abrirse lentamente, como si la misma oscuridad las estuviera recibiendo, invitándolos a adentrarse en el misterio.
El aire se volvió más frío. La Luna Roja siguió observando, su luz bañando todo en una tonalidad siniestra, mientras el grupo cruzaba el umbral del templo, cada uno enfrentando sus propios miedos y dudas, pero sabiendo que no podían dar marcha atrás. El destino los había alcanzado, y lo único que quedaba por hacer era enfrentar lo que aguardaba en las sombras del antiguo templo de Bethmoora
Al cruzar el umbral del templo, el aire cambió por completo. La fría oscuridad que los rodeaba se sintió como una presión invisible sobre sus hombros. Los muros, cubiertos por una espesa capa de musgo y enredaderas, parecían estar vivos, respirando al ritmo del paso del grupo. La luz de la Luna Roja se desvaneció en su interior, reemplazada por una tenue resplandecencia que emanaba de las piedras mismas del templo. Los ecos de sus pasos resonaban en un vacío profundo y ancestral.
Xail, Blum, Nya e Iyali se detuvieron, sintiendo cómo la temperatura bajaba aún más, como si el aire mismo se congelara a su alrededor. No había sonido más allá del susurro del viento que se colaba por las grietas en las paredes del templo.
De repente, el ambiente se estremeció, como si el templo se despertara. Una vibración profunda recorrió el suelo, una energía palpable que los rodeó. Un silencio abrumador se instaló, y antes de que pudieran reaccionar, una figura apareció ante ellos, materializándose de las sombras. Una silueta alta, envuelta en una capa oscura, su rostro oculto por una capucha. Los ojos de la figura brillaban con una luz dorada, profunda y penetrante, como si miraran más allá de la superficie.
La figura habló con una voz grave, que resonó en las paredes del templo como un eco ancestral. Cada palabra parecía impregnada con poder y conocimiento prohibido.
—Intrusos… —La palabra flotó en el aire con un peso casi físico—. ¿Habéis venido a desafiar el destino que os aguarda?
La figura dio un paso adelante, su presencia era imponente, y una ráfaga de energía parecía emanar de su cuerpo. Aunque su forma seguía envuelta en sombras, había algo innegable en su autoridad, algo que los hizo sentir que no estaban ante un ser común.
—¿Quién eres? —demandó Xail, su voz firme, pero con la tensión de quien sabe que se enfrenta a algo más grande que ellos.
La figura levantó la mano, y con un gesto sutil, la oscuridad pareció inclinarse ante él, como si le rindiera tributo. Entonces, de la nada, un destello de luz dorada iluminó su rostro. En lugar de los rasgos de un ser humano o de algún pony o criatura que pudieran reconocer, el rostro del ser era una máscara de energía pura, surcada por símbolos antiguos que parecían moverse con vida propia.
—No tengo un nombre —respondió la figura con una calma imperturbable, su voz resonando con una sabiduría inmensa—. Pero podéis llamarme Revelación.
La presencia de Revelación llenó el templo, y el aire se volvió más denso, como si todo a su alrededor estuviera siendo sometido a juicio. Los ojos dorados del guardián brillaron con intensidad, y su mirada se fijó en Xail, como si pudiera ver sus pensamientos más profundos.
—No habéis venido aquí por casualidad. Habéis sido guiados por las corrientes del destino. Pero el precio de conocer lo que este templo guarda… es alto. La sabiduría que buscáis podría destruiros, si no sois dignos.
Xail, Blum, Nya e Iyali se miraron entre sí, sintiendo el peso de las palabras del Guardián. Sabían que no estaban aquí solo para buscar respuestas. Estaban aquí porque todo lo que había llevado a Xail hasta este momento tenía que ver con algo mucho más grande. Algo que trascendía el presente y tocaba las fibras más profundas del futuro.
Revelación se adelantó lentamente, como si cada paso fuera una meditación profunda. Las sombras lo rodeaban, pero él permanecía imperturbable, su presencia imponente y cautivadora.
—El templo de Bethmoora no solo guarda los secretos del pasado. También custodia el equilibrio entre las fuerzas que determinan el destino del mundo. Y solo aquellos capaces de comprender el verdadero propósito de su existencia podrán atravesar su umbral sin perderse en las sombras del caos.
Con un movimiento de su mano, una puerta invisible se abrió ante ellos, revelando lo que parecía ser un pasillo largo, oscuro y lleno de símbolos de poder. El guardián observó en silencio, su mirada fija en Xail.
—Decidid, entonces. ¿Estáis listos para enfrentar la verdad, sin importar el precio que debáis pagar?
Un silencio profundo se apoderó del grupo, mientras todos se preparaban para lo que estaba por venir. La voz de Xail cortó el silencio.
—Estamos listos —dijo con determinación—. Si es el precio que debemos pagar por salvar a nuestro hogar, lo afrontaremos.
Revelación asintió lentamente, y por un momento, su expresión fue difícil de descifrar. Luego, con un gesto suave, señaló la puerta abierta.
—Entonces entrad, si sois capaces de soportar lo que os aguarda al otro lado.
La oscuridad detrás de la puerta parecía tragarlos, pero Xail, Blum, Nya e Iyali avanzaron, decididos a seguir adelante, sabiendo que no podían volver atrás.
Revelación los observó marcharse, su figura desvaneciéndose en las sombras mientras la puerta se cerraba suavemente detrás de ellos.
El pasillo que el grupo recorrió era largo, sus pasos resonaban en las piedras antiguas, y el aire estaba cargado de una atmósfera densa, como si la oscuridad misma se cerrara sobre ellos. La luz que los acompañaba era tenue, pero suficiente para revelar los extraños símbolos grabados en las paredes, símbolos que parecían moverse y cambiar de forma según el ángulo desde el que se los mirara. La sensación de ser observados nunca los abandonó.
Blum iba al frente, observando el suelo con cautela.
—Este lugar no ha sido pisado en siglos —dijo, apartando con su casco una losa cubierta de polvo—. Y eso no me da buena espina.
—tiene que estar aquí —respondió Xail, su mirada fija en el horizonte—. Si las leyendas son ciertas, Drach'nyen fue forjada en lo más profundo del Xibalbá, pero su poder fue sellado dentro de la Ceiba del Sol.
Iyali pasó una pata por la pared de un antiguo obelisco cubierto de grietas y enredaderas.
—Esto… está vibrando —su voz era baja, casi un susurro.
Twilight, que sostenía un pergamino con hechizos, frunció el ceño.
—Es la magia antigua de Ehécatl. La Ceiba del Sol es la fuente de su poder, pero aún está dormida. Sin ella, Drach'nyen no puede liberar todo su potencial… pero si logramos encontrarla primero, podremos evitar que Aila la use.
El grupo avanzó por el pasillo oscuro, sus pasos resonando en la inmensidad del templo. Las runas grabadas en las paredes vibraban con una luz tenue, pulsando al ritmo de una energía antigua que parecía reconocer su presencia. No había sonido alguno más allá de su propia respiración y el leve zumbido de las inscripciones brillantes.
El aire era espeso, cargado con el polvo de los siglos, y cada rincón del corredor parecía susurrar historias olvidadas. El suelo de piedra estaba intacto, sin huellas, como si nadie hubiera pisado aquel lugar en siglos.
Caminaron durante horas, guiados solo por el resplandor de las runas, hasta que finalmente el pasillo se ensanchó, Al final del pasillo, una gran sala se abrió ante ellos. En el centro, sobre un pedestal de piedra oscura, descansaba una espada. La hoja, larga y estrecha, estaba envuelta en una neblina espesa, como si el aire a su alrededor estuviera distorsionado por un poder desconocido. La empuñadura de la espada parecía estar hecha de una sustancia viscosa y negra, como si fuera parte de la misma sombra que gobernaba el templo. El brillo oscuro de la hoja reflejaba una luz fría y mortal latiendo con toda la malicia de un demonio que está soñando.
Nya se detuvo a unos pasos del pedestal, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. La presencia de la espada era abrumadora, como si el aire mismo se volviera más denso a su alrededor. Tragó saliva y miró a su hermana.
—Pero… ¿y si Drach'nyen es demasiado peligrosa para nosotros? —susurró, su voz apenas un eco en la vasta sala—. Si fue forjada en Xibalbá, su poder podría…
Xail no apartó la vista de la espada. Sus ojos reflejaban la sombra pulsante que envolvía la hoja. Había algo en ella que la llamaba, un murmullo apenas audible en los rincones más oscuros de su mente.
—Ahí está… —susurró Xail, avanzando un paso más.
Nya sintió un nudo en el estómago. No era solo miedo. Era la certeza de que, una vez que su hermana tocara esa espada, nada volvería a ser igual.
Drach'nyen estaba en el centro de la sala, suspendida en sobre un pedestal de piedra oscura. Su hoja negra y carmesí pulsaba con un brillo maligno,como si estuviera viva. Runas desconocidas recorrían su filo, cambiando de forma como llamas retorcidas.
Pero lo más inquietante era la sensación que transmitía.
No era una espada normal.
Era algo… que los observaba.
Spike tragó saliva.
—No me gusta esto…
Xail avanzó, sus ojos fijos en la hoja.
—Drach'nyen… la Espada Maldita.
Blum extendió un ala frente a ella, bloqueándole el paso.
—Xail, espera. Esta cosa no es solo un arma… Se siente como si estuviera esperándonos.
—Porque lo está —respondió una voz profunda.
El eco de la sala pareció absorber el sonido, distorsionándolo. La oscuridad en los rincones se movió, y de ella emergió una figura envuelta en sombras. Sus ojos brillaban con un dorado espectral.
—Drach'nyen no es un simple artefacto. Es un juicio. Solo aquellos de corazón puro pueden blandirla… pero incluso ellos pueden caer.
Twilight encendió su cuerno, preparando un hechizo defensivo.
—¿que está pasando?
La figura sonrió, sus colmillos reflejando la luz rojiza de la espada.
—Espero que estén listos para el juicio… Aunque, quién sabe, tal vez su voluntad los doblegue antes de que siquiera lo intenten.
Xail apretó la mandíbula.
—Si queremos salvar Ehécatl, no tenemos opción.
Revelación extendió una pata y el pilar que sostenía a Drach'nyen comenzó a fracturarse aún más.
—Entonces… demuestra que eres digna.
El aire se volvió pesado, y la sombra del pasado cayó sobre ellos.
El juicio de Drach'nyen había comenzado.
El silencio se hizo insoportable.
La espada vibraba en su pedestal, emitiendo un leve zumbido, como si un corazón oscuro latiera dentro de ella. La energía en la sala se volvió más densa, casi sofocante. El Guardián observaba en silencio, con una sonrisa enigmática, como si esperara algo inevitable.
Entonces, comenzaron los susurros.
No vinieron de un solo lugar, sino de todas partes. Del aire, de las sombras, del suelo mismo. Voces antiguas, rotas, como si cada una perteneciera a un alma que había sucumbido a la espada
La voz de Drach'nyen, fría y penetrante, cortó la tranquilidad de la memoria de Xail, como un cuchillo afilado atravesando el tejido de su mente.
"No confíes en ellos."
"Te van a traicionar.
"Como lo hizo tu padre."
"Míralos… los ojos de Blum… llenos de miedo. ¿Te teme? No. Sabe que lo superarás. Por eso quiere detenerte."
Xail sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Algo dentro de su mente se sacudió, como si una garra invisible intentara aferrarse a sus pensamientos.
—C-cállate… —murmuró entre dientes.
Blum giró hacia ella con preocupación.
—¿Xail?
Pero entonces, él también lo escuchó.
"Eres débil, Blum. Siempre lo has sido. ¿Realmente crees que puedes protegerla?"
"Mira a Xail. Su fuego arde más fuerte que el tuyo. Su destino es más grande que el tuyo. ¿Por qué sigues aquí? ¿Para qué? No eres más que una sombra a su lado."
Los ojos de Blum se abrieron de golpe. Su respiración se aceleró. Algo en su pecho se tensó, una inseguridad enterrada que la voz había desenterrado con precisión quirúrgica.
Nya jadeó y apretó los ojos con fuerza.
—¡No… no es real! ¡No escuchen!
Pero la espada no necesitaba lógica. Solo dudas.
Iyali tambaleó hacia atrás, sus pupilas dilatadas.
"Siempre fuiste una seguidora. Nunca el líder. ¿Por qué no tomas lo que es tuyo?"
Twilight, con el cuerno encendido en un aura violeta temblorosa, trató de contrarrestar la influencia.
—¡Resistan! ¡Es una prueba, nada más!
Pero su propia mente fue asaltada.
"La Princesa del Sol no confía en ti. Solo eres una pieza en su tablero. ¿Cuántas veces te ha ocultado la verdad? ¿Cuánto tiempo más la seguirás ciegamente?"
Spike cayó de rodillas, tapándose los oídos con las garras.
—¡Basta! ¡Basta!
La sala se convirtió en un caos silencioso. Ninguno hablaba, pero sus mentes eran un campo de batalla. Drach'nyen los estaba desgarrando desde dentro, escarbando en sus inseguridades, sus miedos, sus heridas más profundas.
El Guardián rió suavemente.
—Pocos resisten el juicio de la espada. La mayoría se matan entre sí antes de siquiera tocarla.
Xail respiraba entrecortadamente. Su visión era borrosa. Las voces eran como garras dentro de su cabeza, arrancando su control poco a poco. Pero entonces, vio a Blum
—¿Qué vas a hacer ahora, Xail? —la voz resurgió, cruel y burlona, despojando las memorias de toda la calidez que una vez tuvieron. —¿Vas a seguir siendo la "luz del alba"? ¿La niña que se aferró a promesas vacías?
La visión de su madre en la cama se distorsionó. Su cuerpo, una vez tan cálido y amoroso, ahora se veía desvanecido, como si todo lo que había representado fuera solo una ilusión. La sombra del padre de Xail, la figura de la traición y la destrucción, apareció en el borde de su visión, sonriendo con una arrogancia infinita.
—Tu madre te mintió, pequeña. La oscuridad siempre estuvo dentro de ti. —la voz de Drach'nyen continuó, hiriente y venenosa, haciendo eco de sus miedos más profundos. —¡Nunca podrás escapar de tu linaje! No importa cuánto lo intentes, siempre serás parte de esa oscuridad. El amor no puede salvarte.
Xail sintió el peso de esas palabras como una carga insostenible. Sus patas temblaron, el aire a su alrededor se volvió denso, y la desesperación la envolvió como un manto de niebla. La visión de su madre se deshizo por completo, reemplazada por las imágenes de su padre, la figura de un monstruo que se había llevado su esperanza y la de su madre.
Los recuerdos de la habitación, la luna filtrándose a través de las cortinas, las últimas palabras de su madre, comenzaron a desvanecerse, absorbidos por la oscuridad que se alzaba dentro de ella. La espada, Drach'nyen, parecía amplificar cada duda, cada temor, hasta que todo su ser comenzó a ser dominado por esa sombra.
"¿Por qué sigues luchando?" La voz de su madre se distorsionó, reemplazada por la voz fría y distante de Drach'nyen. "¿Vas a dejar que todo lo que eres, todo lo que tu madre quería, se convierta en nada? El vacío es todo lo que queda."
El dolor de perder a su madre, la impotencia de no poder salvarla, la angustia de las promesas rotas la golpearon con fuerza. Xail sintió que algo dentro de ella comenzaba a quebrarse.
"¡No soy suficiente!" gritó en su mente, el vacío llenándola mientras las sombras la arrastraban hacia un abismo de locura. Su respiración se aceleró, y la oscuridad parecía consumirla por completo. Pero, en medio de esa oscuridad, una voz suave, cálida, se levantó, cortando el grito de desesperación.
—"Xail…" La voz era suave, pero llena de una claridad infinita, como un rayo de luz atravesando las tinieblas.
La voz de su madre. No la imagen distorsionada por el juicio de la espada, sino la que siempre había conocido. La que la había llamado "luz del alba". Esa voz era su ancla, el recordatorio de lo que realmente importaba.
—"Xail, no olvides lo que eres. Eres la luz del alba, la que ilumina la oscuridad, no la que se deja consumir por ella."
El corazón de Xail latió con fuerza, como si las palabras de su madre pudieran atravesar incluso la oscuridad más espesa. La desesperación comenzó a desvanecerse, reemplazada por la memoria del amor incondicional que su madre le había dado.
"No puedo dejarme consumir por esto… No puedo permitir que Drach'nyen gane."
El calor de esas palabras comenzó a encender algo dentro de ella, una chispa de fuerza, un resplandor de luz que comenzó a disipar la oscuridad que la rodeaba. La espada en sus patas comenzó a vibrar, resonando con la energía que emergía desde lo más profundo de su ser. Con cada respiración, la sombra retrocedía, como si la luz de su alma estuviera dispuesta a enfrentarse a la oscuridad que intentaba controlarla.
—"Siempre seré tu luz, mamá." Xail murmuró con fuerza, su voz recuperando su firmeza. "La oscuridad no me definirá. Yo elijo mi camino."
Y con esas palabras, el poder de Drach'nyen comenzó a debilitarse, como si la fuerza de su determinación fuera una barrera que lo contenía. La espada resonó, un grito de frustración emanó de ella, pero Xail no vaciló. Sabía quién era, sabía lo que su madre había querido para ella. Y lo más importante, sabía que no estaba sola.
Con un último temblor en sus patas, soltó la empuñadura. La espada cayó con un sonido sordo contra el suelo de piedra, y en el instante en que sus patas ya no la sostuvieron, sintió como si un peso invisible se levantara de su pecho
El frío en la sala era casi insoportable. La Espada del Abismo latía con una presencia opresiva, susurrando a los rincones más oscuros de la mente de quienes osaban acercarse.
El aire en el templo aún vibraba con los ecos del enfrentamiento. La Espada del Abismo reposaba a un lado, su hoja oscura pulsando con un brillo latente, como si aguardara el momento oportuno para reclamar a su portador. Xail se sentía exhausta, pero su determinación se mantenía firme. Sabía que no había vuelta atrás.
Iyali la observaba desde una distancia prudente, sus ojos entrecerrados reflejando una mezcla de incredulidad y desconfianza. Había visto muchas cosas en su vida, pero nunca imaginó que alguien pudiera salir ileso después de haber tocado la espada maldita.
Finalmente, rompió el silencio.
—Eres arrogante si crees que puedes subyugar la Espada del Abismo solo con tu voluntad —le dijo, su tono lleno de escepticismo—. Nadie ha logrado dominarla sin perderse en el proceso.
Xail sostuvo su mirada sin inmutarse. No se molestó por sus palabras, porque en el fondo entendía el temor de Iyali. Era razonable dudar. Lo que había hecho no tenía precedentes.
—Me malinterpretas, Iyali —dijo, su voz grave y serena, con un toque de pesar—. He visto el estrecho camino hacia la supervivencia que se extiende entre mi reino y su extinción, y ése es el camino que debemos seguir. No es una cuestión de poder ni de imposición, sino de necesidad. ¿Qué más puedo hacer?
Iyali cruzó las patas, estudiándola con detenimiento.
—Puedes elegir no convertirte en aquello que juraste destruir —dijo, su voz ahora más baja, más contenida—. Todos los que han caminado ese camino han terminado consumidos.
Xail soltó una risa seca, sin alegría.
—¿Y qué harías tú en mi lugar, Iyali? ¿Esperar? ¿Huir? ¿Pedir ayuda a dioses que nos han abandonado?
Iyali no respondió de inmediato. Sus ojos reflejaban el peso de los años, de las historias que había leído en los pergaminos antiguos, de las advertencias que nadie había tomado en serio.
—No lo sé —admitió al final—. Pero sí sé que la Espada del Abismo no es una herramienta cualquiera. Es una voluntad propia, una fuerza que no cede ante nadie. Si crees que has ganado… puede que apenas estés comenzando a perder.
Xail desvió la mirada por un momento, observando la espada en el suelo. Su reflejo en la hoja negra era difuso, distorsionado.
—Tal vez tengas razón —susurró—. Pero tampoco puedo darme el lujo de dudar. No cuando mi hermana y mi gente dependen de mí.
Iyali suspiró y se dio la vuelta.
—Solo espero que, cuando llegue el momento, recuerdes quién eres antes de que la espada te lo haga olvidar.
Xail la miró fijamente, sintiendo el peso de la historia y la promesa de poder que aquella hoja negra ofrecía. Sabía lo que significaba. Sabía lo que debía hacer.
—Así que esto es lo que buscas —murmuró una voz detrás de ella.
Blum la observaba con una mezcla de preocupación y resolución.
—Con esa espada… piensas reclamar lo que nos fue arrebatado —dijo Blum—. Pero me pregunto… ¿serás tú la que la use, o será ella quien te use a ti?
Xail no apartó la vista de la hoja.
—No hay otra opción —respondió, su voz firme—. No podemos recuperar nuestro hogar sin un poder como este.
—¿Y crees que puedes controlar algo como esto tú sola? —Blum se adelantó un paso—. Has visto lo que puede hacer. Has sentido su presencia. ¿Y si termina controlándote a ti?
Xail apretó la mandíbula.
—No soy tan débil.
Blum negó con la cabeza.
—Eso no tiene que ver con debilidad, Xail. Nadie puede sumergirse en la oscuridad sin pagar un precio. Ni siquiera tú.
—¿Entonces qué sugieres? ¿Que me quede de brazos cruzados mientras Aila destruye todo lo que nos queda? —Xail se giró para encararlo, la frustración ardiendo en sus ojos heterocromáticos—. Dime, Blum. ¿Cuál es tu solución? ¿Esperar? ¿Confiar en que el destino se apiade de nosotros?
Blum la miró con seriedad.
—No. Pero tampoco creo que lanzarte de cabeza al abismo sea la respuesta.
Xail respiró hondo, tratando de controlar la furia que burbujeaba dentro de ella. Sus patas temblaban, no de miedo, sino de la lucha interna que estaba librando. La Espada del Abismo llamaba, su voz era una promesa de poder absoluto.
—Tienes miedo —dijo de repente—. No de la espada… sino de mí.
Blum entrecerró los ojos.
—No tengo miedo de ti, Xail. Tengo miedo de que esta cosa te haga olvidar quién eres.
Xail guardó silencio por un momento. Luego, sonrió, aunque no había alegría en su expresión.
—No entiendes nada, ¿verdad?
—Entonces explícamelo.
Xail alzó la vista hacia la Espada del Abismo.
—Yo sé que tengo razón.
Blum no dijo nada, pero la tensión en su cuerpo era evidente.
—Sé que es peligrosa —continuó Xail—. Sé que lo que estoy haciendo es arriesgado. Pero también sé que no hay otra forma. Esta espada no es solo una herramienta. Es una prueba. Y yo no voy a fallar.
Blum la observó con una expresión indescifrable.
—Espero que tengas razón —dijo finalmente—. Porque temo el futuro que estás forjando para ti misma.
Xail sostuvo su mirada, y por un momento, el peso de sus palabras pareció llenar la sala como un eco.
—Si no lo hago yo, ¿quién lo hará?
Blum no respondió de inmediato. En su interior, sabía que Xail estaba caminando por un filo peligroso. Pero también sabía que nada la detendría.
—No importa qué pase —murmuró Blum, dando un paso adelante—. No importa qué camino elijas. No voy a abandonarte.
Xail sintió que algo en su pecho se apretaba.
Blum nunca la abandonaría.
Pero la pregunta era… ¿podría ella misma seguir siendo Xail después de tomar esa espada
Xail extendió una pata hacia la empuñadura de la Espada del Abismo. El aire a su alrededor vibró con una energía densa, casi sofocante. Apenas la tocó, sintió una punzada helada recorrer su cuerpo, como si mil voces desconocidas susurraran al unísono dentro de su mente.
Los susurros se volvieron más fuertes, y de pronto, su visión se distorsionó. El templo de Bethmoora se desvaneció, reemplazado por una negrura infinita, un vacío donde sombras sin forma danzaban a su alrededor.
"Bienvenida."
Una voz se filtró en su conciencia, profunda, seductora, resonando en los rincones más oscuros de su alma.
"Llevas la sangre de aquel que me empuñó antes."
Xail no respondió. Enfrentarse a la voluntad de la espada era parte de la prueba. Lo sabía. Lo sentía en lo más profundo de su ser.
"Eres fuerte… pero ¿serás digna?"
Las sombras se arremolinaron, y de ellas emergieron figuras borrosas. Xail reconoció algunos rostros: su padre, su madre, Aila… su propia reflejo la miraba con frialdad, con esa misma arrogancia que tanto detestaba en sus enemigos.
"¿Cuánto tiempo más te aferrarás a la idea de que puedes salvarlos a todos?"
La voz de la espada retumbó en su mente, una mezcla entre burla y desafío.
"Sabes que el amor no puede protegerte de lo que viene."
Xail apretó los dientes.
—No necesito que me proteja.
La sombra de su padre dio un paso adelante. Su presencia era imponente, tal como lo recordaba en su infancia.
"Siempre fuiste una niña ingenua."
El entorno se distorsionó. Su mente fue invadida por imágenes de su pasado, fragmentos de recuerdos que creía enterrados. Su padre, observándola con desprecio. Su madre, con los ojos apagados por la tristeza. Nya, demasiado pequeña para entender el horror que las rodeaba.
La espada se alimentaba de sus dudas, de sus miedos más profundos.
"No eres lo suficientemente fuerte."
"No puedes salvarlas."
"No puedes salvarte a ti misma."
Xail sintió un escalofrío recorrer su espalda. Su respiración se aceleró. La espada la estaba despojando de sus certezas, reduciéndola a lo más primitivo de su ser: miedo, furia, desesperación.
"Entrégate a mí," susurró Drach'nyen. "Yo puedo darte lo que necesitas."
El mundo a su alrededor tembló. La sombra de su padre alzó una pata, y en un instante, Xail sintió una presión invisible sobre ella, obligándola a arrodillarse. La opresión de la espada se intensificó.
"Ríndete."
El vacío se cerraba a su alrededor. La oscuridad amenazaba con devorarla por completo.
Pero entonces…
—¡Xail!
La voz de Blum se filtró en su conciencia como un rayo de luz.
La negrura titiló. La presión cedió apenas un instante.
"¿Por qué sigues resistiendo?" siseó la espada.
Xail cerró los ojos con fuerza.
Porque no estaba sola.
Porque alguien la estaba llamando.
Y, más importante aún… porque alguien la estaba esperando.
La imagen de Nya apareció en su mente, su hermana menor, con esos ojos azul profundo que siempre la miraban con admiración y esperanza. La única que había creído en ella cuando nadie más lo hizo.
Su padre no tenía poder sobre ella.
Drach'nyen no tenía poder sobre ella.
La única dueña de su destino era ella misma.
Xail abrió los ojos, y por primera vez, su mirada no reflejaba duda alguna.
—No.
La sombra de su padre se detuvo.
—No me rindo.
El vacío pareció estremecerse.
—No soy como tú.
Un brillo dorado comenzó a surgir en su pecho, una luz cálida que rompía la oscuridad a su alrededor.
—Y jamás lo seré.
Las sombras se deshicieron en una explosión de energía.
El templo de Bethmoora regresó a su vista.
Xail jadeó y soltó la espada por un instante. La opresión desapareció.
Con un último esfuerzo, Xail levantó la espada, ahora brillando con una luz radiante, y la hundió en el suelo con una fuerza imparable. El eco de la batalla interior de Xail resonó en toda la sala, y la oscuridad que había intentado consumirla se desvaneció, dejando solo la luz que había sido su herencia.
Blum estaba frente a ella, con las alas extendidas, su expresión preocupada.
—¿Xail?
Xail parpadeó varias veces, tratando de recuperar el aliento. Miró la Espada del Abismo, ahora en el suelo, quieta, como si la prueba hubiera terminado.
Había ganado.
Se obligó a sonreír, aunque su cuerpo aún temblaba.
—Estoy bien.
Blum la miró en silencio durante un largo momento. Luego, sin previo aviso, la abrazó con fuerza.
Xail sintió cómo su respiración se calmaba.
—No vuelvas a asustarme así —susurró Blum contra su crin.
Xail cerró los ojos y permitió que el calor de Blum la envolviera.
—Lo prometo.
Pero en el fondo, sabía que su prueba aún no había terminado.
Había conquistado la oscuridad de la Espada del Abismo…
Ahora debía encontrar la Espada del Amanecer.
Después de la ardua batalla interna que el grupo había librado contra la espada del abismo, Drach'nyen, revelación guardián de la hermana menor se acercó para hablar y darles una felicitación a su manera.
El guardián se quedó en silencio por un momento, observando a Xail con una mirada penetrante, como si pudiera ver las luchas internas que la atormentaban. Finalmente, sus palabras rompieron el silencio con la misma solemnidad con la que se cuentan los destinos de los antiguos.
"Has dominado Drach'nyen," dijo revelación , su voz grave y resonante. "La Espada del Abismo, el torrente de poder desenfrenado, la pasión que consume y destruye. Has tocado el caos, la intoxicación de la fuerza descontrolada, el poder sin límites. Has sentido su frenesí, la locura que arrastra todo a su paso. Pero ahora, Xail, necesitas encontrar su contraparte."
Xail se tensó al escuchar esas palabras. Ya conocía el poder de Drach'nyen, sabía lo que implicaba. Era un poder tentador, que la incitaba a rendirse a la emoción y al instinto, a dejarse arrastrar por el flujo incontrolable de la batalla. La influencia de la espada era insidiosa. Había visto cómo la oscuridad se infiltraba en su corazón y sus pensamientos, haciendo que el deseo de destrucción la consumiera por momentos. Pero la verdadera pregunta ahora era: ¿cómo dominar lo opuesto, la espada que representaba la contención y el equilibrio?
"La Espada del Amanecer," continuó el guardián, "es la clave para contrarrestar el caos que has desatado. Es la espada del Apolíneo, de la razón y la reflexión, del orden divino. Mientras Drach'nyen te empuja hacia el desenfreno, la Espada del Amanecer te mantendría firme, dándote estructura, claridad y disciplina. Pero como todo poder, su propio riesgo reside en la rigidez, en aferrarse demasiado a la estructura y olvidar la flexibilidad que todo equilibrio requiere."
Xail sintió que su mente se llenaba de imágenes contradictorias, como si las espadas mismas estuvieran luchando dentro de su pecho. La pasión y el caos de Drach'nyen ardían en su interior, pero la idea de la Espada del Amanecer, de la calma y el control, le ofrecía una sensación de seguridad, una forma de no perderse en el abismo de su propio poder. Sin embargo, no podía evitar preguntarse: ¿era posible encontrar el balance entre esas dos fuerzas tan opuestas?
El guardián parecía leer sus pensamientos y continuó, su tono grave y lleno de sabiduría ancestral.
"El verdadero portador de las Espadas Gemelas del Destino no es aquel que se entrega completamente a una de ellas. No basta con ser puro de corazón, Xail. Para dominar ambas espadas, debes aceptar tanto la pasión como la razón, el caos y el orden. El equilibrio no es un punto estático, sino un delicado balance en movimiento constante. El fundador de tu reino, el único que logró empuñarlas, lo hizo a un costo terrible. Se dice que, al final de sus días, quedó atrapado entre ambas espadas, incapaz de elegir entre la luz y la sombra, entre el éxtasis y la disciplina."
Xail sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar esas palabras. El precio del equilibrio, la posibilidad de perderse en la lucha interna, parecía aterrador. Sin embargo, en su corazón había una chispa de esperanza. Tal vez, solo tal vez, ella podría lograr lo que aquel fundador no había podido. Tal vez podría encontrar la forma de abrazar tanto la pasión desbordante como la serenidad controlada.
"Tu destino, Xail," dijo el guardián, con voz suave pero firme, "será decidir si te conviertes en otro mártir de tu poder o si logras caminar en el filo del equilibrio, dominando tanto la intoxicación como la contención."
Xail cerró los ojos por un momento, buscando dentro de sí la fuerza para enfrentar lo que venía. Sabía que su camino no sería fácil. Las espadas gemelas eran más que herramientas de guerra; eran símbolos de su propia lucha interna, de las fuerzas que latían en su interior. Pero si iba a salvar a su reino y a su gente, no podía dejarse consumir por ninguna de ellas. Debía aprender a caminar entre los dos extremos, a dominar el caos y el orden, la destrucción y la creación, tal como las antiguas leyendas hablaban.
"Lo haré," dijo finalmente, su voz llena de determinación. "No seré otra víctima de las espadas. Seré su dueña."
El guardián la miró en silencio, como si hubiera escuchado algo más allá de sus palabras. Luego, asintió lentamente.
"Entonces, el camino hacia la Espada del Amanecer comienza ahora. Prepárate, Xail, porque solo aquellos que son capaces de dominar ambas fuerzas pueden enfrentar lo que está por venir."
Con esas palabras, el guardián desapareció, dejando a Xail sola con sus pensamientos y su destino, el cual, de ahora en adelante, estaría marcado por el equilibrio entre las Espadas Gemelas del Destino.
Xail se quedó quieta, mirando hacia el horizonte mientras sus pensamientos daban vueltas como un torbellino. Fue en ese momento, con una claridad que nunca antes había tenido, cuando comprendió algo profundamente revelador. El apolíneo y el dionisíaco no eran solo fuerzas externas, no eran conceptos que necesitaba dominar. Siempre habían estado dentro de ella.
Recordó sus primeros días, antes de que todo cambiara. Su juventud, su vida llena de oscuridad y caos, marcada por la enseñanza de su padre. Había sido la fuerza bruta, la que destruía sin pensar, la que golpeaba sin cuestionarse. Para ella, la vida era una guerra constante donde lo más fácil era destruir y luego preguntar. La ira, el odio, y la venganza eran sus compañeros constantes. Pero siempre hubo algo dentro de ella que luchaba contra eso, algo que intentaba, aunque de forma tenue, frenar ese flujo descontrolado que la arrastraba.
Y fue entonces cuando Nya y Blum llegaron a su vida.
Nya, su hermana menor, era la pureza del apolíneo. A través de su dulzura y su bondad, Nya la había enseñado a ver la vida con un enfoque diferente, a escuchar antes de actuar, a no apresurarse a destruir. Nya representaba la contención, el orden que Xail nunca había conocido. Cada vez que su ira tomaba el control, cada vez que se sentía perdida, Nya estaba allí para ofrecerle la serenidad que necesitaba. Con su amor, su bondad y su fe inquebrantable, Nya fue el faro que la guió cuando se desmoronaba en las sombras del caos.
Y Blum, Blum… él era la presencia tranquila que la equilibraba. Su bondad silenciosa, su apoyo constante, sin juzgarla, sin temerle a su oscuridad. Blum la había visto en sus momentos más bajos y aún así se quedó a su lado. Su amor por él no solo la conectaba con una profunda vulnerabilidad, sino que también le mostró la disciplina y la contención, no solo de la razón, sino del amor que sostenía sin pedir nada a cambio. Blum había sido la voz calmada en medio de su tormenta, el equilibrio entre el caos de sus emociones y la claridad de lo que debía hacer.
Mientras miraba hacia el camino que debía recorrer, entendió que no solo estaba buscando la espada del amanecer para restaurar el equilibrio de su reino, sino también para reconciliarse con ella misma. Ambas fuerzas, la intoxicación de su pasión y el orden de su razón, coexistían en su interior. Y ahora, de la mano de sus dos grandes pilares, Nya y Blum, podía finalmente aceptar y abrazar ambas facetas de su ser.
La espada del amanecer representaba la parte de ella que nunca pudo aceptar, esa parte que la llevaba a la reflexión, al control y al propósito. Pero también reconoció que nunca podría haber llegado hasta allí sin la fuerza del dionisíaco, esa pasión desenfrenada que la había llevado a luchar por lo que creía.
El destino de su reino, y quizás el de ella misma, ahora dependía de cómo equilibrar ambas fuerzas sin perderse en ninguna de ellas. Su lucha no sería solo contra los enemigos que se alzaban contra ella, sino también contra la oscuridad que siempre acechaba en su interior. Pero con Nya y Blum a su lado, Xail sabía que podría enfrentar cualquier sombra que se alzara en su camino.
"Lo haré por ellas. Lo haré por mi reino," susurró para sí misma.
Entonces, sin dudar, emprendió su camino hacia la espada del amanecer, con la esperanza de que el equilibrio que había aprendido con sus hermanas sería la clave para derrotar la oscuridad que amenazaba con consumirlo todo. Y aunque el camino era incierto, Xail comprendió que no lo recorrería sola. El apolíneo y el dionisíaco siempre habían estado dentro de ella, pero ahora sabía cómo caminar entre ellos, guiada por el amor, la esperanza y la fuerza de aquellos que la habían mostrado el verdadero significado del equilibrio.
Xail miró hacia su interior, como si estuviera buscando las respuestas que siempre habían estado frente a ella. Y fue entonces cuando lo entendió: el dionisíaco y el apolíneo siempre habían estado dentro de ella, conviviendo en su ser de manera constante, como dos corrientes opuestas pero complementarias.
El apolíneo para ella había sido Nya y Blum. Nya, su hermana menor, con su luz y bondad, había sido quien la sostuvo cuando las sombras de su corazón amenazaban con engullirla. Nya no permitió que Xail se consumiera en su odio y en su forma fría y volátil de ser, esa que a veces prefería destruir antes que entender. Había sido más fácil para ella tomar las cosas por la fuerza, como su padre le había enseñado, que detenerse a escuchar, a comprender. Pero Nya siempre había estado allí, ofreciendo su amor y su comprensión, sin importar lo oscuro que fuera el camino de Xail.
Blum, por su parte, aunque nunca la había visto en sus momentos más bajos, como Nya lo había hecho, se convirtió en otro pilar fundamental en su vida. Aunque no había estado presente cuando Xail caía en el abismo, Blum era esa calma que, sin forzarla, le enseñó a encontrar el equilibrio. Su apoyo constante, su amor, le dio el espacio para crecer emocional y espiritualmente. Él era el equilibrio entre el caos de su mundo interno y la claridad que ahora podía vislumbrar.
Y así, entre Nya y Blum, Xail había encontrado su apolíneo. Ellos representaban esa contención que necesitaba para contrarrestar la pasión salvaje y el desbordamiento del dionisíaco que tanto la definía. Sin ellos, no sería quien era hoy.
Con esta comprensión, Xail emprendió su viaje hacia la espada del amanecer. Sabía que la espada del abismo ya la había dominado, pero ahora necesitaba encontrar el equilibrio con la espada del amanecer. Las dos gemelas, opuestas y complementarias, serían su herramienta para restaurar el orden y la paz en su reino, para enfrentarse a la oscuridad que había caído sobre él.
Era curioso, pensó, cómo la leyenda de las Espadas Gemelas, esas fuerzas opuestas, reflejaba su propia vida. Como la espada del amanecer y la espada del abismo se entrelazaban, también lo hacían las lecciones que Nya y Blum le habían enseñado. Y aunque el destino la había llevado a dominar el dionisíaco, ahora sabía que la verdadera batalla sería abrazar ambos polos de su ser. La flor preciosa, la princesa del viento, debía ahora encontrar el equilibrio entre la destrucción y la creación, la razón y el caos.
Con determinación, Xail miró al horizonte y dio el primer paso hacia la espada del amanecer. Lo hacía no solo por su reino, sino también por ella misma. Por el equilibrio que había aprendido a encontrar entre las dos fuerzas que siempre habían coexistido dentro de ella, guiada por el amor y la luz de sus hermanas y por el crecimiento que Blum le había permitido alcanzar.
La leyenda de la princesa de los vientos, la flor preciosa, había comenzado, y Xail estaba lista para enfrentarse a su destino.
…..Continuara…..
Queridos lectores, espero de corazón que hayan disfrutado de este nuevo capítulo. Me encantaría leer sus opiniones, ya sean críticas constructivas o comentarios positivos, todo es bienvenido para seguir mejorando.
Antes de despedirme, quiero dar un agradecimiento especial a mi gran amigos random389 y kuroDerpy, quienes me han inspirado con sus maravillosos OCs y me impulsan a seguir creando.
Sin más que agregar, nos leemos pronto en el siguiente capítulo.
…Hasta la próxima!…
