Pov Filo

Estaba aburrida, sí, pero no tanto como para no notar que mi maestra estaba diferente. Siempre ha sido intensa, pero hoy… había algo más. Cuando partió ese árbol por la mitad, no fue solo un despliegue de fuerza. Fue algo más profundo. Frustración. Podía sentirlo en la forma en que apretaba los puños, en cómo sus palabras cargaban una mezcla de orgullo herido y algo más que no quería admitir.

—¡Estoy totalmente indignada! —gritó mi maestra, y Melt-chan retrocedió, intimidada, antes de agachar la cabeza tímidamente.

—Lo siento… Por culpa de mi hermana, su reputación… —susurró Melt-chan , como si unas palabras pudieran calmar la tormenta que se formaba en el aire a nuestro alrededor.

—¿Reputación? ¿A quién le importa eso? ¡Me veo horrible en esas grabaciones! —gruñó mi maestra. La fuerza de su voz casi hizo eco entre los árboles.

Había algo extraño en ella, algo que incluso yo, entre risas y juegos, podía percibir. Mi maestra no estaba simplemente molesta. Estaba dolida. Y aunque tratara de ocultarlo, yo lo vi en el brillo de sus ojos y en cómo evitaba mirarnos directamente. Aunque… eso no me impidió intentar animarla.

—¡Mi maestra se ve fea en las grabaciones! —bromeé, intentando aliviar el ambiente. Pero su mirada fulminante me dejó congelada en el acto. Hoy no era el día para bromas.

—Perdón, maestra. Filo será buena —dije rápidamente, escondiendo mi cara tras mis plumas. Normalmente, jugar a ser linda funciona siempre. Pero hoy… hoy mi maestra no tenía paciencia para juegos.

Raphtalia, como siempre, intentó llenar el silencio incómodo, acercándose con su habitual calma.

—No se preocupe, Lady Ranma. Aunque sea fea, yo la quiero —comentó con una sonrisa traviesa, buscando arrancar una sonrisa.

—¡Sí, maestra! ¡Incluso si se ve como un monstruo en las grabaciones, siempre será nuestra maestra! —añadí, dejando escapar una risita, aunque mantenía un ojo atento en ella.

Esta vez, no hubo castigos inmediatos. Mi maestra suspiró, cerrando los ojos. Sus labios murmuraban algo en voz baja, "alma de hielo, alma de hielo". No sabía qué significaba, pero incluso el aire a nuestro alrededor pareció enfriarse por un instante.

Finalmente, exhaló.

—Está bien, está bien, estoy exagerando —admitió. Pero vi cómo sus ojos parpadearon rápidamente, como si luchara contra algo más… algo que no se atrevía a mostrar. Mi pecho se sintió pesado por un momento. Mi maestra… ¿estaba a punto de llorar?

Mientras ella intentaba recomponerse, el ambiente en el bosque permanecía pesado, como burlándose de nuestra tensa calma.

—¡Muy bien, juguemos a policías y ladrones! —dijo de repente, con esa sonrisa confiada que intentaba hacer pasar todo por un juego.

—¿Jugar en un momento como este? —preguntó Melt-chan , cruzando los brazos con indignación. Su expresión era todo un poema.

—¡Claro! Básicamente, ellos nos buscan, nosotros nos escondemos y avanzamos sigilosamente hasta salir del reino.

—No puedo simplemente huir. ¡Debo regresar y hablar con mi padre! —protestó Melt-chan , con esa determinación adorable que la hacía tan… Melty.

—No te lo recomiendo. Te matarán antes de que llegues… pero si permaneces a mi lado, te protegeré —respondió mi maestra con firmeza, su mirada intensa y decidida.

—¡Oh! ¡Mi maestra está conquistando a Melt-chan ! —exclamé, cubriendo mi pico de inmediato.

Melt-chan se sonrojó intensamente, retrocediendo como si hubiera escuchado algo escandaloso.

—¡Lady Ranma! ¡Siempre me dice que solo me ve como una niña y no puede corresponder mis sentimientos! ¡Pero persigue a una niña real! —espetó Raphtalia, claramente indignada.

Mi maestra no perdió un segundo y le dio un firme coscorrón.

—Bu~, es muy cruel, Lady Ranma —sollozó Raphtalia, su voz dramatizada mientras bajaba la cabeza con un toque teatral.

Mi maestra, como siempre, sopló su puño, recordándonos que en cuestiones de imponer orden, no tenía rival.

—Regresando al tema principal, Melty, no tengo intenciones de regresar a la capital de Melromarc de momento. Pero si viajas conmigo, te mantendré segura.

—Pero… no, está bien. Iré con usted, Heroína del Escudo.

—Otra cosa: a menos que quieras que te llame princesa en lugar de Melty, será mejor que empieces a llamarme por mi nombre.

—Señorita Ranma… No, Ranma está bien. La acompañaré.

Entonces mi maestra hizo algo inesperado: abrazó a Melt-chan , apretándola como si fuera una muñequita.

—¡Aw, eres tan linda! —dijo con una sonrisa amplia.

No pude evitar reírme un poco.

—Mi maestra es una lolicon —murmuré con picardía, aunque su mirada seria me enderezó en un segundo.

—Sigue llamándome así, y no tendrás postres por un mes.

—¡No! ¡Filo será buena! —exclamé, cambiando rápidamente a mi forma humana y aferrándome a ella con todas mis fuerzas, suplicando como si mi vida dependiera de ello.

—Y tú, Raphtalia, es hora de movernos. Usaremos esto como entrenamiento, así que presta atención. Si superas mis expectativas, te recompensaré con lo que quieras.

—¡Como ordene, Lady Ranma! —respondió Raphtalia, enderezándose y haciendo un saludo tan exagerado que casi me saca otra sonrisa.

Justo entonces, el bosque nos traicionó con el sonido de pasos. Miré a mi alrededor y supe que habíamos caído en una emboscada.

—No tienen a dónde huir. Será mejor que entregues a la princesa —Itsuki se adelantó, su tono pretendiendo autoridad. Ren estaba tranquilo, descansando una mano en la empuñadura de su espada, observando con mirada analítica.

—Sí… tú… ¿demonio del escudo? —balbuceó el bobo de la lanza, y no pude evitar gruñir al verlo.

Mi maestra, por alguna razón, siempre lo miraba un instante con ojos cariñosos… ¡Buh! Qué molesto.

—Hmm, sí… No, mejor no. La familia real apesta. Me llevaré a Melty y la criaré apropiadamente como una hija.

—¡Lady Ranma! —exclamaron al unísono Melt-chan y Raphtalia, incrédulas.

—¡Sí! ¡Filo tendrá otra hermana! —dije, saltando de alegría. Aunque no podía mostrarle todo a Melt-chan todavía, sabía que sería divertido tenerla cerca.

Mientras los héroes discutían entre ellos, mi maestra nos hizo una seña. Era nuestro momento para escabullirnos.

—¡Oigan! ¡Ya se escaparon! —gritó Motoyasu, finalmente dándose cuenta.

La maestra hizo algo extraño. Cuando nos tocó, fue como si nuestra presencia se desvaneciera. Antes de que pudiera procesarlo, ya nos había cargado a todas y se movió con una velocidad que me dejó sin aliento. El mundo a nuestro alrededor se convirtió en un borrón hasta que nos alejamos lo suficiente.

—Lady Ranma, es grosero irnos en medio de su discusión —comentó Raphtalia, con ese tono de reproche que siempre intenta mantener las formas.

—Hey, salir huyendo de esta manera también es elegante —respondió mi maestra con una sonrisa que no alcanzó sus ojos.

Mi hermanita debería aprender a relajarse. Esos tontos no valen la pena. Mi maestra, siendo tan piadosa como es, probablemente podría haberlos noqueado a todos en un abrir y cerrar de ojos… o tal vez eliminarlos. Pero no lo hizo. Y eso me hizo pensar que algo más estaba pasando en su mente.

Nos habíamos alejado lo suficiente de los otros héroes y nos encontramos en una zona del bosque con una notable presencia de semi-humanos. Raphtalia fue la primera en notar el cambio.

—Melty, ¿sabes dónde estamos? —preguntó mi maestra, observando los alrededores con atención.

—Sí, esta es una región conocida por tener una gran población de semi-humanos. Un noble amigo mío es el amo de estas tierras —respondió Melty, con un tono que intentaba sonar seguro—. También había otra zona, donde los semi-humanos y los humanos convivían pacíficamente, el territorio de Seyeatte. Pero el noble que gobernaba esa zona murió durante la primera Ola.

Noté cómo mi hermana Raphtalia se tensó al escuchar ese nombre. Su rostro palideció, y sus ojos parecían perdidos en un recuerdo doloroso. Me pregunté si ese lugar podría ser su tierra natal.

—Raphtalia, ¿todo bien? —preguntó mi maestra, su voz más suave de lo habitual.

Ella asintió, pero su expresión la delataba. Había algo que no podía ocultar.

—Sí, solo que... ese lugar, Seyeatte, me recuerda a mi tierra natal. El noble que murió durante la primera Ola, él era nuestro protector. Después de su muerte, un grupo de caballeros insurgentes atacaron nuestro pueblo y nos vendieron como esclavos —dijo Raphtalia, su voz temblorosa, como si cada palabra le costara un pedazo de su alma.

Mi maestra pareció debatirse entre emociones. Por un momento, su rostro reflejaba tristeza, pero luego, una furia contenida comenzó a asomarse. Intentó controlarse, pero finalmente cedió y abrazó a Raphtalia con fuerza, como si quisiera protegerla de todo el dolor del pasado.

—Sí, lo fue. Pero ahora tengo una nueva vida, gracias a ti, Lady Ranma. Solo que recordar esos tiempos siempre es doloroso —dijo Raphtalia, con una pequeña sonrisa de gratitud, aunque sus ojos aún brillaban con lágrimas contenidas.

Melt-chan también se acercó, mostrando su apoyo con una sinceridad que la hacía aún más adorable.

—Lamento mucho escuchar eso, Raphtalia. Prometo que haremos todo lo posible para cambiar las cosas y asegurarnos de que nadie más tenga que pasar por lo mismo —dijo Melty, con una determinación que no esperaba de alguien tan joven.

Pero mi maestra no se calmó. Su aura comenzó a desbordarse, volviéndose caótica. Era como si todas las emociones que había intentado reprimir finalmente hubieran encontrado una salida. Su forma cambió, adoptando la apariencia de una mujer zorro, y su voz se volvió baja, casi un susurro helado.

—Espero que, cuando esto termine, me ayudes a traer a todos y cada uno de esos bastardos para castigarlos... sin importar si son nobles o hijos de nobles... —El aire a su alrededor se enfrió, y su mirada era tan intensa que incluso yo sentí un escalofrío—. Porque juro, que aunque te tengo mucho aprecio, Melty, definitivamente voy a quemar este país hasta sus cimientos...

Melty retrocedió un paso, sorprendida por la intensidad de sus palabras. No podía quedarme quieta. Salté, transformándome, y cubrí a Melty con mis alas.

—¡Maestra, está asustando a Melt-chan ! —exclamé, con la esperanza de que mis palabras la hicieran retroceder.

Mi maestra pareció detenerse por un momento, pero su aura seguía inestable, como si estuviera al borde de perder el control.

—Entiendo tu furia, Ranma. Haré todo lo posible para ayudarte a hacer justicia —dijo Melty, reuniendo valor mientras salía de detrás de mí. Sus ojos, llenos de determinación, se encontraron con los de mi maestra.

—¡Genial! Entonces, ¿qué les parece si buscamos un buen lugar para descansar y preparar algo de comer? — El estado de animo de mi maestra cambio repentinamente.

Pov Melty

Mientras nos alejábamos del grupo de héroes y nos adentrábamos en el bosque, la tensión en el aire era imposible de ignorar. Trataba de mantener la calma, pero las palabras de Raphtalia sobre su tierra natal y lo que había sufrido me hicieron estremecer. Era desgarrador imaginar la crueldad que algunos humanos podían mostrar hacia los semi-humanos, especialmente cuando alguien tan valiente y noble como Raphtalia había sido víctima de ello.

Cuando mencionó el ataque a su pueblo y cómo fue vendida como esclava, sentí un nudo en el estómago. Miré a Raphtalia, con su valentía inquebrantable, y no podía creer que alguien pudiera soportar algo tan horrible y seguir adelante. Quería decir algo, cualquier cosa para consolarla, pero las palabras se quedaron atrapadas en mi garganta.

Entonces vi cómo Ranma, como si estuviera respondiendo a la gravedad del momento, abrazó a Raphtalia con fuerza. Su gesto fue protector, casi maternal, mientras permitía que Raphtalia hundiera su rostro en su pecho. Había una ternura en su acto que me conmovió profundamente, pero también me hizo sentir pequeña e impotente. ¿Cómo podía ser útil en un momento como este? ¿Cómo podía aliviar el dolor de alguien cuando apenas podía procesarlo?

Fue entonces cuando el aire a nuestro alrededor cambió. Lo sentí. Una carga eléctrica, como si algo invisible estuviera a punto de desbordarse. Ranma comenzó a transformarse frente a nuestros ojos. Su apariencia adquirió la forma de una mujer zorro, su aura era abrumadora, y sus ojos… nunca había visto algo así antes. Eran un torbellino de furia y determinación, tan intensos que me hicieron retroceder un paso instintivamente.

—Espero que cuando esto termine me ayudes a traer a todos y cada uno de esos bastardos para castigarlos... sin importar si son nobles o hijos de nobles... —Su voz era baja, casi un susurro helado, pero cada palabra se clavaba como un cuchillo—. Porque juro, que aunque te tengo mucho aprecio, Melty, definitivamente voy a quemar este país hasta sus cimientos...

Las palabras me golpearon como una bofetada. Me quedé paralizada, incapaz de moverme o hablar. La ira de Ranma era aterradora, como si pudiera arrasar con todo a su paso. Fue Filo quien me devolvió al presente, saltando frente a mí y cubriéndome con sus alas de forma protectora.

—¡Maestra, está asustando a Melt-chan ! —exclamó Filo con esa mezcla de inocencia y valentía que siempre mostraba.

Ese gesto pareció detener a Ranma por un momento, pero su aura seguía siendo inestable, como si estuviera al borde de romperse. Sentí que debía hacer algo. No podía quedarme quieta.

Respiré hondo y reuní valor.

—Entiendo tu furia, Ranma. Haré todo lo posible para ayudarte a hacer justicia —declaré, avanzando desde detrás de Filo. Mantuve mi mirada fija en ella, con la mayor determinación que pude reunir.

Ranma me observó por un momento, su expresión difícil de leer. Y entonces, como si nada hubiera pasado, su rostro cambió por completo. Una sonrisa alegre y despreocupada apareció, haciendo que me quedara aún más perpleja.

—¡Genial! Entonces, ¿qué les parece si buscamos un buen lugar para descansar y preparar algo de comer? —dijo con entusiasmo, su tono repentinamente ligero.

Parpadeé, tratando de procesar lo que acababa de suceder. La transición de furia implacable a alegría despreocupada fue tan abrupta que me dejó desconcertada. Algo no estaba bien con Ranma. Sus emociones eran volátiles, impredecibles, y me preocupaba qué tan lejos podría llevarla eso.

Raphtalia, todavía en sus brazos, levantó la mirada con una mezcla de sorpresa y preocupación, pero no dijo nada. Parecía estar acostumbrada a estos cambios en Ranma, aunque eso no hacía que fueran menos inquietantes.

—Ah… claro, buscar un lugar para descansar suena bien —respondí, obligándome a mantener la calma. Pero en mi mente, las preguntas y preocupaciones no dejaban de acumularse.

Mientras seguíamos caminando, Ranma comenzó a construir un refugio con una habilidad que era tan impresionante como desconcertante. Lo que en otras manos habría sido un simple refugio, bajo las suyas se convirtió en una pequeña cabaña acogedora. Tarareaba mientras trabajaba, como si la explosión de furia de antes nunca hubiera sucedido.

Nos sentamos frente a una fogata que iluminaba tenuemente la noche. El silencio entre nosotras era denso, cargado de pensamientos que ninguna parecía querer compartir. Fue Filo quien finalmente rompió el silencio.

—La maestra está trabajando muy rápido, pero… algo no parece estar bien con ella —dijo, mirando a Ranma de reojo mientras movía una ramita en la fogata.

Raphtalia asintió, su expresión reflejaba la misma preocupación que sentía.

—Sí, he notado que sus cambios de humor se han vuelto más drásticos. Es como si un momento estuviera feliz y al siguiente furiosa —dijo, su voz baja.

Asentí, compartiendo su sentimiento. Era difícil ignorar lo que estaba sucediendo.

—Nunca había visto a alguien cambiar tan rápido de un estado de ánimo a otro. Cuando hablaba de hacer justicia, su furia era tan intensa… y luego, de repente, estaba alegre, como si nada hubiera pasado. Es desconcertante —añadí, dejando salir mi preocupación.

Raphtalia tomó aire profundamente, como si reunir fuerzas para hablar le costara más de lo que quería admitir.

—Ranma ha pasado por mucho. Lo sé. Pero estos cambios me preocupan. Está tratando de protegernos, pero no quiero que termine dañándose a sí misma en el proceso —dijo, con un tono tembloroso.

Filo miró la fogata, sus alas cayendo con abatimiento.

—Creo que la maestra se rompió-.

Pov Filo

Mi maestra ha estado actuando de forma extraña últimamente. Sé que los humanos están en celo todo el año, así que no necesitan una época específica para aparearse, pero algo en su comportamiento me inquieta. He notado cómo coquetea con muchas chicas, como si estuviera buscando algo… ¿afecto? ¿intimidad física? No estoy segura. Es curioso, porque siempre se jacta de que solo le interesan las mujeres, pero puedo notar cómo cambia ligeramente su actitud frente a ciertos chicos, como el payaso de la lanza. Es como si su cuerpo y su mente no se pusieran de acuerdo.

Me senté frente a la fogata con Raphtalia y Melt-chan, manteniendo mi fachada de inocencia. Sin embargo, no podía dejar de pensar en el comportamiento errático de mi maestra. Sus cambios de humor me preocupaban, y sabía que debíamos hacer algo al respecto.

—Filo cree que la maestra se descompuso… —dije casualmente, intentando no parecer demasiado perspicaz, aunque, en su estado actual, habría que ser una piedra para no darse cuenta.

Raphtalia asintió, su expresión reflejaba preocupación.

—Sí, he notado que sus cambios de humor se han vuelto más drásticos. Por momentos parece una fiera a punto de asesinar a alguien, y luego se vuelve tierna como un conejito…

Melt-chan también asintió, compartiendo nuestras preocupaciones y haciendo una pausa como si estuviera pensando.

—Ciertamente, no sabemos prácticamente nada de la vida de Ranma antes de venir a este mundo. Quizás estaba lidiando con sus propios problemas antes de que la arrastráramos aquí… —dijo Melt-chan, con un tono de culpa en su voz.

Claramente, mi maestra siempre fue bastante despreocupada, bromeando y burlándose de la gente con un sarcasmo exquisito en ocasiones. Pero algo comenzó a cambiar en ella. Fue poco después de que, por primera vez, se convirtió en una mujer zorro. Su aroma… comenzó a parecerme más dulce de lo habitual, un aroma tan embriagador como delicioso. Todavía puedo recordar lo intenso que era ese aroma cuando estaba jugando con esas plantas con tentáculos.

Por supuesto, no puedo hablar de esto con mi hermana Raphtalia. Ella estaría en guardia todo el tiempo si supiera cómo soy realmente.

Me pregunto qué tipo de persona era mi maestra antes de todo esto. Solo sé pequeños fragmentos de su pasado, cosas que mencionó en conversaciones con mi hermana. Habló de momentos difíciles, pero también de que antes tenía muchos amigos. Quizás ellos se ocupaban de mantenerla bajo control.

Por otro lado, es probable que mi maestra ceda pronto a los avances de mi hermana. Solo espero que Raphtalia le corresponda correctamente. No sé cómo reaccionaría mi maestra de lo contrario.

A veces, desearía ser más alta o tener pechos más grandes, como las mujeres adultas que mi maestra parece admirar. Quizás entonces me vería de manera diferente. Pero por ahora, debo seguir siendo la niña inocente que todos creen que soy, mientras trabajo en encontrar una manera de ayudar a mi maestra y mantenernos a todas a salvo.

Me pregunto si habría algo que pudiera hacer para desarrollar más mi cuerpo. Tal vez una dieta especial o algún tipo de entrenamiento. ¿Será que mi maestra tiene algo que pueda ayudarme? ¡Definitivamente debe tener algo así!

Mientras observaba a mi maestra trabajar, no podía evitar sentir una mezcla de admiración y frustración. Admiración por su habilidad y determinación, y frustración por no poder ser como ella. Quiero crecer, ser más fuerte y más madura, para poder estar a su altura y ser vista como una igual.

Quizás, si pudiera encontrar la manera de acelerar mi crecimiento, podría demostrarle a mi maestra que soy más que una niña. Tal vez entonces me vería de manera diferente y me tomaría más en serio. Pero por ahora, debo seguir adelante con mi fachada, mientras busco la manera de alcanzar mis objetivos.

Más tarde esa noche...

Desperté en la madrugada al oír unos sonidos extraños. Eran como gemidos, suaves pero inconfundibles. Recordando los consejos de mi maestra, intenté borrar mi presencia mientras me acercaba a la fuente de los gemidos.

Mi maestra estaba sentada, con los pantalones bajados y la parte superior de su ropa desabrochada. Su respiración era agitada, sus movimientos tensos, pero cuando dejó escapar un gemido más fuerte, supuse que había terminado. Pensé que arreglaría su ropa y regresaría a dormir, pero en lugar de eso, enterró su rostro entre las rodillas.

Quise acercarme, consolarla, pero probablemente habría sido una mala idea. Estoy segura de que me habría puesto alguna excusa, algo para desviar la atención. O quizás solo se habría sentido avergonzada. Pero me rechazaría. Y eso… habría dolido.

Aun que veo que ha cambiado el método desde la ultima vez, todavía recuerdo cuando hace un tiempo, cuando estábamos entrenando a Ake y los demás…

Esa noche, desperté cuando algo llamó mi atención. Había un ruido extraño, un crujido y un movimiento que no pertenecían al campamento. Provenían de la dirección en la que mi maestra había preparado una habitación para "meditar." O al menos, eso fue lo que dijo. Había un aroma dulce y atrayente en el aire, algo que despertaba mi curiosidad y me empujaba a acercarme con cuidado, procurando no hacer ruido.

Cuando llegué, lo vi. Una planta. Pero no era una planta común. Sus enredaderas se movían como si tuvieran vida propia, serpenteando y agitándose en todas direcciones como si buscaran algo. ¿Tentáculos? Sí, esa es la palabra. Observé por un momento, intrigada, hasta que noté algo que hizo que mi rostro ardiera de vergüenza. Mi maestra estaba allí… su postura, su respiración… bueno, era una situación demasiado incómoda como para que mi hermanita lo viera. Mi maestra parecía… cansada, pero de alguna manera feliz.

Nuestros ojos se encontraron, y el rostro de mi maestra se encendió de un rojo intenso al percatarse de mi presencia. Fue como si el tiempo se detuviera por un instante.

—¡Filo! ¿Qué estás haciendo aquí? —exclamó, claramente entre la sorpresa y el enfado, mientras vaporizaba la planta con un ataque rápido.

—¡Filo escuchó ruidos raros! ¿Por qué maestra estaba con una planta pervertida? —respondí con una mezcla de confusión y curiosidad, señalando lo que quedaba de las enredaderas, ahora consumiéndose en el suelo.

Mi maestra llevó una mano a su frente, como si estuviera reconsiderando todas las decisiones que la habían llevado a este momento.

—Esto no es lo que parece —dijo finalmente, intentando sonar firme pero con un leve temblor en su voz—. Solo estaba… tratando de conseguir algo de calma. Esta planta es parte de un experimento. ¡Sí! ¿Recuerdas aquella planta que derrotamos una vez? Bueno, la modifiqué y ahora tiene propiedades curativas, pero es… complicada.

La explicación me pareció muy conveniente, pero no dije nada. Incliné la cabeza, intentando procesar lo que acababa de escuchar. ¿"Calma"? ¿"Propiedades curativas"? No sonaba del todo creíble, pero tampoco quería presionarla más. Lo último que quería era molestar a mi maestra. Me alejé lentamente, dejándola con sus misteriosos experimentos y su planta pervertida.

"Cada quien tiene su forma de lidiar con el estrés", pensé mientras hacía un pequeño puchero sin darme cuenta. Aun así, no podía evitar desear que mi maestra me considerara alguien en quien apoyarse, alguien en quien pudiera confiar en esos momentos. Pero para ella, yo sigo siendo una niña. Con ese pensamiento dando vueltas en mi cabeza, regresé al campamento.

Por la mañana…

Era temprano cuando un hombre llegó al amanecer. Tenía cabello azul y llevaba lentes redondos. Su sonrisa era constante, pero sus ojos estaban ocultos, lo que hacía difícil leerlo. Según Melt-chan, su nombre era Von Reichnott.

—Buenos días, señorita. Usted debe ser la Heroína del Escudo —dijo, girándose luego hacia Melt-chan, quien lo saludó con cortesía, pero con un toque de cercanía.

—Buenos días, princesa Melty. Es un placer volver a verla.

—Ha pasado un tiempo, Reichnott —respondió Melt-chan, aunque parecía más interesada en observar a mi maestra. Ella se sonrojó inmediatamente al verlo. Su nostalgia era palpable, con sus mejillas ruborizadas mientras intentaba no ser obvia. Pero era demasiado evidente que algo en ese hombre la derretía.

El humor de mi maestra parecía haber mejorado notablemente. Si no la hubiese visto llorar la noche anterior hasta que sus ojos se hincharon, habría pensado que todo estaba bien. Pero sabía que no era así. Antes del amanecer, la vi usar magia de sanación en sus ojos. Me pregunto… ¿cuánto tiempo ha estado haciendo esto?

—¡Maestra, deje de mirarlo tanto! Parece que quiere devorarlo… ¿¡Acaso todavía quiere poner huevos!? Ay, lo siento, lo siento, ¡Filo será buena! —grité, pero fue demasiado tarde. Mi maestra trituró mis sienes con sus nudillos ante mi comentario. Me agarré la cabeza por el dolor mientras ella miraba hacia otro lado con fastidio.

-Tsk, estas mocosas ya no me tienen respeto- Mi maestra se quejó, quería agregar, que nunca lo tuvimos, pero me contuve.

Pov Ranma

Actualmente estamos cenando en la casa del conocido de Melty, Von Reichnott. El ambiente es tranquilo, iluminado por suaves velas que proyectan sombras danzantes en las paredes.

Te maldigo, Jusenkyo. Grite internamente al sentir como mi corazón se aceleraba cada vez que veía a Reichnott. Este cuerpo vuelve a reaccionar de formas extrañas otra vez. Ese sujeto... su manera de comportarse me recuerda al Dr. Tofu. No solo es amable hasta el extremo, sino que incluso su apariencia tiene cierto parecido. Sin embargo, lo que más me desconcierta es lo fácil que fue para él acercarse sin que lo percibiera. Definitivamente, algo en él no es normal.

—Muy bien, chicas —anuncié mientras veía la mesa —, espalda recta al comer. No hagan ruido con los cubiertos, corten su comida en trozos pequeños y, por favor, usen los utensilios adecuados. Filo, ¡ese tenedor es para ensalada!

—¡Maestra! —se quejó Filo, inflando las mejillas en señal de protesta—, ¡es tan difícil de recordar!

—Si no lo haces correctamente, no comerás postre.

—¡Pero no es justo! ¡Soy un filolial, no una dama noble!

—Oh, en ese caso... —comenté en tono burlón, llevando una mano al mentón con gesto calculador— tal vez deberías salir al patio y comer desperdicios... sola.

El rostro de Filo se distorsionó al instante. Sus ojos húmedos y su puchero apenas pudieron ocultar su indignación. Resopló repetidas veces, como un niño pequeño que intentaba armar un berrinche, pero finalmente, resignada, comenzó a comer con mayor cuidado y educación.

—¿Lo estoy haciendo bien, Lady Ranma? —preguntó Raphtalia, esforzándose en imitar la etiqueta que había visto. Su postura era elegante y sus movimientos delicados, aunque había pequeños errores aquí y allá.

—Aceptable por ahora, Raphtalia —respondí, dándole un pequeño asentimiento de aprobación.

Melty, que había estado observando en silencio, decidió intervenir con una sonrisa curiosa. —Ranma, pareces tener mucha experiencia en etiqueta noble. ¿Acaso eras una figura importante en tu mundo?

—Hmm... no exactamente. Bueno, en mi país hay un emperador, pero la estructura social es algo... complicada. Aunque... tenía una amiga violinista, muy famosa y con bastantes recursos. Solía invitarme a sus conciertos y a cenas extravagantes. Ella y su pareja, Haruka, me enseñaron muchas cosas sobre la etiqueta y... otras cosas. —Sentí mi rostro calentarse al recordar esos momentos.

Las imágenes de su creatividad sin límites aparecieron en mi mente. Jamás hubiese imaginado lo multifacética que podía ser una flauta... en especial cuando no había juguetes especiales disponibles.

—¡Siempre regañan a Filo! —exclamó, golpeando suavemente la mesa con sus pequeños puños—. Raphtalia nunca recibe llamados de atención, ¡y Melty tampoco!

No pude evitar esbozar una sonrisa ante su berrinche. Era imposible no encontrarla adorable con esos pucheros, incluso cuando intentaba parecer seria. Con un toque teatral, incliné ligeramente la cabeza, apoyando una mano bajo la mejilla como si fuera una dama noble, y dejé escapar un suave y exagerado suspiro.

—Bueno, Filo, es que Melty tiene unos modales impecables. Observa —dije, señalándola con la barbilla—. Espalda recta, movimientos gráciles y esa manera delicada de usar los cubiertos... Es como ver a una dama noble en toda su elegancia. Además, se ve muy tierna cuando lo hace.

Melty, que estaba levantando un pequeño bocado de su plato, se detuvo en seco. Sus mejillas comenzaron a teñirse de un tono rosado mientras bajaba la vista, visiblemente avergonzada.

—R- Ranma, por favor... —murmuró tímidamente, su voz temblando un poco.

Antes de que pudiera responder, sentí dos pares de ojos fijos en mí. Giré la cabeza solo para encontrarme con Filo y Raphtalia, ambas mirándome con expresiones acusatorias.

—¡La maestra siempre dice cosas bonitas de Melty! —protestó Filo, señalándome con el tenedor—. ¡La maestra es una lolicon, seguro!

—¡Eso es cierto! —secundó Raphtalia, cruzando los brazos con un leve rubor en las mejillas—. Siempre elogias a Melty de esa manera... ¡Es muy sospechoso!

Antes de que pudiera defenderme, Filo decidió atacar nuevamente con una sonrisa traviesa.

—Cierto, cierto... pero Filo cree que la maestra no es una lolicon. ¡A la maestra le gustan los hombres! —exclamó, señalándome con su tenedor como si estuviera revelando un gran secreto—. ¡No deja de comerse al señor Reichnott con la mirada!

Casi me atraganto con mi bebida. Tosí un par de veces mientras sentía cómo el calor subía rápidamente a mi rostro.

—¡Filo! —protesté, mirando a la filolial con los ojos entrecerrados—. No digas cosas que no son.

—¿No son? —replicó Filo, ladeando la cabeza con una expresión inocente que no engañaba a nadie—. Pero Filo vio cómo la maestra miraba al señor Reichnott cuando le servían la sopa. ¡Parecía que quería comérselo a él en lugar de la comida!

Raphtalia, que había estado observando la escena, dejó escapar un suspiro exasperado, aunque no pudo ocultar el leve fruncimiento de sus labios.

—Lady Ranma, ¿es eso cierto? —preguntó, aunque su tono tenía un toque de reproche.

—¡Por supuesto que no! —respondí rápidamente, aunque mi voz sonó un poco más aguda de lo que pretendía.

Melty, que hasta ese momento había estado tratando de mantenerse al margen, no pudo evitar reírse suavemente detrás de su mano.

—Ranma, no tiene nada de malo admirar a alguien... aunque Filo podría ser un poco más discreta con sus comentarios.

—¡Filo solo dice la verdad! —insistió la filolial, inflando las mejillas de nuevo, esta vez con un aire de satisfacción.

Suspiré, llevándome una mano a la frente. Entre las acusaciones de lolicon y ahora esto, parecía que nunca iba a tener un momento de paz.

Von Reichnott, por su parte, seguía sentado al otro extremo de la mesa, completamente ajeno a la conversación. Su expresión tranquila y amable no mostraba ningún indicio de desear unirse a este caos.

Pov Ranma

Temprano en la mañana, me encontraba reorganizando mis cosas. Había demasiada basura acumulada en el bolsillo chi, incluyendo recuerdos de mis tiempos en Nerima. Entre ellos, la sombrilla de Ryoga. La había confiscado después de que irrumpiera en la casa de mis padres adoptivos. Ese día no pude perdonarlo, y no me contuve con él. Aunque diría que siento lástima por lo que le pasó, la verdad es que se lo buscó. Aun así, lamento que Shampoo y Ukyo se hayan ensuciado las manos con él.

—Maestra, ¿estas setas qué son? ¿Se pueden comer? —preguntó Filo, señalando algunas de las setas del tiempo que había modificado.

—¡Ni se te ocurra comerlas, Filo! —advertí rápidamente—. Esas setas cambian la edad según su tamaño. Si te comes una muy pequeña, podrías volver a convertirte en un huevo.

—¿¡Eh!? ¿Y si como una de las grandes? —preguntó, ladeando la cabeza con curiosidad.

—Bueno, normalmente crecerías en edad, pero siendo un filolial, no estoy segura de cuánto cambiaría tu apariencia. —Respondí mientras volvía a guardar la sombrilla de Ryoga. Por un momento, pensé en deshacerme de ella, pero algo me detuvo. En paz descanse, pensé con sarcasmo. Aunque, siendo honesta, realmente odio a ese cabrón. No, no, alma de hielo, alma de hielo... no dejes que tus emociones se desborden.

Después de tranquilizarme, guardé las setas en un recipiente y las metí en el bolsillo chi. Pero algo me hizo detenerme. Espera... ¿no había ocho setas?

Antes de que pudiera investigar más, una de las sirvientas de la mansión irrumpió en la habitación, visiblemente agitada.

—¡Señorita Heroína del Escudo, por favor, debe esconderse!

—¿Qué ocurre? —pregunté, poniéndome de pie de inmediato.

—Alguien denunció que estábamos dando refugio a la Heroína del Escudo, y se llevaron al señor Reichnott.

Mi sangre hirvió al escuchar esas palabras. Por un segundo, casi dejo que mis emociones se desborden de nuevo, pero logré calmarme a tiempo.

—¿Dónde están Melty y Raphtalia?

—Aquí estoy, Lady Ranma —respondió Raphtalia, apareciendo frente a mí de manera inesperada. No había notado su presencia en absoluto.

—He estado practicando el Umisen-ken, como me enseñó —dijo con un toque de orgullo en su voz.

—Bien hecho —respondí, acariciando suavemente su cabeza por un momento. Pero las felicitaciones tuvieron que ser interrumpidas. Nos movimos rápidamente para buscar a Melty, y la vimos justo cuando subía al carruaje de un noble. El hombre tenía el cabello rubio, estaba muy gordo y mayormente calvo.

Sentí el instinto asesino de Raphtalia crecer de forma explosiva al verlo. Su pelo se erizó, y su cola se tensó como la de un gato a punto de atacar. Coloqué mi mano sobre su hombro para detenerla.

—Detente, Raphtalia. Recuerda, actúa siempre con la cabeza fría.

—Yo... lo siento, Lady Ranma...

—Tú lo conoces, ¿cierto?

—Su nombre es Idol. Fue el noble que me compró originalmente... a mí y a Rifania...

—Entiendo. Nos ocuparemos de él —dije, sintiendo cómo mis emociones se desbordaban de nuevo. En cierto modo, me sentía culpable. Estaba usando toda esta situación para enfocar mis pensamientos negativos. Realmente quería ir a casa, quería volver a salir con Mina, Ami y las demás... pero no podía simplemente dejar a Raphtalia y Filo solas.

Resumiendo los hechos

Todo sucedió rápido después de la denuncia. Los semi-humanos simpatizantes de Reichnott se habían reunido fuera del castillo de Idol en señal de protesta. Afortunadamente, eso nos dio la oportunidad que necesitábamos. Aprovechando la distracción, nos infiltramos en el lugar.

El castillo era enorme, un verdadero laberinto de pasillos y habitaciones. Sabía que encontrar a Melty tomaría tiempo si revisábamos cada rincón, así que sometí a uno de los guardias que patrullaban. Con precisión, presioné dos puntos en sus sienes.

—Lady Ranma, ¿qué acaba de...? —preguntó Raphtalia, sorprendida.

—Punto de presión de control remoto. Una de mis antiguas novias solía usar este truco —respondí sin pensar, recordando con cierta nostalgia cómo Shampoo usó ese mismo truco con Ryoga una vez. Una sonrisa se coló en mi rostro mientras recordaba aquellos días en los que el caos de Nerima me parecía el mayor de mis problemas. Supongo que no todo fue tan malo... al menos antes de ese maldito incidente.

—¿¡Una antigua novia!? —Raphtalia exclamó, con sorpresa en sus ojos y un evidente mal humor en su tono.

—¿Qué creíste, que mi vida comenzó cuando te conocí?

—No es eso, pero...

—Solo bromeo —respondí con una sonrisa—. Era una autoproclamada novia, nada más.

Filo, que había estado escuchando nuestra conversación con interés, decidió intervenir con esa misma curiosidad que a veces me hacía dudar de si era más lista de lo que aparentaba.

—Filo quiere saber más de las antiguas novias de la maestra... pero también quiere que le enseñes ese truco del punto de presión. ¡Debe ser divertido!

—Claro, Filo, te enseñaré... cuando tengas un par mas grande que estas—respondí, señalando mi pecho con un aire orgulloso.

Como era de esperarse, Filo infló las mejillas en un puchero.

—¡La maestra es cruel con Filo!- ella se quedó quedándose atrás mientras seguimos avazando

—Vamos, Filo, ¡tenemos prisa!

—¡Ya voy!

Ya dentro del castillo

Llegamos al lugar donde Idol estaba reteniendo a Melty. Su tono estaba cargado de desprecio mientras blandía el poder que creía tener. Reichnott yacía en el suelo, herido tras ser golpeado frente a la joven princesa. La escena era suficiente para hacer hervir mi sangre. Definitivamente, este tipo es basura...

Sin dudarlo, Raphtalia saltó al ataque. Su espada cortó el aire con precisión, y en un instante le amputó un brazo a Idol.

—¡Ah! ¡Maldita semi-humana, cómo te atreves! —gritó entre sollozos, retorciéndose de dolor.

Fue catártico verlo sufrir, pero sabía que no detendría a Raphtalia si decidía acabar con él. Sin embargo, ella se contuvo. Apuntó su espada hacia él mientras hablaba con firmeza.

—Nunca perdonaré lo que nos hiciste a Rifana y a mí. Pero si te mato, sería igual que tú... y no quiero decepcionar a Lady Ranma ensuciándome las manos con basura como tú.

Justo cuando creía que la tensión comenzaba a disiparse, Idol intentó levantarse, tambaleándose de manera patética. Y, en lo que parecía una escena absurda, tropezó y cayó por la ventana.

—¡Yo no quería...! —murmuró Raphtalia, claramente impactada.

Suspiré, cruzando mis brazos bajo el pecho.

—Para ser honesta, creo que debiste asegurarte de matarlo.

—¿¡Lady Ranma!? —exclamó Raphtalia, incrédula.

—El sujeto era basura, más allá de cualquier redención. Si lo dejas vivo, probablemente intente alguna estupidez como revivir a un demonio sellado solo para vengarse. —Mi tono era serio, pero no pude evitar la pizca de sarcasmo al final—. En fin, con algo de suerte, no sobrevivió a la caída.

Sentí la inquietante mirada de Filo cuando dije esas palabras. ¿Era mi imaginación o se estaba sonrojando?

—En fin, Melty, ¿te encuentras bien? ¿Cómo se encuentra Reichnott?

—Sí, me encuentro bien, él solo está...

Sin dejarla terminar, levanté a Reichnott y dejé que su cabeza descansara sobre mis muslos. Fue algo instintivo, ni siquiera lo pensé. Para cuando me di cuenta, ya estaba limpiando su rostro con un pañuelo.

—Lady Ranma... eso es vulgar... —Raphtalia me miró con algo de rencor.

—¡Oh, por favor! ¡Solo estoy asegurándome de que esté bien! —dije, aunque mi corazón estaba acelerado. ¡Ah, malditas hormonas!

—La maestra se va a comer al señor Reichnott —comentó Filo con una sonrisa traviesa.

—Ehe, ustedes no paran de bromear ni siquiera en situaciones serias —Melty sonrió ante la escena anticlimática.

Después de usar magia sanadora en Reichnott, este se despertó.

—Estoy muy agradecido, señorita Ranma —me agradeció con una débil sonrisa. Dios, necesito alejarme de él. No estoy emocionalmente estable como para contenerme.

Una vez Reichnott pudo ponerse de pie, nos dirigimos al calabozo del castillo. Habíamos oído que había varios semi-humanos cautivos.

Nada más entrar, sentí que se me revolvía el estómago. El olor era terrible. En algunas celdas podían verse restos de personas que murieron en cautiverio. Ni siquiera se molestaron en mover sus cuerpos; algunos no eran más que esqueletos colgados con cadenas.

—Qué horrible... no puedo creer que cosas como estas pasen en este reino —Melty se cubrió la boca, visiblemente afectada.

—Lamento decir que es más común de lo que cree —comentó Reichnott al oído de Melty.

—Cada vez siento que sería mejor si simplemente destruyo este país —comenté, aunque no lo decía en serio.

Afortunadamente, decidimos revisar este lugar. Encontramos algunos sobrevivientes, niños que parecían no haber comido en semanas. Eran puro piel y hueso. Sentí el borde de mis ojos calentarse, pero no podía dejar que mis emociones me abrumaran. Alma de hielo, alma de hielo.

Avanzando, encontramos a un conocido de Raphtalia: Keel. Aunque parecía un niño, estaba 100% segura de que era una niña. Su estado era igual de lamentable. Dejé que ambos tuvieran un momento a solas.

La conversación duró poco. Raphtalia salió corriendo hacia otro lugar. No la seguí, pero escuché sus gritos y su llanto.

—¡Rifana! —gritaba mientras lloraba sobre lo que parecía el esqueleto de una pequeña semi-humana, aproximadamente del tamaño de Raphtalia cuando la conocí.

Apreté los puños, sintiendo que tal vez debería haber hecho sufrir primero a ese Idol. Si tiene suerte estará muerto, porque juro que si tengo la oportunidad, lo empalaré.

Me acerqué a Raphtalia y la dejé llorar en mi pecho. Después de calmarse, decidimos juntar los restos de Rifana para darle una sepultura adecuada.

Salimos del calabozo con los semi-humanos rescatados. El plan era llevarlos a un lugar seguro, sanarlos y alimentarlos adecuadamente. Pero, como una broma retorcida del destino, mi predicción se hizo realidad.

El suelo tembló. Una luz rodeaba un extraño pilar a lo lejos.

—¡Aw, maldita sea! ¡Debí saltar y asegurarme de que estuviera muerto! —me quejé, rascándome la cabeza con exasperación.

Por supuesto, ninguna de mis acompañantes entendió hasta que, repentinamente, algo que parecía un tiranosaurio sobre desarrollado emergió del suelo. La bestia era increíblemente grande, y su rugido resonó en todo el castillo.

Pov filo

Todo pasó tan rápido. Primero fueron los temblores, después la luz que rodeaba un extraño pilar en la distancia, y entonces, ese dragón gigante apareció rugiendo con furia. Desde que lo vi, supe que esto no sería como los monstruos normales. Ese bicho no nos iba a dejar ir fácilmente, y para colmo, estaba persiguiendo a la maestra como si tuviera una fijación con ella.

—¡Maestra, qué vamos a hacer! —grité mientras corría a toda velocidad, con las patas apenas tocando el suelo. Mi forma de filolial era perfecta para escapar de esa cosa, pero incluso así sentía la presión de su presencia detrás de nosotros.

—Nos alejaremos lo suficiente del castillo y del pueblo, Filo. Encuentra un lugar amplio y despejado —respondió la maestra desde mi espalda, calmada y decidida como siempre.

Llevaba a la maestra, a Raphtalia y a Melty sobre mi lomo. Raphtalia mantenía una mano firme en la empuñadura de su espada, lista para reaccionar si el dragón se acercaba demasiado. Melty se agarraba a mí con fuerza, aunque podía sentir que estaba temblando. Yo también estaba nerviosa, pero tenía que ser rápida para protegerlas.

—¿¡Por que nos persigue con tanto enojo!?—gritó Melty de repente, mirando hacia la maestra—. Notando un pequeño resplandor proveniente de entre sus ropas – ¿Que eso que brilla?

—¿Esto? Es el nucleo del dragon zombi, por alguna razón no puedo peterlo en un bolsillo chi- la maestra dijo de forma despreocupada.

—¡Entonces tírelo —Melt-chan interrumpió

—Si esa cosa quiere esto, es una razón más para no dárselo-

El rugido del dragón retumbó detrás de nosotros, lo suficientemente fuerte como para hacerme estremecer. El monstruo parecía ganar velocidad, acortando la distancia entre nosotros.

—¡Filo, más rápido! —exclamó Raphtalia, su tono tenso pero firme.

—¡Filo ya está yendo lo más rápido que puede! —protesté, batiendo mis alas para intentar ganar un poco más de impulso. Mis patas golpeaban el suelo con fuerza, levantando nubes de polvo mientras seguía corriendo.

Finalmente, después de lo que me parecieron horas pero probablemente fueron solo unos minutos, alcanzamos un campo abierto con un gran lago cortándonos el camino, Era el lugar perfecto para enfrentarlo.

—¡Aquí! —gritó la maestra—. Detente aquí, Filo.

Frené de golpe, dejando que las tres descendieran de mi lomo. Giré mi cuerpo para enfrentar al dragón, que ya estaba casi sobre nosotros. Mi corazón latía rápido, y aunque sabía que era un peligroso oponente, pero aun así, ¡No soporto a los dragones!, también estaba lista para darlo todo.

—Bien, chicas, es hora de que prueben lo que han aprendido —dijo la maestra, ajustando su escudo mientras hablaba con esa calma que siempre me inspiraba confianza—. Raphtalia, Filo, quiero que le den lo mejor de ustedes.

—Entendido, Lady Ranma —respondió Raphtalia, desenvainando su espada con un brillo determinado en sus ojos.

Yo asentí con entusiasmo, deseando pelear por que, ¡Odio a los dragones!.

El dragón llegó, y la pelea comenzó. Raphtalia y yo luchamos juntas, como habíamos entrenado. Usamos nuestras habilidades para atacar y esquivar, logrando herirlo en varias partes, aunque ninguna parecía ser suficiente para derribarlo. Su piel era tan dura que cada golpe que le daba con mis garras me hacía sentir como si estuviera arañando roca.

Melty, desde la distancia, nos ayudaba con su magia de agua, dirigiendo ataques precisos que ralentizaban al dragón lo suficiente para que Raphtalia y yo pudiéramos reubicarnos. La maestra siempre estaba cerca, lista para intervenir si alguna de nosotras corría peligro.

Pero incluso con todo eso, el dragón no cedía. Su fuerza y resistencia eran como nada que hubiéramos enfrentado antes. Sus ataques eran brutales, y cada rugido hacía temblar el suelo bajo nuestros pies.

Pero en cierto modo eso lo hacia mas interesante, desaba que pudiésemos derrotarlo, estaba peparada para intentarlo.

Entonces, antes de que pudiera intentar imitar ese ataque de vacio de mi maestra, el ambiente cambió. Una neblina comenzó a formarse a nuestro alrededor, densa y fría, como si el aire mismo se llenara de algo místico. Raphtalia, Melty y yo nos detuvimos, mirando a nuestro alrededor con cautela. Incluso el dragón pareció dudar por un momento, aunque seguía gruñendo con furia.

Cientos de otros filoliales rodearon al dragon, quien rugio de forma imponente, pero ninguna era su oponente, del agua emergio ¡Un Filolial gigante! ¡Era mas grande que el dragon!

Fue entonces cuando escuchamos esa voz, fuerte y firme, pero extrañamente reconfortante.

—Entréguenme el núcleo del Dragón Emperador, y no tendré que matarte.- Sus plumas eran tan majestuosas que parecía brillar bajo la neblina. ¿Quién es esa? ¿Cómo puede ser tan grande? ¡Se ve increíble!

—Es... ¡Es la reina de los Filolial! ¡Fitoria!—exclamó Melt-chan, su voz llena de asombro y admiración.

Fitoria miró al dragón con una autoridad imponente, como si no fuera más que un simple obstáculo en su camino. Por un momento, pensé que ella iba a encargarse del problema.

Pero entonces, la maestra dio un paso al frente, con una confianza que parecía desafiar incluso a Fitoria.

—Hey, esta es mi pelea —dijo con una sonrisa desafiante—. Bueno, quería dejar que mis niñas probaran su nivel, pero iba a encargarme yo sola.

Fitoria inclinó la cabeza, claramente confundida y, si soy honesta, un poco incrédula.

—¿Tú sola? —preguntó, su voz llena de dudas.

—Sí, yo sola. Dame dos minutos —respondió la maestra, ajustándose las mangas con calma.

Fitoria pareció considerar sus palabras durante unos segundos antes de asentir, aunque no sin cierta reticencia.

—Dos minutos. No más.

—Son más que suficientes —respondió la maestra, su voz llena de determinación.

Miré a la maestra, sintiendo una mezcla de admiración y preocupación. Confío en la maestra, pero... este dragón es diferente. Espero que esté preparada para esto.

Nunca había visto algo como esto. La maestra estaba allí, de pie frente al dragón como si fuera cualquier otro monstruo. Sostenía ese núcleo brillante en su mano, el mismo que había atraído a esa cosa. El dragón rugió con una furia que hizo que el aire vibrara, y sin dudarlo se lanzó hacia ella con sus mandíbulas abiertas, dispuesto a devorarla entera.

Quería gritarle que se moviera, pero la maestra ni siquiera parpadeó. Se quedó allí, tranquila, como si estuviera esperando el momento perfecto. Justo cuando parecía que el dragón la iba a morder, la maestra movió su pierna en un arco rápido y preciso. Su pie impactó en la mandíbula del dragón con tanta fuerza que el sonido retumbó como un trueno.

El impacto generó una onda de choque tan poderosa que el suelo bajo nosotros se agrietó. El dragón, un monstruo enorme y aterrador, fue enviado al cielo como si no pesara nada. Me quedé boquiabierta, incapaz de procesar lo que acababa de ver. Incluso Raphtalia, siempre calmada y centrada, estaba congelada en su lugar. Melty se agarró al dobladillo de su falda como si eso pudiera ayudarla a comprender lo que estaba ocurriendo.

—¿Qué...? —fue todo lo que logré murmurar.

Incluso Fitoria, que no parecía impresionarse fácilmente, estaba mirando con los ojos entrecerrados, como si intentara descifrar cómo una chica pelirroja estaba tratando a ese dragón como si fuera un simple niño malcriado.

Y entonces, la maestra desapareció. No, no desapareció... ¡Estaba en el cielo! Su silueta se destacaba contra las nubes mientras descendía rápidamente. Su talón impactó con fuerza en la frente del dragón, una vez más creando una onda de choque que sacudió el aire y el terreno. La frente del dragón se deformó por el golpe, y su cabeza quedó hundida en el suelo, como si alguien hubiera estrellado una roca gigantesca contra la tierra.

Pensé que eso sería suficiente para derrotarlo, pero el dragón, aunque aturdido, no se dio por vencido. Gruñendo, se levantó de nuevo, aunque tambaleándose. Parecía más furioso que nunca, con los ojos ardiendo en rabia.

Sin embargo, no podía ver a la maestra. La buscaba frenéticamente, girando su cabeza en todas direcciones, pero no la encontraba. Fue entonces cuando me di cuenta de dónde estaba: la maestra estaba montada sobre su cabeza, tranquila, como si estuviera paseando por un campo de flores.

El dragón comenzó a sacudirse violentamente, intentando derribarla. Se golpeaba contra el suelo y los árboles cercanos, pero nada funcionaba. La maestra se mantenía firme, como si estuviera clavada allí. Finalmente, decidió saltar de su posición, y justo antes de aterrizar, lanzó una patada directa a la nuca del dragón.

El impacto fue devastador. Pude sentirlo en el suelo bajo mis pies. El dragón se tambaleó, y entonces su enorme cuerpo se desplomó con un estruendo en el lago cercano. El agua se agitó violentamente, creando ondas que casi nos alcanzaron.

—¡Lo noqueó! —exclamé, incapaz de contener mi asombro.

Por un momento, todo quedó en silencio, excepto por el sonido del agua moviéndose. Ni siquiera Fitoria dijo nada. Sólo observaba a la maestra con una mirada que parecía entre admiración e incredulidad.

Mi maestra, triunfante, observó a la gran bestia inconsciente. Su cuerpo era tan colosal que ni siquiera podía hundirse completamente en el agua, dejando su imponente forma expuesta. Con pasos firmes, se acercó hasta situarse sobre el área cercana a su corazón. Sin vacilar, lanzó un golpe certero que atravesó las escamas como si fueran papel, extrayendo un núcleo brillante que parecía pulsar con energía, similar al del dragón zombi.

Mientras sostenía el núcleo, el dragón comenzó a encogerse rápidamente ante nuestros ojos. Su tamaño colosal fue reduciéndose hasta alcanzar dimensiones manejables, casi similares a mi forma filolial. Cuando el proceso terminó, mi maestra recitó un hechizo, liberando una suave aura curativa que envolvió a la criatura, restaurando su vitalidad.

—No entiendo... ¿Por qué haces eso? —preguntó Melty-chan mientras se acercaba con cautela, su confusión reflejada en sus ojos.

—Desde mi perspectiva, este es solo un animal —respondió mi maestra con calma—. Y esta cosa —añadió alzando el núcleo que había extraído— es la responsable de su comportamiento agresivo.

El dragón, ahora considerablemente más pequeño, comenzó a despertar. Se tambaleó ligeramente, sacudiendo el agua que aún goteaba de su cuerpo. Para mi completa incredulidad, se acercó a la maestra con movimientos cautelosos y se frotó contra ella como si fuera un cachorro agradecido.

—¡Aléjate de mi maestra! —grité, colocando mis alas en una posición amenazante.

—Tranquila, Filo —dijo la maestra mientras acariciaba el hocico del dragón, esbozando una pequeña sonrisa—. Creo que solo me está agradeciendo... o eso parece.

Por un momento, quedó pensativa, antes de girar hacia el dragón con una expresión divertida.

—No vas a transformarte en una chica linda para pedirme matrimonio, ¿verdad? —bromeó, provocando que todos la miráramos atónitos. El dragón respondió con un lengüetazo entusiasta, lo que casi la hace perder el equilibrio.

—¡Uhhh! ¡Deja de hacer eso! ¡Tonto dragón! —protesté, batiendo mis alas mientras mi indignación crecía.

Fitoria no parecía del todo contenta con la situación. Se aclaró la garganta y miró a mi maestra con clara desaprobación. Sin decir nada más, colocó sus alas sobre su cabeza, y su cuerpo comenzó a brillar intensamente antes de encogerse, adoptando una forma más humana. Era como yo, por supuesto, pero su cabello plateado y los tres mechones rebeldes que destacaban en su cabeza le daban un aire único y majestuoso. Cruzó los brazos, y su mirada severa se clavó en mi maestra con una expresión que no lograba descifrar del todo.

—Eres la heroína del escudo, ¿no es así? No se supone que debas pelear de esa forma, ni siquiera usaste el escudo —dijo con una voz estoica y fría que no podía ocultar su desaprobación.

—Esa no es una habilidad del Héroe del Escudo —continuó, señalando a mi maestra con firmeza—. ¡No se supone que el Héroe del Escudo pelee de esa manera!

Raphtalia y Melty intercambiaron miradas, claramente confundidas, mientras yo apenas podía cerrar el pico del asombro.

—¿Acaso llevas ese escudo solo de adorno? —insistió Fitoria, inclinándose hacia mi maestra, como si intentara encontrar una explicación visible en su postura o en su arma.

Mi maestra no respondió de inmediato. En su lugar, le devolvió la mirada con una sonrisa tranquila y despreocupada, casi burlona.

—Tus movimientos, esa fuerza... ¡Eso no tiene sentido! —prosiguió Fitoria, el desconcierto asomando por primera vez en su voz—. Y ni siquiera estás usando la serie maldita.

¿Serie maldita? Yo tampoco entendía a qué se refería, y seguramente mi maestra pensó lo mismo, pero en lugar de preguntarle, simplemente se llevó una mano a la trenza, peinándola hacia atrás con un movimiento elegante y lleno de confianza.

—¿Serie maldita? —repitió mi maestra con un tono ligeramente burlón—. Ya tengo suficientes maldiciones sobre mí como para estar jugando con eso.

Hizo una pausa, observándonos a todas con una sonrisa que solo ella podía portar.

—Claro que no peleo como se supone que debería —añadió, su voz firme, pero con un toque de orgullo evidente—. Porque soy única.

La forma humana de Fitoria parpadeó varias veces, como si estuviera procesando lo que acababa de escuchar. Por un instante, parecía que iba a replicar algo, pero luego simplemente cruzó los brazos y dejó escapar un largo suspiro.

—Única, ¿eh? —repitió en voz baja, como si aún estuviera reflexionando—. Bueno, no puedo negar que lo que hiciste fue impresionante... aunque sigo sin entender cómo un Héroe del Escudo puede pelear de esa manera.

Raphtalia y Melty finalmente parecieron relajarse. Mi maestra había estado demasiado cambiante últimamente, pero al menos ahora parecía tener sus emociones bajo control. Quizás, después de todo, pelear era su forma de escapar de sus propios demonios.

—En todo caso, Heroína del Escudo, no... Ranma, tengo que hablar contigo. Y, por favor, deja de jugar con ese dragón —ordenó Fitoria, frunciendo el ceño al ver a mi maestra acariciar el vientre del dragón, como si fuese un perro.

—¡Pero mira! ¡Es adorable! —respondió mi maestra con una sonrisa infantil.

—¡Maestra, eso no se vale! ¡Nunca acaricia el vientre de Filo! —grité, indignada.

—Lady Ranma, ¿ahora piensa enamorar animales? —intervino Raphtalia con una mezcla de desconcierto y vergüenza.

—Raphtalia, técnicamente, tú y Filo también son animales. Incluso Melty y yo lo somos —añadió mi maestra con calma.

—Por favor, centrémonos en lo que debemos hacer —interrumpió Fitoria, claramente frustrada. Luego señaló un carruaje que estaba cerca—. Suban al carruaje y dejen a esa cosa aquí.

—Bien... —dijo mi maestra finalmente, separándose del dragón y acariciando su cabeza por última vez—. Debemos despedirnos por ahora, pero regresaré por ti.

—¡No! ¡No puede hacer eso, maestra! ¡No reemplace a Filo! —protesté, absolutamente horrorizada.

El santuario de los filolial era tan increíble como se veía desde fuera, pero bajo la luz de la luna se tornaba aún más mágico. Los densos bosques y las ruinas antiguas componían el paisaje, mientras que el aroma dulzón de las flores nocturnas se mezclaba con el susurro del viento, envolviéndonos en una atmósfera etérea. Las luces suaves de las flores iluminaban los senderos, guiándonos mientras seguíamos a Fitoria hacia el corazón del lugar. Todo estaba envuelto en una calma que parecía de otro mundo.

De repente, Fitoria se detuvo. Sus ojos se fijaron en Melty, observándola con una curiosidad evidente que resultaba inusual en ella. Tras unos segundos de silencio, una ligera sonrisa suavizó sus facciones.

—Mel-tan... —dijo finalmente, con un tono inesperadamente afectuoso.

—¿M-Mel-tan? —repitió Melty, sin poder ocultar su desconcierto.

—Así te llamaré —respondió Fitoria con serenidad—. Después de todo, me ayudaste aquella vez.

—Cierto... ¿eras tú? Nos encontramos mientras estaba de viaje en una misión diplomática —afirmó Melty, todavía incrédula, mientras entrelazaba las manos con nerviosismo.

Fitoria asintió con un leve destello de diversión en su mirada.

—Sí, me sorprendió tu amabilidad.

Raphtalia y la maestra intercambiaron una mirada rápida, ambas tratando de asimilar lo que acababan de escuchar.

—Entonces, ¿se conocieron hace poco? —preguntó la maestra, sin ocultar su curiosidad.

Melty asintió despacio, como si el recuerdo se hiciera más nítido al hablar de él.

—Sí, fue hace unos meses. Había una chica que parecía perdida... aunque nunca me dijo que era Fitoria.

La maestra dejó escapar una pequeña risa.

—Eso explica por qué está tan encariñada contigo.

Seguimos avanzando por el santuario, y mientras tanto no pude resistirme a formular la pregunta que había estado rondando mi mente desde que vi la imponente forma gigante de Fitoria.

—Oye, ¿cuándo podré crecer tan grande como tú? —solté de golpe, mirándola con ojos llenos de expectativa.

Fitoria se detuvo y giró su cabeza hacia mí, observándome por encima del hombro con su característica calma.

—Eso tomaría siglos —respondió, casi como si aquello fuese irrelevante.

—¿¡Siglos!? —exclamé, inflando las mejillas en una mezcla de sorpresa y frustración—. ¡Filo no quiere esperar tanto!

La maestra me dirigió una mirada por el rabillo del ojo, y pude notar que luchaba por no reírse.

—Al menos no tendré que preocuparme por mis finanzas a corto plazo —dijo, en tono burlón, antes de añadir con una sonrisa juguetona—. Será mejor que, cuando terminemos con las olas, busques un trabajo.

—¡No quiero! ¡Quiero que la maestra me cuide! —protesté, agitando los brazos como si quisiera enfatizar mi punto.

—Ni hablar. ¡El que no trabaja no come!

Fitoria decidió intervenir entonces, su expresión cambiando a una mucho más seria mientras miraba a la maestra.

—Heroína, hay algo importante de lo que necesito hablar contigo.

La maestra cruzó los brazos, adoptando una postura claramente lista para lo que estaba por venir.

—Los Héroes no están cumpliendo con su propósito como deberían —comenzó Fitoria, con la desaprobación latiendo en su voz—. Se supone que deben luchar juntos contra las olas, no limitarse a proteger sus propios reinos. Y mucho menos enfrentarse entre ustedes por tonterías.

La maestra arqueó una ceja.

—¿Tonterías?

—Sí, tonterías —repitió Fitoria con firmeza—. La rivalidad entre los Héroes pone en riesgo la protección de este mundo. Si no empiezan a cooperar pronto, las consecuencias serán catastróficas.

Raphtalia y Melty escuchaban atentamente, mientras yo miraba a la maestra, esperando su respuesta.

Ella, sin embargo, se llevó una mano a la trenza, alisándola con un gesto confiado y un destello de teatralidad en sus movimientos.

—Bueno, no soy como los demás Héroes —dijo finalmente, con una sonrisa cargada de autosuficiencia—. Soy única.

Por un momento, Fitoria pareció debatirse entre incredulidad y respeto. Al final, dejó escapar un suspiro profundo.

—Única o no, espero que uses eso para marcar la diferencia.

Pov Ranma

Habíamos disfrutado de una pequeña "fiesta nocturna", algo que pareció relajar a todos excepto a Fitoria. Cuando todos dormían, decidí dar un paseo nocturno con la filolial ancestral. Era evidente que tenía algo importante que decir, y no pasaría mucho tiempo antes de que finalmente lo hiciera.

—Heroína del Escudo —comenzó, rompiendo el silencio. Su tono era tan afilado como una cuchilla—. Hay algo que debes entender.

Levanté una ceja y asentí, invitándola a continuar.

—Los Héroes actuales son débiles —dijo sin rodeos. Sus ojos brillaban con una mezcla de desaprobación y firmeza—. A diferencia de ti, ellos no están preparados para lo que las olas traen. Y, lo que es peor, en lugar de trabajar juntos, se están enfrentando por cosas triviales.

Crucé los brazos, dejando escapar un pequeño suspiro. —Sí, bueno... no es como si no lo supiera.

Fitoria se inclinó un poco hacia mí, acercándose lo suficiente como para que su presencia imponente se sintiera aún más intensa.

—Si los Héroes no logran fortalecerse y cooperar, este mundo está condenado. Las olas se volverán más difíciles de combatir con cada aparición. Si incluso uno de los Héroes falta, todo se volverá mucho más complicado.

La intensidad en sus palabras era palpable, y me mantuve en silencio por un momento, analizando su punto. Pero entonces llegó el verdadero golpe.

—Si es necesario, los eliminaré a todos para invocar nuevos Héroes que puedan cumplir su propósito.

Mis ojos se estrecharon ante sus palabras, y una leve sonrisa comenzó a formarse en mis labios.

—¿Incluso a mí? —pregunté con un tono que podía haber parecido relajado, pero tenía un filo subyacente.

Fitoria no pestañeó. —Por supuesto.

—Déjame reformular la pregunta —dije, enderezándome ligeramente y encontrando su mirada directamente—. ¿Crees que podrías matarme?

El silencio que siguió fue denso. Por primera vez, Fitoria pareció considerar mis palabras con cuidado.

—No tendría problemas con hacerlo —respondió finalmente, su voz fría y firme, como si estuviera declarando un hecho en lugar de una amenaza.

Sonreí un poco más, dejando que mi tono se volviera más juguetón, aunque mis ojos mantenían un destello de desafío.

—¿De verdad crees tener el poder para hacerlo? —añadí, inclinándome ligeramente hacia adelante, como si quisiera asegurarme de que entendiera la gravedad de mi pregunta.

Fitoria frunció ligeramente el ceño, pero no dijo nada de inmediato. Entonces, sin apartar mi mirada, continué.

—¿Recuerdas el dragón de antes? —pregunté, apoyando los codos en mis rodillas y entrelazando los dedos—. Estaba jugando con él. Podría haberlo matado sin salir del pueblo.

Fitoria abrió la boca, quizás para protestar, pero levanté una mano para detenerla.

—No lo hice porque mis niñas no están listas para ver lo que realmente soy capaz de hacer. Y, sinceramente, tú tampoco lo estás.

El aire entre nosotras se volvió aún más pesado. Fitoria me estudió con cuidado, como si buscara alguna grieta en mi confianza o alguna señal de que estaba exagerando. Pero no había nada de eso en mi expresión.

—Así que dime, Fitoria —añadí, con un tono más bajo pero igual de firme—. ¿Todavía crees que podrías matarme?

La filolial permaneció en silencio durante unos segundos más, su rostro impenetrable. Finalmente, dejó escapar un largo suspiro y se apartó un paso, cruzando los brazos mientras apartaba la mirada hacia el cielo estrellado.

De repente, su rostro se arrugó, y sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas. Ay no, creo que me pasé...

—Eres diferente... lo admitiré —dijo finalmente, aunque su tono sugería que no estaba completamente rendida.

—Por supuesto que lo soy —respondí, recostándome contra el tronco nuevamente y cerrando los ojos con una sonrisa satisfecha—. Porque soy única.

Fitoria no me respondió, pero su expresión parecía perdida en pensamientos lejanos. Probablemente solo estaba intentando seguir el legado del Héroe que la crio. Me acerqué y, con cuidado, acaricié su cabeza.

—Lo siento. Sé que probablemente solo intentas honrar lo que él te enseñó. Pero, aunque no puedo dejar que me mates, prometo que haré mi trabajo cuando llegue el momento.

Aparté mi mano, pero ella la tomó y la volvió a colocar sobre su cabeza, como si intentara aferrarse a un recuerdo distante, a algo que anhelaba profundamente. Me recordó a mí misma…

Nos sentamos juntas sobre un pilar caído. Sus ojos rosados me miraban con intensidad, como si buscaran algo en mí, algo que quizás le recordara a aquel antiguo compañero. Sin decir una palabra, se aferró a mi brazo y, con un movimiento lento, se recostó sobre mis muslos. No me molestó. Dejé que descansara mientras mis dedos acariciaban suavemente su cabello.

Me sentí como una madre consolando a su hija. Pero, ¿a quién engaño? Solo soy una cáscara vacía, una fachada de alguien fuerte…

¿Por qué sigo haciendo esto? Pretendiendo que todo está bajo control, como si realmente creyera que puedo con todo.

Mi sonrisa confiada siempre engaña a los demás. Raphtalia, Filo, incluso Melty… todas me ven como alguien fuerte, alguien invencible. Fitoria no es diferente. Cree que soy única, que tengo algo especial. Pero ninguna de ellas sabe lo que pasa cuando la máscara se cae, cuando estoy sola, sin nadie a mi alrededor.

La verdad es que estoy agotada. No es mi cuerpo, eso siempre se mantiene firme, obediente, una máquina que responde. Pero mi mente... eso es otro tema. Mi cabeza nunca deja de girar, nunca deja de atormentarme con preguntas que no quiero responder. Hay días en los que siento que estoy caminando al borde de un precipicio, y otros en los que la caída parece tentadora.

¿Podría Fitoria realmente matarme si lo intentara? No, lo dudo. Sé que soy más fuerte que ella. Vi cómo me miraba antes. No tiene idea de lo que soy capaz. Nadie la tiene. Ni siquiera ellas.

Pero… eso no cambia lo que siento. Antes tenía algo que me mantenía funcionando, algo más allá de los medicamentos. Tenía a mis amigas.

Dios, cuánto las extraño.

No eran perfectas, claro. A veces eran ruidosas, a veces proponían las cosas más absurdas... pero eso era lo que lo hacía perfecto. Mina siempre tenía una idea loca para arrastrarnos a algún lado, como escalar una montaña solo para ver el atardecer. Ami nos miraba con paciencia, como si estuviera calculando cuánto tiempo duraríamos antes de cansarnos, pero siempre venía con nosotras. Rei tenía esa energía desafiante que me hacía querer probarme a mí misma, aunque nunca lo admitiera en voz alta. Y Makoto... ella hacía que todo se sintiera seguro. Como si no importara lo que pasara, mientras estuviera cerca, todo estaría bien.

No sabían lo mucho que me salvaban cada día. O quizás sí lo sabían y simplemente no lo decían. En esas tardes de risas, de bromas estúpidas, de planes descabellados que siempre terminaban en algo memorable… era como si la vida valiera la pena. Esos momentos eran mi refugio, la única constante que me hacía sentir que no estaba sola en el mundo.

Y ahora estoy aquí. Solitaria, rodeada de estas chicas que dependen de mí, en un mundo que no termino de comprender, luchando contra las olas, intentando encontrar razones para seguir adelante.

Quiero ser esa Ranma que ellas conocían. Esa Ranma que podía reír con ellas hasta que el estómago doliera, la que encontraba sentido en las pequeñas cosas que compartíamos. Pero no puedo. Todo eso quedó atrás, enterrado en el pasado, detrás de una puerta que ahora parece cerrada para siempre.

Tal vez las olas, las batallas, sean solo una excusa para no enfrentar lo que realmente me atormenta. Una forma de distraerme, de evitar pensar en cuánto he perdido. Fingir que puedo salvar este mundo, que puedo proteger a las chicas que confían en mí. Pero la verdad es que no estoy avanzando… estoy huyendo. Y no sé si algún día podré detenerme.

A veces me pregunto qué pensarían ellas si me vieran ahora. ¿Se preocuparían? ¿Intentarían sacarme de esta oscuridad? Claro que sí, eso era lo que hacían. Siempre me hacían sentir cálida, protegida. Pero ya no están aquí. Y ahora tengo que seguir sola, fingiendo que todo está bajo control.

Lo haré, porque… ¿qué otra opción tengo? La sonrisa que le di a Fitoria hace un momento, esa arrogancia que mostré… no era más que una fachada. Pero por ahora, será suficiente. Tiene que ser suficiente.

Quisiera encontrarme con Mina nuevamente, escucharla decir uno de esos refranes mal dichos o mezclados, como "Corazón que no siente ojos que sí ven" o algo igual de absurdo. Quisiera reírme de su ocurrencia, como solíamos hacerlo. Quisiera que me consuele, como solía hacerlo.

Cuando todo se siente como demasiado, cierro los ojos y pienso en ellas. Las chicas que, de alguna manera, me mantenían conectada a un mundo que tenía sentido. Cada una de ellas me daba algo único, algo que me hacía sentir menos sola.

Me levanté con los primeros rayos del sol acariciando mi rostro. Realmente detesto madrugar; quisiera simplemente quedarme acostada y seguir durmiendo, pero no puedo darme ese lujo.

Tras preparar el desayuno, desperté a las demás y las llamé a comer. Esta vez no preparé nada para los filoliales del santuario, excepto para Fitoria.

Ella tomó el cuenco de arroz que le pasé y comió con avidez. Parecía cómoda. Sin prestar demasiada atención, me senté también a comer. No importa cómo me sienta, debo seguir adelante.

El desayuno transcurrió sin problemas. Lo que vino después, sin embargo, resultó problemático.

—Heroína del Escudo, ¿puedes prometerme que te reconciliarás con los otros héroes? —preguntó Fitoria, su tono serio como si no hubiéramos conversado de esto anoche.

—Sabes, haré lo posible por reconciliarme con ellos. Pero mi prioridad es mantener a salvo a Melty. Probablemente deje este país y combata las Olas en otros reinos. Y, si este reino cambia un poco su actitud, tal vez también venga a defenderlo.

Fitoria me miró con dudas, aunque terminó aceptando mi respuesta. Por un momento pensé que iba a hacer algo drástico, como pedir un combate o tomar una rehén para obligarme a jurarlo. Pero en lugar de eso, simplemente se dirigió hacia Filo.

—Candidata a Reina, debo probar tu fuerza.

Filo la miró confundida. —¿Reina? ¿Yo?

—Sí. El hecho de que puedas transformarte y seas criada por un Héroe te convierte en una candidata —respondió Fitoria con serenidad.

—No me interesa. Mientras pueda estar con mi maestra, haré lo que sea —afirmó Filo, apretando los puños con determinación.

Fitoria aceptó su respuesta y la invitó a un terreno abierto.

—Filo, no te contengas. Ella es muy fuerte. No tanto como yo, claro, pero sigue siendo fuerte.

—Si la maestra lo dice, ¡Filo dará todo de sí!

—Pelearé en forma humana, así que Filo también debe hacerlo en forma humana —anunció Fitoria, antes de crear una barrera que dejó a ambas encerradas en el campo.

Filo pateó el suelo y se lanzó con velocidad. Debo admitir que sus movimientos ágiles y precisos pondrían a Shampoo en vergüenza. Atacó con los puños, pero aunque sorprendió a Fitoria, pude ver en sus ojos que logró esquivarlo con relativa facilidad.

—Eres lenta —la provocó Fitoria. Por la forma en que esquivaba, era evidente que no solo era más rápida, sino que también podía predecir la trayectoria de los ataques.

Fitoria desapareció en un parpadeo y reapareció detrás de Filo, dándole una patada certera que la lanzó varios metros por el aire. Filo gimió al sentir el impacto, pero se reincorporó rápidamente, extendiendo las alas y planeando con gracia.

—¡Eso no es suficiente para acabar con Filo! —dijo, inflando el pecho con orgullo. Acto seguido, reanudó su ataque. Esta vez, garras de energía se formaron sobre sus puños. ¿Desde cuándo podía hacer eso?

Con la velocidad aumentada, logró rozar el rostro de Fitoria, dejando un corte superficial. Fitoria sonrió, pero no tardó en contraatacar de manera contundente, estrellando a Filo contra el suelo.

—¡Filo! —gritaron Raphtalia y Melty al unísono, preocupadas. Pero cuando intentaron intervenir, levanté una mano para detenerlas.

—Esto es un combate uno contra uno. No se metan —ordené.

Aunque la verdad es que quería seguir disfrutando de la vista. Presenciar un buen combate siempre es algo tranquilizador para mi alma, ya sea viendo desde la barrera o participando directamente.

Filo se levantó como si nada, sacudiéndose el polvo, lo que pareció sorprender un poco a Fitoria.

—Filo ha entrenado muy duro con la maestra. ¡Filo no perderá! —exclamó.

Lo que ocurrió a continuación me dejó sin palabras. Nunca sometí a Filo al entrenamiento de las castañas calientes, y aun así, estaba replicando mis movimientos con una precisión impresionante.

El combate continuó por varios minutos, con Filo mostrando una impresionante capacidad para replicar cada uno de mis ataques. Había visto mis movimientos tantas veces que parecía haberlos memorizado, y su talento me dejó sin palabras. Quizás sea el poder del escudo o simplemente su habilidad natural, pero estaba claro que podría patear el trasero de cualquiera de los locos de Nerima, tal vez exceptuando a Colonia y Happosai. Claro, si tan solo no fuera un poco ingenua...

Cerca del final, Fitoria dejó de contenerse. Golpeó a Filo en el estómago, haciéndola caer al suelo, jadeando y agarrándose el abdomen. Sin embargo, mi pequeña se levantó casi de inmediato, su expresión llena de determinación.

—Filo… no ha terminado... —dijo con esfuerzo, apretando los puños.

—No, Filo ganó —replicó Fitoria con una sonrisa serena.

La barrera desapareció. A pesar de las palabras de Fitoria, Filo no parecía completamente satisfecha. Había peleado con todas sus fuerzas, pero estaba lejos de poder derrotarla. Y eso que Fitoria claramente se estaba conteniendo, y solo en su forma humana...

—¡Bien hecho, Filo! —dije mientras acariciaba su cabello, dejando que una leve sensación de orgullo llenara ese vacío constante en mi interior.

Fitoria avanzó unos pasos hacia nosotras.

—Bien, como pasaste la prueba, tengo un regalo para ti —anunció, con una leve sonrisa.

De pronto, hizo aparecer una pequeña corona brillante. La colocó delicadamente sobre la cabeza de Filo, y esta comenzó a brillar antes de desaparecer por completo, dejando solo un mechón rebelde sobresaliendo de su cabello.

La interfaz del escudo analizó el extraño mechón: algo llamado "Corona Filolial". Noté cómo las estadísticas de Filo se dispararon dramáticamente. ¿Así que esto era lo que significaba ser una candidata a Reina? Podía jurar que ahora Filo podría enfrentarse a cualquiera de los otros héroes y salir victoriosa sin demasiados problemas.

—¡¿Qué es esto?! ¡Maestra, a Filo le salió una cosa rara! —exclamó, arrancándose el mechón con ambas manos. Se permitió sonreír unos segundos, hasta que el mechón volvió a aparecer como si nada.

—Deberías rendirte con eso. Mientras más crezcas, solo aumentará su número —comentó Fitoria con una sonrisa, ligeramente divertida.

—¡Filo quiere ser única como la maestra! ¡No una copia de Fitoria! —se quejó Filo, haciendo un berrinche que no pude evitar encontrar adorable.

He notado cómo Melty no le quitaba la vista de encima a Fitoria. No creo que sea un enamoramiento ni nada por el estilo. Conociéndola, probablemente estaba soñando con la idea de montar sobre su forma filolial. Esa niña siempre ha tenido una fascinación especial por los filoliales. Tal vez debería pedirle a Fitoria que le conceda ese pequeño deseo.

Y así lo hice. En cuanto le mencioné la idea, Fitoria asintió con una leve sonrisa, como si ya esperara esta petición. Melty prácticamente saltó de emoción.

—¿De verdad puedo? —preguntó Melty, sus ojos brillando como si acabara de ganar la lotería.

Fitoria asintió de nuevo. —Por supuesto.

Melty no necesitó más invitación. Subió de un salto con una energía que pocas veces mostraba, acomodándose con cuidado entre las suaves plumas de Fitoria. Una vez que estuvo segura, extendió los brazos como si quisiera abrazar el aire.

—¡Esto es increíble! ¡Es un sueño hecho realidad! —exclamó mientras Fitoria trotaba con pasos elegantes, avanzando de manera que parecía una danza majestuosa.

Raphtalia y Filo observaron la escena con expresiones de diversión mezclada con envidia. Raphtalia soltó una leve risa.

—Melty parece una niña pequeña en su cumpleaños —dijo con una sonrisa.

Por otro lado, Filo infló las mejillas. —¡Filo también crecerá!

No pude evitar reír ante la escena. Ver a Melty tan extasiada y feliz era un alivio en medio de todo lo que estábamos enfrentando.

Finalmente, Fitoria nos dejó fuera del santuario, en un claro donde los árboles comenzaban a dispersarse y el cielo se extendía amplio y despejado. El momento de despedirse había llegado.

—Oye, quería regresar por mi dragón —protesté, cruzando los brazos. No es que me encantara la idea de cargar con él, pero seguía siendo útil.

Filo y Fitoria me fulminaron con la mirada, con sus pucheros perfectamente sincronizados. Los filolial realmente detestan a los dragones…

—Ranma, te he dejado cerca de los héroes. Por favor, intenta reconciliarte lo antes posible —dijo Fitoria, su voz serena, pero con un trasfondo de preocupación que no pasó desapercibido.

La miré en silencio por un momento. Había algo en su tono y en su mirada que hablaba de soledad, de siglos cargados con el peso de responsabilidades y recuerdos. Quizás vernos partir le recordaba las despedidas que había vivido a lo largo de los años.

Me acerqué y la abracé sin pensarlo demasiado, enterrando su rostro contra mi pecho mientras acariciaba suavemente su cabello.

—Bien. Lo intentaré. Por cierto, espero que nos volvamos a ver.

Fitoria se separó rápidamente, su rostro teñido de un rubor que no pudo ocultar. Bajó la mirada con timidez, aunque luego asintió levemente, recuperando su compostura.

Como era de esperarse, Filo y Raphtalia no tardaron en reaccionar.

—¡Maestra, eso no es justo! ¡Solo Filo puede abrazarte así! —protestó Filo, inflando las mejillas con indignación.

Raphtalia, por su parte, cruzó los brazos, dejando escapar un suspiro. —Ranma, deberías ser más… discreta. Además, esto empieza a parecer sospechoso.

Filo asintió rápidamente, señalándome con un dedo acusador. —¡Sí, maestra! ¡Eres una lolicon!

Me congelé por un segundo, antes de que un tic nervioso comenzara a aparecer en mi ceja.

—¿Qué dijiste? —pregunté con una sonrisa que no alcanzaba mis ojos.

—¡Es verdad! ¡Siempre estás rodeada de chicas más jóvenes! —insistió Filo, mientras Raphtalia trataba de contener una risa.

—¡Eso es ridículo! —repliqué, cruzándome de brazos. Pero ambas seguían mirándome con esa mezcla de burla y acusación.

Finalmente, suspiré profundamente y las miré con una expresión seria.

—Muy bien, sigan llamándome eso y las doy en adopción.

Filo se quedó boquiabierta, mientras Raphtalia soltaba una carcajada.

—¡Maestra, no puedes hacer eso! —protestó Filo, aferrándose a mi brazo como si temiera que realmente lo hiciera.

—¿Ah, no? —respondí, arqueando una ceja con una sonrisa traviesa. —¿Quieres probarme?

Filo negó rápidamente con la cabeza, mientras Raphtalia seguía riéndose.

—Está bien, está bien, no diremos nada más —murmuró Filo, inflando las mejillas de nuevo, pero esta vez con un toque de vergüenza.

Fitoria aclaró su garganta, todavía algo sonrojada, pero esforzándose por retomar su aire de autoridad. —Es hora de que sigan adelante. Héroe del Escudo, Filo, Raphtalia… Melty, confío en ustedes.

Luego de despedirnos tomamos el carruaje que Fitoria nos regaló, era un trabajo artesanal digno de admirar: adornado con detalles delicados y una estructura resistente, parecía diseñado para soportar cualquier camino por más difícil que fuera. Desde el momento en que lo recibimos, Filo no perdió el tiempo en apropiárselo, abrazando el carruaje con un entusiasmo que solo ella podía mostrar.

—¡Filo protegerá el carruaje con su vida! —declaró, envolviendo sus brazos en torno a una de las ruedas, mientras Fitoria le lanzaba una mirada nostálgica que mezclaba orgullo y resignación.

—Cuidala bien —dijo Fitoria mirándome a los ojos, con una leve sonrisa antes de despedirse. Pero estoy seguro que no se refería al carruaje, si no a Filo.

Con nuestro nuevo medio de transporte, nos dirigimos hacia las fronteras del reino. El viaje transcurrió con una calma engañosa. Aunque las chicas charlaban animadamente, yo no podía sacudirme la sensación de que algo o alguien iba a complicarnos el camino. Y, como había esperado, al acercarnos al paso principal, allí estaba Motoyasu, junto con un grupo de soldados y, claro, la perra de Malty.

Al principio, lo primero que noté fue la postura confiada de siempre. Su lanza brillaba bajo el sol, pero su expresión… algo estaba fuera de lugar. Esa falta de emoción en sus amenazas era notable, como si estuviera repitiendo líneas de un guion que no sentía. Mis labios se torcieron en una sonrisa casi imperceptible. Esto iba a ser interesante.

Cundo estuvimos lo suficientemente cerca pude ver como Malty creaba una barrera de rayos, probablemente para impedir que escapemos, eso es nuevo, debería aprender a hacerlo más tarde.

—Lady Ranma, parece que no nos dejaran pasar tan fácilmente —dijo Raphtalia con algo de precaución

—¿De verdad? Nunca lo habría adivinado —respondí con sarcasmo, observando cómo Motoyasu daba un paso al frente, intentando mantener su aire heroico.

—¡Ranma! —exclamó Motoyasu con voz alta, aunque carente de su habitual pasión—. No sé qué tramas, pero no permitiré que sigas causando problemas al reino. ¡Has secuestrado a la princesa Melty y… y mataste a Ren e Itsuki!

Me llevé una mano al pecho, fingiendo estar horrorizada. —¡Oh, no! ¿De verdad? ¿Yo hice todo eso? Qué terrible…

Motoyasu frunció el ceño, claramente incómodo con mi tono. —No te burles, Ranma. Esto es serio.

—¿Serio? —repliqué, inclinándome ligeramente hacia él con una sonrisa burlona—. ¿Qué tan serio? ¿Tan serio como para que me acuses de matar a Ren e Itsuki? Porque, si vamos a inventar historias, al menos hazlas interesantes.

Malty intervino, su voz cargada de veneno, aunque con un brillo extraño en los ojos. —¡No es una historia! ¡Eres una criminal peligrosa!

Ignorándola por completo, volví mi atención a Motoyasu. —Está bien, está bien. Si quieres que lo admita, lo haré. Sí, los maté. Los maté en la cama, drenando cada gota de energía de sus cuerpos. Fue… agotador, para ellos claro, para mi fue divertido, — relamí mis labios de forma seductora.

El silencio que siguió fue tan denso que casi podía cortarse con un cuchillo. Raphtalia se llevó una mano a la cara, claramente avergonzada, Filo por otro lado, aunque se quedó en silencio, no despegaba sus ojos de mí, totalmente cautivada por mi narrativa.

Motoyasu, por su parte, parecía estar luchando por mantener una expresión seria, pero el leve temblor en la comisura de sus labios lo delató.

Malty, sin embargo, reaccionó de una manera completamente inesperada. Su rostro se sonrojó ligeramente, y sus ojos brillaron con algo que no quería identificar.

—¿Drenaste… cada gota de energía? —preguntó, su tono extrañamente bajo, mientras se mordía el labio inferior.

Me congelé por un segundo, antes de que un tic nervioso comenzara a aparecer en mi ceja. —No es precisamente mi tipo, pero, genial, ¿Le gusto a la loca?

Raphtalia me susurró al oído, claramente incómoda. —Lady Ranma, usted le hizo algo raro a…

—Creo que la ropi… aun que no fue mi intencion… —respondí rápidamente, levantando las manos como si quisiera detener cualquier pensamiento al respecto.

Motoyasu, por su parte, parecía aún más incómodo que yo. —Malty, por favor, no hagas esto más raro de lo que ya es.

—¡Esto no es raro! —protestó ella, aunque su tono la traicionaba.

—Claro, claro —murmuré, rodando los ojos mientras me preparaba para lo inevitable. Porque, por supuesto, las cosas nunca podían ser sencillas.

Motoyasu me miraba con una mezcla de frustración y algo que parecía… ¿curiosidad? Su actuación seguía siendo tan convincente como una obra escolar, pero decidí seguirle el juego un poco más. Después de todo, si iba a acusarme de algo tan ridículo, al menos podía divertirme con ello.

—Está bien, está bien —dije, levantando las manos en un gesto de rendición fingida—. Si quieres saber cómo lo hice, te lo contaré.

Raphtalia me lanzó una mirada de advertencia, pero la ignoré. Esto iba a ser divertido.

—Todo comenzó con una cena a la luz de las velas —empecé, mi tono deliberadamente melodramático—. Ren e Itsuki no pudieron resistirse a mi encanto. Fue algo… inevitable.

Filo ladeó la cabeza, claramente confundida. —¿Eso es importante antes de poner huevos?

—Shh, Filo, es parte de la historia —respondí, agitando una mano para silenciarla antes de continuar—. Los guié, uno a cada lado, hacia mi dormitorio. Fue un momento mágico, lleno de… confianza mutua.

Motoyasu frunció el ceño, claramente incómodo con mi tono. Malty, por otro lado, parecía estar escuchando con demasiada atención, sus mejillas ligeramente sonrojadas.

—Y luego, bueno… —hice una pausa dramática, dejando que el silencio llenara el aire antes de sonreír con picardía—. Digamos que ambos fueron realmente muy lamentables. Sólo aguantaron tres sentones.

El silencio que siguió fue como un huracán contenido. Raphtalia parecía debatirse entre la vergüenza y las ganas de tirarme algo a la cabeza, mientras Filo me observaba con una mezcla de asombro y confusión.

Motoyasu abrió la boca para decir algo, pero se detuvo. Probablemente el quería alegar algo como "yo habría aguantado mas". Pero no lo hizo, lo estaba poniendo en una situación difícil con mi narrativa, supongo.

—Ranma… —comenzó, pero su tono era más cansado que acusador.

—¿Qué? —respondí, encogiéndome de hombros con una sonrisa inocente—. Si vas a acusarme de algo, al menos hazlo emocionante, ¿no crees?

Malty, sin embargo, estaba en otro mundo. Su rostro estaba completamente rojo, y parecía perdida en sus propios pensamientos. No quería imaginar qué se estaba formando en su mente, pero estaba bastante segura de que no era algo que quisiera escuchar.

Raphtalia me dio un leve codazo, inclinándose hacia mí para susurrar. —Ranma, creo que deberías parar. Esto está… escalando.

—No —respondí tranquilamente, con una sonrisa que sabía que la irritaría más—. Esto apenas empieza a ser divertido.

—¡Esto no es un juego! —gritó finalmente Motoyasu, aunque su tono carecía de la fuerza necesaria para respaldar sus palabras.

—Claro que no lo es —respondí, encogiéndome de hombros—. Pero si vas a acusarme de algo, al menos déjame disfrutar un poco del espectáculo.

Pretendia seguir con este teatro un poco mas, pero, había algo, algo en el aire, una señal de peligro, me percate que los soldados habían desaparecido en algún momento, y ahora estamos solos, el grupo de Motoyasu y El mio.

—¿Qué pasó con los soldados? —preguntó Raphtalia casi leyendo mi mente, mientras escaneaba con preocupación el área. Justo en ese momento, Filo actuó con rapidez, lanzándose hacia el grupo de Motoyasu y pateándolos hacia nuestra posición.

—¡Oye! ¡Ten más cuidado! —gritó Malty al impactar contra el suelo, su tono tan agudo como irritante mientras se sacudía la suciedad de su ropa.

—¡Mi brazo! ¡Creo que me lo dislocaste! —se quejó otra de las chicas, sobándose mientras lanzaba una mirada furiosa hacia Filo.

—¿Qué demonios le pasa a esa ave gigante? ¡Ni siquiera hicimos nada esta vez! —añadió una tercera, visiblemente alarmada y confundida mientras trataba de ponerse en pie.

Mientras tanto, Motoyasu intentó intervenir —¡Filo! ¡No puedes ir por ahí pateando damas como si fueran balones de fútbol! —intervino Motoyasu con su mezcla habitual de indignación y preocupación. Pero había algo en su voz que no cuadraba; un matiz de incomodidad y quizás… culpabilidad.

Filo, con su expresión habitual, sólo ladeó la cabeza. —¡Estaban en el camino! Además, deben estar agradecidos, ¡los estoy protegiendo!

—¿Protegiéndonos? ¡Acabas de tirarme al suelo, bestia emplumada! —gritó Malty, claramente furiosa, mientras intentaba recuperar su compostura.

Yo apenas les presté atención, demasiado consciente de la creciente sensación de peligro. Entonces noté que la mirada de Motoyasu cambió repentinamente, como si algo lo aterrorizara.

—¡Rápido, Ranma! Usa todos los escudos que tengas —exclamó con una mezcla de urgencia y horror—. ¡Si tienes alguno rojo y negro de aspecto maligno, úsalo o no sobreviviremos!

Eso bastó para captar mi atención por completo, es la segunda vez que hace mención de escudos que no tengo… o cosas que aún no han pasado.

—¿Qué es eso del escudo ne…—

—¡Maestra, rápido! —gritó Filo, sorprendentemente apoyando a Motoyasu—. ¡El bobo de la lanza tiene razón! ¡Viene algo desde el cielo!

No dudé ni un segundo. [Prisión de Escudo] —declaré, envolviendo a todas dentro de la habilidad.

—¿¡Lady Ranma, qué está haciendo!? —protestó Raphtalia, mientras reforzaba el escudo con mi propio Ki.

—Ella tiene razón, Ranma. ¡Ni tú podrías sobrevivir! —añadió Motoyasu, en un raro momento de apoyo genuino.

Ignoré sus quejas, reforzando el escudo con todo lo que tenía. Incluso añadí un segundo y tercer escudo para asegurar nuestra protección.

—No se preocupen por mí, ¡tengo una idea! —grité, mientras me concentraba en el impacto inminente.

Al mirar al cielo, una luz descendía rápidamente, poderosa y destructiva. Era un ataque de tal magnitud que haría palidecer al Rugido de León Perfecto de Ryoga. Pero no tenía intenciones de dejarme golpear. Dibujé una espiral en el suelo, dejando al escudo prisión en el centro, y finalmente me planté en posición.

—Escuchen todas, probablemente sientan algo de frío. ¡Aguanten! —advertí mientras giraba mi puño envuelto en Ki helado.

Y entonces lo invoqué: [Shin Hiryo Shoten Ha].

El choque de ambas energías fue monumental. El tornado resultante era más grande de lo que jamás había imaginado, arrasando con todo a su paso. El rugido del viento era ensordecedor, pero dentro del escudo prisión, el grupo permanecía a salvo... aunque no sin quejas.

Cuando finalmente el tornado se disipó y el cielo volvió a aclararse, exhalé profundamente, agotada pero aliviada. Mi ropa y armadura habían sufrido lo peor, pero al menos seguía de pie. Sin embargo, el cráter que nos rodeaba y las rocas fundidas en los bordes eran prueba de cuán cerca habíamos estado de la aniquilación.

—Sea quien sea el responsable… ¡juro que la voy a matar! —grité, dejando que mi frustración y rabia se desbordaran. Este ataque repentino había tocado mi límite, y no tenía intención de contenerme en la próxima confrontación.

Cuando liberé a las demás del escudo, tanto Filo como Raphtalia saltaron sobre mí con quejas llenas de preocupación.

—¡Maestra! ¿Está bien? —gritó Filo, abrazándome con fuerza mientras sus alas revoloteaban nerviosamente.

—Lady Ranma, ¿qué estaba pensando? ¡Eso fue una locura! —añadió Raphtalia, su tono lleno de reproche, aunque sus ojos reflejaban alivio.

—Estoy bien, estoy bien. Solo desnuda… y caliente —respondí con una sonrisa burlona. Ese último comentario era un chiste, claro, porque lo de "caliente" era tanto por mi atractivo como por el hecho de que ese ataque casi me rostiza viva.

Ambas rodaron los ojos al unísono.

—Lady Ranma, no puede pelear desnuda —dijo Raphtalia, claramente incómoda, mientras comenzaba a quitarse su propia capa para dármela.

La detuve con un gesto rápido. —Hey, primero, soy una mujer adulta. No me importa si me ven. Segundo, no es tiempo para esto. ¡Pónganse en guardia! —Mi tono fue firme, y ambas asintieron, aunque Filo seguía mirándome con admiración desbordante.

Poco después, desde fuera del cráter, una figura emergió. Era alguien familiar, alguien que me recordaba a mi "donante de esperma". El Pontífice. ¿Harmas? ¿O algo así se llamaba? No me importaba lo suficiente como para recordarlo bien.

—Incluso después de un ataque tan masivo, es increíble que sigas viva —declaró el Pontífice con una sonrisa falsa mientras aplaudía lentamente, como si estuviera disfrutando de su propio espectáculo.

—Así que el Pontífice… Igual no me agradaba —murmuré en voz baja, cruzándome de brazos.

—Veo que me recuerdas. Entonces, también debes de conocer tus peca… —Antes de que pudiera terminar su discurso, su cuerpo se dividió en varios pedazos, desplomándose en el suelo miserablemente. Ni siquiera tuvo la oportunidad de terminar su frase.

—¿¡Sumo Pontífice!? —gritaron cientos de voces aterrorizadas detrás de él. Podía oír el pánico en sus palabras, como si el mundo se les hubiera derrumbado.

—¿¡Qué demonios fue eso!? —exclamó Motoyasu, su rostro pálido mientras retrocedía un paso.

—¿Cómo…? ¿Cuándo…? —pude ver por el rabillo del ojo que Malty cayó de rodillas, sus piernas paralizadas por el miedo. Melty se cubrió la boca con horror, mientras Raphtalia luchaba por contener las náuseas. La única que no tuvo una mala reacción fue Filo, sorprendentemente.

—¡Mi maestra es increíble! —exclamó Filo con entusiasmo. Luego, tomando su forma humana, corrió hacia mí y me abrazó con fuerza. —¡Maestra, maestra, enséñeme a hacer eso!

Fue entonces cuando todas las miradas se dirigieron hacia mí. Me encogí de hombros con indiferencia.

—Eso fue un ataque a traición. Tenía la intención de eliminarnos. No iba a dejarle terminar su discurso… ni darle la oportunidad de atacarnos de nuevo.

No esperaba esa mirada de horror en los ojos de Raphtalia. Ella me tenía miedo. Por otro lado, Melty, recuperándose poco a poco, tomó el control de sus emociones y se aclaró la garganta.

—Es correcto. Ranma actuó de la mejor manera posible para mantenernos a salvo —declaró con firmeza, su tono calmado pero autoritario, como si intentara convencer tanto a las demás como a sí misma.

El viento aún arrastraba el polvo del terreno devastado cuando sentí dos presencias familiares acercándose. No tuve que esperar mucho antes de escuchar un par de voces que, por el tono, ya me daban una idea de lo que venía.

—¡Tarde otra vez…! —murmuré para mis adentros, mientras me giraba hacia el borde del cráter.

Desde allí aparecieron Ren e Itsuki, sus figuras destacándose contra el resplandor del horizonte. Ren lucía impasible como siempre, pero podía ver la ligera tensión en su postura mientras examinaba la escena. Itsuki, por su parte, parecía más impaciente que alarmado, como si estuviera listo para lanzarse a un combate que claramente ya había terminado.

—¡Llegamos lo más rápido que pudimos! —exclamó Itsuki, con su arco ya en mano, y su mirada recorrió la zona, deteniéndose en los cuerpos inconscientes de los seguidores del Pontífice. Sus hombros cayeron al notar que la amenaza ya no existía. —¿Qué… pasó aquí?

—Parece que se perdió el espectáculo —respondí con un tono indiferente, cruzándome de brazos mientras miraba con cierta diversión su decepción.

Ren, siempre más contenido, observó a los seguidores caídos y el cuerpo dividido del Pontífice antes de dirigirme una mirada inquisitiva. —¿Fuiste tú? —preguntó, como si necesitara confirmación de lo que ya era obvio.

—¿Quién más sería? —respondí con una media sonrisa. —El querido Pontífice intentó eliminarnos con un ataque a traición. No iba a quedarme esperando su siguiente movimiento, ¿verdad?

Itsuki suspiró, bajando su arco. —Siempre llegamos tarde. Esto es ridículo. Ni siquiera tuvimos la oportunidad de contribuir.

—Bueno, pueden ayudar a limpiar el desastre, si quieren sentirse útiles —respondí con sarcasmo, señalando a los seguidores inconscientes que cubrían el área.

Ren apenas soltó un leve suspiro y murmuró algo sobre "eficiencia desmedida". Parecía más interesado en analizar las marcas del ataque y las grietas en el terreno, como si estuviera estudiando los eventos que habían ocurrido.

Por otro lado, Itsuki no pudo evitar quejarse. —Esto no es justo. Siempre parece que tú haces todo a tu manera, Ranma. ¿Ni siquiera consideraste que podríamos haber trabajado juntos?

—Oh, claro, porque un ataque sorpresa mortal es el momento perfecto para una charla estratégica —respondí con una ceja alzada. —Deberías estar agradecido de que todavía haya algo que estudiar en lugar de convertirnos en cenizas.

Motoyasu se acercó entonces, todavía luciendo perturbado, pero tratando de ocultar su incomodidad con un gesto de falsa serenidad. —Fue impresionante… pero admito que no esperaba que Ranma fuera tan rápida con sus decisiones. —Aunque hablaba como si estuviera criticando, su tono tenía un dejo de admiración que no pasó desapercibido.

Mientras tanto, Raphtalia, claramente aún incómoda, lanzó un suspiro. —Lady Ranma, ellos no entienden la gravedad de lo que enfrentamos. —Parecía más preocupada por justificarse frente a Ren e Itsuki que por el evento en sí.

Filo, por supuesto, tenía su propia perspectiva, levantando ambas manos con entusiasmo. —¡Maestra es la mejor! ¡Nadie puede derrotarla! —Su alegría desenfrenada parecía aligerar un poco el ambiente.

Melty, tratando de recuperar la compostura, se aclaró la garganta. —Ranma actuó en el mejor interés del grupo. Pueden estar seguros de que, de no haber sido por su rapidez, la situación habría sido… mucho peor.

Ren e Itsuki intercambiaron miradas, claramente frustrados pero también un poco resignados. Al final, Ren simplemente se encogió de hombros. —Supongo que llegamos tarde… como siempre.

—Y al parecer llegamos solo para recibir un sermón —añadió Itsuki, cruzando los brazos. —Esto es un poco humillante.

—Bienvenidos al club —dije con una sonrisa burlona, mientras me encogía de hombros. —Si sirve de algo, todavía quedan algunos seguidores inconscientes. Quizás puedan interrogarlos o algo así. No todo está perdido, ¿verdad?

Ellos suspiraron al unísono, y no pude evitar encontrar algo de humor en su evidente decepción.

Fin del capitulo :D
Bueno, dije que no seguiría del todo el manga/anime original, decidí cambiar varias cosas, acortar las partes que eran meramente lo que paso en el anime o omitirlas, centrándome en otros desarrollos, desafortunadamente estos eventos tenían un cierto nivel de importancia, por lo que pasaron más o menos igual.

Aunque aquí viene un fuerte desarrollo de personaje, no me convencieron del todo las otras 20 páginas que corte de este capítulo, por lo que decidí cortarlo hasta aquí de momento, tendré que leer y releer lo que escribí y modificarlo hasta convencerme.

Nota: Ranma está mucho más roto de lo que parece, por supuesto, no es un porta genérico de Isekai overpower, eso es lo que lo hace genial, porque si bien es casi perfecto en todo lo que hace y en lo que es malo, lo aprende y se vuelve el mejor, sus defectos son muy notorios, arrogancia, ego excesivamente grande, pero en esta versión me gusta agregarle debilidades mas humanas, mas emocionales, algunos pensaran que el Ranma original no actuaria así, epro ciertamente se lo ha visto deprimido aveces, pero por cosas un tanto banales, aquí estamos trabajando con cosas un poco mas profundas.

Y si, sus ataques son canónicos, el Hirui Sho Ten ha, vendría a ser el "dragon volador" del anime, pero en el manga hay varias versiones mejoradas por el mismo.
y si, Ranma habría sobrevivido al ataque del Pontifice sin escudo, por supuesto, le habría dolido bastante. Pero habría sobreivivdo.