Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

~º~Un Secreto Navideño~º~

3

Edward llevó las manos a los bolsillos de su pantalón y se mantuvo cerca de la puerta por si necesitaba salvaguardar su vida. Sus nervios estaban en el tope máximo debido al escrutinio de los hermanos de Bella.

Los chicos adolescentes lo custodiaban y no dejaban de mirarlo con curiosidad.

― Pensé que eras más gordo ―dijo uno de ellos―. En la televisión luces fornido.

Edward torció los labios en una mueca. Quería decirle que dejara de verlo como si fuera un animal en exhibición, pero se percató que sería demasiado maleducado.

Rechinó los dientes. Charlie Swan seguía tumbado en el sofá mientras Renée le tomaba la presión arterial y su prometida le abanicaba con las manos.

― ¿Podemos tomarnos una selfie? ―pidió el otro mellizo―. Necesito que mis amigos se mueran de envidia al saber que en mi casa está el mismísimo mariscal de campo de los 49ers.

― Seth y Jared ―su novia intervino―. Vamos a mantener la estadía de Edward en completo secreto, ¿está bien? Por ningún motivo nadie del pueblo debe saber que está en nuestra casa.

El chico llamado Seth miró retadoramente a Edward.

― ¿Qué obtendré a cambio por mi silencio? ―exigió saber―. Necesito buenas propuestas para saber si mi silencio las vale.

― Lo que quieras ―respondió Edward ya fastidiado―. Pídeme lo que quieras y lo obtendrás.

Más tardó en pronunciar esas palabras en lo que ya se había arrepentido.

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Bella intervino. Alargó el cuello y quiso verse más alta e imponente que sus dos hermanos menores, fue en vano, por mucho que se pusiera de puntillas y se estirara, los mellizos le sacaban una cabeza de estatura.

― Seth, deja a Edward en paz ―gruñó ella―. Aquí nadie dirá absolutamente una palabra sobre la estancia de mi prometido.

Para la hora del día la castaña estaba a nada de salirse de su casa y llevarse a Edward lejos.

― ¿El mariscal de campo se quedará con nosotros? ―interrogó Jared más emocionado que su propio padre.

Bella negó. Buscó la aprobación de su prometido y este solamente asintió desganado.

Conocía tan bien a Edward que sabía reconocer cuando estaba abrumado. Y en estos momentos él lo estaba, solo que su nobleza lo hacía sonreír a cada pregunta de sus fastidiosos hermanos.

― ¿¡El mariscal se quedará en nuestra casa!? ―Seth continuó anonadado, mirando como si fuese un espejismo su cuñado―. Él puede dormir en mi habitación.

― Jared y Seth, la presencia de Edward es un secreto ―dijo la castaña―. ¿Entienden?

― ¿Por qué un secreto? ―cuestionó Seth―. ¿No te ama lo suficiente para hacerlo público?

Charlie se quejó de fondo y llamó la atención de todos. Estaba en su drama más crucial; camisa desabotonada, mirada perdida, boca entreabierta y exhalaba un quejido audible, como si estuviera dando su último suspiro.

Era una escena bastante ridícula y vergonzosa.

― Edward es una figura pública ―Bella volvió al tema con su hermano menor―. No necesitas tener a cientos de cámaras detrás de él cuando lo único que necesitamos es un momento para nosotros.

― Tú también eres una figura pública ―replicó Jared―. Y nunca has hecho drama cuando vienes al pueblo.

Ella estaba a punto de tirarse de los cabellos. Nunca había sido una hermana paciente, no cuando los mellizos solían ser los más testarudos y desafiantes.

Inspiró hondo. Trató de esbozar una media sonrisa que fuese convincente para que nadie notara su mal humor, estaba convencida que nada entorpecería su día de acción de gracias.

― No soy una estrella de la NFL ―Bella les recordó encogiéndose de hombros.

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Los regalos para su nueva familia política seguían en el baúl de su Maserati Quattroporte y seguramente ahí se quedarían por el resto de las vacaciones.

Y es que su cabeza empezó a divagar imaginando a Charlie Swan vestido con la campera de los 49ers. La sonrisa se formó en los delgados labios con imaginar que su suegro vistiera del equipo rival.

Sacudió la cabeza y negó. Si apreciaba su vida era mejor que no entregara ningún presente.

Levantó la vista del plato. Recordó que tenía una botella de vino para compartir la cena, así qué miró su porción de pavo y acompañamiento de ejotes, elote y espaguetis seguían intactos en el plato.

No deseaba hacer un desaire a su suegra. ¿Quién podría comer? cuando los hombres de la familia tenían los ojos clavados en él.

Tembló al momento que sintió la mano de su novia apretar su muslo.

Los ojos casi se le salieron porque lo que menos quería era que sus suegros se dieran cuenta.

Carraspeó fuertemente. Logrando que todos en la mesa lo siguieran viéndolo con mayor interés.

― ¿Desde cuándo están saliendo? ―preguntó la matriarca sonando interesada―. Bella nunca mencionó que estuviera saliendo con alguien.

Edward se removió en su lugar.

― Hace dos años, madre ―Bella respondió.

― ¿Y dos años es suficiente para querer casarse? ―Charlie indagó manteniendo ese gesto severo en su semblante.

Edward se le disparó la respiración cuando la mano de su prometida llegó a su…

Abrió mucho los ojos. Quería decirle a su Bella que se comportara, que no era el momento, pero se quedó sin voz y su cuerpo se estremeció cuando la pequeña mano de ella agarró por completo su polla.

Escuchó como ella soltó una risita nerviosa mientras a él se le salían los ojos por el atrevimiento.

― Relájate cariño ―le dijo Bella sonando tan natural, como si no lo estuviera masajeando con los dedos― y responde lo que papá pregunta.

El corazón de Edward se aceleró por dos razones: una, por lo que su novia hacía con él y dos, por cómo lo miraba Charlie Swan, parecía adivinar lo que ocurría debajo de la mesa.

Él suspiró hondo en un intento por recomponer su respiración. Debía ir por esa botella de vino lo más pronto posible, era pretexto perfecto para tomar un poco de aire.

― Olvidé algo en el auto ―murmuró levantándose cual resorte.

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Bella siguió con la mirada a su prometido. Había intentado que se relajara, ella pensó que acariciarlo en el comedor, donde compartían la cena de acción de gracias sería buena idea.

Pero no…

Una vez retiró la mano se mantuvo con los labios apretados en línea recta.

Su prometido no se había relajado en absoluto.

Aunque debía corregirse porque su madre tenía los ojos puestos en ella.

― Papá, mamá ―habló Bella cuando Edward salió―. Podían dejar de volver todo tan complicado y también va para ustedes ―señaló a sus hermanos―. Edward y yo estamos enamorados y queremos casarnos, solo necesitamos saber qué nos apoyarán.

Charlie frunció el bigote.

― Las cosas no se hacen así, Bella ―se quejó―. No puedes decirnos a bocajarro que te casarás con… él.

― ¿Por qué no? ―replicó ella.

― Si ¿por qué no? ―secundó Seth―. Edward es el más grande mariscal de campo y está en nuestra casa. Y si quiere casarse con Bella, hemos tenido suerte, ¿no creen? Además, Edward prometió darnos lo que queramos a cambio de nuestro silencio, ¿por qué no habríamos de aprovechar?

Su padre gruñó en esa mueca continua.

― ¿Qué es lo que quieres, papá? ―Bella quiso saber.

― No sé… quizá algo más formal ―rumió el hombre.

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Charlie Swan lo único que deseaba era que Edward Cullen saliera de su casa, de la vida de su hija, del pueblo y no verlo nunca más.

El equipo de ese traidor había ganado el último súper Bowl, tenía más reconocimiento y por ende merecía todo el desprecio que él pudiera darle.

Volvió a hacer una mueca quejumbrosa que se acentuó al ver a su yerno volver tan fresco y desenvuelto.

Le tendió una botella de licor en las manos.

Lo miró con mayor aprehensión. Se sentía insultado en su propia casa, estrechó los ojos y vociferó:

― ¿Acaso crees que soy un borracho?

Su hija se aclaró la garganta. Se veía mortificada y él sabía el porqué.

― Edward, bebé ―dijo ella― mi papá es abstemio.


Edward que pensaba suavizar a Charlie con una botella de vino y nada, nos leemos muy pronto con otro capítulo, disculpen la demora.

Gracias totales por leer❄️